¿Habías escuchado con anterioridad este término que señala un momento evolutivo tan importante de la vida de las personas? Muchas veces me encuentro en las consultas de orientación a padres y madres con criadores que no tienen noción de que existe una etapa en la vida de sus hijos que se llama así, y esto ocurre por lo que te conté en la introducción: es una etapa de la cual se habla poco, por eso espero en este capítulo brindarte esa información que tanto te hace falta.
Comencemos colocando a la latencia en una línea de tiempo:

¿Es suficiente saber en qué momento ocurre para entender la etapa en la cual se encuentran nuestros hijos o aquel latente que necesitamos acompañar o comprender? No, seguramente necesitás más información. El punto es que de acuerdo a la teoría, el autor o en qué se haga foco, varía la definición o las características que esta etapa puede tener. Por eso, te invito a que armemos nuestra propia definición respondiendo algunas preguntas:
¿Qué período abarca?
La latencia es el período de la vida que abarca aproximadamente entre los cinco y seis años hasta los diez y once años. Según el creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, la latencia es el período que comienza con la caída del complejo de Edipo, que marca el fin del desarrollo psicosexual de la primera infancia, donde se desarrollan las etapas oral, anal y fálica, y termina con el comienzo de la pubertad.
¿Cómo se llama el período posterior?
Pubertad-adolescencia.
¿Cómo se llama el período anterior?
Primera infancia.
¿Qué suele sucederles a los papás y las mamás de los latentes?
Para muchos, ser padres y madres de un latente es tener un hijo o una hija al que de repente se lo “cambiaron”, al cual no entienden, que les parece por momentos un extraño que contesta, desafía, compite, que hace “pavadas”, que quiere que lo traten como grande pero gran parte del tiempo se comporta como un pequeño, con el cual muchas veces cuesta conectar, entender y ayudar. En otros momentos parecen necesitar poco (pero no es así) y quedar a un costado, invisibilizados por la rutina y las exigencias de la vida cotidiana. Muchos padres y madres también realizan un duelo por la pérdida del niño pequeño, ese niño chiquito que ya creció, que marca su punto de vista y al que ya no es tan fácil muchas veces poner límites; que quizá se vuelve arisco, por momento solitario y confrontativo, con gustos e intereses propios que quizá no son los mismos de papá y mamá. También muchos criadores penan las muchísimas necesidades hacia el afuera, su mundo ya no es solo casa.
Te invito a que realices una línea de tiempo de la vida de tu hijo. Hacelo marcando cómo fue la crianza hasta el día de hoy a través de los años, comenzando por, si te animás, la historia de su gestación.
Señalá los momentos más importantes, tanto los positivos como los negativos, de tu hijo, de la familia en general y los tuyos como persona que pueden haber afectado indirectamente a tu hijo o hija.
¿Por qué hacerlo? Porque saber de dónde venimos sirve para entender a dónde llegamos y cambiar, si lo deseamos, hacia dónde vamos.
¿Qué es lo fundamental que tenés que saber?
Que es primordial entender que cada ser humano es único y lo que vas a encontrar como características son generales. Cada hijo o hija tiene su tiempo y proceso de evolución. La individualidad deber ser tenida en cuenta.
Comencemos a entender a nuestros latentes. A continuación abordaremos en detalle todas sus características.
El mundo de los latentes
Procesos internos

Conocer las características del cerebro puede marcar la diferencia en el arte de criar, donde somos arquitectos que ayudamos a edificar la personalidad y las capacidades de nuestros hijos sobre la base que traen en su genética, vivencias uterinas, primeras horas de vida, experiencias de vida, etc. Edificamos con herramientas que se van creando en el camino, otras que muchas veces nos faltan y buscamos incansablemente (como por ejemplo vos que estás leyendo este libro) y muchas otras que seguro tenemos pero no sabemos cómo utilizar o, por qué no, las usamos mal. Nadie nace sabiendo y, como en todo, a criar se aprende en la práctica, y qué mejor si tenemos información. Así que comencemos: ¿cómo funciona este cerebro?
Hoy sabemos que para lograr buenos aprendizajes, el contexto es fundamental. El cerebro funciona con el sistema: ÚSALO Y PIÉRDELO, aquellas capacidades usadas se mantendrán y aquello que no ejercitemos cae en desuso. Cuantos más input reciben las neuronas desde pequeños, más potenciarán sus capacidades. Por esto, qué mejor si los ayudamos. Es fundamental entender de qué se nutre el cerebro de nuestros hijos e hijas.
¿Cómo ayudarlos como mamás y papás a potenciar sus capacidades?
Como para todo, el primer paso es la información, el aprendizaje y el conocimiento. De la importancia de conocer el cerebro de tu hijo o hija en función del momento evolutivo que está viviendo, para no pedirle de más ni pedirle de menos. Para ayudarte a no rendirte, a repensar tus ideas preconcebidas de lo que es criar en esta época de latencia, porque no nos recibimos nunca con honores de la labor de criadores pero la información nos hace tomar mejores decisiones.
Entendiendo que somos y son un todo: cuando hablamos de un desarrollo óptimo del cerebro, nos referimos a lo intelectual, lo corporal, lo emocional, lo cual está totalmente asociado a las rutinas y hales, que verás más adelante, así como también a todas las herramientas de crianza que hacen de “tierra fértil” para la mejor de las cosechas. De nada sirve el mejor coeficiente intelectual si no tenemos la mejor inteligencia emocional, de la que hablaremos en otro capítulo, para poder utilizarlo. Por eso nadie puede aprender un contenido bajo gritos y amenazas; en todo caso lo memorizará para toda la vida, pero será un contenido que no podrá realmente utilizarlo bien. Recordá esto: siempre tendrá tiempo para aprender a anudar un cordón o prepararse la ropa para ir a bañarse, pero no de sentirse amado y valorado siendo chico por las personas más importantes de su vida. Observo muchas veces presión hacia niños o niñas en relación a aprendizajes curriculares, al desarrollo de un deporte, mucha exigencia por llegar a ser los mejores, que lejos de ayudar a la potencialización de las capacidades o generación de recursos, obstaculiza todo desarrollo, sobre todo el emocional. Recordá siempre que el ser la mejor o el mejor en los deportes, si tiene el costo de gritos, amenazas y presiones, va en contra de su desarrollo integral. Ayudarlos, sí; sobreexigirlos, no.
Comprendiendo cómo piensa un o una latente. Cuenta un autor llamado Piaget que es en la latencia donde emerge otro tipo de pensamiento llamado “etapa de las operaciones concretas”, un pensamiento más lógico utilizado para llegar a conclusiones, partiendo de situaciones concretas y no abstractas. Ya el lenguaje está adquirido, ya hubo todo un desarrollo previo en función de su crecimiento. La latencia empieza con mucho construido previamente, pero no por eso se deja de construir. De alguna manera, se seguirán “portando mal” (según nuestra mirada adultocentrista), pero ¿somos verdaderamente conscientes de la importancia de que nuestros hijos se “porten mal” y qué función tiene para toda su vida? Lo que nosotros, los adultos, consideramos mal comportamiento muchas veces es ni más ni menos que la expresión de un cerebro queriendo evolucionar y conocer, por eso nuestra función es acompañarlos y no reprimirlos, regularlos y no castigarlos. ¿Te pusiste a pensar qué características tienen en común aquellos que fueron genios de la historia con un niño? Tu hijo no para, busca, sobre la base del aburrimiento puede salir con cualquier cosa. ¿Cuántas veces pensaste “cómo se te pudo haber ocurrido esto”? Cuando hay una idea en sus cabezas, no paran y no paran, porque el fin único es conseguirlo. Son curiosos, van, investigan, preguntan, aunque algunas veces no sea la fuente de información que necesiten, como puede ser Google, son locos científicos en busca de; por ejemplo, a muchos latentes les encanta jugar a los experimentos, me pasa con mis hijos. ¿Tu latente ya comenzó a experimentar mezclando todo lo que va encontrando en la casa?
Vos que criás, ¿tenés momentos de ocio, sabés desconectarte?
Eso que algunas veces tanto nos molesta, es aquello que les permitirá potenciar su cerebro a su máximo nivel. ¿Esto quiere decir que lo dejes libre y sin límites? No, requiere que lo ayuden a regularse con buenos límites, positivos, firmes y a la medida de las necesidades. ¿Y dónde encontramos estos estímulos positivos para potenciarse? En el colegio y todos los aprendizajes que suceden. También en el juego y el esparcimiento al aire libre, en el arte, en la interacción con humanos. En el aburrimiento, en el ocio. En el tirarse panza para arriba a hacer nada. Qué difícil, ¿no? Si nos cuesta a nosotros, los adultos... Vos que criás, ¿tenés momentos de ocio, sabés desconectarte? Estamos en un momento que llamo “período de pedidos ya”, un momento de búsqueda de comodidad, de poco esfuerzo y trabajo, donde lo que cuesta muchas veces es dejado de lado: todo es para ayer. Posponer la satisfacción les cuesta a ellos, nos cuesta a nosotros, pero decirles a los hijos: “En un ratito”, “Hoy no, mañana”, “En un tiempito” o “El mes que viene” es sano y positivo. No satisfacer deseos todo el tiempo con un iPad, la compra de un objeto o un helado dará enormes resultados. Sin inteligencia emocional hasta la cabeza de genio del deporte o de las matemáticas puede no alcanzar ningún objetivo.
Aprendiendo a manejar el uso y el impacto de la tecnología. La tecnología es una herramienta maravillosa si pensamos en las necesidades de un o una latente; de ninguna manera considero que debe privarse de su uso, pero sin caer en el abuso. Cuando se utiliza desmedidamente la tecnología en dispositivos de manos (iPad, consolas de juegos, celular, control remoto), el cerebro recibe continuos chispazos de un neurotransmisor llamado dopamina que genera mucho placer inmediato (de hecho, es el mismo neurotransmisor que aparece en el consumo de drogas). Cuando puedo controlar lo que pasa, cuando todo está manejado por mí, cuando no hay necesidad de esperar, de aprender a frustrarme, cuando todo está hecho para generarme placer inmediato, ganancia y no pérdida, el cerebro se habitúa a este continuo circuito de placer y todo lo que ocurre en el otro mundo que está detrás de una pantalla parece aburrido, poco atractivo. Una realidad (la virtual) genera placer inmediato y éxito, la otra genera mucho sentimiento de fracaso. Si yo a la máquina se lo ordeno, para a la derecha, hace un café, habla con alguien. Si me aburro y le ordeno que genere contenido nuevo, lo genera. ¿Cómo puede impactar en mi cerebro levantar la vista y tener que esperar, hacer, coordinar, lidiar con los otros, tolerar lo que no puedo manejar, tener que esforzarme no solo mentalmente como en el caso de la máquina, sino también físicamente? Impacta muchísimo, tanto que los efectos colaterales se observan en la cotidianidad de ir al colegio, sentarse a comer, esperar en una sala el turno médico, luchar con una tarea que resulta compleja o aburrida. ¿Esto quiere decir que el uso de la tecnología es negativo? No, esto quiere decir que como todo, también en la tecnología el sano equilibrio es lo indicado. ¿Qué tener en cuenta?
