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A partir de la mitad del siglo XVIII se empezó a pensar que las distintas religiones eran manifestaciones diferentes de una necesidad humana común. Por ello, habría que incluir a todos los libros sagrados que llevan, más o menos, este mensaje en un mismo plano. Sin embargo, esta es una conclusión apresurada, porque una cosa es establecer el principio fundamental de la igualdad de todas las fes y otra, pretender homologar las diversas expresiones de religiosidad. En particular, la Biblia presenta algunas características distintivas, que entenderemos mejor si consideramos los libros sagrados de las otras grandes religiones.
Los libros del hinduismo. Los libros sagrados del hinduismo, los Veda, fueron compuestos entre el 1500 y el 800 a. de C. Los últimos, denominados Upanishad, tienen un enorme interés filosófico y literario. El término Veda significa en lengua sánscrita «ciencia», y sus autores están considerados en la tradición hinduista «invitados de los dioses» o incluso «hijos de los dioses»: estos habrían tenido el privilegio de ver los textos sagrados, antes incluso de que fueran escritos con sus propias manos. El contenido de los Veda está constituido esencialmente por textos doctrinarios, es decir, idóneos para proporcionar una enseñanza. En ellos se puede encontrar una cosmología y una cosmogonía[2] de base panteísta, y una concepción cíclica del tiempo, presentado como una rueda animada por un movimiento perpetuo que vuelve siempre al mismo punto, sin ningún objetivo ni redención final. Para escapar a la eterna recurrencia del tiempo, el hombre debe adquirir una consciencia adecuada y ejercitarse en las prácticas ascéticas; así podrá librarse del deseo, que es la causa de los sucesivos renacimientos. Según la concepción religiosa hinduista, el mundo tiene una apariencia engañosa y el hombre no tiene poder sobre este.
Los libros del budismo. La mayor expresión literaria del budismo es el Tipitaka, conjunto de las principales enseñanzas atribuidas a Buda, recogidas en forma escrita hacia el siglo I a. de C., varios siglos después de la muerte del Maestro. Su contenido es esencialmente filosófico, con reflexiones sobre el carácter negativo de la existencia, la cual se concibe como una cadena ininterrumpida de reencarnaciones sucesivas, dominadas por la insatisfacción y el dolor. Los Tipitaka incluyen la enseñanza necesaria para la ascesis, que permite romper la cadena del dolor y lograr, con las propias fuerzas, la salvación, identificada con la extinción o nirvana. En la concepción religiosa budista, el fin ideal que se persigue no es ser, sino no ser. En el budismo falta la figura de un dios, entendido como el creador absoluto y omnipotente del mundo.
El libro del islamismo. El texto sagrado del islamismo, el Corán, está escrito por un único profeta, Mahoma, que está considerado el intermediario físico de la revelación de la verdad divina. El libro, no obstante, es creado directamente por Dios y existe ab aeterno. En el Corán, el hombre se presenta como dependiente de Dios, no autónomo, y situado a una distancia inalcanzable de Él. De ahí nacen una concepción fatalista de la vida y una visión teocrática de la sociedad, en la que el pluralismo y la laicidad están negados sustancialmente: en la cultura islámica, las leyes del Estado no son obra del hombre, sino de Dios.