CAPÍTULO 1.

TU REALIDAD

Pregúntate si lo que estás haciendo hoy te acerca al lugar en el que quieres estar mañana.

WALT DISNEY

En este capítulo:

Analizarás tu situación actual.

Verás qué aspectos de tu vida necesitas mejorar.

Visualizarás cómo es tu situación deseada.

Te entrenarás para superar tus barreras mentales.

TU SITUACIÓN ACTUAL

Estas son algunas de las situaciones que más frecuentemente encuentro cuando empiezo a trabajar con mis clientes:

«Tengo un trabajo que me gusta y con un sueldo digno, pero no me llena. Cada vez me siento más desmotivado/a».

«No me gusta mi empleo y cada día me frustra más ir a trabajar».

«Me gusta mi profesión, pero en mi trabajo no me valoran».

«Elegí una profesión por influencia del entorno, pero ahora me doy cuenta de que en realidad no me gusta».

«Me he quedado sin empleo y no sé qué camino seguir ni hacia dónde tirar».

«Quiero poner en marcha mi propio proyecto, pero me siento inseguro».

¿Cuál es tu situación actual? Sea cual sea, ten la seguridad de que no eres la primera ni la única persona que se enfrenta a una situación parecida. No estás solo/a. Lo que te pasa es lo más normal del mundo. Así que mantén la calma y empecemos a trabajar en tu nueva vida.

Antes de analizar a fondo tu situación actual, es muy importante que tengas en cuenta que no vemos el mundo como es, sino como somos. Esto quiere decir que, aunque en estos momentos tengas una situación determinada, la verás de diferente manera según tus filtros, según tus creencias y según dónde pongas el foco.

Solemos dar por hecho que lo que vemos o lo que pensamos es la realidad, pero no es así. Eso es solo nuestra interpretación de algo mucho más amplio. No hay verdades absolutas, sino interpretaciones subjetivas. O sea, hay tantas versiones de la realidad como observadores.

En el momento de analizar tu situación actual, debes tener en cuenta que estás condicionado/a por tu modelo mental y subjetivo. Por eso, el primer paso para cambiar tu realidad es tomar conciencia de esto, de cómo la interpretas, de qué etiquetas le pones a las cosas. No siempre podrás cambiar tu realidad exterior (las condiciones sociales, políticas o económicas que te rodean), pero sí podrás cambiar tu interpretación de esa realidad para ver más allá de lo que estás viendo ahora. Algunas cosas podrás cambiarlas y otras no, pero eso solo depende de ti. Lo expresó de esta forma el filósofo y escritor Reinhold Niebuhr en su conocida Plegaria de la serenidad: «Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia».

Vayamos ahora a conocer cuál es tu realidad actual. Te propongo para empezar que respondas a las siguientes preguntas. Puedes copiarlas en tu cuaderno y a continuación escribir tu respuesta:

1. ¿Para qué hago lo que hago cada día?

2. ¿Qué creo que está fallando en mi vida?

3. ¿Qué me está faltando?

4. ¿Qué me gustaría cambiar o mejorar?

5. ¿Qué estoy haciendo actualmente para cambiarlo?

6. ¿Cuáles son mis principales dificultades?

7. ¿Cuáles son mis fortalezas?

8. ¿Qué es lo que me aporta energía en el día a día?

9. ¿Qué es lo que me roba la energía?

10. ¿Cómo me siento en relación con mi situación laboral actual?

Tómate el tiempo que necesites, sé que no son preguntas fáciles. Después de escribirlas, reléelas y puntualiza lo que necesites. Añade en cada respuesta cómo te sientes al pensar en cada una de las cuestiones. ¿Frustración, cansancio, desánimo, enfado, tristeza...? ¿O, por el contrario, alegría, satisfacción, motivación, ilusión...?

Reconocer tu situación actual es el paso más importante para empezar a cambiar aquello que no funciona. Por ello, te propongo a continuación un ejercicio clásico del coaching llamado La rueda de la vida. Quizá lo conozcas o lo hayas hecho en otro momento de tu vida, pero no importa, hazlo como si fuera la primera vez, pues la vida va cambiando y nuestras prioridades también:

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Puedes usar directamente la plantilla anterior o dibujar en tu cuaderno una con tus principales áreas vitales (amigos, carrera, salud, deporte, trabajo, amor, ocio, familia, espiritualidad, dinero, crecimiento personal, contribución, etc.).