Tiempo de uso y contexto: no todo contexto es igual. No es lo mismo el uso de la tecnología cuando hay que realizar un viaje en avión, donde no queda más alternativa que quedarse sentado durante ocho horas de viaje y es algo que se hace esporádicamente, que la utilización durante ocho horas seguidas encerrado en un cuarto aislado del exterior, mientras hay un mundo por descubrir fuera y vínculos de los cuales nutrirse. No es lo mismo ver una o dos películas, compartiendo el encuentro con la familia un día de lluvia torrencial, riéndonos o jugando con la consola de video campeonatos en familia, que realizar esas tareas en soledad.
Apps y juegos: no es lo mismo jugar a reproducir música en un teclado virtual que tener un arma virtual con la cual eliminar gente. ¿Tenemos noción de a qué juegan nuestros hijos o hijas? Hay apps que realmente son geniales para nuestros hijos, ayudan a su desarrollo, potencian sus capacidades y abren su mundo, pero hay otros juegos y apps que no son aptos para nuestros latentes; tener en cuenta a qué están expuestos es fundamental, la calidad debe estar en primer lugar, nunca olvidemos de que son niños y niñas en formación. La tecnología es una gran puerta de entrada de información y saberes en la vida de nuestros hijos: de esa app que bajó, puede abrirse una publicidad que quizá no sea acorde a la época evolutiva de tu hija o hijo. Me pasó con mi hijo de ocho años: jugando en una app de crucigramas, perdió y para tener otra vida debía ver un video publicitario: ese video no era acorde a su capacidad de procesamiento psíquico y tampoco acorde a lo que pensamos en conjunto con el papá que puede ver. Al estar a su lado, pude ponerle palabras a lo que estaba viendo y buscar otra app. Es necesario que respetes a tu hijo, su subjetivad y sus gustos e intereses, pero a la vez tenés que estar atento.
Redes sociales, plataformas de entretenimiento: ¿cuáles? ¿Para qué y cómo se usan? Debemos estar muy atentos y hacernos estas tres preguntas. Cada familia decide y la responsabilidad es de cada adulto en la crianza, pero debemos saber que en la latencia las redes sociales pueden ser un vehículo de transmisión de información que quizá tu hijo todavía no esté preparado para recibir. Te doy el siguiente ejemplo: ¿vos, a tu latente de nueve años, le contarías formas en las cuales se puede llevar a cabo el suicidio? Seguramente tu respuesta sea no, entonces tu deber es cuidar qué contenido consume tu hijo o hija. Es necesario, además, que tengamos en cuenta que las redes sociales también son una forma de vincularse con otros y muchas veces en ese anonimato que brinda una red social, o el fenómeno de esconderse tras un teclado, nuestros hijos pueden ser parte de acoso, burlas, como así también quedar expuestos a engaños de parte de personas mayores que se hacen pasar por pares para conseguir información o a situaciones peligrosas de pedofilia. Estar alerta es fundamental, hablar con nuestros hijos, también; cuando ellos están dentro de una red social de alguna manera están “metidos” en otro mundo y deben estar prevenidos de los peligros frente a los cuales pueden estar expuestos para en caso de ser necesario, pedirnos ayuda en cuanto lo necesiten.
Uso de exploradores de Internet: las tres preguntas en relación al ítem anterior aparecen aquí nuevamente: ¿cuál es el uso que tu latente hace de Internet, para qué lo usa y cómo lo usa? No es lo mismo que en un explorador busque un partido de fútbol o hockey donde su jugador preferido hizo goles que busque en Internet “cómo sacarme la panza”; los buscadores suelen ser ese lugar donde indagan acerca de aquello que no se animan a preguntar a los criadores, eso que tendrá una mirada de censura de parte de papá o mamá o que les da vergüenza preguntar. Nuestro deber es estar atentos a esto, qué dice ese historial sobre las búsquedas de Internet que están necesitando saber, y hablar con ellos al respecto.
Durante la primera infancia, los niños y las niñas viven sujetos al principio de placer que sirve como motor de arranque para crecer y evolucionar. En su cabeza existe la premisa de: “Si lo querés, andá por él”, “Si lo querés hacer, hacelo”, “Hacelo ahora y ya, y que no te importe nada ni nadie más” , “No midas consecuencias”. Eso que nos resulta tan difícil desde nuestra mirada adulta es justamente lo que les permite crecer.
Para aprender a pararse o caminar, la noción de peligro los llevaría a quedarse inmóviles a upa de mamá o papá. Para explorar texturas y descubrir el mundo levantando todo lo que encuentran en el piso, los detendría el concepto de asco. Para el control de esfínteres, la vergüenza sería un impedimento. ¿Te imaginás controlar el pis y la caca a los diez años cuando, y con razón, no nos permiten ni asomarnos al baño porque quieren su intimidad?
Para desarrollarse e individualizarse, es necesaria esa desfachatez tan propia de la infancia que hace que pueda tirarse en el piso de la panadería y hacer una gran pataleta. Para jugar libremente en la plaza, agarrar el juguete ajeno y subirse al monopatín del otro, es necesario que el concepto de moral aún no esté incorporado, tampoco el de empatía.
Mencionamos un montón de conceptos, veámoslos en profundidad: existen los frenos inhibitorios o diques que nos permiten cuidarnos y también vivir en sociedad y formar vínculos de respeto hacia los demás y con uno mismo. Según los autores, estos frenos inhibitorios son el peligro, el asco, la vergüenza, la estética y la moral. Desde mi teoría, la estética no debe ser un freno inhibitorio porque considero que conceptos como la belleza y los gustos son absolutamente subjetivos y hace al derecho de cada individuo, así que lo saco de la lista pero agrego como freno inhibitorio la empatía y abro la pregunta sobre la vergüenza. Veamos uno por uno:
Peligro: es esa voz interna que nos señala ¡precaución! Algo de lo cual debemos cuidarnos, una amenaza para mi integridad físico-psíquica que debo evitar o ser cuidadoso, ya que eso me puede doler, hacer muy mal o causar un gran problema para mi salud. Se trata de un freno inhibitorio que es muy importante que se constituya porque tiene directa relación con el cuidado de la propia vida. En relación a su desarrollo en la latencia, el concepto de peligro existe y hace de freno antes de la acción, por ejemplo, para no cruzar una avenida si están todos los autos circulando, aunque quizás aún no lo haga si se me cayó la pelota y me desespero por agarrarla. Es decir, está, pero aún en formación.
Asco: sensación de desagrado causada por un estímulo en los sentidos, ya sea un olor, algo que veo o ingiero. Este freno, al igual que el primero, protege y cuida. Así como tu hijo de un año podía jugar al lado de la caca del perro y no causarle ningún tipo de repulsión el olor o la vista, ahora sí es esperable que se aleje y le disguste.
Vergüenza: un freno inhibitorio complejo que despierta un signo de pregunta: ¿la vergüenza tiene que existir? Es una pregunta porque sinceramente nada de nosotros tendría que darnos vergüenza: ni nuestros cuerpos ni nuestras formas, ni nuestros dichos ni nada, pero dejo la pregunta para que te la hagas y lo evalúes. Quizá la vergüenza ayuda a cuidarnos de la exposición de miradas malintencionadas y que pueden utilizar en contra de nosotros. Esta es una época en la que estamos repensando muchos viejos y arcaicos conceptos y considero supernecesario cambiar formas de pensamiento y así como te dije que la estética no es un dique o freno inhibitorio, me pregunto y te pregunto si la vergüenza lo es. ¿Está bien que nuestro hijo de nueve años se saque un moco en la mesa de casamiento de un pariente? Es una pregunta, cada familia debe evaluarla siempre pensando en relación a que nunca el cuerpo, sus formas y lo que soy puede estar en el orden de la vergüenza.
Moral: dique que nos hace pensar qué está bien y qué está mal, qué no corresponde y qué sí. Está directamente ligada al vivir en sociedad, aprender a ser ciudadano y vivir dentro de reglas que me exceden y son impuestas. Por ejemplo: entro al kiosco y el kiosquero está en la vereda hablando con un vecino; aunque no me vea, no puedo llevarme el chocolate sin pagar. No corresponde hacerlo me vean o no, es una regla impuesta que no va en contra de mí, sino en favor de otro. Como también hay reglas impuestas, como un semáforo, que es a favor de todos.
Empatía: la capacidad de pensar cómo mi comportamiento o mis dichos pueden afectar positiva o negativamente a otra persona, y de permitirme frenar a tiempo. Se construirá a lo largo de los años. Si bien hay niños y niñas que tienen más predisposición para ponerse en los zapatos del otro, en general un niño o niña muy pequeño es yo, yo, yo. En la latencia, ya nos descentralizamos y podemos entender qué le pasa a los otros y anticiparnos, pero cuidado, en esta etapa no siempre ese anticiparnos sirve para parar, algunas veces podrán frenar previendo las consecuencia de sus actos y otras no.
Estos diques entonces son los frenos inhibitorios que no están en la primera infancia, pero que se comienzan a construir a través de los años y en la primera parte de la latencia se deben observar, aunque rudimentariamente, en acción y al finalizarla con más fuerza. Estos frenos inhibitorios son los que posibilitan el autocuidado, así como también el cuidado de los otros, son los que protegen y miden consecuencias. No tenerlos resulta un problema para sí mismos y para vivir en sociedad; tenerlos en exceso, también. Es fundamental cuando hablamos de diques tener en cuenta que deben existir en su justa medida y todo exceso o falta debe ser una alarma que nos avise que algo debemos repensar. Mientras se transita la latencia, llorar porque la trenza quedó torcida y no perfectamente centrada es algo para evaluar; tener pánico frente a una situación hipotética de peligro, también.
Estos frenos inhibitorios son los que posibilitan el autocuidado, así como también el cuidado de los otros.
A continuación encontrarás un cuadro para observar las diferencias desde el principio de placer al principio de realidad. Como verás, en la latencia hay mucho rudimentario que está en construcción; no nos olvidemos que la latencia es esa etapa intermedia tan importante hacia la evolución.
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Niñez Principio de placer |
Latencia y adolescencia |
Adultez Principio de realidad |
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Todo lo que quiero. |
En transición hacia la construcción de. |
Tolerancia a la frustración. |
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Lo quiero ahora y ya. |
En transición hacia la construcción de. |
Capacidad de espera. |
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No sé qué me pasa. |
En transición hacia la construcción de. |
Capacidad de autopercepción. |
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Los frenos inhibitorios no están construidos. |
Frenos inhibitorios construidos que empiezan a regular sus impulsos. |
Control de los impulsos a través de los frenos inhibitorios. |
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Sin medir consecuencias. |
Comienzan a identificar causas y consecuencias. |
Anticipación Mide consecuencias. |
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Poca capacidad de espera y manejo del tiempo. |
Pueden ordenarse a través del concepto cuantificable del tiempo, pero aun así cuesta manejar la espera. |
Manejo de la ansiedad. |
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Lo que quiero. |
Sigue siendo predominante lo que quiere, pero empieza a asumir algunas responsabilidades. |
Diferencia entre lo que debo y lo que deseo hacer. |
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Yo–yo–yo. |
Claro reconocimiento entre yo y los otros, pero aún cuesta que sirva de límite para frenar. |
Yo y los otros. |
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Predominio del cuerpo. |
El cuerpo sigue siendo un recurso de expresión y vinculación, pero la palabra comienza a tener un protagonismo distinto. |
Predominio de la palabra. |
Los latentes tienen que comenzar a utilizar por sí mismos y con autonomía los recursos que fueron construyendo durante toda la primera infancia. Imaginate una mochila: a esa mochila que le es propia la fue llenando de experiencias y la fuiste cargando de tu presencia y compañía, de juegos, palabras, enseñanzas, amor, besos y caricias, de conocimientos y recursos. Será en el período de latencia el momento en que abrirán esa mochila y por sí mismos elegirán qué recursos usar, cómo y dónde usarlos. El camino de independencia y autonomía comenzó y debe poder recorrerlo.
