—Vamos a brindar —me dice mi amiga Ruby en mi casa, en la piscina, mientras yo miro qué ropa ponerme para la universidad.
—¿Y por qué brindamos?
—Porque hace dos años que ganaste el juicio a tus padres y tu vida es completamente tuya.
Ruby es mi mejor amiga y no sé cómo sigue aquí, a pesar de todo.
Me he roto demasiadas veces delante de ella y, cuando gané el juicio, desaparecí del todo, creyendo que podría tener una vida donde nadie me encontrara.
Al final, me encontraron, pero ese tiempo a solas, sin la ansiedad de grabar o de ir a fiestas, me hizo más fuerte.
O eso me gusta creer.
Al menos ya no necesito pastillas para el estrés y recuerdo cada día de mi vida desde que dije basta… O, bueno, desde que me rompí y tuve que luchar por mis derechos, yendo contra mis padres, que no entraban en razón.
El juez me otorgó derecho sobre mi vida y ahora todo lo que se publica en mi familia debe ser por decisión mía.
Aunque hay una letra pequeña, cómo no.
Es triste que, para recuperar mi vida, tuviera que llevar a juicio a mis padres.
Esperaba que, al verme en mal estado, pararan, pero no fue así.
Para ellos, solo soy un producto desde que nací y decidieron hacer de mi vida un espectáculo en redes.
A raíz de eso, la gente me odia, porque creen que fui injusta con quienes me dieron la vida y que, gracias a ellos, era rica y famosa.
Nadie ve que, con solo quince años, me atiborraba a pastillas y llevaba tanto estrés en mi día a día que no recuerdo casi nada de mi infancia. La gente solo ve que yo era feliz ante la cámara y que mis padres, también ante las cámaras, me amaban.
Mi madre contó todo el proceso en redes y lo difíciles que éramos los hijos en la adolescencia.
Mucha gente la creyó y yo pasé a ser la hija malcriada y egoísta.
Claro que, como por el estrés fui una cabrona hasta con mi mejor amigo, pues nadie se paró a pensar si es que en verdad no me encontraba bien.
El pasado no se puede cambiar, pero quiero creer que el futuro que me espera en la universidad será mejor.
Estoy lista para comerme el mundo y para que la gente conozca a la verdadera Lesly.
—Brindemos por eso —le digo a mi amiga.
Damos un trago a la copa y su madre le escribe para avisarnos de que la cena estará en una hora.
Termino de elegir mi ropa y sigo a Ruby a su casa.
Miro la construcción grande, donde viven mis padres, ya que, aunque esta propiedad es mía, dejo que la usen, como han hecho siempre. Mientras están aquí, yo vivo en la casa de la piscina.
Al ganar el juicio, tuvieron que darme todo el dinero que habían ganado a mi costa.
Si hubieran parado cuando se lo pedí, nada de esto hubiera pasado.
Llegamos a casa de Ruby y vemos a su hermana mayor. Valeria es cuatro años mayor que nosotras. Ha acabado la carrera de Psicología y trabaja en casa, con su madre; en la consulta de esta, donde hace prácticas.
—La cena está deliciosa —nos dice—. La hice yo.
Valeria nos abraza y se va a la cocina.
Tuve mucha suerte de conocer a Ruby en un rodaje hace años y que, a pesar de lo estúpida que era yo por entonces, se quedara a mi lado. Supo ver que, en realidad, mi exterior solo era un escudo, porque por dentro me estaba rompiendo.
Mi madre no soportaba esta amistad, porque decía que Ruby era mi competencia, pero eso nunca nos importó.
Después de lo que me hizo hacer a Devyn, no dejé que me quitara también a Ruby.
Nos sentamos a la mesa.
Ruby tiene una hermana más. Ella es la mediana. Hoy, la pequeña está en casa de unas amigas. A las tres les gusta el arte, pero solo Ruby ha conseguido ser actriz y salir en películas y series.
—¿Cómo lleváis lo de empezar la universidad? —nos pregunta su madre, y me mira con cariño.
—Quiero creer que bien. Estudiar a distancia es un rollo. Así que, asustada y emocionada a la vez —les cuento, y Ruby me da la mano por debajo de la mesa.
—Nos irá genial. Vamos a ser las reinas de la universidad. —Hace gestos con la cara, como si le hicieran fotos, y su familia se ríe.
Entre ellos siempre he encontrado un hogar. Uno que la fama no ha corrompido.
—¿Y cómo llevas lo de ver a Devyn después de tanto tiempo?
Miro a Valeria y pienso la pregunta.
