Prólogo
Lo importante no es lo que hagan de nosotros,
sino lo que hagamos nosotros de lo que hicieron de nosotros.
JEAN-PAUL SARTRE
En este libro Rosa Argentina Rivas Lacayo presenta las claves fundamentales para reconocer y acrecentar la resiliencia, entendida como la capacidad de resistencia y superación que se renueva y consolida como estilo de vida ante las inevitables adversidades de la existencia humana.
La autora destaca la importancia de la resiliencia de acuerdo al gran cambio de la psicología moderna, que avanza más allá de la etiopatogénesis (el conocimiento de lo que nos trastorna y enferma), hacia la investigación de los factores internos que nos hacen resistir y crecer frente a la adversidad, volviéndonos fuertes, plenos y satisfechos. Con la nueva psicología se trascienden los temas tradicionales de la enfermedad, el malestar y la infelicidad. Ésta fomenta la búsqueda teórica y práctica de cómo garantizar la serenidad, la alegría y la creatividad del presente para así cultivar una fundada y objetiva esperanza hacia el futuro.
La resiliencia confirma el hallazgo feliz e inesperado de que los traumas, aun los más severos, en lugar de menoscabar la integridad y el potencial vital de los seres, los estimula y acrecienta. ¿No resulta de lo más interesante y esperanzador investigar cuáles son las fuerzas, recursos y capacidades que hacen prevalecer la resiliencia ante las experiencias que suelen condenarnos al dolor crónico, la depresión, el sentimiento de fracaso, la angustia, la autoconmiseración o la respuesta destructora y vengativa hacia la vida?
La obra está estructurada de forma que aprendamos paso a paso a cobrar conciencia de las posibilidades de superación espiritual que disponemos los seres humanos y que consolidan la misma resiliencia: la capacidad de amar y comprometerse, la autoestima, el sentido de responsabilidad, la inteligencia interpersonal para la sociabilidad y la empatía, la perseverancia, la competencia para reparar los daños y sufrimientos —tanto los causados a otros como los que hemos padecido—, el saber perdonar, el sentido del humor, el proyecto exitoso de nueva vida, la imaginación y originalidad, las virtudes éticas, la espiritualidad y la sabiduría.
Desde el principio, la autora esclarece que el concepto de resiliencia no se limita al de resistencia ante el trauma ni a la simple recuperación, sino implica que el individuo al superarse ante la desgracia, se renueva espiritualmente y crece fortalecido. Tras la herida se reconstruye el amor a uno mismo, que es la base para adquirir la fuerza necesaria para la autoliberación.
Recordar el sufrimiento pasado permite comprobar que éste no cerró la puerta del futuro, que nos ha sensibilizado para comprender y compartir el dolor propio y ajeno y nos impulsa hacia una mayor vitalidad más allá de las heridas recibidas. Sin embargo, aunque las arduas experiencias nos fortifican para saber resistir y prevalecer, Rosa Argentina es muy clara al advertir que el sufrimiento, limitado a uno mismo, no garantiza la resiliencia.
El significado, aprendido y comunicado acerca del enfrentamiento y la superación personal del trauma —la adversidad— contribuirá al fortalecimiento y mejor definición de la identidad del individuo, que se analiza en sus aspectos constituyentes: la autonomía, la asertividad y la autoestima. De un modo claro, convincente y didáctico, la autora explora y penetra en estos rasgos de carácter y en las aptitudes de la personalidad que permitirán fortalecer y acrecentar la resiliencia, como respuesta creativa a los retos que enfrentamos y superamos en la vida.
Por lo tanto, para rescatar la potencialidad natural humana en que se basa la resiliencia será necesario conocernos a nosotros mismos, saber qué hemos sido y de dónde partimos. En este sentido, Paul Ricoeur usa la fórmula «trabajo de la memoria». Es decir, recordar con el propósito de saber qué debemos recordar y con qué finalidad lo hacemos.
La negación del pasado, el supuesto olvido, impide toda posibilidad de perdón: un tema al que Rosa Argentina ha dedicado gran parte de sus esfuerzos de análisis y enseñanza. ¿Qué se puede perdonar si uno se engaña que nada ha pasado? Y, en el extremo opuesto, por vengar la herida narcisista, se recuerda con desmesura y constancia lo que se ha sufrido y de este modo, henchidos de amarga soberbia, desdeñaremos el perdón, cuando en verdad ha quedado comprobado que gracias a su capacidad de perdonar la persona sufre menos angustia, depresión y resentimiento.
