«De todos los sectores de nuestra línea en Flandes
llegan noticias de que nuestros soldados y los alemanes
confraternizaron libremente en Nochebuena»
The Graphic70
«Nadie estaba preparado para los extraordinarios estallidos
de buena voluntad y buenos sentimientos hacia los enemigos
que tuvieron lugar en ese extraño día de Navidad»
The Times History of the War71
La paz navideña de 1914 fue conocida inmediatamente en Gran Bretaña e Irlanda por las cartas que enviaron los soldados que participaron en ella. Las que se conocen, en su mayor parte porque se publicaron en la prensa diaria y semanal hasta finales de enero de 1915, fueron cientos, pero debieron de ser miles. Como escribió el sargento Lovell del 3er Batallón de la Brigada de Tiradores, «miles de nuestros hombres escribirán a casa hoy contando la misma extraña y maravillosa historia»72. Aunque muchas aparecieron de forma anónima, sin proporcionar el rango ni la posición, lo cierto es que otras tantas se publicaron sin censura, con el nombre y el regimiento de los que las habían escrito. Los periódicos pudieron encabezar libremente aquellos textos con titulares como British and Germans Fraternize o Christmas Truce at the Front o The extraordinary unofficial armistice o British, Indians and Germans shake hands; y añadir artículos y editoriales, aunque pocos, e ilustrar los textos con fotografías de británicos y alemanes, juntos en tierra de nadie. El Daily Mail publicó dos, el 31 de diciembre, en primera página, que están entre las más conocidas, y el 5 de enero, otras dos; el Daily Mirror publicó una el 8 de enero; y la revista semanal, especial sobre la guerra, The Illustrated War News, publicó dos el 20 de enero. También los artistas gráficos representaron algunas escenas para los diarios. El The Graphic del 9 de enero incluyó una que se ha hecho famosa. Y el The Illustrated London News y el The Sphere del mismo día presentaron también escenas idealizadas de la Tregua, al igual que el Nottingham Evening Post del 2 de enero y el The Graphic del 9 de enero.

2. Ilustración publicada en The Illustrated London News el 9 de enero de 1915 que representa a un soldado alemán acercándose a la línea británica con un pequeño árbol de Navidad iluminado.

3. Ilustración publicada en The Illustrated London News el 9 de enero de 1915 que representa a soldados alemanes y británicos charlando y fumando juntos.
Otras cartas que se referían a la Tregua fueron apareciendo desde muy temprano en epistolarios que llegaron a la imprenta, como el del capitán Sir Edward Hulse, que es de 1916, y el del teniente coronel Laurie, que es de 1921. También lo hicieron las memorias y los diarios. Las primeras memorias fueron las de Bruce Bairnsfather, publicadas, igualmente, en 1916, y el último diario ha sido, posiblemente, el del capitán Robert Hamilton, que vio la luz en 2009.
Por lo demás, el corpus documental de los veteranos de guerra británicos, por lo que hace a la Tregua, se ha enriquecido mediante donaciones de documentos que, todavía sin publicar, se conservan en el Imperial War Museum. A esos documentos escritos hay que añadir otros sonoros: han sido muchas las entrevistas realizadas y grabadas, en su mayor parte, en torno a 1964, 1974 y 1984, a testigos que todavía recordaban vívidamente aquellos hechos al final de sus días, y que también custodia dicho museo.
En colaboración con el Imperial War Museum, Max Arthur recopiló y luego publicó en 2002 Forgotten Voices of The Great War, la primera antología de relatos orales de la Guerra, algunos de los cuales se refieren a la Tregua.
En la crónica de la Tregua son más importantes, si cabe, los diarios de operaciones (war diaries) de las unidades que participaron por el lado británico, y que describen, en muchos casos, de modo circunstanciado, los hechos ocurridos en el entorno de Navidad; así como otra serie de documentos oficiales (informes, memoranda, etc.), que se hallan en los Archivos Nacionales.
También hay que contar con las historias de los regimientos y demás unidades del Ejército británico. Escritas después de la Primera Guerra Mundial, fueron redactadas usando diarios de operaciones y relatos personales de los hombres que sirvieron en cada unidad, junto con otras fuentes oficiales. Algunos de estos relatos se publicaron privadamente.
Las fuentes alemanas, francesas y belgas no son tan abundantes como las británicas, pero las disponibles son suficientes para poder documentar la paz navideña del primer año de guerra en muchos puntos, tanto al norte de Wytschaete como al sur de La Basée.
