II

SOCIEDAD Y MODO DE VIDA

El hecho de que los celtas no escribieran sobre su modo de vida hace que conocer cómo pudo estar estructurada su sociedad y cuál era su día a día sea un trabajo difícil, aunque los hallazgos arqueológicos y las fuentes escritas por los autores clásicos aporten un poco de claridad en este tema que ahora abordamos. Al ser una sociedad que ocupó un amplio territorio, no podemos sino generalizar en este aspecto puesto que, dependiendo de la zona geográfica y la intensidad de los contactos con otras culturas, cada zona tenía su propio desarrollo y sus propias peculiaridades.

ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD

La unidad social que correspondía a los celtas era la tribu, la cual a su vez estaba estructurada de forma jerarquizada. Esta jerarquía, conocida también como sociedad de jefatura, habría estado organizada de una manera piramidal, con un estatus heredado y un poder basado en la autoridad. Se cree que la sociedad celta remite a la estructuración de los pueblos indoeuropeos, en los que la tribu habría sido gobernada por una asamblea de ciudadanos libres y un consejo, y sobre estos un rey o jefe. Esta sociedad estratificada se relacionaba por una serie de obligaciones y privilegios, y en ella, en su parte más alta, estaría la nobleza o aristocracia, que se componía de sacerdotes y guerreros, y tras ellos la población de artesanos y agricultores, lo que César reveló respecto a los galos: una sociedad tripartita de druides, equites y plebs. Además de estas tres clases sociales estaba la población no libre o servil, existiendo un grupo de esclavos, según figura en los textos clásicos, algo que tiene confirmación arqueológica por el hallazgo de grilletes y cadenas en yacimientos como el de Llyn Cerrig Bach (en Anglesey) o los encontrados en Park Street (Herefordshire, Inglaterra).

En el caso de Irlanda, gracias a sus textos bien conservados, es conocido que la tribu constituía una sociedad independiente, apareciendo en ellos con el nombre de túath, aunque sobre el uso de esta palabra hay mucha controversia debido a que varios autores no comparten esta teoría, creyendo que túath haría referencia más a todo un territorio. En Gales la palabra para referirse a la tribu sería cantref, siendo su significado el de ‘descendencia’.

Dentro de los túath estarían los fine, palabra que serviría para denominar la familia, existiendo dentro de esta unidad, y para denominar un parentesco más estrecho, la derbfine, que incluiría en la unidad familiar hasta a los primos nacidos de hermanos por la línea masculina. Todo esto, aunque pueda parecer de poca importancia, tiene sentido cuando se trata de la nobleza y los derechos de sucesión ya que, por ejemplo, cualquier miembro perteneciente a la misma derbfine del rey podría sucederle. Mientras, en la sociedad galesa, esta misma institución recibiría el nombre de cenedl (‘familia’), que abarcaría cuatro generaciones. En Irlanda era común que los tuatha se unieran con otros formando lo que se conocería como mór túatha, en las que el líder del derbfine del túath más importante sería el nombrado rey supremo o rí ruirech.

Como hemos visto, en la parte más alta de la jerarquía se encontraba el rey o jefe () y bajo este estaría la nobleza guerrera, llamada en los textos irlandeses aire, que tiene correspondencia con el sanscrito arya, con el significado de ‘nobles’. Bajo estos estarían los flaith, que formaban el grupo entre el que se elegiría al rey, e inmediatamente por debajo de estos se encontrarían los bo-aire, nombre que recibirían los jefes del ganado, que disponían de notables extensiones de tierra en las que apacentaban su propio rebaño. Todos estos nobles prestaban sus servicios al rey, portando un brazalete que les identificaba con respecto a su estatus. El rey, como veremos en el ritual de la yegua blanca, era elegido (ya que este puesto no era hereditario) después de varios rituales, y es que la decisión de quién tomaba el mando era muy importante ya que de él dependía el resto de su tribu o túath. Estos reyes a su vez debían fidelidad al Gran Rey de Irlanda o rey de provincia, quien tenía potestad para reunir asambleas generales, a las que estaban obligadas a acudir todas las tribus.

