La suerte es para compartir
—Gisele, ¿en qué piensas? —preguntó Mireia.
Estábamos comiendo los cuatro, con Alma a los pies de la mesa (siempre espera que caiga un pedacito de pan o algo rico para cazarlo al vuelo). En ese momento yo tenía los ojos cerrados y los apretaba muy fuerte, porque me había echado demasiado picante en la hamburguesa.
—Pienso… que tenemos mucha suerte —respondió Gisele.
Con gran esfuerzo y algunas lágrimas por el picor, abrí los ojos y vi que Gisele estaba muy seria.
—Ya, no todos los padres son tan guais como el vuestro… —dije en broma, para hacerla reír—. ¡Hasta lloro de lo guay que soy! —añadí secándome las lágrimas.
Pero Gisele seguía seria.
—¿Por qué lo dices, cariño? —le preguntó Mireia.
—Porque hay niños que no tienen comida… —respondió Gisele, mirando su hamburguesa.
—Es verdad —añadió Claudia—, hoy nos lo han explicado en el cole. Hay familias que no tienen dinero para comprar comida para sus hijos. Ni ropa.
—Ni pueden ir de campamentos —añadió Gisele.
Las dos estaban muy tristes, pensando en todos los niños del mundo a los que les faltaban cosas tan necesarias como comida y ropa.
—Tenéis razón —dije—, toda la razón del mundo. No es justo.
—Es que nosotras tenemos mucha suerte... —dijo Gisele.
—¿Sabéis lo que tiene que hacer la gente que tiene mucha suerte? —les pregunté.
—¿Qué, papi? —respondieron ellas.
—Compartir su suerte con los demás —les dije.
—Es verdad, Lluís —dijo Mireia—, la suerte es para compartir. Algo tendremos que hacer para ayudar. ¿Qué os parece, Ratitas?
—Nos parece muy bien —respondió Gisele—. ¿A que sí, Claudia?
—Sí. Tenemos que ayudar mucho, porque tenemos mucha suerte —afirmó Claudia.
—¿Estás pensando en donar ropa o comida, Lluís? —me preguntó Mireia.
—Sí, bueno —dije—, eso estaría bien, pero me gustaría hacer algo más grande. Claudia tiene razón, tenemos que ayudar mucho… Tendríamos que encontrar la forma de conseguir que mucha gente done dinero.
—¡Sería superguay! —dijo Claudia.
—¡Qué buena idea, papi! —añadió Gisele, con una sonrisa gigante.
Mireia y yo nos miramos, muy felices por tener unas hijas con un corazón tan grande.
—¿Qué podemos hacer? —preguntó Mireia—. ¿Tenéis alguna idea?
—Mmmmm… los chicos mayores del cole hacen un sorteo para conseguir dinero para el viaje de fin de curso —dijo Gisele.
—Pero sería mejor hacer en lo que participara mucha gente —dijo Claudia.
—¿Una barbacoa popular? —propuso Mireia—. En mi pueblo hacían una y tenía mucho éxito…
Las Ratitas pusieron cara de que no les hacía gracia la idea.
—¡Un partido de fútbol benéfico! —se me ocurrió.
—No, de fútbol no, papi —dijo Claudia.
—¡De baloncesto! —exclamaron Las Ratitas al unísono.
—¡Claro que sí! —dijo Mireia—. El baloncesto se os da genial.
—¡Organizaremos un partido de baloncesto infantil para recaudar fondos! —grité, levantándome de la mesa y tirando sin querer mi plato al suelo.
—¡guau! —ladró Alma, lanzándose a lamer las migas.
—¡Vamos a montar el mejor partido de baloncesto de la historia! —gritó Gisele, mientras Alma se iba corriendo a beber agua. ¡Se había llevado una sorpresa con la salsa picante!