CAROL DWECK

Carol S. Dweck (1946) es una profesora de la cátedra Lewis and Virginia Eaton de Psicología Social en la Universidad de Stanford. Graduada por el Barnard College en 1967, obtuvo su doctorado en la Universidad de Yale en 1972. Antes de unirse a la Universidad de Stanford en 2004, enseñó en las universidades de Columbia (1985–2004), Harvard (1981–1985) e Illinois (1972-1981). Es autora del bestseller internacional Mindset: La actitud del éxito, en el que resume los resultados de varias décadas de trabajo en el campo de la mentalidad del éxito. En la obra se describe lo que denomina una «teoría de la mentalidad», en la que se apunta que todas las personas tienen una mentalidad fija (fixed mindset) o una mentalidad de crecimiento (growth mindset), lo que hacen que estén cerradas o abiertas al aprendizaje. A lo largo de sus páginas explora cómo cada una de estas mentalidades afecta al trabajo, a las relaciones y al éxito en general. Ha publicado más de un centenar de artículos en periódicos y revistas especializadas, y ha recibido diferentes reconocimientos como el Premio E. L. Thorndike Career Achievement en Psicología Educativa, el Premio a la Contribución Científica Distinguida por la American Psychological Association (APA) o el Premio Yidan para la Investigación en Educación, entre otros. Carol Dweck también ha sido ponente en TED, y su charla con el título El poder de creer que puedes mejorar acumula cerca de quince millones de visionados.

1. Tu tipo de mentalidad determina el éxito que tendrás en la vida.

La mentalidad (mindset) hace referencia a nuestras creencias (lo que creemos). Las creencias lo son todo, salvo que tomemos consciencia de ellas y las cambiemos; porque nuestras creencias determinan lo que pensamos, lo que pensamos determina lo que hacemos, y lo que hacemos, lo que conseguimos. Actuamos según nuestras creencias. Gran parte de lo que nos impide avanzar en la vida viene de ahí. La mayor parte de los obstáculos que nos impiden avanzar no son externos sino internos. Por tanto, «cuando la mentalidad cambia, todo puede cambiar; si cambias tu mentalidad, cambias tu vida», nos dice Dweck. Las creencias no son innatas sino aprendidas, e igual que las hemos aprendido las podemos desaprender y reemplazar por otras. Cambiar tus creencias (causa) puede tener notables resultados (efecto) en tu vida. Dweck escribe: «Durante veinte años mi investigación ha demostrado que el punto de vista que adoptas de ti mismo afecta profundamente a la forma en que llevas tu vida». 2. Hay dos tipos de mentalidad: fija y de crecimiento.

Analicemos ambas con detenimiento:

• Mentalidad fija: las personas con mentalidad fija creen que sus capacidades son estáticas: soy bueno o no soy bueno en algo. Tienden a evitar los retos, abandonan con facilidad, ven el esfuerzo como estéril, ignoran el feedback útil y se sienten amenazados por el éxito de los demás. Como consecuencia de esta actitud se estancan y no llegan a alcanzar su pleno potencial. Confirman así una visión determinista del mundo. Las personalidades con mentalidad fija representan el clásico «unos nacen con estrella y otros estrellados». Suelen ir por la vida de víctimas.

• Mentalidad de crecimiento: las personas con mentalidad de crecimiento creen que sus capacidades son como los músculos, pueden crecer si se ejercitan: aceptan más desafíos, perseveran ante la adversidad, contemplan el esfuerzo como el camino hacia el expertise, aprenden de la crítica constructiva y encuentran inspiración en los éxitos de los demás. Como consecuencia de ello, alcanzan niveles más altos de realización y satisfacción. Las personalidades con mentalidad de crecimiento representan la autorresponsabilidad y el esfuerzo. La curiosidad les motiva. No temen preguntar. Se enfocan en el proceso. Disfrutan del camino.

3. Existen dos tipos de elogio: los que alaban a la persona (mentalidad fija) y los que alaban el proceso (mentalidad de crecimiento).

Los estudios e investigaciones de Dweck son muy útiles en el campo de la educación, porque la educación siembra en la infancia aquellas creencias que se manifiestan en conductas en la edad adulta. Hay que elogiar sabiamente:

• Cuando se elogia a la persona, se está reforzando la mentalidad fija, la creencia de que el éxito se debe a rasgos innatos. Cuando estas personas fallan, lo achacan a que son inapropiadas, y como consecuencia de ello, no perseveran y abandonan.

