Marinette es una joven estudiante que vive en París. Tiene un carácter alegre y es muy responsable, y por eso, a menudo, cuida de la hija de una amiga de su mamá.
La niña en cuestión, que se llama Manon Chamack, es muy movida y necesita estar jugando constantemente o haciendo alguna actividad. Hoy, por ejemplo, las dos están sentadas en la alfombra del dormitorio de Marinette, y la muchacha la entretiene con unas bonitas muñecas que cosió ella misma. Marinette tiene en sus manos las de los superhéroes Ladybug y Cat Noir, y Manon, las de los supervillanos Lady Wifi, Demoilustrador y Rogercop.
—¡Aquí estoy, milady! —exclama Marinette con voz grave, fingiendo que habla Cat Noir—. Encantada de verte, Cat Noir—añade en un tono más agudo, al tiempo que zarandea la muñeca de Ladybug—. ¡Claro que lo estás! ¡Soy el gato maullador! ¡Grrr! —dice, imitando a Cat Noir.
Marinette estalla en carcajadas. Manon, en cambio, frunce el ceño.
—¡Cat Noir no debería decir eso! —se queja la niña.

—¿No? —pregunta Marinette, divertida por la reacción de la niña.
La pequeña Manon sacude la cabeza, con expresión seria.
La chica hace hablar de nuevo a Ladybug:
—¡No es momento para tonterías, Cat Noir! Tenemos que capturar sus akumas antes de que… —entonces Marinette se detiene y pregunta a Manon—: De hecho, ¿qué quieren nuestros enemigos?
Tras pensar unos instantes, la niña alza a sus tres villanos y los hace hablar a la vez:
—¡Queremos ganar!
—¿Ganar qué? —pregunta Marinette.
—¡No sé! ¿Qué es lo que quieren los malos? —dice Manon.
—Depende. Lady Wifi quiere revelar la identidad de Ladybug, Demoilustrador desea vengarse de una chica que se reía de él y el sueño de Rogercop es ser un superpolicía. Pero de hecho es Hawk Moth quien los controla, y su único objetivo es conseguir los miraculous de Ladybug y Cat Noir —explica Marinette.
—Oye, ¿y qué pasaría si Hawk Moth los consigue? —pregunta la niña, mostrando cierta preocupación.
—Pues que los malos ganarían —responde Marinette.

Parece que Manon ha entendido cuáles son las intenciones de los villanos, así que reanuda su juego.
Sostiene en alto sus muñecas y, de nuevo, finge que hablan a la vez:
—¡Queremos los miraculous, y así venceremos a Ladybug y a Cat Noir! ¡Ya lo verán! —Manon se pone de pie, emocionada—. ¡Son unos perdedores! ¡Se arrepentirán y se derretirán!
Entre risas y proclamas, la niña hace ver que sus muñecas se abalanzan sobre las de Ladybug y Cat Noir. Marinette mueve sus muñecos para esquivarlas y exclama:
—¡No nos quitarás nuestros miraculous!
Marinette y Manon entrechocan sus muñecas para simular una lucha. La joven consigue que sus muñecos derriben a las muñecas de Manon, así que, Lady Wifi, Demoilustrador y Rogercop acaban tendidos boca abajo sobre la cama de Marinette.
—¡Oye! —se queja la niña.
—¡Ladybug y Cat Noir ganan otra vez! —exclama Marinette, mientras alza sus dos brazos en un gesto triunfal.
—¡No es justo! ¡Siempre ganas! —se enoja Manon.
La niña abraza a sus tres muñecas perdedoras y rompe a llorar desconsoladamente. De inmediato, Marinette suelta sus dos muñecos y se arrodilla a su lado.
—Verás, es que Ladybug y Cat Noir siempre ganan, y así los malos pierden todas las peleas —le intenta explicar.
—¡Nunca me dejas jugar con Ladybug y Cat Noir! —solloza la niña.
—Bueno, no llores. ¡Claro que puedes jugar con ellos! Mira, te presto a Ladybug —le dice, tendiéndole la marioneta de la superheroína.

