—Por favor, descúbrete la parte de arriba también. Ya que hacemos la revisión, voy a aprovechar para explorarte los pechos.
—¡Ay, no, qué vergüenza!
La glándula mamaria —sí, es hora de hablar de nuestros pechos— es impresionante. Se trata del órgano que permite la lactancia, y es lo que nos diferencia a los mamíferos de las otras especies animales. Pero, además de la función de alimentar y proteger a las crías durante los primeros meses de vida, en el caso del ser humano las mamas poseen también tanto una función sexual como una cualidad importantísima de zona erógena.
Las mamas son dos glándulas que tenemos situadas en la pared torácica anterior, una a cada lado, tanto mujeres como hombres. La principal diferencia es que los hombres poseen unas mamas muy rudimentarias en comparación con las de las mujeres. Y aquí viene un dato curioso: estos órganos son, en realidad, glándulas sudoríparas especializadas, capaces de responder a los cambios hormonales y cuya evolución va variando a lo largo de nuestra vida.
Con el desarrollo de la pubertad empezamos a experimentar algunos cambios en las mamas, que, hasta entonces, veíamos igual en niñas que en niños. A partir de los 8-13 años tiene lugar lo que llamamos telarquia o el inicio del desarrollo mamario: se eleva el pezón, aumenta la areola, se agrandan las mamas. Este proceso suele durar entre 2 y 4 años y no suele finalizar más tarde de los 18.
A lo largo de estos años he atendido a más de una madre que, preocupada, ha acudido a consulta con su hija adolescente porque tiene un pecho más grande que el otro. Si es tu caso, tranquila: tener cierta asimetría mamaria durante la pubertad es completamente normal (el cuerpo humano no es tan simétrico como creemos). De hecho, en esta etapa podemos encontrar que la diferencia de desarrollo entre una mama y otra puede ser de hasta 6 o incluso 12 meses. Por eso, ante cualquier alteración de forma o tamaño de los pechos durante la pubertad, además de descartar posibles patologías, lo mejor es mantenernos a la espera y no alarmarnos sin motivo hasta que la mama se desarrolle por completo.
La glándula mamaria está constituida por tres componentes:
La cantidad de tejido adiposo o glandular es diferente en cada mujer y en cada momento, ya que depende de la edad y de factores genéticos, nutricionales y hormonales, entre otros.
La mama está formada por unos 15-20 lóbulos que, a su vez, se subdividen en lobulillos y estos, en acinos glandulares, una estructura donde se encuentran las células secretoras de la mama. A mí me gusta imaginarme la mama como un árbol (o un brócoli, si lo prefieres): está formada por diversas ramas (lóbulos) que a su vez se irán ramificando y ramificando en otras más finas (los lobulillos) hasta llegar a las hojas (los acinos). Durante la lactancia, se irá recogiendo la leche desde los ductos hasta desembocar en los conductos galactóforos, que se acumulan en el pezón. El pezón se encuentra sobresaliendo en la parte central de la mama envuelto por la areola, una zona de piel fina y pigmentada.
E igual que antes hablábamos de la increíble diversidad entre vulvas, también aquí debemos recordar la gran variabilidad de mamas: ¡no hay una sola igual! Ni siquiera a lo largo de nuestra vida vamos a tener el mismo pecho, cambiará a medida que envejezcamos, variemos de peso, nos embaracemos, etc. Cada una puede tener sus preferencias y sus prejuicios o manías, y de ahí que tengamos una gran oferta de tratamientos estéticos para modificar lo que no nos convence de nuestro cuerpo. Pero es importante que entendamos que los pechos cambian, y es normal.
Nunca se me olvidará el caso de una paciente que vino a consulta por dolor en una mama y, al sentarse en la camilla para la exploración, tapándose los pechos con las manos, me dijo:
—Lo siento, doctora, mis pechos no son bonitos. He tenido hijos y me han quedado muy feos.
No me lo podía creer. ¿Se estaba disculpando por sus pechos? ¿Por qué una mujer tenía que sentirse juzgada por el aspecto de una parte de su cuerpo? ¡Y menos en la consulta de la ginecóloga! Esto es solo un ejemplo de la presión social que existe por encajar en determinados cánones de belleza, que no consideran lo que anatómica y biológicamente resulta normal: que el pecho cambia después de tener hijos y que el pecho cambia con la edad.
¿Tres pezones?
¿Qué tienen en común Krusty el Payaso y Harry Styles? Que ambos tienen más de dos pezones.
Durante las primeras semanas del desarrollo embriológico, los humanos tenemos dos líneas mamarias —o lácteas— primitivas que van de la axila hasta la ingle, una a cada lado del cuerpo, con unos 6-8 botones mamarios en cada línea. Casi todos estos botones mamarios van a desaparecer alrededor de la semana 10 de embarazo, permaneciendo solamente los cuartos botones mamarios, que son los que se encuentran en el tórax y que corresponden a la localización habitual de nuestras mamas. En otros mamíferos, en cambio, se desarrollarán más glándulas mamarias.
¿Sabías que la hembra de cerdo puede llegar a tener hasta 16 pezones? Cuando persiste algún otro botón de estos es cuando aparece la polimastia o mama supernumeraria.
La más frecuente —que afecta al 5 % de la población— es la politelia, lo que popularmente conocemos como pezón «extra». Habitualmente se presenta como un pezón rudimentario fuera de lugar, apenas distinguible de un lunar, en lo que correspondería a las líneas mamarias primitivas. Suele ser tan imperceptible que a algunas personas se lo he llegado a diagnosticar por casualidad en consulta tras 30 o 40 años pensando que tenían una simple verruga.
