INTRODUCCIÓN
Relevancia y carácter del pensamiento de Mario Góngora
Mario Góngora del Campo es uno de los pensadores chilenos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Su obra se extiende a la historia, al derecho, a la teoría política, a la crítica cultural, a la estética y a la filosofía. Opera trascendiendo los límites usuales de las disciplinas. Las combina y traspasa; elabora productos nuevos, muchas veces llenos de significado y fuerza de expresión.
Sus documentos, entrevistas y testimonios dan cuenta de circunspección y hasta parquedad. Tras ellas habita un alma no solo intelectualmente dotada, sino vibrante y conmovida, como se trasluce en su Diario y en los pasajes de tono más personal de sus obras. Aunque la suya es una generación sobresaliente, Góngora destaca en ella por reunir, de modo especialmente vivo, las capacidades de la percepción, el análisis, el examen riguroso y sensible de situaciones, datos y documentos, con la erudición y la hondura teórica, y los poderes prospectivos y de articulación comprensiva. Paralelos comparables de integración lograda de esas fuerzas hay que ir a buscarlos cuatro décadas antes, en los ensayistas mayores del Centenario: Francisco Antonio Encina y Alberto Edwards.
La entidad de Góngora como historiador y humanista ha sido ampliamente reconocida entre sus colegas nacionales. Joaquín Fermandois dice del Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX: “Para la segunda mitad del siglo [XX] representa lo que la fronda aristocrática representó en la primera mitad”.4 Renato Cristi indica que la crítica que le hace Góngora al neoliberalismo “representa la más alta expresión reflexiva del pensamiento conservador chileno”.5 Alfredo Jocelyn-Holt llama a Góngora, sin duda, “el más importante historiador de la segunda mitad del siglo XX […]. Él es el gigante sobre el que, modestamente, nos tratamos de empinar”.6
Góngora fue un historiador descollante. Se adentró en la historia institucional, en la historia social, en la historia de las ideas y de las mentalidades, en la historia telúrica, en la historia política y en la historia de la filosofía. En el campo de la historia de las instituciones destacó por sus estudios sobre la evolución del Estado en Chile, desde la época indiana hasta el despliegue, la consolidación y la crisis del Estado republicano. En su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX, asimismo, entró de lleno en la historia de las ideas. Desde su tesis de licenciatura titulada Conflictos religiosos y sociales del Estado y la burguesía en Inglaterra, siglos XVII y XVIII, en adelante, consta una serie de trabajos eruditos que abordan fenómenos de diversa índole y diversos grados de articulación, como los “inquilinos de Chile Central”, los “encomenderos y estancieros”, los “conquistadores en tierra firme”, la propiedad raíz en el valle del río Puangue, el Estado indiano, incluso el “vagabundaje”.7 En todas esas investigaciones, Góngora operó con lucidez acerca de los polos y de las herramientas de la comprensión histórica, pero además con un trasfondo teórico denso, jurídico, político y filosófico.
La obra de Góngora ha recibido una atención relevante fuera del país. Simon Collier lo llama “el historiador chileno que más destaca entre los de su generación” y, “ciertamente, uno de los más respetados historiadores latinoamericanos de las décadas recientes. Su erudición impecable, profunda y, sobre todo, reflexiva, le han hecho ganar, es justo decirlo, un círculo cada vez más amplio de admiradores, tanto dentro como fuera de Chile”.8 Sus libros y su pensamiento han recibido, desde comienzos de la década del cincuenta, amplia consideración de autores extranjeros.9 Su trabajo Studies in the Colonial History of Spanish America fue publicado, en 1975, en la prestigiosa colección Cambridge Latin American Studies, en Cambridge University Press. Fue, asimismo, profesor invitado en las universidades de Colonia por Richard Konetzke, Oxford por Malcolm Deas y Yale por Richard M. Morse.