Para el conocimiento de la Tregua, desde el lado alemán, son fundamentales las historias regimentales. A partir de 1920 y hasta 1942, el Reichsarchiv publicó una gran parte de las historias de los regimientos en la colección Erinnerungsblätter deutscher Regimenter. En total, más de mil títulos. La Erinnerungsblätter apareció en subcolecciones para las tropas prusianas, bávaras y sajonas, y, para esa ingente labor, el Reichsarchiv proporcionó a los autores los archivos de los regimientos y, en particular, los diarios de operaciones. Mueller se sorprende de que los relatos de la Tregua hayan podido figurar en esas publicaciones (solo en algunas), destinadas a levantar la moral de la tropa y a idealizar la realidad de la guerra, y de que hayan podido pasar la censura militar a la que esas publicaciones fueron sometidas73.
La Tregua también apareció en la prensa alemana de aquellos días (el órgano socialista Vorwärts se interesó por el tema74, y también periódicos como el Berliner Tageblatt75 y el Tägliche Rundschau, y revistas como Reclams Universum de Leipzig, que, aunque restó importancia al episodio, incluyó las ilustraciones aparecidas en The Sphere, The Graphic y The Illustrated London News, hasta que las autoridades militares prohibieron cualquier mención a las «supuestas escenas de confraternización entre amigos y enemigos en las trincheras»76. Tampoco se puede contar con un conjunto epistolar como el británico, pero cabe descubrir en la prensa cartas de soldados relativas a la Tregua. Jürgs se refiere a las «cartas del milagro navideño» publicadas en los periódicos locales por los padres de los soldados, a las que los «censores imperiales» no pusieron ninguna objeción y, en particular, a las que aparecieron en el Plauener Sonntags-Anzeiger a página completa el 17 de enero de 1915 bajo el título Weihnachten im Felde («Navidad en el frente»)77. También se pueden encontrar cartas valiosas en otros lugares, como en la recopilación de Witkop. En el Imperial War Museum se conservan algunos documentos y testimonios sonoros del capitán Walther Stennes, del 16º Regimiento de Infantería. Las memorias del príncipe heredero de Prusia, Guillermo, que fue comandante del Quinto Ejército, se publicaron al poco de terminar la guerra, y también hablan de la Tregua. Igualmente, las memorias del coronel Breyding, comandante del 97º Regimiento de Infantería, testimonian la Tregua.
La fuente oficial francesa son los journaux des marches et opérations (JMO) de las diversas unidades del ejército. Otra cosa son las historias oficiales. En 1919, al igual que en Alemania, el Cuartel General de los Ejércitos franceses y, luego, el ministro de Guerra, ordenaron a los regimientos que confeccionaran sus historias como registro de sus gloriosas hazañas. Sin embargo, estas historias regimentales francesas son muy concisas, nada comparables con las alemanas, y son de escasa ayuda.
Los testimonios personales y, en particular, las cartas enviadas desde el frente, no se pueden localizar en la prensa francesa de aquel momento, sometida a una censura severa, que no permitió publicar ningún relato de los acontecimientos78. Pero las cartas, los diarios y las memorias existían, y fueron apareciendo. Algunos testimonios se publicaron pronto, como el diario de Maurice Genevoix, o las memorias de Marcel Dupont o las cartas de Eugène-Emmanuel Lemercier o las de Robert Durbale; otros tuvieron que esperar —como dijo Norton Cru, autor de Témoins, obra monumental consagrada al análisis y crítica de los recuerdos publicados hasta 192879— en los cajones de las cómodas y en los desvanes de las casas. En la actualidad, son muchos los testimonios que han visto la luz (correspondencias como la de Roland Dorgelès; recopilaciones de cartas como la realizada por Jean Pierre Guéno e Yves Laplume; y carnets como los de Louis Barthas o André Letac). A varios de los 250 testigos de Cru, que también lo fueron de la Tregua, aunque de ello nada se diga en Témoins, hay que añadir algunos de los 500 testigos del diccionario dirigido por Rémy Cazals en 2013, cuya vinculación con la Tregua, en cambio, sí se menciona80.
En Bélgica, aparte de algunas memorias, como las de Martial Lekeux y Robert de Wilde, han salido a la luz algunos testimonios de la mano de investigadores como Dominiek Dendooven y Benoît Amez, y de periodistas como Gaston Durnez, entre otros. En 1964, con motivo del cincuentenario de la primera Navidad de la guerra en Dixmude Diksmuide), Theofield Hosten proporcionó algunos relatos originales. Una colección de fuentes sobre la paz navideña se halla en el In Flanders Fields, un museo dedicado a la historia de la Primera Guerra Mundial en Flandes Occidental.
