Historia y clasificación


Los papagayos fueron amaestrados primero en sus regiones de origen antes de ser importados a Europa y Estados Unidos. Se desconoce el momento a partir del cual las civilizaciones chinas y precolombinas empezaron a domesticarlos, pero sí se sabe que algunas cotorritas cabeciazules (Psittacula cyanocephala) fueron introducidas por primera vez en Europa en el siglo V a. de C. Esta fecha señala el principio de una larga serie de importaciones de papagayos y cacatúas.

El papagayo y el hombre

Los escritos de Aristóteles son el testimonio de la presencia en Europa de varias especies originarias de Asia desde el siglo IV antes de nuestra era. La más conocida de entre ellas es el lorito alejandrino grande (Psittacula eupatria), traído desde la India por las tropas de Alejandro Magno hacia el año 330 a. de C. Después de Macedonia y Babilonia, Roma y Atenas acogieron a su vez un gran número de especies. Parece ser que los griegos descubrieron la capacidad de los papagayos de imitar la voz humana mientras que en Italia las excavaciones y los textos antiguos han demostrado que algunas familias patricias poseían pajareras con aves exóticas en la época de Nerón. Los papagayos, que se consideraban objetos de curiosidad, se exhibían en las fiestas públicas y se encerraban en jaulas de plata. Esta tendencia se mantuvo durante todo el periodo medieval. Las aves parlantes eran en aquella época el emblema de las personalidades políticas más importantes.

Por otro lado, las grandes expediciones realizadas a Asia y América del Sur contribuyeron en la importación de los papagayos a Europa. A partir de finales del siglo XV, el descubrimiento del Nuevo Mundo por Cristóbal Colón y su tripulación, abrió de nuevo el camino para nuevas oleadas de importación. Occidente descubrió en esa época casi todo el conjunto de papagayos suramericanos, entre los que se encuentran las diecisiete especies de aras y las veintiséis de amazonas.

Las cacatúas, que se conocieron solamente a partir del siglo XVII con los viajes de los primeros grandes exploradores, llegaron, por el contrario, más lentamente a Europa. Las especies originarias de las islas Molucas fueron importadas por los navegantes holandeses a lo largo del siglo XVIII.

En un principio, el comercio y la cría de papagayos estuvo reservada a los aficionados de aves exóticas, y se generalizó al conjunto de la población europea hacia el final del siglo XIX, hasta alcanzar su apogeo en la mitad del siglo XX. Los movimientos de importación y de exportación se han visto ampliamente facilitados, sin duda alguna, con las mejoras realizadas en los medios de transporte, y más exactamente en el aéreo. Actualmente, los papagayos han adquirido la categoría de animal de compañía y la cría continúa desarrollándose considerablemente, sobre todo en Europa y Estados Unidos.

Cacatúa de las Molucas (fotografía: Leportois)

La mitología

Las cualidades de los animales, que a menudo se han juzgado como misteriosas, han alimentado creencias de todo tipo en todos los países del mundo. La mayoría de los seres vivos (incluidos los árboles y las plantas) han representado un día u otro símbolos de la vida, la muerte, Dios, la fuerza, el demonio, el alma, etc.

De la abeja al elefante, pasando por el oso, la serpiente, el lobo, el caballo o el toro, se han atribuido poderes divinos a casi todos los animales en un momento dado de la historia. Según el animal y la civilización, estos poderes podían ser maléficos o benéficos. En esta comunión del hombre con la naturaleza, las aves no se han escapado de la mitología. Han fascinado, intrigado o inquietado a sus observadores. Su canto, sus plumas de colores y, sobre todo, su capacidad de volar han dado lugar a todo tipo de interpretaciones mitológicas, empezando por las pinturas rupestres de las grutas de Lascaux, donde las aves prefiguran el vuelo del alma después de la muerte. Sin embargo, desde el punto de vista de la simbología, el significado que se le da a las aves varía según las épocas históricas y las civilizaciones. Cada cultura les ha confiado un sentido distinto. En Francia, la cigüeña blanca se ha asociado durante mucho tiempo con la idea de la fertilidad, el búho con la brujería y la paloma con la paz. En Egipto, el dios halcón Horus era uno de los personajes más importantes de la religión antigua. En la Biblia, el águila representa la fuerza de Dios, mientras que el buitre se considera un portador de desdicha.

