Las normas del amor
El mayor problema del amor son las normas que la sociedad ha vivido imponiéndole. La sociedad, con su compulsión de reglamentar, también nos reglamentó el amor y pretende apartarnos si no seguimos sus patrones. Siguiendo esa línea, no podemos amar si no es a través de códigos sociales que imponen cómo deben ser las cosas. Nacer, crecer, casarte, ser fiel, separarte, amargarte son pasos “civilizados” que da el amor y que le restan la naturalidad que le es propia, para imponerle la cultura, algo que siempre termina matándolo. “No podemos amar a dos”, “si nos divorciamos es malo a los ojos de Dios”, “el sexo solamente es legítimo cuando tiene la finalidad de reproducirse”. Son las “leyes sociales” del amor. ¿Saben cuál es la ironía de todo esto? Que los seres humanos durante toda nuestra existencia hemos violado las reglas del amor que paradójicamente nosotros mismos hemos creado. Cuando amamos lo hacemos espontáneamente, pero cuando ejercemos el amor automática e inconscientemente entramos en el carril del estereotipo. Un amor de pareja es natural, sin reglas y de mutuo acuerdo. Pero la sociedad siempre pugna y de una u otra forma impone su formato. Muchas veces decimos “yo quiero entregarme al amor”, cuando en realidad eso significa “quiero amar según me dicen que se debe hacer”.
Queremos sujetar el amor a cientos de reglas, y resulta que el amor es solo eso: amor. Sin normas, sin reglas, único, distinto en cada caso. Ningún amor es igual a otro.
Las reglas sobre el amor funcionan del siguiente modo: los primeros que nos dicen cómo debemos amar son nuestros padres, luego el resto de la familia, la Iglesia, nuestra pareja y, al final, uno nunca puede saber cuál es nuestra manera de hacerlo. Simplemente terminamos adoptando un modo de amar que en la mayoría de los casos no nos pertenece. O en el caso contrario, hacemos de nuestra pareja un enemigo; entonces deja de ser amor y se convierte en una guerra solo por el hecho de que no nos amamos como nos lo enseñaron. Por lo tanto, el ser humano no sufre por amor, sufre porque no ha encontrado un amor que encaje en el modelo diseñado. Para salir de esta duda se puede hacer algo muy fácil: observa si quienes te enseñaron sobre el amor han sido felices en él. Pregúntate: ¿realmente necesito seguir las reglas del amor? ¿Voy a perderme o a sucumbir si no lo hago? Muchas veces nos da miedo innovar en el amor, pues todo el tiempo la sociedad nos dice: “eso es malo”, y generalmente el que piensa en el amor es porque quiere ser “bueno”, y lo digo refiriéndome a los mapas mentales de cada persona. Las normas del amor son siempre las mismas: todas conducen a reprimirlo y canalizarlo según “lo correcto”, pero “lo correcto” está pasando de moda, está en transición, está evolucionando tan rápido que no nos da tiempo de saber qué es “correcto” y qué no.
Para que lo sepan, la mayoría no es fiel porque lo desee, sino porque le enseñaron que eso es lo correcto y que así es el amor. La infidelidad siempre ha estado en las relaciones en la misma proporción del esfuerzo social por demonizarla. Todos quieren ser libres, pero al mismo tiempo todos juzgan al libertino. Si supieras que no vas a ser descubierto, ¿serías infiel? Esta pregunta destapa la olla podrida de las reglas amorosas y de cómo estas matan lo espontáneo del amor. Las infidelidades no duelen, lo que duele es que eso no es lo que nos enseñaron que era el amor. Creamos la monogamia, nos hicimos infieles. Creamos el matrimonio, hicimos el divorcio. ¿Eso no les dice nada sobre el amor? Nos negamos a él por miedo de que nos duela, pero no nos damos cuenta de que lo que duele son las reglas que nos imponemos en torno al tema del amor.
Cuando hablo de las reglas del amor, hablo de aquellas que lo contravienen, lo anulan, lo dañan. Por ejemplo, la sociedad define que el amor homosexual es malo, pero ¿a quién dañan esos amores? Es una regla que anula el amor. La Iglesia católica reprueba el divorcio porque el amor debe ser para siempre. Es una regla insólita y absurda que anula la posibilidad de volver a amar. La sociedad dice que la infidelidad es mala, pero desde que el mundo es mundo siempre ha roto esa regla; más de dos mil años de historia y todavía no aprendemos esa lección; sin embargo, nos la siguen inculcando. No entiendo por qué. La sociedad dice que no se puede amar a dos a la vez, pero sí se pueden crear bombas que matan a miles. ¡Es un absurdo total! También dice que no seamos promiscuos, pero permite la prostitución y el porno. Puedo ver una guerra por CNN comiendo cotufas, pero me horrorizo viendo dos gays besándose. Reglamentamos el amor mientras nos matamos. La gente no se mata a besos, ¡la gente se mata a balazos! El control no debería ser sobre el amor, sino sobre la guerra. Las reglas del amor, además, nos dejan siempre dolidos porque somos incapaces de cumplirlas. ¿Qué es la promiscuidad? Una calificación de una regla rota. La regla que impone ser monógamo. Si lo prohibido te tienta, ¿eso no te dice nada sobre ti mismo?
El amor se siente, es como el orgasmo: se siente o no se siente. Lo demás son reglas y más reglas.
Y les digo más: cuando al amor se le inventaron las reglas, los celos aparecieron y empezaron a existir los crímenes pasionales. El violador, el agresor, el pedófilo, el acosador son todos enfermos. Cuando se habla de amor, no hablamos de estas patologías. El acoso y la violencia son patologías del amor. Como todo lo humano, el amor también enferma. El amor natural, en cambio, es aquel que te transforma en mejor persona; si no lo hace, no estamos hablando de amor, así que olvídalo.
Si vas a seguir las normas del amor no las rompas, sería una traición. Si prometes fidelidad y no cumples, has creado una regla y la rompiste. Mereces castigo. ¿Quién te manda a prometer? Si prometiste no ser violento con tu pareja y lo fuiste, rompiste una regla que tú creaste. ¿Quieres pegar? ¡Practica sadomasoquismo! Si quieres vivir bajo tus propias reglas, debes siempre decirle la verdad a tu pareja y averiguar si está de acuerdo o no. Tú decides si vas a vivir bajo las normas del amor, pero debes tener en cuenta que si prometes, debes cumplir. Lo natural en el amor debería ser amar de forma natural, y cuando eso sucede y es mutuo, la naturaleza siempre provee.
Los dramas del amor
That’s me in the corner
that’s me in the spotlight
losing my religion
trying to keep up with you
and I don’t know if I can do it.
Oh no I’ve said too much
I haven’t said enough.1
R.E.M., LOSING MY RELIGION
No veo nada más sencillo y profundamente básico en que una persona me guste, luego me atraiga sexualmente, después la conozca (y vea que a pesar de que soy una persona plena, la otra me complementa), luego me enamore (lo cual es la necesidad existencial de estar al lado de esa persona) y al final formemos una unión llena de alegría, comprensión, estímulo y placer. ¿Dónde está lo complicado de eso?
Los celos, la fidelidad (para mí es ese el problema, no la infidelidad), el matrimonio, los problemas de salud, económicos, sociales, el estrés, la familia del cónyuge, los paradigmas de cómo se deben llevar las relaciones, los conflictos psicológicos y todo un tsunami de excusas nos llevan al mismo sitio donde todos caemos: el drama. Sin duda alguna, somos adictos a ciertas emociones, como si necesitáramos de ellas para lidiar con nuestro ambiente y protegernos del riesgo que implican nuevas emociones y formas de relacionarnos.
A veces nos inventamos dramas amorosos únicamente para no sentirnos solos. Este tipo de conflictos siempre tiene como protagonistas gente que no sabe decir basta y que desea ser el centro de atención. Conectarse con el drama es el deporte favorito de muchos porque les proporciona audiencia. Si estás viviendo una tragedia amorosa, siempre hablarán de ti.
Sufrir en soledad no es una opción para quien vive de conflicto en conflicto, por eso este tipo de relaciones siempre tiene una trama: dependo de ti, no te vayas, no escojas a esa otra persona, me vengo de ti, te odio. Los personajes son un agresor y una víctima, quienes además terminan y vuelven constantemente. Tampoco puede faltar el personaje que apoya la separación y da consejos.
Muchas personas que viven en un solo drama hacen lo necesario para buscarse aliados que los apoyen y les den la razón. ¡Y a veces los consiguen! Quien vive dramas amorosos siempre se siente víctima. Jamás se asume como victimario.
Los adictos a este tipo de conflictos recrean un complejo de Edipo latente: amo a mi madre (pareja), detesto a mi padre (yo), me siento culpable (sufro). La mujer adicta al drama recrea la envidia del pene: yo no tengo (hombre-pene), quiero uno, me prestas el tuyo (no es mío), sufro (soy incompleta). Por su parte, muchos hombres adictos al drama amoroso en realidad sufren de complejos de inferioridad. Se sienten superiores si una mujer está sufriendo por ellos.
Para abandonar los dramas lo mejor es asumir que en el amor nunca hay garantías. Cuando sabes en qué tipo de relación te encuentras es bastante difícil que haya conflictos. Toma conciencia de qué historia estás repitiendo y así podrás darte cuenta de cuán lejos o cerca estás de vivir una pesadilla.
Vivir repetidamente dramas amorosos habla de tu propio autosaboteo en el amor.
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Dentro del drama |
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•Me quiere. •Me quiere demasiado. •No me quiere. •No está solo. •Es casada. •Hay que pensar en los hijos y en el daño que les podemos causar. •A mi mamá no le gusta. •Mi papá me bota de la casa. •La virginidad. •Es un limpio. •Solo quiere sexo. •Quiero ser libre. •No le perdono la infidelidad. •La relación es de dos. •El intercambio de parejas es pecado. •Tenemos que hacer el amor los sábados. •No tenemos que hacerlo. |
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Fuera del drama |
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•La dulzura de un beso suave en los labios. •El entrelazado de piernas de dos amantes después de hacer el amor. •El abrazo de buenos días de dos personas que se aman. •El sexo entre dos personas que solo saben decir te amo. •No escatimar esfuerzos para decirle que es el hombre o la mujer más maravilloso o maravillosa de la Tierra. •La palabra sincera de la persona que te cuida y te protege con amor. •Cerrar los ojos en la noche y darte cuenta de que la persona que amas dormirá plácidamente a tu lado. |
Cuando el amor es enfermizo
Existen cuatro situaciones clave dentro del problema de la relación de pareja: la comunicación, la sexualidad, la dependencia y la infidelidad.
Comunicación
La pareja típica es un “sí, mi amor”, sobre todo cuando comienzan la relación. Todo lo que dice el otro es inteligente, maravilloso, madurísimo, comprensivo y raya en lo genial. Con el transcurso del tiempo, esta comunicación es atacada por el flagelo de la represión; es decir, la pareja deja de decir lo que siente, ya sea porque al otro “le va a doler” o “no creo que me comprenda”. Este juego de silencios convierte la comunicación en un murmullo tácito que solo conduce a la incomprensión. Dejar de hablarnos es casi como dejar de amarnos. Al final, el otro lo que quiere es “tener la razón”, “no me comprende”, “no se le puede hablar”, y todo termina en la desesperanza.
Sexualidad
Cuando iniciamos una relación, la fuente de placer es el placer del otro. En este sentido, los miembros de la pareja no se ocupan en recibir placer, sino en darlo. El orgasmo más placentero se logra junto con el orgasmo del otro. Esa pareciera ser la filosofía práctica de las primeras relaciones con el ser que uno ama. Con el tiempo, la rutina hace entrada en la relación y empiezan los problemas.
Ya no es importante el placer del otro, sino el mío. Los miembros de la pareja se preocupan más de no ser capaces de sentir y de echarle la culpa al otro de que eso sea así. Lo cierto es que al final del camino la sexualidad se convierte en una fuente de drama y no de entrega.
Dependencia
Flagelo espantoso de toda relación. “No puedo vivir sin ti”, “sin ti no soy nada”, “no me dejes porque me mato”, “nadie te querrá como yo” son frases comunes en una relación dependiente. El problema reside en que eso no es amor, es el complejo interior basado en tus propios trastornos que no te permiten vivir en una soledad autootorgada. He visto muchas parejas que se hunden en relaciones para salir de otras anteriores únicamente porque no pueden estar solos. Les resulta imposible ser autónomos. He mirado con horror a personas sanas que se involucran con personas realmente enfermas de dependencia y terminan trastornándose en nombre del amor. La dependencia es enemiga del amor. No separarse de alguien únicamente para evitar estar solo es, desde mi punto de vista, un síntoma de peligro inminente. Debería haber una vacuna contra los dependientes, pero no existe.
Infidelidad
Es un tema recurrente. La infidelidad es un síntoma de problemas sociales. Existen consideraciones sociológicas y antropológicas que sostienen que los seres humanos no podemos ser fieles. De hecho, la teoría evolucionista sostiene que esto es improbable (la fidelidad), ya que la especie siempre busca el mejor individuo para reproducirse; de la misma forma existen teorías éticas, morales e incluso religiosas que tratan el asunto de la infidelidad como una lacra social. Mi consideración personal es que la infidelidad tiene múltiples causas: sexuales (en primer orden) y derivadas de complejos y carencia de amor. No necesariamente para ser infiel se necesitan las enumeradas anteriormente, con una de ellas es suficiente para considerar la infidelidad. Lo cierto es que la infidelidad causa graves perturbaciones dentro de la pareja y es una de las mayores causas de ruptura.
Parejas dependientes
Una de las diferencias más difíciles de establecer es aquella entre el amor y la dependencia. El amor incluye importantes niveles de interdependencia y eso se confunde a veces con relaciones de dependencia nocivas. La diferencia entre la interdependencia y la dependencia es que en la primera ambos se llenan; en la segunda, uno de ellos es un barril sin fondo. En las relaciones dependientes uno es una especie de enfermo y el otro es siempre la ambulancia. Al final, esta dinámica degenera en patologías de la unión. Estas relaciones generalmente nacen de la unión de “yo necesito” con un “yo tengo lo que necesitas”; la relación dependiente la genera un miembro inseguro desde un “necesito ayuda” y otro inseguro replicando “yo te salvo”. Si el caso es de un hombre inseguro, buscará a una mujer que no represente peligro de abandonarlo, la llevará a que deje de trabajar, de tener amigos, etc. Si es la mujer, estará siempre comportándose en un nivel de indefensión donde recibir de “ayuda” le generará seguridad. La pareja dependiente desarrolla una versión distorsionada de la dependencia del niño con respecto a sus padres. La inseguridad que la gobierna llevará a la pareja dependiente a convertir a uno en un anexo del otro y ninguno tendrá algún tipo de libertad individual. La relación dependiente siempre será una relación de miedo a perder.
