INTRODUCCIÓN

Todavía no han disparado a nadie. Sí, lo sé, no son las palabras más tranquilizadoras que hayas escuchado nunca, pero desde mi punto de vista, son francamente optimistas.

Dos tipos intentaron robar en una tienda, pero el cajero activó la alarma silenciosa. Cuando la policía llegó, los malos hicieron una barricada y tomaron al cajero como rehén. La Unidad de Servicios de Emergencia —una forma elegante de decir SWAT— está ahora amontonada fuera. El Equipo de Negociación de Rehenes (ENR) de la Policía de Nueva York ha establecido contacto.

Oh, y el ENR tiene un invitado especial hoy. Ese soy yo. Hola. Durante la mayor parte de mi vida he tenido miedo a recibir correos electrónicos con el asunto del tipo: «Del Inspector Thompson, Policía de Nueva York», pero quería escribir un libro sobre el trato con la gente y esto parecía una forma divertida de aprender. Ahora estoy aquí. «Diversión» no es la primera palabra que me viene a la mente. Los equipos del SWAT se han movilizado, hay vidas en juego y desearía haber optado por pasar el fin de semana en algún seminario sobre las relaciones de la nueva era, en el que se apunte menos a la gente con armas. Yo hago todas mis escenas de riesgo, amigos. Los próximos cinco minutos van a ser los diez años más estresantes de mi vida.

Curiosamente, el tipo al otro lado del teléfono parece bastante agradable. Pero es demasiado pronto para estar tranquilo. La primera media hora de una negociación con rehenes es la más peligrosa. No hay comprensión, no hay conexión, no hay nada que actúe como amortiguador si las cosas se complican. Solo adrenalina y miedo.

Mientras el negociador empieza a hablar con él, repaso el procedimiento adecuado: actuar con calma. Utilizar la escucha activa. El tono de voz es importante. Recuerda que tus acciones son contagiosas. Pero lo más importante en este momento es: que sigan hablando. Porque si están hablando contigo, no están disparando a la gente. Desafortunadamente, ya no está hablando con nosotros. La línea se ha cortado. Las cosas no pueden empeorar más…

Así que, por supuesto, empeoran más. Él vuelve a llamar. Pero no es el mismo. Es otra persona. Alguien que está hablando rápidamente y maldiciendo sin parar. Ni siquiera puedo seguir todo lo que está diciendo. Capto referencias sobre ser un exalumno del sistema penal, y haber matado a dos personas hace años, junto con un amplio surtido de otros delitos.

«No te asustes», me digo, totalmente asustado. Al final de las películas siempre dicen: «Ningún animal resultó herido en la realización de esta película». Mi exención de responsabilidad tendría que decir: «Muy pocas personas resultaron heridas para escribir este libro».

El negociador responde al sospechoso: «Parece que estás frustrado». Sí, es un eufemismo épico, pero también es una técnica de escucha activa fundamental: etiquetar. Darle un nombre a la emoción del secuestrador. Las investigaciones neurocientíficas de Matthew Lieberman, de la UCLA, han demostrado que el etiquetado suaviza las emociones fuertes. También crea una conexión, ya que demuestra a la otra persona que se está en su misma onda.

«¡Claro que estoy frustrado! ¿¡Tienes a todo un equipo del SWAT ahí fuera!?

¡Mi sobrino está muerto de miedo!».

«¿Tu sobrino?». Imitación. Otro pilar de la escucha activa. En forma de pregunta, repites lo último que han dicho. Haz que sigan hablando. Y al mismo tiempo, estás obteniendo más información y construyendo una conexión.

«Sí, acabas de hablar con él… Mira, no puedo soportar estar fuera de la cárcel. Pero no quiero eso para él».

«Parece como si estuvieras preocupado. Por su futuro. Quieres que salga de allí sano y salvo». Más etiquetado. Más conexión. Y poco a poco lo vas llevando a la dirección que quieres que vaya.

