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La víctima, el villano, el héroe y el guía: Los cuatro papeles que desempeñamos en la vida

Vivir una historia llena de significado no ocurre por accidente. De hecho, vivir una buena historia es muy parecido a escribirla. Cuando leemos una gran historia, no nos damos cuenta de las horas de sueño, de planificación, de arrebatos y de falsos comienzos que se han invertido en lo que el lector puede experimentar como un trazo limpio de acción con propósito.

Las historias pueden ser divertidas de escribir y de vivir, pero las buenas requieren trabajo.

Nos guste o no, las vidas que vivimos son historias. Nuestras vidas tienen un principio, un desarrollo y un final, y dentro de esos tres actos desempeñamos muchos papeles. Somos hermanos y hermanas, hijos e hijas, madres y padres, compañeros de equipo, amantes, amigos y mucho más. Para muchos de nosotros, las historias que vivimos son significativas, interesantes e incluso inspiradoras. Para otros, la vida se siente como si el escritor hubiera perdido el rumbo.

Pero todo esto nos lleva a preguntarnos: ¿Quién escribe nuestra historia? ¿Escribe Dios nuestra historia? ¿Es el destino el que escribe nuestra historia? ¿Son el gobierno, nuestro jefe o la iglesia quienes escriben nuestra historia? Escuché una entrevista con un físico que defendía la posibilidad de que nuestras historias no existan en el tiempo y que no hayan empezado y ya estén terminadas al mismo tiempo, o más bien por fuera del tiempo. Tal vez sea cierto, pero, incluso si lo es, no estoy seguro de que me ayude a disfrutar más o menos de la vida. La verdad es que todos tenemos que vivir esta vida y experimentarla dentro de los límites del tiempo y supongo que todos queremos que la experiencia sea lo más significativa posible.

A efectos prácticos, creo que los autores de nuestras historias somos nosotros. Quizás el mayor cambio de paradigma que he tenido como ser humano es esta idea: yo estoy escribiendo mi historia y solo yo tengo la responsabilidad de darle forma para que sea significativa.

Estoy de acuerdo con James Allen, que dijo en su libro de 1902 As a Man Thinketh: «El hombre es zarandeado por las circunstancias mientras se cree una criatura de las condiciones externas, pero, cuando se da cuenta de que es un poder creativo y que puede dominar la tierra oculta y las semillas de su ser de las que crecen las circunstancias, entonces se convierte en el legítimo dueño de sí mismo».

He aquí una dura verdad: si Dios está escribiendo nuestras historias, no está haciendo un buen trabajo. Creo que todos estamos de acuerdo en que las historias de algunas personas parecen bastante trágicas y muchos de nosotros hemos experimentado nuestra parte de esas tragedias. Es más, si Dios está escribiendo nuestras historias, tampoco está siendo justo. Algunas personas nacen privilegiadas y otras no. Algunas personas mueren de forma prematura y otras viven con una salud de hierro hasta el final.

¿Y si, en lugar de escribir nuestras historias, Dios ha inventado el amanecer y el atardecer, el océano y el desierto, el amor y distintas formas de clima y luego nos ha dado la pluma para escribir el resto?

¿Y si somos mucho más responsables de la calidad de nuestras historias de lo que creíamos? ¿Y si cualquier inquietud que sintamos por nuestras vidas no es en realidad culpa del destino, sino del propio escritor, y ese escritor somos nosotros?

¿Y si la naturaleza quebradiza de la vida es un hecho, pero la idea de que también podemos crear algo significativo en medio de esa rotura también es un hecho?

Nada de esto se puede demostrar, por supuesto, pero ¿es necesario demostrarlo para que sea un paradigma útil?

Además, si creo que el destino tiene todo el poder y por eso me siento neutral mientras mi historia vaga sin rumbo por la página como si la hubiera dictado un imbécil desapasionado, ¿a quién debo culpar? ¿A Dios? ¿Al destino? ¿A Steinbeck?

Me parece que culparme a mí mismo es la opción más viable. Aunque esa opción puede implicarme, también me ofrece el mayor poder para hacer algo al respecto.

Independientemente de quién escriba nuestras historias, es una creencia útil que nosotros somos los autores. Y es más que una creencia útil: es una creencia divertida. ¿Y si conseguimos asociarnos con los elementos fijos de la vida para esculpir una pequeña narrativa de nuestra propia creación?