Veamos los dos tipos de autonomía:
Autonomía emocional: es la capacidad de autoregular mis emociones utilizando mi propia mente y cuerpo, sin depender todo el tiempo de otro para procesar lo que me pasa. Es esperable que en esta etapa de latencia se desarrolle cada vez con más fuerza, por supuesto sin perder la capacidad de vincularse y necesitar de los otros.
Autonomía práctica: es la capacidad de realizar tareas en forma autónoma e independiente acorde a la edad. Esto implica necesariamente la toma de responsabilidades, sobre todo acerca de mi persona y el cuidado del lugar que habito.
Actividades que pueden desarrollar:
√ Atarse un cordón.
√ Prepararse una tostada.
√ Tender la cama.
√ Poner la mesa.
√ Sacar la mesa.
√ Preparar su ropa.
√ Bañarse solos.
√ Dormir solos.
√ Armar su mochila.
Estas dos autonomías, además de la forma en que mis figuras primarias se vincularon conmigo, y lo oído, vivido, percibido y sentido por fuera de la familia nuclear darán lugar a la autoestima, esa apreciación, automirada propia que tenemos los seres humanos, esa voz interior que nos habla y que puede ser desde negativa a positiva. ¿Te acordás del personaje de Pepe Grillo en el cuento de Pinocho? Esta autoestima no puede ser de cualquier tipo, la autoestima tiene que ser equilibradamente positiva. ¿Qué quiere decir esto? Que no se trata de que sean el último orejón del tarro ni de que se autoperciban como los mejores del mundo con prepotencia y soberbia. Significa que pueden autopercibirse y conocerse, sabiendo lo que mejor les sale y lo que no, y sobre todo pudiendo hacer buen uso tanto de unas como de otras. Por ejemplo, utilizando lo que sabe para ayudar a otros y pedir ayuda con aquello que no les sale.
En estos tres ítems, los adultos implicados en la crianza tenemos mucho que hacer y no hacer. Por ejemplo, por supuesto que le podés decir “Hijo, sos maravilloso”, pero no sería correcto hacerlo en comparativo: “Vos sos el más maravilloso en fútbol”. Nuestros hijos se forman a través de nuestra mirada, nuestras palabras, nuestros gestos y lo que leen entre líneas. Cuánto tenemos que repensar, ¿no? Un arquitecto llama a un plomero, a un electricista, a un techista y a un gasista: ¿hace todo solo, sabe hacer todo por sí mismo? Todos necesitamos ayuda en algún momento o de alguna forma y está bien que así sea. ¿Nuestros hijos tienen que poder con todo y ser los mejores en todo? Permitime decirte que los superhéroes y las superheroínas solo están dentro de las historietas.
Nuestros hijos lo único que tienen que tener en abundancia es mucho amor de nuestra parte, sin peros, queriéndolos siempre, por las cosas que les salen y por las cosas que no les salen. Está bien que no les salga el dibujo de la ballena a la perfección o que no le salga una pirueta con la patineta. En muchos casos necesitan ayuda, no todos los chicos son autodidactas, no todos tienen la capacidad de aprender sin la enseñanza y el apoyo de otro. Muchos necesitan de nuestro tiempo para explicarles. Muchas veces nosotros, los adultos, pensamos que hay cosas que deberían saber o que se tendrían que dar cuenta; tantas cosas damos por sentadas y, en realidad, quizá para nosotros es algo obvio que no necesita ni amerita explicación y para los otros no sea así. Pasa con tu hijo, hija, pareja, amigo. Tenemos que tener mucho cuidado: muchas veces tendemos a resolverles todo, ya sea por sobreprotección o por nuestra comodidad.
¿Qué espacio les damos para construir recursos y que aprendan a autogestionarse? Muchas veces no hay tiempo de enseñarles, muchas otras es tanto el enojo y la frustración que genera que lo hagan mal que los padres lo hacen por los latentes. Pero ¿cuál es el costo?
Hay cosas que les van a salir más adelante, cuando crezcan y maduren (en el futuro), hay cosas que no les van a salir a la perfección y hay cosas que si las practican, pronto las van a poder realizar (presente). En el primer caso, por ejemplo, sería poder ir al kiosco solo y manejar el dinero; en el segundo caso, hablar de que Messi es uno solo; en el tercer caso, algún aprendizaje escolar que estén trabajando en el colegio en ese momento.
La latencia es una segunda oleada fuerte de individualización como fue a los dos años y como sucederá en la tercera oleada de la adolescencia, pero de manera distinta. Se trata de una etapa de transformación muy importante, donde uno de los grandes sucesos es la diferenciación de papá y/o mamá. Así como a los dos años se realiza la individualización a través del uso del no, que no es otra cosa más que ponernos límites a nosotros, sus cuidadores, ahora tendrás frente a tus ojos a un ser humano que tendrá pensamiento crítico y analítico, que te cuestionará, que vendrá con argumentos y modelos traídos de afuera, cuestionando lo conocido, diferenciándose de vos. Esto puede darse con acciones positivas o con negativas, dependiendo de cómo lo tomemos y del vínculo construido en los años anteriores.
¿Sabés lo esencial de este proceso? Es necesario entender que ellos no deben ser lo que nosotros queremos que sean, no deben seguir nuestro camino y no nos pertenecen ni son nuestro patrimonio. La diferenciación positiva es un signo de salud mental, la sumisión no lo es, como tampoco el oposicionismo extremo.
Cuando nosotros, sus cuidadores, aceptamos su individualidad y diversidad dándole un sano lugar y conteniendo con buenos y positivos límites la individualización, este proceso se puede transitar sin grandes conflictos, oposiciones o desafíos. El dar lugar es todo un tema para muchos criadores, es el momento de duelar aquello anhelado en relación a lo que pretendíamos que fueran nuestros hijos e hijas. Te encontrás ahora con un sujeto que tiene gustos e intereses distintos y hasta pueden ser opuestos a los tuyos: “Pero ¿cómo no te va a gustar si a mí me gusta?”, “Pero ¿de dónde sacaste eso?”, “¿Cómo vas a querer hacerte ese corte de pelo?”. Ese distinto, que creció, sigue siendo tu hijo o hija, sigue siendo la persona que más te necesita en el mundo entero. Es la persona que más necesita que respetes su diversidad, sus diferencias, sus gustos, que lo valides y lo reconozcas. El amor y la aceptación de parte nuestra deben estar más allá del gusto de música, cuadro de fútbol o elección de color preferido.
En cuanto a la diferenciación durante la latencia, es importante tener en cuenta el concepto de intimidad, ya que ayuda en este proceso. ¿A vos te encanta que abran tu placard y agarren tu ropa o se lleven tu auto a dar una vuelta? ¿Te parece bien que se metan en tu cama y usen tus sábanas? ¿Amás que tus libros vayan saliendo de tu biblioteca uno a uno? Si sos de este grupo, te felicito por tu capacidad. Sin embargo, la mayoría de los niños y las niñas son del grupo donde hay cosas que se comparten, algo y quizás en determinadas circunstancias, pero no todo, porque se sienten invadidos y recelosos de sus cosas. Dejemos de exigirles tanto a nuestros hijos e hijas.
Te dejo un consejo: ¿tienen primos o amigos de visita en casa? Avisale y pedile que te diga qué cosas no quiere que le usen y ayudalo a guardarlas. También decile que elija cuáles va a prestar y solo esas serán utilizadas por los otros niños.
¿A vos te encanta que cuando estás hablando con tu mejor amiga vengan a interrumpirte y pedirte mil cosas y se metan en tus conversaciones? Ok, sos una de las únicas personas que lo tolera. La realidad es que todos necesitamos nuestro espacio de intimidad sin intromisión de los demás.
¿A vos te encanta que invadan tus espacios y toquen todas tus cosas, que te cambien las cosas de lugar, que alteren el orden que pusiste a tu manera y metan mano sin permiso? Aplaudo tu capacidad de adaptación, pero te cuento que tu latente justamente requiere su espacio con su desorden e impronta y que quizás en esta etapa de diferenciación, necesita que sea distinto al tuyo.
El mundo exterior toma una relevancia que antes no tenía debido a que empiezan a establecer vínculos superfuertes por fuera de casa. Su mundo se agranda y se enriquece. Esa mochila que durante los primeros años de vida tenía predominancia de recursos dados por mamá y papá, del núcleo familiar, empieza a llenarse de otros recursos y muchos que quizás hasta no te gusten o no compartas, como un ídolo o ídola que de repente pasa a ser su mundo y vos ni siquiera conocés.
El mundo exterior toma una relevancia que antes no tenía debido a que empiezan a establecer vínculos superfuertes por fuera de casa.
Las amistades toman un lugar fundamental, es el momento de los vínculos con pares de mucha intensidad. Es el momento de los superamigos, esos que se convierten en hermanos del alma, piel y uña, con los que quieren estar todo el día juntos o juntas, y lo mejor que podés hacer es abriles la puerta de tu casa, para integrar de la mejor manera sus mundos. Para esto, nada mejor que lograr “un ida y vuelta” con la otra familia, conociéndola y acordando para darle lugar a esta amistad con un buen equilibrio entre el respeto por ese vínculo tan necesario en esta etapa y todo el resto de su vida.
También es el momento de los ídolos, ídolos intocables, superfuertes a quienes se quieren parecer y ponen en un pedestal. No lo celes, no los tomes como enemigos o rivales, sé parte de ese mundo, que ese mundo entre a casa. Tal cual lo indica la palabra los idolatrarán: deportistas, cantantes o youtuber, dentro de otros, serán de la lista de los ídolos de la latencia. A vos pueden gustarte o no, podés estar de acuerdo en que tal o cual sea considerado un ídolo, pero frente a esto lo peor que podés hacer es ponerte en contra, generar una rivalidad. Tanto en la latencia como en la adolescencia es fundamental que aquello que no compartís, lo integres, por ejemplo, pedile que te hable sobre eso, compartí ese momento con él o ella. Si se trata de un cantante, escuchen juntos la música y piensen juntos las letras.