A Manon se le pasa el enojo de repente y toma la muñeca de Ladybug.
En ese preciso momento, llega Nadia, la mamá de Manon.
—Hola, Manon, ¿te has portado bien? —pregunta Nadia a su hija antes que nada. La conoce y sabe que puede llegar a ser muy traviesa.
—¡Mami, Marinette no me deja ganar! ¡Hizo trampa! —acusa la niña a su niñera, señalándola con el dedo.
Luego, corre a abrazar las piernas de su mamá, sollozando.
—Manon, es que no se puede ganar siempre —le dice Nadia, mientras le acaricia la cabeza.
—¡Sí se puede! ¡Ladybug y Cat Noir siempre ganan! —replica la niña.
—Bueno, tienes razón. Pero ellos son superhéroes —le responde su mamá.
—La próxima vez ganarás —intenta consolarla Marinette.
—Bien, ahora debemos irnos. Manon, devuélvele la muñeca a Marinette —dice Nadia.
—¡No! ¡Me la quedo! —grita la niña con tozudez.
—No hay problema, Nadia —interviene Marinette—. Le dije que se la prestaría.
—Eres muy amable, pero Manon ya tiene demasiados juguetes —dice la mamá, mientras le quita la muñeca a su hija.
—¡Noooo! —exclama la pequeña.
Manon agarra la marioneta y la jala tan fuerte que le arranca un brazo.
—¡Mira lo que hiciste! ¡Dámela! —se enfurece su mamá, que añade—: Lo siento, Marinette.
—No pasa nada, la volveré a coser —dice Marinette con una sonrisa.
—Oh, muchas gracias. Manon, di adiós —dice Nadia, agarrando a su hija de la mano. La niña se suelta de un jalón.
—¡Quiero quedarme la muñeca! —grita enojada.
—No. Ya jugarás con ella la próxima vez. Sé buena y di adiós —insiste Nadia mientras la toma en brazos.
Manon llora con rabia y desesperación. Cuando llegan a la sala, donde las espera la mamá de Marinette para despedirse, suena el celular de Nadia. Deja a Manon en el suelo y contesta. Nadia es reportera y siempre tiene que estar disponible por si tiene que cubrir alguna noticia.

Al ver que su mamá está ocupada hablando por teléfono, Manon vuelve corriendo a la habitación de Marinette. Abre la puerta y se encuentra a la joven cosiendo la marioneta rota.
—¡Manon! ¿Qué haces aquí? —exclama Marinette, sin poder disimular su fastidio. ¡Por hoy ya ha aguantado suficientes berrinches de la pequeña!
—¡Olvidé mi mochila! —responde Manon.
La niña guarda en su mochila la varita de hada que había dejado tirada en el suelo y cierra la cremallera de la bolsa. Entonces levanta la cabeza y mira fijamente la marioneta que Marinette sostiene entre sus manos.
—Marinette, ¿me prestas a Ladybug? —le pide.
—Ya escuchaste lo que dijo tu mamá.
—Pero ¡no se enterará! —insiste Manon.
—Lo siento, no te la puedo dar, tengo que coserla —intenta excusarse la chica.
—¡Porfis, porfis! —exclama la niña, poniendo cara de inocente.
—No me pongas esos ojitos, ¿está bien? —le dice Marinette.
La niña intensifica su mirada. Sabe que pocos adultos pueden resistirse a ella.
—De acuerdo. Te presto a Lady Wifi —se rinde Marinette.
—¿Y no me puedes dejar a Ladybug?
Justo en ese momento, Nadia cuelga el teléfono. Mira a su alrededor y entonces se da cuenta de que su hija aprovechó el momento para volver a la habitación de Marinette.
—¡Manon, vámonos! —la llama—. ¡Tenemos que ir a la cadena de televisión ahora mismo!
—¡Ya voy, mami! —le contesta la niña.
Manon se pone la mochila y se va corriendo con una sonrisa. No logró llevarse la muñeca que quería, pero ¡por lo menos tiene a Lady Wifi!
Marinette suspira aliviada: ahora que la pequeña terremoto se fue.
Como siempre que se encuentra a solas, su kwami Tikki sale de su escondite. ¡No puede dejar que nadie la descubra! Se trata de una bonita criatura sobrenatural de color rojo con manchas negras. Además de volar, ayuda a Marinette a convertirse en una superheroína: ¡ni más ni menos que en la increíble Ladybug!
—Creo que la pequeña Manon te tenía bien atrapada, ¿eh? —se ríe Tikki.
—¿Qué? No, ¡para nada! —exclama Marinette—. Bueno, ya sabes, Tikki, no puedo decir que no a esos…
—¿A esos ojitos? —añade Tikki—. ¡Alégrate de que ningún enemigo de Ladybug los tenga! ¡Estarías indefensa!
Marinette ríe apurada, sabe que Tikki tiene razón y que debería aprender a decir que no más a menudo.