Góngora formó a historiadores importantes. Gabriel Salazar, Joaquín Fermandois y Alfredo Jocelyn-Holt, tres de los más destacados entre los vivos, pueden ser llamados, en sentido amplio, discípulos suyos. Ellos asumen aproximaciones ideológicamente dispares, Salazar desde el socialismo, Fermandois desde una posición “liberal-conservadora” y Jocelyn-Holt desde un liberalismo político. En los tres cabe hallar el sello del maestro, que se manifiesta como síntesis de historia y teoría, intuición y reflexión, de cercanía con los datos a la vez que con los esfuerzos de interpretación de mayor alcance apoyados en conocimientos filosóficos. Los tres poseen una veta proyectiva y ensayística destacada, que es como usualmente se plasma el pensamiento humanístico y filosófico en Chile.
Góngora es un intelecto jurídico en al menos dos sentidos. Por una parte, sus estudios universitarios de derecho y sus investigaciones acerca de concepciones jurídicas (el derecho como orden concreto, la Escuela Histórica, el normativismo) e instituciones relevantes (como la propiedad raíz, las relaciones laborales, la encomienda, la noción de “lo civil”, el Estado indiano) lo llevan a dar con un tipo de racionalidad específica. En ella aparece nítidamente la tensión entre un polo más abstracto, compuesto por las representaciones jurídicas, las normas y los principios, las visiones de mundo; y otro polo más concreto, del caso por ser organizado o resuelto. La tarea jurídica emerge como una labor de mediación entre ambos polos. Su consecución consta en la articulación eficaz de la situación cuando queda expresada de modo institucional, de tal suerte que las reglas, las normas y los principios logran su realización y se van encarnando como costumbres y maneras de pensar y sentir efectivamente internalizadas en grandes grupos humanos.
Por otra parte, Góngora encuentra, en el derecho, un tipo de comprensión que puede ser llamado ejemplar. Puesto que el derecho tiene a la vista con claridad la mentada tensión entre un polo más abstracto y otro más concreto; y dado que, según mostraré, esa polaridad no es propia solo del mundo jurídico, sino que opera –aunque con cambios– en todos los asuntos humanos, Góngora va vinculando la comprensión jurídica con la comprensión de la historia del derecho y de la historia en general, asimismo, de la política y de la praxis en su sentido más amplio.
En la obra de Góngora cabe hallar, también, un pensamiento político desarrollado. Él se nutre de experiencias personales, así como del estudio de la teoría política, de la historia institucional y de la historia política de Europa y América. Entre los autores a los que considera, un lugar importante lo ocupan Aristóteles y Tomás de Aquino. Sus conocimientos se refieren, sin embargo, principalmente a modernos y contemporáneos. Aquí cuentan, por ejemplo, Maquiavelo, Hobbes, Rousseau, Herder, Burke, Schelling, Hegel, Müller, Marx, Weber y Schmitt (cuando se hacen listas de autores en el caso de Góngora, ellas deben entenderse a título ilustrativo, pues los que le resultan familiares, según atestiguan sus textos, ya desde su temprano Diario, son muchísimos). A partir de todos esos antecedentes, formula un pensamiento político que incluye una teoría del Estado, del pueblo y de la nación; así como con respecto a los vínculos entre esos tipos de agrupación y acerca del papel del individuo tanto en ellos como en el Estado. En ese pensamiento político tienen especial relevancia las consideraciones sobre las relaciones entre individuo y sociedad, y entre el Estado y el pueblo y la nación. Asimismo, la tematización de la tensión entre las articulaciones jurídicas y políticas, y la realidad más concreta.
En diversos trabajos de madurez, pero con antecedentes en su juventud, Góngora efectúa estudios culturales, en los cuales plantea una crítica de la época presente. Premunido del conocimiento de filósofos modernos y contemporáneos, y de los resultados de sus indagaciones históricas, hace un análisis del racionalismo de la modernidad, del pensamiento científico y tecnológico, y de sus consecuencias epocales. Allí encuentra el origen de lo que llamará las “planificaciones globales”, es decir, ordenaciones de la vida social, económica y política según concepciones omniabarcantes de talante racionalista. Góngora ve, en el racionalismo moderno y en el pensamiento científico y tecnológico, un esfuerzo controlador de vastos alcances. Ellos transforman drásticamente el vínculo del ser humano con el mundo y sus semejantes, debido a una reducción de la existencia a sus facetas calculables y corporales, y a la intensificación que producen de las relaciones de poder. Las consecuencias de la expansión de este tipo de racionalidad son, entre otras, la funcionalización de la existencia y la marginación de los aspectos de ella que no se dejan pasar por el dispositivo de cálculo y control científico-técnico; una superficialización y objetivación de las personas, cosas y situaciones.
