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De poeta a periodista

Luis de Oteyza García nace en Zafra, en la provincia de Badajoz, el 30 de junio de 1883. Ello ha motivado que a menudo se refieran a él como periodista o escritor extremeño, pero lo cierto es que su nacimiento en aquella localidad se debió a la pura casualidad: su padre, Antero de Oteyza y Barinaga, se había desplazado allí desde Madrid por motivos profesionales —en aquel momento trabajaba como inspector de timbres— y su madre, Carolina García y Alpuente, lo había acompañado confiando en que tendrían margen suficiente para regresar antes del nacimiento del primer hijo del matrimonio. En este sentido, el pequeño Luis tan sólo permanecería en Zafra los diecisiete días que fueron necesarios para que su madre se recuperara antes de volver a Madrid. Y tan sólo retornaría a su población natal, ya convertido en una personalidad reconocida, para ser nombrado hijo predilecto. Superados los sesenta, Oteyza comentaría que apenas había pasado veintiún días en «su» pueblo.1

Se ha dicho también que los Oteyza eran una familia «de origen vasco», como acredita el apellido. Y es cierto que la genealogía familiar se remonta al menos hasta el siglo XVII, cuando vivían en el valle del Baztan (Navarra), pero desde mediados del XVIII los Oteyza —o, al menos, estos Oteyza— ya estaban instalados en Madrid. Francisco de Oteyza, bisabuelo de Luis de Oteyza, ya nació en Madrid en 1784, como también lo harían su abuelo y su padre.

De manera que, en todo caso, si hubiera que buscar una adscripción geográfica para Luis de Oteyza la más apropiada sería la de madrileño. No sólo corresponde a sus raíces familiares, sino que en una biografía de trotamundos la capital española es su residencia más constante: en ella pasa su infancia y juventud (hasta 1907) y a ella vuelve para sus años de madurez profesional (a partir de 1914). Y cuando, a partir de 1926, empieza a viajar por todo el mundo, Madrid continúa siendo su base de operaciones y hogar familiar hasta su traslado a Venezuela, a finales de 1933. No es aventurado pensar que, en definitiva, Oteyza se sintió a lo largo de su vida un madrileño.

Su padre, Antero de Oteyza (1857-1940), arquitecto, combinó el trabajo como funcionario (se jubiló como jefe de Negociado de segunda clase del Cuerpo General de Administración de Hacienda) con el emprendimiento en proyectos muy diversos, incluida una faceta de inventor que le convirtió en un nombre habitual en el Boletín Oficial de la Propiedad Intelectual e Industrial. Entre otros inventos propios solicitó patentes (no siempre con éxito) para «un sistema de anuncios en objetos, para obtener con ellos bonificación en las compras que se hagan en determinados establecimientos», «un nuevo producto industrial de conffeti, fabricado con pasta de dulce», o «un procedimiento de iluminación eléctrica por incandescencia». Poseía también una vena artística que se tradujo en diversas publicaciones o, por ejemplo, en el diseño del Laberinto Árabe de sesenta columnas que se instaló en el Teatro Moderno el año 1900 y que, según la prensa del momento, constituía «una diversión agradabilísima y muy culta» y que en todo y por todo demostraba, «además de los conocimientos científicos de don Antero Oteyza, autor del proyecto, verdadero ingenio y buen gusto».2

Luis de Oteyza sería el primero de los seis hijos de Antero y Carolina: le seguirían Amalia, Carlos, Joaquín, Milagros y Esperanza. Curiosamente, los tres hijos varones acabarían demostrando un espíritu inquieto similar y completando trayectorias vitales exóticas. Las tres hermanas, en cambio, tendrían una vida mucho más reposada, como la que se esperaba de unas señoritas de la época. Gracias a la posición económica familiar, Luis de Oteyza dispuso de una buena educación, primero en el Colegio Martínez de la Rosa, y después en el Instituto Cardenal Cisneros, aparentemente con un propósito claro: «No había tenido más ilusión que ser marino ni aspiraba a más que ser marino. Vencida la oposición de mi madre, empecé a estudiar el bachillerato, que acabé a los catorce años, el día 10 de mayo de 1898. Diecisiete días después fue la derrota en Santiago de Cuba de la escuadra española; de aquel desastre no quedaron más barcos que las lanchas del Retiro... ¡Figúrese usted! Yo, entonces, no quise ser nada».3

A instancias de la familia, Oteyza se matricula en la universidad para estudiar la carrera de ingeniero agrónomo, la profesión de su tío, José Andrés de Oteyza, y del cuñado de éste, Ernesto de la Loma. Durante sus años universitarios Oteyza empieza a interesarse por la política: participa en las protestas por el anuncio de la boda de la princesa de Asturias con Carlos de Borbón-Dos Sicilias, hijo del aspirante carlista al trono, que se celebraría en febrero de 1901: «Los estudiantes madrileños nos echamos a la calle. Cada estudiante se sintió más liberal que Riego y todos nos juntamos en liberalísima tropa. Y como dejé dicho, a la calle nos echamos, gritando: “¡Que no se case! ¡Que no se case!”».4Durante las protestas Oteyza recibe un golpe de sable en la cabeza durante una carga de los guardias de Orden Público: una primera cata de los riesgos de la militancia política.

En todo caso, Oteyza no acaba sus estudios: «Como se ha podido ver en el curso de mi vida, yo no tengo nada de ingeniero ni de agrónomo; dejé los estudios ya bastante avanzados y me puse a escribir versos como deporte. En vista de que no podía ser marino, me decidí a ser poeta».5En otra entrevista, Oteyza vincula el abandono de la universidad a una relación sentimental: «Un día decidí abandonar la carrera, y me fugué con una cómica... —Oteyza interrumpe un momento su relato—. El nombre no se lo quiero decir a usted. Hoy [1919] aquella cómica es primera actriz, está casada y sigue tan guapa como entonces».6

Sea como fuere, Oteyza se integra en un grupo de jóvenes con aspiraciones literarias que frecuentan el Café de Levante, en la calle del Arenal, y el Ateneo de Madrid, y entre los que figuran los hermanos Machado, Francisco Villaespesa, Eduardo Marquina, Cristóbal de Castro o Antonio de Zayas. «Yo era el benjamín de la tribu, que encabezaba Rubén Darío.»7Efectivamente, Oteyza destaca por ser el más joven con diferencia, lo que le llevaría después a autodefinirse, con su sorna habitual, como «niño prodigio» y «Pepito Arriola de la literatura».8,9 Otro contemporáneo, Jacinto Carmín, lo recuerda de aquellos años: «Concurrió [en] la Cacharrería del Ateneo, y con una estupenda pipa y una gran melena pasó una siesta en casi todos los divanes de café».10Es remarcable la referencia a la «gran melena» de Oteyza, porque muy pronto la calvicie será uno de sus rasgos físicos más característicos. De los tres hijos varones de Antero tan sólo Carlos, el mediano, no heredará su calva.