Mientras siguen hablando, el tono cambia gradualmente. La hostilidad empieza a desvanecerse, y es casi como si estuvieran trabajando juntos para resolver este problema. No pasa mucho tiempo antes de que el sospechoso deje salir al cajero. Luego a su sobrino. Y poco después, se rinde.

El poder de la escucha activa en acción me golpea como un Frisbee en la cara. Me siento como si acabara de ver un truco de magia, pero en lugar de que el mago meta la mano en la chistera y saque un conejo, resulta que saca un Lexus. Este método no solo cambia los puntos de vista, sino que consigue que la gente deje las armas y acepte las penas de prisión. Estoy entusiasmado. Entusiasmado porque tengo la idea para mi próximo libro y entusiasmado porque no era yo quien estaba al teléfono.

El negociador se gira hacia mí: «Eric, te toca la parte del teléfono».

Oh, ¿olvidé mencionar que era un simulacro de entrenamiento? Vaya. (Por favor, no me llames «narrador sospechoso»; eso hará que mi madre piense que soy un autor que podría haber cometido un crimen). A pesar de ser una situación «falsa», hay una buena razón para que mi adrenalina se disparase. Las instalaciones de entrenamiento de la Policía de Nueva York son espectaculares. Tienen el tamaño de una terminal de aeropuerto y recuerdan a los estudios de Hollywood. Hay decorados realistas para las localizaciones más comunes de los incidentes con rehenes: el vestíbulo de un banco, una comisaría de policía, un escenario en el que alguien quiere saltar del tejado y una tienda de comestibles (con galletas Oreo y todo). Actores profesionales interpretan los papeles de los criminales y los rehenes. Se toman esto más en serio de lo que yo me he tomado nunca nada. Y con razón. (De hecho, a petición de la Policía de Nueva York, alteré algunos elementos del escenario para mantener la confidencialidad de sus protocolos de entrenamiento).

Tras una generosa dosis de terror simulado, no podía sentirme mejor. Subí a la cima de la montaña para aprender de los maestros zen del don de gentes, y alcancé la iluminación en lo que a las relaciones respecta. Todavía estoy en la gloria mientras salimos a tomar algo después del entrenamiento. Encontré la piedra angular de la comunicación humana: la escucha activa. Ahora sé qué es lo que todo el mundo necesita para mejorar sus relaciones en casa…

«Por cierto, esto no funciona en casa», dijo uno de los negociadores.

¿Eh? Creo que se me ha parado el corazón.

«Con el cónyuge. Estas técnicas no funcionan en casa con tu cónyuge». Otro negociador asiente con la cabeza y se ríe como si dijera: «Qué verdad». Se me desencaja la mandíbula. Y se me han quitado las ganas de vivir. ¿Así que este increíble sistema para tratar con la gente no funciona cuando tu mujer está enfadada o tu marido se comporta como un idiota? ¿Puede salvar una vida pero no un matrimonio? Quiero gritarles: ¿No os dais cuenta de que tengo que escribir un libro y necesito respuestas que me sirvan para hacer buenas citas?

Pero no lo hago. Respiro profundamente. Puede que no sepa mucho sobre cómo tratar con ladrones de bancos armados, pero sé bastante sobre psicología. Y casi todas las formas de terapia matrimonial recomiendan la escucha activa durante los conflictos. Vuelvo a mi hotel y lo compruebo de nuevo. Y estoy en lo cierto. Todo el mundo lo recomienda…

Simplemente, no funciona. Todos los terapeutas matrimoniales (y yo también) estamos equivocados. Los negociadores de situaciones con rehenes tienen razón. John Gottman, profesor emérito de Psicología de la Universidad de Washington, lo puso a prueba. La escucha activa suena muy bien. Y funciona bien en escenarios como la negociación con rehenes o la terapia, donde quien lo pone en práctica es un tercero y tiene cierta distancia con el problema. Pero las discusiones matrimoniales son diferentes: se trata de no sacarse los trapos sucios. Imitar, etiquetar y aceptar todas las emociones cuando te grita tu cónyuge es tan natural como decirle a alguien que no huya o que no devuelva los golpes cuando lo agreden físicamente. Gottman descubrió que la gente no podía hacerlo en el acaloramiento del momento. Y en los estudios posteriores, con las pocas parejas que realmente sabían escuchar activamente, solo mostraba beneficios a corto plazo. Las parejas recaían rápidamente.