No es el amor, sino el miedo lo que unirá a este tipo de pareja. En el caso de la mujer dependiente es el temor a perder la economía, la estabilidad, perjudicar a los niños. El miedo del hombre dependiente es el de perder virilidad, que le sean infiel, que se burlen de él, que piensen que no sirve. En este tipo de relaciones el factor común es que ambos saben que la unión que tienen no funciona, pero temen profundamente separarse.
Un elemento que causa profunda dependencia es la relación materno/paterno filial a la que llegan algunas relaciones de pareja. El rol de la mujer que siempre le dice al marido que él no la complace y que este nunca le hace caso recrea una relación materno-filial. El rol del hombre que constantemente le dice a la mujer que ella tiene que “mejorar” recrea una relación paterno-filial. En un principio el hombre hace dependiente a la mujer y luego le reclama que ella no es independiente. La mujer hace de todo para que el hombre se sienta seguro y luego le reclama que él es un tirano o un déspota. Así empieza y así termina. Las relaciones dependientes tienden a convertirse en vínculos agresivos, debido a que el rol controlador y dependiente termina agotando. La separación es la culminación inevitable, pero se convertirá en un martirio.
En la pareja dependiente el “amor” es visto como una fuerza imposible de disminuir, a pesar de que ese amor se viva entre gritos, golpes y humillaciones. Este “amor” es visto como una especie de droga en la pareja dependiente. Algo imposible, irracional, pero que los une. Una pareja dependiente puede estarse matando, pero si les dices que lo que ellos sienten no es amor, se “unirán” contra ti y te dirán que estás equivocado. Toda pareja en relación dependiente dirá que están mal, pero que se aman, sin entender que ese “amor” más bien los hunde. La pareja dependiente se agredirá, insultará, hará de su vida un infierno, pero dirá “es que nos amamos”. Muchas parejas dependientes llevarán una vida insufrible solo por miedo. Lo que tenía que juntar el amor, terminó uniéndolo el miedo.
Para salir de una relación dependiente hay que hacer justo aquello que más teme un dependiente: rebelarse. Se empieza por entender que lo que no sirve se termina y que, aunque el dolor sobreviene, se supera siempre.
Se tienen que abandonar los sentimientos de culpa, el deseo y el miedo al castigo (soledad, pobreza, arrepentirse de la decisión), si se desea la independencia. Una relación dependiente puede sanarse sin necesidad de separarse, pero para que eso ocurra, las inseguridades tienen que terminar.
Amar es dar
Dar es dar
y no explicarle a nadie
no hay nada que explicar.
Hoy los tiempos van a mil
y tu extraño corazón
ya no capta como antes
las pulsiones del amor.
Y yo te digo que dar es dar,
dar y amar.
Mira, nena, hacelo fácil:
dar es dar
FITO PÁEZ, DAR ES DAR
Ya lo explicó el cantautor argentino Fito Páez, y lo dijo cantando. Amar nos devuelve a veces a la malcriadez infantil de quererlo todo y ya. El problema de actuar como niños es que las consecuencias son de adultos. Amar con actitudes infantiles es siempre amar con narcisismo y vorazmente, sin pensar en dar. Estar enamorado siempre es un acto donde se da, así que exigir generalmente es antagónico al amor.
No se puede amar pensando en querer tenerlo todo. Se debe amar asumiendo que sin el otro es muy difícil ser feliz. Amar y ser amado siempre será la meta. Si confundes amor con tenerlo todo, con que te den todo, no vas a llegar nunca.
Enamorado
Quien conoce el amor no vuelve a ser el mismo, es imposible. El amor nos hace vulnerables. Cuando uno se enamora se da cuenta de que los amores anteriores nunca fueron los verdaderos. A veces el amor parece una droga que nos hace adictos a estar con la persona amada. No estarlo es casi perecer.
Siempre he pensado que la palabra amor no define el universo de sentimientos que uno tiene hacia la otra persona. El enamorado siente verdades así sean mentiras. Cuando uno se enamora, los “te amo” se vuelven millones. Hay amores que son una montaña rusa. Para qué negarlo, el amor también duele.
Hay amores que merecen ser tatuados en el cuerpo bajo un lema que siempre diga “esta persona dejó huella”. Solo un muerto es inmune al amor e, incluso así, si existe otra vida, seguro que de alguien se enamorará. Una sonrisa, una melodía, un silbido, un gesto, una mirada, siempre algo te recuerda ese amor que entró en ti y nunca más salió.
Si crees estar enamorado y no eres cursilindo fastidioso, entonces no lo estás. Siendo radical, el enamorado no se comporta como una persona normal. Uno sabe que está enamorado cuando hace el ridículo mil veces y lo que es peor: el otro se lo celebra. El enamorado solo habla de amor. Nos enamoramos en tiempo presente, con deseo de futuro y negación de pasado. A veces maldecimos el amor, pero seguimos amando.
Un verdadero amor no se acaba. Te acaba. Pereces en ese amor y mueres con una sonrisa en los labios.
Enamorarse solo
El amor no correspondido es siempre una apuesta a la baja autoestima. ¿Te has preguntado cuál es la necesidad de meterte en una relación en la que no serás amado como en realidad lo deseas?
Muchas veces iniciamos este tipo de relaciones para reafirmar que no somos dignos de un amor para nosotros. Enamorarse solo o sola es perpetuar el drama en tu vida. Si ese es tu caso, haz como Delia Fiallo y empieza a escribir novelas.
Si te dijeron “no te enamores de mí”, ¿qué haces enamorándote? ¿Buscas sufrir con el único fin de sentirte víctima? Si las reglas están claras, ¿qué haces cambiándolas? Sexo, amistad, juego, lujuria. ¡Nadie habló de enamorarse! ¿Te das cuenta de la adicción al drama? Si te hablaron claro, no enturbies el asunto. Enamorarse no es un negocio. El que tú te enamores no significa que el otro deba retribuirte.
¿Te metiste en una relación donde no te darán lo que en el fondo quieres? ¿Hasta qué punto entonces sabes lo que quieres? Meterse en una relación que debería ser de placer y en su lugar sufrir no es una opción, a menos que tu objetivo sea decirle al mundo que deben tenerte lástima.
La madurez se basa en entender los límites, establecer compromisos y respetar acuerdos. Enamorarse solo es un acto con visos de inmadurez, así que es válido dar un paso atrás en búsqueda de crecimiento personal y protección de tu autoestima.
El amor se vive hoy
Nada mata más el amor que vivir en el mañana y no en el hoy. Cuando de amor se trata, pensar en lo que falta y no en lo que tienes es sencillamente ir al rompimiento de la relación. Mientras más simple se mantenga una relación, más fácil es llevarla. Uno nunca es feliz mañana. Siempre se es feliz hoy.
Una relación siempre fracasará si la basas en expectativas más que en realidades. A mayor análisis, menos sentimiento. El amor se hace, no se analiza. No es posible tener éxito en una relación si constantemente estás pensando en terminarla. No tiene sentido una relación sufriente, ya el amor duele, así sin más, no tienes que hacer un esfuerzo para que eso ocurra. Tener una relación y pensar en que es para siempre es como jugar a la lotería y pensar en ganarla; quizás tus posibilidades aumenten, pero siempre es mejor si trabajas.
Si tu pareja te ama, te hace feliz, te hace el amor divino, te quiere y cuida, ¿por qué quieres cambiar las cosas pensando en mañana? Mientras menos disfrutes los momentos de amor, más infeliz serás. Vive hoy, piensa menos, disfruta del amor.
¿Qué demonios haces que no estás amando en este momento? La vida no dura eternamente.
El amor no siempre es suficiente
El amor no lo puede todo. Eso es un mito inventado por los pocos a quienes no les han roto el corazón todavía. Si el amor fuese para siempre, sin duda alguna estarías unido a tu primer amor. Por más que se quiera pensar diferente, un amor sin compromiso ni madurez no puede perdurar. Amor y agresión no son compatibles. La agresión puede más que el amor, termina destruyéndolo. Y agresión, como ya sabemos, no es solamente un golpe o un grito. También pueden ser palabras, tonos, frases. Hay muchas formas de agredir.
Las promesas de amor duran hasta que se rompe la primera. Mientras más tiempo de vida transcurre, en menos promesas de amor uno termina creyendo. El amor es un sentimiento maravilloso que se convierte en horror cuando sentimos que la persona a quien amamos nos acaba o nos consume. El último amor es siempre el más grande amor, hasta que se convierte en penúltimo.
Amor rima con temor. “Amor”, “dolor” y “terminar” son términos que cuando van juntos forman otra palabra: “lágrima”. Si se quiere conservar el amor, es menester entender que compromiso y madurez son ingredientes necesarios.
Si quieres amar y ser amado, la agresión tiene que ser descartada. No lo olvides, el amor crece a besos y se destruye a golpes.
Amar es un verbo libre
Hay personas que se pasan la vida pidiendo, pero cuándo les toca dar se vuelven tacaños. La voracidad también es emocional, no solo alimenticia. En las relaciones siempre hay alguien que da más de lo que recibe; uno hace de enfermo y el otro de ambulancia. Amar es dar, pero hay personas que llevan el recibir al extremo.
La ambivalencia emocional es una forma inequívoca de siempre ser el centro de atención.
El amor es incondicional siempre y cuando no perturbes la condicionalidad del otro. No se puede ser feliz sin el concurso del otro. No se puede amar, si no se está dispuesto a recibir el amor del otro. Si no eres capaz de soportar los sufrimientos de tu pareja, lo más seguro es que tu pareja no sea capaz de soportar los tuyos. Una relación debe tener códigos propios. Si se rigen siempre por reglas externas, la ruptura es segura. Cuando el amor se va de una relación, si la pareja se mantiene junta es por miedo.
Cuando alguien te pide más de lo que da, definitivamente es momento de buscar a otra persona.
Amar es impulsivo; decidir pasar con esa persona el resto de tu vida es una elección. Yo amo, tú amas, nosotros amamos. ¡Amar es un verbo libre!
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No, no es amor |
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•Si no te hace crecer. •Si toma lo mejor de ti y te convierte en la peor versión de ti mismo. •Si succiona tu alma y deja solo la coraza. •Si te obliga a mentir para salvarte. •Si te acusa. •Si no es capaz de hacerte decir una poesía. •Si no inspira cariño ni suavidad. •Si es una pareja violenta, maltratadora e irrespetuosa. •Si critica, juzga y descalifica. |
Es imposible que sea amor si tu pareja no aporta nada a tu vida. No vale, ya te dije que no, sexo no es igual a amor.
¿Por qué piensas que es amor cuando tu pareja solo vive para consumirte? ¿Cómo dices que es amor cuando viven peleando y reclamándose? Control y dominación no son protección ni seguridad, no insistas, eso no es amor. ¡Reacciona! Si el amor no te hace cantar, lamento decirte que no es amor. El amor no rima con violencia y malos tratos. Que después de tremenda pelea vejatoria y ofensiva terminen haciendo el amor, no significa que se amen. Quizás nunca entiendas que ese amor que solo te disminuye, es un amor que tu baja autoestima te proporcionó.
No hay caso en que insistas, amor no es dependencia sumisa, es interdependencia. ¡Aprende! ¿Quieres que te crean que él te miente, te pega, te humilla, pero es un buen hombre? ¡Ja!
Sé que es una mala noticia para ti, pero no te ama si cuando besas a tu pareja mira su teléfono. Le revisas el teléfono, le espías el correo, le hueles la ropa, pero dices que amas y confías. No. Debo advertirte: si prefiere a los amigos antes que a ti, no te ama, lo siento. Sé que quieres ser popular, pero si tu pareja habla con sus amigos sobre cómo te hace el amor, no le digas a nadie, pero no te ama.
Si después de todo aún te quedan dudas, vamos a hacer este ejercicio juntos:
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Celas todo el tiempo y asumes que celar es amar. REPITE CONMIGO: “Sufro de ansiedad”. |
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Piensas que si celas, persigues y no dejas que tu pareja haga nada, es porque amas. REPITE CONMIGO: “Estoy obsesionado”. |
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Dices que has sido violento con tu pareja, pero es que te saca de tus casillas. REPITE CONMIGO: “Soy un cobarde”. |
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Nunca le das paz, pues siempre piensas que no te ama. REPITE CONMIGO: “Obligo a mi pareja a ser infiel”. |
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No dejas a tu pareja por miedo a la soledad. REPITE CONMIGO: “Uso a mi pareja porque tengo complejo de inferioridad”. |
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Crees que el problema es que no conseguirás a alguien así, pero ya no amas a esa persona. REPITE CONMIGO: “Soy un perdedor”. |
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Tu pareja quiere sexo y tú dices que vives cansado. Crees que lo más probable es que él o ella sea adicto al sexo. REPITE CONMIGO: “Me van a montar cachos”. |
Querido lector, nuestra sesión terminó. Tu caso solo se cura si entiendes claramente que en caso de presentar uno de los cuadros anteriores no es amor lo que estás viviendo.
Amores en las malas
Podemos medir el amor por cómo se afrontan los momentos difíciles estando juntos. Los amores en bonanza nunca son puestos a prueba. Frente a las crisis, los amores descubren su temple. En las crisis, otro gallo canta. Hay momentos que definen claramente cuándo algo se debe dejar atrás y seguir adelante. A veces no se necesita que pase nada grave para terminar una relación, en ocasiones solo una desilusión basta.
Cuando ves a tu pareja en un gran problema y decides solo pensando en ti, ya no eres su pareja. Uno sabe que alguien te ama verdaderamente cuando está contigo en las malas sin ningún tipo de temor. Si vives una relación en la que únicamente piensas en ti, sin duda alguna muy pronto te quedarás solo. Un amor basado en el esfuerzo de una de las partes para mantener la relación nunca es una relación de amor. Si hicieras un balance de tu calidad de amor, ¿qué es lo que exactamente estás dándole al otro? Dependiendo de cómo te comportas ante una crisis del amor de tu vida, será o no realmente el amor de tu vida.