Valora de 1 a 10 cada una de esas áreas según tu grado de satisfacción actual, siendo 1 muy insatisfecho y 10 totalmente satisfecho. Marca con un punto el nivel escogido. Finalmente une los puntos y verás que has formado una especie de estrella irregular. Cuanto menos se parezca esa forma a un círculo, más trabajo tienes por hacer para tener una vida equilibrada y plena.

Lo importante del ejercicio es que podrás ver claramente en qué campos tienes que mejorar para acercarte a esa forma circular y que tu vida vaya «sobre ruedas». Es de suponer que, si estás leyendo este libro, es porque uno de esos campos es el trabajo o los negocios. Pero hay algo importante que debes saber: el trabajo no es un compartimento estanco de tu vida, de modo que puede estar afectando a todos los demás: a la salud, a la familia, al dinero, al descanso, a la relación con los amigos e incluso al desarrollo personal. Por eso es tan importante que puedas alcanzar tu libertad profesional y darle al trabajo un buen lugar en el conjunto de tu vida. Cuando lo consigas, automáticamente mejorarás en muchos otros aspectos.

Una vez que hayas dibujado tu «rueda», puedes analizarla respondiendo las siguientes preguntas (recuerda: anótalas en tu cuaderno y responde debajo):

¿Cuál es el área o áreas que más he valorado?

¿Cuál es el área o áreas que menos he valorado?

¿Qué creo que debo cambiar en mi vida para tener una rueda más «redonda»?

¿Cómo pienso hacerlo?

¿Qué pasos voy a dar a partir de ahora?

Para acabar, te propongo que te anotes hacia el final de tu cuaderno un recordatorio: volver a hacer este ejercicio al final del libro y posteriormente cada cierto tiempo. Te servirá para ver cómo vas evolucionando en las diferentes áreas.

UNA HISTORIA FRECUENTE

Durante una época tuve que hacer bastantes viajes de trabajo a Indianápolis. Una mañana en la que tenía que coger el avión, me desperté inusualmente cansado y desmotivado. Casi no podía salir de la cama. Me sentía agotado por un montón de circunstancias que no controlaba y que consumían mi energía, algunas profesionales y otras personales. Haciendo un enorme esfuerzo, conseguí levantarme, hacer la maleta, ir al aeropuerto y cumplir con el que se suponía que era mi deber. Para aquello me habían educado, para cumplir con las obligaciones sin quejarme. Pero en el fondo sabía que algo no iba bien en mi interior.

En realidad, aquella sensación no apareció de un día para otro. Fue una desafección progresiva hacia mi trabajo. Entré en una racha en la que cada día me costaba más ir a trabajar, subirme a un avión, cambiar de país, enfrentarme a un nuevo proyecto y relacionarme con nuevas personas. Y aunque había momentos de ilusión, cada vez eran menos. Todo se me empezó a hacer cuesta arriba: trabajo, relaciones e incluso aceptarme a mí mismo.

En teoría, todo a mi alrededor sucedía como estaba planeado, un buen empleo, un buen sueldo, un buen estatus, familia, salud y amigos para disfrutarlo, pero me sentía vacío, algo fallaba. Necesitaba cambiar algo, cambiarme a mí mismo y cambiar de vida, pero no sabía cómo hacerlo ni por dónde empezar, así que al final acababa resignándome y conformándome con lo que tenía. Al fin y al cabo, como me decían todos, tenía que valorar lo que había conseguido, pues la vida estaba muy difícil.

Con los años he entendido que mi caso no era ni mucho menos único y que, en mayor o menor medida, casi todos experimentamos en algún momento un sentimiento de desafección laboral, incluso los profesionales de mayor éxito. Cada vez hay más personas insatisfechas con su trabajo que acaban saturadas por el exceso de estímulos y expectativas que nos asaltan todos los días. Antes yo también era de los que creían que, cuantas más experiencias tuviera y más intensas fueran, mejor, más realizado y pleno me sentiría. Pensaba que, cuanto más trabajo y compromisos aceptara, mejor para mí. Pero después de demasiados viajes, proyectos, aventuras y personas, descubrí que no era así, que vivir demasiadas experiencias nos acaba agobiando, bien por exceso de expectativas (que nos crea ansiedad y frustración) o por puro agotamiento.

