AMY CUDDY

Amy Cuddy (1972) es una psicóloga social norteamericana, autora y conferenciante, conocida por sus investigaciones sobre temas diversos como la influencia, el comportamiento no verbal, los estereotipos y la discriminación. Es licenciada en Psicología Social por la Universidad de Colorado, doctora en Psicología Social por la Universidad de Princeton y máster en Psicología Social por esta misma universidad. Actualmente es profesora de la Harvard Business School en temas de influencia, poder y negociación, y con anterioridad fue docente en la Kellogg School of Management y en la Universidad de Rutgers. Como conferenciante, Cuddy es conocida por su charla en el TED global de 2012 con el título El lenguaje corporal moldea nuestra identidad, que la ha hecho mundialmente famosa y está entre las diez más vistas en la historia de esta plataforma, donde explica cómo nuestro lenguaje corporal afecta a nuestro estado de ánimo y como consecuencia de ello a nuestra conducta. Cuando se escriben estas páginas lleva cerca de setenta millones de visionados. Sus investigaciones y artículos divulgativos se han publicado en prestigiosos medios como: The New York Times, The Wall Street Journal, The Economist, Wired o Fast Company, entre otros. Es autora del bestseller internacional Presencia, con subtítulo: Autoestima, poder y seguridad personal: utiliza el lenguaje del cuerpo para afrontar las situaciones más estresantes, que ha alcanzado los primeros puestos en las listas de ventas de publicaciones como The New York Times, The Wall Street Journal, USA Today y Publishers Weekly. Fue incluida por Business Insider en el ranking de las cincuenta mujeres que están cambiando el mundo, elegida por la revista Time como «Change Gamer», y en 2014 participó en el Foro Económico Mundial 2014 como una de las «Grandes Líderes Jóvenes».

1. Lo opuesto de la impotencia es el poder. La presencia aflora cuando nos sentimos poderosos por dentro.

La sensación de poder personal (confianza en uno mismo) nos protege de emociones negativas y nos libera para ser auténticos, tomar mejores decisiones y actuar con mayor contundencia; la falta de poder personal, por el contrario, nos hace sentir pequeños, nos anula, nos encoje y nos reprime alejándonos de nuestras verdaderas necesidades y de nuestro potencial, viéndonos obligados a conformarnos (resignarnos) con algo menor. Tanto si tenemos una entrevista de trabajo, como si tenemos que negociar un contrato, pronunciar una conferencia, presentar un plan de negocios a inversores, conquistar a una pareja o pedir ayuda, por citar sólo algunos ejemplos, necesitamos confiar en nosotros mismos. Y si eso no sucede, autosugestionarnos para lograrlo: o tomamos la iniciativa o las situaciones nos superan. En cualquier momento y en cualquier rincón del planeta hay personas intentando encontrar valor para hacer algo. Es un tema universal, nos pasa a todos. El mayor reto al que nos enfrentamos las personas es aprender a ganar confianza en nosotros mismos. Todos, con mayor o menor intensidad, sufrimos el «síndrome del impostor». Con gran ironía decía el actor Cary Grant: «Todo el mundo quiere ser Cary Grant. Hasta yo quisiera ser Cary Grant». Esa confianza se manifiesta y expresa a través de lo que Cuddy denomina presencia, un lenguaje corporal que produce impacto y convence. Cuando estamos presentes, todo nuestro cuerpo transmite comodidad con nosotros mismos, y los demás así también lo notan y lo captan.

2. Cuando no estás presente, lo demás lo notan; cuando lo estás, responden.

El 90 por ciento del impacto emocional que causamos en los demás no depende tanto de lo que decimos, sino de la seguridad y confianza que mostramos en nosotros mismos, de lo que transmitimos. La confianza en uno mismo es un factor muy útil en cualquier circunstancia de la vida. Da igual de lo que se trate. Amy Cuddy cuenta cómo una estudiante había estado investigando y analizando aquellas situaciones en que los emprendedores intentan convencer a potenciales inversores para que inviertan en sus compañías y cómo reaccionaban éstos a sus presentaciones. Después de analizar con detenimiento 185 vídeos, los resultados fueron reveladores: el mayor indicador de quiénes conseguirían el dinero no eran sus títulos ni el contenido de sus palabras, sino la confianza, el desparpajo y el entusiasmo que mostraban. Los que triunfaban estaban plenamente presentes y su estado de presencia se palpaba en el aire. Se percibía sobre todo en el lenguaje no verbal: gestos, expresiones faciales o tono de voz. Como apuntaba el experto en dirección de empresas Jonathan Haigh: «Estar convencido de lo que dices es esencial en una propuesta».

