Antes de empezar, debemos estar de acuerdo en algo: todas las historias tratan del océano.

Ah, sí. Insisto.

Podría hablarte de personajes: una doncella encantadora con la atracción de la luna, un rey volátil con la furia de una tempestad. Y de tramas: podría contarte la del chico que busca su amor, la chica que busca un tesoro perdido o el hombre que busca fama y gloria. ¿Y qué hace el océano sino buscar? ¿En las grietas de los canales, las aristas afiladas de las paredes de los acantilados y la planta baja de los apartamentos de la ciudad donde un océano más educado no moleste?

Sin embargo, creo que el mejor argumento aguarda en la siguiente fábula.

Ahora, podemos comenzar.

—«Introducción», Las fábulas completas de Tamm

Cuando la tierra sólida se asienta bajo el bote, salto por la quilla del bote y aterrizo de espaldas sobre la orilla de guijarros. Esta quietud sabe a gloria; había olvidado cómo no mecerme con el mar.

Me levanto y miro mi Nuevo Mundo: los acantilados bañados de hierba mecida por la brisa, los árboles alzándose hacia el cielo, las flores silvestres rojo sangre a las que, con el tiempo, daré nombre.

Esta tierra ha renacido pura para que yo la tome, creada para ser mi reino y así permanecerá hasta que otro ajuste de cuentas nos inunde de nuevo.

—El cuaderno de bitácora del capitán, Antinous Kos  (1189, edición PKF)