—¿Estás bien? —Max me pregunta desde la puerta que Heidi ni se ha molestado en cerrar y yo asiento con la cabeza intentando no parecer enfadada; no pienso darle el gusto.
—Por supuesto. Tenemos mucho trabajo como para perder el tiempo con ella.
—Esto no nos va a traer nada bueno —se lamenta mi jefe, y yo paso por su lado, agarrando su brazo para transmitirle tranquilidad, antes de dirigirme hacia el puesto de Benjamin.
No dejo de pensar en la respuesta de Jared, un sí, sin matices, sincero, pero tan arrollador que en este momento tengo un nudo en la boca del estómago; sin embargo, no quiero que Heidi arruine mi día y mucho menos que me descentre de lo verdaderamente importante. Aunque ese «sí» ha sido un jarro de agua fría. Y es que las palabras de Heidi resuenan una y otra vez en mi cabeza, que siempre volverá a ella, y me encantaría decir que no va a ser así, pero en realidad no lo sé, no lo conozco tanto como para asegurarlo. Y eso es algo que me molesta, porque por primera vez en mi vida siento que mi futuro se me escapa de las manos, y no puedo hacer nada por evitarlo.
—¡Liv! —Percibo un movimiento y me doy cuenta de que Benjamin me dice «hola» con las manos, y regreso al presente—. Estás en las nubes —se burla de mí y yo sonrío borrando cualquier pensamiento estúpido de mi mente.
—Estaba pensando, perdona.
—Ya estoy trabajando con ella. —Me señala la maqueta y veo por primera vez cómo los corazones comienzan a tomar forma.
—Es un anillo precioso. —No tiene ni la mitad listo, pero ya puedo imaginar cómo quedará una vez finalizado.
Me acerco un poco más y, tras recolocar la luz, lo observo detenidamente; quiero que el anillo de Enok sea perfecto, que el resultado les encante.
—Debe ser fino y elegante.
—Lo será, déjame unos días para que el resultado sea el que esperas.
—No contamos con mucho tiempo, debemos tenerlo antes de que Xia termine los diseños de las joyas de Johan, el cliente de Jared —le recuerdo.
Sé que últimamente parezco un disco rayado, pero no se pueden imaginar la presión que tengo encima en estos momentos.
—Está bien, lo tendrás.
Benja nunca me defrauda, es un profesional muy meticuloso y detallista, así que lo dejo en sus manos.
—¿Podemos hablar? —Me pongo en tensión de repente al oír su voz. Aún no lo he visto y mi cuerpo ya siente un súbito calor incontrolable.
Me giro para no seguir dándole la espalda y me encuentro con sus ojos azul claro como el mar más tranquilo del mundo. Está relajado, demasiado a decir verdad, al contrario que yo, que analizo cada uno de sus movimientos en busca de una señal.
—Benja, sigue así. Cuando acabes, avísame, quiero cerciorarme de que el resultado es lo que tengo en mente —le pido mirándolo y luego dirijo la vista a Jared—. Sí, vamos a mi despacho —le contesto calmada; yo no soy Heidi, no monto escenas a diestro y siniestro, todo lo contrario.
Jared me hace un ademán con una mano para que pase delante de él, y casi sin mirarlo para evitar que todos los que están pendientes de cada uno de nuestros movimientos no tengan más alicientes para hablar de nosotros.
—¿Por qué estás tan seria? ¿Y cómo has sabido que he visto a Heidi? —Está confuso, que no enfadado. Al menos no es lo que me parece en este instante. Y yo debería estar muy cabreada; sin embargo, soy muy consciente de las malas intenciones de Heidi y de todo lo que es capaz de hacer por conseguir su objetivo, que no es otro que casarse con él… así que imagino que está dispuesta a todo.
—Heidi ha venido a la oficina.
—¿Cuándo? —Comienza a enfadarse, mucho. Sus ojos ya no son claros, sino que se han oscurecido como siempre le ocurre cuando se enfurece—. ¡¿Ha venido aquí?!
—Baja el tono de voz, el personal ya ha tenido bastante espectáculo por hoy.
—¿Por eso me has enviado ese mensaje? —Asiento con la cabeza mientras no dejo de observarlo—. Esta mujer está loca, ha venido a mi hotel y, como no la dejaban subir, ha montado un pollo —me explica con voz de hastío.
No hay duda de que Heidi no se ha salido con la suya, hecho que me alegra.
—No me sorprende.