Usualmente, los historiadores de mayor significado saben filosofía. Góngora, además, logra penetrar en ideas principales de filósofos fundamentales, especialmente, como digo, de la modernidad en adelante. Integra esas ideas en sus propias reflexiones. Si bien no fue filósofo “de profesión”,10 tiene familiaridad estrecha, junto a los autores mencionados a propósito de su pensamiento político (y, de nuevo, a modo de ejemplo), con Platón, Agustín de Hipona, Pascal, Leibniz, Vico, Goethe, Novalis, Hölderlin, Schleiermacher, Nietzsche, Dilthey, Spengler, Husserl, Ortega y Gasset, Maritain, Jaspers y Heidegger. Las influencias principales, me parece, pueden agruparse en el Romanticismo, en la fenomenología, sobre todo en su vertiente existencial, en la hermenéutica y en el historicismo. Sus estudios filosóficos influyen en sus consideraciones históricas, culturales, jurídicas y políticas. La presencia de ellos se aprecia, por ejemplo, en su concepción orgánica del Estado; en sus reflexiones antropológico-políticas sobre el carácter a la vez interior y comunitario del ser humano; y en su crítica de la racionalidad técnica.
Los estudios filosóficos tienen, además, una entidad propia, allende los otros campos hacia los cuales se extiende su obra, que vale también examinar en su mérito. Entre ellos destacan disquisiciones ontológicas, que Góngora elabora a partir del Romanticismo; su concepción, de fuente fenomenológica, sobre la relación del método y el acontecimiento; sus cavilaciones de talante existencialista acerca de la situación humana en la era de la técnica; además, el pensamiento de la comprensión que desarrolla Góngora desde una apropiación reflexiva de la tradición de la hermenéutica, filosófica y jurídica; su noción de la historicidad como constitutiva de lo humano y en virtud de la cual la entera existencia queda afectada por un dinamismo insuprimible.
La combinación de documentación concreta, estudio de ideas y reflexión produce un cuerpo teórico dotado de capacidad elucidatoria que conserva actualidad. A modo de ejemplo puede mencionarse que, en uno de los terrenos más contingentes en los que se desenvuelve el pensamiento de Góngora, la historia política chilena, hace más de cuatro décadas él advirtió de los límites de las concepciones globales de cuño racionalista. En especial, de la síntesis de neoliberalismo y gremialismo que operó como base ideológica de la dictadura. Y sobre la alteración profunda y de amplias consecuencias que produciría el desmantelamiento del Estado, en un pueblo que había sido conformado por él. Los desempeños estatales de carácter educativo, cultural, social, de fomento productivo y militar, fueron determinantes en la adquisición de maneras compartidas de pensar y sentir a gran escala, y en la articulación de una nación política.11 Soslayados esos rendimientos por un neoliberalismo cuyo punto de partida es la representación de individuos preexistentes al Estado; debilitado, además, el mismo Estado, por esa síntesis ideológica, repara Góngora en el “deterioro en la consciencia cívica” en el país12 y en los efectos insospechados que producirá “la crisis de la idea de Estado en Chile […], es decir, la de una noción capital para nuestro pueblo”.13
Ya me he referido, en términos generales, a la recepción de Góngora entre los historiadores e intelectuales, tanto en el ámbito nacional como internacional. Debe decirse que, en los últimos años, ha tenido lugar una intensificación de la ocupación con su obra, dentro de las fronteras de la historia académica, pero también más allá de ella. Han sido recuperados para el público textos principales del autor, de los que han visto la luz su sorprendente Diario14 y la descollante tesis de Pedagogía en Historia y Geografía.15 Una nueva edición de El Estado en el derecho indiano se encuentra en imprenta. En 2017, Gonzalo Geraldo y Juan Carlos Vergara prepararon un volumen colectivo: Mario Góngora: El diálogo continúa…, el cual incluye once estudios de historiadores, juristas y filósofos.16 En abril de 2018 tuvo lugar, en la Universidad Diego Portales, el coloquio “Actualidad de Mario Góngora”, con exposiciones de Carlos Peña y Joaquín Fermandois.17 En marzo de 2021, el número 4 de la revista Punto y coma versó sobre la obra de Góngora. Diego González publicó, en 2018, Una revolución del espíritu: Política y esperanza en Frei, Eyzaguirre y Góngora, donde aborda