En esta amalgama de mitos, los papagayos también han aportado su grano de arena. Unos dibujos indios que se encontraron en América del Sur y con más de dos mil quinientos años de antigüedad presentaban ya a los papagayos como el símbolo del amor. En la India y en Italia se encuentra el mismo simbolismo. Actualmente, algunas poblaciones de América central continúan venerando a estas aves multicolores.

Taxonomía

Cada especie de ave ha sido descrita e inscrita en un repertorio según un número de criterios anatómicos y morfológicos. Pero su clasificación científica no es completamente definitiva. Todavía existen desacuerdos que dividen a los especialistas, sobre todo por lo que se refiere a los pájaros, el orden que reúne el grupo más grande de especies de aves.

El primer intento de clasificación de las especies animales se remonta al siglo IV a. de C. con los trabajos de Aristóteles basados en una distinción entre los animales de sangre caliente y los de sangre fría. En 1676, la publicación del libro Ornitología, de sir Francis Willoughby, presenta por primera vez una descripción completa de las aves y de las tablas que permiten su identificación.

Actualmente, el sistema de clasificación utilizado en materia de zoología y de botánica es el que el naturalista sueco Carl von Linneo (1707-1778) presentó en su libro, Systemae natura, publicado en 1735. En él distribuye la organización de todos los seres vivos en dos grandes categorías: el reino animal y el reino vegetal. El primero se divide a su vez en tres subreinos o ramificaciones. Las aves pertenecen a la ramificación de los metazoos, que reúne a todos los seres vivos dotados de un sistema nervioso, más o menos desarrollado, y cuyas células forman tejidos.

Esta ramificación está dividida a su vez en tipos, entre los que se encuentra la clase de los pájaros, dividida en subclases. Las cacatúas se encuentran inscritas en un repertorio en la subclase de los neognatos en el orden de los psitaciformes, y emparentadas con la familia de las psitácidas. Dividida en setenta y siete géneros, reagrupa entre trescientas veinte y trescientas cincuenta especies según los autores.

Determinada únicamente por los criterios morfológicos según Linneo, la definición de una especie incluye actualmente el patrimonio genético y los criterios de fecundación. Forman parte de una misma especie los individuos capaces de reproducirse entre ellos. «Se admite, además, que los individuos pertenecientes a una misma especie se pueden unir entre ellos para producir otros indefinidamente fértiles (interfecundidad), mientras que el crecimiento de dos especies distintas, cuando no es imposible, finaliza con la formación de híbridos infecundos (interesterilidad)» (Jean Rostand, Nuevas ideas sobre genética).

Gracias al estudio del ADN, los últimos medios de la ciencia actual plantearán nuevos interrogantes sobre la filogénesis en los años venideros.

Cacatúa blanca (fotografía: Cazes)

Pareja de cacatúas de penacho naranja (fotografía: Leportois)

LOS NOMBRES DE LAS ESPECIES

Cada especie posee siempre un nombre común seguido de un nombre latino. Salvo excepción, el primero se refiere al origen geográfico del ave o a sus características físicas.

El nombre latino, compuesto de dos o tres palabras, por el contrario, proviene directamente de la clasificación científica. Primero se refiere al género al que pertenece la especie, luego al nombre de la especie y finalmente al de la subespecie.

La cacatúa negra o arará hace honor a su nombre (fotografía: Leportois)

Las psitácidas

Las psitácidas tienen en común algunas características morfológicas, anatómicas y comportamentales. Poseen todas una disposición zigodáctil de los dedos —dos girados hacia delante y dos hacia atrás—, un pico fuerte y curvado hacia la mandíbula superior móvil hacia arriba.

A estas primeras particularidades se añaden, en la mayor parte de los casos, un buche bastante desarrollado, la base del pico y la nariz provistas de cera y una lengua espesa adaptada al régimen granívoro.

A excepción de algunos casos particulares, todas las psitácidas son arborícolas y monógamas. Su nido se encuentra instalado la mayoría de las veces en el hoyo de los árboles, y los jóvenes reciben el alimento de sus padres, primero por la hembra y luego por el macho.