—He dejado que subiera a la habitación para evitar a la prensa, seguro que tenía algo orquestado —se justifica, y yo sonrío imaginando la cara de satisfacción de Heidi cuando ha entrado en su lujosa suite—. Liv, ¿no creerás que ella y yo…? —No soy capaz de mirarlo a la cara porque estoy a punto de llorar… y no porque crea eso, sino por la situación en sí. Me siento muy incómoda, tanto que solo me cruzo de brazos mientras me paro frente a la ventana, a través de la cual pierdo la mirada—. Cuando tomo una decisión, no hay vuelta atrás.
—¿Igual que cuando decidiste comprometerte con ella? —Necesito saber cuánto valor tiene su palabra, porque para mí es algo primordial. Necesito confiar en él; si no, todo por lo que podamos luchar no servirá de nada—. Creo que todo está yendo demasiado rápido. Ni tan siquiera habías hablado con ella y ya me estabas pidiendo que buscara una casa para irnos a vivir juntos.
—Me equivoqué con Heidi y te aseguro que lo voy a pagar caro. —Camina hasta mí, pero no me toca; se limita a mirar por la ventana igual que hago yo.
—Lo vamos a pagar. Ya me ha dejado muy claro que o me aparto de vosotros o me destrozará la vida. —Mi mirada se clava en la suya y noto la decepción en su rostro—. Francamente, no recuerdo sus palabras exactas, pero no me va a dejar en paz. —Suspiro resignada a todo lo que he tenido que escuchar.
Siento cómo sus brazos me rodean. Aunque al principio me resisto, finalmente cedo y dejo que su abrazo me lleve con él, y también a un estado de tranquilidad y seguridad. Sé perfectamente que está siendo sincero, que por eso mismo ha venido Heidi a amenazarme, porque su última carta era lograr que yo me apartase para tener el camino libre.
—No voy a dejar que Heidi…
—Sabes que no nos va a dejar en paz, está obsesionada. —No le dejo terminar la frase, y suspira, sabedor de que es tal cual se lo digo.
—Se le pasará —intenta convencerme, aunque ni él mismo se lo cree.
—¿Cuándo? —Lo miro a los ojos y veo que sonríe—. No es gracioso, tu padre se ha quedado de piedra al ver la escena que nos ha montado. ¡Está chiflada!
—Aparecerá otro y se olvidará de nosotros.
—¿Puedes presentárselo ya? —digo con tono de burla y se acerca para rozar sus labios con los míos, y así puedo sentirlo por primera vez desde que he llegado a la oficina, consiguiendo que me olvide de sus palabras y sus malas intenciones.
—Déjame que piense… Un tonto con dinero y dispuesto a amargarse la vida… —Parece que le he contagiado el tono bromista—. Ufff… No se me ocurre nadie.
—Eres muy tonto, y lo sabes.
—Solo cuando estoy cerca de ti; no sé qué influjo tienes que sacas de mí a una persona diferente.
—Pues esta me gusta mucho. —Nos quedamos observándonos durante unos segundos—. ¿No ha intentado nada contigo, ni un beso? —Evidentemente me refiero a ella, y me mira muy serio.
—No le he dejado ni rozarme la mejilla. —Su seguridad es aplastante, tanto que no tengo duda de que me está diciendo la verdad—. Te aseguro que entre Heidi y yo no habrá nada nunca más.
—¿Puedo añadir una nueva norma?
—¿Una nueva norma? —Asiente seguro. Y es algo que hasta este momento nunca me había planteado—. Te escucho.
—Solo nos podemos acostar con otras personas en presencia del otro. —Achina un poco los ojos, pensativo, y espero impaciente a que me responda. Y es que Jared me provoca algo tan grande, algo que me remueve tanto por dentro, que solo de imaginar que pueda estar con otra mujer sin que yo lo sepa me parte el alma.
—Llevo desde ayer pensando en esa norma concretamente, pero temía tu reacción si te la proponía. No soporto el hecho de que puedas estar con otro hombre sin que lo sepa.
Saber que le ocurre lo mismo que a mí es algo que me gusta, porque solo puede significar una cosa… y es que estamos alineados.
—Solo cuando estemos los dos, y siempre comenzaremos y terminaremos juntos.
—Me parece perfecto. —Zanja nuestro acuerdo con un beso y entonces capto un carraspeo de Max, que está en la puerta, sonriente, mirándonos.
—Perdonad, no pretendía interrumpiros. —Jared le hace un gesto para que pase y, aunque se separa un poco de mí, no me suelta. Me doy cuenta de que Jared no se esconde aquí en la empresa; quiere que todo el mundo sepa que somos pareja, y tiene mucha lógica, pues ya lo declaró ante la prensa esa noche en Berlín, así que toda la plantilla está más que enterada—. Emilia quiere saber si tiene que contar con Heidi para la presentación de la que hablamos.