Estrabón se hace eco de lo que ocurría en las asambleas:

Los más de sus regímenes políticos son aristocráticos, pero antiguamente elegían solo un jefe cada año, y del mismo modo, un general para la guerra era señalado por la gente […] Algo peculiar ocurre en sus asambleas: si alguien molesta al que habla y lo interrumpe, un servidor se le aproxima tras desenvainar su espada y le ordena guardar silencio con una amenaza; si no cesa de hacer aquello, repite lo mismo una segunda y tercera vez, y finalmente le quita del sayo una parte tan grande que lo hace inservible para el futuro32 […]

El estatus más alto dentro de la sociedad, como hemos visto, correspondía a la nobleza o aristocracia, la cual se dividía a su vez en dos clases: los guerreros y los sacerdotes. Los primeros tenían unos privilegios considerables, puesto que su único objetivo era la batalla y desempeñaban un papel fundamental dentro de la sociedad. A los segundos los veremos con más detenimiento en el capítulo sobre la religión. Los sacerdotes impondrían a los guerreros una serie de geis en su bautismo. Estos geis son nombrados en incontables ocasiones en los mitos irlandeses, y venían a ser una serie de prohibiciones que debían regir la vida del combatiente. Entre ellos encontramos algunos como: no evitar el combate si el número de oponentes no superaba los cinco miembros, no ceder a la seducción femenina, no tratar temas de política, etc. Estos geis solo afectaban al rey y a los guerreros, pero no así a los druidas. En el Togail bruidne Dá Derga33 podemos ver cómo el rey Conaire tenía una serie de geasa34 según los cuales se le prohibía dormir más de nueve noches fuera de Tara, tomar un camino que bordease por la izquierda, entrar nunca detrás de tres hombres que fueran juntos o que vistieran de color rojo… Así hasta un total de diez prohibiciones. En el caso de los guerreros y sus geasa, encontramos al héroe Cu Chulainn, el cual tenía prohibido negarse a comer el alimento que le fuera ofrecido o comer carne de perro, debido a que recibió su nombre por matar al can del herrero Culann.

Como vemos, estos geasa son interpuestos por los druidas en pos de que los guerreros se sometieran a una serie de reglas de vida, teniendo connotación de leyes civiles y religiosas y no pudiéndose ignorar, ya que podrían acarrear accidentes o grandes males al infractor.

Tras la aristocracia, en el siguiente escalón, estarían los artesanos. Estos ocupaban un puesto de honor dentro de la sociedad ya que estaban en pleno contacto con la nobleza, comparándose en ocasiones a los herreros con seres semidivinos que fabricaban medios de transporte de una delicada belleza a la vez que robustos. Pero estos no solo realizaban trabajos de armas y ornamentos para las más altas escalas, sino también mesas sencillas y bajas en las que celebrar los banquetes, suelos de mosaicos o paredes de mampostería, copas de metal y cualquier útil que fuera necesario. Su papel en la sociedad era tan importante que en diversas necrópolis se han encontrado las que fueron sus herramientas a modo de ajuar funerario, siendo muestra esto del poder adquisitivo que tenían y de su estatus. Cómo no, en la mitología irlandesa nos encontramos con un herrero, de nombre Goibniu, el cual en la Segunda batalla de Mag Tuired, preguntado por Lugh en qué podía él ayudar en la batalla, respondió que por cada lanza que se rompiera en la batalla el proporcionaría una nueva que, al entrar en contacto con la piel del contrincante, le dejaría sin vida. En este mito se cuenta también cómo forjó espadas, lanzas y jabalinas, fabricadas estas con solo tres golpes, y se menciona a otro artesano, esta vez carpintero, de nombre Luchta, quien hacía las astas de las lanzas de tres astillas.

Los campesinos, tanto agricultores como ganaderos, serían los siguientes en esta estructura. Ni que decir tiene que de ellos dependía la subsistencia del resto de la tribu, ya que sin los cuidados del cultivo y del ganado esta no tendría los alimentos suficientes para poder sobrevivir. Tan importante era este aspecto en la vida de los celtas, que sus festividades estaban conectadas con los ciclos de la cosecha, conociéndose la fiesta de Samhain como la de la última cosecha, momento en que se hacía un recuento de las recolectas que se habían realizado en las dos anteriores cosechas (Lughnasad y el equinoccio de otoño) para saber si el invierno, o la estación oscura, sería apacible o tendrían problemas de escasez. A los bienes de la familia se les daría el nombre de baile, disponiendo cada tribu de treinta baile, que serían alrededor de trescientas vacas y entre mil y mil cuatrocientas hectáreas de tierra.

Gracias a los últimos estudios podemos saber que los celtas realizaban un gran aprovechamiento de sus recursos; las poblaciones contarían con un área de cultivo donde se autoabastecían, complementando su alimentación con la ganadería y la caza. Esta sociedad, como la mayoría, no habría criado solo a sus rebaños para alimentarse, sino como fuente de riqueza, ya que podrían intercambiarlos por otros bienes que les fueran necesarios.