La tecnología, como ya vimos en este momento evolutivo, toma un lugar primordial ya que en la etapa latente muchos chicos y chicas tienen acceso a, por ejemplo, Google, y pueden abrir una ventana que les permite ver un mundo entero que tienen a disposición con solo apretar una tecla. Esto posibilita que se encuentren con muy buena información superacorde a su edad e intereses, pero también nunca olvidemos que en un buscador se puede encontrar de todo, por eso siempre estemos atentos, y charlemos con ellos acerca de las implicancias de lo que muestra una pantalla.
Se advierte también que para muchas y muchos latentes comienza un gran interés por los deportes y la vida de club, los scouts, generando en él o ella un espacio que lo hacen propio y en el cual crean lazos de amistad que transcienden y pueden perdurar durante años. Muchas veces ese club al cual asisten se convierte en un segundo hogar.
En esta etapa se evidencia un gran desarrollo del ser social. Comienzan a poder regular los comportamientos de un modo distinto que a sus tres años, ya que la moral, las reglas, lo debido y lo no, aunque aún en formación, tienen un desarrollo que hace de freno debido a la capacidad de entendimiento adquirida.
Así, ese niño o niña va desarrollando su rol como ciudadano, estudiante o socio de un club que determina normas iguales o quizá distintas a las que venían de casa. Este paso de la latencia que es fundamental podemos plantearlo como “la salida del cascarón” y es realmente importante para su desarrollo. La casa empieza a no alcanzar y eso está bien y no tiene que ver con vos mamá o vos papá, tiene que ver con la necesidad de interacciones distintas que hacen a su desarrollo.
Tu hijo latente, ¿qué tiene en su cabeza?
4 mundos a la vez

¿Diagrama perfecto donde los 4 mundos tienen el mismo predominio? ¿Todos ejercen estímulos con igual nivel de importancia?
Los cambios de la primera infancia al período de latencia son muchos, pero hay algo que se mantiene: la necesidad de contar con figuras parentales adultas que los acompañen, los amen sin condiciones ni peros y los contengan aun cuando menos parezca que lo necesitan. Los vínculos primarios, esos que se forman con las figuras criadoras protectoras y sanas, son irremplazables. Cuidar nuestro lugar depende de nosotros sin ponernos en la “vereda de enfrente”, sin entrar en competencias con ese mundo que le atrae y del que empieza a formar parte. Su mundo se abre, la tecnología, el mundo social, la escuela tienen un lugar fundamental que impacta e influye. Por eso, cuidar nuestro lugar es necesario.
En esta época de latencia suele suceder que quienes criamos nos enojamos, nos frustramos. ¿Te acordás que te hablé del duelo que muchas veces se atraviesa en esta etapa? Tiene que ver exactamente con esto. Por eso, es importante que puedas estar prevenido para poder lidiar de la mejor manera cuando te diga que su ídolo es tal o cual y vos no estés para nada de acuerdo. Así, lejos de enojarte y volverlo mala palabra, lo mejor es que puedas mostrarte abierto a dialogar sobre eso y hacerle ver otros aspectos que quizá por su inmadurez no logra advertir.
¿Alguna vez viste la película Enredados? Hay una escena maravillosa que ilustra esto de lo que estamos hablando: el diálogo entre la madre y la hija cuando la primera quiere que no se acerque al exterior y la segunda quiere construir su mundo por fuera de la casa, pues la curiosidad y la necesidad la invaden. Madre Gothel, la bruja malvada que raptó a Rapunzel, le hace creer que el afuera es un lugar hostil y la mantiene presa en la torre durante muchos años, pero la princesa empieza a crecer y el afuera le llama la atención, tanto que para su cumpleaños quiere ir a ver el festival de luces. Para Madre Gotehl esto es mala palabra, también las personas del afuera, tanto que no le permite ni hablar de esto, y, en consecuencia, Rapunzel, en su necesidad de experimentar, no atiende a lo que su mamá le dice y decide salir de todas maneras. Al ingresar Rider al escondite secreto de Rapunzel, se añade el mensaje de que el exterior siempre se las ingenia para inmiscuirse.
En los primeros años, el uso del cuerpo está en primer plano: se enojan con todo el cuerpo, se emocionan con todo el cuerpo, es un cuerpo que no se puede controlar porque aún no se sabe cómo hacerlo. ¿O acaso cuando llora un niño pequeño lo hace solo con lágrimas? No, lo hace con toda la cara y manifestando sus emociones con todo su cuerpo. Muchas rabietas se convierten literalmente en pataletas. ¿Quién no ha sufrido el desparramo en el piso de un hijo que golpea con puño y piecitos ante un no? Este cuerpo es el vehículo para que, sin mediación de la palabra ni el pensamiento, muchas veces tengan arrebatos enormes, y esto es lo esperable y está bien que así suceda durante los primeros años de vida. Algo similar ocurre con el cuerpo del otro: en la primera infancia el cuerpo del otro es un objeto más y el entendimiento por la propiedad privada, la privacidad y el dolor en el otro es algo que no está, que se va construyendo a lo largo del tiempo.
Hace un ratito leíste acerca del principio de placer y principio de realidad y el establecimiento de diques o frenos inhibitorios sanos, y de eso justamente se trata esta nueva etapa: estamos en un período donde el cerebro tiene otras conexiones neuronales que posibilitan otras formas de pensar y de reaccionar porque es un cerebro que ya adquirió experiencias previas que formaron aprendizajes; por ejemplo, ya existe (aunque aún en formación) el análisis y la anticipación de consecuencias, lo que implica empezar a pensar antes de actuar. Acá quiero detenerme a realizar una aclaración: a los cinco años, un niño ya sabe que no puede empujar a otro, aun así, saberlo no basta para frenar el impulso motor, pero a los diez años ya lo sabe y además le tiene que servir para anticiparse a la consecuencia de su acción (“puedo lastimar a mi compañero”) y así frenar su cuerpo. Así como un niño de dos años no tiene noción del peligro que conlleva tirar del cable de una plancha caliente, un latente sí la tiene. Es fundamental enseñarles a querer su propio cuerpo, a respetarlo, valorarlo y cuidarlo para que lo internalicen y puedan tomar mejores decisiones en relación a sí mismos (autoresponsabilidad) y también en relación a los demás (responsabilidad) y no solo diciéndoles que no pueden pegar o no se pueden lastimar, también enseñándoles por ejemplo a ponerse un casco para la bici, el cinturón de seguridad o diciéndoles por qué no pueden tirarse de una pared alta o por qué no pueden comer cien caramelos. Tu hijo o hija viene del colegio y te cuenta que Mateo le pegó, por favor nunca pero nunca le contestes: “¿Y vos qué hiciste?”. Son pocas palabras que dicen muchísimo y marcan la percepción de nuestros hijos acerca de los sí y los no, lo que corresponde y lo que no. También es necesaria tu acción de cuidado: si vos le pegás porque hizo un gran lío, ¿vale que le digas que su cuerpo se cuida y no lo puede lastimar cuando vos mismo sos el que lo lastima? Cuidado, ellos crecen mirándonos y somos modelos.
Es necesario además tener en cuenta cómo hablamos sobre nosotros mismos y cómo hablamos de los demás: referirnos al cuerpo de los otros debe ser un rotundo no a los juicios de valor y los adjetivos calificativos positivos y negativos. El cuerpo del otro debe ser un límite que no podemos vencer. Se trata de un aprendizaje que se da en un momento complejo porque el otro, él o ella, me empieza a llamar la atención, el cuerpo del otro me convoca, convocan las similitudes y las diferencias, ya que empiezan a ver la realidad de otro modo y comienzan a hacer muchas comparaciones sobre las formas de los cuerpos, los colores de la piel, los ojos, el pelo, sobre lo que tienen y también les falta. Las diferencias con el otro, en la latencia, abre un signo de pregunta y llama la atención, por eso es fundamental trabajar mucho en casa la empatía y la diversidad, enseñándoles a trabajar con ellos mismos qué les pasa con lo que ven distinto de sí.
El claro ejemplo de este cambio donde el cuerpo del otro me convoca es que aparecen las cargadas, las burlas, los chistes, y si bien está dentro de lo esperable, no por ser esperable debemos naturalizarlo y no hacer nada: es necesario que trabajemos en eso para que haya un cambio real en estas generaciones y desnaturalizar los chistes sobre el cuerpo y la posibilidad de hablar sobre el cuerpo del otro. También debemos tener conciencia de cómo nos referimos a nosotros mismos: “Lo gorda que estoy”, “Lo viejo que estoy”, “El rollo que tengo”. Para querer y valorar, cuidar y sanar, es necesario querer, amar y respetar. Desde el repudio y el odio nada bueno se puede construir, nosotros somos sus modelos primarios. Todos tenemos una voz interior que se forma producto de la experiencia, lo que vemos, lo que escuchamos, lo que percibimos, lo que dicen de mí, lo que me hacen sentir. ¿Te imaginás quién cumple un papel fundamental en la construcción de esta voz? Sí, nosotros los criadores: como vos le hablás, él o ella se hablará. Como nosotros los tratemos, él o ella dejará que lo traten o podrá poner el límite de cómo no debe ser tratado.
Como estamos hablando del cuerpo, de su cuidado, del respeto, es necesario que nos detengamos a hablar de un tema superdifícil de leer pero que te puedo asegurar que es mil veces más difícil de vivir: el abuso sexual y la violencia.
El abuso sexual existe y la violencia psíquica también le ocurre a latentes chicos y chicas, lo realizan tanto hombres como mujeres y lamentablemente puede ocurrir dentro como fuera del ámbito familiar. Puede ocurrir sobre el cuerpo de nuestros hijos, pero también el abuso puedo darse haciéndolos por ejemplo mirar pornografía o el perverso puede encontrar placer con el solo hecho de ver su cuerpo desnudo sin ponerle un dedo encima. Existen múltiples formas de abusar a un o una latente, y pueden ocurrir a cualquier edad y nuestros hijos e hijas no están exentos. Si lo negamos, corremos el riesgo de no brindar la información necesaria para prevenir o no registrar si están siendo víctimas; si lo vemos en todas partes, corremos el riesgo de transmitirles a nuestros hijos e hijas inseguridad al extremo que puede desencadenar un terror contraproducente. Hay que estar atentos pero no paranoicos, no podemos mantenerlos en una jaula de oro. Hay tres grandes armas de defensa que podemos brindarles a nuestros hijos e hijas: el conocimiento, la comunicación y la confianza en nosotros, sus padres y madres (criadores).
Empecemos por la primera: el conocimiento o la información que posibilitará su cuidado y respeto. Y como es necesario siempre, empecemos por nosotros, los adultos. ¿Puedo enseñarle a mi hijo o hija algo que ni yo mismo conozco, algo que para mí es un tabú, algo que representa lo no hablado? No, y la realidad es que muchos de los que hoy criamos no recibimos la información necesaria; es más, muchos fuimos criados desde los mandatos, la culpa y la vergüenza. Muchas veces son nuestros hijos los que vienen a enseñarnos o a pedir que aprendamos junto a ellos. Considero que cuando ellos nos plantean desafíos sobre lo que nos cuesta, no sabemos, temas que son puntos ciegos en nosotros, puede ser una gran oportunidad para aprender, resolver y resignificar, y tu sexualidad puede ser uno de estos temas. No te culpes, no te sientas mal, no sos vos solo; te puedo asegurar que son muchas las personas adultas que por ejemplo no identifican las partes del propio cuerpo y no tienen en claro su funcionamiento.
