El padre de Luna
Hsueh-Ting Chang observó mientras David Yee sacaba su feo coche del aparcamiento del Fortune Garden. Las ruedas pasaron por encima de un desnivel en el suelo y algo cayó del maletero. El objeto rodó hasta detenerse a los pies de Hsueh-Ting. Una piedra tallada, blanca y hexagonal. Tan pequeña que podía envolverla con los dedos, tan pesada que notaría su peso en el bolsillo.
Olía a vieja. Parecía vieja.
Sintió la misma emoción que recordaba de su primer trabajo sobre el terreno. El conocimiento eléctrico de que esos puntos de contacto entre la piedra y su cuerpo eran lo más cerca que un ser humano podía estar de viajar en el tiempo.
Hsueh-Ting se guardó el hexágono. Lo examinaría más tarde.