Un día de tormenta

Un día, una violenta tormenta estalló en Motunui. —Así es imposible trabajar —dijo Vaiana a sus amigos Heihei y Púa—.

Será mejor que vayamos a visitar a la abuela Tala.

La joven siempre había pasado los días de tormenta en compañía de su abuela, que le contaba historias fascinantes.

Al llegar a casa de Tala, Vaiana se resbaló y cayó en un charco de agua.

—¡Menuda entrada! —dijo la abuela, divertida, arrodillándose para abrazar a su nieta.

—Cuidado, estoy mojada —la advirtió Vaiana.

—¡No es más que agua! —dijo la mujer—. Ya se secará. Ahora, siéntate, tengo una historia nueva que contarte.

Y como trata de una tormenta, es el día perfecto para escucharla.

Después de que todos se hubieran acomodado, la abuela Tala empezó su relato.

Pero Vaiana no se podía concentrar. Había descubierto un agujerito en el techo que le inquietaba.

—Abuela, allí arriba hay una gotera —la interrumpió la joven—. Deja que te la repare.

—No te preocupes, no me molesta —la tranquilizó Tala.

Pero por más que lo intentaba, Vaiana no podía quitar ojo al charco de agua que se estaba formando en el suelo debido a la gotera. Si actuaba rápido, ¡Tala no se daría cuenta de nada!

Se encaramó a las vigas y tapó el agujero.

Después, bajó ante la divertida mirada de su abuela.

—Gracias, querida. Ahora deja que siga con mi historia.

Pero en cuanto reanudó el relato, la tormenta se intensificó.

El estruendo que causaba asustó a Púa, que intentó esconderse entre los rodillos de corteza que contenían las leyendas preferidas de la abuela Tala. Vaiana corrió a ordenarlos enseguida.

—Vuelve y siéntate —le dijo Tala.

Vaiana obedeció ysu abuela continuócon su historia.

Afuera, el viento empezó a soplar cada vez más fuerte.

Justo en aquel momento, Heihei decidió salir de la cabaña.

Horrorizada, ¡Vaiana vio cómouna ráfaga se lo llevaba!

Por suerte, un segundo golpe de viento trajo de vuelta al gallo.

Un poco aturdido, Heihei aterrizó a los pies de la joven.

Entonces, Vaiana se dio cuenta de que Tala había dejado de hablar y sintió una punzada en el corazón.

—Lo siento mucho —se excusó la joven—, no paro de distraerme. Pero que sepas que me encanta escuchar tus historias y pasar tiempo contigo.

Para demostrarle que no estaba enfadada, Tala juntó su nariz con la de su nieta y le cogió las manos.

—Abuela, vuelve a empezar la historia, por favor —le susurró Vaiana—. Esta vez, te prometo que prestaré atención.

Cuando Tala retomó el relato, Vaiana la escuchó embelesada. Afuera, la tormenta rugía y la lluvia caía sin cesar.

Pero allí dentro nada podía estropear la hermosa relación quehabía entre Vaianay su abuela Tala.