1. Detectando la «cola» de mi Niño Interior

Si quieres sanar el mundo, empieza sanando tu niño interior.

Louise Hay

Cuenta una historia que había un hombre rico que desarrolló una rara enfermedad. Vivía con mucha sed y nada podía saciarlo. Inicialmente, probó con el agua del río, pero no lo consiguió. Por más que bebía y bebía, seguía teniendo sed. Luego pensó que quizás si conseguía otros líquidos podría satisfacer este deseo insaciable. Mandó a traer de todas las partes del mundo la mayor variedad de líquidos que pudieran existir. Probó todos, pero ninguno funcionó; ni el agua más pura del planeta hizo efecto.

Ya delirando y con su salud muy deteriorada, emprendió una caminata a un pozo de agua que, según le habían dicho, tenía propiedades curativas. Era ya su última esperanza. Sin embargo, no resistió el largo camino y se desplomó. Tumbado en el suelo, resignado, vio la imagen borrosa de un mendigo que se le acercaba y le ofrecía un poco de agua. El hombre, acostumbrado a que nada saciara su sed, lo rechazó. No podía soportar más el sufrimiento, solo quería morir. Pero el mendigo, asustado de ver al hombre así y desesperado por querer ayudarlo, le vertió un poco de agua en la boca.

En ese momento, el hombre tuvo una mágica sensación de saciedad y plenitud como nunca antes había sentido. Empezó a recuperar sus fuerzas sorprendentemente; a los pocos minutos, estaba saciado por completo y se sentía muy sano. Entonces, recordó que él había visto a este mendigo muchas veces antes. El mismo mendigo se le había acercado en el pasado y le había ofrecido agua, pero él nunca quiso escucharlo.

Se dio cuenta de que toda su vida él estuvo buscando el agua, pero ignoraba cuando la ayuda llegaba a él. Quería el control y encontrar él solo la solución a su problema, trayendo del mundo entero los líquidos más sofisticados y caros. Pero solo sació su sed cuando estuvo dispuesto a recibir a aquel mendigo, quien, con el más puro amor incondicional, siempre había querido ayudarlo.

Esta historia representa algo que quizás nos ocurre a todos. Nos pasamos la vida tratando de saciar nuestra sed de amor comprando bienes materiales, buscando aprobación y aceptación de terceros, esperando la perfección, queriendo sentirnos superiores, en el poder, en el dinero…, es decir, fuera de nosotros. Cuando somos bebés, tenemos esa misma sed de amor que esperamos recibir de nuestros padres de manera incondicional. Pero algunos de nosotros no lo recibimos, y esto es la «herida primaria» de nuestro NI. Como consecuencia, desarrollamos una serie de conductas disfuncionales para sobrevivir a esa falta de amor con la que cargamos en nuestra vida adulta. Como vimos en la introducción, las «colas» nos ayudaron a sobrevivir, pero de adultos, muchas veces nos generan retos emocionales o problemas en nuestros vínculos (con nosotros mismos y con los otros). Nos convertimos en personas insaciables como el protagonista de la historia, buscando saciar la sed de amor incondicional en el sitio equivocado.

Ejercicio n.º 1: Detectando mi «cola»

A continuación, adjuntamos una lista de preguntas que te pueden ayudar a identificar conductas disfuncionales que suelen estar relacionadas con heridas del NI.

Marca todas aquellas preguntas con las que te sientas identificado/a. Si alguna vez tuviste alguna de estas conductas y ahora sientes que ya no la tienes, márcala con otro color o símbolo para que también la puedas reconocer3:

