INTRODUCCIÓN
Ceremonia de bautizo
A veces me pregunto: ¿qué estoy haciendo? No tengo plata ahorrada, como la mayoría de mis amistades, ni sueldo fijo. Soy el eterno fichaje de mi mamita, quien, ya no sé si ciega de amor o confiando en el vínculo umbilical, me continúa apoyando. Por suerte en la vida una siempre se topa con farolas que te iluminan, y después de ver un documental de Diana Vreeland –mujer portadora de un ADN muy similar al de mi abuela Malucha–, algo confirmé de mi personalidad: me gusta el hueveo. Y si el hueveo en estas páginas califica como arriesgarse, confiar y hacer lo que me apasiona, voy.
Es la una de la mañana de un jueves poslluvias intensas (intensamente citadinas, dirán), estoy sentada en el wáter con tres lápices en la mano izquierda y el rápido graft –el fiel rápido graft de 0.5– en la derecha. Es verdad que los momentos de iluminación aparecen, vienen, llegan y se van, pero si me queda mala esta intro igual estaré contenta de la performance solitaria que acabo de hacer: próxima a cerrar los ojos, di un salto de la cama y corrí al comedor en busca de mi cuadernito de escritura y luego me encerré en el baño. Si de aquí no sale un buen texto de bienvenida, por lo menos el salto de la cama me habrá servido para aprovechar de lavarme los dientes. (Qué serio el tema dental… en fin, nacer en los noventa.)
Decido salir al living y me siento en mi comedor. Rodeada de botellas de agua, un vaso con Coca-Cola y un tabaco prendido trato de armarme una atmósfera seudochamánica de los noventa y la potencio dándole play a la lista que tenemos en Spotify para que se me prendan la ampolleta y los dedos al mismo tiempo y escriba, escriba, escriba. Me da risa –o me doy risa–, porque suena «Smells Like Teen Spirit» de Nirvana y yo fumo tirando el humo para el techo. Qué ceremonioso. Y yo que bailaba «Voulez-vous coucher avec moi?» en el recreo. A pesar de lo teatrero, siento que el ambiente me está ayudando. Al menos escribí un párrafo y los nervios de empezar este libro ya me dieron la bienvenida.
Cuando estaba sentada en el Dante, en plaza Ñuñoa, con ganas de tener una polera de Britney o de Clarissa, nunca pensé que en algún momento escribiría sobre esto. Pero, bueno, a una le gusta la adrenalina, y cuando oí el llamado acepté la misión con la frente en alto. Hablar de los noventa es enfrentarse a una mezcla de olores, texturas, música, colores, miedos, alegrías, nostalgia y memoria. El libro está inscrito mayormente en la experiencia de quienes nacimos en la década –para ser fiel al relato–, no obstante, gran parte de los elementos están centrados en los inicios y en los hitos que marcaron esos años. Haremos un paseo de curso a un lugar común, en el que reviviremos tesoros, recuerdos familiares e historias de amistades, todo con el registro que hemos logrado en estos seis años de Noventera a través de las experiencias de quienes vivimos la adolescencia en esta época; amigues y seguidores que nos han llenado de emoción y vida al compartir sus propias historias generacionales con nosotras. A todas esas personas hermosas, gracias totales. Voy a dar lo mejor para que estas páginas sean una cucharita de manjar o una tapita de pisco en tu corazón.
A modo de bautizo en la lectura, quiero manifestar que la intención de este libro es abordar ciertos aspectos relevantes de los años en cuestión, con toques amistosos y divertidos que a ratos nos hagan volver a la sensación de estar leyendo una revista o rellenando nuestra agenda o diario de vida. Pasaron tantas cosas en esos diez años que para escribir sobre ellos fue necesario sacar un colador y rescatar lo mejor de tantos momentos, personajes, programas, celebridades, bandas, amores platónicos, objetos, lugares y sensaciones. Hay un poco del mundo y un poco de Chile; un poco mucho de pop, un poco de girly, un poco de Camiroaga, mucho de Arnold, su poco de Za-Sa, harta Shakira, mucha Spice y una pisca de Hu-hu-hu-hugo. Si hubiese metido todo, el libraco que tienes en tus manitas se parecería a la Biblia, o quizá nunca lo hubiese terminado. Todo lo que quedó afuera está esperando ser parte de un próximo volumen (ejalé). Gracias por acompañarme en este viaje supersónico.