Resalta, por esperanzadora, la invitación a que reconozcamos las virtudes del perdón. Perdonar es la llave de la reconciliación que consiente la auténtica independencia mutua, porque desata las cadenas y amarguras, los resentimientos y odios que nos encierran en posturas de egoísmo inclemente y vengativo. Como bien dice Jacques Lecomte: «El perdón es más un acto que inventa un futuro que un acto que borra el pasado».
No se pasa por alto el delicado y fundamental tema del perdón a uno mismo, que, al contrario de la autoconmiseración, rescata a la persona de la prisión que suele ser la culpa de toda una vida. Ver al otro y a uno mismo a través de la conciencia del perdón «nos hace conscientes —escribe la autora— de que ningún error puede definir la totalidad de una persona».
Esta obra nos lleva a comprender que para el desarrollo de la resiliencia y, por lo tanto, de una vida satisfactoria, autoafirmativa y plena, es necesario asumir una auténtica responsabilidad hacia uno mismo y los demás.
Entre las características de la resiliencia, Rosa Argentina destaca la capacidad de expresar y comunicar las emociones, los afectos y el dolor; la asertividad, que nos lleva a superar los sentimientos de vulnerabilidad, angustia y dependencia compulsiva consolidando un pilar decisivo de la resiliencia, que es la autonomía, y la autoestima, sintetizada admirablemente en la siguiente frase: «Podemos vivir la vida sin el amor del otro, pero no podemos vivir con alegría si no nos amamos nosotros mismos».
La autora afirma que para ser resilientes no debemos perder el control de nosotros mismos y aún menos el sentido del humor. El control implica el dominio de nuestro mundo interior y de los propios impulsos (sentimientos de ira y cólera, emociones negativas como el pesimismo, el resentimiento, el afán vengador, el fatalismo apocalíptico) para ejercer y disfrutar la libertad personal y la virtud productiva.
En cuanto al humor, bien sabemos que nada nos libera más de las presiones que este sentimiento catártico. Nos aleja de la depresión, nos permite apreciar mediante una perspectiva relativista los dilemas de la existencia.
Lo que se nos presenta de este potencial humano que es la resiliencia alienta a confirmar que la vida es un proceso de autocorrección que permite mejorarnos y alcanzar el bienestar. Nos hace encontrar mayor coherencia en lo que hemos vivido y aún vivimos, motivándonos hacia la trascendencia espiritual. Esta búsqueda se vuelve liberadora gracias al reconocimiento de la coherencia y el significado de nuestro existir personal, lo cual ejemplifica la autora a través de la obra de Viktor Frankl.
Saber crecer: resiliencia y espiritualidad hace entender de una manera clara que la resiliencia no sólo es el fruto de la interacción exitosa entre las aptitudes psicológicas positivas del individuo y la adversidad que enfrenta, sino que también implica y manifiesta la evolución espiritual del mismo individuo.
Al coronar su obra, siendo una de las personas más comprometidas con la espiritualidad y más autorizadas en el campo del desarrollo humano, Rosa Argentina nos hace comprender que «resiliencia» es un modo de nombrar al potencial espiritual que todo ser humano posee.
El proceso de la resiliencia se quedaría trunco sin el ulterior paso a la trascendencia de sí mismo. La autora lo afirma de un modo claro y categórico. Entre otros varios aspectos define al espíritu como «el poder irresistible y el misterio de la fuerza de la vida», «eje ordenador del mundo, la vida y el pensamiento», que se enraíza en la conciencia personal y confiere sentido a las adversidades y a los objetivos de nuestro proyecto existencial: «Ayuda a establecer los valores, los ideales y a vislumbrar la orientación de nuestra misión vital».
Finalmente, una importante aportación de este libro es la que vincula la resiliencia a la ética. Esta conjunción nos libera del determinismo, de la vida cerrada y sin esperanza, del rigor y la obligación. Gracias a ella comprendemos que podemos ser éticos si en verdad disponemos de la libertad que nos otorga. La resiliencia se identifica con la ética porque se basa en uno de sus fundamentos: saber reconocer y fortalecer las potencialidades humanas para el crecimiento más sano y feliz. Ambas implican una confianza básica en uno mismo, en el ser humano en general y en la determinación de realizar las promesas y los proyectos que consideramos más vitales para el propio bien, el ajeno y el de toda la sociedad.
Giuseppe Amara
Médico psiquiatra