Creo que mientras más joven se es, más ego-ísta es el amor. Mientras más viejo, sabes que puedes perder al amor de tu vida y dejas de ser egoísta. Es que sencillamente te das cuenta de que el amor no es solo pasión y placer. Cuando piensas en lo que tú necesitas y no piensas en el otro, el amor desaparece. Hay amores que lo aguantan todo, hasta las cosas más terribles, pero no aguantan el egoísmo, por más pequeño que sea. El amor es débil, no soporta desilusiones. La desilusión es la madre de las rupturas amorosas.
Los amores, amigos míos, se miden en las malas y se disfrutan en las buenas.
A veces Cupido tiene mala puntería
Son insospechadas las formas en las que el amor nos invade y cómo nos destierra cuando se acaba. A veces, cuando nos prometen “amor eterno” o un “juntos para siempre”, nos sentimos estafados. Una historia de amor no siempre sobrevive ni a la historia ni al amor. Entre besos el amor siempre sabe a eternidad, el problema es que los besos no duran para siempre.
El amor tiene la apocalíptica propiedad de hacerte grande cuando llega y de devastarte cuando se va. Qué agobiante necesidad tenemos los seres humanos de amar y ser amados. ¡Qué manía esa del amor de querer tener siempre cerca a quien amas! Cuando estás enamorado, las canciones de amor siempre te van a recordar un momento especial. Luego, en la soledad, esas mismas canciones te harán doler el alma. El amor te hace pensar que eres rico y poderoso, pero cuando se va, te das cuenta de que no tuviste nunca nada y te quedas en ruinas. El amor es eso que quieres tener y que luego quieres dejar de sentir cuando ya no es correspondido.
Basta que llegue el amor para que más atrás llegue el miedo a perderlo. El “no me dejes” de un enamorado, más que una petición, es una declaración terrorífica de un futuro que él sabe que puede venir. ¡Qué fracaso de la naturaleza habernos dado la capacidad de elegir! Así, todo depende de nosotros. Errar cuando se escoge a quién amar es doloroso. Amar correctamente es un acto de profundos errores.
Qué maravilloso sería si el amor pudiera ser vendido en una tienda. Escogerías siempre el que sabes de antemano que te sirve. Pero no funciona así. El amor no debería ser una elección, sino una obligación, así todos nos amaríamos y nunca nos romperíamos el corazón.
Por más que intentemos no hacerlo, al final terminamos enamorándonos, siempre. Casi todo ser humano pasa por la situación de enamorarse de alguien que le rompa el corazón, por lo menos una vez. Lo lamento. Por eso, el peor castigo de quien rompe corazones es enamorarse.
El fracaso es siempre el símbolo de que te enamoraste de quien no era. El problema es que siempre te das cuenta una vez que has fracasado (bueno, a veces antes, pero uno se hace el loco). Ensayo y error pareciera ser el método del amor. Aunque no te provoque enamorarte nunca más, olvídalo, siempre terminarás enamorándote. Si te has enamorado y no te ha dolido, no te has enamorado. La vida transcurre entre estar sin amor, enamorarte, perderlo, sufrir descabelladamente, volver a amar y confiar en tu suerte.
Cupido es un niño de mala conducta con déficit de atención. ¡Y a veces tiene mala puntería!
Ni contigo ni sin ti
Quiero ser el gladiador que en la historia
un amor lo batalló hasta la muerte
Pelearé con mi sangre, no voy a dejarte,
no pienso perderte.
Nunca podría perdonarme que al no
luchar me consuma tu olvido.
PETER MANJARRÉS Y SERGIO LUIS RODRÍGUEZ, EL GLADIADOR
Hay relaciones en las que los integrantes de la pareja no pueden estar juntos, pero tampoco separados. A algunas parejas las une el amor y las separa la sexualidad, o viceversa. Parejas que se seducen constantemente, pero cuando intentan comprometerse son separadas por mil compromisos previos. Relaciones de amantes que se aman, pero están casados con otros. A mayor enamoramiento, mayor sufrimiento.
Mientras estamos en relaciones así, lo único constante es la relación con la ausencia. Manejarla es adquirir el desapego.
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•Estar “ni contigo ni sin ti” implica esa sensación infernal de besarte y saber que igual no dormiremos juntos. •Es amarse y saber que no pueden estar juntos, no porque no puedan, sino porque decidieron no poder. •Contigo vivo lo que no quiero vivir con otra persona y sin ti me condeno a vivir lo que escogí para mí. •Contigo me doy cuenta de que llegué tarde y sin ti me percato de que adonde llegué no me gustó. •De esas relaciones donde nada impide estar juntos, pero uno o ambos deciden no estarlo: ni contigo ni sin ti. •Estando contigo engañamos a la realidad y sin ti los engañados somos nosotros. •Contigo me enfrento a mis malas decisiones anteriores; sin ti me enfrento a mis malas decisiones actuales. •No sirve estar contigo, ya que me debo a otro lado y no puedo estar sin ti, ya que mi lado eres tú. •Mientras estamos juntos, otros sufren; sin ti, sufro yo. Contigo, horas solamente; sin ti, eternidad. •Contigo me siento valiente, aunque no lo sea; sin ti me doy cuenta de que no lo soy. •Contigo olvido lo peor de mí a ratos; sin ti, lo recuerdo. •El dilema de estar contigo es que puedo perder lo que tengo, y al estar sin ti lo perdí. •Es fácil estar contigo, sobre todo cuando me olvido de lo que puedo perder. •No sé cómo resolver el dilema, mientras tanto estaré contigo hasta que puedas vivir sin mí. |
Cuando nos enamoramos de quien no debemos
De los errores humanos, enamorarnos de quien no debemos es de los dolores más intensos. Cuando esto sucede, lo que demostramos es que el amor de inteligente no tiene nada. El amor no se razona, por eso nos equivocamos tanto. El amor nunca fue a la escuela de la moral, por ello a veces nos enamoramos de la persona equivocada. Nos enamoramos con base en la lujuria y los apegos, y esos dos elementos nos llevan muchas veces a errar en quien será el objeto de nuestro amor.
De las cosas absurdas del amor, la primera es que no importa si nos enamoramos de quien debíamos hacerlo. El amor no respeta estado civil. Enamorarse de alguien casado es perder, no lo dudes. Si lo haces acostúmbrate al sexo rico, pero también a la soledad. Quien se involucra con alguien casado sufre tarde o temprano, a menos que únicamente lo disfrute mientras dure y nada más.
Si buscas pasiones desbordadas, lo que encontrarás serán siempre cumbres borrascosas. En el caso de las relaciones violentas, enamorarse de alguien agresivo es apostar a ser el objeto de su agresión en algún momento. Cuando te enamoras de alguien con baja autoestima estarás condenado a intentar llenar un barril sin fondo. El amor no cambia a nadie, si insistes en eso vas a saber claramente cómo es el dolor de una frustración.
Equivocarnos en el amor dice más de nosotros que de la persona de quien nos enamoramos. Si bien no escogemos a quien amar, sí elegimos quedarnos con él. Uno nunca sabe de quien enamorarse, pero siempre sabemos de quién separar- nos, que lo hagamos o no es otra cosa.
No existe el masoquismo en el amor, existe la estupidez. ¿La mejor forma de salir de un amor con el que no deberías estar? ¡Amándote como debe ser!
Amarte a ti no implica obligatoriamente amar a los tuyos
Uno se une a alguien y también a su familia. A veces esa es la peor cosa que puede suceder. Ese asunto de que si uno ama a alguien, debe amar a la familia es sencillamente un deseo, una fantasía que no siempre se convierte en realidad. A veces la familia de quien amamos es el peor escollo en la relación sentimental.
Ese asunto de que tenemos que amar a los hijos de nuestra pareja de relaciones anteriores no es un asunto ni fácil ni automático. A veces son ellos los máximos saboteadores de tu relación y encima se te exige que los ames. Hay familias que, aunque parezca mentira, no desean en lo absoluto la felicidad de sus integrantes, les sabotean el amor. A veces la familia de nuestra pareja nos detesta y no les importa que hagas feliz a su familiar. El egoísmo en su máxima expresión.
El amor no es obligado. Muchos familiares de nuestras parejas deberían entender eso. “Si me amas, tienes que amar a mis hijos” es un mandato que viola la libertad del amor y el proceso espontáneo con el que nace. ¿Por qué yo debería amar a tus hijos de entrada? ¿Únicamente porque te ame a ti? Contigo tengo sexo, me gustas. El amor es carnal en principio. “Si no amas a mis hijos, no me amas a mí”. ¿Me chantajeas e incluso así quieres que los ame? Cuando me dices que tengo que amar a tus hijos si te amo a ti, lo que entiendo es que buscas un sustituto de padre y no un marido. En todo caso, lo que yo tengo que hacer es ser bueno con ellos y esperar a que el amor aparezca.
La cosa se pone fea cuando el padre o la madre de los hijos de tu pareja los usa como una forma de manipulación para destruir la vida de sus exparejas y él o ella se dejan. Peor es el asunto cuando tu pareja está más apegada a su familia que a ti: está contigo, pero sigue viviendo como si nunca hubiese salido de su casa, lo cual es fatal para la relación. Allí se pone más difícil el asunto de amar a la familia.
En ocasiones se nos hace difícil que una pareja nos ame, imagínense que tengamos que hacer que sus familiares nos amen. Yo no tengo que amar a tu familia porque te ame a ti. Lo que me corresponde es ser una buena persona, una mejor pareja y tener la esperanza de que el amor fluya.
El proceso de amor a la familia de tu pareja o a sus hijos es largo y tiene que ser bidireccional, estimulado por todos. El que yo te ame no implica que ame a tu familia ni que ella me ame. Es un proceso gradual, no un deber ni una obligación.
¿Y con quién me quedo?
¡Hay amores inevitables! A veces el amor llega y no nos damos cuenta; de hecho, nos negamos a aceptar que nos está sucediendo. El problema es que a veces el amor viene cuando no estamos solos y allí se complica todo el asunto. A muchos de nosotros nos llega el amor cuando ya no podemos amar, pero hay amores que hay que vivir, aunque sean ilícitos. Los amantes saben de eso.
El dilema del amor que llegó cuando ya era tarde es que siempre le va a doler a alguien. Los amantes viven furtivos sus cotidianos últimos momentos. La fuerza del amor no sabe de moral ni de estados civiles. Solo quiere unir a quienes lo sienten. Por eso, cuando el amor nos obliga a decidir con quién quedarnos, alguien va a llorar, sin duda. Cuando no sabemos con quién quedarnos, lo único que estamos diciendo es que somos sujetos de nuestros impulsos. El no saber elegir habla de lo complicado que es amar con culpa. Enamorarnos es más un problema de impulsos que de decisión. Quedarse con esa persona es otra cosa.
El amor como fuerza nos arrastra, la razón intenta salvarnos, pero generalmente nunca es tan fuerte. Entre amantes la culpa siempre está presente, de una u otra manera. El amor es tan intemporal que muchas veces no llega a tiempo.
El asunto es cuando avanzamos y los amores del pasado nos persiguen. Son amarras que se niegan a soltarse. ¿No te ha sucedido que cuando recuperas tu vida y empiezas otra historia el amor del pasado te recuerda que tu presente debería ser con él?
¿Con quién me quedo? ¡Qué dilema! Con quien te quedes se sentirá culpable y a quien dejaste estará devastado y tú te sentirás responsable. Cuando no sabes con quién quedarte, lo único que puedes tener claro es que no diriges tu vida, te dominan los impulsos. ¿Sabes algo en lo que quizás puedas no estar de acuerdo conmigo? El amor no es suficiente. Cuando no sabes con quién quedarte, qué te dirige, ¿corazón, cabeza o genitales? ¿Quién te domina? ¿Quién es tu amo? ¿Con quién te quedas? ¿Qué te parece si te quedas contigo? ¡No le temas la soledad!
No hay nada más falso que una promesa de amor para siempre entre amantes. El amor ilícito es siempre momentáneo, así dure para toda la vida. Mientras vivas amores prestados, siempre tendrás que regresarlos. La lealtad a veces es más importante que el amor.
Amor y baja autoestima
A veces uno se mete en amores que terminan siendo un círculo vicioso para la autoestima. Al no apreciarnos nos metemos en relaciones que nos dañan y ratificamos nuestra creencia de que no servimos para ser amados, reforzando la falta de aprecio propio. En ciertas circunstancias podemos dudar de nuestra valía y nos metemos en relaciones en las que nos pisotean la personalidad, solo porque no somos buenos para cuidarnos a nosotros mismos.
El ciclo es así: sientes que no vales lo suficiente para ser amado, consigues a alguien que juegue contigo, lo odias, te odias, sientes que no vales lo suficiente para ser amado. Dame una persona que piensa que no merece ser amada y te daré alguien que se humille por amor.
Mientras pienses que no encontrarás a nadie mejor que esa persona, llegarás a la indignidad para no perderla. Tu autoestima determina con quién te unes. Por eso, dependiendo de tus complejos no trabajados, es posible que atraigas a quien los aumente. Una persona que no se aprecia, inexorablemente va a unirse a alguien que no le conviene. Si consideras que este es tu “último autobús”, así no sirva y sea un cacharro, te vas a montar en él. La verdad es que mientras no te unas a alguien que realmente sea para ti en su totalidad, corres el riesgo de destruir tu autoestima.
El valor propio determina si cuando te dejan ejerces el odio o la indiferencia. El odio implica baja autoestima. ¿Por qué? Porque si odias, el otro te tiene dominado. En cambio, si eres indiferente nunca va a dominarte. Cuando nos rompen el corazón o nos engañan, nuestra autoestima decae. Si ya veníamos mal, no se va a recuperar sin ayuda; si veníamos bien, sobrevive.
Uno puede relacionarse con el otro bajo cualquier modalidad. Lo que va a determinar tu autoestima es lo que estás dispuesto a aguantar de esa relación. Hay relaciones que solo se basan en sexo y amistad y eso no implica baja autoestima, pero si te enamoras y el otro no, corres peligro. Si no aceptas que te dejen, tu autoestima es una poceta. No permitir que el otro se aleje es mantenerlo obligado. ¿Existe algo más humillante? El amor nunca es forzado. Eso es algo que una persona con baja autoestima nunca entiende. Siempre se humilla para que no la dejen.