Sé la respuesta: lo llevo mal. Fatal. Tras muchos años separados, vamos a estar en la misma universidad y vivimos en el mismo barrio.
Devyn no es el mismo niño dulce, cariñoso y amable. Se ha convertido en un gilipollas. Es un chulo prepotente que vende su cuerpo de infarto y su cara bonita.
Es el chico más sexi que he visto en mi vida… y el más horrible.
No hemos vuelto a coincidir desde lo que le dije.
Se marchó sin más de mi vida; sin ver que ese día, cuando le decía todo eso tan horrible, me estaba muriendo por dentro. Estaba hasta arriba de pastillas para aguantar el rodaje y los viajes de promoción.
Cuando vi que no era capaz de darse cuenta de que todo lo que decía era por culpa de mi madre, me enfadé.
Me dejó sola en ese mundo horrible y lo odié todavía más cuando empezó a contar cosas de mí. Habló de mis intimidades en programas, para vender más y para hacerse más famoso.
Lo odio.
—Bien, solo es un gilipollas más, con una cara bonita. Todo controlado —indico.
—La prensa seguro que estará allí, para ver el primer encuentro —añade Valeria—. Ten cuidado con lo que dices, porque todo quedará grabado.
Asiento, agradecida por su preocupación.
—En verdad, me da igual lo que graben. Hablarán de mí haga lo que haga.
He estado desaparecida más de un año, pero, sin embargo, hablar de mí ha vendido incluso más.
Aunque ahora para criticarme y para decir lo horrible que soy por lastimar a mis padres, porque no entiendo que todo lo que hicieron fue por amor.
Acudí de nuevo a algunas fiestas y eventos y nada había cambiado.
Nadie me dejaba ser otra cosa que la niña mimada que saltó a la fama por ser una romántica. Por decir a su mejor amigo que lo quería y que iba a ser su novio.
Mis padres hicieron de ese dulce recuerdo un momento de todos.
—Bueno, iré luego a buscaros, por si necesitáis apoyo —nos informa Valeria, y se lo agradecemos—. Pero, bueno, a tu novio lo tendrás más cerca. —Alza las cejas, cómplice.
—Sí, al fin no estaremos separados por miles de kilómetros.
Conocí a mi novio, Ares, en una fiesta.
No sabía quién era yo y eso me creó curiosidad, ya que era raro que alguien no me conociera a estas alturas, y por eso hablamos toda la noche.
Luego, nos intercambiamos los teléfonos y estuvimos hablando mucho más tiempo, hasta que quedamos cuando fue a la ciudad donde estaba instalada con Ruby y su familia, mientras esta terminaba un rodaje.
El primer beso llegó solo y sentí que era la primera vez que alguien me besaba a mí; a la chica detrás de la fama.
El sexo con él está bien, aunque siempre me quedo con ganas de más.
No sé cómo decirle que el sexo me gusta más duro, más fuerte… Más salvaje.
No sé cómo hacerlo sin que piense que soy una salida.
Ahora que nos vamos a ver más, tal vez tenga la confianza suficiente para hacerlo.
—A ver si ahora, viéndoos casi cada día, la cosa sigue igual —comenta Ruby.
—Eso lo dices porque a ti no te gusta Ares —la pica su hermana.
—Es un gilipollas —su madre la regaña—, pero si Lesly lo quiere, lo soportaré.
Miro a Ruby. Sé que no le gusta Ares desde que le hablé de él y le indiqué que no me conocía.
Me dijo que si vivía en una cueva, para no reconocer a alguien tan famosa como yo. No se lo creía ni se lo cree todavía. Siempre me ha aconsejado que tenga cuidado, porque tengo tantas ganas de que me amen, para llenar el vacío de mis padres de mierda, que eso puede hacer que acabe con un idiota.
Y ese idiota puede ser Ares, según ella.
Yo confío en Ares, aunque nos hemos visto poco, por vivir lejos.
Ahora siento que todo irá bien, porque viviremos cerca.
Abrazo a Ruby.
—Cuando tengas novio, pienso ser igual de cabrona con él como tú lo eres con Ares. —Se ríe.
—Me gustaría verlo —me pica, porque sabe que, de cara al público, soy muy correcta y fría.
Hago un papel del que no sé salir. Es como si ser así me protegiera y, aunque he intentado cambiar, no sé cómo hacerlo.
La madre de Ruby es mi psicóloga y dice que he tenido una infancia tan desestructurada, que ahora estoy hecha de pequeños pedazos que toca sanar.
Poco a poco, tengo que creer en mí y en que podré con todo.
Entro en mi casa tras fumarme un porro en el garaje.