Es fundamental que guardes esto en tu cabeza: no se puede hablar de lo que no se sabe, tampoco de aquello que no tiene nombre. No se puede cuidar aquello que no se conoce o de aquello sobre lo que cae una prohibición o un tabú. Nombres como pito, pitito, cola de adelante, cola de atrás no es nombrar las partes del cuerpo: es ponerle nombres de fantasía que marcan que la sexualidad es un tema sobre el que no se puede hablar directamente cuando es todo lo contrario. Estamos hablando de latentes, no digo que les cuentes sobre squirt, sadomasoquismo o sexo grupal. Siempre la información debe ser acorde a la edad y las preguntas que nos van haciendo.
La primordial es que nombres a las partes del cuerpo por el nombre que tienen: pene al pene, vagina a la vagina, vulva a la vulva, ano al ano, mamas a las mamas, labios o los labios vaginales, orificio uretral al orificio uretral. Estos nombres son los adecuados para nombrar las partes del cuerpo y tienen que ser conocidos por ambos sexos, hablando con naturalidad, mostrándoles imágenes, por eso es necesario que podamos previamente trabajarlo con nosotros.
Una vez que existe un nombre real que ordena, podemos dar el siguiente paso y trabajar acerca de qué significa intimidad y privacidad en su doble significado: suya y de los otros.
Con una comunicación relajada pero a la vez amorosa y firme, podemos enseñar sin adoctrinar acerca de los sí y de los no en relación al propio cuerpo y el cuerpo del otro: qué de nuestro cuerpo se comparte y qué no se comparte, y qué del cuerpo del otro tengo que respetar. Para esto, es muy importante cuidar la forma de comunicar que utilizamos: si lo hacemos desde un lugar de enojo, autoritario, no te va a servir (chequeá el capítulo 7, vas a encontrar mucha información). Es necesario que siempre comuniques cuidando el tono, las formas y las palabras, con eso también lograrás que tu hijo e hija confíe en vos y puedas ser la persona a la cual recurra si algo desafortunadamente le pasa.
¿Qué es adecuado decirle acerca de la violencia y el abuso? Que no es no. Que “basta” significa que deben y debemos parar, que en relación a los otros por insistencia no se gana, y que los chistes y las bromas sobre el cuerpo propio y ajeno es un no rotundo. Es necesario también contarles qué es el abuso utilizando palabras claras: “Abuso es cuando alguien te hace algo sobre tu cuerpo en partes como tu vulva, pene o ano y te obliga a hacer algo sobre su cuerpo. Si esto ocurre podés siempre contármelo, yo puedo ayudarte. Puede ocurrirte que te digan que esto es un secreto y no me lo podés contar, pero quiero que sepas que es todo lo contrario: eso no es un secreto que no me podés contar, eso es algo que siempre me debés contar”.
Es difícil a cualquier edad aprender a identificar qué sentimos poniéndole un nombre a lo que siento y lo que me generó, pero sobre todo es difícil aprender a saber qué hacer con lo que sentimos, a canalizarlo de manera positiva y constructiva. Las emociones que nos generan placer obviamente son mucho más fáciles, el problema mayor está en las emociones que nos generan displacer, como la frustración, la ira y la angustia. Este es uno de los grandes desafíos de nuestros hijos e hijas latentes. Están llevando a cabo este aprendizaje tan grande que los hará crecer y evolucionar, a la vez que los ayudará a controlar sus impulsos y tomar mejores decisiones. Si están rodeados de modelos positivos y buena resolución de los conflictos que las emociones pueden generar, todo será mejor. Para entender esto, te va a superservir el capítulo 7.
Hay algo más: además de aprender a sentir, ellos están aprendiendo a vincularse con los demás sanamente, identificando las emociones que los otros les generan y a la vez aprendiendo qué les pasa a los demás conmigo. ¿Qué les pasa a los demás, qué sienten, qué los hace enojar? La mayoría de los y las humanas no nacen con empatía, la empatía es una habilidad social que se va generando cuando vamos aprendiendo a descentrarnos y entender que los otros son seres humanos; un paso enorme que tiene que estar en la latencia, así como es esperable que no esté al año de edad.
Es en la latencia donde comienzan a identificar las consecuencias de las palabras y los actos en relación a los demás; quizá todavía no sirve para aprender a parar antes de actuar, ese paso se dará más adelante, pero sí luego de cometido el acto poder reconocer qué les generó a los demás y así ir sumando experiencia.
¿Cómo fomentar la empatía? A través de situaciones de la vida diaria, como ver a alguien por la calle en una situación dolorosa o una escena de una película. ¿Cómo me sentiría yo en una situación así? Siempre empezando con situaciones donde ellos sean espectadores y no protagonistas, como cuando son ellos mismos los que cometieron un error que afectó a otros. Y cuando esto es así, sentarnos a charlar con el fin de buscar la reparación y no el castigo, porque cuando aprendo por castigo no se aprende sobre el hecho en sí mismo sino solo la consecuencia del castigo: me dolió el chirlo y por eso aprendí. Pero ¿aprendí que no me tengo que burlar de un compañero? No, eso queda en un segundo lugar.
Algo más a tener en cuenta es que todo debe exisitr en su justa medida y así como la falta de empatía es algo a tener en cuenta, también lo es el exceso: comprender a los demás y ponernos en sus zapatos no es sinónimo de dejarle hacer a los demás lo que quieren con nosotros, la responsabilidad sobre uno mismo y la puesta de límites hacia los demás es necesario cuando hablamos de empatía, ya que nuestros hijos no deben ser el puching ball de nadie y el respeto tiene que provenir primero de ellos hacia ellos mismos. Se puede ser muy empático y a la vez aprender a poner buenos límites donde el cuidado sobre sí mismos esté primero.
Tu latente se está preguntando: ¿podés perderme, yo valgo lo necesario? ¿Qué quieren decir estas preguntas? Responden a un gran interrogante que tienen nuestros hijos: el interrogante de si los queremos lo suficiente, si realmente son importantes para nosotros y si estamos satisfechos con ellos. Ellos se dan cuenta, perciben que nos generan ambivalencia: por un lado saben que los adoramos y por otra parte se dan cuenta de que la tarea nos agota y que de a momentos también queremos que frenen o que por favor nos den un respiro. Ni hablar cuando tenemos emociones hacia ellos de ira, frustración o enojo; esto ellos lo perciben y les causa mucha inseguridad. No nos olvidemos que estamos hablando de un período de la vida de nuestros hijos donde aún están en plena construcción y ahora miran y nos miran con otros ojos. Nos analizan más y nos cuestionan, y no siempre directamente, sino a través de sus acciones. Lo hará cuando te conteste desafiante, cuando traiga una mala nota del cole. ¿Es para preocuparnos, está mal que lo haga? No, es algo constitucional y de todos los seres humanos. ¡Sí, de vos también, adulto!
Se trata de una pregunta que va cambiando de protagonista: se la hacés a tu pareja, a tu jefe, a tu grupo de amigos y hasta quizá se la seguís haciendo a tus padres. Son preguntas constitucionales, que todos los seres humanos se hacen, algunas veces conscientemente y otras sin ser conscientes de ello. ¿Te acordás cuando tu hijo era chiquito y empezó a caminar, y caminaba y caminaba pero a cada rato miraba hacia atrás para ver si vos estabas? ¿De tu historia con tu novio de la adolescencia donde le decías “Dejá, no importa, si no no nos vemos” esperando que te diga de verse? Estas son formas de poner en juego esta pregunta tan importante y que siempre necesita encontrar una respuesta de parte de los criadores.
Cómo nacen los bebés y de dónde vengo
Es necesario estar atentos a qué preguntas sobre el inicio de la vida se están haciendo, porque estas suelen ir evolucionando: desde cómo nací hasta cómo se forma un bebé en la panza. Es necesario que siempre contestes hasta donde pregunta y no brindes información de más que quizás aún no pueda procesar. Ir de poco a mucho es lo indicado y con un relato realista acorde a su edad. Esta sería una evolución de las respuestas según las preguntas sobre un ejemplo de una familia conformada por una madre (aportante de óvulo y útero) y un padre (aportante de espermatozoide):
• Estuviste nueve meses en mi panza.
• Naciste por un canal que tienen las mamás que se llama vagina/naciste por mi panza ayudada/o por los médicos.
• Los bebés se forman cuando un espermatozoide y óvulo se juntan.
• El espermatozoide es de papá y el óvulo de mamá.
• El espermatozoide y el óvulo se juntan cuando hay una decisión tomada por los adultos porque quieren tener un hijo.
• Se juntan cuando hay mucha responsabilidad y mucho amor haciendo un acto que se llama relación sexual.
Es necesario que siempre contestes hasta donde pregunta y no brindes información de más que quizás aún no pueda procesar.
Es necesario tener en cuenta que existen muchísimos tipos de familias y no existe un tipo de familia normal o familia tipo. El título familia es para miles de formas: puede estar conformada de distintas maneras y con distinta cantidad de integrantes. Cada una de estas familias tiene historias que son fundacionales y que hacen al origen y la identidad del hijo o hija. Es necesario tener esto en claro: vos y tu hijo o hija ya son una familia sea cual sea la conformación y el origen. Es muy importante que le transmitas a tu hijo o hija el vínculo de familia y su historia, el saber es un derecho. Para esto siempre tené en cuenta que nuestras palabras y formas de comunicar deben ser acordes a su capacidad de escucha y procesamiento, pero nunca le niegues su historia.
La muerte
Si hay temas complejos de explicar, decir o entender, la muerte es sin duda uno de esos. Nos pasa como adultos que muchas veces nos quedamos sin palabras que hagan de marco de contención al escenario que nos plantea la muerte. Es entonces cuando hablar de esto con nuestros hijos se vuelve mucho peor. La regla es que cuanto más tabú representa la muerte, más difícil explicarles a ellos lo que sucede. Entonces decimos frases como: “Se quedó dormido para siempre”, “Partió al cielo”, “Está arriba en una nube”, “Está siempre en tu corazón, buscalo que lo vas a encontrar”.
Seamos honestos, la muerte para la gran mayoría de los seres humanos que vivimos en este mundo es un tema muy complejo y por eso solemos abordarlo dando continuidad al ser querido una vez muerto. ¿Quién está realmente preparado para comunicarle a un hijo o hija que alguien se murió? ¿A quién le es fácil ver y sentir esa angustia que les provocará semejante declaración de algo que no tiene remedio? Es a partir de quererle poner un taponcito a esta angustia y aliviarla un poquito que usamos ese tipo de frases y “les damos a los que se fueron continuidad en la vida”. ¿Esto está mal? A mí no me gusta decir si algo está mal o bien (siempre que no hablemos de vulneración de derechos), pero sí te invito a repensar qué decir y cómo actuar para ayudar de la mejor manera a tu hijo o hija.
A tener en cuenta:
Qué no decir: “Se fue”, “Se quedó dormido”, “Partió al cielo”, “Te mira desde arriba”, “Vive en las nubes”, “Estaba viejo”, “Estaba enfermo”.