¿Cuándo sabes que alguien es para ti? Cuando el otro decida serlo; mientras no lo decida, por más que quieras nunca será tuyo. Dime cuánto te valoras y te diré lo que no eres capaz de aguantar en una relación. Enamorarse de quien no debes es un síntoma para revisar tu autoestima y darte cuenta de que se está yendo por el barranco.
Sobre la convivencia
No siempre nos quedamos con quien consideramos que es el amor de nuestra vida. A veces, por miedo decidimos no continuar con quien decimos que amaremos para siempre. Mientras más lo pensamos, más nos quedamos con quien nos provee lealtad y entrega, incluso a expensas del amor. No me cabe duda de que en muchísimas ocasiones el miedo es mucho más fuerte.
El amor joven es volátil, apasionado, sexual. El amor maduro es comprensivo, tranquilo, estable y comprometido. No soporta ambivalencias emocionales. Después de los 40 años uno entiende claramente que el amor duele, así que se tiene mucho cuidado de unirse a alguien leal y estable. A mayor edad uno piensa más con quién pasará el final de su vida, así que para muchos es un enorme riesgo unirse a alguien que no se comprometa lealmente. Mientras no has vivido con una pareja, no puedes saber si será el amor de tu vida. El joven no sabe eso y por eso sueña con vivir con alguien. En la juventud poco importa perder amores, pero si ocurre en la madurez es en extremo doloroso. El joven se arriesga, mientras que el maduro apuesta a ganar.
Quien no sabe de convivencias no sabe de compromisos, solo de promesas. Grandes y apasionados amores se pierden en el mismo momento en que empiezan a vivir juntos, porque para convivir con alguien se necesita más que amor.
¿Quieres experimentar la convivencia? Sé estable y comprometido. Aprende a entregarte y a no huir ante cada error del otro. Mientras somos amantes de alguien, se vive lo mejor del amor; piensa en lo que recuerdas de tu amante clandestino: los momentos de sexo, pasión y promesas. ¿Es eso el amor? Olvídate, no lo es. Si crees que sí, sé amante de alguien y nunca te cases. ¿Esa persona te limpiará el trasero en la vejez? ¿Recogerá tus vómitos? ¿Soportará tu mal humor? Esas cosas se piensan para escoger a alguien. ¿Creíste que sin vivir juntos, enfermarse, pasar trabajo, cuidarse, soportarse y demás, iban a estar juntos para siempre? ¡Je!
La unión comprometida más que momentos son estados. Ningún amor comprometido y estable nace rápidamente. El sexo se acaba, las pasiones se extinguen, la intensidad se apaga. Si a pesar de todo eso te quieres quedar al lado de esa persona, la amas. Vivir junto a alguien es rutinario, no creas en boberías, pero si hay amor, no se siente. Cuando convives con alguien el amor es importante, pero también la lealtad, el compromiso y la entrega.
Para unirse a alguien únicamente se requiere un poco de sexo, pasión y apego, mientras que para convivir necesitas respeto, comprensión y lealtad. El amor está lleno de promesas hasta que dejan de cumplirse. Cuando eso ocurre empieza la verdadera convivencia. Hay cosas que no se aguantan en una relación y por ende debe terminarse, pero mientras más pasan los años más flexible te vuelves.
¿Queremos amor?
Cuesta conseguir el amor para toda la vida, amores plenos y satisfactorios, los que la mayoría necesitamos y los que no tantos logran. Pareciera que el amor verdadero es de mentira. Triste. El amor también está escaso. Andamos como muertos vivientes tratando de arrancar nuestra porción de amor y solo conseguimos pedazos de sexo.
Mujeres siendo independientes, con una maravillosa personalidad y sin hombres que les lleguen a los talones. Desperdicio total. Hombres saltando entre piernas y orgasmos sin conseguir un corazón que realmente los ame. Mujeres desde el sexo implorando amor, poniendo cara y actitud de dignas. Hombres con miedo al compromiso que ofrecen amor eterno a todas. Sociedad de solitarios engañados en las redes sociales. Buscamos el amor sin querer encontrarlo, siempre deambulando y entre encuentros furtivos nos hacemos la idea de que el amor ya va a llegar. Y cuando por fin el amor nos toca la puerta, corremos despavoridos como si hubiésemos visto un espanto. Da demasiado miedo el dolor, en cambio la soledad nunca nos traiciona.
Mientras vemos parejas felices, hablamos de quienes viven separándose. Así no nos sentimos tan mal en nuestra soledad. Hombres solos, mujeres solas, nunca encontrándose. Hombres que envían fotos de su pene ya que no pueden mostrar su corazón. Mujeres enseñando tetas, por la misma razón. Sociedades virtuales de personas que desde el rencor o la amargura buscan aprobación de otros igual que ellos. No perseguimos al amor, solo decimos que lo perseguimos.
Si realmente queremos amar y ser amados, entonces estamos obligados a una cosa: ser sensibles. No seamos ilusiones del amor, seamos realidades.
La soledad y los solitarios
Que las noches no tienen final,
que la vida sin ti no me vale de na.
Otro golpe para el corazón,
que dejaste tirado aquí en este rincón.
FRANCO DE VITA, TE VEO VENIR, SOLEDAD
“Vamos a darnos un tiempo”… y nació la soledad. Así empezó todo. Nosotros glorificamos nuestra soledad para no compadecernos de nuestra profunda falta de amor. La soledad es una paradoja interpuesta entre el deseo y el rechazo: el deseo de amar y ser amado versus el miedo a enamorarse y ser rechazado. Buscamos amores llenos de esperanza cuidándonos de tragedias del pasado. Preferimos elegir la soledad a que nos la impongan a fuerza de desamores. No envidiamos el amor en el otro, lo anhelamos, que no es lo mismo, pero la soledad nunca nos traiciona ni nos rompe el corazón. La soledad no es miedo al amor, es miedo a quedarnos sin amor.
No es que la soledad sea mala, lo malo somos nosotros sintiéndonos solos. A veces buscamos amor para terminar amando la soledad, nos comportamos como derrochadores de amores terminando en mezquinos de soledades. Soledades que se encuentran para decir que están juntas. Soledades acompañadas, parejas que se dicen felices o al contrario: soledades que se acompañan, a veces se enamoran, pero no se dan cuenta.
Dejar la soledad es un acto de fe y, como sabemos, tenemos poca. Para que la soledad nos abandone es imperativo confiar en el amor. Cosa difícil esa. Salir de la soledad implica dejar de estar en ese sitio cómodo que se llama “el amor no me va a doler”. Mientras la soledad nos cobije, el amor no nos dará su calor. Pero cuando decidas salir de la soledad, tendrás que sacrificarla, renunciar a la comodidad, evaluar si somos capaces de recibir amor. No podemos vivir eternamente escondidos del mundo, siempre invisibles al amor, ni tampoco hacernos expertos en soledades, indiferentes a conocer el amor. Eso es invertir demasiado tiempo en sanar nuestros corazones heridos.
¿La fórmula para conseguir el amor perfecto? Dejar de creer en él. El amor existe, sobre todo si te enamoras. Y es que la soledad no existe, existimos los solitarios. ¡Sorprende a la soledad enamorándote!
El sexo-amor, un camino de doble vía
Mientras unos se enamoran para tener sexo, otros tienen sexo para enamorarse. El primer acto sexual es el beso. Pasamos de amigos a amantes en el mismo momento en que cambiamos la forma de besarnos. El acto sexual puede convertirse en el acto amatorio en cuestión de un orgasmo. Mientras tenemos sexo, el amor puede abrirse camino. Y a veces pasa que una vez que nos enamoramos, el sexo nos desenamora.
¿Es más importante el sexo que el amor? Depende de los orgasmos. Las relaciones fracasan más por mal sexo que por falta de amor. Mientras nos enamoramos sin tener sexo, la posibilidad de que una mala relación sexual mate el amor estará al acecho. Por otro lado, quien intenta lograr amor a través del sexo corre el riesgo de solo ser un objeto de uso y nada más. No cabe duda de que muchos hombres llegan al sexo con una mujer a través de mentirle y decirle que la ama. A veces la persona sabe que no la aman, pero se cree el “te amo” para no quedarse sin el buen sexo. Se fingen amores, pero también se fingen orgasmos.
Amores en crisis
Cuando nos casamos prometemos estar en las buenas y en las malas. El amor no siempre entiende eso y a veces en las malas se derrumba. Por eso, en la unidad de la pareja está la fuerza para sobrevivir a cualquier crisis. Sin esa unidad, por muy pequeño que sea el problema, no hay posibilidad de superarlo.
Cada crisis tiene sus características, y dependiendo de las fortalezas de cada pareja, se podrá afrontar el trance o no. El amor puede sobrevivir al caos siempre que los integrantes de la relación estén unidos en objetivos comunes; si no, perece. En este sentido, la forma de enfrentar la crisis dentro y fuera de la pareja va a estar determinada por su interdependencia afectiva.
Existen diferentes tipos de crisis en una pareja, quizás la más importante tiene que ver con la traición de la confianza. Es más fácil sortear crisis económicas, ambientales o sociales que una infidelidad, porque, aunque el amor no tiene garantías, en el fondo aspiramos a unirnos para siempre.
Sea cual sea el caso, ninguna dificultad en la relación se resuelve con promesas, sino con acciones concretas, diálogo y amor. Sin eso, olvídalo. Una pareja jamás será objetiva en la resolución de una crisis, pero eso no es relevante. Lo importante es que sus subjetividades se entiendan.
Sobrevivir a una crisis amorosa a veces solo es posible si buscas un tercero que te ayude. Eso sí, que sea un profesional, no un interesado.
No te amo
Es inmensa la cantidad de gente que no entiende un “¡NO TE AMO!”. Mucha gente es sorda y ciega a todas las muestras de desamor que le hacen. Son adictos a negar la realidad, no entienden que el amor no se obliga y entonces insisten en que hay que amarlos a juro. Son personas que han sido usadas, humilladas, pisoteadas e incluso así dicen “es que yo lo quiero”. No tienen ni remota idea de lo que es querer.
Si alguien no te ama, ¿para qué demonios lo quieres retener? ¡Que se vaya! Él le es infiel y ella dice que no le quiere dejar el camino libre a la otra. Amiga, ¿no entiendes que sin ti o contigo te montaron cacho? “¡No quiero que se vaya con esa zorra!”. Yo pregunto: ¿no te das cuenta de que es el tipo de hombre que se va con zorras? ¿Lo eres? ¿No? ¡Déjalo ir!
Es lo mejor que podría pasarte. ¿No lo entiendes? Si el tipo se va con otra, ¡mejor así! Que ella se lleve a ese tipo traicionero y mentiroso. ¿Para qué quieres retener a quien no te ama? “Él se fue con mi mejor amiga. Ella es una perra”. Personas así no entenderán nunca que la infidelidad es automotivada, no obligada.
Hay gente que es capaz de intentar torcer la realidad para encajar al patán en su vida y tratar de mirarlo como un dulce peluche. ¡Entienda cuando no lo aman! Aprender rápido sobre eso le evitará dolores insoportables y duraderos. ¿Se debe perdonar una infidelidad? ¡NO! Lo que se puede hacer es darle la oportunidad al infiel de que repare todo el daño, amándote como nunca. Si no te ama, olvídalo, no hay nada que hacer.
Amores, ideales y fanatismo
Aunque no siempre ganemos las batallas, en el amor y en los ideales siempre se debe dar la pelea. Luchar por amor es válido, siempre que no te humilles. Luchar por un ideal es legítimo, siempre que no te traiciones.
Quien lucha por un amor debe esforzarse en darlo. Quien lucha por un ideal debe esforzarse en convencer sin imponer, los ideales no se imponen. Si por algo vale la pena luchar es por ser una persona digna de amar y ser amada. De igual manera, una vida sin ideales ni gestas que librar es una existencia sin pasiones que estimulen a vivirla.
El problema con la defensa de los ideales es que no todos somos razonables, así que, del ideal a la obsesión, el fanatismo es el camino. Pero no solo hay fanáticos de ideas, también hay gente fanática del amor. Son peligrosos sobre todo si creen que a juro hay que amarlos. Un fanático puede creerse ungido por Dios y, de paso, tener gente que le tenga fe.
No tiene mucho sentido tratar de convencer al fanático. Un ser incapaz de razonar solo puede tener obsesiones. Entre el idealista, el enamorado y el fanático hay algo en común: persiguen aquello que consideran necesario para vivir.
Relaciones conflictivas
Por alguna malsana jugada del destino, parece que el amor y el dolor, aparte de rimar, se acompañan. Cuando prometemos amor, también asumimos que estaremos en las buenas y en las malas. El asunto es que el amor y la conflictividad no perduran en el tiempo, aunque existen parejas que se juran amor después de golpes e insultos. Un error importante en las relaciones es asumir que el amor lo resiste todo. No, el amor no lo puede ni lo resiste todo.
Mientras creemos que quien nos ama va a soportar nuestra conflictividad, viviremos viendo cómo nuestras esperanzas se esfuman. Hay personas que asumen que si las amas tienes que soportarlas, y es cuando las dejan que se dan cuenta de lo erradas que estaban. En la medida en que confundes amor con ausencia de límites, en esa medida la puerta de salida se llama soledad. No puedes pretender estar todo el día formando rollo y luego esperar que te amen con devoción. La mayoría deseamos un amor comprometido con nosotros, pero a su vez lo celamos por todo y vivimos en conflicto, solo para probar que quien nos ama no se irá de nosotros. ¡Gran error!
Si amas a alguien para llenar tus vacíos emocionales, pronto te darás cuenta de que esos vacíos no se llenan desde fuera. Del odio al amor no hay un paso, hay neurosis (deficiencias emocionales repetitivas). Si quien te dice amar también te teme, es buena idea empezar a reflexionar sobre la posibilidad de que algún día deje de temerte y se vaya. No se puede pretender que si le pegas a tu pareja o la insultas, esta te va a amar. Algún día abrirá los ojos y seguramente te va a odiar. Cuando eres tú quien recibe maltrato de tu pareja lo primero que debes admitir, en caso de que continúes allí, es que quien se maltrata eres tú, quedándote. Una relación llena de conflictividad no está unida por amor; de hecho, está unida por el conflicto. No puedes tener una relación sin conflictos cuando en el fondo el conflicto lo llevas dentro de ti.