especialmente el pensamiento político y religioso del autor, y su biografía durante la década de 1930. Recientemente, Juan Carlos Vergara ha presentado como tesis de licenciatura una documentada monografía sobre el autor, titulada Mario Góngora: Ideario y filiación metapolítica, que lo pone en un contexto más amplio que el chileno, conectándolo con la llamada “revolución conservadora” y con una noción arcana de “tradición primordial”.18 Actualmente, Vergara realiza una tesis doctoral sobre Góngora y prepara, además, una recopilación de textos del autor. En 2015 apareció una segunda edición extendida de El pensamiento conservador en Chile, de Renato Cristi y Carlos Ruiz, la que contiene un capítulo dedicado a Góngora. Ha de añadirse una cantidad importante de artículos, entre los cuales se cuentan, de 2017 a la fecha, textos de Vergara;19 Marcelo Somarriva;20 Diego González Cañete;21 Alejandro San Francisco;22 Alejandra Saelzer e Ignacio Stevenson;23 Tomás Oliger;24 y Alejandro Tapia.25
Objetivo y partes del libro
Con todo, no hay hasta ahora un trabajo que aborde detenidamente el pensamiento de Mario Góngora en su conjunto, considerando sus alcances teórico-jurídicos, teórico-políticos, de crítica cultural y filosóficos. Este libro pretende llenar ese vacío. Busco probar que la obra de Góngora se extiende a todos esos ámbitos a partir de una reflexión existencial, de estudios históricos, políticos y jurídicos, y de una ocupación intensiva con corrientes filosóficas principales, entre ellas, especialmente, como he indicado: el Romanticismo, la fenomenología existencial, la hermenéutica y el historicismo. Esas influencias, estudios y cavilaciones son parte de lo que podría llamarse la matriz del pensamiento de Góngora, la que le brinda, en último trámite, unidad interna a un cuerpo teórico multifacético.
En los trabajos de Góngora hay también consideraciones que se extienden a otras materias, como el arte y la religión, aunque estas tienen una entidad menor en el todo de su obra. Además, están sus investigaciones históricas en sentido más estricto, las cuales ocupan una parte importante en su actividad académica. Las partes que versan sobre cuestiones artísticas y religiosas las abordaré cuando sean significativas para la definición de su pensamiento. Con respecto a sus indagaciones históricas, ellas serán tomadas bajo el mismo criterio. No me concentraré en lo que cabría llamar la historia narrativa, la sucesión de detalles y los cambios que acontecen, por ejemplo, en el naciente Estado inglés, en las características y modificaciones, siglo a siglo, del vagabundaje o los modos específicos que adquiere y en los que va mutando la propiedad raíz. Más bien, el foco estará puesto en la concepción histórica de Góngora, en las conformaciones más relevantes a las que se refiere (instituciones jurídicas y políticas de largo alcance, procesos culturales, ideológicos y filosóficos de fondo). No obstante, en la medida en que las observaciones históricas están conectadas masivamente con el pensamiento gongoriano, las referencias a ellas forman parte fundamental de este trabajo. En último término, puede decirse que la atención cuidadosa a los hechos y a las situaciones, al polo de lo concreto, es una de las características centrales de la actividad teórica de Góngora, en todos los ámbitos hacia los que se desenvuelve; y de esa actitud son constitutivas su vocación y su trayectoria de historiador.
El libro se divide en el prólogo y en esta introducción, en cinco capítulos y una conclusión. Los capítulos consideran, primero, la actitud vital de Góngora como pensador y, luego, respectivamente, las tareas mencionadas en las que se desplegó, de manera principal, su vida intelectual: la teoría del derecho, la teoría política, la crítica cultural y la filosofía.26
En el primer capítulo intento mostrar que su pensamiento es expresión de una posición asentada sobre tres bases. Primero, la contemplación intensa, que llega hasta la experiencia extática, de carácter estético y religioso. Es una contemplación conmovida que no deja de tener, además, significado práctico. Segundo, la indagación histórica erudita, pero entendida como vía de acceso, más que a sucesiones de hechos, a conformaciones totales, a mundos. Tercero, la reflexión que Góngora efectúa en su obra ensayística y filosófica, la cual es nutrida, principalmente, por tradiciones europeo-continentales.