El carácter precoz de Luis de Oteyza se traduce en la publicación de un primer poemario, Flores de almendro (1903), cuando apenas tiene veinte años. Flores de almendro incluye un soneto titulado «Blasón» en el que describe el escudo de su familia, al cual explica que ha añadido «a las lises la rosa roja republicana».11En el futuro Oteyza se referirá en más de una ocasión a este poema como prueba de su temprana profesión pública de fe republicana. El libro tiene un impacto moderado, pero le supone a Oteyza una primera reseña en el periódico La Época. Su autor detecta en las poesías errores y convencionalismos habituales en un poeta novel, pero asegura que «hay que ser indulgentes con él porque sus cantos tienen originalidad y grato sabor de verdadera inspiración poética».12«El Sr. Oteyza es muy joven, casi un niño, y corrigiendo estos defectos inevitables en un principiante, será un apreciabilísimo poeta», concluye.

Oteyza publica un segundo volumen de poesía, Brumas, en marzo de 1905, con prólogo de Francisco Villaespesa. La atención recibida crece: el semanario El Motín reproduce uno de los poemas, «La vuelta de los vencidos», y las reseñas esta vez se multiplican. En ellas se refuerza la consideración de Oteyza como joven promesa: «Su pluma es franca, nítida, vigorosa, valiente, oportuna siempre»;13«sus Brumas nos señalan el camino de una esperanza, de un soñador que se educa, que se pule, que se nutre en estudio y aspira a la pronta cristalización de una realidad con caracteres propios».14Otra crítica habla de Oteyza como «un joven escritor modernista hasta la médula de los huesos, simpático, lleno de ingenio»,15pero lamenta que en algunas composiciones se abandone «a las corrientes inexplicables de un modernismo extravagante». «Qué gran poeta será Oteyza dentro de cinco años» es, de nuevo, la conclusión.

De sus compañeros de tertulia y aspiraciones artísticas, con el que congenia más es con el mayor de los Machado, Manuel, a quien le une una amistad que se mantendrá a lo largo del tiempo. Machado, en el prólogo de Versos de los veinte años (1923), recopilación de la obra poética de Oteyza, comentará la relación entre ambos: «Mayor que él solamente en edad; amigos desde la infancia, desde la infancia suya, que ya era mi juventud; compañeros de ruta a pesar del abismo que esa diferencia de nueve años pudiera significar entre nosotros entonces».16El prólogo está escrito en términos elogiosos, claro: habla del «lirismo absoluto» de unos versos en los que «el asunto es siempre el alma del autor», y de una «combinación exquisita, que no mezcla, de los elementos fónicos con las evocaciones visuales».17Además, en 1905 Oteyza y Manuel Machado ya han colaborado, mano a mano, en la traducción de la obra de teatro L’aiglon, de Edmond Rostand, pese a que el estreno llegaría quince años más tarde.18

Pero Oteyza no es un poeta contemplativo, ensimismado en su arte, sino que ya entonces da muestras de un carácter combativo. A raíz de la publicación de Versos de los veinte años, Claudio Astín lo recuerda como «el ateneísta revoltoso y romántico, el poeta en todas sus potencias, que truena contra el academicismo de Núñez de Arce, que fulgura indignación ante la rimada pobreza de Grilo y que un día, llevado de las turbulencias de su poca edad, rasga y destroza a bastonazos, en plena galería de retratos del Ateneo, la muda efigie de un histórico varón cuyas líneas fisonómicas no le son simpáticas al endiablado mozo».19Décadas más tarde, en su obituario de Oteyza, Diego San José también evoca el mismo incidente: «Iconoclasta, como Valle Inclán, contra Echegaray y sus continuadores, se propuso destruir los retratos que de ellos había en el Ateneo, y un día, con su bastoncillo, dejó tuerta la vera efigie de Octavio Picón, por lo que fue expulsado de la docta casa».20El propio Oteyza, recordando sus años de poeta, confirmaría su ataque al retrato de Jacinto Octavio Picón «por aversión literaria», añadiendo: «También agredí por una discusión literaria a Julio Camba. A aquella edad se iniciaron mis acometividades, que han terminado después en desafíos, persecuciones, cárceles, etc.».21

Con este carácter impetuoso, junto a su disposición para la broma y la burla, no es extraño que Oteyza también pruebe suerte en el terreno de la sátira. Así, a principios de 1904 hay un intento de reflotar el histórico semanario Madrid Cómico con Oteyza ni más ni menos que como director. La publicidad asegura que «tanto la parte literaria como la artística llamarán la atención del público»,22pero seguramente apenas se llegaron a publicar unos pocos números. Ese mismo año, ya en verano, aparece un libro titulado ¡Calabazas! y cuyo subtítulo especifica que se refiere a «politiquillos, escribidores, criticastros, pintamonas, cacharreros, murguistas, histriones, maletas y otras notabilidades al uso». Lo firman Hermógenes y el Maestro Ciruela, seudónimos bajo los que, aparentemente, se ocultan Luis de Oteyza y Luis Falcato. El volumen consiste en una serie de retratos satíricos en verso y generalmente ha sido olvidado en la bibliografía de Oteyza, también por él mismo, que no lo reivindicó jamás. En todo caso, confirma algunas de sus fobias literarias, como la que sentía por José Echegaray. Son suficientes cinco versos para despachar la obra del que el mismo año recibiría el Nobel de Literatura junto al poeta provenzal Frédéric Mistral:

Echegaray... ¡qué caray!

ya pertenece al pasado.

Ahora... ¡ay!

nos resulta Echegaray

un ingenio... apolillado.23

Poeta prometedor, aspirante a humorista... En aquella época, el siguiente paso lógico de cualquiera que aspirara a ganarse la vida con las letras era ingresar en la redacción de algún periódico.24 Así, en 1905 Oteyza empieza a escribir, aparentemente como redactor deportivo, para El Globo, diario de la capital en el que Pío Baroja es el director literario25 pero que ya ha dejado atrás sus mejores días. «En la época a que me refiero ya arrastrábase por tierra. Entonces lo compró el político catalán Emilio Riu, y quiso llenarlo de gas juvenil metiendo en él una porción de escritores nuevos. Tan nuevos que la mayoría estábamos sin estrenar. Realmente, sólo para estrenarnos, para que nuestros escritos se publicaran, trabajábamos allí. Porque cobrar ¡no se cobraba!» No es extraño, pues, que la de El Globo fuera para Oteyza «la redacción más pintoresca» que había conocido: «En ella se juntaban los bohemios más bohemios que ha habido, no en Madrid, capital de España, sino en Praga, capital de Bohemia».26

