Lucio y Ceni Lumen, una joven pareja de elementos de fuego, emprendieron una larga travesía por mar hasta llegar a Ciudad Elemento.
Su hija estaba a punto de nacer y tenían muchísimas ganas de empezar una nueva vida.


Lucio y Ceni desembarcaron y enseguida se dejaron llevar por el bullicio y el ajetreo de la ciudad. Con sus altísimos rascacielos y los numerosos elementos de tierra, agua y aire que corrían todo el día de un lado a otro, Ciudad Elemento no se parecía a nada que hubieran visto antes.

Impacientes por explorar la ciudad, los dos se subieron al metro acuático. El resto de los pasajeros los miraban fijamente y mantenían las distancias.
De repente, un elemento de agua salpicó a Ceni sin querer. Lucio la ayudó rápidamente y luego miró al irresponsable pasajero.
—Agua tenía que ser… —murmuró con suspicacia.


Cuando se bajaron del metro, comenzaron a buscar un lugar donde vivir. Pero, al ver el fuego que echaban, todos los caseros les cerraban la puerta en las narices.
Después de un largo día, dieron con un viejo edificio abandonado que estaba en venta. A Lucio le brillaron los ojos cuando empezó a idear un plan.
Poco después de mudarse, nació su hija, Candela. Lucio y Ceni le transmitieron sus conocimientos acerca de la sagrada Llama Azul de su tierra natal.


Lucio trabajó sin descanso para construir una tienda y la llamó El Hogar. Cuando por fin colocó el rótulo, Candela sonrió radiante de orgullo.
—Esta tienda será el orgullo de la familia —dijo Lucio—. Y, un día, será toda tuya.
Cada vez llegaba más gente de fuego a Ciudad Elemento, y la tienda se acabó convirtiendo en el centro neurálgico de la comunidad de elementos de fuego. Candela, que trabajaba con su padre, tenía un don para esculpir.
Con el tiempo, Lucio se fue haciendo mayor y cada vez se sentía más débil. Candela quería que se retirara e intentaba demostrar que podía hacerse cargo de la tienda. Pero había un problema…


¡Su temperamento! Los clientes difíciles a menudo la hacían estallar. Lucio le aconsejó que respirara hondo y tratara de estrechar lazos con ellos.
—Cuando lo logres sin perder la calma, entonces estarás lista para hacerte cargo de la tienda.

Mientras tanto, Ceni trabajaba como casamentera. Tenía la capacidad de oler el amor en cualquiera y determinar la compatibilidad de cada pareja.
Pedía a las parejas de elementos de fuego que encendieran un par de varillas y estudiaba el humo. Sin embargo, siempre que se trataba de Candela… nada. Le decepcionaba que su hija nunca oliera a amor.

Una mañana, Candela iba en la moto de aquí para allá, repartiendo pedidos y conduciendo por las calles que tan bien conocía.
Nunca salía del Barriofuego3para la gente de fuego como ella.
Tras terminar su última entrega, Candela volvió a casa a toda prisa. ¡Había batido el récord de su padre! Lucio se quedó tan impresionado que le pidió que, al día siguiente, se encargara ella de las Grandes Rebajas del Punto Rojo.
Al comenzar las rebajas, Candela estaba decidida a mantener su temperamento bajo control, pero, a medida que el ambiente en la tienda se iba caldeando, ella también se iba encendiendo cada vez más. Los clientes se amontonaban, vociferaban preguntas y arrasaban los expositores.


Candela ya no podía más. Corrió al sótano intentando contener su rabia, pero una vez allí, ¡estalló! A su alrededor surgieron llamas que hicieron reventar una tubería de agua. El sótano empezó a inundarse. ¡Estaba desesperada!
De repente, un elemento de agua llamado Nilo Fuentes salió de las aguas tras ser succionado por las tuberías. Nilo era inspector municipal y se dio cuenta de que varias cosas de la tienda no cumplían con la normativa. Empezó a lloriquear.
—Primero me absorbe una tubería y ahora tengo que redactar una denuncia. Madre mía, ¡esto es demasiado!
Antes de que Candela pudiera hacer nada, Nilo se disculpó y se escabulló por una ventana.
—¡Vuelve aquí! —gritó Candela.
Persiguió a Nilo hasta el andén del metro. Tras respirar hondo, se subió al último vagón, decidida a arrebatarle la denuncia a Nilo.


