Introducción

Seré tu doctor 24/7: La importancia de la medicina preventiva

EL SONIDO INCESANTE DE LOS MONITORES se interrumpe con el traqueteo de las camillas que navegan por los pasillos de la sala de emergencias. Los enfermeros salen y vuelven empapados, las puertas de cristal dejan entrar el apabullante ruido de una tarde lluviosa en la ciudad de Nueva York. En medio de ese caos parece imposible detenerse a reflexionar siquiera unos segundos, demasiados casos, demasiadas urgencias, demasiados enfermos. Para nosotros, los médicos especialistas en medicina de emergencia, lo más importante es preservar la vida humana, sin importar que se trate de un cuadro de contagio recurrente, una lesión grave por accidente o un malestar estomacal.

Mientras canalizo a una paciente antes de una cirugía, observo a mi lado a un hombre de 45 o 50 años, mal acomodado en una silla de ruedas. Termino de regular el flujo del suero intravenoso de la mujer y escucho que el hombre llama por celular a quien debe ser un familiar. «Hola, cielo, aquí estoy. Me pidieron análisis urgentes, una colonoscopía, pero en la mañana estaba como si nada», dice con voz entrecortada mientras se presiona el área abdominal con la mano libre. «No les digas nada a las niñas, todavía no. Solo quiero sentirme bien», exhala con dificultad y se acomoda como puede en la silla, «solo quiero sentirme bien».

Espero a que el hombre termine la llamada y me acerco para ver si necesita algo. Por el bordado en su camisa, sé que es un ingeniero. El ingeniero al que por motivos de confidencialidad llamaremos Jerry Munoz trabaja para una constructora privada que da mantenimiento a los puentes de la ciudad. Vive con su esposa y sus dos hijas en East Harlem. Un par de horas antes, terminaba de impartir su clase de resistencia de materiales en la universidad del distrito. Ahora está esperando estudios para descartar la posibilidad de un tumor maligno.

El cáncer de colon es una enfermedad tan común hoy día que la colonoscopía es parte de un programa regular de cribaje. Esto reduce la posibilidad de que, si se detecta un pólipo maligno, este pueda seguir creciendo, ya que durante el procedimiento se extirpan todos los pólipos encontrados y se analizan en un laboratorio de patología. Nuestra responsabilidad en la sala de emergencias es tratar el caso de Jerry como lo que es ahora, una emergencia, actuamos siempre en el presente, aunque muchas veces quisiéramos viajar al pasado.

Imaginemos que Jerry mantiene una alimentación basada en proteínas saludables, frutas, verduras y cereales integrales desde joven, además, hace un poco de ejercicio todos los días. Imaginemos también que este amoroso padre de familia mantiene un peso adecuado durante la adolescencia y la adultez, además de llevar un calendario de revisiones médicas preventivas. Las probabilidades de padecer cáncer de colon se verán reducidas notablemente, así de sencillo. ¿No es esta una manera más segura y consciente de vivir? Unir la ciencia del bienestar con la medicina moderna es, sin duda, el futuro de la salud.

Como médico que atiende a más de 20 pacientes cada turno, puedo asegurar una cosa: todos queremos estar bien, vivir más sanos y, de paso, vernos en nuestro mejor estado físico. Porque así la vida se disfruta más. Esta ha sido nuestra prioridad en décadas recientes, y es que ahora vivimos más años que antes. La ciencia actual, sobre todo la ciencia médica moderna, ha conseguido prolongar la expectativa de vida en general, ahora es común vivir hasta los 80 o 90 años. Y aunque las enfermedades siguen existiendo, hoy tenemos la enorme ventaja de que se nos diagnostique de manera temprana y, por ende, nuestra esperanza de vida puede mantenerse a través de tratamientos médicos, procedimientos quirúrgicos y otras alternativas científicas.