Si estamos cansados de la vida, de lo que realmente estamos cansados es de la historia en la que vivimos. Y lo bueno de estar cansados de nuestra historia es que las historias pueden editarse. Las historias pueden arreglarse. Las historias pueden pasar de ser aburridas a ser emocionantes, de ser incoherentes a estar centradas, y de ser aburridas de leer a ser estimulantes de vivir.

Todo lo que necesitamos saber para arreglar nuestras historias son los principios que hacen que una historia tenga sentido. Entonces, si aplicamos esos principios a nuestras vidas y dejamos de entregar nuestra pluma al destino, podremos cambiar nuestra experiencia personal y, a su vez, sentir gratitud por su belleza, en lugar de resentimiento por su falta de sentido.

LA VÍCTIMA: LA QUE SIENTE QUE NO TIENE SALIDA

Si fueras un escritor y vinieras a mí con una historia problemática y me dijeras: «Don, esta historia no funciona. No es interesante y no sé cómo arreglarla», lo primero que miraría es el personaje principal. ¿De quién trata esta historia y por qué este personaje no está trabajando para que la historia tenga sentido?

Como mencioné en la introducción, hay cuatro personajes principales en casi todas las historias: la víctima, el villano, el héroe y el guía. Algo que arruinará una historia rápidamente es si el héroe —el personaje del que trata la historia— actúa como una víctima.

No se puede tener un personaje principal en una historia que actúe como una víctima. Esto es cierto en las historias y es cierto en la vida. De hecho, esto es cierto en las historias porque es cierto en la vida.

La razón por la que un héroe que actúa como una víctima arruina la historia es porque una historia debe avanzar para ser interesante. El héroe debe querer algo que es difícil y tal vez incluso aterrador de lograr. Este es el argumento de casi todas las historias inspiradoras que has leído.

Una víctima, por el contrario, no avanza ni acepta retos. Al contrario una víctima se rinde porque ha llegado a creer que está condenada.

Si lo piensas, entonces, una persona que entrega su vida al destino es la esencia de una víctima. Al entregar su historia al destino, permite que el destino decida si tiene éxito en una carrera, experimenta empatía, es un ejemplo para sus hijos e incluso si siente gratitud.

Es probable que todos conozcamos a una o dos personas que parecen vivir así. O, lo que es peor, ¡puede que nosotros mismos vivamos así!

Las víctimas creen que están indefensas y por eso se agitan hasta que son rescatadas.

Las víctimas reales existen, y de hecho necesitan ser rescatadas. El victimismo, sin embargo, es un estado temporal. Una vez rescatados, lo mejor es que volvamos a la energía heroica que hace avanzar nuestra historia.

Sin embargo, hay que tener cuidado. Si al leer estas palabras nos damos cuenta de que hemos estado sacando a la superficie la energía de víctima y nos avergonzamos, inmediatamente hemos sacado a la superficie otro tipo de energía que arruinará nuestra historia. Hemos sacado a la superficie la energía de villano. Un villano, como ves, empequeñece a los demás. Una historia sobre un villano tampoco será significativa.

Cuando nos avergonzamos de actuar como una víctima, estamos manifestando una conversación en la que el villano que llevamos dentro ataca a la víctima que llevamos dentro. Este tipo de diálogo interior tampoco crea una gran historia.

De hecho, los dos personajes que más rápido arruinarán nuestra historia son la víctima y el villano.

Más adelante se hablará de los villanos.

La cuestión es la siguiente: incluso antes de preguntarnos de qué trata nuestra historia, tenemos que preguntarnos qué personaje estamos interpretando dentro de esa historia. Si interpretamos a la víctima o al villano, ninguna edición podrá ayudarnos. En la historia de la vida, habremos interpretado un papel pequeño.

UNA HISTORIA SOBRE UNA VÍCTIMA NO VA A NINGUNA PARTE PORQUE UNA VÍCTIMA NO VA A NINGUNA PARTE

Pero no hay que preocuparse. Aunque nos hayamos pasado la vida haciéndonos las víctimas, nuestras historias pueden mejorar. La verdad es que yo mismo solía ser sombrío y triste. Cuando tenía veintitantos años, me topé con un obstáculo. Alquilé una pequeña habitación en una casa de Portland, Oregón, y dormía en un sofá-cama bajo que se desplegaba para formar un colchón abultado en el suelo. Me despertaba por la mañana y miraba la alfombra más allá de mi nariz, preguntándome por las motas de cereal en las fibras.

