PRÓLOGO

Cuando se me propuso amablemente escribir un trabajo sobre las expediciones científicas españolas del siglo XVIII, mi primera reacción fue de auténtico vértigo ante la inmensidad y complejidad de la tarea.

Su amplitud desafiaba mis capacidades: nada menos que todo un siglo plagado de iniciativas, además de un amplio espectro, que suponen un reto para la formación del más erudito, desde cuestiones de Historia Natural, como Botánica y Zoología, a Medicina, Geografía, Cartografía y Astronomía, Navegación y tecnología naval. Incluso política: organización y administración de los territorios, leyes y derechos, economía, producción, comercio e impuestos, etc, etc. Y sin olvidar los conflictos entre las potencias europeas, tanto por los territorios y su defensa como por los recursos que contenían, etc.

Y redactar con tantos datos y realidades un escrito mínimamente comprensible para el lector medio y conseguir que resulte una lectura clara y amena que lo incite a profundizar en uno u otro aspecto, los que fueran de su mayor interés, una auténtica labor de titanes.

Por otra parte, la labor del siglo XVIII, dentro de todo su mérito y de las nuevas capacidades y perspectivas que enriquecieron y profundizaron el legado anterior, no fue sino la culminación de la comenzada más de dos siglos antes, con resultados que afectaron al planeta entero. Y creo de justicia y de gran interés el recordarlo, si bien someramente, en una introducción que muestra algunas de estas realizaciones.

Aunque se olvide con frecuencia, los avances humanos en todos los ámbitos, no son, como tantas veces se han presentado, saltos aparentemente milagrosos de la nada al todo, del desconocimiento total a la plena comprensión, sino con mucha mayor frecuencia, son un camino lleno de dificultades y contratiempos, con muchos pasos sucesivos hasta llegar a la meta final. Unos pequeños, otros muy grandes y algunos hacia atrás… para descubrir, finalmente, que el camino continúa…

Y sin olvidar, por último, que la tarea fundamental de esas expediciones no fue tanto proponer soluciones concretas e inmediatas a los problemas y retos (aunque con ese fin se hicieran), sino que se plantearon como una inmensa recogida de datos en todos los órdenes, que posteriormente debían ser analizados con todo cuidado para proponer las acciones posteriores más adecuadas.

Por su propia esencia, una recogida de datos resulta difícil de narrar sin caer en un tan voluminoso como farragoso y aburrido relato que desanime al lector con esa Memoria de actuaciones.

Y analizar y seguir la pista posterior de cada una de esos hallazgos y descubrimientos sería toda una inmensa tarea, solo realizable por un gran equipo de investigadores especializados, trabajando largos años coordinadamente y, finalmente, plasmada en una monumental obra de muchos volúmenes.

Baste para corroborar esta afirmación el formidable esfuerzo que ha merecido simplemente una de estas expediciones, la de Malaspina, como podrá comprobar el lector, sin que por ello el trabajo pueda darse tampoco por finalizado.

Enfrentado a tales problemas y limitaciones en todos los sentidos, pero convencido firmemente en el gran interés del tema, he optado por ofrecer esta solución, fruto de un compromiso entre tantos retos.

A la opinión del lector dejo el juicio de si he logrado el solo en apariencia limitado objetivo: llamar la atención sobre unas iniciativas muy grandes y generalmente poco conocidas, cuando no reducidas a simples anécdotas y aisladas realizaciones en todos los aspectos, con poca o nula trascendencia real posterior.

Con frecuencia se tachan de «divulgación» trabajos de este tipo, pretendiendo rebajar su importancia. Pero aun concediendo que puedan en ocasiones carecer de la calidad y profundidad requeridas, lo cierto es que una buena divulgación es muy necesaria para una visión general. No son, evidentemente, obras para especialistas en tal o cual materia, pero a menudo esta ojeada general resulta necesaria incluso para las investigaciones más concretas, pues ofrecen una visión de conjunto y permiten reflexionar sobre tópicos, por establecidos que parezcan, y juzgar sobre su validez.

Por último, recordar que la Ciencia es, además y principalmente, divulgación, no arcanos que deban permanecer inaccesibles a los profanos y limitados a una élite (o una secta) de especialistas.