En la agricultura consiguieron realizar una serie de mejoras que hicieron que campos que antes no se podían aprovechar fueran fructíferos, siendo esto posible por la utilización de arados perfeccionados y una mejora en las técnicas de cultivo. No es que ellos inventaran el arado, sino que hicieron mejoras en estos, como utilizar una pieza apuntada hacia la tierra para arar. Incluso en la zona del Tirol se documenta otro tipo de arado con vertedera, la cual removía la tierra y formaba un surco, haciendo que el aire circulara mejor y el agua no se estancara. César contaba de los suevos que no cultivaban la misma tierra por un periodo superior al año, siendo quizás esto una muestra temprana de la técnica del barbecho, más aún cuando se conoce que no cultivaban el mismo producto sino que lo intercalaban con cereales, aportando así nitrógeno a la tierra y evitando que quedase yerma. Este tipo de agricultura, junto con la salazón de carnes, supuso una gran parte de las exportaciones que realizaron los celtas.

Las semillas que se han conservado en diversos yacimientos muestran que desde Centroeuropa hasta la mitad de Iberia se consumía trigo común y espelta. El centeno se cultivaba en lugares más fríos, como Alemania, y en Gran Bretaña se cultivaba espelta y cebada, la cual se comenzó a utilizar para la fabricación de cerveza, aunque no era la única bebida alcohólica que consumían ya que también producían otra que contenía trigo mojado y fermentado. El vino era una bebida de lujo que se importaba desde el sur de Europa. En Alemania y Suiza, y de Polonia a Eslovaquia, se consumían frutos como las avellanas o los hayucos, amasándose una harina con estos.

La ganadería ha sido uno de los temas de estudio en los que más se ha trabajado, llegando a la conclusión de que hubo un retraimiento de los bosques que se explica solo de una manera: la necesidad de tener lugares de pasto para criar ganado. Por diversos extractos de escritores clásicos podemos saber que los celtas eran unos magníficos criadores de cabras y ovejas, concordando esto con los hallazgos realizados en los yacimientos arqueológicos. En Alemania se han encontrado establos que confirmarían la existencia de una ganadería organizada, ya que contaría con espacios delimitados donde los animales habitarían sin correr peligro. El ganado, dependiendo de la zona geográfica en la que vivió, se adaptó a las condiciones climáticas del lugar. Por ejemplo, en las zonas de Centroeuropa el cerdo llega a representar un 40 % de los huesos recogidos, mostrando esto que fue uno de los animales más criados. A parte de estos animales, los celtas también se dedicaban a la cría de los caballos, documentándose este hecho desde el año 800 a. C., ya que se trataba de un animal de prestigio por toda Europa, apareciendo representados en diversos objetos como decoraciones cerámicas o monedas. En los enterramientos de gente con un alto estatus podemos encontrar arreos de caballos, ya que este animal denotaba poder.

Los esclavos, o gente no libre, eran comprados por las familias más importantes para que ayudasen en las tareas domésticas o en los campos. Estas personas, también conocidas como «sin posición», habrían perdido sus derechos por haber cometido algún delito que conllevase esta sanción. Se les permitía vivir con la familia que los comprase, aunque en una cabaña peor habilitada y siempre bajo una condición servil, pero sin tener prohibido poder formar sus propias familias. Entre irlandeses, galos y galeses eran adoptados por las familias, recibiendo así los mismos derechos que los adoptantes.

Quizás uno de los esclavos más conocidos, aunque en una época algo tardía, fue San Patricio. Este fue hecho prisionero cuando tenía dieciséis años por piratas escotos, que lo llevaron a Irlanda desde Britania, en donde estuvo durante seis años sirviendo a su amo como pastor hasta que, según cuentan algunas versiones, tuvo una revelación en sueños según la cual un barco le estaba esperando al sur de la isla. Patricio decidió hacer caso al sueño y escapó del lugar, andando cerca de trescientos kilómetros hasta llegar a la costa sur de Irlanda, donde encontró un barco junto a su capitán y tripulación, que eran paganos, los cuales lo admitieron y pusieron rumbo a la Galia. Allí comenzó a estudiar sobre el cristianismo y al cabo de los años volvió a Irlanda para evangelizar a sus gentes.

Otro nombre bien conocido fue el de Santa Brígida de Kildare. A pesar de que existen varias biografías de su vida, todas coinciden en que su madre fue Broicsech, una esclava picta que había sido bautizada (y por tanto convertida al cristianismo) por San Patricio, y su padre Dubhthach, un cacique de Leinster.