Poco a poco he llegado a la conclusión de que los seres humanos estamos hechos más para la calidad que para la cantidad, en todos los sentidos, en las relaciones y en las experiencias. Tenemos que dosificar los estímulos y alimentarnos lentamente para no atragantarnos de vivencias, relaciones, personas, diversión, formación, viajes o libros. No digo que no haya que vivir experiencias increíbles, viajar, leer, descubrir, interaccionar, probar y equivocarse, sino que hay que hacerlo a conciencia, con atención plena, discriminando lo importante de lo trivial, lo que suma a tu propósito de vida de lo que resta.

Pero centrémonos de nuevo en el trabajo y en el problema de la desafección laboral. Las estadísticas son elocuentes: el 87% de los empleados no es feliz en su trabajo, es decir, casi 9 de cada 10 aguantan como pueden el día a día y se resignan a que el trabajo sea en su vida un mal necesario, un simple medio para obtener un sueldo que les permita llegar a fin de mes. Para muchas de estas personas el mejor día de la semana es el viernes, y el peor, el lunes, y su vida es el tiempo que transcurre desde los viernes por la tarde a los domingos por la noche, que es cuando de nuevo empieza anticipatoria la ansiedad. Algunos leen libros motivacionales y creen que pensando en positivo van a cambiar su situación, pero en realidad siguen sin hacer nada, sin tomar decisiones, sin actuar. Y cuando ven que otros logran ser independientes y dueños de su vida, piensan «qué bien se lo monta la gente» o «qué suerte tienen algunos».

Afortunadamente, existen alternativas. Y lo vemos en muchas personas, cada vez más, que asumen el control sobre sus vidas, toman la iniciativa y deciden por sí mismas antes de que otros lo hagan por ellas. Deciden, sobre todo, vivir una vida plena, trabajar por un propósito, sin victimismo, sin quejas, sin excusas. E inspirando a los que tienen a su alrededor.

Estas personas no se conforman con un trabajo ajeno a sus intereses, sino que crean su propia forma de vida y persiguen un propósito. No trabajan para los sueños de otros, sino que crean sus propios proyectos. Son personas que valoran su tiempo, su independencia y su libertad. Y todo eso redunda en un bienestar general en todos los aspectos de su vida, con sus familias, amigos, relaciones, actividades, confianza, seguridad y pasión por lo que hacen.

TU SITUACIÓN DESEADA

Dentro de un contexto generalizado de desmotivación y desafección laboral, hay también buenas noticias. Una de ellas es que vivimos en el mejor momento de la historia de la humanidad, al menos en lo que respecta a la abundancia de conocimiento y de oportunidades. Vivimos en la sociedad de la información y el conocimiento, y tenemos al alcance de la mano (incluso del dedo) recursos increíbles que hace unos años no existían. Recursos que nos facilitan convertirnos en quienes queremos ser, que nos dan la libertad de reconstruir nuestra identidad profesional y nuestra relación con el trabajo. ¿No crees que vale la pena aprovecharlos?

Esos recursos, no obstante, solo se activan de verdad cuando tomamos la firme decisión de escribir nuestra propia historia y nos ponemos en marcha. La solución no viene de una inspiración divina, sino de la toma de acción, de la propia búsqueda. Seguramente al principio sentirás confusión o frustración, tal vez incluso escepticismo, pero, si dejas de escuchar las voces agoreras de tu mente y sigues trabajando en tu proyecto profesional de futuro, te aseguro que acabarás encontrando claridad.

Eso sí, tienes que ponerte en marcha. Leer este libro es un buen primer paso, pero no suficiente. Tienes que poner en práctica lo que te propongo. La solución pasa por tomar conciencia de tu realidad actual y a partir de ahí trazar un plan que te lleve a tu realidad deseada. Un plan que dibuje un punto de partida y un punto de llegada, porque, si no tienes claro dónde estás, difícilmente podrás dirigirte con firmeza a tu nuevo destino.