Oteyza disfruta del ambiente propio de poetas, literatos y periodistas, e incluso incluye en sus Brumas un poema que dedica al ajenjo o absenta, «el néctar amargo / de artistas bohemios». Pero cuando escribe «ya sé que me mata / por eso lo bebo», Oteyza está adoptando una impostación que poco tiene que ver con la realidad. De hecho, el joven poeta tampoco se resigna a las penurias económicas a las que generalmente se asocia a los bohemios, y menos aún tras casarse con María Hernández de Tejada el 20 de mayo de 1907. La solución es clara: «Como la bohemia me ha repugnado siempre, pretendí un empleo».27

Así, el joven Oteyza consigue una plaza de escribiente en el Banco de España, con destino en Oviedo. Resuelto el problema de sostenerse económicamente, sin embargo, Oteyza no va a renunciar a la vida que le gusta. Ni mucho menos: «Allí ni que decir tiene que iba a la oficina lo menos posible. Donde iba cuanto podía era a los círculos literarios, reuniéndome con Pérez de Ayala, Muñoz de Diego, Rico Avello, los Buylla y demás jóvenes ovetenses, amantes de esas otras letras que no son de cambio. Juntos trabajábamos nuestra afición de escribir, y juntos nos divertíamos, que era a lo que verdaderamente teníamos grande afición».28

Oteyza oficialmente trabaja en el banco, pero también colabora en diarios (como El Noroeste de Gijón) y revistas, y, en el verano de 1908, publica su tercer poemario: Baladas. El volumen obtiene reseñas positivas que generalmente apuntan a una superación de los defectos de sus primeras obras: «En este nuevo libro, sus excelentes cualidades de poeta y de hábil versificador aparecen depuradas, libres de aquellos juveniles pecados»;29«hay en estas baladas, con muchas reminiscencias de Manuel Machado, aciertos muy notables».30Algunos críticos se centran en el contraste entre la obra («el poco sincero tono de amargura que se advierte en el conjunto») y el poeta («Oteyza es joven, es alegre, es feliz como puede serlo el hombre en este valle de lágrimas, y a esa edad y en esas condiciones no es cierto que la existencia nos resulte tan amarga como el joven autor de Baladas pretende hacérnosla ver»).31Para otros, en cambio, la contradicción supone una muestra de calidad: «Se necesita ser muy artista y muy poeta, de corazón y de talento, para saber dar, en la obra, una nota que no responda a la situación íntima del ánimo, pero tan sinceramente dada que va a herir sin duda a quienes estén en condiciones de sentirla».32

Por otra parte, Baladas es el primer libro de Oteyza publicado por Gregorio Pueyo, propietario de la librería que lleva su apellido. Pueyo destacó por su voluntad de editar a autores poco experimentados y fue decisivo en su apoyo al modernismo. Ello no le ahorró fuertes críticas de algunos de los escritores a los que publicó: por ejemplo, Valle-Inclán basó en él su personaje de Zaratustra en Luces de Bohemia.33 Oteyza, en cambio, mantuvo una excelente relación con Pueyo (fallecido en 1913) y sobre todo con sus herederos, con los que publicó la mayoría de sus obras a partir de Baladas. Entrevistado en 1928, explicaba: «Jamás he tenido trato con ninguno [editores], más que con Pueyo, cuando vivía, y con su viuda e hijos después. Y mire usted: de todas las fidelidades, la conyugal, la política, la amistosa, todas, la que he guardado con más rigurosa exactitud ha sido la fidelidad a mi editor. Y ellos a mí...».34

A lo largo del mismo 1908 el periódico El Liberal publica asiduamente en portada la sección «Poetas del día», que consiste en autorretratos en verso y por la que pasan casi todos los poetas modernistas españoles del momento, incluido Oteyza. Su poema, titulado simplemente «El retrato», aparece el 25 de abril junto a la primera de las muchas fotografías de Oteyza publicadas en prensa. El poeta no ha cumplido los veinticinco años, pero llama la atención cómo la descripción que da de sí mismo es propia de una persona desgastada por una vida larga e intensa. Otros elementos son igualmente fascinantes porque se repetirán en el futuro en descripciones ajenas: la aspiración a la belleza en contraste con la observación de la horrible realidad; la sonrisa que en realidad es triste...35 Parece como si el autor del soneto fuera, más bien, el Oteyza maduro. O como si el Oteyza de 1908 ya tuviera claras algunas de las claves del personaje que él mismo desarrollaría durante las décadas siguientes:

En la espaciosa frente que desnuda el cabello,

cuya raíz abrasa un volcán interior,

se muestran las arrugas precoces. Triste sello

con que a los elegidos nos señala el Dolor.

Debajo, en las hundidas cuencas, dan su destello,

al que presta la ojera violáceo resplandor,

unos ojos que ansían ver lo grande y lo bello,

y están tristes mirando de la vida el horror.

La boca se contrae marcando sonrisa

escéptica y doliente del que vivió de prisa,

y gustó miel y ajenjo y sabe el bien y el mal.

Y sobre el débil pecho, mi pálida cabeza,

como espiga madura, se abate con tristeza,

del segur esperando la caricia final.

Entre los admiradores y defensores del Oteyza poeta destacó Emilia Pardo Bazán, que en diversas ocasiones manifestó su aprecio por el madrileño. Por ejemplo, entrevistada en 1910, explica como «de los poetas jóvenes le placen Oteyza ante todo, luego Cristóbal de Castro, Jiménez, Villaespesa...».36En cambio, pasada tan sólo una década de la publicación de sus libros de poemas, el propio Oteyza se mostraría un tanto desdeñoso con éstos, calificándolos de «versos terriblemente modernistas».37No sólo eso: llega a considerarlos poco menos que pecados de juventud o incluso de adolescencia: «Después hube de dedicarme a actividades tan poco poéticas que quise olvidar y hasta que se olvidase que poeta había sido. Recogí los restos de las ediciones de mis libros de poesías, condenándoles a la hoguera».38

Como veremos, a Oteyza no le será tan fácil hacer desaparecer su pasado de poeta, pero tras la publicación de Baladas es el momento en que el Oteyza periodista definitivamente da un paso adelante. Sucede en Cartagena, a donde le ha trasladado el Banco de España. Allí empieza a frecuentar la redacción de La Tierra, periódico liberal dirigido por José García Vaso y especialmente crítico con el senador conservador local, José Maestre.

