Había una vez, en un maravilloso castillo apartado en un bosque, un príncipe. A pesar de las grandes riquezas que poseía, era muy egoísta. Sin embargo, una noche de invierno, una mendiga le pidió que la hospedara esa noche a cambio de una rosa. El príncipe, repugnado por el aspecto de la anciana, le ordenó que se marchase de inmediato. Entonces, la mendiga le explicó que no debía juzgar a las personas por su apariencia y que la verdadera belleza residía en el fondo del corazón. Pero el hombre no cambió de parecer y le repitió que se marchase. De repente, la anciana se transformó en una hechicera poderosa. Como castigo por su desprecio, lo transformó en una bestia monstruosa y lanzó un hechizo sobre el castillo y sobre los criados que servían al príncipe. Antes de partir, le explicó que la rosa estaba encantada y que debía enamorarse de una doncella y ganarse el amor de ésta antes de que cayera el último pétalo. Si no lo conseguía, permanecería condenado a seguir siendo una bestia para siempre…

Mientras tanto, no muy lejos del castillo, en un tranquilo pueblo, vivía una joven llamada Bella. La muchacha se pasaba el día soñando despierta, leyendo e imaginándose una vida llena de aventuras y romances. Su padre se llamaba Maurice y era un inventor un poco raro, y un día cogió a su caballo Philippe y se marchó a la feria a presentar su último invento. Por desgracia, se perdió en el bosque y allí unos lobos lo atacaron. Philippe consiguió huir de los lobos y, al final, él y el hombre encontraron refugio en un gran castillo: ¡el de la Bestia! Pero al dueño de la mansión no le gustaban las visitas. Cuando descubrió que Maurice estaba en su castillo, lo encerró en una fría mazmorra. Al día siguiente, Philippe encontró el camino de vuelta al pueblo y huyó en busca de Bella. La hermosa joven enseguida se dio cuenta de que su padre estaba en apuros y le pidió a su corcel que la llevase hasta él. Aunque el caballo estaba aterrorizado, la guio en las profundidades del bosque, y no tardaron mucho en llegar. Demostrando lo valiente que era, la muchacha cruzó las puertas enormes de la mansión. Pero, justo cuando encontró a su padre…, ¡la Bestia apareció ante ellos! Bella, a cambio de la libertad de su querido padre, le propuso a la Bestia un intercambio: ella ocuparía su lugar y se quedaría con él en el castillo. La Bestia aceptó el trato y permitió que Maurice se marchase de vuelta al pueblo. Sin saberlo, Bella estaba a punto de vivir la aventura más extraordinaria de toda su vida…