De todas las fuentes, los textos destinados a los padres, a la esposa o a la novia, es decir, las cartas, así como los diarios de campaña, con relatos, a veces, asombrosamente extensos y entusiastas, son los que contienen el testimonio más espontáneo y vibrante, y también el más fiable. Son, además, los de primera hora: la crónica de los protagonistas.
Algunos testigos fueron hombres de letras: Maurice Genevoix, Carl Zuckmayer, Maurice Duwez (Max Deauville), Henry Bordeaux, Roland Dorgelès y Marcel Ernest Béchu (Marcel Dupont). En la tregua de 1915 estuvo presente Ernst Jünger, que habló de ella; y también Robert Graves, que igualmente lo hizo de esa tregua y de la de 1914.
El relato de los historiadores
La tregua de Navidad de 1914 no pasó desapercibida a los primeros cronistas británicos de la Gran Guerra en las historias generales, ya fueran de toda la guerra, como la The Times History of the War o la Nelson’s History of the War, ya solo del sector británico del Frente Occidental, como la escrita por Arthur Conan Doyle, en seis volúmenes, en el primero de los cuales se detuvo sobre el «espectáculo asombroso» de la confraternización entre británicos y alemanes81. Especial interés tiene el reconocimiento oficial de la Tregua que contiene el tercero de los volúmenes de la historia elaborada por la Sección Histórica de la Comisión de Defensa82.
Los primeros cronistas franceses guardan el más absoluto silencio (La Guerre de 1914, de Leroy-Beaulieu, o el tomo 9º de la Histoire de la France contemporaine, de Lavisse83), y lo mismo cabe decir de Blasco Ibáñez, que escribió su crónica sobre fuentes oficiales francesas, y que solo reprodujo una brevísima mención a un fallido intento alemán de tregua, contenido en un comunicado del Ministerio de la Guerra84.
En la siguiente década se publicó Disenchantment, un relato del periodista y escritor (y voluntario de guerra) Charles Edward Montague, en el que recordó un episodio de tregua cerca de Armentières. En 1959, el también periodista James Cameron publicó una historia sobre el inicio de la guerra (1914), en la que dedicaba uno de los últimos párrafos a la Tregua de Navidad y la presentaba ya en su verdadera dimensión: «entre el Canal y los Vosgos»85.
Pero no fue hasta el decenio de 1980 en que la ciencia especializada comenzó a prestar suficiente atención a la Tregua. El sociólogo británico Tony Ashworth lo hizo dentro de un estudio dedicado a las formas de entendimiento informal entre enemigos que surgieron en las trincheras.
Malcolm Brown, que contribuyó con varios trabajos a construir la historia de la Tregua de 1914, escribió, junto con Shirley Seaton, Christmas Truce, una obra clave, posiblemente la más citada, elaborada a partir de un rico elenco de fuentes, publicada en 1984 y reeditada en varias ocasiones.
En 1989, Modris Eksteins, de la Universidad de Toronto, se ocupó de la Tregua en uno de los capítulos de Rites of Spring, un libro fundamental para comprender cómo la Primera Guerra Mundial cambió la psicología de Europa.
Otro historiador, cuya obra ha gozado de un éxito notable, es Stanley Weintraub, profesor de la Pennsylvania State University y experto en historia militar. Silent night se publicó en 2001.
Entre los últimos contribuyentes al relato de la tregua en el frente anglo-alemán, hay que citar, para el año 2014, al historiador británico Christopher Baker, autor de The Truce y creador de un sitio web (The Long, Long Trail) que constituye una magnífica fuente de información. Y también hay que mencionar a Terri Blom Crocker, de la Universidad de Kentucky, que dedicó su tesis a la Tregua de Navidad y la publicó en 2015.
En Francia, la bibliografía es menos abundante. La tregua de Navidad de 1914 está presente en textos específicos, pero breves, como los de Barluet y Buffetaut, y en obras relativas al tema, más amplio, de la confraternización entre enemigos, como la de Mathieu Fantin. Perteneciente a este grupo, pero con una amplia referencia a la Tregua de Navidad de 1914, apareció, en 2005, Frères de tranchées, una obra colectiva dirigida por Marc Ferro. Rémy Cazals —uno de los autores de esta obra— ha prestado atención a la cuestión en otros trabajos: en 500 témoins de la Grande Guerre, obra dirigida por él, ya mencionada, hay una entrada en el índice de materias que remite a algunos «testigos» franceses que contaron la Tregua.
También es breve la bibliografía belga. No obstante, para el frente del Yser, contamos con los trabajos de los ya citados Benoît Amez, profesor de la Universidad de Lovaina, y de Dominiek Dendooven, colaborador científico de In Flanders Fields Museum.
