


Esta mañana, Dory sale de su casa como una flecha. Ha visto unas preciosas conchas violetas en el fondo arenoso. Se divierte lanzándolas por encima de su cabeza.
—Me encantan las conchas —dice sonriendo—. Y a mamá le gustan especialmente las que son de color violeta.
Jenny y Charlie, los padres de Dory, no tardan en unirse a ella.
—Soy tan feliz cuando estamos los tres juntos —afirma Jenny.
—Yo también —dice Charlie—. ¿Qué tal un gran abrazo familiar?
—¡Buena idea! —exclama Dory mientras se cuela entre sus queridos padres.
—¿Sabéis quién me da a veces unos abrazos estupendos? ¡Nemo! Por cierto, es muy raro que no esté por aquí. Será mejor que vaya a buscarlo.
Sin esperar ni un segundo más, Dory empieza a nadar por bahía del Morro para encontrar a su amigo pez payaso.


Tras cruzar un campo de algas gigantes, Dory descubre a Nemo jugando al escondite con unos nuevos amigos.
—Me parece que te pasa algo en la aleta, Nemo.
Se ve tan pequeña… —le comenta un pez ángel.
—Pues con esa aleta Nemo cruzó todo el océano Pacífico —interviene Dory—. Es uno de los mejores nadadores que conozco.

Encantado por el cumplido, Nemo le da un fuerte abrazo a Dory.
—¡Ven a jugar con nosotros! —le sugiere—. Y como has llegado la última, ¡te toca buscarnos!
Dory empieza a contar. Pero pronto se distrae y empieza a mirar las conchas.
De repente, descubre una pequeña bola de pelo que mete la cabeza desde la superficie.
—¡Hola, tú! —grita Dory.
Mientras tanto, Nemo y sus amigos permanecen en su escondite esperando a que Dory los encuentre.
—Creo que se ha olvidado de nosotros. ¡Vamos a buscarla! —indica Nemo.
Los tres peces descubren a Dory cerca de las algas.
—Es una cría de nutria —afirma el pez ángel cuando ve la bola de pelo.
—¡YUPI! ¡Ven a jugar con nosotros! —grita Nemo—. Volvamos a escondernos. Y no lo olvides, Dory, ¡tienes que encontrarnos!


Nemo y sus amigos vuelven a alejarse. La cría de nutria se libera de las algas y se zambulle en el agua, chapoteando, ansiosa por esconderse. Dory empieza a contar de nuevo.
—Diez, nueve, ocho... doce, once, diez... tres, dos, uno... ¡El que no se haya escondido, tiempo ha tenido!
Dory sale a toda velocidad en busca de sus amigos. Primero encuentra a Nemo entre los erizos de mar. Luego encuentra al pez ángel y al pez loro detrás de unas rocas.
—¡Ahora me toca a mí esconderme! —exclama Dory.
Sorprendido, Nemo mira a su alrededor y pregunta en alto:
—¿Dónde está la nutria? ¿La has encontrado ya, Dory?
—¿Esa bolita de pelo marrón? Bueno... eh... No —admite su amiga.


—¡Tú puedes encontrarla, Dory! —le anima Nemo—. Recuerda, cuando me perdí, ayudaste a mi padre a que me encontrara. Tú nunca te rindes.
—¡Cuenta con ello! —exclama Dory.
Nemo y sus amigos van tras ella. De repente, Dory divisa algo por encima de sus cabezas.
—¡Mirad! ¡Allí! ¡Parece una nutria! —grita Dory.
Pero está equivocada. Se trata de Destiny, la tiburón ballena, y de Bailey, la ballena beluga. De repente, Destiny golpea al pulpo Hank. Inmediatamente, una nube de tinta negra se esparce por el agua. Hank se sonroja y se sumerge para esconderse.
—Lo siento, Hank —murmura Destiny—. No quería asustarte. ¿Puedo darte un abrazo?
—¿Un abrazo? ¿A mí? ¡No!


Destiny se siente un tanto avergonzada.
—Verás, es que no nado muy bien —admite.
—¡Eso no es cierto! —la tranquiliza Dory cariñosamente—. ¡Nadas muy bien!
—¡Sigamos con nuestra misión! —interviene Nemo—. Tenemos que encontrar a la nutria y llevarla a casa antes de que sus padres se preocupen.
—¿Puedo ayudaros? —pregunta Destiny.
—¿Y yo? —dice Bailey.
Entonces, Dory le pide a Bailey que utilice su sonar para encontrar a la nutria. Bailey se coloca las aletas en la cabeza y emite un colosal sonido por el océano.
—¡OOOOOOOO! Creo ha dado resultado. La nutria está en el bosque de algas. Todo recto y luego a la izquierda —informa.
—¡Buen trabajo! —le felicita Dory, dándole una palmadita en una de sus aletas.


Gracias a Bailey, los amigos no tardan en encontrar a la cría de nutria, dormida sobre un tapiz de algas.
—Oh, vaya. La pobrecita estará cansada de esperar a que la encuentren —bromea Nemo.
—Venga, volvamos a casa —le susurra Dory al oído del bebé.
Acto seguido, Destiny se desliza suavemente bajo la pequeña nutria y la coloca sobre su cabeza.
Bailey nada delante de Destiny para guiarla hasta la orilla.
—¡A la derecha y luego a la izquierda! —grita la ballena beluga.
Pronto descubren un numeroso grupo de nutrias que ocupan todas las rocas. Algunas juegan a perseguirse en el agua. Otras bucean en busca de comida. Y algunas duermen, tumbadas de espaldas.


Los familiares gritos despiertan a la pequeña. Feliz, salta al agua y nada hacia dos nutrias que permanecen solas en una roca.
—¡Deben de ser sus padres! —exclama Dory.
La familia vuelve a estar reunida. Felices, se dan un fuerte abrazo.

Charlie, Jenny y Marlin se han unido a Dory y a sus amigos. Un poco más tarde, cuando el sol se pone sobre la bahía, todas las nutrias se reúnen. Poco a poco todas se van fundiendo en un abrazo gigante.
—Sin duda, son una gran familia feliz —dice Hank.

Emocionada, Dory suspira. De repente recuerda cuánto quiere a sus amigos y a sus padres.
—Creo que yo también necesito un gran abrazo —comenta.
Todos se acercan a Dory: Nemo, Marlin, el pez ángel, el pez loro, Bailey, Destiny, Charlie, Jenny... e incluso el tímido Hank. Ponen sus aletas alrededor de su amiga y le dan un abrazo enorme... ¡El abrazo más grande jamás visto bajo el océano!