Me llamo Raül y soy adicto.
Me llamo Raül Balam Ruscalleda y soy el hijo mayor de la cocinera Carme Ruscalleda y del hostelero Toni Balam. Tuve una infancia feliz y privilegiada en Sant Pol de Mar, el pueblo donde nací en 1976. Pero, un día, la droga llegó a mi vida y la arrasó.
¿Has buscado alguna vez una fotografía que te transporte a lo más miserable de tu existencia? Para ilustrar este libro he revisado centenares y del cien por cien de las imágenes, un 85 por ciento es alcohol. Mi vida era tomar, tomar y tomar. No había otro fin. Mi enfermedad me engañaba para que pensase que lo hacía porque quería, pero me tenía dominado.
Tarde o temprano, en la búsqueda del colocón de fin de año de 2000, cuando esnifé mi primera raya, hubiese llegado el inyectarme caballo.
Había llegado al límite cuando ingresé en una clínica de desintoxicación. Allí me pidieron que buscase una foto recordatorio de las consecuencias negativas de la adicción, una «compañera de vida» que debía usar para revivir la realidad cuando la adicción me tentase. Mi foto está tomada en la plaça de la Bella Dorita, la plaza situada frente al teatro El Molino de Barcelona, en una tarde-noche que perdí la dignidad. Porque la adicción pasa por encima de todo.
La adicción es una enfermedad neuroadaptativa y ambiental. Esto quiere decir que nuestras neuronas están adaptadas a funcionar con unas sustancias químicas o incluso a excitarse mediante imágenes, sonidos o pensamientos.
Podemos ser adictos a muchas cosas, consciente o inconscientemente. Podemos ser adictos a la cafeína, a la cocaína, a la televisión, a los videojuegos, a los juegos de azar, al sexo, a las redes sociales, al alcohol... Cada una de ellas tendrá una forma concreta de manifestarse y, según nuestro tipo de adicción, conllevará unas consecuencias determinadas que afectarán nuestros sentimientos, nuestra forma de actuar y, en general, a toda nuestra vida y la vida de quienes nos rodean.
La adicción es una enfermedad crónica, y no «un vicio», como mucha gente cree. Y, no, no se cura solo con voluntad, ni de un día para otro, como sostienen, defienden e incluso se chulean algunos irresponsables.
Como enfermedad crónica que es, para recuperarse de la adicción se requiere de voluntad. De ganas, muchas ganas, infinitas ganas de curarse. Pero por uno mismo, no por los demás. Y como enfermedad crónica que es, requiere de tratamiento adecuado. Y largo. No hay otra. No existen los milagros.
La adicción nunca desaparecerá del cerebro de un adicto, pero con un correcto tratamiento es posible estancarla o estacionarla, para que quede latente y podamos llevar una vida «normal»..., si es que la normalidad existe.
Los adictos, como enfermos crónicos que somos, deberemos aprender a vivir, a convivir con la adicción, puesto que nos acompañará el resto de nuestras vidas. Aprender a vivir, a convivir con ella, quiere decir conocerse, entenderse, quererse. Dicho de otro modo, reconocer nuestros límites y cambiar nuestra vida pasada.
Todo esto lo aprendí en el centro que me salvó la vida, gracias a diversas personas y herramientas; entre ellas, un libro que me costó sudor y lágrimas leer, abrir incluso. Me costó porque me lo dieron el primer día de mi nueva vida, la que estoy viviendo ahora, cuando no era capaz ni consciente de ello. Me costó porque soy un gran disléxico no diagnosticado, que mezcla palabras y números sinsentido en un parpadeo. Y me costó porque era un espejo en el que no quería ni podía mirarme.
Adicción, la gran epidemia, escrito por Francesc Forcadell y publicado en 2002 por la editorial Swami. Estos son los datos de una publicación pequeña en páginas, pero grande en cuanto a contenido, escrita por un adicto que vivió su propio proceso de salvación en el mismo centro de adicciones que yo.
La adicción es una enfermedad. Debes aceptarlo, comprenderlo y pedir ayuda, seas o no capaz de reconocerlo.
La adicción no se controla, debes seguir un tratamiento para combatirla, evitar recaídas o prácticas de «curación» equivocadas.
La adicción no tiene cura, pero si la tratas, podrás vivir una vida plena. Podrás comer, salir, divertirte...; en definitiva, vivir sin alcohol y otras drogas. Esto es lo que quiero explicar en este libro. Y con mi testimonio, dar esperanza a personas y a familias que la estén viviendo.