Prólogo

¿Quién lo iba a decir?

Búho chico.

¿Qué tienen los búhos para que nos cautiven tanto? Aparecen en las pinturas de la cueva de Chauvet de Francia, de hace treinta mil años, y en los jeroglíficos del antiguo Egipto, en la mitología griega y entre las deidades de los ainus de Japón, en las estampas y los grabados de Picasso, y en las historias de Harry Potter como mensajeros que se desplazan entre el reino de los muggles y el de la magia. En la lengua inglesa, por ejemplo, proliferan y están incorporados a sus dichos o frases hechas. Cuando alguien se muestra irritable, testarudo y no quiere colaborar, se dice que está owly. Cuando es un noctámbulo y se levanta tarde por la mañana, se le llama night owl (‘búho nocturno’). Si tenemos una edad avanzada y hemos acumulado experiencia y conocimientos, nos convertimos en wise old owls (‘viejos búhos sabiondos’).

En algunos lugares, los búhos compiten en popularidad con los pingüinos. En otros, son vilipendiados como espíritus demoníacos. Los búhos poseen ese tipo de dualidad. Son tiernos y mortíferos, lindos y brutales, feroces y divertidos, y a veces hacen travesuras como robarte el equipo fotográfico o arrebatarte el sombrero. En ellos vemos algo que nos resulta muy familiar, como sus cabezas redondas y sus grandes ojos, pero al mismo tiempo percibimos un indicio de un tipo de existencia completamente distinta, el lado oscuro de la que nosotros poblamos. La mayor parte de los búhos son criaturas nocturnas que se mueven sin ser vistas; solo se las descubre por sus peculiares chillidos y ululatos. Su vuelo es silencioso y aterciopelado, y sus aptitudes cinegéticas, a menudo desplegadas en la noche cerrada, inspiran un respeto reverencial.

En muchas culturas, los búhos son considerados mitad pájaros, mitad espíritus, un cruce entre lo real y lo etéreo, símbolos del conocimiento y la sabiduría, por un lado, y portadores de infortunios y enfermedades, por otro. A menudo son contemplados como profetas o mensajeros. Los griegos creían que un búho volando por encima del campo de batalla auguraba la victoria. En el antiguo folclore de la India, aparecen como símbolos de la sabiduría y de la profecía. Lo mismo ocurre entre los indios navajos. El mito navajo de Nayenezgani, el Creador, recuerda a la gente que tiene que escuchar la voz del búho profeta si quiere conocer su futuro. Los aztecas consideraban a los búhos como símbolo del inframundo, y para los mayas eran los mensajeros del Xibalbá (‘el lugar del espanto’). En Julio César, Casca se queda aterrorizado cuando un búho aparece de día, pues presagia una muerte inminente: «El pájaro de la noche se posó /al mediodía en la plaza del mercado, /ululando y chillando».

 

 

Los búhos existen en todos los continentes, excepto en la Antártida, y presentan todas las formas humanamente imaginables. Sin embargo, pese a esta ubicuidad y al interés que despiertan, los científicos no han empezado hasta hace poco a descifrar pormenorizadamente los misterios de estas aves. Los búhos son mucho más difíciles de encontrar y de estudiar que otros pájaros. Son crípticos y practican el camuflaje, son sigilosos y solo están activos a una hora a la que el acceso a sus áreas de estudio supone un desafío. Pero recientemente los investigadores han utilizado una serie de estrategias y herramientas poderosas para estudiarlos y desentrañar sus misterios.

Este libro explora lo que la nueva ciencia ha descubierto acerca de estos enigmáticos pájaros: su peculiar anatomía, biología, conducta y aptitudes cinegéticas, su sigilo y destreza sensorial, que los distingue de casi todas las demás aves. Estudia asimismo lo que los investigadores han revelado sobre cómo se comunican los búhos, cómo cortejan y se aparean, cómo crían a sus polluelos, si actúan más por instinto o por aprendizaje, por qué se desplazan de un lugar a otro o se quedan en el mismo sitio para capear las estaciones, y qué tienen que contarnos acerca de su naturaleza... y de la nuestra. Explora nuevos conocimientos obtenidos a base de estudiar a los búhos en estado salvaje y también en cautividad, en este caso, pájaros que han sido «criados a mano» casi siempre después de haber resultado heridos. Los especialistas que viven y trabajan en estrecha relación con los búhos están aprendiendo cosas que solo se pueden aprender de cerca, cara a cara con ellos. Están fomentando la ciencia de cuidar de estas aves y, a cambio, los búhos a los que curan contribuyen a educar al público revelando algunos de los más profundos misterios sobre su comunicación, su individualidad y su personalidad, así como sus emociones e inteligencia.