Pero eso resultó ser más difícil de lo que había previsto. Fuera donde fuera, tenía que evitar quemarlo todo —y a todos— a su alrededor. Intentó por todos los medios alcanzar a Nilo, pero este seguía eludiéndola.

Cuando ya estaban cerca del ayuntamiento, Candela cogió una botella de aceite de un vendedor ambulante y la utilizó para encender un enorme muro de fuego que le bloqueó el paso a Nilo. Sin embargo, el elemento de agua la esquivó escurriéndose por un desagüe de la acera y entró en el edificio.
Candela sintió que desfallecía y su luz se atenuó.
—La tienda es el sueño de mi padre. Si por mi culpa la cierran, estará acabado. Al oírla, Nilo se sintió conmovido por su sinceridad. Ya había presentado la denuncia, pero decidió encontrar un modo de ayudarla.
Nilo llevó a Candela a la oficina de obtención de licencias. Un elemento de tierra llamado Óliver estaba colocando la denuncia en un pequeño contenedor para enviarla a tramitar.
Nilo le preguntó si podían hablar con él y animó a Candela a contarle lo de su padre.

Pero Candela se negó. Nilo intentó ayudar explicándoselo él mismo.
—¡Deja de hablar! —le gritó Candela, incendiándolo todo a su alrededor.
Entonces, Óliver envió la denuncia introduciéndola en un tubo.
—Seguramente cerrarán la tienda dentro de una semana —dijo—. Buena suerte.

Al volver a casa, Candela encontró a sus padres intentando evitar más fugas. Lucio había visto a Nilo y lo hacía responsable de los daños. Por no decepcionarlo, Candela no le contó que había sido culpa suya.
—Elementos de agua… —refunfuñó Lucio—. ¡Siempre intentando aguarnos la fiesta!
Su enfado le provocó un ataque de tos.

—Saldremos de esta. Como en el pasado —le dijo Ceni para calmarlo.
—¿El pasado? —preguntó Candela confusa.
Ceni le explicó que se habían ido de Fueguiterra después de que un vendaval destruyera su hogar.
—Fue la última vez que tu padre vio a su familia. Por eso vinimos aquí, para construir todo esto.
Hasta entonces, Candela no sabía lo mucho que se habían sacrificado sus padres para ir a Ciudad Elemento. Juró proteger la tienda y la Llama Azul.

Al día siguiente, Candela fue al ayuntamiento para hablar con la jefa de Nilo, Galerna, para que anulara la denuncia. Pero ese día Galerna había ido a ver un partido de airball. Por suerte, Nilo tenía una entrada de sobra.
Candela y Nilo llegaron al Estadio Ciclón. Galerna tronaba de furia porque su equipo, los Windbreakers, estaba perdiendo.
—¡Ahora no! —vociferó—. ¿No ves que estoy viendo el partido?
A Candela se le encendió la chispa de su temperamento.
—Pero debe ser ahora. Estamos hablando de mi vida, no de un partido.
Poco después, las dos estaban de pie cara a cara, mirándose fijamente.

Pero el partido volvió a acaparar toda la atención de Galerna cuando uno de los Windbreakers, Lutz, falló de nuevo al tratar de impedir un lanzamiento del rival. El público lo abucheó.
—Eh, que Lutz está de bajón porque su madre está enferma —dijo Nilo. Se levantó y gritó—: ¡Te queremos, Lutz!
Al final, todo el estadio lo acabó animando. Lutz recuperó la confianza ¡y metió una canasta espectacular!

Después del partido, los aficionados celebraron la remontada y la victoria de los Windbreakers. Galerna estaba mucho más contenta, así que Candela al fin pudo hablarle de las fugas de agua de la tienda. Galerna se quedó atónita.
—¡Pero si se cortó el agua del local hace años! Olvídate de la multa. ¡Lo que tenemos que hacer es analizar esa tienda para averiguar qué está pasando!
Entonces, Nilo recordó que, antes de verse arrastrado por una tubería hasta la tienda, estaba buscando una fuga en los canales. Tal vez las fugas de los canales y de la tienda estuvieran relacionadas. Galerna les dijo que anularía la denuncia si descubrían el origen de la fuga y lo arreglaban antes del fin de semana.