No deja de sorprenderme que el principal obstáculo para lograrlo sea la opinión radical de las mismas personas. Algunos sectores de la población se manifiestan en contra de este ideal constantemente y atacan o defienden a la ciencia, según su postura. Hay quienes se automedican como si los antibióticos fueran caramelos y hay quienes culpan a la medicina alópata de contaminar el «verdadero» estilo de vida saludable. Sin entrar en esa interminable polémica, diré que toda postura radical puede caer en el error. Pienso que el secreto yace en el justo medio entre el estilo de vida y la medicina moderna. Este maridaje es un poderoso aliado que, bien utilizado, nos puede ayudar no solo a mantener nuestra mente brillante y nuestro cuerpo fuerte, sino también a integrar y sostener una sociedad informada, empática y feliz.

Este es precisamente el propósito de Doctor en casa. Más allá de exponer una novedosa, seductora y rimbombante teoría sobre cómo estar sanos y vernos espectaculares en traje de baño, esta es una sencilla guía sobre los efectos científicamente comprobados de los tres pilares de la transformación humana: la comida, el ejercicio y la mentalidad. Piensa en este libro como si fuera mi consultorio privado, donde resolveré todas tus dudas de una cita médica.

En la primera parte encontrarás explicaciones concisas y aplicables para cualquier persona, en cualquier momento y en cualquier lugar. Abordaré temas complejos como lo hago todos los días en mi consultorio o en la sala de emergencias: en confianza y sin rodeos. Primero revisaremos la nutrición humana, en qué consiste una buena alimentación y cuáles son los alimentos ideales de acuerdo con tu estilo de vida. Después nos centraremos en la actividad física necesaria para mantener nuestro cuerpo en óptimas condiciones, cómo mejorar nuestra salud sin sudar hasta el desmayo en un gimnasio, y cómo prevenir lesiones crónicas degenerativas. Los achaques de la edad, pues. Para cerrar esta primera parte haremos un recorrido por un territorio que a primera vista podría estar alejado del cuidado básico de nuestra salud pero que, te aseguro, la afecta más de lo que te imaginas: el poder de una mentalidad sana y una buena actitud, las cuales tienen repercusiones directas en nuestro estado físico. Lo puedo confirmar no solo como médico, sino como alguien que lo ha vivido en carne propia.

La segunda parte consiste en un programa de bienestar de 21 días que yo mismo diseñé y que sigo como estilo de vida. Más que obedecer normas, rutinas y dietas al pie de la letra, aprenderás a alimentar, ejercitar y cuidar tu cuerpo cada día, recordando que la felicidad y la salud son cómplices, así como lo seremos tú y yo a lo largo de este proyecto. Al finalizar el programa habremos creado hábitos que podrás mantener y compartir con otras personas para formar esa comunidad empática, solidaria e informada de la que hablamos antes. Solo te pido que hagamos juntos el compromiso de intentarlo, mi promesa es que verás mejoras incluso antes de terminar la tercera semana.

Te advierto desde ahora que la lectura podría encender dentro de ti una llama de inspiración que posiblemente nunca se apague. Cambiará tu forma de ver la salud, el cuerpo y la vida en general. Mi tarea será acompañarte en esta consulta; ayudarte a comprender mejor la complicada teoría de los doctores; desmitificar las virtudes milagrosas de dietas, tratamientos y rutinas; además de recordarte en cada página que con actos sencillos puedes potenciar tus alcances al máximo y revelar la verdadera persona que eres: sana, motivada y plena.

Sé que hace falta algo más que algunas promesas optimistas para que tú y yo formemos un pacto que mejore tu salud y tu vida, así que, primero que nada, permíteme contarte mi propia historia. Quiero que sepas cómo transformé el estilo de vida de una persona mexicana promedio, al exitoso método de un doctor en medicina de Nueva York.