Qué sí decir: “Se murió por tal enfermedad” y nombrarla, aunque sea un nombre superdifícil. No es lo mismo escuchar que alguien se murió por un virus cuando nuestros hijos se enferman de virus constantemente que escuchar sobre una enfermedad que está lejos de ellos y su vida cotidiana.
Una vez comunicado este hecho tan doloroso, lo más conveniente es estar atentos a su reacción, escuchar sus palabras y, si no preguntan nada más, decirles: “¿Hay algo que necesites preguntarme o que quieras saber?”.
Una vez recibida la pregunta es necesario contestar solo hasta donde preguntan, siempre en la medida que se pueda responder, porque también está bien decirles: “No lo sé y yo también me hago la misma pregunta”. Está muy bien que no sepas qué contestar, está muy bien que le digas que no sabés, y una buena forma ante esto es hacerle la pregunta: “¿Y vos qué pensás? Ayudémonos a pensar”. Ponerse en una posición omnisapiente no es favorable. Como tampoco ponerse en el extremo contrario y mostrarte sin recursos en todo lo que necesitan saber (aplica para la muerte, aplica para todo).
Toda explicación debe estar construida en función de acompañar el sano proceso del duelo y no de taparlo, tampoco de tapar las emociones ya que toda emoción es válida, también la de nosotros, los adultos, cuando la pérdida nos implica. En pleno proceso de escritura de este libro perdí a mi mamá luego de transitar una enfermedad crónica pulmonar llamada Epoc, y a mis cinco hijos les tocó perder a una abuela y encontrarse con una mamá con momentos de tristeza y con momentos de angustia. A mí me sirvió ponerle mucha palabra y no hacer de la muerte un tema tabú.
En mi caso, la muerte de mi mamá fue un hecho que no se desencadenó de un día para el otro, por lo tanto de alguna manera pude prepararme y prepararlos: primero yo, aceptando que era una realidad que iba a suceder en el corto plazo y que era importante empezar a procesar, y luego ellos. Días previos al suceso el tema de la muerte circuló en casa en seres vivos completamente desafectivizados, como una hormiga muerta que encontrábamos en el patio o una planta seca que veíamos en la calle: no les decía “la hormiga se durmió”, les nombraba la palabra muerte y las veces que me preguntaban qué era morirse les contestaba que era no estar más con vida. Al ser un tema del cual se hablaba con palabras y sin tapujos fue más fácil abordarlo desde la realidad de la pérdida de un ser querido; para esto también me sirvió contarles el ciclo de la mariposa desde el inicio de su vida como huevo hasta la muerte. Así, al momento de comunicarles la muerte de su abuela, ellos ya tenían información circulante.
Para ayudarlos a procesar su angustia y la mía, utilicé el recurso del ejercicio del recuerdo vivo. ¿De qué se trata? Se trata de recordar un momento feliz, de legado positivo de quien se murió. Así les comuniqué a mis hijos que cuando estaba angustiada porque mi mamá se había muerto, hacía el ejercicio consciente de recordarla en un momento feliz que realmente representara a mi mamá. En mi caso, pensaba en ella en su jardín, cuidando de sus plantas, un día de sol y calor como los que a ella le encantaban. Elegía recordarla así porque era una de las grandezas de su abuela: su inmensa capacidad de aprender y saber hacer buenas cosas con sus manos.
¿Los y las latentes tienen que ser parte del proceso de despedida que se lleva a cabo en el velatorio y en el entierro? La respuesta depende de las creencias de cada familia y los rituales de despedida que tengan. Teniendo esto en cuenta, en el período de latencia no aconsejo que vean el cuerpo de la persona muerta, pues puede resultar altamente perjudicial e impactar negativamente, y en muchos casos hasta ser traumático. Pero sí considero muy importante que puedan participar de algún tipo de ceremonia de despedida: del velatorio o entierro, o una despedida simbólica en la que nos sentemos con nuestros hijos a contar historias positivas y alegres de quien falleció, prenderle una vela, intencionar soltando un globo. En el caso del velatorio y el entierro, si alguno de los cuidadores primarios puede ser sostén y regular sus emociones y no desbordarse por la pérdida del ser querido, puede ser una buena opción que participe de alguno de los acontecimientos. Lo más importante: si va a ser parte del velatorio o/y del entierro, aconsejo en este momento evolutivo que sean consultados acerca de si quieren participar. Si es así, adelante, que sean partícipes, pero siempre cuidando su psiquismo y respetando su vulnerabilidad.
Siguiendo con el ejemplo de la muerte de mi mamá que fue la primera pérdida que sufrieron mis cuatro hijos (mi primer hijo ya había sufrido otra pérdida), cuando se los comuniqué realicé con ellos el ejercicio de volcar a lo concreto qué sentían y los invité a dibujar, hacer una carta o simplemente descargarse en papel. Mis dos latentes hicieron dibujos absolutamente maravillosos en su contenido. Les pregunté si querían participar de la despedida de su abuela y ellos eligieron ir y llevar los dibujos que habían hecho; ellos participaron de la última parte del velatorio, permaneciendo en un cuarto aparte de donde se encontraba el cajón con el cuerpo de mi mamá, y también de la ceremonia en el cementerio. ¿Por qué pregunté y los dejé ir? Sinceramente, porque me sentía con fuerzas para contenerlos. Además existía este cuarto separado en la sala velatoria y me encargué de encontrar un cementerio donde predominara el verde, los árboles y los pájaros, y la ceremonia se realizara al aire libre y en paz. Al finalizar, cada uno escribió en un globo de helio algo sobre su abuela y lo soltó como símbolo de finalización de una etapa. Ellos hoy preguntan por qué se murió, pero no apareció en su relato nada del orden de lo traumático o complejo de procesar, y siempre les recalco tres cosas: que toda emoción es válida, que me pueden preguntar lo que sea y que tienen todo el derecho de tener sus creencias acerca de la muerte. Por supuesto que mi ejemplo es solo un ejemplo: cada familia debe encontrar su forma.
Quiero hacer una aclaración: soy muy respetuosa de las religiones que conforman la creencia de cada familia. Cada religión suele otorgar una mirada muy rica en torno a la muerte dándole una explicación o un sentido, también ayuda a la despedida y al cierre de la vida. En relación a esto, es válido y apoyo la creencia de cada persona y, teniendo en cuenta la explicación dada renglones más arriba, mi sugerencia es tratar de ensamblar las explicaciones siempre en función de ayudar a nuestros hijos e hijas de la mejor manera a superar la pérdida.
Separación de una pareja
Toda separación de los padres afecta a un hijo o hija de alguna manera. Hay un proceso que deben hacer para rearmarse, como personas y como familia, y nosotros, los adultos, tenemos que acompañar a nuestros hijos e hijas de la mejor manera. Cuando digo afecta, es que algo sacude, conmueve, acarrea consecuencias, que pueden ser un huracán o un viento, y son esperables que estén. ¿Separación es sinónimo de trauma? No, no necesariamente. De acuerdo a las consecuencias que conlleve, marcará la diferencia, y en esto es primordial nuestra labor como adultos. Los profesionales de la salud mental escuchamos a adultos diciendo frases sobre la separación como: “¿Cómo le voy a hacer esto a mi hijo?”, “¿Cómo voy a separar a su familia?”, “No me divorcio por ellos”. Ninguna pareja amorosa puede quedarse junta cuando ya no lo es; un hijo o montones de hijos no pueden ser el motivo de permanecer juntos, pero sí para continuar la familia y lograr ser pareja parental. Una cosa es la pareja amorosa y conyugal (la del vínculo amoroso entre dos adultos) y otra cosa es la pareja parental (el vínculo de crianza con corresponsabilidad).
¿Cómo lograr que sea un vientito y no un huracán? Justamente con esta premisa presente: se debe trabajar mucho como adultos para dar continuidad a la familia. Que ya no sean pareja amorosa es una cosa, y otra distinta es seguir siendo una pareja parental: un papá y una mamá, o dos mamás o dos papás que continúan siendo una familia que se respeta. Y juntos o separados que no compitan. Sé que es muy difícil. Cuando las historias de proyecto de pareja amorosa se terminan, el proceso para los adultos es muy complejo. Muchas veces la separación se da cuando todo está tan mal que ni hablarse o mirarse a la cara se puede. Pero ¿qué pasa en nuestros hijos cuando esto sucede? Cuando papá y mamá no se hablan más, cuando de repente tengo una vida en la casa de papá y una vida en la casa de mamá, es mucho más fácil entender que se separaron y vaya que sí se separaron: además de separarse ellos, separaron la vida de los niños y las niñas. Entenderlo lo van a entender, pero ¿a qué costo?
Circulan mucho frases como: “No confundan a los hijos, que papá y mamá no hagan salidas al cine o compartan una cena”. ¿Quién escribió esto? Alguien que evidentemente no entiende de las necesidades de sus hijos. Siempre hablando de cuando la separación no es por violencia (de cualquier tipo), a los niños y las niñas les hace bien sentir que siguen siendo una familia, y que papá y mamá pueden habitar el mismo espacio y sonreír, criando con amor y acuerdos. Confundirlos es verlos darse un beso, estar de la mano haciéndose caricias, esas cosas que los latentes pueden identificar como “estar de novios”. Quizás el proceso de digerir la separación tarde un poco más cuando papá y mamá pueden ser adultos respetuosos que eligen seguir siendo familia, pero les aseguro que es mil veces mejor.
¿Y cuándo papá y mamá están separados pero viviendo en la misma casa?
Siempre que sea en buenos términos, con respeto, bienvenida la decisión que tomen los adultos que están haciendo lo que pueden; pero nunca debe ser por los hijos, debe ser porque consideran que es lo mejor. Lamentablemente, esto se da pocas veces. Te cuento que viví un tiempo con mis papás, que no peleaban, pero a la vez no se dirigían la palabra y la indiferencia era lo común en mi casa; a pesar de mi corta edad, entendía perfectamente que esas dos personas no eran equipo ni se querían. Muchas veces pensamos erróneamente que mantener la familia unida debe ser a cualquier costo: dejame decirte que no. Los adultos somos modelo: tener el modelo de que convivir es no hablarse, no advertir las necesidades del otro y procurar su bien en una vía de ida y vuelta o ver un modelo de pareja donde pelear, insultar y agredir es común, no le hace ningún bien a nadie.
Aparece también el qué decirle a los hijos e hijas y, sinceramente, no hay mucho que se pueda decir cuando son chicos, todo lo contrario, hay mucho para no decir; llegada la adolescencia habrá muchas más explicaciones que se podrán dar y ellos por supuesto también podrán elaborar otras preguntas.
Qué no decir: lo principal es nunca hablar mal del otro, ni papá de mamá ni mamá de papá, por otro lado es necesario no decir cosas como “Nos peleábamos mucho”, “Todas las parejas se separan”, “No nos queremos más”, “Tu papá conoció a otra mujer”, “Tu mamá conoció a otra persona”. Sea cierto o no, no es lo recomendable. Y aunque le digas tal cual la verdad, ¿de qué le serviría? Enterarse de los conflictos de la pareja amorosa no es lo indicado para un latente, tampoco que sienta que pelearse es motivo de separación porque es algo frecuente en la vida y no por eso se tiene que separar por ejemplo de sus amigos.
