Buena escuela es la de los santos.
Privilegio es orar con el Santo que fue llamado “Arca del Testamento” por el Papa Gregorio IX.
Bella cosa es orar con el santo que fue declarado, para toda la Iglesia “Doctor Evangélico” por el Papa Pío XII.
Justo es orar con el que fue exaltado como “El Santo de todo el mundo” por el Papa León XIII.
Iniciamos un camino de oración con los sermones de San Antonio de Lisboa, de Padua y de todo el mundo, que puede definirse como Teología orante.
Después de una introducción, entresacamos fragmentos del sermón elegido.
Con el título “San Antonio de Padua, Doctor Evangélico. Sermones Dominicales y Festivos” fueron publicados los sermones de San Antonio por los Franciscanos de la Provincia de Castilla el año 1995, en el Instituto Teológico Franciscano de Murcia. La edición, dirigida por P. Victorino Terradillos Ortega, cuenta con una erudita introducción de P. Rafael Sanz Valdivieso, la no menos exquisita traducción de D. Teodoro Martín, y está enriquecida por varios índices. Consta de dos gruesos volúmenes con un total de 2.433 páginas. En esta obra grandiosa he espigado algunos fragmentos, titulándolos y ofreciéndolos literalmente en XXX breves capítulos para orar.
El Santo escribió los sermones a petición de sus discípulos, para usarlos de pauta en la predicación. Comenta las lecturas bíblicas del día, sea domingo o festivo, tal como lo hacían los predicadores de su tiempo, extrayendo los cuatro sentidos: literal, moral, alegórico y anagógico. Conservamos este esquema solamente en el capítulo XXV, por ser un sermón más breve, pues en general son muy extensos.
Al entrar en los sermones del Santo asombra su conocimiento de la Sagrada Escritura, cómo la cita continuamente, cómo relaciona unos lugares con otros. Llama la atención también su amplio conocimiento de las Ciencias Naturales, de los escritos de los Padres de la Iglesia y de los filósofos.
Incide continuamente el Santo en el tema de la conversión. Y lo hace con energía y radicalidad. Hay que tener en cuenta que en su auditorio había gentes de
moral muy variada, y con esa rara mezcla de amabilidad y firmeza que él sabía esgrimir, los encaminaba eficazmente hacia Dios.
He agrupado los textos seleccionados en cinco partes. La primera sobre el tiempo de búsqueda y conversión; la II sobre el retiro para ahondar en la oración y la virtud: la III sobre la Santa Virgen; la IV sobre el Misterio de Cristo; y la V sobre el precepto del amor.
Los capítulos van precedidos de una nota sobre la vida del Santo tomada de la Leyenda Assidua, de autor anónimo; o bien de la Vida segunda, de Fray Giuliano da Spira, primeras biografías escritas sobre el Santo en el siglo XIII. Mi objetivo es que la palabra no se aleje de la ejemplaridad y presencia espiritual de la persona que la pronunció, san Antonio.
No tenemos la voz del Santo, pero ofrecemos literalmente su palabra en los textos elegidos, dejando que el predicador exhorte, el sabio enseñe, el santo prenda la llama.
Antes de la reflexión que ha de conducir al encuentro con el Señor, hará bien al orante, encomendarse al Santo y orar bajo su protección firme y amable.