Fue hace más de veinte años. Vivía en una casa con un grupo de chicos que probablemente no se impresionaban con mi falta de ambición y no se inspiraban en mi falta de acción.

No todo es culpa mía. Había entregado mi pluma al destino y este parecía estar de juerga o quizás distraído por la atención extra que estaba prestando a la historia de Justin Timberlake. En cualquier caso, la falta de un plan no estaba funcionando. Me sentía terriblemente mal y triste y no iba a ninguna parte. Creía que la vida era dura y que el destino estaba trabajando en mi contra.

Levantarse de un colchón blando en el suelo no es tan fácil como levantarse de la cama, así que por la mañana me quedaba tumbado una hora más, pensando en si teníamos una aspiradora. Luego, me ponía de rodillas y me levantaba con lo que se suponía que eran los brazos. Cada mañana me preguntaba si tenía artritis. Tenía veintiséis años.

Al cargar tanta energía de víctima, mi carrera no llegaba a ninguna parte. Mi historia se empantanaba en la inacción. Todavía no había escrito un libro, ni siquiera lo había intentado. Quería escribir un libro, seguro, pero en mi energía de víctima creía que escribir libros era para gente más inteligente que yo o más disciplinada o para gente que hablaba con acento británico. No creía que pudiera llegar a ser alguien que escribiera libros porque el destino determinaba quién podía escribir libros y al destino yo no le gustaba especialmente. Después de todo, el destino no me había dado un acento británico.

Cuando cargaba con energía de víctima, recuerdo haber ido en autobús al centro de la ciudad para vender algunos libros a los compradores de libros usados de Powell’s. Powell’s es una gran librería en el centro de Portland que compra tu biblioteca por un tercio de lo que puede revenderla. A menudo vendía mis libros para poder comprar un trozo de pizza. Recuerdo ir en el autobús de vuelta a casa y ver la fila de indigentes fuera de la misión de ayuda a los desamparados. Estaba a tres días de tener que pagar un alquiler que no tenía. Recuerdo que tenía miedo de estar en esa fila la semana siguiente.

En aquel momento no lo sabía, pero lo que necesitaba más que nada era creer que era yo quien escribía mi historia, y luego algún tipo de estructura que me ayudara a vivir una historia que me otorgara un propósito. Necesitaba saber que mi historia podía editarse y cambiarse, y necesitaba principios que pudiera utilizar en el proceso.

Es probable que muchos de nosotros nos identifiquemos con esa época. Todos hemos pasado por períodos de desesperanza. Algunos logran salir y otros se quedan en ese estado. Sin embargo, la mayoría de nosotros elige una vida híbrida. Avanzamos un poco, tal vez conseguimos una carrera y un cónyuge y algunos hijos, pero seguimos siendo detenidos por las intrusiones de la energía de víctima. Solo aflora la energía de héroe cuando necesitamos subir un peldaño en nuestra carrera o arreglarnos para poder encontrar pareja y reproducirnos. Pero, en la medida en que la energía de víctima aflora en nuestras vidas, nuestras historias sufren una inquietud agobiante.

De nuevo, para que una historia funcione, el héroe no debe dejar aflorar la energía de la víctima. La energía de víctima es la creencia de que estamos indefensos, de que estamos condenados.

EL VILLANO: EL QUE EMPEQUEÑECE A LOS DEMÁS

El segundo punto de nuestra lista de comprobación para arreglar una mala historia es asegurarse de que el héroe no está sacando a la superficie demasiada energía de villano. Al igual que un héroe que carga con la energía de la víctima, un héroe que posee la energía de un villano también arruinará la historia.

No doy por sentado que vayas a seguir conmigo solo porque hayas pagado dinero por este libro. Te lo advierto ahora: si no te gustan los personajes que insultan a la gente en la cara y hablan de la gente a sus espaldas, no te voy a gustar porque he hecho todas esas cosas y más.

Antes de que aprendiera a editar mi historia, siempre recurría a la energía vil.

