La utópica normalidad del autoengaño
—¡Te recuerdo que sigue en Ídedin!
—¡Que no puedo, Amber! —contesta Kai mientras vuelve a dar la espalda a su amiga.
—¿No puedes o no quieres? —pregunta ella con soberbia y malicia.
El chico se gira rabioso, pero, cuando sus ojos se juntan con los de su amiga y vuelve a ver en ella el dolor y la desesperación, lo único que hace es llevarse las manos a la cabeza, frustrado. Amber tiene todos los motivos del mundo para querer viajar a los mundos que Terra equilibra, pero ¿acaso él no? ¡Si pudiera, lo haría!
—Que te jodan, Amber —le suelta con la voz rota para después marcharse directo al cuarto de baño.
—¡Que te jodan a ti, Kai! —grita ella, persiguiéndolo—. ¡Es tu amigo! ¡Tu puto mejor amigo!
Kai da la discusión por zanjada con un portazo que hace retumbar toda la pared. Echa el pestillo y desbloquea el móvil para poner cualquier canción que ahogue los improperios que su amiga le está soltando desde el otro lado. Después descorre la mampara de la ducha y enciende el grifo para terminar de aislarse acústicamente.
Las primeras notas a piano de Lithium se juntan con el sonido del agua rompiendo contra el mármol de la bañera mientras Kai se mira al espejo. En las tres semanas que han pasado desde que volvió de Ídedin, el chico no se ha preocupado de cuidar su aspecto. No sabe cuándo fue la última vez que se cortó el pelo, pero luce unas greñas que, debido al tipo de cabello que tiene, se sostienen por su propia fuerza sin necesitar fijadores. La barba también le ha crecido bastante. No hasta el punto de parecer un leñador canadiense, porque el vello no le cubre toda la mandíbula, pero sí que le hace aparentar más años de los que tiene.
Esto es una puta mierda…
El chico se mira con atención y estudia durante unos segundos el cabreo que lleva encima, pero, cuando se encuentra con sus ojos, todo lo que siempre intenta ocultar emerge como el estallido de un volcán. Las ojeras que inundan su rostro se juntan con la tristeza y el dolor que hay en su mirada. Tiene los labios cortados, el color de su piel luce un aspecto bastante desmejorado y en estas semanas parece haber perdido bastante peso, hasta el punto de perder volumen en las mejillas.
Cuando el vapor empieza a ocultar su reflejo, Kai se desnuda y se mete debajo del grifo. Ojalá pudiera callar sus pensamientos de la misma forma en la que ignora a Amber cuando discuten. No la culpa, la verdad. Es lógico que su mejor amiga pierda la paciencia y le insista tanto en intentar abrir un portal hasta Ídedin para recuperar a Yago.
Si es que sigue con vida, claro.
La frialdad con la que piensa en la posible muerte de su mejor amigo lo hace estremecerse y soltar una pequeña arcada.
No, joder. ¡Claro que está vivo, Kai!, se reprende a sí mismo.
Desde que regresó de Ídedin de forma completamente inconsciente, el chico no ha podido volver a abrir un portal. No ha conseguido contactar ni con Denis ni con Bahari. Lo ha intentado, por supuesto. Más aún cuando Amber le contó lo que había hecho su gemelo de Vawav. Su mejor amiga se aferra a la esperanza de que Denis no los ha traicionado porque la rescató de Noah Peaker y la envió a Terra con su maldito androide.
—¡Tiene que haber una explicación, Kai! —insistía de forma desesperada.
Pero Mila parece haber sufrido alguna clase de cortocircuito en el traspaso de un mundo a otro y la información que tuviera que compartir con él ha desaparecido.
A Kai le cuesta mucho quitarse de la cabeza el recuerdo de su gemelo disparándole a Gala Craus por la nuca. El asesinato de su mentora lo ha emponzoñado y lo único que siente hacia Denis es odio, rabia y… culpabilidad. Puede que esos sentimientos sean la causa de que no pueda abrir un portal, pero…
En el fondo de su corazón, comparte también la misma esperanza que Amber: la de una explicación, un motivo, un plan que pueda justificar todo lo que ha ocurrido.
¿Cómo un asesinato va a ser algo que se pueda defender?
Por otro lado, no tener noticias de Bahari alimenta aún más al monstruo pesimista que crece sin control en su interior. La última vez que supo de ella había encontrado el portal que Noah Peaker abrió entre los dos mundos. Según Amber, cuando estuvo prisionera en Vawav, escuchó a varios soldados comentar que el portal se había cerrado. Eso podía significar que sus amigos habían cumplido con su cometido, pero ¿a qué precio? ¿Seguirán con vida? No imaginaba a Yago saliendo airoso de una guerra con soldados futuristas, la verdad.
Todo este dolor ha contribuido a que Kai se encuentre en un bloqueo mental que le impide conectar con Vawav e Ídedin. Las noches se vuelven a convertir en una tortura que esta vez comprende demasiado bien: la pena y el odio se manifiestan en forma de pesadilla, haciendo que el chico sufra insomnio y ataques de pánico nocturnos que cada día que pasa lo van consumiendo más.
Cuando sale de la ducha, Amber está sentada en el sofá del coqueto salón donde tantos buenos momentos han vivido los tres amigos. La chica se ha serenado y ahora, sintiéndose culpable por todo lo que le ha soltado, aguarda tranquila para retomar la conversación de manera civilizada.
—Kai… —comienza—. Lo siento mucho. Yo…
El chico la ignora con un nuevo portazo, esta vez de su dormitorio.