3. La presencia es el estado de ser conscientes de nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos, valores y potencial, y ser capaces de expresarlos sintiéndonos a gusto.

A menudo, pensamos algo, sentimos algo, o nos apetece algo… pero no lo expresamos por vergüenza, miedo o necesidad de aprobación. Nos sentimos inseguros. Gente que le apetece ponerse determinada ropa, pero se siente incómoda (insegura) y opta por algo más discreto. Probablemente a todos nos ha pasado. Ahí hay un conflicto entre deseo y realidad. Eso lo corrige la presencia, que o bien se expresa de manera natural o hay que ganársela. Dice Cuddy: «La presencia viene de creer y confiar en ti, en tus sentimientos auténticos, en tus creencias, en tus valores y en tus aptitudes. La presencia aflora cuando nos sentimos poderosos por dentro, lo cual nos permite ser conscientes de nuestro yo más sincero. En ese estado psicológico somos capaces de estar presentes incluso en situaciones tremendamente estresantes que normalmente nos harían sentir impotentes». Y añade: «La presencia es cuando todos tus sentidos coinciden en algo al mismo tiempo. Para estar presentes de verdad, los diversos elementos del yo —emociones, pensamientos, expresiones físicas y faciales, conductas— deben estar en armonía». La presencia es la capacidad de estar en armonía con quién eres en momentos de estrés.

4. Cuando estamos presentes no estamos luchando contra nosotros mismos, sino siendo nosotros mismos.

La falta de confianza —y persuasión— procede de una incoherencia entre quiénes somos y lo que manifestamos. Cuando nos sentimos presentes, nuestras palabras, expresiones faciales, posturas y movimientos, están en armonía. Se sincronizan y se centran. Y esta convergencia y armonía interior es potente y resonante, porque es real. Es lo que nos hace ser convincentes. Pero es importante subrayar algo: «La búsqueda de la presencia —como apunta Cuddy— no es una cuestión de cuidar hasta el más mínimo detalle la impresión que damos a los demás, sino de la conexión sincera y poderosa que mantenemos internamente con nosotros mismos». Y puntualiza: «Cuando estamos realmente presentes en un momento difícil, la comunicación verbal y no verbal fluyen. Ya no nos hallamos en un estado mental confuso. Cuando esto no ocurre, es relativamente fácil controlar las palabras que pronunciamos, pero no el resto de mecanismos de comunicación: rostro, cuerpo y conducta. Y este tipo de comunicación importa y mucho». El cuerpo dice lo que las palabras no expresan: «El cuerpo es nuestra autobiografía», decía Frank Gelet Burgess.

5. La presencia no consiste en fingir nada, sino en desprenderte de lo que te impide expresar quién eres. Es más bien aceptar que en realidad posees esta capacidad.

El éxito en la vida parte siempre de una palabra: AUTENTICIDAD (en mayúsculas), que no es otra cosa que ser capaces de conectar con nuestra esencia y expresarla. El impacto que causamos en los demás no depende de ser de una determinada manera, sino de ser auténticos: de ser nosotros mismos y de estar a gusto con quiénes somos. Las personas que más cautivan son las más auténticas. Otra cosa es morralla. Cuando estamos demasiado pendientes de la impresión que causamos en otras personas, nuestro comportamiento parece poco natural. Damos una imagen falsa. Las investigaciones empíricas han demostrado que cuanto más intentan los candidatos a un empleo dar buena impresión —utilizando tácticas ad hoc— más empiezan los entrevistadores a desconfiar de esos candidatos y las posibilidades de conseguir el empleo se reducen drásticamente. Cuanto más capaces somos de ser nosotros mismos, más presentes estamos. Y esto nos hace ser más convincentes. No es casual que el poeta Walt Whitman dijese: «Convencemos a los demás con nuestra presencia». La conclusión es la siguiente: céntrate menos en la impresión que das y más en la impresión que te llevas de ti mismo.