Candela y Nilo volvieron a la tienda, pero no sabían ni por dónde empezar a buscar.
—Los canales van en todas direcciones —gimió Candela.
—Sí, por eso me está costando tanto encontrar la fuga —repuso Nilo. Pero Candela acababa de tener una idea. Subieron al
tejado y Nilo observó cómo ella utilizaba su llama y una lona para hacer un globo aerostático. Entonces, siguieron el rastro del agua de los canales a vista de pájaro.

Cuando sobrevolaron la antigua Estación Central de Jardín, Candela le explicó a Nilo que, cuando era pequeña, su padre la había llevado allí a ver la Vivisteria, una flor que podía prosperar en cualquier ambiente, incluso en el fuego.
Candela se moría de ganas de verla, pero el guarda les dijo que no se permitía la entrada a los elementos de fuego y se negó a dejarlos pasar. El edificio se inundó años después, así que Candela perdió su única oportunidad de ver la Vivisteria.

—Debiste de pasarlo muy mal —dijo Nilo.
—Pues sí —respondió Candela.
Entonces, se dio cuenta de que se estaba sincerando mucho con Nilo.
—¿Cómo lo haces? Normalmente no consigo conectar ni con los clientes. Siempre me sale mi maldito carácter incendiario.
—Supongo que simplemente digo lo que siento —dijo Nilo—. Y no creo que tener carácter sea tan malo. A veces, cuando pierdo los nervios, pienso que solo estoy intentando decirme a mí mismo algo que no estoy preparado para oír.

De repente, Nilo señaló hacia abajo.
—¡Bajemos ahí!
Había encontrado el origen de la fuga: las compuertas que debían recoger los desbordamientos de los canales principales estaban rotas. Justo entonces, pasó un barco gigante ¡y una ola atravesó las compuertas! Rápidamente, los dos se pusieron a apilar sacos de arena para frenar el agua. Nilo dijo que pediría a un grupo de trabajadores municipales que reparara las compuertas antes de que venciera el plazo fijado por Galerna.
Cuando se disponían a marcharse, Nilo le soltó:
—¿Por casualidad no estarás libre mañana para quedar con un joven elemento de agua?
Candela no sabía qué decirle, pero no podía dejar de sonreír.
Al día siguiente, Candela les dijo a sus padres que tenía que hacer unas entregas. Pero, en lugar de eso, se fue al centro a ver a Nilo.
Para ella, todo en la ciudad era nuevo y un poco incómodo. Pero, a medida que iba pasando más tiempo con Nilo, empezó a relajarse y a divertirse. Sorprendió a otros elementos con sus habilidades únicas, se unió a un grupo de baile espontáneo y fue al cine. No sabía que Ciudad Elemento tuviera tanto que ofrecer.


Una noche, mientras Candela y Nilo paseaban por el lago Mineral, las llamas de Candela se volvieron verdes.
—¿Cómo lo has hecho? —le dijo Nilo boquiabierto.
Ella recogió un cristal suelto.
—Son los minerales. Fíjate.
Candela echó a correr por la orilla y sus llamas cambiaron de color una y otra vez.
—¡Mira esto! —exclamó Nilo. Corrió hacia el lago y se deslizó por encima del agua, levantando una neblina que creaba un arcoíris con la luz del sol.
Los dos se miraron con una sonrisa.

Más tarde, Nilo apareció en la tienda con una mala noticia: los trabajadores municipales se negaban a arreglar las compuertas rotas.
Para ocultar el secreto de Candela y su relación con las fugas y la tubería rota, Nilo se había presentado a Lucio como inspector de alimentos.
Entonces, el padre lo puso frente a un cuenco de nueces de cola humeantes.
—Inspecciónalas —le dijo.
Nilo tragó saliva. En cuanto se comió una nuez, su cabeza empezó a echar vapor y a hacer burbujas. Pero, después de que se enfriaran un poco, se dio cuenta de que no estaban tan malas. Vertió agua sobre otra nuez.
—¿Lo veis? Están muy ricas si las rebajáis un poco con agua…
—¿Rebajarnos? —vociferó Lucio—. Nunca nos vas a rebajar. ¡Fuera de aquí!

Más tarde, Candela quedó con Nilo en la playa para llenar más sacos de arena. No sabía qué hacer, estaba muy nerviosa. Nilo le sugirió que le explicara la verdad a su padre.
—¿Y qué le digo? —exclamó Candela—. ¿Que he conseguido que nos cierren la tienda y destruir su sueño? —Se dejó caer de rodillas—. Soy una mala hija… —susurró. No sabía cómo podría compensar a sus padres por todos los sacrificios que habían hecho.
Nilo vio que la arena que rodeaba a Candela se había convertido en cristal. Ella la moldeó con las manos y formó una esfera con una flor en el interior.
—Parece una flor de Vivisteria —dijo Nilo con admiración.
De repente, Candela se levantó.
—¡Ya sé cómo sellar las compuertas!


