Prefacio del doctor Christophe Fauré

Al principio, no lo podía creer.

Durante mis años de juventud como psiquiatra en el campo de los cuidados paliativos, acompañé a personas de luto por la pérdida de un ser querido. Compartieron conmigo su sufrimiento, su dolor, su rabia, su culpa… y caminé con ellos por el doloroso camino del duelo. Lo vi como el desarrollo de un proceso del que inicialmente solo percibía la dimensión psicológica.

Pero, a lo largo de los años, comenzaron a aparecer experiencias curiosas en los relatos de mis pacientes. Con tal consistencia y recurrencia que me resultó imposible no tomarlos en serio.

Me hablaron de «señales». Señales interpretadas por estas personas como una manifestación de su ser querido desaparecido, pero sobre las que guardaban silencio, a veces durante años, ¡tanto temían ser tomadas por «locas» si las revelaban a quienes les rodeaban! Además, muchos de ellos, un poco avergonzados por hablar con un psiquiatra en esos términos, me decían: «Doctor, soy una persona muy racional, pero…», y surgió el relato de este «algo» perturbador que ocurrió después de la muerte de su ser querido. «Algo» que luego aprendí a llamar VSCD.

VSCD: Vivencia Subjetiva de Contacto con un Difunto.

Después de más de 25 años de asesoramiento en materia de duelo, hoy planteo sistemáticamente esta pregunta, de forma más o menos directa: «Desde la muerte de su ser querido, ¿considera que ha tenido alguna “señal” o percepción específica?». ¡Ya no puedo contar el número de personas que, aliviadas por mi pregunta, se apresuran inmediatamente a relatar una o más VSCD!

Por lo tanto, aquí hay un tema real que merece toda nuestra atención, ya que sus implicaciones son considerables, y me complace que mis años de observación y escucha a los pacientes en mi práctica encuentren un poderoso eco en el contenido de Contactos espontáneos con un fallecido.

Debemos ser conscientes de ello: publicar un libro así no es anodino y quisiera elogiar la integridad y la valentía genuina de estos autores, investigadores y profesores universitarios de prestigio internacional que se atreven a poner en juego su credibilidad profesional para aventurarse, como verdaderos pioneros, en el misterioso territorio de las VSCD.

No se equivoquen al respecto: no estamos aquí en el reino de la fe; creencias a las que nos aferraríamos, en un acto desesperado, para inhibir el miedo a la muerte y la angustia de la nada. No; el enfoque de estos investigadores es totalmente diferente. Se basa en escuchar, observar, recopilar y analizar datos. Se sustenta en una metodología científica que observa y establece los hechos. Así, aunque el tema de las VSCD parezca lo contrario, ¡no se puede ser más cartesiano en esta forma de abordarlo! Sus autores se basan en información tangible y eso es lo que hace que su trabajo sea tan pertinente e inteligente.

A las objeciones que afirmarían que las VSCD son solo alucinaciones o meras producciones de la mente, mi posición como psiquiatra me permite oponer varios argumentos en contra. En mi experiencia, las VSCD no cumplen los criterios de diagnóstico para las alucinaciones de tipo psicótico, ni para las alucinaciones inducidas por drogas psicoactivas. De hecho, las alucinaciones psicóticas ocurren en el contexto específico de una patología mental como, por ejemplo, la esquizofrenia. Las personas que padecen enfermedades mentales alucinatorias sufren un doloroso confinamiento mental. Sus mentes están alborotadas, ya sea antes, durante o después del episodio alucinatorio. Sin embargo, este no es el caso de la inmensa mayoría de las personas que viven una VSCD: no presentan ninguna patología psicótica que podría explicar su VSCD.

Además, las alucinaciones de origen psicótico suelen tener un tono negativo o traumático (experiencia de persecución, humillación, amenaza, etc.). Sin embargo, como se verá en este libro, las personas que han experimentado una VSCD describen, en su mayor parte, una vivencia positiva, incluso muy positiva. Asimismo, las secuelas de un episodio alucinatorio acentúan el sufrimiento de la persona psicótica, mientras que, en la mayoría de los casos, las personas que han tenido una VSCD describen, por el contrario, un apaciguamiento, una apertura del corazón, a menudo con un impacto beneficioso en la experiencia de su duelo. Así pues, no, estas no son alucinaciones.

