Las maravillas del mundo llevan fascinando al ser humano desde que este aprendió a señalar y murmurar exclamaciones de asombro. El listado primigenio fue el de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, compiladas por varios escritores helenísticos que, obviamente, sentían una clara predilección por el Mediterráneo. En ella aparecían el templo de Artemisa, el Coloso de Rodas y la estatua de Zeus en Olimpia. Los griegos las describieron como «lugares que ver» («Tá eptá thaumata tís oikouménis»); tal vez esta fuera una de las primeras listas de cosas por hacer antes de morir.
Solo la más antigua de esas primeras siete maravillas sigue en pie: la Gran Pirámide de Guiza (p. 14), erigida alrededor del 2500 a.C. Las pirámides tienen ahora más de 4500 años, pero numerosas maravillas de la naturaleza las preceden: se estima que las cataratas del Niágara se originaron hace 12 000 años; el monte Everest, hace 60 millones; y la superficie erosionada del Uluru (o Ayers Rock), el gran monolito rojo de Australia, nada menos que 600 millones.
La colección de las 101 maravillas del mundo de Lonely Planet incluye tanto paisajes naturales como humanos. Se han seleccionado, con la ayuda de los editores de la casa, los lugares más extraordinarios. De algunos de ellos, la mayoría de la gente ha oído hablar, como el Taj Mahal, el Angkor Wat o la Gran Muralla china, entre otros. Pero también se incluyen lugares menos conocidos, aunque igual de cautivadores: los puentes de raíces vivas de Meghalaya, en la India; la intrincada y sorprendente arquitectura islámica de la plaza de Naqsh-e Yahán, en Irán; o la imagen que ilustra la portada de este libro: el enorme templo budista de Borobudur, en Java, con el volcán Merapi en la distancia. También se han incluido museos que poseen colecciones de un valor excepcional, como el Rijksmuseum, en los Países Bajos, o el British Museum, en Londres.
Las maravillas naturales de la Tierra no son menos asombrosas: cataratas espectaculares, las gigantescas secuoyas de California, los lagos en cascada de Croacia, las colinas multicolores de la China, la cueva más grande del mundo… Y fenómenos naturales como la floración del cerezo japonés (sakura) y el espectáculo de luz de la aurora boreal en el norte y el sur del planeta.
Pero ¿a qué se debe la fascinación que provocan? Como observa Thomas Rockwell, director creativo del Exploratorium de San Francisco, el museo de ciencia, arte y antropología de la ciudad, normalmente el aprendizaje formal ocupa solo una pequeña parte de nuestras vidas, el período escolar; sin embargo, fuera del aula, todo son oportunidades para aprender. Estas maravillas nos dicen mucho sobre nosotros y el planeta, y exigen nuestro compromiso y atención. Es imposible resistirse a su belleza arrebatadora, lo que proporciona una sensación muy gratificante. «Muchas de las cosas que consideramos maravillosas nos permiten dar un paso atrás y mirar el mundo en su conjunto», apunta Rockwell.
Se tiene la idea de que este tipo de experiencias resultan muy caras, pero no tiene por qué ser así. Además de proporcionar inspiración para poder disfrutar de cada una de estas 101 maravillas en persona, el segundo propósito de este libro es explicar cómo visitarlas de un modo que esté al alcance de todos los bolsillos. Gracias a los recursos de Lonely Planet, nuestros expertos en viajes y 50 años de experiencia, hemos elaborado una guía que recomienda la mejor época para visitar cada una de ellas, cómo llegar y dónde comer y alojarse, sea cual sea el presupuesto. Proponemos dos itinerarios, uno corto y otro más largo, para ayudar a planear el viaje en función del tiempo y el presupuesto disponibles. Asimismo, nuestras guías y página web ofrecen información más detallada para explorar las maravillas del mundo de Lonely Planet.
Moái, las gigantescas cabezas de piedra de la isla de Pascua.
© Eric Lafforgue / Lonely Planet
El Taj Mahal, en la India, al amanecer, visto desde el río.
©Pete Seaward/Lonely Planet
Las cataratas Victoria, sima entre Zambia y Zimbabue.
©Jonathan Gregson/Lonely Planet
La aurora boreal ilumina el cielo noruego.
© Justin Foulkes / Lonely Planet