En las Vitae encontramos que su padre obligó a la madre a vender a Brígida a un druida, naciendo ella ya en esclavitud, pero que le fue devuelta a su padre como sirvienta doméstica cuando cumplió los diez años. Ya entonces se decía que Brígida había obrado milagros, incluidas la curación y asistencia a los pobres, y sus hábitos de caridad la llevaron a donar sus escasas pertenencias a aquel que lo necesitase.

En las dos biografías más antiguas se describe a su padre, Dubhthach, tan molesto con Brígida, que la llevó en un carro al rey de Leinster para venderla. Mientras Dubhthach hablaba con el rey, Brígida regaló su espada enjoyada a un mendigo para que la cambiase por comida y que pudiera así alimentar a su familia. En ese momento el rey reconoció su santidad y convenció a Dubhthach de que concediera la libertad a su hija.

El sistema de clientela era una parte importante de esta sociedad, ya que la aristocracia utilizaba los lazos de mecenazgo que tenía con sus seguidores para mantener su propio estatus social. Un patrón ofrecería hospitalidad, protección legal, apoyo económico y otras recompensas a sus seguidores a cambio de lealtad y servicio, esperando de ellos que le pagaran con los productos de sus granjas, trabajaran para él y acudieran a la batalla en caso de ser llamados. Los celtas de una posición lo suficientemente alta como para tener clientes podrían tener un patrón de mayor estatus, siendo los jefes o incluso los reyes clientes de gobernantes más poderosos. Los clientes libres tenían un estatus más alto que los clientes de base, y generalmente recibían un terreno más grande. La clientela gratuita no implicaba subordinación social y podía terminarse de mutuo acuerdo. Esta clientela, sin embargo, tenía que abonar un alquiler más alto que la clientela de base.

Se exigían deberes relativamente ligeros a los clientes libres; para mostrar el respeto que tenían a su señor, le atendían o se levantaban cuando entraba en una habitación, eran por denominarlos de alguna manera básicamente una parte de su séquito cuando aquel deseaba impresionar. Tenían que proporcionar algún servicio de mano de obra, pero a menudo tenían a sus propios dependientes para que se encargaran de ello. Un propósito clave de la clientela gratuita era crear y extender la red social más allá del grupo de parentesco.

El clientelismo de base en Irlanda trataba de crear lazos de dependencia económica entre el cliente y el noble. El noble daría al cliente de base ganado y herramientas, comprando de esta manera el precio de honor de este, que pasaba así a depender legalmente de su señor y tendría que pagar para salir del acuerdo si quería terminarlo antes del tiempo estipulado.

El señor, a cambio, cobraba una renta en alimentos, productos agrícolas y mano de obra bastante más exigente que en el caso de los clientes libres.

Los clientes de base también tenían algunas obligaciones militares, incluido el patrullaje de las fronteras de las tierras de su señor y la realización de una expedición llamada garmsluaigh u ‘hospedaje’, que era cuando uno entraba en el territorio de un subordinado, o incluso de un enemigo. A su vez, los clientes de base podían confiar en un hombre fuerte para su protección y pagaban rentas más bajas que los clientes libres.

Dada la naturaleza familiar de la sociedad irlandesa, instituciones como la acogida y la clientela eran imprescindibles para crear lazos fuera de la familia, que hacían unirse a las diferentes clases sociales.

La clase social situada entre los nobles y los campesinos era la clase culta, los filí, siendo estos poetas y abogados.

Sin embargo, la jerarquía en la sociedad no siempre fue plana. Las mujeres eran otra parte muy controvertida de la jerarquía de la sociedad irlandesa, pero esto lo veremos con detenimiento en el capítulo 3.

Las leyes fueron una base muy importante en la historia irlandesa desde bien temprano. Muestra de ello son la cantidad de textos legales que demuestran que el sistema legal era uniforme en todo el país. Los ingleses se referían a la ley irlandesa como Ley Brehon35. La Ley Brehon era una institución irlandesa que los ingleses más tarde se esforzaron por erradicar. Esta ley era distinta porque enumeraba las reglas legales, no los registros de los casos, siendo las historias la única forma de entender lo que había sucedido en un caso.

A diferencia de los reyes anglosajones, los reyes irlandeses no eran legisladores, aunque se suponía que debían actuar con justicia por el bienestar de la sociedad, contando para ello con la ayuda de los jueces.

Otra institución distintivamente irlandesa, que más tarde provocó choques culturales con los conquistadores ingleses, fue el embargo, un método legal reconocido para obligar a alguien a cumplir la ley. Por lo general se privaba al encausado del uso de sus bienes, principalmente ganado, quitándoselo finalmente si se negaba a pagar lo que debía.