Portada de El Liberal del 25-04-1908. © Imagen procedente de los fondos de la Biblioteca Nacional de España

La Tierra hacía una furiosa campaña contra los Maestres. Y una noche, mientras yo contaba en la redacción anécdotas humorísticas y agresivas, García Vaso me preguntó: «¿Por qué no escribe usted todo eso?». Yo dudé. Ya le he dicho a usted que abominaba de la prosa. Pero, al fin, escribí un artículo, que titulé «Sonrisas». Era violento, mordaz. Hizo botar a los partidarios de Maestre. Y luego, otro. Y otro, después. A los pocos días me había batido con Juan Pujol, que dirigía un diario de Maestre; estaba sometido a un proceso por injuria y calumnia; me habían querido asesinar a la salida de un baile de máscaras, y, de contera, me trasladaron, sin yo pedirlo, de Cartagena a Barcelona [...]. Entonces comprendí que el periodismo me iba bien, e hice periodismo a todo meter.39

Por lo tanto, podemos considerar que Oteyza encuentra su vocación como profesional del periodismo, no por casualidad, potenciando la que será una de sus señas de identidad: un humorismo nada inocente, burlón, ofensivo incluso. Como también serán frecuentes los conflictos ocasionados por sus artículos de este estilo. Del proceso por injuria que comenta no tenemos más referencias, y menos aún sobre el presunto intento de asesinato. Ahora bien, en lo que seguro no exagera Oteyza es en la referencia al duelo con Juan Pujol —que durante la República acabaría siendo director del filonazi Informaciones—, ya que éste fue recogido por la prensa madrileña. La Correspondencia de España publicó un suelto deliciosamente eufemístico, con el título «¿Cuestión personal?»:

Han regresado de una finca inmediata a esta población, adonde habían ido a examinar unos sables, los jóvenes poetas don Juan Pujol y D. Luis Oteyza. Fueron acompañados de varios amigos, y la expedición fue interrumpida por un accidente imprevisto. A consecuencia de éste han resultado heridos ambos escritores. Pujol tiene una herida incisa en el pabellón de la oreja derecha. Oteyza tiene otra herida en el surco labionasal izquierdo y antebrazo derecho. Las heridas de ambos poetas son leves. Se ha solucionado honrosamente la cuestión personal derivada de una polémica entre los diarios locales La Mañana y Tierra. Durante la noche y madrugada últimas ha habido gran movimiento de policía por haber corrido el rumor de que se había concertado un lance personal.40

El Imparcial, en cambio, habla sin remilgos de «duelo a sable, a todo juego» y arroja un balance algo diferente del lance: «Resultando el director de La Mañana con tres heridas leves en la oreja, en la cara y en el brazo, y D. Luis de Oteyza con un rasguño en la cara».41En todo caso, Oteyza ha vivido su primera disputa periodística que ha traspasado las páginas de papel y ha acabado en un cuerpo a cuerpo literal. No será la última.

Sea como fuere, el Banco de España vuelve a trasladar a Oteyza —movimiento que él atribuye a las influencias de Maestre—, en este caso a Barcelona. En la capital catalana, sin embargo, no puede resistirse a la tentación de incorporarse de nuevo a un periódico, El Liberal, en el que entra como redactor el 15 de mayo de 1909 con un sueldo de «quince duros mensuales».42Estas 75 pesetas al mes se situaban más bien hacia la banda baja de lo que acostumbraban a cobrar los periodistas en la época, que en general ya era insuficiente para ganarse la vida.43 De manera que era lógico que Oteyza simultaneara el trabajo en el periódico —probablemente en el turno de tarde-noche— con el del banco.

Aun así, Oteyza debía de ser muy consciente de que, en su carrera como periodista, su nuevo destino supone un claro ascenso respecto a La Tierra de Cartagena. El Liberal de Barcelona era una de las cuatro cabeceras de «provincias», junto con Sevilla, Murcia y Bilbao, que el histórico diario madrileño había lanzado a principios de siglo con su mismo nombre. No contentos con ello, los dirigentes de El Liberal, Miguel Moya y Antonio Sacristán, impulsaron en 1906 la creación de la Sociedad Editorial de España, que sumaba además a El Imparcial y el Heraldo de Madrid. Así, el llamado trust agrupaba a los tres periódicos progresistas más populares de Madrid y toda una serie de publicaciones menores con un doble objetivo económico (concentración de capital y conseguir mejores precios de los proveedores) y político (como grupo de presión a favor de la libertad de expresión).44El barcelonés seguramente era el spin-off menos exitoso de El Liberal (al fin y al cabo, Barcelona ya disponía de una potente oferta de publicaciones propia), pero para Oteyza suponía entrar en el principal conglomerado periodístico-industrial del momento.

En todo caso, de forma simultánea a su incorporación a El Liberal, Oteyza recupera tanto el nombre de la sección que había estrenado en Cartagena, «Sonrisas», como el seudónimo que había utilizado para firmarla: Mercucio, el amigo de Romeo en la obra teatral de Shakespeare. Se trata de textos que ya son definitorios del estilo que adoptará Oteyza durante buena parte de su carrera: a partir de alguna novedad de actualidad, a menudo una simple anécdota, retuerce la situación para generar un comentario jocoso. Oteyza trata muchísimos temas, especialmente de tipo costumbrista. Así, ante la noticia de que unos científicos han inventado unas gasas antisépticas para esterilizar los besos, exclama: «Labios de adelfa, flores malditas que envenenáis las almas; labios de vampiresa, perversas bocas que sorbéis la sangre de los corazones; los señores sabios os juzgan impotentes porque os suprimen los bacilus. ¡Como si los peligros del beso fuesen sólo el posible contagio de una epidemia!».45

Los asuntos políticos aparecen frecuentemente, pero a menudo de forma algo indirecta. Por ejemplo, después de contar cómo en Copenhague un granjero ha destripado a sus cerdos para recuperar los billetes que se habían comido, comenta: «Yo nada he de añadir; soy un mero cronista sin dogma conocido; pero si fuese un orador de mitin, un tribuno de la plebe, ¡qué bellos párrafos podría colocar como contera a este histórico sucedido, aconsejando al obrero el rápido despanzurramiento de los cerdos que se tragan el fruto de su trabajo!».46O bien, tras explicar que el descontento ante la evolución modernizadora de Japón ha llevado a un samurái tradicionalista a suicidarse «para que su muerte fuera en la conciencia de los japoneses un remordimiento y un bochorno», concluye: «Haceos cargo, queridos lectores; considerad si los “samuráis” que por aquí nos usamos siguiesen su ejemplo... ¡Qué remordimiento, y qué bochorno... y qué descanso!».47

