La emergencia de un pensamiento secular
En las rutas de la seda, incienso, perlas o perfumes, así como en las de las peregrinaciones cristianas, musulmanas e incluso judías, las relaciones se establecían entre peregrinos y comerciantes de todas las nacionalidades, produciéndose intercambios orales o escritos.
La reflexión del académico de Zanzíbar, Abdul Sheriff, en el MUCEM, en Marsella en julio de 2017 fue que, en las transacciones comerciales, lo principal es vender y comprar, por lo que las diferencias de religión y cultura no importan mucho. Concluye que al menos en esta zona geográfica y en aquellos tiempos, el comercio era un factor de tolerancia. Son estos mercaderes que sacarán a relucir tesis filosóficas y científicas, separando bien, como decía Averroes, la religión de la filosofía y de la ciencia, elementos que permitirán la aparición de las ideas del Quattrocento y del Renacimiento. Este es el siglo de Maimónides, el racionalista, como Bernard-Henri Lévy señaló en El espíritu del judaísmo:
Pascal juega la apuesta; Maimónides el conocimiento.
En España, Francia o Italia, bajo el Pontificado de Alejandro III y con los reyes normandos de Sicilia, como en Constantinopla con el Emperador Manuel I Comnenos, luego en Tierra Santa, los judíos serán menos perseguidos que durante la Primera Cruzada. El llamamiento de Urbano II a una «peregrinación armada» o «guerrera» en 1095 había desencadenado atrocidades campesinas en el noreste de Francia y Renania, a pesar de la oposición de las autoridades religiosas. Los caballeros franceses participaron en ella, a veces, para no pagar las deudas que habían contraído con las comunidades de estas regiones de Europa, lo que no sucedía igual en la España reconquistada. A pesar de que, durante la Segunda Cruzada (1144-1147), el monje Rodolfo dejó su monasterio sin el permiso de sus superiores para predicar en el valle del Rin la muerte de los judíos, esta cruzada tendrá menos consecuencias dañinas que la primera: los cruzados habían aprendido a tolerar otras religiones.
En el Medio Oriente, en Bagdad, Basora, Yemen, Persia o en la Península Arábiga, justo antes de las invasiones mongolas de las cuales Benjamín de Tudela escribirá sobre sus comienzos, los judíos y sus comerciantes mantuvieron durante el siglo XII un peso económico dominante. Por otro lado, en el norte de África y el sur de España, bajo el ortodoxo gobierno almohade bereber, las hambrunas se multiplicarían a causa de las sequías. Los almohades, que habían derrocado a los almorávides en 1147, dominaron al-Andalus hasta 1212, año de la batalla de Las Navas de Tolosa, en el norte de la provincia de Jaén. Abandonaron el sur peninsular definitivamente en 1229 y su imperio desapareció por completo del Magreb en 1269.
A su regreso, Benjamín no pasaría por un al-Andalus en el que las comunidades judías continuaban activas, pero perseguidas. Partiría del continente africano, desde las puertas de Cirenaica, en dirección Sicilia y después a Cataluña. En este último periplo, Benjamín no habla de las comunidades de Aviñón, Nimes, Niza, Venecia o las de la antigua Yugoslavia —por entonces muy activas— al no pasar por ellas, lo que da más veracidad a sus relaciones de viaje.
UNA OBRA OCULTADA EN ESPAÑA
Benjamín de Tudela fue desdeñado en España hasta el siglo XX. Sus historias serán olvidadas durante siglos al intentarse borrar las huellas de las culturas judía y musulmana. Afortunadamente, los sefardíes, junto a los judíos franceses y renanos, utilizarán su obra como guía, como hizo en 1333 el catalán Isaac Helio antes de emigrar a Tierra Santa. De igual manera, tras del Edicto de Granada de 1492, el Imperio otomano hizo copias de su manuscrito en 1543 en Constantinopla.