Genial, Amber…
Se vuelve a dejar caer en el sofá con un resoplido y se lleva las manos a la cabeza. No pueden seguir así. Los dos tienen que cambiar de actitud, porque lo que antes era un espacio seguro lleno de energía bonita ahora se ha convertido en un pozo de dolor y tristeza que cada día se va enturbiando más.
Amber agarra el paquete de tabaco que guarda en uno de los cajones de la mesilla del salón y va directamente a la terraza para fumarse un pitillo. Toda esta historia la ha hecho recaer en el maldito vicio que había conseguido dejar hace un año.
Teniendo en cuenta que el fin del mundo está a punto de llegar…
El sonido del mechero se junta con el de la llama prendiendo el papel del cigarrillo. Da una profunda calada y, cuando suelta el humo, observa con calma las vistas desde el balcón, dejándose llevar por ese íntimo momento, que, más temprano que tarde, va a acabar desapareciendo. No puede dejar de pensar en toda la gente que pasea por allí abajo, ajena a todo lo que está ocurriendo. Las catástrofes van a más y, desde luego, la aparición de una de las lunas de Vawav en esos campos de olivos no es buena señal.
—¿No decías ayer que lo ibas a dejar? Otra vez.
Amber pone los ojos en blanco al reconocer la voz que ha aparecido de la nada. Cuando se gira hacia ella soltando el humo por la nariz, no oculta su desagrado.
—Mira, no eres mi madr… ¡Mila!
El rostro de la chica cambia por completo al ver a la androide en su forma original, con el tejido blanco sintético cubriendo todo su cuerpo.
—¡Por Dios, ponte un aspecto humano! ¡Que esto no es Vawav y tenemos unos vecinos muy cotillas!
La androide se transforma de inmediato en una mujer que se parece mucho a la artista Dua Lipa. No es casual, claro. Amber es una gran admiradora de su música y le resultaba gracioso pensar que una de sus cantantes favoritas compartiera piso con ella. Sin embargo, lo que empezó siendo una especie de plan para poder soportar a la insufrible Mila se ha acabado convirtiendo en la forma en que Amber acabe aborreciendo los temas de la artista.
Kai no tarda en salir de su cuarto con esa sudadera negra con capucha que no duda en ponerse antes de agarrar su skate y marcharse al trabajo sin despedirse. Con otro portazo, por supuesto.
—¿Habéis discutido? —pregunta Mila con su uniforme tono de voz.
Amber suelta todo el humo en un suspiro y apaga el cigarrillo en la maceta con la planta seca que adorna el balcón. Desde que Yago no está, cualquier ser vivo de la casa tiene los días contados.
—Eso parece —sentencia la muchacha—. Me sorprende lo mucho que se emperra en volver a la utópica normalidad.
—El trabajo lo ayuda a mantener la cabeza ocupada —defiende Mila.
—¡Ocupada en cosas que no nos sirven! —protesta ella mientras cierra la puerta del balcón—. Lo que tiene que hacer es concentrarse en establecer contacto con Bahari y Denis. ¿A ti te parece bien que se vaya a trabajar? ¡Como si no pasara nada!
—Creo que estás siendo muy dura con él.
Amber se cruza de brazos y observa a la Mila-Dua Lipa durante unos segundos. Da igual que intente disfrazarla con el físico de alguien a quien admira: no la soporta.
La mona, por mucho que se vista de seda, mona se queda.
—Maldita la hora en la que te dije que podías adquirir ese aspecto —farfulla más para sí misma.
—Si quieres puedo…
—¡No! —interrumpe Amber mientras se retira a su cuarto—. Lo que tienes que hacer es intentar recuperar la información que has perdido. Pero está claro que en esta casa la única loca que está dispuesta a solucionar las cosas soy yo.
Ahora la que se encierra en el baño es ella y, al igual que Kai, se mira al espejo con un dolor y una impotencia que no sabe cómo gestionar. No solo le duele pensar que Yago está solo en un mundo desconocido. Se imagina a su amigo en ese lugar tan antiguo, con tantas cosas incomprensibles, lleno de peligros mortales que… Sí, por supuesto que una parte de su cerebro se está mentalizando de que existe la posibilidad de que Yago ya no esté en ningún mundo, pero se niega a alimentar ese pensamiento. Se aferra a los buenos recuerdos vividos con él, al talento innato que tiene para convencer a cualquiera de lo que sea necesario. ¡Yago es capaz de sobrevivir a todo lo que se proponga!
Y luego… luego está él. No se atreve a decir su nombre porque siente que al pronunciarlo va a invocar su imagen y…
Denis…
¿A quién quiere engañar? Todas las noches antes de cerrar los ojos su mente vuelve viajar a ese último momento juntos, a recordar sus últimas palabras:
Esto es real. Confía en mí.
Y lo hace. Por mucho que le duela, por mucho que la aterre. Necesita confiar en él. Porque hay algo en su interior que la obliga a hacerlo. No sabe definir con palabras qué es. Un escalofrío en la piel, una punzada en las entrañas, un sofoco que le llega hasta la boca del estómago. Cada vez que Amber cierra los ojos puede escucharlo, verlo formular en sus labios cada palabra, perderse en esa mirada azul que imploraba fe:
Es real.
Una lágrima se escapa y viaja por su mejilla hasta acabar en la comisura de los labios. El sabor salado de la tristeza la hace, en el fondo, sentirse viva. Porque llorar así por la ausencia de alguien, sufrir de esa manera por el miedo a la incertidumbre, solo puede significar una cosa.
Que es real.
La pregunta que viene después de todo esto le duele horrores, porque… ¿acaso no está ella haciendo lo mismo que Kai: aferrarse a la esperanza de que las cosas vuelvan a una utópica normalidad?
No se atreve a contestarse.