Entre los rasgos característicos de los artículos de Oteyza también figuran la búsqueda de la complicidad del lector y la construcción de un «yo» personaje reconocible, incluso en estos artículos firmados bajo seudónimo. Un «yo» pícaro en más de un sentido, como en el arranque de esta pieza: «A pesar de mi semejanza física con San Luis Gonzaga, semejanza que cultivo por las muchas ventajillas que me proporciona entre las damas, devotas siempre, no soy sospechoso de clericalismo y tengo fama de avanzado, hasta, y sobre todo, entre las indicadas devotas, que ya quisiera para sí nuestro presidente».48

Como Mercucio, Oteyza también escribe por primera vez sobre la intervención española en Marruecos. Y, pese a que apenas han pasado unas semanas de la derrota del Barranco del Lobo y la Semana Trágica barcelonesa, no renuncia a la irreverencia al proponer un particular plan para lograr la victoria:

Considerando que no sólo matan la bayoneta y el cañón y que en el mundo hay cosas peores para la salud que el hierro y el fuego; habiendo tenido ocasión de observar los perniciosos efectos causados en el organismo por las lecturas indigestas, y viendo la abundancia de bardos patrióticos que, con motivo de la guerra, riman morir con subir, España con castaña y chumbo con tumbo, he pensado hacer una recopilación de todas estas composiciones poéticas, editarlas profusamente, traducidas por D. Tiberio Ávila al árabe vulgar, lo más vulgar posible para que sea mayor su vulgarización, y enviar a Marruecos ese tomo-bomba, cuya espoleta podría ser la ristra de redondillas que ha escrito y publica en El Mundo mi siempre admirado maestro D. José Echegaray49 [...]. Sacrificándome por la patria me ofrezco a formar esta antología, aunque perezca en la demanda, pues no soy inmune a los efectos destructores de esos formidables explosivos que se llaman versos patrióticos y aconsonantados [...]. Si después de leer los versos que les dedican nuestros copleros ardiendo en epopéyica furia se vuelven a meter con nosotros los moritos, me dejo yo cortar la lira. Van a escarmentar de una vez.50

Además de las «Sonrisas» de Mercucio, El Liberal también publica, con menos frecuencia, unas «Lástimas» firmadas por Tristán. En estos artículos las bromas de Oteyza tienen un regusto más amargo. Sólo dos días después del texto anterior, Tristán advierte: «Si nos olvidamos de preparar soldados, pudiera ser que se nos recordara brutalmente algún día que estamos preparando cadáveres».51

Artículo a artículo, Oteyza comienza a hacerse conocido en los círculos periodísticos de Barcelona. Arturo Mori, crítico teatral, lo describe ya entonces como «poeta brillantísimo (no firma más que en las poesías) y amigo muy apreciable, pero que tiene la desgracia de abusar de los chistes».52Jesús Ulled Altemir —que durante la República sería secretario general de Trabajo del Gobierno Lerroux y que se inicia en el periodismo en El Liberal de Barcelona— recuerda así a Oteyza en sus memorias53: «Superdotado para el empleo de la sátira, el donaire o la fina e incisiva ironía, creó secciones que le cosecharon muchos lectores... y muchos disgustos. “Sonrisas” y “Espigueo” fueron las más leídas y celebradas».54No es extraño, pues, que el mismo Oteyza, o más bien Mercucio, también se convierta en blanco de las críticas y burlas de publicaciones satíricas, especialmente las próximas al nacionalismo catalán, como Papitu o ¡Cu-Cut! Por ejemplo, esta última habla de «un insignificante “Mercucio”, quien desde El Liberal hace unas notas, que él llama sonrisas y que los poquísimos lectores de El Liberal pasan de largo sonriendo».55

Con la experiencia acumulada, Mercucio incluso se anima a proponer una serie de asignaturas que deberían estudiarse en una anunciada escuela de periodismo:

Unas cuantas lecciones de funambulismo, de boxeo, de esgrima y de difamación no estarían fuera de lugar en la escuela que trata de fundarse, como entre los libros que se pongan de texto no sobraría un Diccionario de injurias y un Tratado de chantage. El periodista tiene que hacer más equilibrios que una reina del alambre para tratar ciertas cuestiones; tiene que poseer unos vigorosos y sabios puños para resolver otras; tiene que conocer el arte de pegar sablazos en el sentido menos homicida de la palabra, dada la parvedad de sueldos para poder vivir, y tal y como están poniéndose las polémicas hoy en día, la posesión de un amplio léxico ofensivo y una imaginación fácil a la calumnia no le estorbarán. En cuanto a los conocimientos chantajistas nada he de decir; todo el que escribe en la Prensa sabe lo útiles y hasta lo necesarios que son.56

Poco después, Mercucio sorprende a sus lectores exclamando un «¡Vivan las caenas!»:57«Lo que como hombre de ideas ligeramente avanzadas, y como periodista casi profesional, y como propagandista algún tanto republicano voy a pedir es lo siguiente: la previa censura para todo género de publicaciones». El motivo es el peligro, cada vez más real, de acabar en la cárcel cuando se escribe contra el Gobierno. Ante ello, «puede ser que la previa censura vaya contra la Libertad de la Prensa, pero va a favor de la libertad de los periodistas, que es, al menos para los que de periodistas actuamos, mucho más sagrada que la otra». «Que mal está el pájaro en la jaula; pero peor está corriendo por los campos cuando el perro ojea y la escopeta dispara», concluye.

En paralelo a su faceta como articulista, la carrera de Oteyza en la estructura periodística de El Liberal de Barcelona es fulgurante: «Fui tres meses redactor; siete, secretario de redacción; cinco, Redactor jefe, y director, cuatro años». Según estos datos, Oteyza se convierte en director de El Liberal de Barcelona hacia agosto de 1910. Sin embargo, el nombramiento de Oteyza no aparece en la prensa barcelonesa hasta julio de 1912, es decir, dos años más tarde. Esta discrepancia de fechas parece deberse al hecho de que legalmente el director de un periódico, que firmaba los tres ejemplares que se entregaban a Gobernación, había de tener treinta años de edad.58 Así, durante estos dos años Oteyza habría actuado como director efectivo a nivel interno pero se habría mantenido a F. Michel de Champourcin —periodista de origen filipino y autor de un tratado de grafología— como director nominal.59

En todo caso, para verano de 1912 Oteyza ya es director oficial de El Liberal, pertenece a la junta directiva de la Asociación de la Prensa Diaria de Barcelona y parece tener una posición consolidada y cómoda. Los ascensos le han comportado incrementos graduales de salario, hasta llegar a las 500 pesetas mensuales como director, lo que le permite dejar definitivamente el trabajo en el banco pese a que las necesidades económicas se multiplican: antes de llegar a Barcelona ya ha nacido su primera hija, María Luisa (1909), y en la capital catalana lo hacen Carlos (1911) e Isabel (1912). De Madrid se trae a su hermano mediano, Carlos, y lo incorpora al equipo del periódico. Oteyza vive en la calle del Pintor Fortuny, a un paso de las Ramblas, donde está la redacción de El Liberal. Precisamente una crónica sobre lo vacías que están las Ramblas en las noches de aquel verano de 1912 nos proporciona uno de los pocos testimonios de la actividad cotidiana de Oteyza en Barcelona: «En las mesas del Café de París departen algunos lerrouxistas, y en las del Royal está Oteyza, acompañado de redactores de El Liberal, tomando notas para su “Espigueo”, que nos hace bailar a todos».60