Sin embargo, la sociedad irlandesa en su conjunto permaneció unida culturalmente incluso cuando se enfrentó a la inestabilidad política. Pero fue esta inestabilidad la que notaron los conquistadores ingleses, que determinaron que solo la completa anglización de los países celtas podría integrarlos plenamente en la sociedad civilizada.

MODO DE VIDA

El modo de vida de los antiguos celtas variaba dependiendo de la región en la que se encontrasen; es por ello que en este apartado debemos generalizar, aunque podremos puntualizar en los casos en los que tanto las fuentes como los hallazgos nos lo permitan. Conoceremos las estructuras de los lugares donde vivían así como diferentes facetas de su vida cotidiana, todos ellos aspectos muy llamativos de esta cultura.

¿Dónde y cómo vivían?

Como veíamos, intentar puntualizar cómo sería cada tipo de vivienda en las distintas zonas celtas sería imposible, y por tanto tenemos que generalizar en cuanto al tipo de construcción que utilizaban en su día a día. De esta manera, encontramos una variedad de asentamientos, como los poblados, los castros, los oppida e incluso granjas.

Como hemos visto, la sociedad se dividía en tribus, las cuales, excepto en casos excepcionales36, eran grupos bastante grandes. Antes del cambio de era la mayor parte de la población vivía en el campo en pequeñas granjas o explotaciones, donde controlaban tanto el pasto como el ganado, aunque también existían, como centro de mayor concentración de gente, los poblados o fortificaciones u otros poblados que, con las mismas características que las fortificaciones, no se encontraban amurallados. La esperanza de vida entre los celtas se encontraba en torno a los 35-45 años, y la mortalidad infantil era muy alta. Los hombres debido a la actividad bélica sufrían una mortandad más temprana y las mujeres la sufrían debido a los partos y las infecciones derivadas.

En Hallstatt se levantaron poblados en llanuras y en zonas protegidas, en zonas altas en las que se encontraban viviendas realizadas en madera y de planta rectangular. Pero en algunas zonas se comenzaron a construir «residencias principescas», sobre todo en las cabeceras de los ríos más importantes (Rin, Danubio y Ródano), las cuales estaban situadas en lugares altos, con fortificaciones de murallas, torres y puertas con defensas, como el ejemplo de Heuneburg (Hundersingen, sur de Alemania), el cual pudo ser uno de los lugares más importantes de Centroeuropa. Este lugar se encuentra en un espolón montañoso a cuarenta metros de altura sobre el Danubio, datando el primer asentamiento de entre los siglos XV y XIII a. C. y abandonándose hasta que en el año 700 a. C. se volvió a desarrollar de manera rápida, llegando a conseguir su momento de mayor esplendor hacia el año 600 a. C., cuando se convirtió en una de las ciudadelas más importantes, centro de poder y comercio del sur de Alemania. El muro, que data de hacia ese año, se realizó con una base de piedra caliza que sostenía una pared de adobe de cuatro metros, habiéndose encalado sus paredes para evitar que el clima las erosionara, algo excepcional y que hizo que durase setenta años en pie.

El interior de las casas se distribuía de manera ordenada y uniforme, funcionando aquellas como viviendas y como talleres. La residencia principesca destaca al sur, siendo una construcción bastante más grande que el resto.

Tras este periodo de fortificaciones con residencias principescas en su interior, hubo un movimiento de la población hacia las zonas rurales y, por la necesidad de que existieran nuevos centros de poder centralizados, se comienzan a encontrar asentamientos con otro tipo de estructura: las granjas. Las primeras granjas aparecen entre los años 450-300 a. C. y se encontraban en las campiñas. A menudo contaban con una empalizada o algún foso a modo de defensa, albergando viviendas, graneros y establos. Veamos con detenimiento los distintos tipos de agricultura que se llevaba a cabo en las granjas, dependiendo de la zona geográfica en la que se encontrasen.

Las granjas galas comenzaron a aparecer alrededor del siglo VI a. C., aunque su momento de mayor apogeo fue en el siglo II a. C., cuando se dio una mayor densidad de población en la zona norte de Francia, consistiendo en un asentamiento cerrado en el mismo lugar en que se encontraban las tierras que explotaban. La forma típica de la granja constaba de una zanja que rodeaba los edificios concernientes a esta, es decir, viviendas, graneros, silos, etc. Existían varios estatus sociales dentro de la gente que explotaba estos lugares, desde familias simples a personas de un alto estatus con residencias aristocráticas. Las granjas que pertenecían a este último grupo se distinguían del resto por una arquitectura más elaborada, así como el mobiliario y los útiles que las rodeaban, pudiendo encontrar ánforas mediterráneas37, joyas, monedas, armas o herramientas fabricadas en hierro.