Mi historia

Por favor, toma tu smartphone, ingresa a alguno de mis perfiles en redes sociales y mira uno de los videos sobre salud y alimentación que tanto disfruto realizar. En tu pantalla aparecerá una persona sonriente y optimista. Así es como me conocen tanto seguidores como pacientes desde hace ya varios años. Lo que desconocen son los eventos que ocurrieron a lo largo de mi vida, los cuales, de un modo u otro, ayudaron a construir y dar forma al hombre que soy en la actualidad. Quiero contarte un poco al respecto.

Pese a haber tenido una infancia que podría considerarse saludable, mi adolescencia estuvo lejos de ser óptima. Vivía en eternos conflictos con mis padres y me resultaba difícil encontrarles valor a las labores que realizaba. Me encantaba la fiesta, no lo voy a negar. Mis días transcurrían entre ese estado de euforia y la sensación de vacío que me producía esperar la vida nocturna de los fines de semana. Para el momento de graduarme de la preparatoria ya había construido muchos hábitos contraproducentes en mi vida. Me gustaba fumar, bebía, comía cualquier chatarra que se me atravesara y, además, consideraba que la escuela era más una opresión que una plataforma capaz de otorgarme satisfacciones futuras. ¿El deporte? Eso ni siquiera figuraba en mi mente. En otras palabras, mi vida era un completo caos.

Por supuesto, la infelicidad era la norma. Vivía de mal humor y a todo le buscaba un trasfondo negativo. Como podrás imaginar, esta es la receta del desastre. Desde luego, achacaba todos mis males al lugar, la hora, la genética, la política, la economía, etc. La relación con mis padres era pésima, sin lugar a dudas debido a mi carácter. No aceptaba sus consejos ni su guía. Todos estaban mal, excepto yo. Ese era mi mantra. Esta es la mentira que más puede destruirte.

El tiempo transcurría en ese estado de vacío, y nada cambiaba. Tras una larga discusión con mi padre sobre mi futuro profesional, decidí estudiar Nutrición. Me fui a Puebla, México, con uno de mis mejores amigos, quien también empezaba la universidad. Como era de esperarse, mi comportamiento se mantuvo igual, incluso me atrevo a decir que empeoró. Fiestas, alcohol, tabaco, mal desempeño escolar, etc. Esto provocó una profunda apatía que dominaba cada aspecto de mi vida. Era como caminar bajo un cielo nublado todos los días. La fiesta cada vez me daba menos ese éxtasis que tanto buscaba, y mi existencia era como un platillo insípido que se repetía hasta el hartazgo. Sí, un drama adolescente cualquiera, pero también una autopista directa hacia una vida de achaques y malestares.

Fue en medio de ese empantanado ir y venir de días indiferentes que finalmente sentí que era momento de hacer algo por mí y que estas desastrosas actitudes que obstaculizaban mi desarrollo personal tenían que parar. Aunque no lo sabía con total seguridad, percibía el tenue brillo de algo valioso dentro de mí.

Empecé a recordar que en mi niñez me encantaba el deporte. También amaba la poesía y por varios años gané concursos de oratoria. Comencé a sentir un leve atisbo de esperanza, pero por largo tiempo me había empeñado en construir hábitos que me encadenaban a la insatisfacción. En ese momento era como si existieran dos personajes dentro de mí compitiendo por mi futuro: uno lleno de sueños y promesas, y otro repleto de hábitos dañinos, embotado con mi declive lento pero constante. Pasaba noches enteras preguntándome cómo era posible tener deseos y actitudes tan contrastantes. Ya no podía aguantar más dentro de esa prisión mental y tuve que tomar una decisión.

Si esto fuera una historia hollywoodense, o un infomercial para vender dietas o productos milagrosos, este sería el momento perfecto para mostrarte uno de esos montajes de todas las cosas maravillosas y excitantes que me transformaron de la noche a la mañana. Pero la realidad es mucho menos impactante y los cambios que hice fueron menos radicales y, valga la redundancia, mucho más realistas. Y por ello, más importantes y valiosos.