Pero la situación política y su propia naturaleza belicosa se combinan para que la vida de Oteyza sea cualquier cosa menos tranquila: «Durante mi mando en El Liberal, Barcelona, ciudad de pasiones exaltadas, estaba al rojo vivo. La lucha entre catalanistas y españolistas era enconadísima. Al encargarme de su dirección, El Liberal llevaba perdidos 120.000 duros. Mi antecesor le había dado al periódico una orientación nacionalista, que procuré desvirtuar desde el primer momento, acentuando la nota de españolismo».61Frente al catalanismo, El Liberal da un apoyo bastante explícito al Partido Radical de Alejandro Lerroux, que durante el bienio 1910-1911 tiene una mayoría de concejales en el ayuntamiento de Barcelona.62 Además, entre sus redactores y colaboradores hay miembros o simpatizantes del partido de Lerroux, como el mencionado Jesús Ulled o Ezequiel Endériz, responsable de las crónicas taurinas con el seudónimo de Goro Faroles. Oteyza había conocido a Lerroux a finales de 1909, cuando éste regresaba a Barcelona tras los buenos resultados electorales de los suyos: «Debido a esto, felicitadoras hubieron de ser las primeras palabras que le dirigí».63

Además de dirigir El Liberal, gracias a la ayuda finan­ciera de Mariano de Foronda —director de los tranvías barceloneses— Oteyza lanza a finales de 1912 un semanario humorístico, Satiricón, que se define como «revista de arte, literatura y malas costumbres». Otra vez recurrimos a los recuerdos de Jesús Ulled para saber más del Satiricón de Oteyza: «Burla burlando, caricaturizaba en él todos los gestos y gestas de la vida social barcelonesa y, por extensión, de la vida nacional. Ni la historia, con su crónica trascendente, lograba escapar al perfil agudo de su sarcasmo o de su gran sentido del humor».64Lógicamente, la caricatura no siempre es bien recibida por sus víctimas.

Por si fuera poco, en las páginas de El Liberal Mercucio se ha transformado ahora en Gacetilla, las «Sonrisas» en «Espigueo», y Oteyza se ha especializado en señalar los errores lingüísticos que aparecen en los periódicos de la competencia, lo que no acrecienta precisamente su popularidad dentro del gremio, según él mismo confiesa: «La persona que tiene menos amigos entre sus compañeros de profesión no es el doctor Queraltó, aunque él crea lo contrario. Soy yo, hermanos; yo mismo, infeliz de mí, el pobre “Gacetilla”, a quien se odia en la clase periodística casi tanto como a la ley de jurisdicciones. Y todo ¿por qué? ¡Porque llevo dos años corrigiendo errores de todas clases, que constituyen al ser publicados la vergüenza del gremio!».65

En junio de 1913, una disputa con Federico Urrecha, colaborador de La Tribuna al que se le habría colado un hipnotizar sin h, se alarga lo suficiente en los respectivos periódicos como para que el semanario satírico L’Esquella de la Torratxa publique una caricatura de ambos enfrentándose a golpes, titulada «Pugilistas de la prensa» y acompañada de estos versos: «No creuen en processons, / però, amb atxes a les mans, / fan el seu curs de raons / per’ distreure als ciutadans».66 L’Esquella, además, opina que quizás el celo de Gacetilla es excesivo, especialmente «viviendo en tierra catalana», lo que motiva la respuesta del interpelado: «¡Caramba! ¿Conque viviendo en Cataluña no se deben recoger faltas gramaticales a los que escriben en castellano? [...] ¡Vaya una teoría más... mancomunista! Yo tengo que oponerme a ella porque si prospera la causa del catalanismo va a ganar demasiados adeptos. Urrecha y los que escriben como Urrecha saldrán por las Ramblas cantando Els segadors: “Bon cop de fals, / mateu l’ortografia castellana, / escribidors de la terra, / bon cop de fals”».67

Lo cierto es que Oteyza no sólo se enfrenta a los catalanistas, sino que también entra en disputas frecuentes con periodistas de otros diarios de una orientación similar al que él dirige, lo cual tiene cierto sentido porque probablemente compiten por el mismo lector. Sólo unos días después del intercambio con Urrecha, se enzarza en una nueva polémica lingüística doble con dos redactores de El Diluvio, Enrique Díaz-Retg y Carlos Jordana, que dura más de dos semanas, en las que el uno les reprocha a los otros su deficiente dominio del castellano y los otros al primero su desconocimiento de otras lenguas.68 En un momento dado, Jordana hace público que tiene en su posesión una nota manuscrita de Oteyza con una grave falta ortográfica. Gacetilla se lamenta: «Me he equivocado, sí. Me he equivocado una vez y después de haber escrito unos sesenta millones de veces la tercera persona del presente de indicativo del verbo haber con hache, ¡una vez!, la he escrito sin ella [...]. Jordana ha encontrado esa falta, rebuscando entre sus papeles viejos, en una tarjeta que como amigo particular le escribí particularmente sobre algo particularísimo».69Sintiéndose traicionado, aprovecha para demostrar que sí conoce otras lenguas además del castellano diciendo lo que piensa de la actitud de Jordana: «Se ha portado conmigo como se porta, al ejercer su derecho a revolcarse en el cieno, ese polemista de vista baja que en italiano se llama maiale, y en francés cochon, y en latín porcus. Y en inglés, pig, y en árabe hhla y en alemán schwein. Y en catalán garrí».70Jordana, por su parte, concluye que «sin duda, el dolor que le produjo el verse desprestigiado como escritor fue tan grande que ha llegado, como vulgarmente se dice, a perder el oremus».71

Caricatura de Oteyza (de negro) y Urrecha, en L’Esquella de la Torratxa del 6 de junio de 1913. © Ateneu Barcelonès

La polémica se cierra provisionalmente pero ha dejado heridas sin cicatrizar. En julio, El Diluvio publica una nota sin firmar que insinúa que Oteyza ha perdido el favor de la empresa editora: «Se halla en Barcelona don Miguel Moya con objeto de ver de evitar por todos los medios posibles la muerte próxima de El Liberal. La primera medida que ha tomado el jefe máximo de los Liberales es la supresión inmediata y para in eternam del “Espigueo”. ¡Qué lástima! ¡Tanto como nos jasía reír!».72