Al analizar los aparentemente «simples» ululatos y reclamos o llamadas de los búhos, por ejemplo, los investigadores han encontrado que sus vocalizaciones obedecen a unas reglas complejas que permiten a los pájaros expresar sus necesidades y deseos, y aportan una información sumamente específica sobre su identidad individual y su sexo, tamaño, peso y estado de ánimo. Algunos búhos cantan a dúo. Otros se baten en duelo con sus voces. Los búhos pueden reconocerse unos a otros tan solo por la voz. Sus caras también son expresivas. Pueden ofrecer la misma cara anodina, meditabunda e imperturbable que la luna, pero su apariencia puede asimismo cambiar conforme cambian sus sentimientos: una fascinante ventana abierta a su mente, si uno sabe cómo interpretarla.

Algunos búhos emigran, pero no como otros pájaros y tampoco con arreglo a unas pautas previsibles. Algunos de ellos almacenan o atesoran sus presas en unas despensas especiales. Otros decoran sus nidos. Los mochuelos de madriguera viven en guaridas subterráneas, a veces junto a perritos de la pradera, y cuando se sienten amenazados sisean como una serpiente de cascabel acorralada. Engalanan sus nidos con mazorcas, estiércol de bisonte, trozos de tela e incluso con pedacitos de patata. Los búhos chicos descansan en enormes colonias, algunas de las cuales, como las de las golondrinas risqueras o golondrinas de farallón, pueden obrar como centros de información. Los científicos que estudian las lechuzas comunes o lechuzas de campanario han descubierto que las crías de búho duermen como los bebés humanos, dedicando más horas al sueño REM (el de las ensoñaciones) que los búhos adultos. ¿Por qué? ¿Pueden los búhos ayudarnos a determinar el papel que desempeña el sueño REM en el desarrollo del cerebro, tanto en los pájaros como en los humanos? ¿Hablan los búhos cuando están dormidos?

La mayoría de los búhos son monógamos y se emparejan para criar, pero la investigación sugiere que también son genéticamente monógamos —con pocas probabilidades de copular fuera de la pareja—, algo que es completamente inusual en el mundo ornitológico. Puede que sea así, pero ¿son tan fieles a sus parejas como imaginamos?

Los búhos son conocidos como «los lobos del cielo» por una buena razón. Siendo unos fieros cazadores, capturan toda clase de presas, desde ratones y pájaros a zarigüeyas comunes y cervatillos, e incluso a otros búhos. Pero en ocasiones también son carroñeros y comen cualquier cosa, desde puercoespines hasta cocodrilos y ballenas boreales. Los mochuelos de los saguaros o mochuelos duende o tecolotes enanos se alimentan de escorpiones, a los que previamente les quitan los aguijones venenosos, y, como les ocurre a otros búhos, obtienen de sus presas la mayor parte del agua que necesitan. Los lechuzones negruzcos, que atacan principalmente a los pájaros, han averiguado cómo darse todo un banquete nocturno en una sola zambullida. Según el ornitólogo brasileño José Carlos Motta-Junior, los búhos utilizan los ruidos de los pájaros gregarios que descansan en grupo, como los semilleros volatineros, para concentrarse en ellos y luego, uno a uno, capturar a todos los allí reunidos. «He encontrado bolas o pellets, también denominadas egagrópilas, con restos de cinco o más semilleros, aunque ¡mi récord es una egagrópila con once semilleros volatineros!»