Cuando llegaron a las compuertas rotas, Candela fundió la arena que habían recogido. Dejándose llevar por una sensación de libertad y alegría, esculpió un bonito pero resistente muro de cristal. Cuando un barco pasó por el canal, ambos aguantaron la respiración… ¡Pero el muro de cristal resistió! Nilo dijo que le pediría a Galerna que viniera enseguida y, después, le entregó a Candela la esfera de cristal con la Vivisteria.
—La he guardado para ti. Es muy especial.
Esa misma noche, Candela se encontró a un agotado Lucio haciendo reparaciones.
—Yo me encargo —le dijo—. Necesitas descansar.
Lucio le sonrió a su hija. Últimamente la veía más tranquila y feliz.
Antes de irse, le explicó a Candela lo mucho que tanto la tienda como ella significaban para él. Le dijo que se sentía afortunado de tenerla como hija.


Impaciente por tener novedades sobre el tema, Candela fue a casa de Nilo. El chico no tenía noticias de Galerna, pero invitó a Candela a entrar para que conociera a su familia.
La madre de Nilo, Mar Fuentes, estaba encantada.
—Nilo no ha dejado de hablar de ti desde el día en que os conocisteis.
Cuando entraron, Candela se alarmó al ver que todo estaba completamente cubierto de agua.
Nilo cogió un taburete hinchable y, después de colocar una alfombrilla encima, le pidió a Candela que se subiera para poder desplazarla por la casa con seguridad.

Nilo presentó a Candela a su familia y todos disfrutaron de la cena. De pronto, el hermano de Nilo rompió una jarra de cristal. Candela recogió todos los trozos y formó con ellos una nueva jarra. ¡Todos aplaudieron!
—Es solo cristal fundido —dijo Candela avergonzada.
Mar, que era una de las mejores arquitectas de la ciudad, quedó maravillada.
—Los edificios de la nueva ciudad están construidos con cristal fundido. ¡Tienes que hacer algo con ese talento!
Después de cenar, Nilo sugirió que jugaran a contar historias tristes y tiernas para hacer llorar a otra persona. Cuando le tocó a Candela, Nilo no consiguió que ella derramara ninguna lágrima. Finalmente, decidió arriesgarse.
—Candela, cuando te conocí, creí que me ahogaba. Pero esa luz que llevas dentro me ha hecho sentir tan vivo… Y ahora solo quiero estar cerca de ti.
Para su sorpresa, una sola lágrima de lava rodó por la mejilla de Candela.

De repente, sonó el teléfono. Era Galerna. Estaba impresionada por el muro de cristal que había creado Candela y acababa de anular la denuncia.
Al despedirse, Mar le dijo a Candela que tenía una amiga que buscaba a alguien de prácticas en su empresa de fabricación de cristal. Pero, sorprendentemente, Candela se fue furiosa. Confundido por su estado de ánimo, Nilo se subió en la moto detrás de ella. El joven pensaba que las prácticas eran una gran oportunidad.
—¿Qué te pasa? —le preguntó.
Candela frenó en seco al llegar a la tienda.
—Creo que en realidad no quiero llevar la tienda, ¿vale? Eso es lo que mi temperamento trata de decirme. Estoy atrapada.
—¡Candela! —se oyó una voz.
¡Era su madre! Ceni se quedó boquiabierta al ver a su hija con un elemento de agua. Candela le dijo que solo era un amigo.
—¡Te he olido desde allí! —exclamó Ceni—. ¡Apestas!
—¿Hueles el amor en mí? —suspiró Candela.
Para demostrar que el fuego y el agua no podían estar juntos, Ceni los llevó a su despacho y les pidió que encendieran unas varillas. Candela encendió la suya con su fuego, pero Nilo se miró las manos con impotencia.