6. El lenguaje corporal moldea nuestra identidad.

El argumento principal del libro Presencia es que el lenguaje corporal no sólo influye en cómo nos ven los demás, sino que también puede cambiar nuestra percepción de nosotros mismos: lo que hace nuestro cuerpo influye en nuestra mente y nuestro comportamiento. Actuamos como nos sentimos, pero también sentimos como actuamos. Dicho de otro modo: no siempre vamos a tener el estado de ánimo (confianza) deseable, así que tenemos el deber de adoptar estrategias que nos permitan provocar ciertos estados mentales que nos conduzcan a los comportamientos más adecuados en cada momento. De lo que se trata es de llevar la iniciativa y anticiparse. No es lo mismo abordar una situación desde el entusiasmo y la confianza, que desde las dudas y el miedo. Si tienes una reunión y estás decaído, tienes que contrarrestar ese estado de ánimo para estar al cien por cien y darlo todo; si tienes que impartir una conferencia y estás nervioso, tienes que contrarrestar esa situación para que no te afecte y poder impactar de verdad. El lenguaje corporal nos ayuda a ello; es una herramienta de control mental. Cuando adoptamos lo que se denominan «posturas de poder», posturas corporales expansivas —que se caracterizan por hacernos grandes—, tendemos a sentirnos más poderosos, más seguros de nosotros mismos y, por tanto, en nuestra interacción con los demás estamos más presentes, lo que nos conduce a mayores posibilidades y mayores logros, a cautivar más fácilmente. Adoptar una postura de seguridad, aun sintiéndose inseguro, puede alterar los niveles cerebrales de testosterona y cortisol, afectando a nuestras actitudes y comportamientos y mejorando así nuestras probabilidades de impactar en los demás. Un ejemplo de cómo el lenguaje corporal afecta a la percepción propia y de los demás es la haka, el ritual de baile que hacen los All Blacks —selección nacional de rugby de Nueva Zelanda— antes de los partidos. Cuando acaba, ellos salen empoderados, el equipo contrario intimidado.

7. La propuesta de Amy Cuddy es el self-nudging, darnos pequeños empujoncitos hacia nuestra meta final.

El estado de presencia para persuadir es crítico en cualquier acontecimiento. A todos nos gustaría tener más presencia, es algo que cualquier persona anhela. La clave para lograrlo, como cualquier otro cambio, reside en la suma de muchos pequeños cambios. Las grandes transformaciones no se producen de manera milagrosa de un día para otro: no son una revolución sino una evolución. El objetivo, por tanto, es empezar a cambiar: dar un primer paso y generar inercia positiva. Luego, dar otro más y así sucesivamente. Desde el punto de vista de la presencia, de lo que se trata es de emplear la técnica de la postura de poder en cada ocasión que necesitemos ponerla en práctica. Cada situación en la que no haya convergencia entre nuestro estado mental deseado y nuestro estado real, debemos aplicar esta técnica para ir filtrando e interiorizando el estado deseado (sentirnos confiados y seguros) en el inconsciente. Como todo lo que merece la pena exige disciplina, resiliencia y paciencia. Disciplina para hacerlo en cada ocasión; resiliencia para aguantar cuando hay sequía; paciencia para esperar hasta que haya resultados.