Las granjas en Irlanda, al igual que en otras partes del noroeste de Europa, reflejaban una mezcla de agricultura y ganadería, criándose principalmente vacas y cerdos. Se conoce que la explotación agrícola se llevó a cabo desde el siglo V a. C., cultivándose incluso trigo, y se ha descubierto por las dataciones de polen que hubo una tala masiva alrededor del siglo IV a. C. en algunas zonas, aunque se desconoce cuál fue el motivo. La ganadería era un requisito fundamental, aunque no tanto la producción de leche; si bien la carne de las ovejas no era muy importante, sí lo era su lana, ya que servía para realizar tejidos. Entre los años 1400 y 500 a. C. las granjas continuaron siendo mixtas, con ganado y cerdos como animales principales y con cebada y trigo como cultivos primarios. Entre los años 500 a. C. y 400 d. C. la agricultura cayó en declive, se continuó produciendo cereal pero en menor grado, comenzándose a explotar más la ganadería.

Las granjas en la isla de Man eran algo más diversas puesto que utilizaban la pesca como uno de sus principales sustentos. Los hombres se iban al mar de julio a octubre, quedándose las mujeres al cargo de las granjas. Las granjas eran cerradas, aunque no como en los casos anteriores, sino que se cercaban con arbustos, y los animales se encontraban atados con cuerdas de paja. De suma importancia eran para sus habitantes las ovejas, ya que estas procuraban leche, lana y carne, y los caballos, que eran de tamaño pequeño ya que se utilizaban como animales de carga.

Las granjas en Escocia tenían un uso mixto, como en la mayoría de las vistas hasta el momento. El cultivo principal era de cereales, trigo y cebada, e incluso hay evidencias de pequeños cultivos de lino. La ganadería era mayoritariamente de bovinos, caprinos, ovinos y porcinos. Alrededor del año 250 a. C., gracias a las muestras de polen, se conoce que hubo un aumento exponencial de la agricultura. Se ha sugerido que las casas circulares38 que abundan al este de Escocia servían como establos en invierno, siendo su cuidado muy importante debido a que eran la principal fuente de proteínas de que disponían.

Pero a comienzos del siglo II a. C. comienza una nueva centralización en ciudades, apareciendo los oppida. César en su Guerra de las Galias explica cómo eran estos. Los oppida eran grandes asentamientos con carácter urbano y defendidos, pero como veíamos al principio, y según ha corroborado la arqueología, existía diversidad de oppida dependiendo de la zona en la que estuvieran, determinando que se llamase de esta forma a aquellos asentamientos que superasen las diez hectáreas.

Las defensas estaban constituidas por murallas, pudiendo ser estas de diversos tipos: las conocidas como murus gallicus, que se componían de mampostería de piedra y un armazón realizado con grandes troncos que se cruzaban y se fijaban con clavos; las empalizadas, que consistían en postes de madera en vertical; o las murallas de terraplenes de tierra, que también contaban con fosos, siendo este tipo el más frecuente en las islas británicas. Siempre se buscaba la defensa natural para alzar estos asentamientos, es decir, que se situaran en la zona alta de una colina, tuvieran varios ríos alrededor, etc., de manera que la muralla que se levantase fuera más reducida. Dentro de estas murallas se reconocerían perfectamente los barrios artesanales por su concentración de talleres, mostrándonos que los oppida eran centros de intercambio para las redes comerciales. Se pueden reconocer también las zonas residenciales de las personas de mayor estatus y de la población llana, los santuarios e incluso los lugares a los que no se atribuye un cometido específico y que servirían probablemente para celebrar asambleas o acoger a la gente que viniera a ellas desde el exterior del oppidum, o en momentos de conflictividad.

Estrabón nos dejó una descripción sobre las viviendas de los galos:

Tienen viviendas grandes y circulares de madera y mimbre, y les ponen encima mucha caña. Tan numerosos son sus rebaños de ovejas y cerdos, que no solo hay abundancia de sayos y carne salada para Roma, sino también para muchísimas partes de Italia39.

