DEDICATORIAS Y AGRADECIMIENTOS

Primero, Leopoldo

Como siempre, dedico este libro a mi mujer, a mis hijos, a mis nietos —especialmente a Pablo que ayudó con las transcripciones—, y a mis biznietos.

A las personas que me sonríen por la calle y a las que pido perdón porque, como no las conozco, a veces me da apuro y no les devuelvo la sonrisa.

A mis editores, que, catorce años más tarde, siguen trabajando conmigo en un alarde de bonhomía, de lealtad, de cariño y de ganas de hacerme la vida agradable.

Este es un libro especial porque nunca había escrito uno «a dos». Nunca había trabajado con otro autor. Nunca había trabajado con Toni Segarra.

No le dedico el libro porque la mitad sea suya, pero sí le doy gracias por haberme transmitido la «idea base» y, una vez transmitida, haberla desarrollado conmigo en conversaciones agradabilísimas. O sea, Toni, que también te lo dedico.

Tampoco había necesitado tener un asesor que me indicase cuándo me podía deslizar a la herejía o, por lo menos, a la «inconveniencia doctrinal».

En Roma encontramos a Jordi Pujol Soler, y, aprovechando que venía a ver a su madre, que vive a cien metros de mi casa en Barcelona, le invitamos a una reunión, de la que salimos impresionados y con las ideas mucho más claras.

En resumen, familia, editores, TONI, JORDI ¡¡GRACIAS!!

LEOPOLDO ABADÍA

Luego, Toni

He tenido la fortuna de vivir sometido toda mi vida por un matriarcado generoso, humano, sensato e inteligente.

A mi edad, empiezo a comprender que ha sido un privilegio enorme y feliz. Así que dedico este libro a las mujeres de mi vida: a Merche, a Gabriela, a Olivia, a Bruna, y a mi madre, Ysabel Alegre, la Señora Segarra.

Mis agradecimientos a Leopoldo, obviamente.

A Paco, mi hermano mayor, que tanto se preocupa por mi alma mortal y que encarna de un modo esencial el espíritu de este libro.

A Gonzalo Abadía, que ha conseguido hacerme parecer una persona mucho más inteligente de lo que soy, y que me ha ayudado a escribir mi parte de este libro desde su invisible modestia.

A Jordi Pujol Soler, que nos iluminó.

TONI SEGARRA