En la era de la inteligencia artificial (IA), esa que nace cuando todavía estamos digiriendo lo que supone la transformación digital, atreverse a pensar marca la diferencia. Pensar entre máquinas. Pensar es intentar construir criterio propio. Es balancear entre observaciones, experiencias, datos, memoria, algo que no tenga sentido. Algo propositivo. Estamos en un momento clave de la humanidad. Uno más. Si pensamos, las máquinas inteligentes nos empoderan. Si no pensamos, las máquinas de inteligencia artificial nos mimetizan, nos diluyen en mainstream que ellas mismas crean con sus algoritmos cargados con los datos que les ofrecemos. Pensar, crear y aprender son los grandes recursos que tenemos para no diluirnos en una masificación exógena. Necesitamos usar la tecnología a nuestro favor, ser más humanos gracias a ella. Si dejamos que la tecnología nos deshumanice consolidaremos la era de la estupidez. Vamos hacia un mundo donde lo único sensato es decantar la nueva ecuación entre tecnología y personas a favor de las personas. La única aproximación a un mundo digno (con la que ha caído en el siglo XX me parece ingenuo hablar de utopía) nacerá de las personas, ojalá que de personas con capacidades aumentadas por el concurso de máquinas muy potentes que, por pura sensatez, estén a su servicio. El problema no es la inteligencia artificial, el problema es la condición humana. Y es en eso en lo que hay que aplicarnos. Abogaría por la suma de inteligencias. Por la inteligencia natural como base bien armada gracias a lo que le aporta la inteligencia artificial: volúmenes ingentes de datos que nunca podría procesar y de muchas predicciones y prescripciones basadas en IA que le permitan decidir mejor, así como hacer mejores simulaciones o personalizaciones.
Es el momento de pensar. De entrenarse a pensar. De escribir. De los que no escriben no sabemos si piensan, intuimos que sí. Justamente este es el ejercicio que nos ofrece Joana Barbany. Nos conocemos desde hace más de veinte años. Hemos trabajado juntos y la he visto brillar en muchas de sus responsabilidades. Su energía y su alegría son contagiosas. Siempre la he recordado con criterio propio y ganas de ir más allá. En el libro que tenéis en vuestras manos, Joana nos ofrece sus reflexiones sobre la tecnología y las personas. Su pensamiento y su entusiasmo. También su prudencia. Ha leído mucho, pero se nutre de su experiencia a caballo entre el sector privado y el público. Nos propone un lienzo de pensamientos. Y lo hace con una cierta brevedad. La brevedad es para valientes. Exponiéndonos su pensamiento nos invita a que forjemos el nuestro. Nos abre caminos. Nos trae ejemplos. Nos ilumina con algunos datos. Y nos traza un hilo conductor: la humanización. Cada vez somos más los que creemos que la potencia de las tecnologías digitales y de datos requiere un nuevo humanismo. Joana lo expone con lucidez. Disfruten de estos textos que nos sirven como bocados de pensamiento.
La digitalización y las tecnologías de datos, en especial la inteligencia artificial, requieren que las personas estemos vinculadas a ecosistemas de aprendizaje potentes, desde la familia hasta las escuelas y universidades, o las propias empresas. Ya no tendremos suficiente con ecosistemas de formación. Necesitamos formar parte de ecosistemas de aprendizaje. Aprender para no envejecer de golpe. Saber operativizar lo aprendido será nuestra fuente de oportunidades. Joana Barbany nos lleva a un colofón de su reflexión que tiene que ver con esta necesidad de aprender a usar la tecnología a nuestro favor. La tecnología nos ofrecerá infinidad de cosas buenas para la humanidad, simplemente se trata de tener personas, comunidades y sociedades que aprendan a orillar el lado oscuro de la tecnología que tan bien nos describe Joana Barbany. Espero que ustedes disfruten tanto como yo de la lectura del libro de Joana.