• Cuando se elogia el proceso, se refuerza la mentalidad de crecimiento, la idea de que las cualidades pueden desarrollarse con esfuerzo y tesón. De esta manera se refuerza el amor por el aprendizaje y la resiliencia que constituyen la esencia del desarrollo personal.

Debemos reconocer a las personas por el esfuerzo, no por lo que son. Dice Dweck: «¿Gané? ¿Perdí? Son preguntas equivocadas. La pregunta correcta es: ¿me esforcé?». Las investigaciones realizadas por Dweck en este aspecto arrojaron unos datos sorprendentes: el 85 por ciento de los padres alaban la inteligencia/talento (ser) y no el esfuerzo realizado (hacer) y el proceso. Dice Dweck: «El problema surge cuando los padres de los niños alaban a los niños de una manera que les hace sentir que son buenos y dignos de amor sólo cuando se comportan de la manera concreta que les gusta a los padres». Ése no es el camino adecuado para fomentar en los jóvenes una mentalidad de crecimiento. Alaba el hacer (esfuerzo), no el ser (inteligencia). Algunos ejemplos concretos:

• «Esa tarea era muy tediosa. Admiro cómo fuiste capaz de concentrarte y acabarla»… en lugar de decirle: «Qué trabajador eres».

• «Ese dibujo tiene unos colores preciosos. Cuéntame cómo lo has hecho»… en lugar de decirle: «Eres un artista».

• «Estoy contento de tus notas porque reflejan todo lo que has estudiado»… en lugar de decirle: «Qué inteligente eres».

Las palabras de Dweck son inspiradoras: «El mayor regalo que le puedes hacer a un niño es enseñarle que no pasa nada si no consigue algo ahora, pero que, con tiempo, esfuerzo, aprendizaje y colaboración, puede lograrlo».

4. La mentalidad fija boicotea el aprendizaje.

Dice Dweck: «Creer que las cualidades personales son inamovibles (mentalidad fija) origina la necesidad de validarse a uno mismo constantemente». Si cuando hago algo bien soy un «ganador» y cuando hago algo mal soy un «perdedor», estamos valorándonos exclusivamente en función de los resultados, lo que hace que las personas con mentalidad fija tiendan a eludir todas aquellas actividades en las que puedan quedar en evidencia, obviando que:

1. No es posible hacerlo todo bien siempre. Nadie gana siempre y en todo. La vida va de golpear y encajar golpes.

2. No es posible hacerlo todo bien a la primera. Convertirse en un experto es un proceso de aprendizaje a base de ensayo y error.

En una investigación realizada por Dweck, ofrecieron a niños de cuatro años dos alternativas: podían volver a hacer un rompecabezas fácil o podían intentar aprender uno más difícil. Los de mentalidad fija se quedaron con el conocido y más seguro (los niños inteligentes no cometen errores); los de mentalidad de crecimiento pensaron que era una alternativa estúpida y se decidieron por el nuevo: ¿Quién querría hacer el mismo rompecabezas una y otra vez? La obsesión de la gente con mentalidad fija es evitar el fracaso (los niños inteligentes no cometen errores), mientras que la de la gente con mentalidad de crecimiento es hacerse más inteligente (crecer y mejorar). Pero esto no es sólo un tema de niños. En otra investigación realizada en la Universidad de Hong Kong, en la que todos los estudios son en inglés, se dio la oportunidad a los alumnos de primer curso —algunos no tienen un nivel de inglés muy fluido— de mejorar su nivel de la lengua de Shakespeare. Los alumnos con mentalidad de crecimiento dijeron que sí entusiasmados, mientras que los de mentalidad fija no mostraron mucho interés por el asunto. Evidentemente, estos últimos no querían dejar al descubierto sus carencias (deficiencias) y por sentirse seguros ponían en peligro su futuro profesional al renunciar al aprendizaje del idioma.

5. Las mentalidades cambian el significado del fracaso: aprender o demostrar, ¿en qué consiste el verdadero éxito?

¿Cuándo te sientes inteligente: cuando eres impecable o cuando aprendes?

• Para la mentalidad fija el fracaso es una etiqueta. Fracasar es no ser inteligente o no tener talento. La gente inteligente no comete errores. Para estas personas fracasar es ser un fracasado.

• Para la mentalidad de crecimiento, en cambio, el fracaso es inspirador e instructivo. En realidad, no sienten que estén fracasando, sienten que están aprendiendo, evolucionando y creciendo. Para estas personas, fracasar es parte del proceso de crecimiento.