Y en septiembre llega el tercer acto, la resolución, en forma de estallido violento. Una vez más, al reseguir el suceso en las páginas publicadas hace más de cien años no puede evitarse una cierta sensación de disputa de opereta bufa, pero, al mismo tiempo, las consecuencias serán muy reales, ya que al fin y al cabo provoca la marcha de Oteyza de Barcelona y su retorno a Madrid. Por lo tanto, vale la pena intentar reconstruir los hechos, pese a que en esta ocasión nos encontramos con la dificultad de no haber podido localizar algunos de los ejemplares de El Liberal claves para entender la polémica. Todo arranca con un artículo de Enrique Díaz-Retg en El Diluvio en el que lamenta que Barcelona se esté convirtiendo en lo que él llama una «pornocrópolis», debido a la excesiva exhibición pública del sexo. Hay una primera respuesta de Oteyza en la que, aparentemente, viene a acusar a Díaz-Retg de mojigato. No parece que la cuestión dé para mucho más, pero el intercambio, otra vez, sube de tono, hasta que en El Liberal aparece un texto73 en el que, a criterio de Díaz-Retg, «se vierten, sin firma alguna que les dé una responsabilidad unipersonal, insultos claros y una difamación encubierta» respecto de su persona. Díaz-Retg responde que no quiere entrar en este terreno, pero que mantiene la «reserva de saldar particularmente esa cuenta villana» que se le ha abierto.74

Al día siguiente, El Liberal aclara que la responsabilidad final de todo texto publicado en sus páginas es de su director: «Cierto que hay periodicuchos que tienen directores de paja; pero eso no ocurre en EL LIBERAL, donde tenemos un director que dirige verdaderamente y que no sólo es, según acaba de decirle en público la primera personalidad de la Prensa Española, “periodista de talento y bríos bien probados”,75 sino que además es, por sus méritos, literato laureado y, por los de sus abuelos, hidalgo de blasón noble con seis cuarteles». Por si fuera poco, el artículo también recuerda que Oteyza es «un caballero que ha ido al campo del honor», clara invitación a resolver la cuestión mediante el duelo, y finalmente acusa a Díaz-Retg de ser «un manso, un manso de corazón».76

Pues bien, al día siguiente —23 de septiembre, martes— Díaz-Retg se las ingenia para mostrar que no es precisamente manso. Y si hasta el momento la polémica se ha mantenido circunscrita a las páginas de El Diluvio y El Liberal, ahora salta a los principales periódicos de la ciudad (La Vanguardia, La Publicidad o El Noticiero Universal, entre otros), que publican el parte oficial de la policía municipal, firmado por el brigada del distrito quinto, Aniceto Gallego:

A la una de la tarde de hoy don Luis de Oteyza, director de El Liberal, pasaba por la acera del hotel de Oriente, cuando se le acercó don Enrique Díaz Retg, agrediendo éste al primero súbitamente, a consecuencia, según ha declarado, de las palabras ofensivas vertidas por el agredido en el periódico citado.

El señor Oteyza fue conducido a la casa de socorro de la calle de Barbará, donde le curaron de heridas contusas unas y con derramamiento de sangre otras, de pronóstico leve, que presentaba en distintas partes de la cabeza, las cuales le produjo el señor Díaz con el puño del bastón que llevaba el agredido.

El agresor, después de registrado en el lugar del suceso por los agentes de la autoridad, sin que le hallasen arma alguna, fue conducido a la delegación de policía de Atarazanas, en donde le tomaron las señas y le dejaron en libertad.77

Pese a que el parte deja claro quién es el agresor y quién la víctima, ni El Liberal ni, especialmente, Carlos de Oteyza están de acuerdo con algunas de las informaciones contenidas en él, hasta el extremo de que el hermano del agredido llega a entrevistarse con el alcalde y el jefe de la guardia municipal para pedir que se rectifique. La versión de El Liberal remarca que Díaz-Retg se habría ocultado detrás de un coche, «en cobarde emboscada», de manera que el ataque se había producido por la espalda; que los golpes habrían continuado una vez que Oteyza estaba ya caído en el suelo; y, sobre todo, que se habrían producido con algún tipo de objeto contundente que llevaba el agresor, ya que «el bastón que portaba nuestro director era una ligerísima caña de bambú, con la cual no puede producirse el más leve daño». Y, por supuesto, se condena la actitud del periodista de El Diluvio: «Al sentirse ofendido por las verdades que le hubimos de decir, en vez de buscar a nuestro director, que se había hecho responsable de todo, en el terreno donde le han encontrado cuantos han querido buscarle, en el terreno donde los caballeros dirimen sus cuestiones, ha preferido ir a la lucha como un chulo que ve en entredicho su reputación o la de su coima. Y ni aún como un chulo se ha portado el tal moralista, porque la chulapería, en sus extremos, suele agredir de frente para herir en la cara». Por todo ello, dirigiéndose a los redactores de El Diluvio, a la Asociación de la Prensa Diaria y a la profesión en general, solicita consecuencias para Díaz-Retg: «Que por dignidad profesional, por vergüenza de hombres honrados y por decoro de caballeros, precisa ejercer una acción colectiva que arroje de entre nosotros a esa deshonra de la clase».78

Ni que decir tiene que la versión de El Diluvio es la opuesta: la agresión fue de cara, y existen —aseguran— testigos dispuestos a corroborarlo. En cuanto a Díaz-Retg, él mismo explica que considera los duelos, «esa camama del terreno de los caballeros», impropia de hombres demócratas y progresistas. Defiende su agresión con unas frases deliciosas: «He preferido el procedimiento inglés o norteamericano: el del varonil, rápido y expeditivo pugilato a la luz del día para que el público pudiera hacerse cargo del castigo. Yo lo he sentido enormemente; pero el señor de Oteyza lo buscó y lo provocó». Y concluye: «Deseo que en otras tierras más sentimentales o más comediantas que estas de Cataluña pueda cosechar alguna de esas actas firmadas por gladiadores y que a mí no encontrará por más que se esfuerce, pues sabemos bien a qué han venido entre nosotros ciertos caballeretes y no seremos tan cándidos que les demos gusto».79