8. Todos podemos manifestar presencia, aunque muchas personas no sepamos cómo conservarla.

Todos tenemos episodios pasajeros de presencia en los que nos sentimos confiados y con control de la situación, ya sea porque estamos cómodos en un contexto determinado, controlamos un tema o alguien nos empuja y nos hace sentir seguros. El problema es que sentimos que la presencia es pasajera: va y viene. La cuestión es cómo ser capaces de hacerla lo más permanente posible, que haya consistencia. Las investigaciones científicas han revelado los mecanismos psicológicos y fisiológicos que explican la presencia, y la conclusión más relevante es que podemos regular estos mecanismos conscientemente. Con cambios en el lenguaje corporal y la actitud mental podemos lograr ese estado de presencia. Se trata de que el cuerpo dirija la mente. Inducir un estado mental a través de nuestro lenguaje corporal. No obstante, es importante señalar, como nos advierte Cuddy, que «la presencia no es una cuestión de todo o nada. A veces perdemos este estado y tenemos que volver a recuperarlo, pero es algo de lo más normal». La presencia es un juego en el que a veces se gana y otras se pierde, de lo que se trata es de que las victorias sean cada vez mayores y las derrotas se vayan reduciendo gracias a la práctica consciente.

9. Lo mejor de la presencia es que te permite afrontar las situaciones estresantes sin ansiedad, miedo ni temor.

Por tanto, podríamos concluir que la presencia nos ayuda a tener más éxito, porque es en las situaciones más incómodas donde se pueden lograr los mayores beneficios. «Conquistar el miedo es el inicio de la riqueza», afirmaba el filósofo Bertrand Russell. La vida va de superar miedos. Si sólo haces lo cómodo y fácil no puedes aspirar a lograr grandes cosas. Crecimiento personal y comodidad son incompatibles. Reto afrontado, miedo diluido, confianza ganada. ¿Cómo lograr inducir un estado de presencia hasta que ese estado de presencia surja de modo natural? La clave está en aplicar la técnica del Fake it, till you become it (‘Actúa como si fueses hasta que seas’). Nadie pasa de un extremo (nada presente) a otro (cien por cien presente) de un día para otro. Todo es un proceso, por eso, hasta que uno llega a lo que desea ser y se materializa, tiene que crearse una diapositiva (imagen) mental del personaje que quiere ser y vivir en personaje hasta que sea una realidad natural. De lo que se trata es de que el inconsciente —donde reside nuestro auténtico poder, lo que creemos— se vaya autosugestionando con una idea de nosotros mismos hasta interiorizarla y que se convierta en creencia. Una vez que se logra, nuestros pensamientos, y como consecuencia nuestros comportamientos, están alineados con esa creencia. ¿Cómo se logra? Visualización, afirmaciones, observar cómo actúan aquellos personajes a los que nos gustaría parecernos, son sólo algunos ejemplos. Hace algún tiempo un empresario norteamericano muy conocido, hoy día millonario, decía que cuando era joven y aspiraba a convertirse en un gran emprendedor, siempre que viajaba en avión lo hacía en business; era su forma de ir acostumbrando y amoldando el cerebro a aquello que quería ser. Era la forma de ir sembrando la creencia de «ganador» en el inconsciente. Era la forma de sentir ya aquello que deseaba ser.

10. La presencia es confianza sin arrogancia.

La presencia es una confianza interiorizada y no una confianza impostada basada en la inseguridad. La arrogancia es una cortina de humo para ocultar la falta de confianza en uno mismo. La presencia, por el contrario, se manifiesta de manera serena y relajada. Un exceso de confianza —expresada a través de la arrogancia y la agresividad— produce el efecto contrario. Es un mecanismo de defensa. En la vida no se trata de saber todas las respuestas —nadie las tiene—, algo que el arrogante no acepta y así intenta aparentarlo, lo cual es peligroso porque muchas veces lo más inteligente es saber que no se sabe, ya que eso es lo que lleva a preguntar, pedir ayuda o dejarse asesorar. El arrogante no hace nada de esto porque cree que es un síntoma de debilidad, lo que le lleva a fracasar, ser ineficiente o reaccionar demasiado tarde. Una genuina confianza no implica ser un sabelotodo, sino tener la humildad suficiente para aprender y mejorar donde pueda haber carencias, errores o fracasos. La gente inteligente no niega las carencias —por su propio bien—, los estúpidos arrogantes sí porque viven de las apariencias. La auténtica confianza busca siempre la verdad a toda costa. El éxito reside en la «confianza humilde».