Había una vez hace mucho tiempo, en la ciudad de Nueva Orleans…, dos niñas se divertían juntas antes de la hora de cenar. Una de ellas, Tiana, estaba de visita en casa de la otra, Charlotte. Tiana acompañaba a su madre, quien era la modista de la rica familia de Charlotte. Por eso, ¡la habitación de la pequeña de la familia era impresionante! Allí se podía encontrar todo lo que uno pudiese soñar. Daba igual las veces que Tiana fuese a visitar a su amiga, siempre le fascinaba la habitación de Charlotte…

Esa noche, la madre de Tiana estaba haciéndole un vestido a Charlotte mientras les contaba un cuento. Un cuento de hadas… ¡Los favoritos de Charlotte!

—Y la bella princesa, conmovida por las súplicas de la pobre criatura, se inclinó hacia ella y…

—¡Ésta es mi parte favorita! —le susurró Charlotte a Tiana.

—Acercó sus labios a los de la criatura y…

«¡Sí, vamos, princesa, hazlo!», deseó por dentro Charlotte, cautivada por la historia.

«No, ¡no lo hagas!», pensó Tiana, al contrario de su amiga, con ganas de vomitar.

La madre de Tiana terminó el cuento con una sonrisa en el rostro:

—¡Mua! La princesa le dio un beso al pegajoso sapo, que se convirtió en un príncipe azul al instante. ¡Se casaron y vivieron felices y comieron perdices!

—¡Bien! —exclamó Charlotte—. ¡Por favor, cuéntalo otra vez, otra vez!

—Lo siento, Charlotte, pero ya es tarde —le contestó la madre con dulzura—. Ya es hora de que nos marchemos a casa.

Mientras su madre recogía sus cosas, Tiana le confesó a Charlotte:

—Da igual, yo… ¡jamás de los jamases besaría a un sapo pringoso! ¡Qué asco!

Ante las palabras de su amiga, Charlotte cogió una marioneta que tenía forma de sapo y se lo puso encima a su gato de angora. El pequeño animal se quejó e intentó escapar de las garras de su dueña, pero Charlotte se lo acercó a la cara a Tiana a la fuerza:

—Venga, va, bésalo, ¡es tu príncipe azul!

—¡Puaj! ¡Nunca!

—¿No? —dijo sorprendida Charlotte—. Pues yo, sí: ¡besaría a cientos de sapos si con eso pudiese casarme con un príncipe y convertirme en una preciosa princesa!

Después de decir eso, le plantó un gran beso a su gato en la nariz. El pobre animal, aterrorizado, ¡dio un salto y se enganchó al techo de la habitación!

—¡El sapo le tiene asco a la princesa! —exclamó Tiana—. ¡Tendrás que practicar tus besos de cuento de hadas, Charlotte!

Y las dos amigas se tiraron al suelo, sin poder dejar de reír.