Como estaba triste con mi triste vida y celoso de la gente que pasaba por delante de mí, empequeñecí a los demás.

En concreto, los chicos con los que vivía tenían vidas que avanzaban, lo que hacía que el hecho de que la mía estuviera parada fuera aún peor. Salían con chicas con las que luego se casarían. Empezaban trabajos que se convertirían en carreras. Estaban desarrollando ritmos de vida que les llevarían al éxito. Yo, en cambio, era incapaz de encontrar un ritmo.

Así que la tomé con ellos.

Sobre todo era pasivo-agresivo. Hacía comentarios negativos sobre las cosas que les gustaban.

«Ver el fútbol por televisión es un poco como ver peces en un acuario, ¿no crees?».

Una vez pusieron la norma de que nadie podía dejar los platos en el fregadero. Hicieron esa regla sobre todo porque yo dejaba los platos en el fregadero. Una mañana, cuando me desperté y la casa estaba vacía, vi que los chicos no habían limpiado después del desayuno, así que puse los platos sucios en sus camas. Ten en cuenta que los otros chicos tenían camas.

Como ya he dicho, los villanos tratan de empequeñecer a los demás. Mirando hacia atrás, eso es lo que yo hacía. Me sentía tan pequeño que necesitaba que los demás fueran más pequeños para poder sentirme grande. Necesitaba que sus novias fueran poco interesantes y que sus trabajos fueran una broma.

Sin embargo, no hay que odiar demasiado al villano. La verdad es que lo ha pasado mal. En las historias, los héroes y los villanos tienen una historia de fondo similar. Empiezan siendo víctimas. Presta atención la próxima vez que veas una película o leas un libro. Sorprendentemente, el héroe empieza siendo huérfano. La historia comienza con la pérdida de uno de sus padres o con el hecho de tener que vivir con su espeluznante tío. Luego es rechazado y acosado en la escuela. Los otros niños meten la basura en su mochila y tiran sus libros al retrete.

El villano no es diferente. También hay dolor para él.

La historia no suele contar los antecedentes del villano, pero los guionistas casi siempre aluden a algún tipo de tormento en el pasado del personaje. Por eso el villano tiene una cicatriz en la cara, o una cojera, o un impedimento para hablar. El narrador quiere que sepas que el villano arrastra un dolor con el que no ha lidiado.

Lo que separa a un villano de un héroe es que el héroe aprende de su dolor e intenta ayudar a otros a evitar el mismo dolor. El villano, en cambio, busca venganza contra el mundo que le ha hecho daño.

La diferencia entre el villano y el héroe, entonces, es la forma en que reaccionan al dolor que han experimentado.

En las historias, la energía de los villanos trae consecuencias negativas. Cuanto más carguemos esa energía, peor irán nuestras historias.

Todo esto es un enfoque ligero cuando se trata de villanos. La verdad es que las energías existen en un espectro. Si aprendemos los mecanismos de superación de un villano y reforzamos esos mecanismos con el tiempo, podemos convertirnos en diabólicos. Muchas personas lo han hecho. Hace poco leí un tratamiento de la personalidad de Al Ries y John Trent que explicaba lo que ocurre cuando una figura autoritaria prepotente desciende por niveles de disfunción. El libro decía que, en sus estados más oscuros, buscarán abusar de los niños o de los animales como forma de sentirse seguros en su poder.

Nuestros chismes y difamaciones pueden parecer bastante inocentes, pero la energía de los villanos no es algo que deba tomarse a la ligera. Cuando empequeñecemos a los demás, estamos bailando con el diablo.

Cuando operaba con energía de villano, me aislaba cada vez más. Mis compañeros de habitación no querían sentarse a hablar. Las chicas pasaban zumbando por la puerta de mi habitación para visitar a los otros chicos sin pararse a saludar. ¿Quién quiere sentarse a hablar con una persona melancólica y resentida?

Mi energía de villano me hizo tocar fondo cuando mis compañeros de piso organizaron una reunión para hablar de lo difícil que me había vuelto. Fue una temporada dura, pero al final tuve que admitir que tenían razón. Mi historia no iba a ninguna parte porque mi personaje estaba envuelto en mecanismos de afrontamiento de víctima y villano, en lugar de aceptar el reto de la vida misma y avanzar en ella con valor.