El maltrato y el amor no riman. Si estás al lado de quien te maltrata, no cabe duda de que no te estás cuidando, no te proteges. ¿Por qué quedarse al lado de quien te maltrata cuando hay cualquier cantidad de gente que podría amarte de buena manera? Amar a quien te maltrata indica una sola cosa: todo tu amor propio se lo entregaste a otro. Tu autoestima depende de esa persona. ¡Fatal!
Maltrato no es amor, olvídalo. Quienes asumen que el amor tiene que resistirlo todo no han vivido su primer divorcio o un hijo no se les ha ido de casa producto del hartazgo. La conflictividad siempre termina en soledad, sobre todo para la persona conflictiva. ¿Te escogerías a ti como pareja? Esa será siempre la pregunta universal para resolver tus dudas. Si tu respuesta es no, ¿por qué otra persona tiene que escogerte si ni tú mismo lo harías? Si generas mucha conflictividad en tu relación de pareja, quizás debas entender que llegó el momento de aceptar que no la quieres.
Cuando nos asumimos conflictivos, debemos también admitir que a veces no sabemos cómo dejar de serlo. Esa toma de conciencia es importante. A veces la conflictividad que generamos en nuestras relaciones nace de patrones aprendidos y otras por simple y peligrosa malcriadez. Aunque en términos inconscientes la conflictividad puede ser una petición de amor, no justifica su existencia. Uno debe revisar sus conductas. ¿Amor y dolor? No caigas en eso. El amor debe convivir con felicidad, no con conflicto.
¿Cómo dejar de ser conflictivo? Respeta la relación, acoge el amor como un premio y entiende que no se ama a quien te causa dolor y miedo. Si estás en una relación es para ser feliz, pleno; eso no implica ausencia de problemas, pero tampoco ampara la conflictividad. Celos, maltratos, uso, mala comunicación, todos ingredientes de una relación en proceso de conflictividad. Ninguna relación está exenta de problemas, pero de allí a que sea conflictiva es un trecho largo. Lo crónico en este sentido siempre es enfermizo.
Amar a alguien te hace mejor persona. En caso de que no sea así, mejor revisa tu concepto de amor.
Sobre amar y cambiar
Pasamos demasiado tiempo intentando cambiar a quien decimos amar tal como es. Muchas personas se enamoran de alguien por atributos que luego de un tiempo se convierten en defectos. Demasiadas personas se la pasan buscando amores como ropa en tienda por departamentos. “Esto me conviene, entonces de esto me enamoro”. Decimos que amamos a alguien, pero constantemente le estamos pidiendo que cambie su forma de ser.
Nos pasamos demasiado tiempo sufriendo para que alguien que nos hacía feliz con solo existir ahora nos haga feliz cambiando su esencia. Anhelamos el cambio de conducta en la persona que decimos amar sin saber si, al cambiarla, seguiremos amándola. Nos decimos enamorados cuando en realidad solamente estamos acostumbrados. Nos enamoramos haciendo feliz a otro y terminamos frustrados porque no nos hicieron felices a nosotros.
Si amas por conveniencia, probablemente te dejarán por amor a otro. El desespero de estar solo lleva a buscar lo que sea como pareja y te dejará siendo lo que sea como pareja. Ese asunto de intentar cambiar las conductas de la persona que decimos amar parece a veces la negación a darnos cuenta de que no lo amamos como es. Si no amas a la persona, ¿cómo es que amas entonces?
No podemos cambiar a nadie. Solo cambia quien desea hacerlo por sí mismo.
Entre amores y mentiras
Nos enamoramos y empezamos a negar la realidad para no dejar de vivir la fantasía. Perdemos todo contacto con lo real una vez que intentamos desde la excusa del amor, justificar la falta de amor hacia nosotros. Nos mienten, traicionan, estafan y como estamos “enamorados” negamos todo suceso dándole explicaciones inverosímiles. Desde la baja autoestima, para no perder a la persona de la que estamos enamorados, somos capaces de justificar sus actos más traicioneros. Algunos aceptan la traición para no vivir la soledad, pero cuando empiezas a justificar la perfidia, ya no puedes decirte enamorado, solo cabe entender que pasas a ser humillado.
Cuando te engañan una vez nunca fue tu culpa, cuando lo hacen varias veces, sin duda la responsabilidad de la credulidad es tuya. Quizás no sientas que tienes baja autoestima, pero cuando te traicionan y lo justificas o aceptas es porque definitivamente te falta amor propio.
Si tienes que hacer malabares o inventarte mil cosas para descubrir si tu pareja te engaña, ¿piensas qué tan bajo puedes caer? Quizás sí lo has pensado y no te importa. Grave. ¿Hasta qué punto es suficiente para darte cuenta de que ese amor ya no te sirve? Si sabes que te han engañado ¿para qué sigues buscando más pruebas? Si no las encuentras, ¿piensas que ahora sí te dicen la verdad?
¿Qué sentido tiene que busques más mentiras de quien ya te ha dicho varias? Debes entender que si después de mentiras y traiciones no te has separado, estás dando pauta para que lo sigan haciendo. Tú eres la medida de lo que en el amor te sucede.
Si eres capaz de negar la realidad y humillarte, no culpes al amor, son tú y tu baja autoestima. ¿Qué te hace seguir al lado de quien te miente? ¿El miedo a la soledad? ¿Cómo crees que quedarás al final?, ¿no lo has pensado? Si no te cumplen las promesas y vives en la eterna espera, ¿qué te hace pensar que sí cumplirá?
Puedes engañarte y pensar que quien te miente te ama, pero, ahora bien, ¿quieres seguir mintiéndote?
Amores peligrosos
Hay obsesiones que se confunden con amor. Nos enseñaron a cuidarnos menos de los amores obsesivos. De hecho, sin darnos cuenta nos enseñaron que esos amores eran buenos. De amores obsesivos están llenas las páginas rojas que refieren asesinatos pasionales. Glorificamos estos “amores” asumiendo que son los esperados, sin darnos cuenta de que son la puerta al infierno emocional. Es sumamente importante reconocer un amor obsesivo, ya que dentro de la cultura, sus síntomas en realidad son las acciones que las fantasías amorosas esperan. Los amores obsesivos inician dentro de un marco de dependencia que luego va degenerando en la destrucción de la personalidad de la víctima.
El asunto obsesivo nace con un “sin ti no puedo vivir” y termina en “te mato si no eres mía”. La dependencia amorosa del “te amo al nivel de necesitarte a diario” degenera en obsesiones fatales como “dónde andabas, con quién, dime todo”. El proceso obsesivo generalmente inicia en un acto lleno de “devoción amorosa” que hace que la víctima se sienta “amada”. “Necesito verte a diario”, “estás en todos mis pensamientos”, “necesito amarte a cada instante” son frases obsesivas entendidas mal y vistas como frases buenas, de amor, de deseo.
Los amores obsesivos tienen etapas que inician en el enamoramiento y pueden terminar en asesinatos. Paso a describirlas.
Enamoramiento
El perfil obsesivo se desvive por el otro. Cambia sus rutinas y afecta sus áreas de seguridad para “enamorar” al otro. En esta primera etapa, el obsesivo complace todos los gustos del otro e intenta llenar sus espacios. Su víctima se siente “protegida y amada”. Durante esta primera etapa, el obsesivo intenta darle todo a su víctima y cambia todos sus patrones para estar todo el tiempo juntos. Frases típicas de primera etapa: “Me estoy enamorando de ti” (y no ha pasado un mes desde que salen juntos), “me afecta no estar a tu lado”, “contigo me siento mejor”, “no sé cómo vivía sin ti”, “conocerte ha cambiado mi vida para siempre”.
En términos de conductas, esta primera etapa está caracterizada por un profundo galanteo y un total cubrimiento de espacios vitales. Igualmente, en conductas esta primera etapa está enmarcada en una especie de “llegaste a mi vida y te convertiste en lo más importante de ella”. La víctima se siente “amada”: “Quiere estar siempre conmigo”, “imagínate, hasta ha dejado de trabajar para estar conmigo”.
Dependencia amorosa
Aquí la víctima empieza a anular su personalidad sin darse cuenta. En la segunda etapa, el obsesivo inicia una cruzada para generar dependencia. Paga cuentas de la víctima, no deja que maneje, le transporta. Esta segunda etapa viene enmarcada en el inicio de los celos y el chantaje: “Yo que he dejado de hacer todo por ti”, “ese amigo no me gusta”. En la segunda etapa empieza la obsesión por el cambio: “debes cambiar tal cosa”, “por tu bien deberías hacer tal cosa que te digo”. Esta etapa del “cambio” es donde la víctima inicia un proceso de despersonalización. Empieza a sentirse culpable por ser como es.
En esta etapa el obsesivo produce un constante estado de dependencia en su víctima y esta tiende a sentirse “atendida y llena de seguridad”. El obsesivo en esta etapa generalmente invita a que la víctima deje el trabajo con un “yo cubro todo”. Genera dependencia económica y emocional. Ya en esta segunda etapa el obsesivo muestra niveles de agresividad y la víctima, ya anulada, empieza a justificar las acciones del obsesivo: “Es que él tiene su carácter”.
Hasta este nivel la víctima se siente amada, pero también un poco agobiada. El obsesivo “no la deja ser” y quiere arropar todos los espacios. Los celos y el “debes cambiar porque yo sé qué es lo mejor para ti” son los elementos básicos en la relación. Frases típicas de la segunda etapa: “Yo te doy todo, no tienes que trabajar”, “te necesito más que a nadie”, “nadie te amará como yo”, “¿tu vida sería igual sin mí?”.
Etapa “dantesca”
Todo se convierte en un caos y la víctima ya atrapada y sin personalidad, no sabe salir. En la tercera etapa del amor obsesivo los celos ya son cotidianos y los accesos de irritabilidad y arrepentimiento son constantes. Esta etapa está enmarcada en un nivel altísimo de inseguridad y las demandas para que la víctima cambie hasta su manera de respirar son constantes. El nivel de chantaje es alto: “Yo te di todo y tienes que hacer lo que te digo” o “si me dejas, me mato”. En este contexto la víctima ya anulada recibe la presión social y familiar de que debe salir de allí, pero ya no tiene fuerzas, no tiene voluntad. El obsesivo en esta etapa no le permite a la víctima ninguna autonomía, un día le grita y otro día le lleva flores. Hoy te amo, mañana eres una puta. La víctima siente que ella es la culpable de todo, que si él se pone bravo es por culpa de ella. Vive confundida y peor aún: cree que lo ama. La víctima intenta cambiar todo de su personalidad para complacer al otro y este un día la felicita y otro le pega. Luego muere de culpa y produce lástima.
Las frases típicas de esta tercera etapa son: “Yo te di todo y mira cómo me pagas”, “no hiciste lo que te dije y te fue mal”, “no eres la misma”, “te vieron con ese amigo y parecías una puta”, “no te vistas así”, “no hables así”, “no quiero que hables con ese o esa”. El comportamiento típico de esta etapa es el proceso pasivo agresivo: “Si quieres salir, hazlo, pero te advierto que si regresas y no estoy, me fui para siempre”. Al final, muchos casos de amores obsesivos terminan en asesinatos o profundas agresiones de las que la víctima no puede escapar fácilmente. En estos amores peligrosos todo nace en un proceso de “este tipo me ama como nadie” y termina con “este tipo casi me mató”.
¿Cómo salir de esos amores obsesivos o peligrosos? Busca ayuda. ¡Ya! Tú solo(a) no podrás hacerlo.
¿Le abres la puerta al amor?
Es tan fácil volverse loco de amor, llenarse de pasión e intensidad y dar un beso lleno de ternura que sepa al resto de la vida. La felicidad está a la vuelta de la esquina, el asunto es que parece que a la gente se le complica encontrar la esquina. Se aferran a sufrimientos y se vuelven adictos a las emociones descalificadoras que les permiten decir “sufro por amor”. No es que no entienda del sufrimiento, es que no comprendo que no se den cuenta de que amor sin risa ni alegría no es amor. Sufrir crónicamente es patológico, pero parece que son palabras vacías que no se entienden a la hora del dolor. Sin duda alguna, como decía Erich Fromm, no sabemos amar, solo sabemos depender.
Pareciera que no le abrimos la puerta al amor; es como si el cartero llamara, pero no nos interesara la carta. Llenamos de razonamientos intelectuales el acto íntimo de cruzar las piernas, besarse en la mejilla mientras susurras un te amo a cada beso. No nos atrevemos a inmiscuirnos en la piel del otro y regalar un aliento que proponga deseo y determine un llamado diciendo “quiéreme”. Confundimos amor con sexo y sexo con miedo, al final amar nos da miedo.
Rompemos relaciones con el único fin de que no rompan con nosotros, como si el amor fuera una competencia de egolatrías que no sabe de humildad y disculpas. Nos da pavor que nos dejen solos, pero no admitimos nuestra dependencia a la libertad de sabernos autosuficientes. Varias veces pareciera que la mejor pareja de uno es uno mismo.
Pero existe otra cara de la moneda. Si nos atrevemos a abrir las puertas al amor, entonces el dolor también se inmiscuye; si lo aceptamos como parte del proceso, entonces hemos superado nuestros miedos y lo acogemos como se acoge en la familia a la oveja negra. Nos prometemos no pelear más y besarnos mucho. Decidimos hacer más el amor y menos la guerra, dejamos los reclamos y nos entregamos a aprendernos la piel del otro. Claro que duele, siempre duele, pero “París bien vale una misa”. Someter el ego y decir te amo no son actos de humillación, son más bien la muestra inequívoca de que nos atrevemos a confiar en el otro así la confianza nos sea esquiva. Cuando abrimos la puerta al amor nos deslastramos de nuestras seguridades y acogemos la incertidumbre de sabernos vulnerables. Enamorarse es algo parecido a entregarse sin ninguna garantía: peligroso, arrojado y aventurero, pero para mí solo hay un amor peligroso y es el que no se tiene.
