Yo quería ser narco. Me seducía la idea de vender drogas, el ansia de ganar más dinero del que pudiera gastar. Deseaba comprar cualquier cosa sin mirar el precio. Anhelaba todo lo material que no tuve ni tendré jamás. En suma, soñaba con ser ese que pilotaba el carro que yo quería y vestía la ropa que me gustaba: un distinguido narcotraficante.
Sin embargo, nunca podría haberlo sido. Imposible, me sentiría responsable del dolor de esa madre que veía como su hijo moría lentamente. Esa madre que lloraba lágrimas de tinta y sangre; esa madre, cuya alma se encogió como un agujero negro.
Por eso preferí ser otra cosa: estruendo silencioso del dolor, la voz de los barrios pobres, su esencia: