—¿Nos han preparado una sorpresa? —preguntó Jiménez, el número 8 del equipo, al ver a todos los vecinos de Nakatomi en el campo de fútbol.
Jiménez se ajustó el pañuelo de la cabeza.
Siempre lleva uno, cada día de un color diferente.
Es por la alopecia areata: Jiménez no tiene ni un solo pelo en el cuerpo.
—En todo caso, me la habrán preparado a mí —respondió Nando, el lateral izquierdo, colocándose su perfecto flequillo rubio—. Por mi gran victoria en el último torneo.
Nando es un poco chulito.
Es el hijo del alcalde de Nakatomi, Ismael Rata.
En las últimas elecciones, Rata también fue elegido alcalde del pueblo vecino, París.
Así que es alcalde de dos pueblos.
—No vamos a poder entrenar, ¿verdad? —preguntó Jalila un poco incómoda.
Jalila es la lateral derecha del Estrella Polar.
Es muy tímida.
Siempre lleva una sudadera con capucha.
—No —respondió con una sonrisa Febbe Talina, nuestra entrenadora—. Pero no pasa nada, lo compensaremos la semana que viene. Voy a ver qué ocurre.
Febbe se llama así por Phoebe, un personaje muy gracioso de una serie de televisión antigua.
Es también la profesora de Historia de nuestro colegio, el Estrella Polar.
A mí antes la Historia me daba igual, me parecía una asignatura un poco aburrida.
Desde que Febbe es mi profesora, me encanta.
Es la entrenadora y la profesora más cañera del mundo.
Esa tarde habíamos ido a entrenar, como cualquier otro viernes, pero el campo de fútbol estaba hasta arriba de gente.
Estaban todos los vecinos del pueblo.

Febbe se alejó de nosotros para hablar con el señor Ruiz, el director del colegio.
—La paciencia y el tiempo hacen más que la fuerza —dijo el señor Ruiz.
—Eso significa que tampoco tiene ni idea de lo que pasa —susurró Jalila.
Al señor Ruiz lo llaman el Frases porque siempre tiene una frase o un refrán a punto para cualquier situación.
—Mirad, ahí está Botón Rojo —dijo Berta, señalando a un hombre bajito y pelirrojo.
Botón Rojo es el bedel del colegio Estrella Polar.
En realidad, se llama Bruneyev.

Todo el mundo lo llama Botón Rojo porque, cuando trabajaba en la central nuclear de Nakatomi-París, su misión era vigilar, precisamente, un botón rojo.
Estaba repasando las líneas del campo de fútbol con una máquina de cal.
Muy despacio. Despacísimo.
Apartando a todo el mundo.
También estaban allí algunos vecinos de París, a los que conocía de vista.
Y otros hombres y mujeres que no había visto en mi vida.
«¿De dónde vienen?», pensé.
—Son de Uña, el pueblo al otro lado de la montaña —me respondió Huang Xii, el volante defensivo y número 66 del equipo.
Huang es el delegado de clase.
Es superinteligente y tiene la capacidad de teletransportarse, además de telepatía.
—Huang Xii, no me leas la mente sin permiso —le pedí.
—Pues tú no me llames Huang Xii —replicó—. Además, esta vez no te he leído la mente. ¡Mira!
Huang señaló un pequeño palco en las gradas.
Allí estaba Ismael Rata, el padre de Nando.
El primer alcalde de dos pueblos a la vez del mundo.
Junto a él, estaban mi madre y dos personas que no conocía.
Mi madre llevaba la toga de jueza.
Fue por ella y su trabajo por lo que nos mudamos a Nakatomi.
Se llama Raimunda.
A un lado, estaba un hombre con un chaleco verde, patillas largas, boina y barba de tres días.
Al otro lado, una chica rubia con el pelo muy largo, mallas y jersey de rayas. Llevaba sujeta con correa a una perra pequeña de raza westy.
—Ese de ahí es Federico Belmonte, el alcalde de Uña —explicó Huang, señalando al hombre del chaleco verde.
—Hum —convino Jon, nuestro extremo izquierdo.
Jon tiene el pelo largo, casi una melena.
No habla mucho.
Prefiere callarse si no tiene nada que aportar.
Suele limitarse a decir «hum».
Antes de conocerlo, no sabía la cantidad de cosas que es capaz de transmitir un «hum».
—¿Y la mujer? —pregunté.
—Ni idea —dijo Huang, encogiéndose de hombros.
—Mi madre me ha dicho que es de la Junta de Castilla-La Mancha —intervino Ximena—. Parece que van a anunciar algo.
—Espero que sea importante —gruñó Milton, el defensa central—. Nos han fastidiado el entrenamiento.
—Yo espero que sea bueno —murmuró Pello, nuestro portero.
—Seguro que sí —dijo Jiménez entusiasmado—. ¿No? ¿O qué creéis?
—Supongo —dijo Jalila—. Oye, Ruth, estás muy callada.
Ruth miraba fijamente a Federico Belmonte, el alcalde de Uña.
Con el ceño fruncido.
Parecía preocupada.
O enfadada.
El alcalde Rata cogió el micrófono.
—Queridos vecinos de Nakatomi y París —dijo Ismael Rata—, queridos convecinos de Uña, me complace mucho daros una noticia muy especial en compañía de mi buen amigo Federico.
Federico Belmonte asintió serio.
Se agarraba el cinturón con chulería.

—¿Lo digo yo o lo dices tú? —preguntó Ismael Rata—. Venga, lo digo yo: ella es Alicia Bañares, mediadora de la Junta de Castilla-La Mancha.
La mujer del jersey de rayas saludó con una sonrisa.
Yo sé lo que es una mediadora gracias a mi madre.
Son personas que intervienen en los conflictos y ayudan a tomar decisiones de una forma justa y satisfactoria para todas las partes.
Alicia Bañares trabaja para la Junta de Castilla-La Mancha.
El organismo de Gobierno más importante de la comunidad autónoma.
—Prefiero Ali Bañares —dijo, acariciando a la westy—. Pero está bien.
—Al parecer, la Junta de Castilla-La Mancha ha comprado los terrenos de El Molino, en la montaña que separa Nakatomi, París y Uña —siguió Rata, abarcando con las manos el bosque que se extendía más allá del colegio.

El Molino es una finca enorme en mitad de la montaña.
Un bosque salvaje en medio del triángulo que forman los tres pueblos.
Se llama así porque hace cientos de años allí había un molino de agua.
De él solo quedan las ruinas.
Ya ni siquiera existe el arroyo que lo movía.
—Van a anexionar El Molino al Parque Natural de la Serranía de Cuenca, joya de la provincia —interrumpió Belmonte, orgulloso.
—El bosque más extenso de todo el sur de Europa, nada menos —puntualizó Rata—. Todo gracias a la Junta.
—Abundante en pinos y avellanos, todos replantados por la Junta —añadió Belmonte.
—Con muchos corzos y jabalíes. —Rata carraspeó—. Gracias de corazón en nombre de Nakatomi y París, Alicia.
—Muchas más gracias en nombre de Uña —dijo el alcalde de Uña.
Ximena y yo nos miramos.
¿Estaban compitiendo por hacerle la pelota a la mediadora de la Junta?
—El asunto es que ahora Federico y yo debemos decidir a qué pueblo pertenecerán oficialmente esos nuevos terrenos de El Molino —dijo Ismael Rata—. Y queríamos hacer partícipes a todos los vecinos de este momento tan bonito.
Hubo un murmullo entre la multitud.