En la península ibérica los poblados más comunes fueron los «castros», ubicados en las zonas centro, oeste y norte de la Península. Estos eran pequeños asentamientos que tenían entre 0,2 y 2 hectáreas y se localizaban en las zonas altas que tuvieran escarpes de ladera. A las defensas naturales les sumaban murallas de piedra y pequeños fosos o campos de piedras hincadas. Estos últimos son muy llamativos a la vista, como el caso del castro de Saldeana o el de Las Merchanas, en los cuales se pueden ver estas defensas aún, más o menos, como se dispusieron en su momento. Estas defensas se disponían en los campos delante de las fortificaciones y constaban de piedras puntiagudas, normalmente de granito, muy próximas entre sí, de manera que en caso de ataque a caballo o a pie dificultaran el paso.

Los asentamientos solían estar divididos en varias estancias; las viviendas eran de madera, piedra y paja, y en su interior era muy importante el fuego, situado en el centro de la habitación ya que servía tanto como para calentarse como para cocinar. El suelo solía componerse de varias capas, una de piedra menuda para igualar el suelo y sobre esta otra capa de arcilla. En los patios se excavaba un agujero en el suelo a modo de aljibe, destinado a recoger el agua de la lluvia y del que bebían los animales domésticos, que se encontraban libres por el castro. En el almacén se depositaba el grano40 en tinajas, dentro de un silo cerrado, de manera que los animales no pudieran acceder a él, con un techo de arcilla por encima para protegerlo de la lluvia. El horno se ubicaba en el vestíbulo, sirviendo tanto para cocer el pan o el barro como para fundir los metales.

Vida cotidiana

La sociedad celta era una sociedad de profunda vitalidad en cualquier tarea que emprendiese. Una de las partes más importantes de la sociabilización se daba los banquetes, por los que eran conocidos, como los restos arqueológicos han demostrado, coincidiendo con las fuentes clásicas. Encontramos en un fragmento de Ateneo cuáles eran las costumbres que más le llamaron la atención sobre los celtas:

Los celtas, echando yerbas por abajo, ponen sus alimentos sobre unas mesas que se alzan un poco sobre tierra. Su comida consiste en un poco de pan, pero mucha carne cocida en agua o asada sobre carbones o espetones, se toma eso de modo limpio, pero de forma leonina, levantando con ambas manos las extremidades enteras y dándoles bocados y, si alguna parte es difícil de desgarrar, la cortan con un pequeño cuchillo que está a su lado, en la vaina, dentro de una caja. Toman también pescados los que habitan junto a los ríos y a lo largo del mar interior y exterior, y esos, asados con sal, vinagre y comino. Este lo echan también en su bebida. No usan aceite por su escasez, y a causa de la falta de costumbre, les parece desagradable. Cuando varios cenan juntos, se sientan en círculo, y en medio el más fuerte, como corifeo de un coro, distinguiéndose de los demás por su habilidad bélica, por su linaje o por su dinero. El huésped a su lado, y a continuación, a cada lado, según la importancia que tienen. Los armados de escudos alargados están de pie cerca de ellos, y los portadores de lanza, sentados en frente en círculo, participan del banquete igual que sus amos. Los servidores traen bebidas en recipientes semejantes a nuestras copas cónicas, de barro o plata. Tales son las tablas que tienen sobre las que colocan los alimentos: unas, de bronce, otras, cestas de madera o tejidas. Lo que se bebe entre los ricos es vino traído de Italia y la comarca masaliota, y ese es sin mezcla: a veces, se mezcla con un poco de agua. Entre los más bien necesitados se prepara cerveza de trigo con miel, y entre muchos se toma sola, y se llama corma. Sorben de la bebida un poco, no más de un ciato, pero hacen eso con bastante frecuencia. El esclavo la lleva por la derecha y la izquierda. Así se sirve. Se prosternan ante los dioses, girando hacia la derecha41.

Posidonio visitó Hispania y la Galia en el año 100 a. C. y dejó información a través de otros autores. En este caso es Diodoro de Sicilia quien nos habla de los celtas y la embriaguez:

Son inmoderadamente aficionados al vino y se sacian con el vino sin mezclar importado por los comerciantes. El deseo del mismo les hace beber con avaricia, y cuando se emborrachan caen en el estupor o en una disposición maníaca42.

Según el propio Cicerón, los galos consideraban el vino cortado con agua como un venenum. Esta manera de celebrar los banquetes, reunidos en círculo, se puede observar en algunos de los mitos irlandeses, como en el mito de Dermot y Grannia, al igual que el gesto de pasarse una «copa común». Según Posidonio, el que los galos compartieran embriaguez tenía un carácter colectivo, y tanto esto como el propio banquete estaban inherentemente relacionados con los rituales previos a la batalla, cosa que tanto Trogo Pompeyo43, Tácito44 o Dion Casio45 relacionan con el furor guerrero.