Una práctica que siempre me ha ayudado en mis procesos de cambio ha sido visualizar la situación ideal a la que me quiero dirigir desde una realidad actual insatisfactoria. Así que te propongo que imagines realmente lo te gustaría conseguir en tu vida. Hazlo sin miedos, complejos o limitaciones. Siempre estamos a tiempo de ajustar expectativas. De momento, te propongo que sueñes a lo grande. Para ello, imagina que ya has alcanzado la vida ideal a la que quieres llegar y contesta estas preguntas en tu cuaderno:

¿Cómo es tu nueva realidad? Descríbela con detalle.

¿Cómo es tu nueva situación profesional y laboral?

¿Qué decisiones has tenido que tomar para llegar ahí?

¿A qué has tenido que renunciar?

¿Qué cualidades propias te han ayudado a lograrlo?

¿Quién te ha ayudado en el proceso y de qué manera?

Es importante hacer este ejercicio de visualización para creerte tu propia evolución y tener una referencia visible cada vez que pierdas el rumbo o te asalten las dudas. Ánclate a las emociones placenteras que has sentido durante la visualización y no las sueltes.

Respecto a algunas de las preguntas anteriores, es posible que ahora mismo no tengas clara la respuesta. Eso no debe ser un freno a la hora de empezar a moverte. Lo importante, aunque no tengas absoluta claridad sobre los pasos que dar, es empezar a caminar. Esto quiere decir hacerte cargo de tu vida, tanto de tu situación actual como de tu situación deseada.

Cada uno de nosotros es responsable de sus actos y sus decisiones. Tu futuro deseado empieza dentro de ti, lo dibujas tú con el uso de tu libertad interior. Con esa libertad tomas unas cosas y renuncias a otras, y aunque renunciar siempre duele, en el ejercicio de esa libertad vas configurando tu vida deseada.

En última instancia, tus actos determinan quién eres.

CORRER UN MARATÓN

Es posible que pienses: «Vale, ya sé cuál mi situación ideal, pero ¿cómo la logro?».

No tengas prisa, todo necesita un proceso. Iremos viendo paso a paso el cómo, pero por ahora trata de afianzar tu nueva mentalidad. Una mentalidad que renuncie al confort de la queja (que es una excusa para no hacer nada) y asuma la incomodidad de la acción; que se enfoque en las soluciones, no en los problemas.

El problema de este cambio de mentalidad es que inconscientemente buscamos argumentos para sabotearnos. Nos ponemos todo tipo de excusas para no dar los primeros pasos:

«No tengo tiempo»

«No estoy preparado todavía»

«No tengo confianza»

«Necesito dinero»

«Necesito formarme más»

«No tengo claro qué quiero en la vida»

«No sé aún lo que se me da bien»

Etcétera.

Seguro que, si te pones, encuentras algunas más. Pero, ¿qué te parece si te ahorras esa energía y la enfocas en lo que puedes mejorar?

Por el camino, te lo adelanto, también aparecerá este saboteador interior. Cuando aparezcan las primeras dificultades, esa vocecita miedosa y cenicienta te dirá: «Ves, ya te decía yo que no ibas a poder». O: «Déjalo, la vida es así, no hay nada que hacer». Tienes que mentalizarte de que esto es una carrera de fondo o de resistencia, no un esprint o una carrera de velocidad.

Tal vez te ayude realizar en paralelo alguna actividad que requiera tiempo y constancia. En mi caso, me propuse prepararme para correr mi primer maratón. No en sentido figurado, sino literal. Me lo planteé como un reto personal, algo más mental que físico. Por aquel entonces me había mudado a Monterrey, México. No conocía a nadie con quien salir a correr, así que empecé a hacerlo solo en un parque cerca de mi casa. Me animó ver a otros corredores por allí. Unos meses más tarde, vi un cartel donde se anunciaba el maratón de Austin. Tenía mis dudas, mis complejos y mis miedos. Pero me inscribí.

