Una prisión con forma de pirámide invertida

Siente el frío, pero no la humedad del agua. Apenas hay luz ahí abajo. Denis camina por el fondo marino del océano Áter sin saber qué rumbo tomar. Su cuerpo no flota. No sabe por qué. Puede andar por las profundidades como si paseara por las calles de Vawav y sus pulmones parecen no necesitar aire para respirar.

Varios peces nadan a su alrededor, sin inmutarse por su presencia. Desconocía que en Vawav siguieran existiendo estos animales. ¿Lo hacen acaso en las profundidades del océano? Una criatura mucho más grande pasa lentamente por encima de su cabeza. El sonido que emite es agradable, como un silbido grave con el que entona una melodía. Denis no tiene ni idea de cómo lo sabe, pero ese animal acuático resulta ser un mamífero conocido como «ballena». El chico contempla impresionado al gigante marino. Su enorme silueta se marca aún más con los rayos que parecen colarse desde el exterior. Algo está iluminando esa parte del océano, pero… ¿a cuántos metros de la superficie está?

El canto de la ballena se empieza a solapar con otro sonido. Al principio suena como un eco, pero cada vez va cobrando más fuerza y nitidez.

—Denis…

Esa voz…

Una sombra invisible parece manifestarse delante de él y, a medida que se acerca a su posición, se descubre como la silueta de una mujer. El chico no tarda en reconocer esos cabellos dorados, la elegante figura femenina, los ojos casi felinos de color miel y, por supuesto, la brillante sonrisa.

—Denis.

Amber se materializa delante de él. Está desnuda y su cuerpo sí que parece flotar. Su cabello se extiende como un alga que danza por culpa de las corrientes del océano. Se aproxima a él ayudándose de sutiles y elegantes movimientos con los brazos, sin dejar de mostrar esa sonrisa que consigue desarmar al chico por completo.

—Te echo de menos —susurra ella en un eco.

El frío del océano comienza a transformarse en un estimulante calor que recorre todo su cuerpo. La coreografía con la que Amber se le está acercando es sensual y erótica. Denis no puede evitar contemplar los pechos de la chica, su delicado abdomen; las curvas de sus caderas, que refugian su precioso sexo; las estilizadas piernas, que danzan coordinadas con el nado de los brazos. Le excita ver a Amber de esa manera y prueba de ello es la respuesta de sus genitales ante la presencia de la chica. Ella, divertida, parece darse cuenta y se acerca un poco más a él, casi a unos centímetros.

—Quiero sentir nuestras pieles —susurra ella con una voz que parece estar hechizándole—. Quiero sentirte dentro de mí. Ahora.

Denis alza sus manos hacia el rostro de Amber con la intención de percibir el tacto de su tez, pero, cuando va a acariciar la mejilla de la muchacha, sus dedos atraviesan la figura como si fuera un holograma.

—Ven conmigo —le pide con un gemido—. Ven a Terra.

«¡Te he dicho que no quiero verte, asesino!».

La voz de Amber, en un tono completamente diferente al que le está mostrando, resuena por el océano. El sonido no proviene de la imagen que tiene delante de él.

Amber, por favor… Confía en mí.

Denis alza el rostro hacia la superficie al reconocer su propia voz.

«¡No pienso llevarme a la loca de tu robot con Kai!».

Mientras el recuerdo de una última conversación empieza a tomar forma en su cabeza, el suelo que pisa empieza a vibrar y las aguas del océano comienzan a agitarse.

Es real. Lo que hay aquí… es real. Confía en mí, por favor.

«¿Por qué tengo que confiar en ti después de lo que has hecho?».

Cuando Denis vuelve a centrarse en el holograma de Amber, un destello muestra durante un segundo otra figura que reconoce demasiado bien: Sif Noah Peaker.

—Hazme el amor, Denis —vuelve a decir la chica, pero esta vez con una afonía que le perturba por completo.

«¡Llévatela!».

Las voces que viajan por todo el océano suenan cada vez más nítidas.

Vuelve a mirar hacia la superficie.

Dos sombras huyendo. Unos espectros azules parecen formar los tentáculos de una medusa.

—¡DENIS! —grita Amber, abriendo la boca de manera sobrenatural.

Dile a Kai que no está solo, se oye decir. Que nunca lo ha estado. Y que nunca lo estará.

Sus pies de despegan del suelo. Su cuerpo parece flotar y empieza a ascender a toda velocidad hacia la superficie. El chico grita mientras siente de nuevo el frío clavarse en su piel como astillas de metal. Ahora el aire no parece llegarle a los pulmones. Un sonido agudo irrumpe en escena y, cuando está a punto de romper la fina capa de agua que lo separa del exterior, todo se vuelve blanco.