—Heidi no volverá a pisar más estas instalaciones. Ahora mismo prohibiré su acceso; bajo ninguna circunstancia quiero que la dejen pasar.
—Por primera vez estamos de acuerdo en algo. —Max sonríe, y yo estoy a punto de dar saltos de alegría, aunque los reservo para mi yo interior—. Voy a hablar con Emilia, que tengáis un buen día. —Se va de mi despacho como si nada, sin intentar hablar con él, y supongo que lo hace porque va con pies de plomo, su relación no es nada fácil.
—¿Has visto qué bien se siente uno cuando hay respeto y cordialidad? —suelto. Luego me muerdo el labio inferior, divertida, y él se lanza a mordérmelo.
—No me pidas tanto y deja ese labio quieto o no voy a poder controlarme.
Suena un mensaje en mi móvil y miro la pantalla para comprobar quién es, sin importarme que Jared pueda leerlo.
—Tengo una cita a las cinco con la amiga de Amélie.
—Anularé una reunión e iré contigo. —Eso sí que me pilla por sorpresa, pensaba que iría sola—. Esto es algo para los dos y quiero comenzar a hacer las cosas bien.
—Suena tentador. Jared Kohler va a venir de mi mano a elegir una casa. —Aunque lo pronuncio en voz alta, me sigue pareciendo todo de locos.
—Nuestra casa.
—Tu casa —aclaro rápidamente para que quede cristalino.
—Eso ya lo veremos.
Me da un beso en la mejilla y sale de mi despacho como si nada, sin ser consciente de que en este momento me siento una impostora, como si estuviera en un lugar al que no pertenezco y donde no debería estar. Puede que sean tonterías mías, pero Heidi tiene fama, es una supermodelo, y eso nadie se lo puede discutir; en cambio, yo… yo no tengo nada: un piso en el casco antiguo, una moto que tiene más años que yo misma, y listo. No vivo con lujos, aunque es cierto que nunca los he buscado. Y de pronto miro mi despacho y me percato de que estoy rodeada de cosas que yo nunca he buscado tampoco.
Tengo un trabajo sin haberme presentado a ninguna oferta de empleo; se me ofreció sin más y acepté sin pensarlo. Poco a poco hice de esta empresa algo mío, y me mudé a un despacho sin dudarlo; no valoré si lo merecía, trasladé aquí mis cosas y lo hice mío sin siquiera planteármelo. Y estoy haciendo exactamente igual con Jared, salvo que en esta ocasión soy consciente de que esa nueva casa, que él está poniendo en mis manos, no me corresponde, y me siento mal aceptándola. Es más, no voy a hacerlo. Puedo ayudarlo a elegirla, incluso a decorarla, pero será su casa. Si algo sale mal, él tendrá su espacio y yo me iré a mi piso en busca de soledad. Es algo que debo dejarle muy claro.
Cojo el móvil y respondo al mensaje de la agente inmobiliaria.
Nos vemos a las cinco. Gracias por hacernos un hueco.
Justo cuando le doy a «Enviar» comienza a sonar mi teléfono y veo el nombre de Amélie.
—Ya me ha escrito tu amiga —es lo primero que le digo tras coger la llamada.
—Te va a encantar, sobre todo la casa con vistas a la montaña.
—¿Sigues mirando casas? —le pregunto extrañada. Después del trabajo de reforma que han tenido con su mansión, no creo que tengan ganas de volver a empezar ahora que lo tienen todo listo.
—Por curiosidad. —Se le escapa una risa y niego con la cabeza, alucinada por cómo es mi amiga.
—Estás de atar. —Me río a carcajadas mientras voy hacia mi escritorio y me siento tras él—. ¿Cómo va tu día? Dime que mejor que el mío.
—Pues me vas a matar, pero Emre me necesita y no puedo acompañarte, por eso te llamo. —Ni siquiera me acordaba de que se ofreció a venir conmigo hoy.
—Tranquila, al final Jared se ha apuntado.
—¿De verdad? Te juro que no lo reconozco. Jared nunca se ha involucrado así con nadie.
—Amélie… —Suspiro y permanezco unos segundos en silencio, los suficientes como para que ella sepa que no estoy bien.
—¿Qué te preocupa?