Sabemos que estamos sacando a relucir la energía de villano cuando desestimamos los comentarios de los demás o cuando los consideramos inferiores. Sabemos que estamos sacando a relucir la energía de villano cuando reducimos a los demás a sus apariencias externas en lugar de tomarnos el tiempo para comprender su punto de vista. Sabemos que estamos sacando a la superficie la energía de villano cuando rebajamos a los que nos critican en lugar de tratar de aprender y crecer. Si somos sinceros, todos sacamos a relucir la energía de villano en cualquier momento, dependiendo de si nos hemos saltado la comida o no.

En casos extremos, los villanos acaban muertos o en prisión. Como debe ser. Y, al igual que las víctimas, los villanos no experimentan una transformación. Los villanos son la misma amenaza al final de la historia que al principio. Y no solo eso, sino que los villanos, al igual que las víctimas, desempeñan un pequeño papel en la historia. A pesar de todo su poder, su fuerza y su fanfarronería, los villanos solo están en la historia para hacer que el héroe se vea bien y provocar la simpatía de la víctima. Por mucha atención que reciba el villano, las historias no giran en torno a él.

EL HÉROE: EL QUE ESTÁ DISPUESTO A AFRONTAR SUS RETOS Y TRANSFORMARSE

Lo que aprendí con el tiempo, y de lo que trata este libro, es que jugar al héroe mejora nuestras historias de forma espectacular. Si queremos tomar las riendas de nuestra vida y orientar nuestra historia hacia el propósito, podemos sacar a la superficie más energía de héroe y menos energía de víctima y villano.

Estoy agradecido por esta revelación porque probablemente me haya salvado la vida y ciertamente ha salvado la calidad de mi vida.

¿Cuál es la esencia de la energía heroica? Un héroe quiere algo en la vida y está dispuesto a aceptar retos para transformarse en la persona capaz de conseguir lo que quiere.

Cuando leemos una historia o vemos una película, deseamos conscientemente que el héroe esté a la altura de las circunstancias.

Esta es una de las preguntas que sin duda me haría al editar una historia que no está funcionando. ¿Cómo responde el héroe a su desafío? Cuando les insultan ¿cómo reaccionan? Cuando son rechazados, ¿cómo tratan a la persona que los ha rechazado? Cuando sienten que todo está perdido, ¿son capaces de encontrar una luz en la oscuridad?

Si el héroe responde con una acción decidida y un sentido de esperanza, nuestra historia avanzará y se volverá interesante. Pero si responde con un sentimiento de desesperanza como una víctima, o si arremete contra los demás como un villano, sabemos que la historia se romperá.

De lo que realmente hablamos cuando hablamos del personaje que interpretamos en la historia de nuestra vida es de la identidad. ¿Quiénes creemos que somos? Si creemos que estamos indefensos y que nuestras historias están en manos del destino, estamos operando desde una identidad de víctima. Si creemos que los demás son inferiores y deben hacer lo que decimos, estamos operando desde una identidad de villano.

Sin embargo, el primer cambio que experimentamos al encontrar la energía heroica es que nuestras vidas no están en manos del destino. Al menos no del todo. Los héroes se levantan con valor para cambiar sus circunstancias.

El destino puede enviarnos retos, pero no dicta cómo respondemos a esos retos. No estamos preprogramados. Tenemos el poder de dar forma a nuestras propias historias.

LA LUCHA INTERIOR ES UNA LUCHA POR LA IDENTIDAD

Cuando observamos a una persona perfectamente capaz que, lamentablemente, se ve a sí misma como una víctima, existe la tentación de juzgarla por no tener disciplina. Pero la disciplina no es su problema. Su problema es en su identidad. No saben que tienen energía heroica en su interior.

Cuanto más aprendía los principios que ayudan a crear una buena historia y más los aplicaba a mi vida, más cambiaba mi forma de verme a mí mismo y más significativa se volvía mi experiencia vital.

El viaje comenzó con la curiosidad de saber en qué podía convertirme. Llevaba más de dos años comprando y vendiendo libros en Powell’s. Cuando tenía dinero, compraba libros y, cuando se me acababa, los vendía. Era un juego imposible de ganar, por supuesto, pero no solo de pizza vive el hombre. Me encantaban las palabras y quería escribirlas yo mismo. Empecé a sentir curiosidad, e incluso un poco de esperanza, de poder convertirme en escritor.