«Sí, pero», a veces replican, «¿no es el deseo de encontrar a la persona desaparecida lo que induce estas manifestaciones? ¿No es una proyección puramente psicológica?». Podríamos pensar que sí porque muchos dolientes expresan con mucha frecuencia el intenso deseo de encontrar a su ser querido desaparecido. De hecho, ¿qué padre, qué cónyuge, qué hijo, no desearía establecer contacto con su hijo, su cónyuge, su padre, después de su muerte? Ciertamente…, pero si el deseo de reencontrarse fuera el único elemento, la fuerza impulsora, que estuviera detrás de la VSCD, ¿no tendría sentido pensar que todas las personas en duelo experimentarían una VSCD? Sin embargo, ¡solo podemos constatar que este no es el caso! Por lo tanto, es difícil afirmar que solo la fuerza del deseo de encontrar al ser querido está en el origen de la vivencia de una VSCD. En la misma línea, también podemos hablar de las VSCD que ocurren en algunas personas que no tenían ese deseo y, sin embargo, lo experimentan. Más aún, ¿qué pasa con las VSCD experimentadas por personas que, en el momento de esta experiencia, desconocían la muerte de su ser querido? ¿Qué pasa, en este caso, con cualquier deseo de reunirse con un ser querido después de su muerte, cuando ni siquiera se sabe que esa persona ha muerto? De modo que no, el solo deseo de encontrar al familiar fallecido no es la fuerza impulsora que se halla detrás de una VSCD.

Entonces, ¿de qué se trata?

En este libro se ha puesto toda la inteligencia y delicadeza para no responder a esta pregunta directamente. De hecho, Contactos espontáneos con un fallecido describe el fenómeno de las VSCD a partir de testimonios. Sin embargo, no se arriesga a interpretar los datos recopilados. Deja que el lector extraiga sus propias conclusiones, simplemente ofreciéndole algunas vías de reflexión: ¿qué sentido dar a estas experiencias? ¿Qué nos dicen de lo que hay más allá de esta vida? ¿Sugerirían una continuidad de la conciencia después de la muerte? Esto nos lleva a la dimensión espiritual de las VSCD, que no es el tema de este libro.

Sin embargo, estas preguntas son demasiado fascinantes para no detenerse en ellas ni por un momento.

Mientras estudio las VSCD, no puedo evitar establecer una conexión con otra área de investigación: la de las ECM (experiencias cercanas a la muerte). Los relatos de ECM provienen de personas que han sido declaradas clínicamente muertas y que han vuelto a la vida gracias a los esfuerzos de reanimación. Todas describen una experiencia similar durante el tiempo que fueron declaradas «muertas». En el hospital, en una unidad de cuidados paliativos o en mi oficina, a menudo he escuchado relatos de tales experiencias en boca de las propias personas que las habían experimentado. Les invito a explorar el tema por ustedes mismos, si están interesados.

Lo intrigante de las ECM es que también sugieren una posible continuidad de la conciencia después de la muerte física. En las ECM se aborda esta posibilidad a través de la experiencia de personas que «mueren», mientras que, en las VSCD, tenemos la perspectiva de las personas que «se quedan». Se nos ofrecen así dos puntos de vista, dos perspectivas extremadamente diferentes que, sin embargo, parecen apuntar en la misma dirección.

¿En qué dirección? Depende de usted definirlo. Es usted quien debe formarse su propia opinión basándose en sus investigaciones y lecturas fiables sobre diversos temas al respecto, a los que se dará acceso.

Y aquí es donde Contactos espontáneos con un fallecido realmente puede ayudarlo.

Puede consolidar sus sentimientos tanto si usted mismo ha experimentado una VSCD como si no ha vivido una VSCD, aunque esté de luto, o bien estimular su curiosidad, para invitarlo a seguir adelante con sus investigaciones y explorar más a fondo el significado y las implicaciones de este fenómeno. Sea como sea, tiene usted en sus manos un precioso compañero que será capaz de nutrir su reflexión en profundidad.

¿Quién sabe entonces a dónde le llevará?

Le deseo una buena y fructífera lectura.

Dr. Christophe Fauré

Autor de Vivre le deuil au jour le jour, Éditions Albin Michel