Saber lo que es el amor para entenderlo
Denis alza la ceja en cuanto se apaga la tableta. Intenta encenderla de nuevo, pero un mensaje lo avisa que necesita cargar la batería del aparato para poder volver a utilizarlo.
Qué raro…
La última carga eléctrica se realizó hace un par de semanas y, supuestamente, la tableta tiene una autonomía para tres meses. ¿Se habrá estropeado? ¡Si no tiene ni dos años! Es, además, uno de los últimos modelos que la Nación ha dado a todos los trabajadores del Departamento de Energía, uno de los más importantes de Vawav.
Tendré que reportar el error…
Con tan solo pensar en el papeleo que va a tener que rellenar para justificar que el aparato ha dejado de funcionar, le entran ganas de desempolvar la vieja computadora y hacer las gestiones desde ahí. ¿Así cómo lo van a tomar en serio? ¡Es uno de los buscadores más jóvenes del Departamento! Ya de por sí, Denis tiene que lidiar con la prepotencia y la arrogancia de algunos de sus compañeros que no se cortan un pelo en soltar consejos paternalistas acerca de cómo tiene que hacer su trabajo. ¿Acaso les molesta que un chico de veinticuatro años sea más resolutivo que ellos? ¡No puede dejar que esto le afecte! ¡Necesita arreglar la tableta por sus propios medios!
—Mila, necesito que hagas un chequeo completo de la tableta para ver qué fallos tiene, por favor.
Una mujer morena, de tez delgada y cercana en edad a él, sale del dormitorio. Únicamente lleva una camiseta blanca que le cubre toda la parte superior del tronco, dejando a la vista sus largas piernas níveas. Contonea su cuerpo con cada paso que da a lo largo del diáfano y rectangular apartamento. Las frías sombras que proyecta sobre el suelo son fruto de la luz blanca que tiene la habitación. Es una suerte que Denis trabaje para el Departamento de Energía y se pueda permitir una vivienda que esté por encima de los neones de la ciudad. Si estuvieran en otro barrio o, incluso, diez plantas más abajo, las persianas exteriores tendrían que estar cerradas para no recibir el festival de colores psicodélicos del exterior.
Pero ahí arriba todo es paz.
Todo es blanquecino.
El foco cálido que se encuentra sobre el escritorio de trabajo de Denis provoca un reflejo llameante en los ojos de la chica. Sus manos se posan sobre los hombros del muchacho, quien aún no se ha molestado en mirarla.
—No sé por qué la batería no…
Cuando Denis se encuentra con el aspecto de Mila, se queda bloqueado y sorprendido durante unos segundos. Inmediatamente, su gesto se endurece.
—¿Qué estás haciendo?
Ella sonríe, coqueta, y comienza a masajear sus hombros de manera sensual.
—¿De qué quieres que me encargue? —le susurra al oído.
—Mila, para —contesta él, apartándose—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué tienes este aspecto?
La sonrisa de la chica empieza a transformarse en una mueca llena de confusión y vergüenza.
—Yo… solo quería relajarte. Llevas muchas horas trabajando y…
—Por favor —interrumpe Denis, tajante—. Vuelve a tu aspecto original. Es una orden.
Mila cierra los ojos y su piel se transforma en millones de pequeños cuadrados pixelados que comienzan a girar, haciendo que todo su cuerpo cambie de forma, tamaño y color. La melena morena desaparece para dar paso a una cabellera tan blanca como el marfil. Su piel se transforma en una silicona que recorre todo su cuerpo desnudo. Donde antes había ropa, ahora hay un body que se ajusta completamente al robot con forma de mujer. Las facciones de su rostro inmaculado se entristecen.
—Discúlpame, Denis.
Su auténtica voz, tan dulce como una melodía de piano, subraya el arrepentimiento de la androide. El chico se levanta y, con un gesto suave, alza el mentón de la autómata para encontrarse con sus ojos. A Denis le sigue sorprendiendo lo reales que consiguen hacer los iris: por defecto, siempre vienen de un color gris que a muy poca gente le gusta. En el fondo, todo aquel que tiene un asistente robótico en casa lo obliga a adquirir el aspecto de alguien. Pero Denis quiere que su androide no solo se acepte tal y como es, sino que tenga autonomía a la hora de pensar y sentir.
—Sé que estás programada para complacerme y quererme —explica Denis—, pero el amor no es algo que se pueda programar. Para entender el amor, hay que sentirlo. Y eso es lo que estamos intentando hacer, ¿verdad?
—¡Lo sé! —protesta Mila, frustrada—. ¡Por eso creí que si te sorprendía con el aspecto de Hada…!
—No —interrumpe tajante—. Eso está mal, Mila. No quiero que nunca, jamás, vuelvas a copiar el aspecto de Hada. Lo que te conté sobre ella era… —Se toma unos segundos antes de continuar—. Era para que entendieras lo que significa para mí el amor. Pero para ti significará otra cosa. Y eso es lo que tenemos que descubrir.
Mila se queda unos segundos en silencio, intentando procesar la información. Después, se cruza de brazos con un gesto con el que pretende ocultar su decepción.
—Soy una androide, Denis. No puedo sentir.
—¿Ah, no? ¿Y por qué estás cabreada? El enfado es un sentimiento. No solo tienes inteligencia artificial, también te han dado una serie de principios básicos para que gestiones las emociones. —Denis se acerca a su asistente, emocionado—. Mila, puedes sentir. Esta frustración que tienes es un sentimiento. Así que… ¿por qué no es posible que también puedas amar?
—¡Si ya te amo!
El resoplido que suelta el chico denota que él también se está empezando a frustrar.
—No, Mila. Eso que sientes por mí no es amor. Es docilidad y veneración porque te han programado para ello. Y me encantaría hackearte y quitarte eso de tu base de datos, pero… Ya nos hemos arriesgado mucho al ponerte un firewall para que no informes a la Dirección de Vawav de todo lo que hago. Obviamente, todo esto es confidencial. No debes incluirlo en tu reporte diario.
—De acuerdo —afirma ella.
Denis hincha el pecho y se pasa las manos por su rapada cabeza. Después, a medida que exhala, deja que sus codos se junten en un gesto de relajación.
—Muy bien —concluye con una palmada—. Vamos a ver qué le ocurre a esta dichosa tableta, ¿te parece? Ha decidido apagarse justo cuando estaba hablando con otro de los estúpidos funcionarios para que me diera acceso a la zona norte. ¡Así es imposible hacer las predicciones energéticas!
Mila se sienta al lado del chico y comienza a hacer un chequeo completo de la tablet, mientras de forma paralela estudia los gestos de Denis y revisa en su disco duro todos los momentos que ha compartido con él. Sin duda, el recuerdo que más fascina a Mila es la primera vez que vio esos ojos tan azules y vibrantes. ¿Cómo es posible que, en un cuerpo humano tan blanquecino, con un cabello tan azabache, exista una anomalía cromática como la de sus ojos?
Hay muchas cosas que la androide no entiende de Denis. Comportamientos que se alejan de los principios básicos del ser humano. Así que continúa observándolo y estudiando cada momento con él.
De alguna manera, tendrá que encontrar la forma de aprender a amarlo.