  1. ¿Tengo a veces reacciones muy agresivas o explosivas?
  2. ¿Actúo de forma pasivo-agresiva, es decir, agredo, pero dando la apariencia de que no lo hago?
  3. ¿Soy sumiso/a y dejo que otros definan mi vida?
  4. ¿Siento angustia en mi día a día?
  5. ¿Me deprimo, aunque no me haya pasado nada en especial?
  6. ¿Me siento inseguro/a?
  7. ¿Soy extremadamente tímido/a?
  8. ¿Siento que no valgo?
  9. ¿Siento que tengo un vacío dentro de mí que no se va con nada?
  10. ¿Siento mucho temor?
  11. ¿Evado mis emociones?
  12. ¿Soy terco/a o inflexible?
  13. ¿Soy sarcástico/a?
  14. ¿Soy tacaño/a o mezquino/a?
  15. ¿Soy manipulador/a?
  16. ¿Soy obsesivo/a?
  17. ¿Soy controlador/a o dominante?
  18. ¿Me molesta sentir que me mandan o que me dan órdenes?
  19. ¿Me irrita sobremanera la injusticia?
  20. ¿Me cuesta perdonar?
  21. ¿Trabajo en exceso y no me doy tiempo para mí?
  22. ¿Soy insensible o estoy desconectado/a de mis emociones?
  23. ¿Nada me afecta, como si no pudiera sentir?
  24. ¿Me siento desconectado/a de mí mismo/a?
  25. ¿Suelo ser yo quien cambia para el confort de otras personas?
  26. ¿Me importa bastante lo que la gente piense de mí?
  27. ¿Soy una persona dependiente?
  28. ¿Me cuesta poner límites y decir que no?
  29. ¿Soy demasiado emocional y sensible?
  30. ¿Hago más por otros que por mí?
  31. ¿Me gusta ponerme constantemente en el rol de salvador/a o cuidador/a de los demás?
  32. ¿Me gusta ser quien arregla los problemas de los demás?
  33. ¿Me siento responsable de todo lo malo que pasa?
  34. ¿Me hago constantemente la víctima o culpo a los demás de mis problemas?
  35. ¿Soy crítico/a o sobreexigente con los demás?
  36. ¿No reconozco mis propios logros?
  37. ¿Tengo mucho miedo a fracasar?
  38. ¿Siento que tengo que ser el/la mejor en todo y destacar?
  39. ¿Me autoflagelo con mis pensamientos y soy muy autocrítico/a de mí mismo/a?
  40. ¿Me exijo demasiado y nunca estoy contento/a con lo que logro?
  41. ¿Me cuesta aceptar mis errores?
  42. ¿Suelo fingir ser alguien que no soy para llamar la atención?
  43. ¿Suelo estar buscando oportunidades para autoalabarme?
  44. ¿Siento que siempre tengo la razón?
  45. ¿Me gusta sentirme más que los demás?
  46. ¿Critico constantemente a los demás?
  47. ¿Me siento inferior a los demás?
  48. ¿Me cuesta relajarme y pasarla bien?
  49. ¿Siento que necesito personas alrededor de mí todo el tiempo o que debo socializar con ellas?
  50. ¿Tengo miedo de vincularme con otras personas?
  51. ¿Me incomodan las reuniones sociales?
  52. ¿Me gusta aislarme de las personas?
  53. ¿Tengo miedo constante a que me hieran?
  54. ¿Me cuesta confiar en los demás?
  55. ¿Siento que la gente se aprovecha de mí?
  56. ¿Me cuesta cooperar con los demás?
  57. ¿Trato de pasar desapercibido/a?
  58. ¿Suelo evitar el conflicto?
  59. ¿Siento que no soy digno/a de querer?
  60. ¿Me siento avergonzado/a de mí mismo/a?
  61. ¿Siento culpa?
  62. ¿Siento la necesidad de cambiar para complacer a otros?
  63. ¿Mantengo relaciones porque tengo miedo de quedarme solo/a?
  64. ¿Suelo tener relaciones amorosas con personas tóxicas?
  65. ¿Me gusta seducir, pero una vez que consigo lo que quiero ya no me interesa la otra persona?
  66. ¿Me cuesta entregarme o comprometerme en una relación de pareja?
  67. ¿Cuando estoy en una relación de pareja, me involucro muy rápidamente?
  68. ¿Me cuesta tolerar la intimidad?
  69. ¿Siento celos e inseguridades de mi pareja?
  70. ¿Me cuesta darme cuenta de lo que los otros sienten?
  71. ¿Cometo los mismos errores una y otra vez?
  72. ¿Consumo alcohol, drogas, comida u otras sustancias, o practico sexo u otras actividades para escapar de mi ansiedad?
  73. ¿Me siento insatisfecho/a?
  74. ¿Creo que tengo todo y no me siento feliz?
  75. ¿Me cuesta hacer lo que yo quiero?
  76. ¿Actúo como si no tuviera necesidades cuando en realidad sí las tengo?
  77. ¿Me cuesta expresar que estoy molesto/a o que tengo rabia?
  78. ¿Me siento poco auténtico/a?
  79. ¿Quiero mostrar que estoy bien cuando en realidad no lo estoy?
  80. ¿Me cuesta responder este tipo de preguntas?

La lista podría seguir, pero estas son algunas preguntas que puedes ir planteándote. El objetivo de revisar esta muestra de preguntas es identificar emociones y comportamientos que, sin darnos cuenta, podríamos tener como defensa a dolores, traumas o retos. La idea es ir conectándonos con nuestras emociones.

