Dedicatoria

 

Con amor y gratitud a mis dos grandes maestros de resiliencia, cuya extraordinaria inteligencia me educó a pensar con la cabeza y con el corazón: mi padre Juan de Dios, quien me enseñó a ser autónoma, horma de responsabilidad y optimismo, dando siempre un sí rotundo a la vida y cuyo ejemplo de fidelidad y rectitud me brindó la mejor herencia; mi madre Rosa Argentina, quien me enseñó a orar y a reconocer al buen Dios a cada paso de mi vida, prodigó alegría y sentido del humor. Su ejemplo de perdón renueva siempre mi autoestima y su amor construyó los cimientos de mi espiritualidad y esperanza.

Sé que ante la faz de Dios, siguen estando presentes en mi vida.