En la negociación con rehenes, los beneficios a corto plazo están bien. ¿Funciona lo suficiente como para ponerle las esposas al tipo? Perfecto. Pero en un matrimonio que (es de esperar) durará más de pocas horas o días, es un desastre. Los terapeutas lo recomendaban, pero hasta que lo hizo Gottman, nadie lo había llegado a probar. Excepto los negociadores de rehenes. Tal vez por eso los estudios muestran que solo entre el 18 y el 25 % de las parejas informan de alguna mejoría un año después de la terapia matrimonial.

Nota para mí: algo diseñado para terroristas y personas con trastornos emocionales no es lo mejor para la familia. (Vale, quizá algo diseñado para terroristas y personas con trastornos emocionales sea perfecto para «tu» familia, pero prefiero no presuponer nada). Los humanos son complejos. Complejos como el ajedrez tridimensional. Y fue ingenuo por mi parte pensar que algo tan complejo tendría una llave maestra.

Lo que yo suponía acerca del trato con la gente era erróneo. Lo que todos los terapeutas matrimoniales creían era erróneo. Y mucho de lo que tú crees saber sobre las relaciones es erróneo. Tranquilo, no es culpa tuya. Llevamos toda la vida recibiendo información contradictoria:

Por supuesto que estamos confundidos y creemos cosas absurdas. ¿Cómo no íbamos a hacerlo? Pero esto es algo de vital importancia. Y no lo digo como si fuera una de esas frases vacías de las galletas de la suerte. Considera lo siguiente: el Estudio Grant de la Harvard Medicine School ha estado siguiendo a un grupo de 268 hombres durante más de ochenta años. La cantidad de datos acumulados sobre ellos podría llenar habitaciones enteras, y de ello se derivan abundantes ideas sobre qué conduce a una vida larga y feliz. Sin embargo, cuando se le preguntó a George Vaillant, que dirigió el estudio durante gran parte de su vida, qué había aprendido tras décadas de estudio de estos hombres, respondió con una frase:

Que lo único que realmente importa en la vida son tus relaciones con los demás.

Parece absurdo que tanta investigación pueda reducirse a una sola frase. Pero es cierto. Pasamos mucho tiempo persiguiendo las cosas superficiales de la vida. Pero cuando ocurre una tragedia, o a última hora de la noche, cuando el cerebro se hace demasiadas preguntas, sabemos que lo más importante son las relaciones. ¿En quién puedo confiar? ¿Alguien me conoce realmente? ¿A alguien le importo de verdad? Si piensas en tus momentos más felices, seguro que habrá personas implicadas. Y en los momentos más dolorosos, también. Nuestras relaciones con los demás pueden llenar o destrozar nuestra vida.

Los humanos hemos estado tratando con humanos durante miles de años y todavía no sabemos hacerlo bien. ¿Cómo es que no tenemos buenas respuestas para estas cosas? Lo más importante de la vida se deja en manos del instinto, de lo que se oye por ahí, o del poco conocimiento que podemos obtener de forma lenta aprendiendo brutalmente a través del dolor y el rechazo. Algunos dirán que hay muchos textos sobre el tema, pero las palabras «libro sobre las relaciones» suelen murmurarse con la boca pequeña, y en el mismo tono que «publirreportaje». Sabemos muy bien que la mayoría de ellos son opiniones engañosas en el mejor de los casos, con un nivel de precisión científica de tipo cartas del tarot. Necesitamos respuestas reales.