Revisa las preguntas que has marcado, escríbelas en tu cuaderno y trata de identificar: ¿por qué soy así?, ¿por qué desarrollé esa «cola»?, ¿cómo me afecta hoy?, ¿qué quisiera cambiar? Empecemos a mirar la «cola» para que deje de ser invisible. Luego, si te sientes cómodo/a, comparte este ejercicio con tu compañero/a de crecimiento.

En nuestros talleres Sanando a mi Niño Interior hemos vivido experiencias maravillosas, donde hemos acompañado a cientos de personas en un proceso de autoconocimiento y sensibilización personal. Entre ellas, algunas marcaron pocas preguntas, y otras, prácticamente toda la lista. Algunas personas nos decían: «Pero yo siempre he sido así, no sabía que tenía que ver con mi NI».

Nuestro NI nos ha acompañado toda nuestra vida, por lo que asumimos sus manifestaciones como parte de nuestro carácter o personalidad. Llegamos a normalizarlas. Sin embargo, nunca es tarde para cambiar si creemos que estas conductas nos afectan o si pensamos que sería importante hacerlo.

El primer paso es reconocer. Es lo más importante para poder iniciar un proceso de evolución emocional. Por ejemplo, si alguien tiene un problema de obesidad, lo primero que debe hacer es reconocer que lo tiene («Tengo un problema de obesidad») para poder comenzar a solucionarlo; en muchos casos, incluso se busca ayuda profesional. Suena fácil y obvio, pero, aunque no lo crean, cuesta más decir: «Estoy mal y tengo que hacer algo para cambiar» que «Todos están mal, menos yo».

Te invitamos a mandar estas preguntas a, por lo menos, tres personas que te conozcan bien, para que ellas te digan cuáles creen que se relacionan contigo. Sería muy productivo que esas personas sean tu pareja y tus hijos. Todos tenemos zonas ciegas o que nos cuestan más mirar; por eso, la mirada de un «otro» es valiosa y enriquecedora.

Ejercicio n.º 2: Recibiendo retroalimentación

Para mandar las preguntas, entra a la página web www.sanandotuninointerior.com, sección «Ejercicios». Busca el ejercicio «Detectando mi cola» y escoge la opción «Mandar cuestionario».

Cuando recibas las preguntas sugeridas por las personas que te conocen, revísalas con cuidado. Anótalas y tómalas muy en cuenta, ya que por alguna razón te las han marcado. Compáralas con las que seleccionaste. Esta información es sumamente enriquecedora para ti. Recíbela con amor y humildad.

Jorge es un ejecutivo muy trabajólico de una gran empresa. Para él no existen horarios, ni domingos o feriados. Está casado y tiene dos hijos chicos, pero no le dedica tiempo a su familia. Cuando su esposa Luci le reclama más tiempo o atención, la respuesta de Jorge es «¿Qué quieres que haga? Me exigen mucho y tengo que traer el pan a la casa».

Luci le ruega que por lo menos durante las comidas desconecte su celular, pero para Jorge es imposible. Siente que tiene que estar presente en todas las tomas de decisiones de su trabajo. Es como si disfrutara no tener vida familiar o personal. No le gusta estar con él mismo y le cuesta mucho descansar y disfrutar. Siente una gran necesidad de «ser productivo» todo el tiempo. Pareciera que el trabajo cubriera un vacío interior muy grande.

Sus hijos están creciendo con un padre totalmente ausente y Luci está desesperada. Ella no está feliz con su matrimonio, por lo que le ha sugerido a Jorge ir a una terapia de pareja o buscar ayuda profesional, pero él no quiere; cree que es una pérdida de plata y de tiempo. Jorge evade los conflictos y no soporta hablar de temas emocionales. Debido a esto, Luci está evaluando seriamente la posibilidad de separarse. Se siente muy sola y piensa que es muy difícil lograr comunicarse con él.

En el trabajo, tampoco le va bien. Jorge no es considerado un buen líder. No es consciente de cómo sus conductas y actitudes impactan emocionalmente en los demás. A veces puede hacer bromas impertinentes o decir las cosas de manera inadecuada.

Cuando alguien se equivoca, puede explotar de forma muy agresiva y maltratar a sus reportes directos. Es controlador y quiere decidirlo todo; no sabe delegar y no deja que su equipo tome decisiones. En varias oportunidades, han hablado con él y le han dado retroalimentación, pero Jorge no reconoce ninguna de las actitudes por las que le reclaman, siempre cree tener la razón. Justifica o culpa a los otros; por lo tanto, nada cambia. Para él, los temas de recursos humanos y liderazgo son «una moda estúpida». Considera que la mayoría de las personas son flojas, por lo que «debe tratarlas con palo para que funcionen».