—¿No estoy yendo muy rápido? No sé, es que tengo la sensación de que…
—¡Para, para, paaaaaaaara! —No me deja terminar la frase—. ¿Cuánto tiempo estuviste con Adler? —Me quedo callada porque las dos conocemos la respuesta y no me apetece ni mencionarlo—. Tres años, lo sé. Y, en todo ese tiempo, él nunca quiso nada más. Cada uno tenía su casa, y tú siempre me comentabas las ganas que tenías de que se decidiera y dierais el paso. ¿Cuándo te lo pidió? —Lanza una segunda pregunta que me llega como una buena bofetada. Y sigo sin responderle—. Nunca. —Llega la bofetada final, con la que me derriba y me deja K. O.
—Todo fue muy complicado.
—Y ahora te quejas porque es fácil.
Puede que tenga razón y que, el hecho de que sea fácil, sencillo, no tenga por qué ser malo.
—Lo sé, pero tengo derecho a sentir miedo —me justifico para que se ponga un poco en mi lugar.
—Pues, en vez de eso, disfruta de lo que estás viviendo y aprovéchalo sin temores. ¿Qué es una casa? Si sale mal, te vuelves a tu piso y él se queda en esa y asunto arreglado.
—Exacto. Esa será solo su casa y, si finalmente lo nuestro no funciona, no habrá problemas añadidos.
—Qué poco conoces a este tipo de hombres. ¿Qué hizo Emre? —Sonrío al recordar todo lo sucedido—. ¿Y tú qué me decías al respecto? Yo te lo recordaré: que no era nada malo, que disfrutara de todo lo que me podía ofrecer sin pensar en el qué dirán.
Cómo me joroban mis propias palabras, porque cuando se trataba de ella lo veía clarísimo y estaban muy bien, pero, cuando se trata mí, ya no me gustan tanto.
—Pues aplícate el cuento, amiga. Y te aseguro que serás más feliz.
—¿Tienes un momento? —Xia cuela la cabeza en mi despacho justo después de llamar a la puerta y abrirla un poco.
—Estoy hablando con Amélie. —Le hago un gesto para que pase y se siente en la silla que hay frente a la mía—. Xia te manda un beso —le digo y mi compañera de trabajo asiente en señal de que sí se lo manda—. Después te cuento, a ver qué tal nos va.
—¡Llámame, eh!
Finalizo la llamada, dejo mi teléfono sobre la mesa y me froto los ojos. Parece mentira que acabe de comenzar la jornada laboral, porque estoy agotada y ni tan siquiera he estado una hora aquí. Xia me observa esperando paciente. Me conoce muy bien y sabe que en este instante no tengo cabeza para nada.
—¿Qué está pasando? —acabo diciendo ante su sonrisa cómplice.
—No te quejes, que ya me gustaría a mí tener a un hombre como Kohler poniéndome la vida patas arriba.
—Esta tarde vamos a ver una casa. —Abre la boca desmesuradamente, incapaz de reaccionar—. Eo… —Le hago un gesto con una mano para que diga algo—. Se te va a desencajar la mandíbula y después dirás que es culpa mía… De todas formas, te entiendo… Lo sé, es de locos, es muy pronto y yo qué sé qué va a pasar, pero es lo que hay.
—Te tengo mucha envidia ahora mismo, Liv. Si te ha propuesto eso es porque quiere algo serio contigo, y él no es de esos que se lo piden a todas.
Levanto ambas cejas en señal de incredulidad y ella niega con la cabeza al caer en la cuenta.
—Seguro que le metió algo en la bebida. Sigo sin poder creerme que le dijera que sí a esa Barbie arpía. —Conforme lo suelta las dos rompemos a reír y no podemos parar durante unos segundos—. Ay, por favor, para ya… Abre el mensaje que te acabo de enviar por el correo interno.
Mientras logro parar de reír abro los archivos que ha adjuntado al mensaje que me ha enviado antes de venir a verme.
—Me gusta mucho —le digo una vez que he estudiado ese diseño del que me ha enviado distintas perspectivas plasmadas con maestría e integradas en mi idea del collar. La verdad, es tal como lo había imaginado—. Buen trabajo, eres la mejor. Déjame que se lo enseñe a Jared.
Abro el chat de la empresa y le mando un mensaje:
Necesito enseñarte algo, ¿puedes venir?
¿Ya me estás echando de menos?
Eres muy tonto. Estoy con Xia, ven.
¿Qué me das a cambio si voy?
Nada.
Se me escapa la risa y Xia se queja en voz alta imaginándose de lo que estamos hablando.
Dile a Xia que venga a mi despacho.
¿Esto es una broma?
Soy un hombre muy ocupado y solo dejo de trabajar por algo realmente importante y satisfactorio. Come conmigo y voy.
Está bien, pero ven ya.