La transformación no se produjo inmediatamente. Seguí oscilando entre la energía de víctima, de villano y de héroe dependiendo del día y a veces incluso de la hora. Pero poco a poco, con el paso del tiempo, empecé a jugar más al héroe y menos a la víctima y al villano, y eso marcó la diferencia.

Cuanto más me hacía el héroe, mejor era mi vida y más me interesaba mi propia historia.

La transformación de la mentalidad de víctima a la de héroe comenzó con una pregunta: ¿en quién podría convertirme? El mero hecho de saber que existía la posibilidad de convertirme en escritor, de poder lograr algo significativo, me dio el valor para arriesgarme e intentarlo.

Todas las personas inspiradoras que conozco empezaron con una curiosidad similar sobre cómo podían llegar a transformarse o qué podían crear. Piensa en las personas que te han inspirado. Un día cogieron una guitarra, o conectaron un transistor a un ordenador, o estrecharon la boquilla de la parte inferior de un motor de cohete, y treinta años después habían cambiado el mundo.

La curiosidad por lo que podemos lograr o por lo que podemos llegar a ser es una buena semilla.

Sin embargo, nos confundiríamos si dijéramos que alguno de nosotros ha cambiado por sí solo. Los héroes tienen ayuda. Mucha ayuda. Hay personas en nuestras vidas que nos muestran una forma mejor de vivir.

Un héroe recibe ayuda de un guía.

EL GUÍA: EL QUE AYUDA AL HÉROE

Si intentara arreglar una historia con problemas, lo siguiente que buscaría es el guía. ¿Quién ayuda al héroe a ganar? ¿De dónde obtiene el héroe sus conocimientos? ¿A quién acude el héroe para que lo anime?

En las historias, los héroes no pueden salir adelante por sí mismos porque no saben cómo hacerlo. Si supieran cómo, habrían resuelto todos esos problemas por sí mismos.

Los héroes no lo tienen todo. De hecho, a menudo son el segundo personaje más débil de una historia. Solo la víctima está en peores condiciones.

Para ayudar al héroe, el narrador envía un guía. A menudo, envían muchos guías. Yoda ayudó a Luke a aprender a ser un Jedi. Woody, de Cheers, ayudó a Katniss a ganar los Juegos del Hambre.

Gran parte de la ayuda que necesité para convertirme en escritor provino de los libros que leí en Powell’s. Journal of a Novel, de John Steinbeck, me enseñó la disciplina y el placer de escribir. A Moveable Feast, de Ernest Hemingway, me enseñó a llevar el ritmo de un libro. An American Childhood, de Annie Dillard, me enseñó a hacer visual la escritura. Traveling Mercies, de Anne Lamott, me enseñó que la honestidad es semejante a la valentía.

Los guías son los personajes de la historia que tienen empatía y confianza.

La confianza que tienen los guías proviene de sus años de experiencia, perfeccionando su oficio. Los guías saben lo que hacen y pueden transmitir valiosos conocimientos al héroe.

La empatía que tienen los guías proviene de su dolor. Como habrás adivinado, los guías también tienen pasados dolorosos.

Al igual que las víctimas, los villanos y los héroes, los guías han tenido que superar retos, injusticias e incluso tragedias. Pensemos en Nelson Mandela en su celda de Robben Island, o en Helen Keller aprendiendo a escribir y hablar aunque no pudiera ver ni oír las palabras.

El dolor, pues, es a menudo el maestro que transforma al héroe en guía, siempre que su actitud hacia el dolor es de aceptación y redención.

La principal característica de un guía es que ayuda al héroe a ganar. Esa ayuda debe provenir de la experiencia, y la experiencia más importante que debe tener es la de convertir las situaciones difíciles en oportunidades de transformación.

Cuando ves una historia, la historia en sí no trata del guía; trata del héroe, y sin embargo el guía es el personaje más fuerte y capaz de la historia. También es el más cariñoso y compasivo. Puede que apoyemos al héroe y odiemos al villano, pero nuestro mayor respeto está siempre reservado para el guía. Cuando pienses en los guías de las historias, piensa en el Sr. Miyagi de Karate Kid o en Lionel de El discurso del rey. Piensa en Mary Poppins, guiando a la familia hacia una nueva y mejor comprensión de la vida misma.