Es extremadamente competitivo, perfeccionista y autoexigente. Quiere destacar, resaltar y ser reconocido todo el tiempo. A pesar de que excede las expectativas y las metas en relación con los objetivos cuantitativos, están considerando despedirlo.

Ejercicio n.º 3: Reflexión sobre Jorge

Haz una pausa para reflexionar: ¿cómo pudo haber sido la niñez de Jorge? ¿Cómo habrán sido sus padres con él? ¿Qué situaciones crees que le tocó vivir y que pudieron generar su «cola»?

Como dice el médico Gabor Maté: «No es lo que vivimos, sino cómo sentimos lo que vivimos» (2008, p. 8). Es decir, dos hermanos que han vivido con los mismos padres, en la misma familia, y que pudieran haber tenido una «misma» niñez suelen desarrollar «colas» distintas. La mente, las emociones y la individualidad de las personas no tienen una fórmula matemática. Una misma situación puede ser interpretada, vivida y sentida de forma diferente de acuerdo a las características únicas de cada ser humano.

Con esto en mente, te contamos lo que nos compartió Jorge:

Los padres de Jorge no eran capaces de mostrar ni dar afecto. Casi nunca lo abrazaban ni lo besaban; más bien, eran muy distantes física y emocionalmente. Él era un niño muy sensible. Solo quería ser amado incondicionalmente, pero tenía un profundo dolor de abandono. Se sentía rechazado y no querido. Cuando Jorge cumplió un año, nació su hermano con autismo. Esto fue aún más duro para él, ya que sintió que su mamá lo abandonó para dedicarse a su pequeño hermano.

Como muchos, escondió su dolor detrás de la rabia. Esto lo hacía sentir más fuerte. Su «cola» protectora se cargó de agresión, fuerza y rabia para defenderse del dolor.

Su padre era una persona muy exigente, perfeccionista y controladora. Jorge se esforzaba mucho por tener las mejores notas del colegio, pero para su papá nunca era suficiente. Cuando no obtenía una buena nota, le gritaba y lo humillaba. Sus padres no se llevaban bien, había constantes peleas y gritos en la casa. Cuando esto sucedía, Jorge se escondía en su cuarto y se tapaba los oídos con la almohada.

Su «cola» protectora lo ayudaba a desconectarse de sus emociones y a vivir desde la racionalidad. Para él su realidad era tan dolorosa que, para poder subsistir, bloqueó todo lo que sentía y se enfocó en tratar de ser el mejor en todo lo que hacía, con la esperanza inconsciente de algún día creer que era suficiente para sus padres, pues quería recibir amor incondicional.

Cuando se convirtió en adulto, Jorge empezó a usar el trabajo para tapar su dolor. No podía permitirse estar con él mismo ni cuestionarse nada, porque eso significaba enfrentar profundas emociones guardadas que lo hacían sufrir mucho. Implicaba dejar la «cola» que lo había protegido durante tantos años.

No tenía la capacidad de conectarse con las emociones de los demás, porque él mismo estaba desconectado de las suyas: no había desarrollado inteligencia emocional. Solo buscaba ser el mejor, el perfecto. Su «cola protectora» lo alejaba de cualquier acercamiento a sus emociones; era como una coraza para no sentir.

Sin darse cuenta, estaba exigiendo y maltratando a los demás, al igual que su padre hizo con él. Buscaba destacar en el trabajo por su enorme necesidad de sentirse perfecto para así recibir cariño y ser mirado; pero, en el fondo, era un reclamo a lo que nunca recibió de sus padres.

Finalmente, por las peleas que presenció de niño, no le gustaba enfrentar los conflictos. Huía de toda situación emocional, por eso no quería ir a las terapias que Luci le pedía. Le tenía pavor a sus propias emociones.

Al tiempo, perdió su trabajo. Luci tuvo que mudarse con sus hijos donde su madre, ya que él nunca quiso irse. Jorge prácticamente no tiene relación con sus hijos. A pesar de todo, aún sigue pensando que él está bien y que son los demás los que no lo están. Demandó a la compañía y culpó a Luci de haberlo dejado y de la mala relación que tiene con sus hijos. Por su incapacidad de ver su «cola», Jorge ha arruinado su vida. Sigue haciéndole daño a los demás debido a ese gigantesco dolor reprimido.

Como se puede ver en este caso, los traumas, las heridas y los dolores generan «colas» protectoras que cargan al NI de desconexión emocional, perfeccionismo y actitudes para evitar conflictos. Así como esta situación dañó el matrimonio de Jorge y afectó a su familia y a su trabajo, lo mismo podría estar ocurriendo con nosotros.


3 Adaptado de Jackman (2020).