Aquella prueba cambió mi vida para siempre. Por un lado, descubrí que el cuerpo aguanta mucho más de lo que crees. Por otro, que la mente es traicionera y continuamente te da argumentos para abandonar, ya sea un maratón o cualquier objetivo que requiera esfuerzo y constancia. El mayor desafío fue en realidad embridar a mi mente, dominarla y controlarla para que dejara a mi cuerpo trotar durante cuatro horas seguidas sin parar. Desde entonces he mantenido el reto de correr un maratón al año para recordarme el lema que tantas veces he visto escrito en el de Nueva York: «El dolor es temporal, el orgullo es para siempre».

Lo que va a determinar que seas capaz de persistir en la construcción de una situación profesional ideal para ti va a ser tu fuerza mental, pues casi todo está en tu cabeza. Tienes que adquirir el hábito de la paciencia, de la disciplina, de la humildad y de la tolerancia al sufrimiento y a la frustración. Tienes que ir más allá de los que ahora crees que son tus límites.

Decía Darwin que «no es la especie más fuerte la que sobrevive, ni la más inteligente, sino la que responde mejor al cambio». Así que esa es tu primera misión: abrazar el cambio y no desmotivarte durante el proceso.

BARRERAS MENTALES

Para trabajar en tus barreras mentales, te propongo que respondas a las siguientes preguntas (ya sabes, cópialas en tu cuaderno y escribe a continuación la respuesta):

¿Qué debería estar haciendo y no hago?

¿Qué me impide hacer lo que me gustaría hacer?

¿Hay algún pensamiento que me esté impidiendo dar el primer paso o avanzar?

¿Qué opciones tengo en este momento?

¿Qué voy a hacer a partir de ahora?

¿Cómo lo voy a hacer?

¿Qué tres decisiones estoy dispuesto/a a tomar ahora mismo para vencer mis resistencias mentales?

Respecto a este último punto, un buen indicador de que empiezas a avanzar hacia tu objetivo es que esas tres decisiones te resulten incómodas, tanto de tomar como de ejecutar. Porque te adelanto que vas a tener que renunciar a algunas comodidades y a tu terreno conocido para adentrarte en zonas incómodas, en ocasiones incluso inhóspitas. Pero, como en el maratón, piensa que, cuando la mente dice: «No», el cuerpo todavía puede seguir. Así que escucha más al cuerpo que a la mente y no te boicotees.

Vas a tener que renunciar a todo aquello que no esté alineado con tu objetivo, abandonar unas cosas para hacer otras. Pero te diré una cosa importante: las personas que consiguen resultados excelentes en sus vidas tienen claras sus metas y concentran toda su energía en conseguirlas. O sea, tienen el coraje de decir no a algunas cosas. Puede resultar duro, pero a veces hay que renunciar a vivir otras vidas que nos gustaría vivir si queremos vivir de verdad la nuestra.

A partir de ahora, antes de iniciar cualquier actividad en tu vida, quiero que te hagas la siguiente pregunta: ¿Contribuye esta actividad a conseguir mi objetivo? ¿Me acerca o me aleja de él? A partir de ahí, actúa en consecuencia.

Lo más importante de este primer capítulo es animarte a dar el primer paso. Hay una frase de Anthony de Mello sobre esto que me encanta: «Aquellos que deliberan exhaustivamente antes de dar un paso se pasan la vida entera sobre una sola pierna». El trasfondo de esa inacción no es otra cosa que el miedo al fracaso, la falta de confianza en las propias capacidades. Por eso en el siguiente capítulo vamos a hablar de tu verdadero potencial, ese que a lo mejor ni siquiera conoces todavía.

Conclusión

Tomar conciencia de dónde estás ahora es el primer paso para tu transformación como persona y como profesional, y esa responsabilidad te corresponde solo a ti.

Seguir como hasta ahora y no hacer nada tiene un elevado coste de oportunidad: la oportunidad de vivir la vida que realmente quieres vivir.

Lo primero es dar un paso. Después, tu nivel de satisfacción en cada área de tu vida te va a dictar el camino que has de seguir, lo que tienes que cambiar y a lo que tienes que renunciar. Si te escuchas, tendrás claridad sobre la vida que quieres y determinación para perseguirla.

Lo más importante, una vez das el primer paso, es mantener la motivación y la fortaleza mental. No es un asunto de inteligencia o conocimientos (o no solo), sino de motivación, actitud e iniciativa.