2.0
Reunión

Casi todos la llamaban Eve.

A primera vista, podrías confundirla con un humano. A ella no le habría gustado mucho. En un jardín marchito sobre una torre vacía, era solo una silueta contra la luz abrasadora. Era alta, un poco desgarbada, vestía unas botas demasiado grandes y unos pantalones cargo demasiado estrechos. Llevaba el cabello rubio decolorado por el sol en un ensangrentado mohicano degradado. Le faltaba un ojo, y seguía teniendo la cuenca de la que se lo había arrancado amoratada. Parecía tener unos diecisiete años, pero era mentira. Como todo lo que la rodeaba.

—Hermana.

Dejó de mirar la ventana y vio dos figuras a su espalda. La primera era alta, rubia, con iris como el cristal verde. La segunda estaba a su lado, con el cabello oscuro tan corto como el de su compañero, lo bastante cerca de él como para casi tocarlo.

Aunque estaban heridos, los dos eran guapísimos. Su creador se había asegurado de eso. Pero Eve sabía que había algo mal en ellos: Gabriel tenía el corazón roto, y Faith tenía la conciencia rota. Eran como personajes de un viejo cuento de hadas del S20, marchando para ver al mago y pedirle que les arregle las piezas defectuosas. Pero su mago, su creador, su padre, estaba muerto. Y nadie podía arreglarlos ahora.

Así que allí estaba Eve, en la torre del mago muerto. Donde aquellos a los que había considerado sus amigos habían luchado para salvarla, donde había sentido que su corazón se astillaba en su interior, donde había despertado del sueño de un hombre muerto para descubrir lo que era en realidad, en verdad.

Una realista.

—¿Qué ocurre, Gabriel? —le preguntó.

La ira destelló en esos ojos de cristal verde cuando contestó.

—Nuestros hermanos y hermanas han aceptado tu invitación.