Mi madre sabe que fumo hierba y que hace tiempo hasta jugueteé con las drogas.
Le importa una mierda, claro.
Hace tiempo que para ella solo soy una fuente de ingresos y, mientras nadie me pille, le da exactamente igual lo que haga con mi vida.
Me vio tomando drogas caras con solo doce años y me dijo que si quería las mejores, ella sabía dónde conseguirlas. La odié por no decirme que parara con esa mierda.
Había decidido tomarla, pero también necesitaba esa bofetada para ser fuerte, porque, tras perder a Lesly, me sentía una piltrafa y lo único que me mantenía con vida era el odio que sentía, las fiestas y esa mierda que tomaba de vez en cuando.
Dejé de tomarla por eso mismo.
Me di cuenta de que la droga solo me jodería la vida todavía más y me tocó ser fuerte cuando más perdido estaba.
Cuando entro en casa, mi madre me dice que no paramos de perder seguidores; que, o hacemos algo, o lo perderemos todos.
Coge el móvil y me graba.
No quiero salir en un vídeo, pero ella hará lo que quiera.
A mi madre solo le importan el dinero y la fama.
Mi padre, al ver que está grabando, se acerca y pasa su brazo sobre el mío. Es como si fuéramos, aparte de todo, amigos.
Cosa que no es así.
La mayoría del tiempo los odio.
—Ey…, campeón. ¿Por qué no hacemos unos pases de beisbol?
—Como quieras.
—Sí, haced eso. —Mi madre sale en la cámara—. Este año vas a ser el mejor en la universidad.
—Claro.
Mi madre baja el móvil.
—La vas a ver…
No hace falta que me diga a quién se refiere. Mi carácter está peor que nunca desde que supe que mi amiga de la infancia, y la mayor traidora de mierda de la historia, vendrá a mi universidad.
Después de estar a su lado siempre, me dijo cosas horribles, sin importarle mis sentimientos. Me sentí el mayor idiota de la tierra por haber estado enamorado de alguien que ya no existía.
La había idealizado.
No había otra explicación y todo lo que sentía se trasformó en odio.
Fui contra ella.
Conozco a Lesly desde que nació. Sus padres y los míos eran vecinos y hacían barbacoas juntos los domingos. Subían toda su vida a sus redes. Incluso cada cosa nuestra.
Cuando nuestra vida cambió, debido a la fama, seguíamos haciéndolo todo juntos, porque Lesly y yo vendíamos como equipo.
Yo era el mayor, le saco dos años. Ella tendrá ahora dieciocho y, de los dos, sentía que debía cuidar de ella.
De mi mejor amiga…
Fui testigo de cómo iba cambiando, pero no lo vi hasta que fue demasiado tarde, porque, cuando estábamos solos y me abrazaba, creía que era la Lesly real.
Me equivoqué y, desde entonces, la odio con la misma fuerza con la que un día me importó.
Mi madre me mira y sé que trama algo.
Estoy cansado de sus juegos, pero este nuevo me parece interesante…
Tal vez así pueda pasar página de una vez por todas.
* * *
Mi mejor amigo, o tal vez mi único amigo, me escribe:
HOMERO:
¿Listo para liarla el fin de semana?
Me han invitado a una fiesta espectacular.
Mejor que esas fiestas tuyas tontas, de universidad.
DEVYN:
Por supuesto.
HOMERO:
Pues te mandaré las indicaciones y espero que vengas listo para perder.
Esa noche voy a ser yo la estrella.
DEVYN:
Eso lo veremos.
Dejo el móvil y casi lo puedo ver riendo.
Lo conocí en un casting, poco después de que Lesly me destrozara públicamente.
Nos descartaron a los dos y me propuso irme con él a tomar unos porros.
Acepté sin saber que eso me haría ser un puto adicto.
Pero, en ese momento, me daba igual lo que me pasara. Odiaba mi vida y ya no había nada que me gustara en ella.
Homero y yo nos hicimos amigos a pesar de que mi carrera subió como la espuma, tras la insistencia de mi padre de vender mi cambio de imagen. De vida sana y ejercicio, a chico malo. Homero se quedó anclado en papeles secundarios, sin reconocimiento.
No es que seamos mejores amigos, o que le cuente todas y cada una de mis mierdas. En realidad, la mayoría de las veces estamos de fiesta o fumados.
Tal vez alguien llamaría a esto amistad, pero tal vez, ese alguien no haya tenido que vivir una vida donde cada persona que se me acerca tiene un claro interés en mí: ser famoso.
En ocasiones, algo es mejor que nada.