Para mí, convertirse en guía es la transformación más significativa que puede ocurrir en la vida de un ser humano.

Mientras escribo estas palabras, mi mujer, Betsy, está embarazada de nuestro primer hijo. Nada me ha causado más curiosidad sobre las características de un guía que saber que estamos a punto de ser padres.

Una verdad aleccionadora sobre la vida es esta: si tenemos que morir —y así es— las únicas partes de nosotros mismos que podemos dejar atrás vivirán en los corazones de los que amamos.

No vivimos esta vida para construirnos un monumento a nosotros mismos, sino para transmitir nuestra comprensión de la vida a los que vienen detrás de nosotros, para que sus historias sean aún más significativas que las nuestras.

¿Y si la historia de nuestras vidas se centra menos en lo que ayudamos a construir y más en las personas a las que ayudamos a construir?

¿Cuánto más significativas serían nuestras historias si, en nuestro funeral, la gente hablara menos de nuestros logros y más de nuestro apoyo?

Si la vida nos enseña algo, parece ser esto: es significativo sacrificarnos por el bien de otro.

VIVIR UNA HISTORIA NO ES UNA ELECCIÓN

La dura verdad de la vida no es que nos pida vivir una historia, sino que nos obliga a vivir una historia. Hemos sido forzados a entrar en esta vida por el aliento de Dios. Salimos llorando y jadeando, y lo que hacemos con ese aire es lo que constituye la calidad de nuestra historia.

Podemos lamentarnos todo lo que queramos de nuestro destino no solicitado, pero, cuando lo hacemos, arruinamos nuestras historias porque nos convertimos en las víctimas. Podemos enfurecernos con Dios por habernos traído al mundo, pero, cuando lo hacemos, nos convertimos en los villanos.

No se puede obviar el hecho de que vivimos dentro de una historia creada por nosotros mismos. Sin embargo, esto puede ser un gran desafío si decidimos verlo así.

UN CAMINO HACIA EL SENTIDO

Si nos fijamos bien, vemos en las historias un camino que podemos tomar para vivir una vida más significativa. El camino, si se toma correctamente, nos guía a través de un viaje heroico hacia y a través de una transformación en la que nos convertimos en un guía para los demás.

No todo el mundo realiza este viaje y, por ello, no todo el mundo vive una vida con sentido. Mucha gente se va a la tumba creyendo que eran víctimas, y muchos más mueren arremetiendo contra el mundo como villanos.

Hay más de un buen libro sobre el viaje del héroe. Se han escrito muchos más sobre la experiencia del propósito. Lo que no se ha escrito es un libro que desglose este viaje en un proceso práctico.

La verdad es que nuestras vidas pueden estar cargadas de significado, al igual que una buena historia está cargada de significado. Las buenas historias, sin embargo, obedecen a ciertas reglas. Las historias se basan en principios ancestrales, y, cuando los narradores ignoran esos principios, sus historias se resienten.

Si alguna vez has sentido que tu historia es tan poco interesante que ni siquiera quieres pasar la página, hay esperanza. Incluso una exploración casual de los principios que hacen que una historia tenga sentido puede proporcionar una mejor experiencia vital.

Cuando mi propia historia empezó a mejorar, tomé nota de muchos de los principios que estaban causando la mejora y, hace unos diez años, convertí esos principios en un plan de vida y un planificador diario.

Desde que creé mi plan de vida e inicié el ritual matutino de rellenar mi agenda diaria, he mantenido esa fuerte sensación de sentido. La vida no ha sido perfecta y no siempre he sido feliz, pero en los diez años desde que implementé estos cambios, nunca he dejado de despertarme interesado en mi propia historia.

Una de las grandes tragedias que puede experimentar una persona es sentirse desapasionada por su propia vida. Despertarse creyendo que el destino está escribiendo una historia terrible a la que estamos atados es como estar presos en nuestra propia piel.

La idea de que el destino escribe nuestra historia es mentira. Nosotros no sufrimos el destino. Nos asociamos con el destino para escribir una historia generada a partir de la creatividad y la capacidad de acción que nos ha dado Dios. Y esa historia puede ser más que interesante: puede ser significativa.

El resto de este libro explorará cómo.