Cuando nos convertimos en la primera pareja de nuestro amor, la cual ha tenido decenas de relaciones anteriores, entonces hemos entendido que nuestro amor siempre es una primera experiencia. Si besamos unos labios mil veces besados como la primera vez, entonces hemos aprendido que el amor siempre es nuevo, que es una oportunidad y que si abrimos la puerta quizás lo que sobrevengan sean buenas noticias, aunque vengan adornadas con una rosa llena de espinas.
Amores del pasado
A veces el amor merece una segunda oportunidad, a veces. A veces volvemos con amores del pasado solo para darnos cuenta de que nunca fuimos más felices que con esa persona. Existen amores inolvidables y cuando regresan parece que el tiempo se hubiese detenido. Son los amores que, cuando terminan, buscas ese mismo amor en otras personas para darte cuenta de que no lo hallarás nunca más.
En cambio, hay amores del pasado que se vuelven presente, pero si no se aprendió la lección, tenderán a terminar de nuevo. Cuando consideras solo el rencor con base en tus relaciones del pasado, nada has aprendido sobre el amor, pero sí sobre el rencor. Sabes que no has superado un amor del pasado cuando todo te recuerda a esa persona. Si odias con toda tu alma a la persona que alguna vez fue tu amor, deja de mentirte, aún la amas. Es una fatalidad no aprender sobre los errores del pasado. El amor que regresa debe hacerlo bajo la base de lo aprendido.
El refrán que dice “chivo que se devuelve, se desnuca” no aplica a los humanos, solo a los chivos. El amor, si es verdadero, merece todas las oportunidades del mundo. A veces uno escucha a personas hablar de lo decididos que serían al terminar una relación. Quien lo ha hecho en verdad sabe lo difícil que es hacerlo.
A veces volver con el amor del pasado es darse cuenta de que el presente nunca fue mejor que el ayer. La dignidad, el orgullo y la autoestima son la medida para saber si debes volver con un viejo amor o no. El perdón y el olvido también son ingredientes necesarios para tomar una decisión. Si eres de los que cree que lo que no funcionó no funcionará jamás, es que no tienes hijos. Cuando los tienes, nunca pierdes las esperanzas. A nadie le tiene que importar lo que crean los demás sobre las segundas partes, lo importante es lo que crea cada quien, porque el amor es así, es personal, ninguno es igual a otro. Cada persona debe vivir sus experiencias. Evitarlas es evitar la vida. El amor, como todo lo humano, no está exento del dolor. Desconfío plenamente de quien me aconseja separarme de mi pareja, solo uno sabe lo que vive. Todos los profesionales de la salud mental coincidimos en algo: la rigidez es ingrediente de toda enfermedad mental. El amor es una lotería donde pueden perder la ruleta, la bolita, el crupier y tú, pero cuando ganas, lo hacen hasta tus vecinos. Muchas veces al volver con un amor del pasado aplica el “tanto nadar para morir en la orilla”. Todos aquellos que hemos sufrido por el amor tendemos a no creer en él, pero después nos enamoramos de nuevo. He visto personas jurándose amor para luego divorciarse. ¡Quien sepa sobre el amor que levante la mano! Yo seguiré aprendiendo.
A veces no te dejas amar
Existen personas que desean ser amadas, pero no tienen la más mínima intención de amar. Personas que no están dispuestas a entregarse en una relación, esas que también son un barril sin fondo y esta vez no por dependientes, sino por egoístas, porque no son capaces o no quieren asumir que amar implica dar y recibir. Hablo de quien quizás ha sufrido en una relación en la que lo dio todo y salió con las tablas en la cabeza, pero no se puede culpar al que llegó por los errores del que se fue.
El problema aquí es que no se puede pretender ser tomado en serio en una relación, si uno mismo no lo está haciendo en serio. Quieres un amor pleno, pero no te has preguntado si tú eres capaz de dar a plenitud. Es como el que empieza una relación con una persona casada y luego exige fidelidad. Insólito, pero sucede. Si no estamos dispuestos a tener una relación de entrega compartida, no podemos exigir que el otro sea generoso. Si tú no te consideras una buena pareja, entonces cómo aspiras a merecer a alguien que lo sea. Pregúntate: si conocieras a una persona igual que tú, ¿te gustaría esa persona? ¿Pensarías que es la pareja para ti? El amor no se merece, el amor se otorga.
Aunque parezca una afirmación temeraria, hay personas condenadas a la soledad. No sirven para ser pareja de nadie. A veces las relaciones fracasan por ti, porque el amor nunca sobrevive a los malos tratos. Otras veces creemos que lo hacemos bien y no es así, eso ocurre porque quizás solo hablamos con nosotros mismos.
En mi experiencia el amor es un perezoso, si tú te escapas de él, no hará nada para perseguirte.
Analizar el amor
El amor es un invitado siempre inesperado. Nace de la nada y muere en lo ideal: cuando acaba la vida. No concibo el amor sin poesía, ni poesía sin un corazón roto, ni un corazón roto sin haber sido feliz alguna vez. El amor es un intruso conocido, cuando nos damos cuenta de su presencia es porque ya está instalado muy adentro; solo el amor puede derrotar los límites de la sexualidad. Es un sentimiento tan intenso que no le importa si el otro es de tu sexo o no.
Cada día estoy más convencido de que el amor es una locura que nos hace normales. En mi experiencia, el amor no te hace libre. Te hace prisionero de ser la persona más feliz del mundo. Quien no ha estado enamorado se burla del amor. Quien ha sido herido por el amor, se burla del enamorado. Si hablas mucho del amor es porque no estás besando a quien amas. Cuando alguien me pide explicaciones sobre el amor, entiendo en ese preciso momento que no ha estado enamorado. Yo tengo totalmente claro que tú no tienes ni puta idea de lo que es el amor cuando razonas y analizas sobre él.
Pensando sobre el amor
Existen amores felices, pero sin duda que a algunos les cuesta muchísimo encontrarlo. Es difícil estar abierto al amor si has sido demasiado herido por ese sentimiento. Nada más complicado que confiar después de haber sido muchas veces engañado. El amor es maravilloso siempre que lo encuentres, mientras tanto es solo un deseo incumplido.
Se convierten en demonios aquellos besos del amor que ahora ya no tienes. Las cartas de amor se vuelven un chillido del infierno cuando quien te ama te traiciona. Muéstrame un amor traicionado y te mostraré un ser que no confía. A quien le han roto el corazón, sabe bien que no existen parches que lo curen. La vida siempre nos da golpes, pero es imposible darle golpes a la vida. Somos víctimas de nuestras decisiones.
Cuando uno está enamorado, siempre se es un loco, un músico y un poeta. Ningún enamorado sabe que hace el ridículo, solo nos damos cuenta cuando ese amor se nos va y pensamos en todo lo que hicimos por amor. Si estás enamorado no eres infiel. Ser infiel es una confesión que no todas las parejas entienden. No es un asunto de si se puede ser fiel o no. El asunto es que prometes serlo y después no lo cumples.
La muerte no acaba el amor, es la traición y la rutina las que lo devastan y lo anulan sin piedad. No sirve ser un experto en comenzar amores, lo que vale la pena es mantenerlo y, en eso, muchos son ineficientes. El amor es siempre una promesa que implica un siempre y un nunca. Siempre te amaré y nunca te dejaré.
Amores que no se dieron, recuerdos que siempre quedan
Hay personas que pasan por la vida de uno y dejan una huella imborrable. La relación no cuaja, pero el recuerdo queda. A veces una relación no funciona, pero esa persona te deja marcado buena o malamente para siempre. Esos son amores que se transforman, se vuelven algo etéreo que no puedes palpar, pero sabes que están allí. Personas que una vez amaste y después ya no lo hiciste en forma de relación, pero quedó la sensación de nunca separarse.
Hay gente que pasó por la vida de uno y que siempre se recuerda, siempre forma parte de esa vivencia que añoras y no volverá, o relaciones que dejan de serlo para convertirse en otra cosa. Amigos, compadres, lo que sea, pero nunca se acaba el nexo. Así como queda la imagen de un paisaje, el olor de la abuela, queda la sensación del beso que diste y nunca más lo repetiste. La novia de la escuela que besaste debajo del samán, la primera bofetada, el primer amor, recuerdos que nos hacen suspirar. Aquella canción que recuerdas con su imagen, aquel amigo que era mutuo, aquella película agarrados de la mano.
Definitivamente esas personas no eran para ti, pero sin duda nunca más te serán indiferentes. No las olvidas así no estés enamorado de ellas. El recuerdo de la palma sudorosa al agarrar la mano esquiva de la chica en el cine. Ese beso atolondrado con torpeza de lenguas y sonidos estridentes. Siempre recordado como el primero y el más ingenuo. Hay personas que viste y sentiste, las dejaste de ver y las sigues sintiendo. Cuando no las sientes, es que quizás te moriste y no lo sabes. Hay palabras que quedan, sonrisas que nutren, caricias que queman. Son recuerdos, son amores, es la vida, tu vida. Hay amores adultos que son ingenuos y amores jóvenes que son experimentados.
Uno puede amar a otra persona y no a aquella, pero ese recuerdo que no se borra no es amor, es remembranza es poesía en tinta invisible. Hay besos que pasan y no los recuerdas; en cambio, hay labios que nunca te besaron y están en tu recuerdo hasta el fin del pensamiento. Es esa melodía que tarareas, es el baile que se compartió, es cuando rozaste su mejilla y dijiste, caramba, existe Dios. Hay personas que se llaman recuerdos, pensamientos que se apellidan nostalgia, hay futuros con sobrenombre de hoy. Hoy amas a una persona y no a la otra, pero en tu corazón sabes que aquella siempre acompañará tus suspiros recordados.
Hay personas que son recuerdos, hay imágenes que son historias y hay besos que son el hoy. No hay presente que te borre un recuerdo de aquel beso que por absurdo fue una ópera prima. No es posible olvidar a quien siempre recuerdas. No hay forma de pensar en pasado aquello que es futuro. Lo mágico de esos recuerdos es que inevitablemente los recuerdas siempre hoy. Hay amores que no sirven para estar unidos, pero al recordarlos siempre se tienen cerca de uno. Ningún amor presente puede borrar el amor pasado. El recuerdo sirve de referencia, ya sea poesía o un mal verso. Al principio el amor es siempre una tormenta indomable, al final, terminas amando a quien te produce paz.
Cuando tememos enamorarnos
Muchas personas se meten en relaciones con tendencia al fracaso solo para reafirmar su prejuicio de que el amor apesta. El miedo al amor nace de desconocerlo. El amor lleva implícitos felicidad y dolor, y cuando el amor nos duele, solemos salir despavoridos. Aprender a amar es disminuir la posibilidad de dolor.
El miedo a enamorarnos nace inexorablemente de un corazón roto previamente y hace que nos convirtamos en adoradores de la soledad acompañada, es decir, del sexo casual. Cuando evitamos el amor gritamos al mundo cuánto nos ha dolido habernos enamorado, condenamos nuestras relaciones al fracaso, vemos cualquier detalle negativo de la pareja de turno como un tumor cancerígeno de la relación, hacemos que el sexo se convierta en un sitio más seguro para nuestro corazón. Temer al amor es siempre una apuesta a la soledad con esperanzas de estar acompañado, pero sin nunca salir de casa, es confesar que una vez odiamos a quien nos rompió el corazón, es haber comprendido el dolor de terminar.
El amor no siempre duele, pero cuando duele es tan intenso que la perspectiva de volver a enamorarnos nos aterra.
Cada relación nueva se convierte en una apuesta a que nos romperán el corazón de nuevo. Lo curioso es que generalmente aprendemos más del amor cuando nos rompen el corazón que en otra situación. En realidad, el amor es siempre una apuesta a que todo va a salir bien cuando en realidad todo parece en contra.
A mayor pragmatismo sobre el amor, más confesión de parte de quien ha sido herido profundamente. Aspiramos al amor “para siempre” hasta que nos damos cuenta de que lo único seguro es la posibilidad de que nos partan el corazón.
En mi experiencia, solo se puede amar verdaderamente después de que hemos sido heridos en el amor.
Para quienes esperan el amor
El primer amor debería ser siempre hacia uno mismo. Eso no tiene discusión. Es por allí por donde se tiene que empezar. En mi visión de las cosas, el amor siempre es irracional porque si lo piensas no te enamoras. No pienses en un amor para siempre, piensa un amor que te toque a ti. Y si fuese el caso, recuerda que al amor le importa un comino tu preferencia sexual. No te crees problemas por eso. Amar siempre valdrá la pena.
Vivir es mejor si se vive con un amor. Amar y ser amado le da sentido a la vida. Merecemos el amor, pero a veces no nos damos cuenta de eso. Nuestros mejores momentos generalmente son al lado de alguien a quien amamos. El amor siempre es una opción, así duela.
Al final, terminamos
Ese duro momento en que te das cuenta de que todo cambió para siempre. Es liberador ese momento donde te retiras del amor que oprime, pero también es doloroso darte cuenta de que ya terminó. Clamamos porque nada cambie en un mundo donde nada permanece igual. En ese sentido, la estabilidad no es posible. Ese momento donde te das cuenta de que el adiós le da la bienvenida a la soledad.
Es inútil postergarlo, tarde o temprano, no importa, duele igual. Ese momento donde nos damos cuenta de que nos hemos equivocado tanto que el amor no resistió tantas fallas. Nos molestamos con nosotros mismos solo para percatarnos de que no sabemos amar, pero tampoco intentamos hacerlo bien y es entonces cuando reflexionamos que nos quedamos solos por nuestros propios errores. Ese pensamiento no alivia, sino que empeora.
Y nos preguntamos “¿para qué seguir buscando amor cuando los pierdo todos?”. La respuesta no importa. Igual seguimos buscando. Peor aún, terminamos relaciones aspirando a que el amor no nos duela tanto y terminamos entendiendo que sigue doliendo igual.
Glorificamos la soledad para mantenemos dignos ante la pérdida del amor o la incompetencia en hacer que se mantenga junto a nosotros. Duele entender que el amor se escapa de nosotros, como si huyera, alejándose del maltrato que le damos. Nos mentimos a nosotros mismos, peor aún, no sabemos que nos mentimos a nosotros mismos. Nos equivocamos no en la forma de amar, erramos en creer que deben amarnos de la forma como nosotros amamos al otro.