El interés por la Tregua surgió tardíamente en Alemania. Puede decirse que la cuestión se «redescubrió» en 2003 con la obra del periodista e historiador Michael Jürgs, titulada Der kleine Frieden im Großen Krieg: Westfront 1914. Escrita sobre la base de una buena investigación, es un relato vibrante que, en muchos momentos, transmite emoción.
Jürgs no ha sido el único autor alemán interesado por la Tregua. Olaf Mueller —otro de los autores de la obra colectiva de Ferro—se ocupó del fenómeno de la confraternización entre enemigos en las diversas navidades de la guerra, y citó casos del frente austro-italiano. Brunnenberg hizo una contribución interesante, pero referida solo al frente flamenco, en 2006; y Andrew Lucas y Jürgen Schmieschek, en 2015, han tratado de la Tregua de 1914 en diversos trabajos relativos al frente que tenía encomendado el XIX Armeekorps, que era el único cuerpo sajón que se enfrentaba a los británicos en aquella Navidad. El libro de Thomas Weber —que es alemán, aunque profesor en la Universidad de Aberdeen—, La primera guerra de Hitler, contiene un capítulo en el que se describe la Tregua vivida por los regimientos bávaros 16º y 17º de Infantería de Reserva.
En algunas historias generales recientes, la Tregua no se menciona, como en la de Miquel86 o en la de Nicot87, o es solo una anécdota, como en The Oxford Illustrated History of the First World War: «No más que una pausa en un contraataque»88. En otras, en cambio, ocupa un lugar importante. Es el caso de la historia de Ricardo Artola. También el de la historia de Martin Gilbert, que inicia una larga descripción de la Tregua con este proemio: «Aquella Navidad se produjo un estallido espontáneo de sentimiento pacífico en las zonas de guerra, ya que las tropas de todos los ejércitos europeos celebraron el nacimiento de su Salvador»89.
En Gran Bretaña, el gran público conoció la Tregua en los años 1960 por la obra de teatro antibélica Oh What a Lovely War, estrenada en Stratford en 1963; una obra que daría lugar, años después, a la película del mismo título, dirigida por Richard Attenborough. En 1964, la BBC emitió una serie documental de 26 capítulos con ocasión del 50º aniversario del comienzo de la Primera Guerra Mundial, titulada The Great War. El quinto capítulo —This business may last a long time—, que trataba del invierno de 1914 y del estancamiento en el Frente Occidental, presentaba el armisticio de Navidad al final del episodio.
En la Navidad de 1981, la BBC emitió otro documental sobre la Tregua, producido por Malcom Brown, que llevaba por título Peace in No Man’s Land. Y en 1983, esa misma Paz de 1914 fue cantada por Paul McCartney en Pipes of peace.
La BBC, por tercera vez, volvió sobre la Tregua al dedicarle, en 2004, un episodio, dentro de una serie de documentales sobre algunos de los acontecimientos más significativos de la historia, titulado Days that shook the world. Diez años después, al cumplir cien años la Tregua de Navidad, la cadena de supermercados Sainsbury le dedicó su anuncio navideño.
La obra de William Douglas Home A Christmas truce se estrenó en el Haymarket Theatre de Basingstoke, en Hampshire, el 9 de noviembre de 1989.
La última y más notable iniciativa audiovisual no ha sido británica. La película francesa Joyeux Noël, de Christian Carion, que se estrenó en la Navidad de 2005, es una recreación de la Tregua en un imaginario lugar del frente, pero representativo de los muchos en los que tuvo lugar, con actos de confraternización que sucedieron realmente: «Todo lo que se muestra en la película Feliz Navidad es cierto. Sencillamente, el director se concentra en un punto y en unos hechos temporales repartidos en el espacio»90.
Una reflexión sobre los relatos y una idea de este relato
La mayor parte de la narrativa de la Tregua de Navidad —todavía hoy— es británica, diríamos incluso que anglosajona, y las explicaciones, en parte, también. Si seguimos el discurso de Crocker91, durante los dos primeros decenios la Tregua fue considerada como una prueba de los valores de antes de la guerra, de la profesionalidad, del espíritu deportivo y del compañerismo del Ejército británico, que no luchaba por odio, sino por la creencia en la justicia de su causa. Esta es la primera explicación.
Tras la Segunda Guerra Mundial, pareció «evidente que la Primera no solo había matado y mutilado a millones de hombres por nada, sino que también había traído al mundo la segunda guerra, aún más mortífera», y «como la narración antibélica de los años sesenta dominaba todas las demás opiniones sobre el conflicto, la tregua de Navidad estaba madura para ser redescubierta como prueba de que, ya en 1914, los soldados de las trincheras se habían rebelado contra sus mandos».