—Así que…, gracias, Federico, lo pensaré bien —dijo el alcalde Rata.
—¿Cómo? —preguntó Belmonte sorprendido, alzando las cejas.
—Hombre, como sabes, yo soy alcalde de dos pueblos, y tú de uno —dijo Ismael Rata—. Digo yo que tendré que tomar yo la decisión, je, je.
—Bueno, Ismael, yo entiendo tu punto de vista, je, je —replicó el alcalde Belmonte—. Pero creo que deberíamos tomar una decisión justa para los tres pueblos.
Ali, la mediadora de la Junta, se puso las gafas y sacó una libreta.
—Por supuesto, quiero lo mejor para todos —aseguró Rata—. Pero no podemos negar que yo tengo más responsabilidad en el asunto, ¿no?
—Claro, claro… —reconoció Belmonte—, pero hay que tener en cuenta muchos factores. Por ejemplo, el uso que se le dará a esos terrenos. ¿O es que quieres incluirlos en el proyecto de ampliación de tu central nuclear?
Además de alcalde electo de dos pueblos, Ismael Rata es el accionista principal de la central nuclear de Nakatomi-París.
La central nuclear más grande y moderna de Europa.
Desde el colegio, vemos las altas torres de sus reactores a lo lejos.
En Nakatomi, corre el rumor de que Rata consiguió las licencias de forma ilegal.
Sobornando a sus contactos para saltarse todas las normativas ecológicas.
—Mi intención es mantener la condición de parque natural protegido de esos terrenos, faltaría más —contratacó Ismael Rata, sudando a mares—. ¿Y tú, Federico? ¿No será que quieres convertirlos en un coto de caza?
Ali Bañares levantó la cabeza de la libreta con el ceño fruncido.
—¿Un coto de caza? —preguntó.
Ruth asintió.
—Federico Belmonte es un cazador famoso —dijo.
—En Uña, ha fundado varios clubes de cazadores, y se dice que todos los veranos se va de safari a África a cazar especies exóticas —explicó Huang.
Federico Belmonte tragó saliva y miró de reojo a Ali Bañares.
—Lo que tengo bien claro es que la caza no envenena el medioambiente —replicó Belmonte—. En Uña amamos la montaña.
—¡En Nakatomi y París también! —repuso Rata—. Y la energía nuclear no envenena nada, que lo ha dicho Europa, ¿eh?, que es energía verde y limpia.
—Sí, claro, si ya sabemos todos que en tus pueblos os dedicáis a eso, a la energía nuclear, que mola más —dijo con sorna Federico Belmonte—. Nosotros, los de Uña, en cambio, salimos al campo a disfrutarlo, a…

—A cazar especies protegidas —terminó Ismael Rata por él.
—¡Eso es una acusación muy grave! —exclamó Belmonte.
—¡Pues como la tuya de envenenar el medioambiente! —gritó Rata.
En el campo, el público también había empezado a discutir.
Los hombres y mujeres de Nakatomi, París y Uña hacían aspavientos y gritaban.
Belmonte miraba nervioso a su alrededor.
—¿Sabes qué, Ismael? —rugió Federico Belmonte con la mandíbula apretada ante el micrófono—. Te propongo que lo decidamos a la antigua, en el campo.
—¿Cazando? —se burló Rata.
—¡En el campo de fútbol! Tú y yo y los vecinos que se atrevan —dijo Belmonte, colorado—. ¡Como cuando éramos pequeños!
Ismael Rata, también colorado, se colocó el flequillo.
—Ejem… No digas bobadas, hombre, Federico… Je, je. —Carraspeó—. Yo ya no juego al fútbol ni nada de eso. Es una ocurrencia absurda, es…
Entonces, Federico Belmonte clavó su mirada en nosotros.
Llevábamos la equipación del Estrella Polar.
—Jugarán ellos —dijo, señalándonos—. ¡Los niños! Este mismo fin de semana, organizaremos un torneo de fútbol con los equipos infantiles de los tres pueblos.
Los jugadores del Estrella Polar cruzamos varias miradas.
Preocupados.
Nerviosos.
Un poco emocionados.
Sobre todo, Milton.
Febbe, muy seria, suspiró y se cruzó de brazos.
—Un torneo triangular —concluyó Belmonte—. Los Mapaches, Los Hurones y el Estrella Polar. Tres partidos: el que gane, dos puntos; si hay empate, un punto cada uno. ¡El alcalde del equipo ganador lo decidirá todo!