Nos gusta que el amor nos mienta y nos diga que somos maravillosos y, si algo malo pasa, no soy yo, eres tú. Porque quien tiene miedo a perder en realidad tiene miedo a ganar. Si gana puede llegar a perder. Ese es el terror, entonces es mejor no tener nada y no temer nada.
Miramos en nuestra historia buscando dónde nos equivocamos, todo para construir un futuro sin equivocaciones. ¡Qué locos estamos! No queremos terminar la relación, queremos terminar el dolor que nos produce.
Insatisfechos permanentes del amor, barriles sin fondo que buscamos que nos llenen de amor, sin darnos cuenta de que lo derramamos. Nos preguntamos qué hicimos mal. “Amar a quien no debía”, decimos. La realidad es que quizás a quien no debieron amar fue a nosotros.
Al final terminamos para volver a empezar. ¡Qué fastidio!
Conclusiones sobre el amor
Cuando hablamos del amor, hablamos generalmente de normas. No hay amor sin seres humanos, sin cultura y sin sociedad. El amor es un constructo que va más allá del sentimiento.
Cuando hablamos del amor, lo hacemos desde nuestras propias percepciones, porque un sentimiento que hace que nos unamos a personas que no conocemos y que dediquemos nuestra vida a intentar hacerlas felices, esperando también ser felices nosotros, merece una cantidad infinita de conceptos que, al final, no sabemos si son reales y objetivos, o no.
En definitiva, cuando hablamos del amor, sencillamente hablamos de la manera como amamos, por eso, en las normas del amor definimos un poco nuestros conceptos sobre este. Por ejemplo, decimos que son normas del amor el permanecer juntos para siempre, ser profundamente fieles o acompañarnos en la enfermedad y en la pobreza.
¿Y cómo vivir las normas del amor? Pienso y sostengo que las normas tienen que ser regidas, fundamentalmente, por lo que nosotros pensamos y decidimos que deben ser ellas mismas. No creo que las normas del amor deban ser definidas por una sociedad, una cultura, una religión o un concepto prejuzgado, porque el amor tiene que ser vivido, experimentado y fallado, y también ser exitoso en uno o muchos momentos determinados de la vida.
Amamos de diferentes formas, dependiendo de la edad que tengamos. En consecuencia, si nosotros queremos establecer normas del amor que realmente nos funcionen, tenemos que pensar en nuestra vida, nuestras experiencias, nuestros juicios y nuestros propios conceptos y visiones de las cosas en torno a este sentimiento.
Cada vez que nos regimos por las normas del amor impuestas por la sociedad, la cultura o la religión en lugar de hacerlo por aquellas que hemos creado nosotros mismos, según nuestra propia visión, cometemos un grave error. En este sentido, mi sugerencia es que desarrollemos conceptos propios y una visión particular del amor, desde la adultez y la madurez de cada uno, para definir, ejecutar y experimentar nuestras propias estructuras y formas de amar.
También es fundamental entender que esas fórmulas no pueden ser rígidas, no podemos esperar que sean estructuras que se mantengan en el tiempo, porque es el proceso de madurez, de evolución personal y de visión individual lo que va definiendo nuestras normas, en la medida en que vamos experimentando, sufriendo y viviendo el amor. Si no somos lo suficientemente flexibles para ir adaptando las normas del amor a lo que vamos viviendo, lo más seguro es que entremos en una realidad que define, en muchos casos, nuestras vidas: los dramas del amor.
¿Cuándo vivimos estos dramas? Cuando lo que pensamos y planificamos que era el amor y que debíamos vivir no funcionó, no sirvió o no se estableció como era. Por eso, para evitar esta situación, lo primero que debemos hacer es comenzar a vivir desde nosotros mismos, desde nuestra propia visión, basados en nuestra personalidad. Si nosotros queremos evitar los dramas del amor, tenemos que comunicarnos de manera coherente, correcta y directa con la persona con la que hemos decidido comprometer nuestra vida. No creo que una relación basada en mentiras, en ocultamiento y en fingir tenga éxito; por el contrario, son situaciones que llevan directamente a los dramas.
La infidelidad, la soledad, el maltrato y todas las situaciones que desembocan en sufrimiento dentro de una relación son, en principio, procesos que intentamos cambiar cuando las detectamos. El problema es que, como tenemos la idea de que el amor lo puede todo, que es infinito y único, indivisible y eterno, muchas veces nos empeñamos en cambiar las situaciones sin entender que, posiblemente, nos unimos a personas que no estaban dispuestas a cambiar.
Para evitar los dramas del amor tenemos que entender que el amor debe ir ligado a la felicidad, al placer, al compromiso y a la lealtad. Si nos unimos a esos cuatro procesos y establecemos nuestra vida en función de vivirla con alguien que tenga esos mismos valores y principios, lo más probable es que los dramas no sobrevengan.
Cuando entendamos que el drama va ligado a nuestra frustración ante los conceptos que teníamos del amor y que no se concretaron, entonces empezaremos a buscar personas que tengan valores y visiones parecidas a los nuestros. Nos concentraremos en observar minuciosamente con qué clase de persona queremos compartir nuestra vida, en vez de dejarnos llevar únicamente por la pasión, la sexualidad y el deseo.
Si bien esto nos va a ayudar a evitar los dramas, no necesariamente nos va a vacunar contra otra realidad presente en las relaciones: los amores enfermizos. El amor enfermizo es todo aquel que, a pesar de buscar la unión, el compromiso y la convivencia con la persona que amamos, sencillamente nos liga al sufrimiento, la tristeza, el llanto, el maltrato y toda clase de situaciones que nos hacen infelices.
Muchas veces ese mismo amor que nos une a una persona, con el deseo, el compromiso y la lealtad, nos puede hacer mucho daño, cuando entramos en relaciones destructivas que nos hacen vivir un infierno. Pero ¿qué podemos hacer para que nuestro amor no sea enfermizo? Entendamos que el amor es felicidad, compromiso, risas y alegrías. Asumamos también que el amor, aunque tiene retos y nos presenta situaciones que nos pueden molestar, entristecer o hacernos sufrir, esto no puede ser un proceso crónico, porque, justamente, la cronicidad y el sufrimiento enferman el proceso natural de la relación.
El problema no es no sufrir, el detalle está en que suframos siempre. Cuando empezamos a darnos cuenta de que nuestro amor, o el amor que nos tenemos, nos produce sufrimiento, tristeza y dolor, entonces es allí cuando debemos entender que tenemos un amor enfermizo. ¿Y cómo acabamos con esta situación? En esto quiero ser profundamente tajante: ¡Saliendo de allí, terminando!
Desde mi punto de vista, el amor es dar. Cuando establecemos relaciones en las que, de alguna forma, estamos restando en vez de sumar, vivimos un amor sin compromiso e infeliz. Esto no quiere decir que nos entreguemos plenamente sin esperar nada a cambio; no, no es esa mi propuesta. Lo que quiero que entendamos es que cuando amamos a alguien y damos porque queremos que sea feliz, la felicidad de esa persona nos trae felicidad también a nosotros.
Acá quiero hacer un comentario con respecto al enamoramiento, entendido como esa etapa inicial en la que nos estamos conociendo y establecemos un proceso que nos permite saber si realmente vale la pena estar juntos en una relación. El enamoramiento es un proceso biológico y químico que va ligado más al deseo que al sentimiento, nos obnubila el razonamiento y nos empaña el conocimiento. Por eso, te propongo nunca tomar decisiones fundamentales solamente por estar enamorados. Yo no creo en el enamoramiento a la hora de establecer un compromiso ligado al amor para siempre, o al amor que, de alguna forma, nos llene la vida.
También ocurre que muchas veces nos enamoramos solos, es decir, que deseamos y queremos a una persona que no nos corresponde y es muy importante cuidarse de que ese enamoramiento no se convierta en obsesión. A pesar de que Platón decía que el enamoramiento es fundamental, en la vida moderna debemos entender que estar enamorados sin ser correspondidos es un sufrimiento absoluto y profundo que entra dentro de la categoría de amor enfermizo. No creo que el enamoramiento sin correspondencia sea una decisión positiva. No vale la pena luchar y librar una especie de batalla para que otra persona se enamore de ti. Me disculpan los románticos, pero creo que esta situación no tiene nada de bonito.
Otro aspecto importante para tener en cuenta cuando hablamos de las relaciones amorosas es interiorizar que el amor se vive hoy, porque cuando pensamos y planificamos que lo vamos a tener mañana, nos llenamos de angustia y ansiedad. Al establecer relaciones que impliquen que el amor vaya más allá de lo que se vive en el presente, básicamente estamos diciendo que en el futuro vamos a ser los mismos, con las mismas estructuras, que vamos a comprometernos de la misma manera siempre, y que, de alguna forma, nuestros sentimientos nunca van a cambiar, y esto, desde el punto de vista práctico, no es cierto.
¡Cuidado!, esto no quiere decir que no debemos planificar el mañana en relación con el amor, sino que entendamos que tenemos que cuidar el amor hoy y vivirlo ya, desde el ahora, porque cuando lo vivimos desde el pasado, sencillamente estamos pensando en cosas que fueron pero que no sabemos si podrán volver a ser, y cuando lo vivimos desde el futuro, estamos pensando en situaciones potenciales sobre las que no tenemos control.
Si miras objetivamente, al planificar el amor sencillamente estás intentando controlar algo que se te sale de las manos. En ese sentido, mi propuesta es que para amar hay que entender que la comunicación, la relación, el compromiso y las estructuras que definen la convivencia del amor tienen que ser establecidos bajo criterios del hoy, el aquí y el ahora. Debemos vivir el amor con lo que somos y sentimos hoy, con nuestra emoción tal como la tenemos en este momento, entendiendo, además, que el amor no es suficiente. Se necesita mucho más que amor para llevar una buena relación porque, así como lo explicamos en las primeras partes de este libro, una relación amorosa está permeada de muchas estructuras, como el trabajo, la cultura, la religión y los diferentes contextos que cada uno vive en la sociedad en las que está inmerso.
En consecuencia, si pensamos y asumimos que las relaciones solamente se sostienen desde el amor, estamos viviendo de fantasías; pero el amor necesita madurez, inteligencia, compromiso, lealtad, verdades, sinceridad, honestidad, fortaleza, criterios de pensamientos, criterios colectivos y entendimientos de la tolerancia a la frustración. Son múltiples los factores que influyen en que una relación funcione. Así que lo primero que tenemos que entender es que el amor no es suficiente, y lo segundo, que amar es un verbo libre.
El amor es un proceso que no estamos obligados a vivir. El amor no se obliga, no se manipula, no puede ser producido. Más bien nace de lo que llamamos una casualidad, lo hacemos sin darnos cuenta de que nos hemos enamorado. Amamos sin darnos cuenta de que vamos en un proceso de enamoramiento, y que sobre ese amor que se va desarrollando muchas veces no tenemos control. Quiere decir que el amor es libre, el amor hace que amemos de forma indiscriminada, indistinta, omnipresente.
No es posible definir el amor como un criterio que se dirige, como una situación que puedes controlar y llevarla a un sitio determinado. ¡No existen amores en las malas! El amor siempre es un buen sentimiento y es algo maravilloso. Por ejemplo, si voy a vivir amor con una persona con procesos autodestructivos y nos estamos hundiendo como personas y como relación, entonces hay que tener cuidado de que no sea un amor tóxico o un amor enfermizo. El amor está ligado fundamentalmente a la felicidad. ¡Nunca olvidemos eso!
Cuando digo que “Cupido a veces tiene mala puntería” me refiero a que, en ocasiones, nos enamoramos de personas que no corresponden a nuestro amor, no sirven para darnos amor, o nosotros no servimos para dárselo, y al final el amor no es conveniente para ninguna de las dos partes.
Entender que “Cupido a veces tiene mala puntería” implica que no siempre somos perfectos en el amor, que no necesariamente somos las personas idóneas para el otro, y viceversa. Implica también un ejercicio de madurez, se trata de entender que en ocasiones, por más que haya amor de por medio, no necesariamente es bueno, o que el hecho de amar a alguien no implica que esa persona necesariamente tenga que estar conmigo. Al final también es un contexto ligado a la inteligencia y a la madurez.
Muchas veces permanecemos en relaciones en las que sentimos la necesidad de estar con alguien a pesar de que sabemos que no nos conviene, entonces parecemos una canción paradójica de artistas a los que les gusta hacer poesía con las incongruencias: “Te quiero amar, pero no debería hacerlo”.
Cuando hablamos del amor, pueden presentarse situaciones que nos afectan profundamente y nos generan sufrimiento. “Sin ti y contigo” es una de las paradojas más complicadas que existen en el amor, porque fundamentalmente consiste en aceptar que Cupido a veces tiene mala puntería, y por eso, a pesar de que amamos a alguien, debemos separarnos de él o ella.
Cuando entramos en esos dilemas debemos entender que no estamos viviendo un buen amor y esa crisis nos debe concientizar de que es indispensable cortar con una relación en la que estamos enamorados de quien no debemos, es decir, de una persona que nos hace sufrir, nos maltrata y no nos sirve, cuyo amor no nos nutre.
Estas crisis profundas nos deben llevar a entender que aquella persona a la que amamos, con la que estamos y queremos continuar, no nos sirve o, al menos, no sirve para nosotros, porque el amor debe estar ligado al bienestar y todo aquello que se salga de esos parámetros sencillamente no debería estar.
Y justo en esos momentos de quiebre suele surgir un interrogante: “¿Y entonces, con quién me quedo?”. ¡Pues contigo! Esa es la respuesta a toda esta situación, porque a la única persona en el mundo que tienes la obligación de amar es a ti mismo. Cuando te amas, tu autoestima te fortalece y es imposible que compartas tu vida con una persona que no te ame, no te corresponda, no te haga feliz o que no te lleve a sentir que el amor te nutre, que te lleva a lo positivo, que te conecta a lo que realmente deseas vivir en una relación.
Sí, el amor el amor está estrechamente relacionado con la autoestima. Si queremos un amor que realmente nos funcione, lo primero que tenemos que hacer es amarnos a nosotros mismos. Allí no hay negociación, no existe flexibilidad. Tú primero te amas y luego amas a los demás. Pero ¿qué es exactamente amarnos a nosotros mismos? Es protegernos, cuidarnos, comprendernos, visualizarnos de una manera positiva, conocer nuestros aspectos negativos e integrarlos o cambiarlos, dependiendo de nuestras capacidades personales. Cuando te amas a ti mismo es una situación muy similar a cuando tienes un bebé: lo cuidas, lo proteges, lo mimas, le enseñas, lo alimentas y le das todo lo necesario para que esté bien. ¡Y eso es exactamente lo que tienes que hacer contigo!