Entonces, tuvo una idea. Se puso delante de Candela y, reflejando su luz en su propio cuerpo, ¡logró crear una chispa! De su varilla salió humo.
De pronto, oyeron que Lucio bajaba la escalera. Justo antes de que llegara, Candela y Ceni empujaron a Nilo hacia la puerta. Lucio había decidido anunciar algo importante: se iba a jubilar.
—Pero, antes de traspasarte la tienda —dijo Lucio a su hija—, quiero que recuerdes siempre lo importante que es para mí este lugar y que confío en ti para que lo cuides.
Cuando sus padres se fueron a la cama, Candela se echó a llorar.

Al día siguiente, Candela fue a ver a Nilo y le devolvió la esfera de cristal con la Vivisteria.
—Espera, ¿por qué me la das? —le preguntó Nilo. Entonces, se dio cuenta de que Candela se despedía de él para siempre—. Creo que hay algo que deberías ver —le dijo—. Vas a necesitar unas botas.
Nilo la llevó a la Estación Central de Jardín, donde les habían denegado la entrada a Candela y a su padre tantos años atrás. La guio hasta Galerna, que los esperaba cerca de un túnel inundado.
—¿Aún quieres ver una Vivisteria? —preguntó él con una sonrisa.
Galerna sopló para crear una burbuja dentro del agua y dijo que el aire duraría al menos veinte minutos. Aunque estaba aterrorizada, Candela se metió en la burbuja de un salto.

Nilo guio la burbuja por el oscuro túnel. Cuando entraron en un gran salón, vieron una planta Vivisteria en estado latente. Nilo empujó a Candela para acercarla más y, cuando su luz incidió en la enredadera, ¡empezó a abrirse una flor!
—Una Vivisteria… —susurró Candela.
No se podía creer que hubiera estado ahí todo este tiempo.

A medida que la luz de Candela se intensificaba, brotaron más y más flores y la planta estalló en una explosión de colores. ¡Era mágico!
Pero, entonces, la burbuja que envolvía a Candela empezó a encogerse.
—¡Te estás quedando sin aire! —exclamó Nilo.
Y empezó a nadar tan rápido como podía mientras empujaba la burbuja hacia la salida más cercana.

Cuando al fin llegaron a la superficie, Nilo estaba preocupado por Candela. Pero ella estaba exultante por haber visto la Vivisteria.
Nilo se dejó llevar por el momento y le tendió la mano. Ella dudó.
—Empecemos… poco a poco —le sugirió Nilo.
Entonces, Candela le tendió la mano lentamente. Al juntar las palmas, el agua de Nilo y el fuego de Candela se equilibraron.

—Qué suerte tengo —dijo Nilo.
Al oír estas palabras, las mismas que le había dicho su padre, Candela volvió a la realidad. Se apartó y se dirigió a la estación de metro acuático.
—¿A dónde vas? —le preguntó Nilo.
—Vuelvo a mi vida en la tienda —le respondió ella—. A donde pertenezco. A partir de mañana, yo seré la responsable.
Nilo le suplicó a Candela que le contara la verdad a su padre, pero ella sabía que eso no era posible. Frustrado, él la acusó de tener miedo. Candela explotó.
—¡No te atrevas a juzgarme! No sabes lo que es tener unos padres que lo han dado todo por ti.
Cuando se paró un metro en el andén, Candela se subió en él.
—Se acabó, Nilo —le dijo.

—Hija mía —dijo Lucio en la reapertura de la tienda— eres la candela del fuego de nuestra familia. Por eso estoy tan orgulloso de que te hagas cargo del trabajo de mi vida. —Entonces, cogió con cuidado el farol con la Llama Azul—. Este farol que traje de nuestro antiguo país ahora es tuyo.
De repente, apareció Nilo y soltó:
—Te quiero, Candela Lumen. Y creo que tú también me quieres.
—No, Nilo. No te quiero —Y le pidió que se marchara.
Pero Lucio había atado cabos y dijo enfadado:
—¿Has estado viéndote con un elemento de agua? ¿Provocaste tú la fuga? ¡Yo confié en ti! No te harás cargo de la tienda.
Lucio se fue con el farol de la Llama Azul y Candela se quedó sola.

Con el corazón roto, Candela se subió a la moto y se dirigió al puente. Una vez allí, contempló la esfera de cristal con la Vivisteria, sintiéndose dividida entre la tienda, su familia, sus sueños y Nilo.
—¿Por qué no puedo ser una buena hija? —susurró.
Entonces, vio algo terrible a lo lejos: ¡el muro de cristal había cedido y el agua de los canales se precipitaba hacia el Barriofuego!