Howard Gardner, en su libro Mentes extraordinarias, concluyó que los individuos excepcionales tienen «un talento especial para identificar sus propias fortalezas y debilidades», y dicho talento va unido a la mentalidad de crecimiento. Es decir, el talento tiene que ver con su desarrollo. Una cosa es tener un don y otra es tener talento. El talento es la expresión del don llevado al máximo potencial gracias al trabajo duro, la perseverancia y la resiliencia ante la sequía, los errores y los fracasos. La gente excepcional es capaz de convertir los contratiempos en éxitos futuros, algo propio de las personas con mentalidad de crecimiento. Aceptan la derrota, pero no les define: siguen adelante, mejoran, consiguen.

6. Todo el mundo puede crecer y cambiar por medio de la dedicación y la experiencia.

Cambiar y mejorar, podemos hacerlo todos, la cuestión es cuánto. Dweck se pregunta a sí misma: «¿Entonces, según esta mentalidad de crecimiento, todo el mundo puede ser lo que se proponga? ¿Cualquiera con la motivación o la educación apropiada puede llegar a ser Einstein o Beethoven?». Y responde también a sí misma: «No, pero considera que el verdadero potencial de una persona es desconocido (e incognoscible); que es imposible predecir lo que puede conseguirse tras años de pasión, esfuerzo y práctica». A lo largo de la historia, son numerosos los ejemplos de personas que, a priori, no hacían presagiar un futuro demasiado excelente y que han llegado muy lejos en la vida. Por ejemplo, a Charles Darwin y a León Tolstói se les consideraba niños corrientes; sin embargo, el primero es conocido por la teoría de la evolución, y el segundo es reconocido como uno de los escritores más importantes de la literatura universal. Según relata Dweck, «Robert Sternberg, el gurú actual en el ámbito de la inteligencia, escribe que el factor más importante para adquirir pericia “no es ninguna habilidad innata, sino el compromiso decidido”». Lo que podemos afirmar sin riesgo a equivocarnos es que todas las personas tienen un gran potencial, que ese potencial depende del desarrollo, y que hasta dónde puede llegar ese desarrollo es algo que tiene que comprobar cada persona por sí misma en función de su ambición, trabajo y determinación. Dicho con palabras del escritor británico T. S. Eliot: «Sólo aquellos que se arriesgan a ir demasiado lejos pueden descubrir hasta dónde se puede llegar».

7. La característica principal de la mentalidad de crecimiento es la pasión por los retos, la búsqueda de la autosuperación, incluso (y especialmente) cuando las cosas no van bien.

La mentalidad fija, por su parte, actúa para evitar todas aquellas situaciones que impliquen ignorancia, error e incertidumbre. Dweck apunta: «He visto demasiadas personas cuyo único objetivo es la autoafirmación: en las aulas, en sus profesiones y en sus relaciones. Ven cada situación como una oportunidad para confirmar su inteligencia, su personalidad o su carácter. Viven en una evaluación continua». Evidentemente, esa actitud sólo conduce al estancamiento. Puedes tener ciertas habilidades para algo, pero si no las sigues desarrollando, te quedas atrás. Si siempre haces lo mismo, te conviertes en previsible y rutinario, máxime en un entorno tan rápido como el que vivimos. Los mercados —y la sociedad— se desarrollan en base a la innovación y la mejora. Sin retos —ambición por mejorar— no hay crecimiento. Eso sólo es posible con una actitud de apertura y humildad ante la incertidumbre, el error y el no saber. Dweck reflexiona con inteligencia en este punto: «¿Por qué perder el tiempo demostrando una y otra vez lo bueno que eres, cuando podrías invertir esa energía en ser aún mejor? ¿Por qué ocultar las deficiencias en vez de superarlas? ¿Por qué rodearte sólo de gente que alimente tu autoestima en lugar de abrirte a otros que te reten?». Lo contrario de la humildad, propio de la mentalidad de crecimiento, es el ego, propio de la mentalidad fija. Y el ego no lleva nada bien la derrota, el error o el fracaso, ya que identifica su validación con los resultados, lo que le hace evitar todo tipo de situaciones que sean potencialmente peligrosas. Como es lógico, ése no es el camino del crecimiento. Ray Dalio lo expresa bien: «La motivación por ser mejor debe ser mayor que la motivación por tener razón».