Qué sí decir: “Papá y mamá decidieron vivir en dos casas distintas porque consideramos que es lo mejor y nos hace bien tomar esta decisión. Seguimos siendo una familia, pero ahora con dos casas”. Ante la pregunta de por qué: “Porque nos queremos mucho pero decidimos no vivir más juntos”, “Porque decidimos no ser más novios”. Ante la contestación de “Yo no quiero”: “Entiendo que no es lo que querés, y entiendo que te sientas así, esto es algo nuevo y todos tenemos que aprender de este cambio. En el caso de la separación, es una decisión que tomamos mamá y papá después de haberlo pensado muchísimo”.
A continuación, te dejo un pequeño texto que escribí para explicarles a nuestros hijos e hijas la diversidad de familias que existen. Este texto puede ser utilizado por las familias que atraviesan una separación de la pareja parental como también para explicarles a todos los hijos e hijas la diversidad de familias que nos rodean: una mamá con un hijo, un papá con un hijo, dos mamás o dos papás, una mamá y un papá, o mamás y papás por adopción.
Hay tantas familias, iguales, distintas, hay tantas familias como personas hay.
Hay familias que viven en casas.
Otras en edificios.
Muchas viven en el campo y tantas otras en la ciudad.
Hay familias que viven en lugares donde nieva.
Muchas otras en ciudades de pleno calor.
Muchas viven en la montaña y tantas otras en la playa.
Hay familias que no tienen hijos ni hijas.
Muchas otras tienen muchos hijos e hijas.
Muchas viven todos juntos y muchas otras en casas separadas.
Hay familias que tienen un papá y una mamá.
Otras donde existen papás y/o mamás.
Muchas viven con abuelas, tíos, hermanos.
Hay familias donde los hijos nacen de la panza de mamá,
otros tantos hijos se tienen por adopción.
Hay familias donde en ocasiones los adultos toman decisiones
que muchas veces los hijos no entienden y que lleva un tiempo aceptar.
Muchas otras veces los adultos toman la decisión de vivir en dos lugares distintos
y ser una familia con dos casas que forman un único hogar.
Muchas veces esto genera emociones distintas: ¿tristeza, enojo, miedo, angustia, ansiedad? La emoción que sea, estará bien, aquí voy a estar para acompañarte.
Siempre recordamos, una familia es más allá de las cuatro paredes de una casa, un hogar es la construcción del amor más allá de todo lugar.
Los latentes y los hermanos
El pedido del hermanito: ante el pedido del hermanito tengo para decir que ningún ser humano puede nacer a demanda de otro nacido antes, los bebés no pueden llegar a nuestra vida por encargo. “Es que quiso”, “Es que me pidió”, “Es que me insistió en que le diera un hermano”. Nadie puede nacer de segundo de nadie, de compañero o entretenedor. Cada hijo necesita ese lugar de hijo único e irrepetible que amamos y deseamos dándole un lugar primordial. Es el vínculo raíz, el filial, de allí partirán todos los otros vínculos: ser nieto, hermano, sobrina, primo, bisnieto. Vayamos por partes porque es un tema con muchas aristas y que en muchos casos cuando los hijos e hijas entran en período de latencia comienza en muchas familias la autopregunta y la pregunta de los otros acerca de si quedará como hijo único. A lo que les digo: ningún bebé puede ser antes hermano que hijo. Si no hay deseo de tener un hijo, no puede haber deseo de dar un hermano. Sí puede suceder que ante la demanda de un hermano surja el deseo de traer al mundo un hijo, pero si el deseo es solo de dar un hermano, ¿por qué embarcarte en semejante tarea? Gestar o adoptar y luego mantener una vida no es fácil, y muchas mamás y papás que eligen no tener más que un hijo lo hacen justamente por esto: muchos por sus historias en relación al primer hijo, ya con la experiencia lo eligen con total conciencia; muchos también lo hacen por cuestiones económicas, otros por cuestiones de tiempo. Sea cual sea el porqué de la decisión, ¿quién puede ser el dueño de la verdad y juzgar estas decisiones? Son nueve meses más toda una vida de poner el cuerpo y la mente en una tarea tuya y no delegable por más ayuda que puedas tener. Tantas veces he escuchado que se considera egoístas a los padres y madres que no quieren más hijos. ¿Egoístas? Creo que todo lo contrario, es un gran acto de amor poder decir: “No estoy deseando otro hijo a quien darle amor y cuidado”.
Hay demasiado prejuicio en relación a los hijos únicos. Circula mucho: “Pobrecito, ¿en serio lo vas a dejar solito?”, “¿No le vas a dar a nadie con quien jugar?”. El mito del egoísta, del egocéntrico, de aquel que tendrá problemas para sociabilizar; el que se sentirá solo, caprichoso, malcriado e insatisfecho y no sabrá compartir. Mi respuesta es que estas supuestas características del hijo único sinceramente no son exclusivas de quien no tiene hermanos, les aseguro que las podemos encontrar en millones de personas que sí los tienen. ¿Quién no conoce a un hermano que ante el enojo de tener que compartir se agarra todo el paquete de caramelos y se los come uno tras otro sin respirar? Como también están los hermanos que la respuesta inmediata es dar. ¿¡Cuántos hijos únicos son líderes superpositivos con altos niveles de inteligencia interpersonal que construyen hermandades sin apellido en común!? ¿De qué dependerá? En gran parte de la crianza.
Nuestras neuronas se potencian por las interacciones y calidad de experiencias que le otorga el contexto a lo largo de la vida. Si en casa tengo hermanos pero el contexto potencia la competencia negativa, la rivalidad, los celos, la comparación, tener hermanos no será positivo. Si en casa no tengo hermanos pero mis criadores me posibilitan el desarrollo de la sociabilización con pares, podré crear lazos geniales. El egoísmo o el altruismo no vienen asociados a la cantidad de pares con los cuales convivo.
Mirá a tu alrededor: ¿cuántos hermanos y hermanas conocés que no se hablan?, ¿cuántos otros que son mejores amigos?, ¿cuántas personas hay que construyeron lazos para toda la vida con quienes conocieron en el jardín de infantes?
¿Y cuando nuestros hijos son los que nos piden un hermano? Nuestros hijos nos pueden pedir millones de cosas, tienen la capacidad de pedirnos las cosas más desopilantes. ¿Si te pide tener en casa un león bebé, se lo vas a dar? Un “humano” no es algo que se pueda pedir, y ante el pedido, la respuesta de palabras fáciles pero superdifíciles de escuchar y decir debe ser: “Entiendo que tengas ganas de tener un hermanito, respeto tus ganas, la escucho, pero un bebito no es algo que se pueda pedir. Sí podés pedir un montón de cosas y podemos ver cuándo y cómo dártelas, pero tener un bebé es una decisión que solo pueden tomar los adultos”.
Para tu tranquilidad, quiero decirte que cuando tu hijo te pide un hermano o un bebé no tiene real conciencia de lo que te está pidiendo; la demanda la hace en base a una fantasía de lo que él supone que es. Ya sea porque escuchó a un compañero del colegio o jardín, o por algo que vio o escuchó en algún lugar. Es la fantasía de lo que supone que será tener un hermano o tener un bebé en casa, de cómo se imagina que será ese vínculo o las características de personalidad de quien nace, pero aún no es algo que se pueda elegir y espero que no se pueda elegir en mucho tiempo.
¿Y cuando soy yo la/el que quiero tener un hijo para reparar la historia? Lamento decirte que tampoco. Una historia no se reescribe al tener otro hijo, se reescribe con el dueño de la historia. Traer un hijito al mundo para hacer las cosas mejor, para reparar, no es positivo para nadie. “Quiero poder darle la teta”, “Quiero poder parir naturalmente”, “Voy a hacer que coma de todo desde chiquito”, “Le voy a enseñar a dormir en su cuna desde que nazca”. ¿No te parece que te estás poniendo demasiada presión y le estás poniendo demasiada presión al bebé? Muchas veces este tipo de pensamientos aparece desde la culpa, y la culpa no es buena consejera.
Tener un único hijo o tener muchos hijos como todo en la vida puede tener mucho a favor y en contra, no creo que pueda existir algo mejor para todos, pero sí es necesario que seamos muy conscientes de nuestras elecciones porque a una vida se la cuida y es para siempre, ya que no es una cosa que tenga devolución. Es muy importante que los adultos, responsables y maduros, pensemos en función de la planificación familiar, que es ni más ni menos que pensarnos en función de los recursos físicos, contextuales, emocionales, familiares, proyectos y metas y hacerlo a corto, mediano y largo plazo. Un hijo o hija debe gestarse desde un profundo deseo y no por mandatos culturales.
Bautista, mi primer hijo, fue hijo único durante nueve años y medio, y luego nació Valentín, que hoy tiene quince años. Hoy son cinco hermanos y dejame decirte que la etapa de tener un solo hijo fue una etapa maravillosa donde realmente pude dedicarme a él y darle un lugar que fue muy especial. A su vez, él supo armarse de un grupo de pares que fueron sus hermanos del alma y que estaban a diario en casa, y hoy, veinticinco años después, sigue sosteniendo esos vínculos. Pero también es para mí maravilloso tener cinco hijos que son hermanos y que tienen un vínculo que realmente me enamora y me conmueve, porque además de hermanos son amigos: se buscan, juegan, se extrañan, se apañan, son compinches. ¿Y no se pelean? Claro que se pelean, claro que uno quiere muchas veces lo que tiene el otro, pero creeme que son hechos puntuales y que nunca reaccionan desde la agresión física ni verbal, ellos se cuidan entre sí y se protegen. Tanto la experiencia de Bau como hijo único como luego tener a los cinco hermanos fue algo maravilloso para mí. Pero solo te comparto una mirada, vos tenés que recorrer tu propio camino en la paternidad y la maternidad.
