PRÓLOGO:

El legado de Cleopatra

De acuerdo con la leyenda, el primer experimento científico no ético en la historia fue diseñado nada menos que por Cleopatra.

En algún momento de su reinado (del año 51 al 30 a. C.), los eruditos egipcios se preguntaron: ¿cuándo se puede saber si un bebé en el vientre materno es varón o hembra? Nadie lo sabía, así que Cleopatra ideó un malvado plan y reclutó a algunas criadas para ello.

No era la primera incursión de la reina en el campo de la ciencia médica. Según algunas fuentes —y los historiadores modernos lo respaldan—, Cleopatra estaba muy interesada en el trabajo de los médicos de su corte. También inventó una dudosa cura para la calvicie: una pasta de ratones chamuscados y dientes de caballo quemados, que se mezclaba con grasa de oso, tuétano de ciervo, corteza de caña y miel, que se aplicaba con un masaje en el cuero cabelludo «hasta que [el cabello] brotaba». Más horrible aún: el historiador griego Plutarco reportó que Cleopatra experimentaba con veneno en los prisioneros. Comenzó con tinturas y productos químicos —probablemente derivados de plantas— y luego poco a poco con animales venenosos. (Incluso enfrentaba bestias venenosas en combate, fascinada por ver cuál resultaba vencedora). Estos conocimientos le resultaron útiles cuando terminó con su vida: permitió que un áspid mordiera su pecho, dado que había observado que provocaba una muerte relativamente indolora.

Por terrible que parezca el envenenamiento de prisioneros, su experimento con los fetos lo superó en términos de depravación. No conocemos el origen de la obsesión de Cleopatra con ese tema, ni por qué le importaba tanto obtener respuestas. Sin embargo, cada vez que una de sus criadas era sentenciada a muerte (un hecho común, según parece), la reina la sometía a este mismo procedimiento. Primero, en caso de que estuviera ya embarazada, la obligaba a ingerir alguna de las sustancias nocivas que conocía, un «suero destructivo» que purgaba el útero. Luego, Cleopatra hacía que un criado preñara a la doncella por la fuerza. En un momento predeterminado, hacía abrir el vientre de la doncella y sacaba el feto de su interior. Los relatos difieren respecto a los resultados, pero se dice que Cleopatra podía distinguir a los varones de las hembras a partir del día 41 de la gestación, lo cual demostraba que la diferenciación sexual comenzaba muy temprano en el embarazo. En definitiva, ella consideraba que su experimento era un éxito.

Las únicas menciones históricas de este horror provienen del Talmud y, a primera vista, estos relatos resultan sospechosos. Cleopatra tenía decenas de enemigos que difundían propaganda contra ella y es difícil pensar en una historia que la demonice de manera más efectiva que esta. Además, de acuerdo con lo que los médicos saben ahora, los resultados no tienen sentido. Seis semanas después de la concepción, los fetos tienen ojos, nariz y pequeños dedos, pero solo miden un poco más de un centímetro de largo y no tienen genitales, lo que haría imposible distinguir a los varones de las hembras. (Los genitales se forman en la novena semana, cuando el feto mide cinco centímetros de largo). Así que incluso dejando a un lado la propaganda, no es seguro que Cleopatra haya llevado a cabo este experimento.

Leyenda o no, sin embargo, muchas generaciones han creído ese cuento... lo que señala en sí mismo algo importante. Cleopatra era poderosa y odiada, y la espantosa historia cautivó la imaginación de la gente. Solemos esperar que los tiranos hagan cosas horribles. Pero algo más de la historia sonaba a verdad. Había un arquetipo al acecho aquí, algo profundo y aterrador reconocible incluso en aquella época: una persona que va demasiado lejos y deja que sus obsesiones se apoderen de ella. Lo que ahora llamamos un «científico loco».

La locura de un científico es peculiar. No murmura tonterías ni te acorrala con conspiraciones locas. Por el contrario, piensa de forma bastante lógica. Aquí, Cleopatra experimentaba solo con sirvientas condenadas a muerte. Si de todas formas estaban destinadas a morir, como al parecer razonó, ¿por qué no utilizarlas para algo útil mientras tanto? Decidida, las hacía tomar un abortivo, a fin de asegurarse de que cualquier embarazo previo no interfiriera o confundiera sus resultados. Luego, registraba la fecha exacta de la violación-inseminación para saber con exactitud el día de concepción. Si juzgamos esto simplemente como un experimento, Cleopatra lo hizo todo de manera correcta.

Juzgada desde cualquier otro estándar, por supuesto, no actuó con ética. Estaba tan obsesionada, tan cegada, que abandonó todas las nociones de decencia y compasión al ignorar la sangre y los gritos de dolor, y siguió adelante a pesar del costo humano. Lo que enloquece a los científicos locos no es su falta de lógica, de razón o de agudeza científica. Es que hacen ciencia demasiado bien, excluyendo todo rastro de humanidad.