8. La gente con mentalidad de crecimiento no sólo busca los retos, sino que se crece con ellos.

Los niños que juegan al balón con chicos mayores que ellos, evolucionan y crecen. La tentación —sobre todo de los padres— es jugar con otros de peor calidad para ver lo buenos que son sus hijos. Mariel Margaret Hamm (Mia Hamm), una de las mejores jugadoras en la historia del fútbol femenino, decía cierta vez: «Durante toda mi vida he preferido ser una mala jugadora, es decir, he preferido medirme con jugadores de mayor edad, más grandes, más dotados, más experimentados; en pocas palabras, mejores que yo». Al principio jugaba con su hermano mayor; luego, con diez años, se apuntó al equipo de chicos de once años; más tarde al equipo número uno de Estados Unidos: «Todos los días intentaba estar a la altura de su juego… y mejoraba más deprisa de lo que nunca soñé que fuese posible». Por su parte, las personas con mentalidad fija pierden el interés por los retos cuando éstos empiezan a volverse difíciles. Son ese tipo de personas que se les llena la boca al hablar de grandes logros, pero a las primeras dificultades, errores o fracasos que ponen en peligro su identidad (reputación), dan un paso al costado. Apuestan y juegan sobre seguro, pero la seguridad nunca es una buena opción cuando uno aspira a cotas destacables. El crecimiento personal siempre está asociado a una cierta incomodidad, a una tensión entre lo que uno es y lo que puede llegar a ser.

9. Las personas con mentalidad fija se entusiasman con lo fácil.

Uno de los mayores retos a los que se enfrentan hoy día las empresas es el de responder con agilidad a los cambios del mercado. Ello exige dos cosas: flexibilidad y capacidad de aprendizaje. Ya apuntaba Jack Welch, durante más de dos décadas CEO de General Electric, que «la capacidad de una organización para aprender y convertir en acción rápidamente lo aprendido es su principal ventaja competitiva». Por ello, a la hora de seleccionar personal para las organizaciones, es muy útil descubrir si los candidatos tienen una forma de pensar más propia de la mentalidad fija o de la mentalidad de crecimiento. En la actualidad es más importante que nunca la segunda opción. Un buen ejemplo es el de la legendaria bailarina y profesora rusa, Marina Semiónova. Una alumna suya contaba en cierta ocasión cómo seleccionaba a los candidatos para trabajar con ella: «Sus alumnos tienen que sobrevivir a un periodo de prueba en el que ella observa cómo reaccionas ante las alabanzas y las correcciones. Se considera que están a la altura aquellos que se muestran más receptivos a las correcciones». Es decir, su forma de discernir era separar entre los que se entusiasmaban con lo fácil (mentalidad fija: aferrarse a lo seguro) y los que se entusiasman con lo difícil (mentalidad de crecimiento: el reto de mejorar). Los primeros no estaban demasiado abiertos a las críticas que ponían en jaque la estabilidad de su imagen, mientras que los segundos sabían que era un peaje necesario a pagar para evolucionar, crecer y ser mejores.

10. Las personalidades con mentalidad fija esperan que las capacidades aparezcan de repente sin que exista aprendizaje.

Para ellas, las capacidades se tienen o no se tienen. No contemplan la posibilidad de aprender. Sin embargo, ¿acaso no es para eso para lo que existen los centros de formación? Las personas van allí para aprender y mejorar, no porque lo sepan todo. Para las personalidades de mentalidad fija, se puede medir el potencial hoy, y ese potencial se proyecta a futuro. La realidad, no obstante, demuestra que eso es erróneo con asiduidad. Muchos personajes que han dejado huella a lo largo de la historia fueron considerados por sus profesores o padres unos casos perdidos. Todos ponemos etiquetas y tenemos prejuicios. Todos hemos cometido el error de conocer alguien y pensar que no tenía demasiado futuro, sin contemplar la posibilidad de que las personas cambian y mejoran gracias al aprendizaje. La posición de partida condiciona, qué duda cabe, pero no determina siempre que exista una actitud de apertura hacia el aprendizaje, determinación y paciencia. En su charla TED El poder de creer que puedes mejorar (diciembre de 2014), Carol Dweck comienza diciendo: «He oído hablar de una escuela de Chicago donde para graduarse hay que pasar un cierto número de cursos y si no lo consiguen se les califica como: “todavía no”. Y me pareció fantástico, porque ante un fracaso uno piensa que es nada, pero con un “todavía no” entiende que se está en proceso de aprendizaje. Te abre un camino hacia el futuro». El «todavía no» es un soplo de esperanza que empuja hacia el aprendizaje y al crecimiento: quienes siguen aprendiendo, siguen creciendo. Es un buen ejemplo que deberíamos tener bien presente, tanto al evaluarnos a nosotros mismos como al hacerlo a los demás. Dweck lo denomina the power of yet (el poder del todavía). Asumir la responsabilidad de nuestra vida es recuperar nuestro poder, y bajo este prisma podemos tomar las riendas de nuestra vida sin caer en una visión determinista: soy o no soy bueno.