Por último, frente a esa segunda interpretación, calificada como «mito» y «narrativa ortodoxa» por Crocker, durante los últimos cuarenta años algunos historiadores revisionistas han tratado sin éxito de contrarrestar esta visión de la Primera Guerra Mundial y lo que proponen es una tercera explicación, más prosaica: los hombres involucrados en la Tregua de Navidad lo que querían era tener «un día libre, una celebración de las fiestas, un respiro temporal del miedo y una ruptura de la monotonía de las trincheras». Y esa es la interpretación de Crocker92, y también la de Wakefield93.
Pero la contemplación de la Tregua desde una perspectiva que no sea británica destruye, al menos, la primera de las interpretaciones, ya que, en «la mayor parte de los casos, fueron los alemanes los que comenzaron a cantar», y las más de las veces todo empezó cuando el canto de Navidad «comenzó a resonar a través de los páramos congelados de la tierra de nadie»94. La segunda no se compadece con el hecho de que también los oficiales británicos, al igual que sucedió con los alemanes, belgas y franceses, se sumaran a la «rebelión», ni con el hecho de que no se adoptaran medidas disciplinarias por parte del Alto Mando británico contra los «rebeldes». Y la tercera, sin negar que los soldados —agotados supervivientes de cuatro meses de enfrentamiento cruel— quisieran alejarse por un momento de aquel infierno y respirar en medio de la brutalidad de la guerra, es demasiado simple y, si bien puede explicar el live and let live system de Ashworth y los armisticios tácitos —«las treguas ad hoc, nacidas de la necesidad»95—, no puede justificar la confraternización que se produjo en Navidad ni el hecho de que el sentimiento de simpatía hacia el enemigo surgiera ese día y no otro.
Lo dice Eksteins en Ritos de Primavera:
[...] aunque el clima, las condiciones físicas en las trincheras y la decepción por la gestión de la guerra pesaban en las mentes de los soldados en el frente, estas preocupaciones no bastan para explicar lo que ocurrió en la Navidad de 1914 y en torno a ella. Los mismos factores descorazonadores aparecerían más tarde en la guerra, a menudo en dimensiones más brutales, pero la confraternización a una escala similar nunca volvería a repetirse96.
Por último, y en contra de lo que sostiene Hart, «la Tregua de Navidad [no] fue un ejercicio de sentimentalismo y nada más», sino un «triunfo de la humanidad»97. Fue, como escribieron Brown y Seaton en 1994, «un pequeño pero significativo gesto contra la corriente de rivalidad y odio internacional y nacionalista que fluía con fuerza en 1914 y sigue fluyendo, igualmente con fuerza y no menos peligrosamente, a medida que el siglo se acerca a su fin»98.
El propósito de esta obra es contar la Tregua, o mejor dicho, las treguas de la Navidad de 1914: todas las que sucedieron en los diversos tramos del Frente Occidental en el lugar en el que ocurrieron. La historia de la Tregua es la suma de muchas historias acontecidas de manera imprevista y simultánea, y cada una merece ser contada. En las obras que se han escrito, la Tregua se circunscribe a una parte del frente y, en muchas, más que ser contada, la Tregua es analizada, diseccionada, descompuesta y reducida a categorías (la motivación de los combatientes, la reacción de los mandos, la procedencia de los soldados, las condiciones del terreno, etc.) o a sucesos que ciertamente ocurrieron, reiterados, unos (enterramientos conjuntos, encuentros en tierra de nadie, cánticos), curiosos o anecdóticos, otros (como el partido o partidos de fútbol), para luego ser sintetizada y producir la impresión de que la Tregua fue un único hecho que sucedió en un único lugar. La obra que ahora comienza, con la inestimable ayuda de aquellas, no quiere ser un estudio analítico ni una síntesis. Tampoco, desde luego, una obra de referencia, sino un simple relato de hechos: una historia. Y la historia, para que transmita de alguna manera la fascinación, el asombro y la emoción de los que vivieron los hechos, debe ser contada por ellos mismos.
Procederemos de norte a sur, a lo largo de toda la línea del frente. Por los Aliados, los primeros testigos serán belgas, a continuación, franceses, después, británicos y, tras ellos, en la mayor parte del recorrido, de nuevo franceses, hasta Guebwiller, cerca ya de la frontera suiza. Por el otro lado, todos serán alemanes, aunque habría que decir más bien sajones, bávaros, prusianos y wurtembergueses, además de loreneses y alsacianos. Solo una narración que los incluyera a todos podía hacer comprender la verdadera dimensión de aquella paz interina. Es lo que hemos intentado.