Sigmund Freud dijo: «El amor y el trabajo son las piedras angulares de nuestra humanidad». Mi primer libro, Barking up the wrong tree (publicado por Empresa Activa con el título Errando el tiro), fue sobre el trabajo. Me dediqué a hacer de cazador de mitos poniendo a prueba las máximas del éxito con las que todos crecimos para ver si eran realmente ciertas. (Por suerte, ese libro fue un éxito de ventas, porque si escribes un libro sobre el éxito y no tiene éxito, bueno, no se me ocurre mayor prueba para demostrar que no sabes de qué demonios estás hablando). Y ahora, aquí, vamos a hablar de la primera mitad de la declaración de Freud. Las relaciones.

Este libro trata sobre con qué nos equivocamos cuando se trata de relaciones y de cómo podemos acertar un poco más. Vamos a poner a prueba, científicamente, esas máximas con las que crecimos para ver si se sostienen:

Aprovecharemos las mejores pruebas disponibles, sin tópicos ni pensamiento mágico. (No creo en lo de soplar los dados para tener suerte antes de tirar. Creo en contar las cartas). Y examinaremos las múltiples facetas del asunto antes de emitir un veredicto. Lo que encontraremos es sorprendente y antiintuitivo. Va a ser como sacudir el Telesketch de la sabiduría convencional. Vamos a romper los mitos, a conseguir las verdaderas respuestas, y luego a aprender cómo podemos utilizar esa información para vivir vidas llenas de amor, calidez y bondad, y todo ello sin estrangular a nadie en el proceso.

He pasado la última década estudiando la ciencia del comportamiento humano en mi blog, Barking Up the Wrong Tree. He obtenido un montón de títulos sofisticados, e incluso he sobrevivido al hecho de crecer en Nueva Jersey. Pero esas no son las razones por las que deberías confiar en mí para que sea tu Virgilio en este viaje por el infierno de las relaciones.

Me han llamado muchas cosas en esta vida, pero «persona sociable» no es una de ellas. La simpatía es uno de los cinco rasgos fundamentales que los psicólogos utilizan para evaluar la personalidad de alguien. En ese atributo obtuve un cuatro… sobre cien. ¡Uf! En cuanto a las relaciones, he conducido por la vida con el freno de mano puesto. Una de las razones por las que empecé a estudiar Psicología Social es que nunca he sido bueno en las relaciones con la gente y quería entender por qué. Así que este no es un libro del tipo: «Soy un gurú, haz lo que yo hago». Es un libro del tipo: «No tenía ni idea de lo que estaba haciendo, así que hablé con un montón de gente mucho más inteligente que tú y que yo para obtener información sólida». Por mucho que sientas que necesitas estas respuestas, o por mucho que hayas fracasado en las relaciones, hayas sido un solitario, un marginado, o simplemente alguien que no encaja en este mundo, estoy aquí contigo. Vamos a hacer este viaje juntos.

Veremos que el núcleo fundamental de las relaciones son las historias que nuestros cerebros tejen para crear identidad, voluntad y comunidad, y cómo esas historias no solo nos unen, sino que pueden separarnos si no tenemos cuidado.

Y luego te explicaré el sentido de la vida. En serio. (Que nunca se diga que Patricia Barker crio a un hijo sin ambición).

Las relaciones nos llevan a los lugares más altos y también a los más «madre-mía-nunca-imaginé-que-podían-existir-lugares-tan» bajos. Todos tememos ser vulnerables o sentirnos avergonzados. A veces nos preguntamos si estamos malditos o nos falta alguna pieza importante. No podemos detener las olas, pero podemos aprender a surfear. Tanto si eres bueno con la gente como si eres un introvertido con ansiedad, todos podemos construir mejores amistades, encontrar el amor, reavivarlo y acercarnos un poco más a los demás en esta época de soledad y creciente distancia emocional.

A menudo, una percepción inexacta de los demás es el inicio de nuestros problemas. Todos nos hemos quemado tratando de juzgar el carácter de otras personas. ¿Podemos aprender a evaluar a la gente con precisión? ¿Saber lo que hay en su mente, científicamente? ¿Detectar las mentiras? ¿A leer el lenguaje corporal? (¿Y abarcarlo todo en menos de sesenta páginas?).

En pocas palabras: ¿Podemos «juzgar un libro por su portada»? Empecemos por ahí…