El segundo capítulo lo destino al pensamiento jurídico de Góngora. Él alcanza su concepción del derecho a partir de su formación universitaria, de su estudio posterior de autores y teorías jurídicas, y, además, de sus indagaciones sobre el Estado en tanto institución: el Estado indiano (y las diversas facetas del orden jurídico-estatal) y el Estado chileno durante sus dos siglos de existencia. El derecho es, para Góngora, eminentemente un orden concreto efectivamente realizado y una manera de pensar. Como forma de racionalidad, se caracteriza, he mencionado, por poseer una consciencia desarrollada de la tensión y de la relación entre un polo general, normativo, y un polo concreto o de la situación, así como con respecto a la exigencia, a la que se enfrentan los agentes al decidir y comprender, de considerar tanto el sentido de las normas y de los conceptos generales, como el sentido de la situación. El Estado indiano es puesto por Góngora como ejemplo descollante de este tipo de pensamiento, especialmente porque, debido a la distancia con la metrópoli y la novedad de la situación americana, queda enfrentado, con claridad, a la tensión y a la exigencia de mediación planteadas. Intentaré mostrar en qué sentido, para Góngora, este tipo de comprensión tiene alcances amplios hacia todas las esferas de la vida, en la medida en que todas ellas están afectadas por una tensión parecida.
El capítulo tres lo dedico a la teoría política de Góngora. Él entiende a la política como un ámbito y una actividad marcados por los vínculos entre un grupo humano y las articulaciones mediante las cuales ese grupo se estructura y se le brinda, a él, expresión y cauce de despliegue. Desde un inicio, desde que la comunidad es humana y dotada, en consecuencia, de lenguaje, se trata de un grupo ya articulado en algún grado. El Estado, por su parte, si bien tiene para Góngora un carácter institucional que se manifiesta en funciones, reglas y principios generales, solo en un momento de decadencia se desata de su existencia concreta como organización vital y efectivamente realizada. Me detendré en las nociones gongorianas de pueblo, nación y Estado. Asimismo, en su abordaje de la relación entre el individuo y la comunidad, incluida la comunidad política. En fin, elevaré al foro la tesis de Góngora según la cual el Estado chileno es conformador de la nación. En el capítulo dos tomo al Estado en un sentido eminentemente jurídico, en un momento, por decirlo así, “prenacional”, que es como Góngora considera al Estado indiano. La conformación que tiene lugar, durante la República, del pueblo en una nación activa y consciente, dota al Estado de un dinamismo que lo vuelve, además de jurídico, político, que es como lo trato en el capítulo tres.
En el cuarto capítulo me refiero a los estudios de crítica cultural de Góngora y a sus reflexiones sobre las llamadas “planificaciones globales”. Él plantea que, desde la década de los sesenta, tres de estas planificaciones globales determinan el derrotero chileno. Primero, una idea desarrollista de cuño centrista bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva; luego, la planificación marxista de la Unidad Popular; y por último, el neoliberalismo que se instala con la dictadura. Analizaré con mayor detención la crítica, que Góngora expone más latamente, al neoliberalismo. Además, consideraré el vínculo, en el que se demora, de las mentadas planificaciones con el racionalismo moderno y la concepción científico-técnica, así como su planteamiento sobre el papel definitorio de esta última en la conformación de la situación contemporánea.
En un quinto capítulo, indago en las bases filosóficas de la obra gongoriana. Examino su tratamiento de los autores y de las teorías incluidos en las cuatro tradiciones que he mencionado (Romanticismo, fenomenología existencial, hermenéutica e historicismo), y muestro cómo, a partir de ellas, logra articular un pensamiento filosófico fundamental que adquiere ciertos contornos propios, en la medida en que busca integrar esas tradiciones en una totalidad.