Cuando nace un hermano: cuando nace un hijo y ya tenemos otro, en nuestra cabeza se produce un fenómeno que es el de sobredimensionar el lugar del que nació primero (el hijo mayor por edad) y sobreexigirle. Lógicamente, uno es más grande y otro pequeño, pero si existe poca diferencia de edad ambos son niños y nos necesitan, no lo coloques en un lugar que aún no puede alcanzar. Considero que en la medida que el nacimiento del siguiente hijo se dé en un contexto sin demasiados sobresaltos (no es lo mismo un bebé que tiene que estar en neo durante un mes y mamá/papá pasan el día en la clínica y llegan tristes a casa que cuando a los tres días llegan a casa con el bebé), la llegada de un bebé no debe ser pensada desde: “Pobrecito, le nació un hermanito”. Si encaramos la llegada de un hermano desde ese lugar, ya comenzamos complicando la situación. Un hermano no viene a ser una bomba que explota si quienes me crían no me apartan, no me dejan de lado, no desaparecen de mi vida. Un bebé tiene que venir a sumar y nunca a restar. ¿Es fácil? No, claro que no, es difícil y dificultoso, requiere tiempo para acomodar y reestructurar. ¡Un nuevo integrante tiene que tener su lugar real! Lo viví en primera personas con cinco hijos que fueron naciendo con diferencias de edad diversas. Cuando nació mi segundo hijo, Valentín, Bautista, mi primer hijo, tenía nueve años y medio, fueron nueve años y medio de ser hijo único, que la vida girara en torno a él y lo que él quería, no había con quién pelearse, ni tampoco con quién negociar ni repartir la atención. Todo esto tuvo mucho de bueno y también de complejo pero no de malo: él ya era un ser que sabía esperar, tenía capacidad de comprensión y también ya había adquirido autonomía para algunas cosas y adaptarse a la llegada de un bebé fue un proceso de construcción donde le dimos tiempo y espacio. Nunca debés poner al bebé por sobre tu hijo mayor ni hablarle desde lo negativo. Frases como: “Pero vos sos el más grande y tenés que entender”, “El hermano me necesita más”, “Vos esperá que primero está tu hermano”, no suman. Un hijo, en este caso latente, no deja de necesitarnos por el hecho de que haya nacido un hermano: no generemos competencia ni resentimiento con ellos, demostrémosles que seguimos estando y los seguimos amando. Cuando ellos ven que por el nacimiento de un hermano no nos perdieron, cuando nosotros también aprendemos a ser padres y madres de dos, tres o cuatro hijos a la vez, dándoles la atención necesaria sin apartar ni dividir, cuando sumamos y no dividimos, cuando desde el minuto uno el bebé es parte de la vida y es uno más tomando con naturalidad su llegada, todas las “piezas del rompecabezas” empiezan lentamente a encajar. Tu hijo latente o bebé, ambos, necesitan tiempo, mirada y amor, y uno no puede estar por encima del otro. Podés no haber dormido durante toda la madrugada, entre pañales, cólicos y mamaderas o teta; podés sentir vos, papá o mamá, que no tenés fuerzas para nada y necesitás descansar, pero andá, dale un beso antes de que se vaya al cole, decile cuánto lo querés y luego dejá que lo termine de preparar la niñera y te volvés a dormir, pero no le hagas falta cuando más te necesita.
Muchas veces también puede pasar que lejos de expresar cuánto nos necesitan, nos rechacen o ignoren por completo. Cuando nació mi cuarto hijo, Baltazar, mi tercer hijo que tenía en ese momento dos años y once meses, durante un mes y medio no me dirigió la palabra y al bebé no lo miraba ni lo tocaba, realmente hacía como si no estuviéramos. Llevó mucho tiempo, mucha presencia, mucho apoyar la cola en el piso (término que utilizo para describir el momento de sentarnos a jugar con ellos y realmente conectar) con el bebito en un brazo y el otro con los juguetes. Lleva su tiempo, no te desesperes: todo, cuando hay amor y dedicación, se puede acomodar. ¿Y las salidas exclusivas y tiempo únicamente para ellos sirven? Sí y no. No con el mensaje “como el hermano no está, podemos disfrutar, prestarte atención, hacer cosas espectaculares”. Sí cuando sea un plan donde un bebito realmente no pueda ser incluido o necesites charlar de algo que esté ocurriendo sin interrupciones, pero para la dinámica del día a día es bueno que de a poquito se empiecen a acostumbrar a la existencia mutua. Es preferible que pongas una película para ver con tu latente mientras alimentás a tu hijo recién nacido, compartiendo el momento, a que se quede solo (si no quiere) para que juegue. Date tiempo, este período de acomodación pasará. ¿Qué es lo más importante? Aprender y brindarnos.
¿Existe un hijo o hija preferida?: No, no lo he visto en la mayor cantidad de casos que han venido a la consulta, tampoco lo viví desde mi rol de mamá. Pero sí, y es un rotundo sí, encontrar que haya hijos que nos queden más cómodos, a los que nos resulte más fácil acompañar, relacionarnos y/o convivir que otro. Esto no tiene por qué ser sinónimo de tener un preferido y no te tiene que generar culpa. Lo importante es no hacer diferencias y para esto es supernecesario poder registrarlo. Cuando existen diferencias en el trato y la atención dada a uno en detrimento del otro, esto es algo que puede llegar realmente a afectar el vínculo entre hermanos y con nosotros. ¿Por qué a veces nos queda más cómodo un hijo que otro? Muchas veces es cuestión de temperamentos y personalidades; hay características que son más afines a nosotros y otras menos. Hay hijos o hijas que cumplen más las expectativas que teníamos de lo que era criar. También tiene que ver con cuestiones de gustos: conectar con hijos que tienen gustos más similares o características más afines nos será más cómodo. Tenelo en cuenta, registralo y, por sobre todo, intentá no caer en las comparaciones, ya que nuestro cerebro tiende a comparar y poner en extremos: el bueno y el malo, el santo y el terremoto, el difícil y el fácil. ¿Sabés los efectos que puede tener en un hijo o hija ser considerado el difícil? ¿Difícil para quién, difícil en base a qué? Que sea difícil para nosotros sus padres o que haya diferencias en los caracteres no da derecho a ponerle tamaña etiqueta. Cuando se piensa en opuestos a la hora de criar, poco ayuda a encontrarle la vuelta. Si un hijo es más movedizo y yo soy más tranquilo, si un hijo necesita más atención y a mí me gusta mi soledad, si un hijo necesita más ayuda en sus aprendizajes y yo no tengo alma de maestro, es lo que a él o ella le pasa y no lo hace en contra de nosotros; claro que nos resultará más cansador, hasta el punto de a veces agotarnos, pero tu hijo o hija no lo eligió.
Te cuento algo que te puede ayudar: los hijos que nos resultan más incómodos suelen ser los que más nos enseñan sobre nosotros mismos, más nos desafían a encontrar recursos distintos y evolucionar como personas. De mis cinco hijos te podés imaginar que tengo todos los tipos de personalidades: los cinco son muy diferentes entre sí y criarlos me ha desafiado mucho. Hoy se los agradezco, ellos me han enseñado más de lo que yo les he enseñados a ellos. La diversidad es riquísima cuando la sabemos aprovechar y sobre todo si frente a lo incómodo, en vez de ponernos en la vereda de enfrente, aprendemos a amigarnos y entender qué tiene para enseñarnos en vez de vivir en una guerra continua. Como ya te conté, en la latencia pueden aparecer varias diferencias entre ellos y nosotros: sus gustos, intereses y formas son parte de su identidad en formación, y tenerlo en cuenta nos hará acompañarlos de la mejor manera, respetándolos y ayudándolos a crecer.
Peleas entre hermanos: ¿dejarlos que “se maten”?, ¿dejarlos que se arreglen? Esa es la cuestión. Todo dependerá de cómo se esté dando el conflicto, pero hay un límite que debe ser muy claro: la angustia o el sufrimiento. ¿Hay llanto de angustia? ¿Se están pegando? ¿Se están lastimando? ¿Se van a pegar en cualquier momento? ¿Se están diciendo cosas feas? ¿En qué nivel están? ¿Hablando? ¿Discutiendo? ¿Ya pasó la pelea? Si la respuesta es no, es necesario que no te metas. Si la respuesta a estas preguntas es sí: es necesario que intervengas. Que dos personas puedan lograr acuerdos y negociar es genial. Pero como todo en la vida, esto se construye en la práctica, y en vínculos de hermandad muchas veces necesitan de nuestra ayuda. Los vínculos entre hermanos por momentos necesitan de esa mediatización entre adultos, ese hacer de referí justo que ayude y no complique, no olvidemos que la hermandad es un vínculo muy particular donde confluyen muchos sentimientos y emociones como la rivalidad y los celos, como así también el amor.
¿Qué hacer?
Paso 1: prevenir. Por ejemplo, con la utilización del espacio privado.
Paso 2: cuando se desató la pelea, ayudar con empatía y comunicación asertiva.
Paso 3: cuando todo pasó, hablar de lo que pasó.
Vamos al paso 2 en profundidad. Principalmente, no echar leña al fuego. Tu lugar es de ayuda de construcción del vínculo y no de demolerlo. Si vas a tomar partido por uno, sos leña: “Siempre lo mismo”, “No ves que tu hermano es más chiquito”, “Cómo podés ser tan malo”, “No sé de dónde saliste”, etc. Y en la cabeza de tu hijo se formará la siguiente asociación: “Me retaron por culpa de él/ella”. A medida que van creciendo, también entienden que el reto es por el acto que cometieron, pero igualmente lo primero que queda es: por su culpa mis papás se enojaron conmigo, y de esa forma le toma más bronca al hermano y se va generando más rivalidad. Lo mismo cuando lo ubicás en el lugar de más grande: “¡¡Pero cómo no se lo vas a prestar!! ¿No te das cuenta de que vos sos más grande y él es más chiquito?”, “Dejalo a él que es más chiquito y no entiende”. Entre hermanos, en ese momento de incendio donde estás aplicando el segundo momento del límite (lo veremos más adelante), no podés dar el sermón de la montaña, es el tiempo de empatizar y calmar las aguas. Si no viste la secuencia, podés sacar el objeto de la discordia de la vista y centrarte en tranquilizar y no en que se “buchoneen”. Es necesario que los ayudes a encontrar la solución.
Toda explicación racional se explaya en el paso 3, cuando todo se tranquilizó (vos, él, tu otro hijo) y están en un clima distendido. Te lo detallo: si viste toda la secuencia, ponerle palabras en forma descriptiva a lo que viste, y sin tomar partido, porque ambos son tus hijos, ser justa y, por ejemplo, devolver el auto a quien lo tenía primero y consolar al que se quedó sin el auto. Pero ¿si el que tenía el auto empujó al que se lo fue a sacar? Siempre acordate que si reaccionás con violencia a la violencia, generás más violencia en tu hijo. Así que es necesario que te pongas superfirme, bajes a su altura, lo mires y le digas: “Entiendo que no quieras que te saquen el auto, pero pegar es un no rotundo. Yo sé que lo podés solucionar de otra manera”. Y después en el tercer tiempo hablar más: “Hijo, hoy pegaste. Mil veces te va a pasar que tu hermano o tu amigo van a querer tus cosas. ¿Cómo podés actuar la próxima vez? Te ayudo a pensar”.
Finalizaste el capítulo donde leíste de qué se trata la latencia. Ahora te invito a que puedas releerlo, hacer tus propias anotaciones y señalar las palabras claves que te pueden ayudar a entenderlo. Para esto, te dejo las siguientes preguntas sobre tu hijo:
• ¿Cómo está?
•¿Cómo se comporta?
•¿Qué necesita?
•¿Qué cambios notaste de la etapa anterior a esta etapa?
•¿Alguna de las características que leíste en este capítulo como propias de la latencia no son características de tu hijo? •¿Por qué?
Ahora hacé el ejercicio vos:
•¿Qué recordás de tu latencia?
•¿Qué te genera su comportamiento?
•¿Qué es lo que más te cuesta de esta etapa?
•¿Te genera algún miedo o dificultad?
•¿Alguno de estos temas te movilizó, les tocó atravesarlos como familia?