La baja autoestima rompe con todo eso porque te lleva a pensar que tú no mereces bienestar, y por eso aceptas las migajas que otras personas te dan. Pero cuando vives todos estos procesos de crisis y desamor, es necesario que entiendas que estás hipotecando tu vida.
Yo no estoy tan de acuerdo con el hecho de irse a vivir con alguien tan temprano en una relación. Considero que uno tiene que tomarse su tiempo para entender y visualizar si realmente la historia de amor con esa persona lleva implícitas las letras de la convivencia personal. Además, diré algo con lo que quizás no estés muy de acuerdo: el hecho de amar a alguien no significa ni obliga a nadie a vivir con otra persona. Yo puedo amarte, pero estando separado de ti. Puedo amarte, pero viviendo lejos de ti. Es posible que alguien piense al respecto: “Pero es que las personas que se aman tienen que vivir juntas”. Allí entramos en los conceptos del amor, en las normas del amor y en lo que esa persona y yo creemos que debería ser el amor. ¿Te das cuenta?
Un amor libre tiene que darte la madurez para saber si eres una persona que puede vivir con otra o que puede aceptar que otra viva contigo, porque no siempre es así. Siempre lo he dicho: la mejor manera de saber si alguien sería una buena pareja para ti es viajando juntos, porque es una situación ideal para darse cuenta si te llevas bien en la convivencia con alguien o no.
Ahora bien, ¿queremos amor? Sostengo que todos los seres humanos necesitamos amor, solo que algunos no están muy conscientes de esa necesidad de relación que tenemos los seres humanos, de sentir que alguien nos apoya, nos soporta, nos da estructura, se compromete, nos da placer, felicidad y bienestar.
Puedo estar generalizando al decir que todos necesitamos amor, pero si estás leyendo este libro, estás pensando en el amor. Me atrevo a decir, incluso, que si me estás leyendo en este momento, necesitas amor. Y si entiendes que quieres amor, no vas a aceptar algo diferente, eso es exactamente lo que vas a buscar. En cambio, si estás pensando en fantasías o en cosas irrealizables, pues sencillamente no sabrás lo que quieres y entonces cualquier cosa te puede llegar y cualquier cosa te puede suceder. Incluso puedes quedar en una situación de soledad que, cuando es impuesta, genera sufrimiento por una idea errada de tristeza, melancolía e, incluso, insuficiencia.
¿Por qué digo insuficiencia? Porque cuando estamos solos de manera obligada sentimos que no somos suficientes. No sé si te ha pasado; a mí, que escribo este libro, sí. Cuando la soledad es impuesta, cuando no la he querido, siento que hubo cosas que no hice bien, lo que me hace sentirme mal conmigo mismo. ¿Te pasa igual? Te lo dejo para reflexionar.
En cambio, cuando uno escoge la soledad muchas veces es un proceso de libertad. La soledad, cuando la queremos, cuando decidimos vivirla, es un acto feliz. No te dejes criticar si preferiste la soledad, porque justamente tú tienes el derecho inapelable de asumir la vida como la deseas vivir. Si quieres vivir en soledad, pues sencillamente hazlo, y ya.
Como ya lo he mencionado, una relación amorosa implica compromiso, felicidad y placer, y en este contexto el sexo es fundamental, porque es la amalgama de placer que unifica la idea de estar juntos. ¿Para qué vamos a estar juntos si no sentimos placer por ello? ¿Para qué vamos a estar juntos si no gozamos del hecho de estar juntos?
Por eso no puedes dejar por fuera de una relación el sexo, pues es en la sexualidad donde más te unes, y lo haces desde el placer, desde la liviandad, desde el deseo de estar con la persona con la que realmente a ti te gusta y con quien quieres estar. No comas cuentos creyendo que el sexo no es necesario en una pareja, o que cuando llega un momento determinado, entonces debe acabarse; esto puede ser bastante peligroso y llevarte a una crisis. Y no hay nada peor que una crisis ligada a la ausencia del deseo sexual, a la ausencia de la unión sexual, porque, fundamentalmente, cuando tenemos carencias de placer, el amor empieza a correr peligro.
He oído a mucha gente que en vez de referirse al fin del amor, sugiere que el amor se transformó. Pero en este caso no estoy de acuerdo con esa apreciación: solamente aquellos que hemos sido heridos en el amor, a los que nos han roto el corazón y que hemos vivido las desilusiones de la traición del amor sabemos que el amor sí se puede acabar. Así que ese cuento y esa mentira que nos dicen de que el amor se transforma… Bah, se transformará en la nada, porque realmente los amores sí se acaban.
A veces somos nosotros mismos los que tenemos que decir “ya no te amo y no quiero estar más contigo”, tras tomar conciencia de que los procesos de sufrimiento, de toxicidad o de enfermedad en el amor solo nos hacen daño. No debemos caer en fanatismos ni en la creencia de que el amor tiene que durar per se. Pueden ser criterios religiosos que van ligados al amor, pero si nosotros estamos hablando de la vida práctica, de la vida pragmática, de lo que tú y yo vivimos en nuestras relaciones amorosas, deja de estar comiendo cuentos, porque la verdad es que esos ideales sobre el amor, sobre todo cuando uno llega a la conciencia de que “ya no ama a alguien”, lo único que van a hacer es generar relaciones conflictivas y enfermizas.
El primer conflicto que tienes que resolver cuando entras en una relación de pareja es contigo mismo. Cuando estamos en conflicto con nosotros, cuando vivimos situaciones que no sabemos solucionar, lo más probable es que llevemos nuestros procesos anómalos a la relación de pareja. Para tener una buena relación tienes que mirarte bien a ti mismo y ver si eres capaz de entregarte a otra persona, porque muchas veces estamos pensando en lo que necesitamos, lo que queremos y lo que deseamos, y no nos damos cuenta de si somos capaces realmente de llenar las expectativas del otro.
¿Recuerdas cuando te dije que amar es dar? Ah, bueno, tienes que saber si realmente das y cuál es la calidad de lo que das. Y uno de los elementos que nos pueden decir si realmente estamos amando desde el dar, desde llenar al otro, desde nuestras propias estructuras que nos llevan a la felicidad, es revisar cuántas veces le dices al otro que tiene que cambiar y cuántas veces recibes el mensaje de que tienes que cambiar.
Es interesante este asunto porque amamos a las personas, en principio, como son; luego, cuando convivimos, queremos que cambien sus aspectos personales para poder vivir juntos. No necesariamente estoy de acuerdo con eso, porque sí es verdad que para convivir tenemos que hacer cambios para adaptarnos el uno al otro, pero también es cierto que esos cambios no pueden ser de personalidad, porque cuando amamos a alguien lo amamos como es, y cuando alguien nos ama, nos tiene que amar como somos.
Así que hay que tener cuidado con ese tema de cambiar por amor, porque siempre que estemos pensando en que el otro tiene que cambiar o que nosotros somos los que tenemos que cambiar corremos el riesgo de aparentar ser una persona completamente diferente a la que realmente somos, lo cual le abre paso a la posibilidad de que las mentiras estén presentes dentro del amor.
Acá quiero detenerme frente al tema de la mentira. En principio, debemos identificar dos tipos: las que le decimos al otro y las que nos decimos a nosotros mismos. Y quizás habría una tercera clase: la que nos decimos a nosotros mismos, pero que no sabemos que son mentira. Es lo que llamaríamos el autoengaño. A este respecto soy profundamente rígido: no podemos amar desde la mentira. No podemos amar desde la falsedad o desde el fingir. Decir “te amo” cuando realmente no se siente es la peor estafa emocional que podemos cometer. Fingir una personalidad o una manera de ser es una manera muy vil de entrar en relaciones tóxicas, enfermizas y que nos van a llevar al sufrimiento.
Así que debemos ser muy cuidadosos con el hecho de decir mentiras y estar muy atentos a que no nos las digan. Hay que tener cierta tolerancia, evidentemente, a algunas mentiras blancas. Pero cuando entendemos que la otra persona nos está mintiendo de manera descarada y que constantemente recurre a artificios para estar con nosotros es allí cuando tenemos que decir “ya basta, ya no te amo”. El amor y las mentiras no pueden convivir; entenderlo es crucial.
Aunque las relaciones tienen el riesgo de derivar en crisis, sufrimientos y dolores, no debemos caer en el error de cerrarnos al amor para protegernos. Amar siempre será bueno, aunque duela muchas veces. Pero es que el amor no es lo que duele, sino las mentiras, las estafas emocionales, cuando nos metemos en relaciones en las que no debíamos o cuando convertimos en mala una relación que podía ser buena. Cuando el amor está, cuando existe, nunca es malo. Por eso, siempre abre las puertas al amor, esto es fundamental para poder relacionarnos desde la felicidad, el compromiso y el deseo. Amar siempre será una buena noticia.
Pero ¿tener la puerta abierta al amor, implica dar cabida al pasado? Personalmente creo que no, los amores del pasado ya fueron y sencillamente ya cumplieron su ciclo. Esto no quiere decir que no sea posible que haya gente que sea feliz volviendo con un amor del pasado. En el momento de escribir este capítulo, una artista muy famosa, Jennifer López, se une a Ben Affleck, otro artista muy famoso, después de 17 años de estar separados; pero por uno u otro caso que funcione, no podemos hacer estadísticas totales.
En mi opinión, los amores del pasado deben quedarse en el pasado, porque los amores del futuro siempre van a traer nuevas experiencias y nuevas historias. Pero tú puedes pensar diferente a mí y básicamente estar haciendo tus propias normas del amor. ¿Te das cuenta de que así puede funcionar? Ahora, aunque tú decides qué hacer con tu vida, piensa en algo: si viviste una mala relación, qué te hace pensar que no vas a recrudecer situaciones complicadas que volverán a traer sufrimiento.
Lo que sí pienso que es fundamental es que tienes que dejarte amar. Muchas veces asumimos el amor, pero le tenemos miedo al hecho de que nos amen, que nos vean cosas buenas, que nos refuercen y nos ratifiquen las cosas positivas. Es como si, de alguna manera, no nos creemos merecedores del amor, y eso es un error fundamental que tenemos que erradicar de nuestra personalidad.
Parece cliché decir que debemos ser merecedores del amor, pero la verdad es que sí tienes que convencerte de que el amor, cuando te llega, te toca y está bien. Cuando el amor toca tu puerta y llena tu corazón, debes regocijarte en él, porque no es una oportunidad que venga a cada rato. El amor no es una página tras otra que puedes ir leyendo y pasando sin que haya consecuencias. No, el amor es bastante más complicado, así que cuando le abres la puerta y te dejas amar, entonces le estás dando un aspecto muy positivo a tu vida.
No debemos recaer en sobreanalizar los temas del amor y crearnos un montón de expectativas y prejuicios sobre este que nos pueden alejar de la experiencia de amar. Sin embargo, tampoco debemos amar sin ningún tipo de conciencia, pues es muy importante identificar nuestras necesidades al respecto y crear nuestras propias reglas. Cuando sabemos qué tipo de amor queremos tenemos claro lo que queremos lograr cuando de amor se trata, sobre todo cuando hablamos de tu felicidad, de tus ideas sobre la felicidad y sobre lo que quieres ser en función del amor.
También es importante sacar aprendizajes de las experiencias que hemos vivido, pues cuando uno no aprende de las situaciones difíciles está condenado a repetirlas. Todo proceso amatorio implica un aprendizaje. Si asumimos el amor como una enseñanza y las relaciones como ese proceso de aprendizaje, nos tenemos que considerar unos eternos aprendices del amor. Cuando lo miras de manera objetiva, hasta bonito suena: aprender sobre el amor mientras vamos amando.
Un aspecto fundamental en el tema de las relaciones es dejar buenos recuerdos en las personas con las que compartimos; amar tiene que ser un acto positivo, un acto bonito. Aunque los amores no necesariamente son para siempre, y en el amor no hay garantía, es importante que cuando las cosas se acaben nos recuerden con amor, con un buen sentimiento, sin odio.
Te invito a nunca hacerle daño a nadie que te ama, no engañes, finjas, mientas o juegues con los sentimientos de otro. Cuando dejamos malos recuerdos, podemos producir en la otra persona temor al amor, y entonces el daño será peor, porque no solamente la engañamos y jugamos con sus sentimientos, sino que le cerramos la posibilidad de rehacer su vida con alguien que sí quiera amarla bonito. A menos que seas un psicópata, estoy seguro de que no quieres eso.
Y si tu caso es el contrario y le temes al amor porque quizás alguien jugó contigo, mi sugerencia es: ve de nuevo al principio de este libro, lee sobre el amor y analiza las conclusiones que estamos sacando para que puedas entender que el amor siempre merece ser vivido.
Y sí, a veces hay que esperar el amor. Hay gente que piensa que este llega y otros que se busca. Yo, por mi parte, creo que hay que hacer las dos cosas. Hay que esperar el amor, pero debe ser una espera activa, con la intención de encontrar a nuestro amor de la vida, una espera con la apertura total y absoluta de que el amor llegue a nuestra existencia.
Mi última conclusión tiene que ver con el fin del amor. Saber que el amor se puede acabar, que en el universo amoroso no hay garantía, es crucial. Pero, independientemente de que muchas veces el amor termine o de que nuestros amores se acaben, esto no niega la capacidad que tenemos de amar y ser amados. Y desde allí debemos asumir las relaciones, los compromisos, el deseo y la sensación de querer vivir con una persona. Negarse al amor es negarnos a la vida. Es negarnos a la felicidad.
En el amor es donde encontramos la plenitud, la nutrición que nos alimenta el alma y nos permite gozar de la bondad, de la comprensión y del crecimiento espiritual y personal que implica tener una relación que nos da felicidad, nos nutre y nos hace vibrar con la vida.
1 Ese soy yo en el rincón
ese soy yo en el centro de atención
perdiendo mi religión,
intentando mantener contacto contigo
y no sé si puedo lograrlo.
Oh, no, he dicho demasiado
no he dicho lo suficiente