Primero tomé la determinación de dejar el tabaco y el alcohol, y a continuación puse en orden mi alimentación. Empecé a comer más verduras, frutas y leguminosas, y reduje mi consumo de alimentos ultraprocesados, refrescos y productos animales con altos niveles de grasa y sodio. Busqué videos en YouTube sobre cómo cocinar recetas fáciles y saludables. Con estos cambios tan sencillos comencé a sentirme mejor, más ligero por la vida. Despertaba con más energía, como si alguien me hubiera puesto baterías nuevas.

Con el tiempo entendí que al principio de un cambio uno es débil y frágil. Tomé la decisión de alejarme un poco de las reuniones, fiestas y excesos. Al principio me pareció fácil, pero después se volvió bastante complicado porque mis amigos de toda la vida empezaron a chantajearme con frases como: «Ya no eres el mismo de antes», «Te has de creer mucho por ser sano… y aburrido». Es difícil tener que enfrentar ese tipo de señales de rechazo cuando más necesitas el apoyo de quienes te rodean; en cierto momento llegué a sentir incluso que estaba traicionando a la gente que más me importaba. Pero también sabía que era vital mantenerme lejos de ese entorno para maximizar las posibilidades de éxito de mis nuevos hábitos. Y aunque no era su intención al decirlo, también me di cuenta de que las palabras de mis amigos eran ciertas: ya no era el mismo de antes; pero más importante aún, no quería volver a serlo.

Era evidente que necesitaba nuevas actividades con nuevas personas que me ayudaran a establecer nuevas rutinas. Me uní a un equipo de triatlón y ese fue el inicio de lo que hasta ahora ha sido una larga travesía en el mundo del deporte. Pronto tuve que comprar una bicicleta y, para ello, busqué un empleo que me permitiera ahorrar el 50%; mi papá, al notar un cambio radical en mis hábitos y actitudes, ofreció pagar la otra mitad. Ese gasto, que para entonces me resultaba enorme, me permitió no solo ejercitarme, sino adquirir conciencia del valor del dinero, el ahorro y la organización. El mundo del deporte también me ofreció un ambiente donde prosperaron nuevos valores, como la puntualidad, la disciplina y el método. Por las mañanas despertaba temprano y preparaba mi comida; por las tardes iba a la universidad y entrenaba; por las noches preparaba la cena, leía un par de horas y dormía. Sin buscarlo, sonreír y disfrutar se volvieron rasgos cada vez más constantes en mí.

En esta etapa descubrí la belleza de la lectura. Empecé a devorar libros sobre una multitud de temas: nutrición, historia, biografías, ciencia, etc. Leer alimentaba mi curiosidad y nutría mi intelecto. La lectura se volvió mi acompañante fiel durante el proceso de adoptar un estilo de vida saludable. Cuando mi mente empezaba a divagar y a concentrarse en eventos negativos, la lectura me devolvía la concentración y el enfoque en lo positivo. Enraizaba mis pies en el presente. Y, con ello, comprendí la importancia de otro aspecto de la salud muchas veces ignorado: la salud mental y emocional.

Mis nuevos hábitos no resolvieron mi vida, desde luego, pero se convirtieron en las herramientas necesarias para llevar a cabo las metas que me propusiera.

Después de estudiar Nutrición me di cuenta de que la medicina moderna debía incorporar la faceta del estilo de vida en su práctica. Hoy es común escuchar a médicos hablar de dieta, entrenamiento, hábitos, etc., pero no era el caso hace 17 años. Le dije a mi esposa, Mayte —que en aquel tiempo era mi novia—, que deseaba estudiar Medicina. Gracias a Dios, ella no se opuso y seguimos juntos 17 años después.

Durante el tiempo que duraron mis estudios, jamás olvidé mis conocimientos de nutrición ni hice a un lado el impacto positivo del deporte en mi vida, y siempre buscaba la oportunidad de discutir sobre dieta y ejercicio con todos mis pacientes en mis clínicas. Poco a poco logré integrar los bellísimos conocimientos de la medicina moderna y sus fenomenales herramientas al mundo de la prevención.

Pasé muchas horas estudiando sobre la importancia de la nutrición en la prevención de enfermedades. Se convirtió en un tipo de adicción aprender cómo la alimentación impacta profundamente en nuestra fisiología. Apoyado por mi esposa y mis padres, comencé a ofrecer conferencias gratuitas sobre el poder de una alimentación rica en fibra, antioxidantes, proteína y vegetales, así como del ejercicio, para mejorar nuestra vida. Cuando llegó el momento de terminar la carrera de Medicina conseguí entrar a un programa de rotaciones clínicas en un hospital en Miami, y me enamoré de la organización y estructuración en su enseñanza académica. Todo tenía un horario, una serie de instrucciones y existían claros lineamientos en cuanto a objetivos educativos. A mi nueva mente, adepta a formar hábitos, le encantó.

Hice los exámenes necesarios para obtener una especialización en Estados Unidos y, después de años de trabajo y estudio, fui seleccionado en un hospital de Nueva York para especializarme en medicina interna. No pasó mucho tiempo para que me fuera evidente el gusto que sentía por los ambientes de alta intensidad, como la sala de emergencias. Tratar a pacientes en estado grave echando mano de información limitada se volvió un trabajo muy gratificante que requería disciplina en el estudio y en el actuar. Por dicha razón, al terminar mi especialidad apliqué para un lugar en el programa de medicina de emergencia de mi hospital, y tuve la suerte de obtenerlo. La oportunidad de entrenarme en dos de los hospitales que atendían a una cantidad enorme de pacientes graves en Nueva York fue simplemente maravillosa.

Después de seis años, mi esposa, mis dos hijos y yo decidimos quedarnos a vivir en Nueva York. Fue así, a través de este largo camino, como descubrí que un estilo de vida saludable no es el fin, sino el medio. Es el vehículo que te permite solidificar tu potencial y volverlo una realidad.

Mirar hacia ese pasado me sacude siempre, me conmueve hasta las lágrimas. Recordar y entender que la diferencia entre la vida que llevo ahora y la que pude haber tenido fue causada por un par de decisiones, me produce un gran impacto. Siempre agradezco la oportunidad de estar donde estoy. Gracias a mi propia experiencia, sé con certeza que la creación de un estilo de vida saludable va más allá del brillo en el cabello, la elasticidad de la piel o los bíceps torneados. Estos son regalos apreciados y bienvenidos, por supuesto, pero la decisión de comer mejor, ejercitarse, alejarse del tabaco y el alcohol, e incluso mantener una buena salud mental, no solo trae beneficios inmediatos a tu cuerpo, también te transforma en una persona más determinada, más feliz y más fuerte. Es una forma de eliminar barreras innecesarias de tu vida. Es reducir la fricción entre tu presente y un mejor futuro. Por supuesto, nuestros logros no son siempre exclusivamente nuestros, y la vida nos pone mentores, familiares y amigos que nos cuidan y hacen la vida más disfrutable. Pero incluso estas relaciones se ven mejor nutridas cuando estamos bien y nuestra mente carece de ruido.

Ese es precisamente el aprendizaje que me gustaría compartirte con Doctor en casa. Quiero darte las herramientas para que tengas una vida sin tantas complicaciones. Deseo que la disfrutes al máximo. Más allá de los datos, los diagnósticos y los consejos, el corazón de este libro es compartirte que un estilo de vida saludable te hace una persona poderosa, enfocada, y te infunde energía para hacer lo que te propongas. Eso es lo que necesitas saber. Comer bien, hacer ejercicio y mantener una buena actitud frente a las adversidades no te protegerá de toda enfermedad, pero te permitirá disfrutar el ahora. Así que deseo que en estas páginas encuentres la posibilidad de emprender un cambio sin tanto drama. Solo resultados y alegría.