Pero los banquetes no solo se daban para festejar la victoria ante algún oponente, también existían certámenes en los que se disputaba por el curadmír, palabra irlandesa que designaba la ‘porción del campeón’ y sobre la que nos dejó un texto Diodoro de Sicilia:

Los bravos guerreros son recompensados con la elección de la mejor porción de carne […]. Invitan a los extranjeros a sus fiestas y, hasta que la comida no ha concluido, no preguntan quiénes son y qué cosas necesitan. Y es su costumbre, incluso en el transcurso de la comida, discutir sobre cualquier asunto trivial para entablar una disputa y desafiarse en combate individual, sin consideración alguna hacia sus vidas; pues prevalece en ellos la creencia de que las almas son inmortales […]46.

Pero aún llega más lejos el texto en que Ateneo nos habla sobre esta «costumbre», el cual aludiendo de nuevo a un fragmento de las Historias de Posidonio:

Los celtas tienen a veces concursos gladiatorios durante los banquetes. Habiendo tomado las armas, inician peleas y practican fintas entre sí, llegando en ocasiones a producirse heridas; en cuyo caso, exasperados por las mismas, llegan incluso a matar si los compañeros no intervienen. En épocas pasadas, sigue diciendo, siempre que se repartían porciones de carne el mejor campeón recibía la mejor parte, pero si alguno la reclamaba, se iniciaba un combate individual hasta la muerte. Otros, habiendo recibido oro o plata o un número de jarras de vino de otros compañeros, tras atestiguar solemnemente la donación, decretan que esta se reparta entre los parientes más próximos. A continuación se tumban de espaldas sobre sus escudos, y alguno de los presentes corta su cuello con una espada47.

Otro de los motivos por los que se realizaban los banquetes era mantener el vínculo entre los guerreros; como hemos visto al principio, cada guerrero tenía su lugar, al igual que cada uno recibía una porción de carne determinada. Una vez más es Ateneo quien nos habla del caso del rey gálata Lovernio, tomando un texto de Posidonio según el cual el rey mandó preparar una gran fiesta:

[…] describiendo la riqueza de Lovernio, padre de Bituis, que fue desposeído por los romanos, dice que para ganar el favor de la multitud cabalgaba por los campos en un carro repartiendo oro y plata a los numerosos celtas que le seguían. Igualmente, construyó un recinto de doce estadios de lado en el que dispuso tinajas llenas de excelente vino, y preparó tan gran cantidad de alimento que durante varios días todos aquellos que lo desearan pudieran entrar y disfrutar de lo que allí había, siendo continuamente servidos. Tras haber puesto un límite al banquete, llegó tarde un poeta nativo, y dirigiéndose al jefe cantó sus alabanzas en un himno alusivo a su grandeza y a la tardanza propia. Y el jefe, deleitado con ello, pidió una bolsa de oro y la lanzó al bardo que tras él corría. Este la cogió y cantó de nuevo en su honor, diciendo que las roderas del carro que había conducido llevarían beneficios a los hombres48.

Según los hallazgos arqueológicos se han encontrado una serie de estructuras que apoyarían estos relatos que hemos leído y que demostrarían el carácter sacral de los banquetes. De esta manera, estructuras rectangulares que se han hallado y que se creían santuarios parecen haber sido recintos construidos de manera rápida y sencilla para que tuvieran lugar estos festines, e incluso algunas fosas excavadas en la Galia parecen haber tenido este cometido. Encontramos varios ejemplos de estos lugares, como en Bliesbruck (Francia), lugar donde se encontraron ciento sesenta hoyos que contenían recipientes para beber, utensilios para comer y huesos, o el santuario de Ribemont-sur-Ancre, en el cual se documentó una gran cantidad de huesos de animales, sobre todo cerdos, y algunos fragmentos de ánforas vinarias itálicas, desechos todos ellos de un banquete comunal interpretado, en este caso, como un banquete de clausura del santuario galo.

Pero no solo de banquetes y bebidas vivían los celtas en su día a día. También era muy importante su sentido religioso y los quehaceres correspondientes a cada miembro de la familia. En los momentos en que las tribus no se encontraban en conflicto con otras se dedicaban a realizar los arreglos necesarios tanto en las viviendas como en los poblados, en sus útiles de guerra como en sus carros, o recolectando las semillas que fueran necesarias para preparar la siguiente cosecha. Los nobles, en estos tiempos, dedicaban su tiempo a la caza, a juegos de mesa como el fidchell49 o al hurling50, compaginándose todas estas actividades ociosas con el cuidado del ganado y el mantenimiento de la agricultura.