LUNA CHANG

Nadie había avisado a Luna de que Hunter Yee se transfería al Instituto Fairbridge. Cuando se dio cuenta de quién era, decidió no hablar nunca más con él. Debería haber sido fácil. Aparte de las obligaciones laborales de su padre, sus progenitores habían conseguido evitar a esa familia durante todos esos años. Si Luna y Hunter habían estado en el mismo lugar a la vez antes de la noche de la fiesta, ella no lo recordaba.

Pero ahora orbitaba a su alrededor todo el día; uno era una polilla y el otro una llama. Luna no sabía quién era qué.

En su primer día en el instituto, la chica casi tropezó con él cuando corría de Francés a Literatura.

Y durante Sociales, Hunter entró en el aula por error. Mientras salía a toda prisa, Joyce Chen movió las cejas hacia Luna y dijo:

—Parece que nuestra población ha crecido un cincuenta por ciento.

Y, más tarde en la cafetería, se le cayó una lata vacía de cerveza de raíz de la bandeja, y él la recogió y la lanzó (en un arco perfecto) a una papelera que estaba imposiblemente lejos.

Y luego resultó que los dos iban a la misma clase de Química Avanzada y, tras una breve introducción, Hunter se sentó en la única mesa de laboratorio con una silla vacía… Junto a Luna, claro está. La chica pasó el resto de la lección intentando no mirarlo.

Y ahora, Educación Física.

Luna estaba en el fondo, atándose de nuevo la coleta, antes de que el equipo menguase tanto que no quedasen más cuerpos para protegerla. Qué fastidio. Y qué suerte que Hunter Yee estuviera allí para presenciar su infierno final.

Ese día tocaba balón prisionero. Los profesores lo llamaban «el bombardeo», como si el juego fuera a mejorar con el cambio de nombre. Bajo la atenta mirada de la señorita Rissi, Luna se movió de un lado a otro para dar la sensación de que participaba. Recogía alguna que otra pelota y fingía buscar un hueco… antes de pasársela a alguien que estuviera interesado de verdad en el juego. La misma definición de jugar en equipo.

Ahora que Roxy se había graduado, Educación Física resaltaba la soledad de Luna más que cualquier otra cosa. No porque se llevara mal con otras personas; en general la apreciaban. Pero toda su vida había sentido como una separación invisible. Como si estuviera en un lado de una pared de cristal, con todo el mundo en el otro. Incluso le pasaba con Roxy, con quien había trabado amistad por pura proximidad, porque sus padres eran buenos amigos.

Una pelota se estampó en las gradas a pocos centímetros del codo de Luna y la trajo de vuelta al juego. Ojalá hubieran acertado. Habían eliminado a la mayor parte de su equipo. Solo quedaban tres personas, y todas se retiraron hacia atrás.

Una pelota pasó a su lado.

Quedaban dos personas. Luna y esa chica tan inteligente con la tez marrón oscuro, Vanessa.

En el otro lado solo quedaba una: Hunter Yee. Luna no había prestado atención a lo bien que le estaba yendo a su equipo.

Hunter recogió munición hasta llenarse los brazos antes de dirigirse a la línea del centro que dividía el gimnasio. Empezó con Vanessa y le acertó en el tobillo. La chica gritó y apartó de una patada la pelota. Aunque no por eso dejaba de estar eliminada.

Solo quedaba Luna.

—¡Vamos, Hunter! —gritó alguien.

El chico estaba de pie delante de ella, mirándola. Con una pelota en la mano derecha, listo para lanzarla. Dejó caer las otras. Rebotaron y el sonido reverberó por todo el gimnasio. Hunter la miró como disculpándose.

Luna alzó las cejas. Se veía tan seguro de sí mismo que le dieron ganas de demostrarle que se equivocaba.

Ella recogió la pelota más cercana y acortó la distancia hasta que solo los separaban un par de metros. Luna aguardó, retándole con la mirada. Él no se movió.

—Venga, acabad —gritó la señorita Rissi. Tenía el silbato entre los dientes, lista para hacerlo sonar.

Luna cambió la pelota a la mano derecha, dejando expuesto su cuerpo.

Hunter aprovechó el gesto y lanzó la suya, pero ella se apartó justo a tiempo. La pelota casi le rozó los pelos del brazo.

—Ooooooh —entonó el resto de alumnos.

Hunter se agachó para recoger más munición y ella le apuntó a la rodilla con su mejor lanzamiento. La pelota cruzó el aire con un ligero arco. Pareció brillar, como una extraña luna llena en un cielo encendido. Cuando Hunter se enderezó, la pelota aterrizó contra su pie.

Rissi hizo sonar el silbato. El equipo de Luna había ganado.