Unos trabajos pioneros acerca de los sentidos de los búhos están arrojando luz sobre los extraordinarios poderes que permiten a estos pájaros encontrar a sus presas de noche: los extraños rasgos de su magnífica visión y oído nocturnos, su asombrosa habilidad para localizar los ruidos o su vuelo prácticamente insonoro, adaptaciones todas ellas que hacen de los búhos la cima no solo de la cadena alimentaria, sino también de la propia evolución. Es posible que los búhos hayan perdido cierta habilidad para distinguir el color a lo largo de la historia de la evolución, pero tienen una excelente sensibilidad a la luz y al movimiento. También son capaces de ver la luz ultravioleta, gracias a que poseen un equipamiento completamente distinto al de la mayoría de las aves. La mejor comprensión de los oídos de los búhos, descritos como «los Ferraris de la sensibilidad al sonido», ha cambiado nuestra opinión sobre su oído sobrehumano e incluso ha determinado las pruebas de audición para bebés. Los científicos han analizado la inesperada manera en que un cárabo lapón acomete una impresionante proeza en invierno: atrapar topillos escondidos muy en lo hondo de la nieve guiándose solo por el sonido. Un punto de vista diferente sobre el modo en que los búhos «procesan» el sonido ha generado asimismo novedades. Algunos de los sonidos que perciben los búhos son procesados en el centro visual de sus cerebros, de tal manera que de hecho pueden obtener una imagen óptica de un sonido: el susurro de un ratón lanzando destellos como un faro en la oscuridad del bosque. Y he aquí un descubrimiento que nos deja pasmados: el cerebro de un búho utiliza las matemáticas para localizar a su presa. ¡Quién lo iba a decir!

En mi opinión, estos hallazgos no reducen el asombro que nos provocan los búhos, sino que lo intensifican.

 

 

Un búho es un búho es un búho...

Nada de eso. Los búhos varían muchísimo de una especie a otra e incluso de un individuo a otro dentro de una especie. Esa es una de las razones por las que quise escribir un libro acerca de este orden de pájaros: explorar las idiosincrasias de diferentes tipos de búhos y lo que se ha descubierto acerca de su evolución, de la adaptación de las especies y de su naturaleza individual.

Muchas generalizaciones que hemos aprendido sobre los búhos no se pueden afirmar de todas las especies. No todos los búhos son nocturnos. No todos vuelan en silencio. No todos ellos tienen las orejas asimétricas. No todos se emparejan de por vida. No todos reposan en árboles forestales. Algunos descansan en cuevas, como la lechuza australiana o lechuza de campanario enmascarada de la llanura de Nullarbor, y otros en el suelo o cerca de él, como los mochuelos de madriguera. Vi mi primer nínox robusto —un cazador voraz y el único pájaro australiano capaz de llevar presas que pesen más que su cuerpo— posado en un árbol urbano en el centro de Sídney. Algunos búhos, como el lechuzón de anteojos, evocan visiones de lo más profundo de las selvas tropicales. Otros, como el búho nival o de las nieves o el mochuelo boreal, invocan paisajes septentrionales cubiertos de hielo. ¿Por qué son blancos los búhos nivales? No es tan sencillo como parece.

Los búhos no solo son crípticos, precavidos y sigilosos; también los hay disidentes e iconoclastas, los que rompen las normas. Pensamos en los búhos como unas aves solitarias, pero también hay unas pocas especies que se congregan, como esos búhos chicos que descansan formando grandes colonias. En las regiones tropicales los búhos pueden formar comunidades de hasta siete especies diferentes que viven juntas. El cárabo café o búho moteado de Centroamérica y Sudamérica es conocido por convocar reuniones de varios individuos durante la noche —un verdadero Parlamento de búhos—, con un propósito que sigue siendo un misterio.

Aunque los búhos son conocidos por su estilo de vida nocturno, solo alrededor de un tercio de las especies de búhos cazan exclusivamente de noche. Otros lo hacen al atardecer. Los cárabos lapones son en esencia nocturnos, pero cazan de día durante la temporada de cría, cuando tienen que alimentar a sus polluelos. Otras especies, como el cárabo gavilán o lechuza gavilana y el mochuelo californiano, cazan de día durante todo el año. Con un poco de suerte se puede ver a simple vista un cárabo gavilán cazando en los claros de los bosques boreales del lejano norte; localiza a su presa a una distancia de hasta ochocientos metros, luego desciende en picado desde la percha de un árbol o incluso planea como un cernícalo para atrapar un pajarito o una musaraña.