A pesar de despertar aturdido, lo primero que ve el viajante cuando abre sus párpados es la mirada ámbar de Sif Noah Peaker. El color cálido de su iris contrasta con el enfermizo rostro inexpresivo, que resulta aún más terrorífico por la carencia de pelo y los finos trazos de tinta negra que recorren las venas de su cráneo.

—Está estable —anuncia otra voz, que escucha aún con un eco.

Poco a poco, su visión se va acostumbrando a la luz blanquecina y lo que antes lucía borroso ahora comienza a tomar forma.

Denis está en una sala blanca que tiene forma circular, como si estuviera en el interior de una impoluta esfera. Sif Noah Peaker es la única persona que puede ver y que, al parecer, se encuentra con él en la estancia. El chico intenta moverse un poco, pero sus músculos no responden. No tiene el control de sus extremidades, pero puede sentir el frío tacto del metal en distintos puntos de su cuerpo.

Si pudiera verse en un espejo, no se reconocería. A Denis lo tienen en medio de esa esfera sostenido por varios agarres que lo mantienen levitando en el centro de la habitación. Está completamente desnudo y su cuerpo ha sido perforado por varias agujas conectadas a varios cables que no solo le inyectan fluidos, sino que también analizan sus constantes cerebrales de manera minuciosa. Le han afeitado todo el vello de la piel y mantienen su temperatura corporal por debajo de los treinta y cuatro grados, provocándole una hipotermia controlada.

—Tienes una mente muy fuerte.

La voz del Sif sigue igual de delicada, melosa y no ha perdido sus tintes de afonía. Igual que hizo con Bérbedel, el dictador de Vawav palpa con cuidado al viajante. Sus huesudos dedos recorren las facciones del chico para después bajar por su torso hasta el ombligo y acabar acariciando con la yema de sus dedos el escroto del joven. No lo hace de una forma promiscua y sexual, sino más bien como el que toca fascinado una escultura de mármol, admirando e intentando comprender su naturaleza.

—Ni recurriendo a tus instintos más básicos consigo que abras un portal.

Denis se estremece por dentro. Siente repulsión a la par que rabia e impotencia. No sabe cuánto tiempo lleva ahí encerrado. Su mente se encuentra en una especie de limbo en donde lo onírico y lo real rompen la percepción del tiempo. No sabe qué le han hecho ni quiere saberlo. Solo se aferra a una cosa: no pensar en Terra y todo lo que ese mundo significa para él.

—Con Bérbedel y Arno fue bastante sencillo —confiesa el dictador—. Por supuesto, tenía a mi favor la droga, con la que sus mentes eran más… manipulables. Y, por tanto, era sencillo sincronizarlas para abrir el portal —explica mientras vuelve a acariciarle la cabeza afeitada, que ahora está llena de cables y parches que monitorizan su actividad—. Pero en este caso solo te tengo a ti. No puedo sintonizar tu mente con la de los otros viajantes. Resultas tan inútil como tener una llave sin saber la puerta que abre.

Denis quiere decirle que no lo va a conseguir, que puede torturarlo todo lo que quiera o incluso matarlo. Noah Peaker parece ver la rabia en sus ojos, porque no duda en acercarse para susurrar a su oído:

—Todos tenemos un límite, Denis. Y averiguaré el tuyo. Llegaré hasta él.

El dictador de Vawav hace un gesto con la mano y, poco a poco, se empieza a alejar del muchacho. La pasarela que lo ha llevado hasta él comienza a recogerse, volviendo a dejar al viajante solo en el interior de esa esfera blanca llena de cables conectados a su cuerpo.

Tras la puerta por la que desaparece, se encuentra una sala llena de distintas pantallas que monitorizan y controlan al muchacho. Pueden alterar su temperatura corporal o la tensión arterial, del mismo modo que pueden jugar con los recuerdos de su mente para confundirlo. La prisión de Vawav posee la tecnología más avanzada para lidiar con casos tan especiales como el de Denis. Sin embargo, lo que el Sif puede conseguir con un humano corriente en cuestión de segundos le está resultando imposible de lograr con él.

—Volved a incentivarlo con las descargas. Y que esté despierto —ordena con tranquilidad.

—El dolor físico no parece responder a…

—Lo sé —interrumpe el Sif—, pero ayuda a un mayor aturdimiento. Mantenedme informado.

Noah Peaker abandona la sala de control de la esfera, que se encuentra en ese edificio con forma de pirámide invertida situado a las afueras de la metrópoli. Para el dictador es uno de los edificios más hermosos, sin contar la Torre de Vawav, por supuesto. Allí es donde se dirige ahora. Tiene una multitud de preguntas a las que dar respuesta y piensa hacerlo al coste que sea.

Mientras tanto, Denis grita de dolor y se enzarza en una lucha mental con sus propios recuerdos. De todos ellos, hay uno que intenta proteger a toda costa porque es el único que lo mantiene vivo en ese infierno:

Amber.