Pero, además, El Diluvio asegura que el conjunto de los periodistas barceloneses da apoyo a la acción de su redactor: «Toda la Prensa de Barcelona (salvo los interesados, como es natural), desde la más radical hasta la más ultramontana, justifica el hecho por la provocación villana que lo motivó. Y las cartas recibidas en este sentido de dignísimos compañeros de todos los campos políticos del periodismo diario entero, las felicitaciones colectivas o personales que ha recibido nuestro compañero en esta Redacción y en su casa lo demuestran».80Y aún: «El papel del señor Oteyza sería altamente ridículo si no fuera por el lamentable estado en que nuestro compañero le ha puesto. Ya no sabiendo a quién más insultar anteayer y ayer insultó a todos los periodistas barceloneses, a toda la Prensa barcelonesa, a todos los compañeros de pluma, porque son todos los que le han hecho el vacío y porque se han felicitado de una manera más o menos ostensible del duro escarmiento que al fin ha recibido ese lenguaraz difamador que se nos había intrusado en Barcelona».81

Lo cierto es que las pocas cabeceras que se posicionan públicamente —de filiación catalanista— lo hacen a favor de Díaz-Retg. Ya al día siguiente de la agresión, El Poble Català corrobora su versión del incidente y le otorga la razón, asegurando que Oteyza, «con sus humos de gran periodista y de caballero hidalgo, no sabe acabar una polémica sin que insulte gravemente y saque a relucir vidas privadas y honores y honras». Y remata con un comentario aún más explícito que los que hemos visto de Díaz-Retg y El Diluvio sobre el carácter «forastero» de Oteyza: «Es curioso esto: que estos periodistas que han venido a Barcelona a descubrirnos, a ilustrarnos y a explicarnos que son caballeros y que tienen cuarteles en el escudo hayan de caer tan lamentablemente, en cuanto se inicia una polémica, en hacer de injuriadores».82Pasados unos días que deberían haber enfriado los ánimos, el semanario Catalunya es igual de contundente: «Conste que nosotros no defenderemos nunca la agresión, pero conste también que la agresión del Sr. Díaz-Retg fue cara a cara y con plena responsabilidad, mientras que la otra se apoyaba en la ambigüedad calculada y la impunidad del papel para herir mucho más bajamente».83

Mientras, Oteyza reposa en casa recuperándose de la agresión, que según el informe del doctor Martínez Vargas le ha provocado «una herida inciso-contusa en la región parietal izquierda, pudiendo tener complicaciones intracraneanas».84Y estando en su casa, en un episodio aún más rocambolesco que lo expuesto hasta el momento, recibe la visita de un presunto médico comisionado por El Diluvio para comprobar si sus heridas son reales. En cuanto a la Asociación de la Prensa Diaria de Barcelona —de cuya junta, recordemos, Oteyza es miembro—, finalmente se reúne el 28 de septiembre y aprueba la constitución de un tribunal de honor que juzgue la cuestión. Oteyza, convocado para dicha reunión, les responde: «Al recibir un sobre con membrete de esa Asociación, creí de buena fe, se lo juro, que encerraría una protesta contra el atentado de que he sido víctima o, al menos, una lamentación por el estado de mi salud. Pero al ver que lo que ese sobre encierra es una cita para esta tarde, le aseguro a usted que, aunque no estoy para risas, me he reído hasta hacer que sangrasen las heridas que tengo en la cabeza. Son ustedes unos guasones de primera, señor presidente».85

Finalmente, el 22 de noviembre se hace público el fallo del tribunal de honor, que decide expulsar de la asociación a Luis de Oteyza con los siguientes argumentos:

Considerando que don Luis de Oteyza ha inferido un grave insulto —en el cual se ha reincidido— a una dama, que por el solo hecho de serlo merece toda clase de consideraciones y respetos, mucho más siendo ella la esposa del contradictor en la polémica; hecho que cree este tribunal de honor constituye un grave delito de lesa dignidad periodística, que el mencionado señor ha tenido frases despectivas para la Asociación de la Prensa Diaria de Barcelona y para los periodistas barceloneses en general; que el referido señor no ha comparecido ante este tribunal, marchándose a Madrid sin indicar los días de salida y regreso.86

Oteyza, que efectivamente en aquel momento ya lleva un mes largo en Madrid, replica en una carta dirigida a Eusebio Corominas, presidente de la asociación: «Ni en mi vida pública ni en mi vida privada tengo nada de que avergonzarme», y cierra: «Sin más que significar a usted y a los que con usted piensan y obran todo el desprecio que como caballero y como periodista me inspira».87El 1 de diciembre El Liberal de Barcelona confirma que Oteyza cesa como director y se instala definitivamente en Madrid: «La Sociedad Editorial de España, accediendo a los deseos del sr. Oteyza, ha querido que prestase el valioso concurso de su pluma ágil y fuerte en uno de los periódicos que nuestra empresa posee en la capital de España». Los elogios al director saliente son abundantes, como es habitual en este tipo de textos, pero los comentarios son lo bastante expresivos como para que se intuyan genuinos: «Con su jovialidad, que es en él el signo más característico, logró borrar las diferencias que entre el director y sus subordinados pudieran existir, haciendo del personal de este periódico una gran familia que se infundía alientos en la lucha y se agrupaba en las pequeñas contrariedades que pudiesen sufrir».88

Sólo hemos encontrado un texto posterior en el que Oteyza se refiera a todo el affaire con Díaz-Retg. Se trata de una entrevista —que ya hemos citado abundantemente en páginas anteriores— de finales de 1919, cuando está arrancando La Libertad. Como suele pasar, la versión de Oteyza no encaja en todos sus detalles con lo que hemos explicado:

—¿El tono de las polémicas sería violento?

—¡Violentísimo! Mi última campaña contra El Diluvio me valió una agresión personal; y catorce días de cama. ¡Me rompieron, a traición, el cráneo con una llave inglesa! Apenas repuesto, la Empresa me ordenó que iniciase otra campaña del mismo tenor, y yo me negué. ¡Primero tenía que adquirir energías! A consecuencia de mi negativa, Moya me dimitió. Y vine a Madrid [...]. Me interesa también que consigne usted lo siguiente: durante mi estancia en Barcelona se realizaron los famosos negocios de las aguas, de la cal, el cemento y el yeso y otros análogos. Y yo llegué a Madrid con 300 pesetas, de las 500 que me había prestado mi amigo particular Mariano Foronda.89

Interesante, también, cómo en la segunda parte de la respuesta Oteyza aprovecha —no a pregunta del periodista, sino por iniciativa propia— para presentarse como un periodista alejado de la corrupción. Oteyza se refiere a dos escándalos vinculados al ayuntamiento de Barcelona durante los años en que estaba controlado por los radicales de Lerroux y que perjudicaron notablemente la imagen de este partido. Fin de etapa, en todo caso, para Luis de Oteyza. También para su hermano Carlos, expulsado igualmente de la Asociación de la Prensa Diaria, al haber asumido como propio todo lo escrito por Luis. Mientras el hermano mayor vuelve a Madrid, Carlos, todavía soltero, opta por un cambio de aires aún más radical: se marcha a las Filipinas, a buscarse la vida en la excolonia española.