Los mochuelos californianos también son unos rebeldes a su manera. Casi todos los búhos ponen los huevos en el transcurso de varios días, y sus pollitos no eclosionan todos a la vez. Los mochuelos californianos, al parecer, dan al traste con las convenciones, pues incuban a todas sus crías al mismo tiempo.

 

 

Son tantas las preguntas que me sugieren los búhos que a veces me zumba la cabeza. ¿Por qué ejercen tanta influencia en la imaginación humana? Tienen fama por su sabiduría, pero ¿son inteligentes? ¿Actúan solo por instinto o son curiosos e ingeniosos? ¿Tienen sentimientos y emociones? ¿Por qué los ojos de un búho, únicos en el mundo ornitológico, miran de la misma manera que los nuestros? ¿Qué hizo que los primeros ancestros de los búhos cruzaran el límite adentrándose en la noche? ¿Y por qué algunos búhos cazan durante el día? Los búhos viven por todo el mundo, pero existen lugares que los atraen especialmente y donde la diversidad es mayor: en el sudeste de Arizona y en el oeste de México, en el sur de Asia y en el sudeste de Brasil. ¿Por qué tantas especies se sienten atraídas por estos lugares? ¿Cómo se están adaptando los búhos a las modificaciones que se producen en su hábitat y al cambio climático global?

 

 

A lo largo de este libro encontrarán descubrimientos que responden a estas preguntas y plantean otras. También hallarán los conocimientos y las observaciones de veterinarios y educadores familiarizados con la vida íntima y los hábitos de los búhos, así como a etnoecologistas que exploran la profunda influencia de estas aves en nuestra psique, y a biólogos y ecologistas que investigan su importancia en el mundo natural y cómo podemos preservarlos de la mejor manera posible. Asimismo encontrarán semblanzas de gente obsesionada con los búhos, algunos famosos —como Florence Nightingale, Teddy Roosevelt y Pablo Picasso— y otros no, como el bibliotecario del Metropolitan Museum of Art, que colecciona imágenes de búhos de toda la historia y lleva una que es particularmente bella tatuada en su cuerpo. Hallarán voluntarios de la «ciencia ciudadana» que han impulsado la investigación sobre los búhos, personas comunes y corrientes no entrenadas como investigadores pero que contribuyen de una manera brillante a nuestro conocimiento de los búhos. Un músico holandés utiliza su fino oído musical para estudiar la individualidad, la infidelidad y el divorcio entre los búhos reales euroasiáticos. Un cirujano del corazón aprovecha su intensa capacidad de concentración para estudiar las conversaciones íntimas entre parejas de mochuelos californianos, lo que él denomina «tiernos cuchicheos», a fin de comprender el cortejo y el apareamiento de estas aves. Una enfermera de la UCI anilla tecolotes afiladores por la noche, obteniendo así un bálsamo para su dura profesión y proporcionando datos fidedignos sobre los movimientos de estos pequeños y esquivos búhos, que antes se consideraban raros y ahora, gracias en gran parte a voluntarios como ella, están reconocidos como sorprendentemente comunes.

Y por supuesto conocerán a los científicos e investigadores que han dedicado su vida a entender a estos pájaros. Cuando le pregunté a David Johnson, que lleva estudiando los búhos más de cuarenta años y dirige el Global Owl Project, por qué ama a estos pájaros, me dijo: «Yo no los elegí. Ellos me eligieron a mí». Y acertaron en la elección. Johnson y su equipo de más de cuatrocientos cincuenta investigadores procedentes de todo el mundo han trabajado juntos durante las dos últimas décadas para conservar todas las especies de búhos del planeta.

Pero los verdaderos protagonistas de este libro son los propios búhos. Llevamos milenios viendo a estas aves como mensajeros y como signos. ¿Qué nos están diciendo ahora?

«Si hay alguien que sepa algo acerca de algo —dice Winnie the Pooh— es el Búho.» Los búhos tienen verdades que contarnos, unas veces desde lejos, desde sus nidos y perchas en los profundos bosques antiguos, en los desiertos y en el Ártico, y otras veces desde cerca, cuando están en manos de los veterinarios, rehabilitadores, investigadores y educadores. Más nos valdría prestarles atención.