Candela corrió hacia el Barriofuego mientras el agua llenaba las calles. Encontró a sus padres flotando encima de la tarima. Ceni intentaba evitar que Lucio volviera a la tienda.
—¡La Llama! —exclamó Lucio—. ¡Suéltame!
Entonces, él y Ceni vieron horrorizados cómo Candela saltaba de un escombro a otro hasta llegar al escaparate de la tienda.

Candela entró en el local y sujetó la puerta para evitar que el agua la derribara, pero sabía que no resistiría mucho. Para su asombro, ¡de repente llegó Nilo! No podía creer que hubiera acudido a ayudarla después de todo lo que le había dicho. Nilo entró en la tienda por el ojo de la cerradura y aguantó la puerta mientras Candela intentaba proteger la Llama Azul.
De pronto, el agua echó abajo una pared y los escombros se precipitaron hacia Candela y la Llama Azul. Ella se subió a una caja y le pidió a Nilo que cogiera el farol. Sin embargo, mientras Nilo nadaba hacia él, ¡lo arrolló una enorme ola!

El torrente de agua arrastró a Candela y a Nilo hasta el hogar de la chimenea. Candela se sintió aliviada al ver que Nilo había conseguido salvar la Llama Azul dentro del farol.
Pero el alivio se transformó en terror cuando se dio cuenta de que estaban atrapados. A medida que el pequeño espacio en el que estaban se calentaba, Nilo empezó a evaporarse.
Nilo la cogió de la mano.
—Candela… No me arrepiento de nada. Me diste algo que la gente busca toda su vida.
—¡Pero no puedo existir en un mundo sin ti! —gritó ella—. Siento no habértelo dicho antes. Te quiero, Nilo.
Los dos se fundieron en un abrazo mientras el hogar se llenaba de vapor.
Un rato después, Lucio y Ceni rescataron a Candela.
—Nilo ya no está —les dijo ella. Entonces, por fin, encontró el valor para confesarlo todo—. No quiero dirigir la tienda. Sé que ese era vuestro sueño, pero no es el mío. Lo siento, soy una mala hija.
Y le entregó el farol a su padre. Él observó la Llama Azul un momento antes de dejar el objeto en el suelo.
—Candela, la tienda nunca fue nuestro sueño. El sueño eras tú. El sueño siempre fuiste tú.
Mientras la familia se abrazaba, Candela oyó un gemido débil pero familiar.


Una gota de agua cayó del techo a un cubo. Con un atisbo de esperanza, Candela empezó a contar las tristes historias que Nilo había explicado aquel día en el juego para hacer llorar. Empezaron a caer más gotas en el cubo. Ceni anunció que Nilo y Candela eran la pareja perfecta. Cayeron aún más gotas y el llanto se hizo más fuerte.
Lucio añadió que Nilo ya no tenía prohibida la entrada en la tienda. Nilo se puso a llorar y se formó un charco en el cubo.

Llena de alegría y amor, Candela gritó para que todo el Barriofuego pudiera oírla:
—¡Quiero explorar el mundo contigo, Nilo Fuentes! Quiero tenerte conmigo, en mi vida… ¡para siempre!
Pronto el cubo se llenó del todo, y aparecieron dos ojos…
Y, de repente, Nilo se levantó, ¡vivito y coleando!

Candela corrió hacia él y los dos se fundieron en un abrazo. Su luz brilló y llenó la sala mientras se besaban.
—¡Lo sabía! —exclamó Ceni—. Mi olfato nunca falla.

Durante los meses siguientes, la comunidad trabajó unida para reparar los daños de la inundación. Lucio incluso contrató a nuevos empleados en la tienda para poder jubilarse.
La tienda estaba más concurrida que nunca, ya que ahora también la visitaban otros tipos de elementos. Candela observó detenidamente ese acogedor sitio que conocía tan bien. Quería grabarse en la memoria hasta el último detalle.

Más adelante, Candela y Nilo tuvieron que irse de Ciudad Elemento. El lugar de las prácticas de diseño de cristal quedaba lejos y debían mudarse.
—Empieza una nueva vida —dijo Lucio—. Tu madre y yo estaremos bien aquí.
Candela miró a sus padres antes de subirse al barco. Los echaría de menos, y también la tienda y el Barriofuego, pero sabía que siempre estarían con ella. Estaba lista para perseguir sus sueños y embarcarse en una nueva aventura.