Día 1

Pues andaba yo mirando al infinito cuando, de repente, me he dado cuenta de lo aburridííííísimo que estaba en realidad.

Es decir, que he pasado de disfrutar de una mañana tranquila y soleada a por poco querer tirarme de los pelos. Y, luego, por si no fuera suficiente con saber que me estoy aburriendo, me he puesto a pensar en las típicas cosas que solo se te ocurren cuando estás muerto del asco:

«Si yo cuento ovejas para dormir, ¿qué se supone que cuentan las ovejas?…», me ha dado por plantearme.

Y: «Si la lana se encoge al mojarse, ¿por qué las ovejas no encogen cuando llueve?…», he continuado exprimiéndome los sesos.

Sin embargo, mientras le daba vueltas a una tercera pregunta relacionada con ovejas, he oído un ruido. ¡Y me he agazapado al instante al ver a un tipo raro husmeando entre unos bloques de tierra!

«¿Qué estará haciendo este panoli?», me he preguntado, animándome por momentos por la curiosidad.

Y, acto seguido, el tipo de la armadura de diamante se ha puesto a mirar a un lado y a otro de la colina donde nos encontrábamos y ha accionado una palanca secreta. CLONC, ha sonado el mecanismo. Y el tipo se ha perdido al otro lado de la montaña.

¡UNA BASE SECRETA!

¡¡SE ACABA DE METER EN UNA BASE SECRETAAAAAAAAA!!

He chillado como un condenado.

Y lo siguiente ya ha sido fluir con la situación.

Porque, por casualidad, llevaba encima una poción de invisibilidad, así que me he tragado hasta la última gota y me he colocado junto a la entrada de la base. La palanca para entrar estaba a mi lado. Pero he esperado. «Marzy, ya sé que te tienta colarte ahora, pero ten paciencia o te pillará», me he dicho. «Espérate a que salga y, en cuanto vuelva a entrar, te metes al mismo tiempo que él».

Y eso he hecho. Por una vez en la vida, he escuchado a esa vocecilla que vive en mi cabeza y que se supone que soy yo y me he contenido. El tipo no ha tardado ni cinco minutos en volver a salir. Ha talado unos cuantos árboles y ha vuelto. En ese momento, con muchísimo cuidado de que no descubriera las partículas de invisibilidad que desprende el encantamiento de la poción, me he pegado a su espalda. Y, después de que el extraño mirase de nuevo a un lado y a otro de la entrada de su base, se ha vuelto a meter.

¡Y, FIUM, COMO UN RAYO YO ME HE METIDO CON ÉL!

«¡ESTOY EN UNA BASE SUPERSECRETA!», he presumido para mis adentros nada más pasar la compuerta. «¡ESTO SÍ QUE ES FORMA DE COMBATIR EL ABURRIMIENTO! JA, JA, JA, JA…».

¡OTRA VEZ! Acabo de volver a tener esa sensación de estar volviéndome tarumba —he oído que le decía entonces el tipo raro a los bloques de madera que transportaba—. O eso o acabo de oír la risa de un fantasma perturbado… JA, JA, JA, JA —ha seguido explicándoles a sus troncos mascota.

Y es que, en comparación con este lunático habla-troncos, podría decirse que soy el tipo más cuerdo del universo. Y, definitivamente, de dentro de estas cuatro paredes… Por mucho que me haya entretenido el resto del día solo con observar al tipo extraño trajinando de arriba abajo de su base secreta. Y a pesar de que la base secreta no fuera gran cosa. Ya que consistía en un pasillo estrechito que hemos atravesado al entrar y una sala diminuta con lo más básico que se pueda tener: un par de cofres, hornos, mesas de crafteo… nada fuera de lo normal.

Pero se lo veía tan contento iniciando esta aventura que, sin pensar aún en lo que estaba haciendo, me he tirado horas espiando al tipo raro. A ratos con miedo de que me pillase debido al reducido espacio de la sala. Otros momentos, maravillado del entusiasmo y el empeño con los que el loquito habla-troncos ponía en orden las tres o cuatro cosas de su rudimentaria base.

Y, cuando al fin se ha ido, he tenido una revelación: «Vale, vale, vale, ya lo tengo, ahora sí que sí… ¡¡¡YA SÉ LO QUE VOY A HACER!!!», he gritado. Y, al segundo, me he encontrado a mí mismo haciendo un escondite en la esquina contraria a los cofres y las mesas de crafteo. Un lugar desde el que no se pudieran ver mis partículas y desde el que poder cotillear con tranquilidad los movimientos del dueño de la base.

Porque, sin buscarlo siquiera, acababa de encontrar uno de esos retos que no se te presentan dos veces en la vida. Y lo he tenido que decir. De pronto, he sentido la necesidad de gritarlo a los cuatro vientos para formalizar el reto:

«¡VOY A INFILTRARME EN ESTA BASE SECRETA! ¡ESTÁ DECIDIDO!».

«Pero no solo eso… no, no, no. Además, ¡VOY A SOBREVIVIR 100 DÍAS! ¡¡TAL CUAL, 100!! ¡¡¡NI UNO MÁS, NI UNO MENOS!!! ¡¡¡100 DÍAS ESQUIVANDO AL TIPO RARO Y LIBRÁNDOME DEL ESPADAZO CON EL QUE ME VA A PARTIR EN DOS COMO ME PILLE, JA, JA, JA, JA…!!!», me he propuesto, viniéndome superarriba y riendo cada vez más y más alto.

Hasta que se ha vuelto a oír el mecanismo de la puerta.

—Como os iba comentando, parece que hoy oigo risas por todos lados. ¡Por todos lados! JA, JA, JA, JA… —se ha mofado el tipo raro, que volvía a la base en compañía de nuevos bloques de madera a los que hablarles de sus chifladuras.

Día 2

Hoy, principalmente, me he centrado en NO SER DESCUBIERTO. Y, para eso, he ampliado los bloques de mi escondite. Ahora tengo el suficiente espacio como para hacer el pino y tirarme al suelo a hacer flexiones. Sin embargo, he decidido que no voy a hacer ni lo uno ni lo otro, porque sin hacer nada se está la mar de a gusto.

Eso sí, estirarme para echar una siesta ya es otra cosa. Y esta otra cosa es la que he hecho a gustísimo durante el resto de la mañana. ZZZZZZZZZ…

El dueño de la base ha vuelto muy temprano. Muy temprano para ser la tarde, claro. Y el tipo se ha puesto a trabajar en mejorar las instalaciones cutres en las que, por el momento, consistía su base secreta.

¡Buenas tardes, mis tronquitos! ¡Y mis mesas de crafteo, y mis cofres! ¡Buenas tardes, base secreta! —ha gritado nada más entrar.

Y se ha puesto dale que te pego a ampliar el cuarto. Tirando paredes aquí y allá y creando nuevas galerías que está por ver para qué querrá utilizarlas.

Algo que me ha llamado la atención es que ha ido colocando carteles a medida que iba abriéndose camino por los bloques de la montaña. En el primero ha escrito: «Construye lo que quieras por esta parte». Para el siguiente ya se ha vuelto un poco más mandón: «Por aquí ten mucho cuidado y no me rompas estos bloques, que me ha llevado varias horas construir esta habitación», ha advertido (aunque la verdad es que ha abierto el hueco en menos de cinco minutos).

Y yo me he preguntado… «¡¡¡¿¿¿CON QUIÉN ESTARÁ HABLANDO???!!!». A ver si resulta que la base no es solo suya, sino que la comparte. Aunque, vete a saber. Con lo chiflado que está este tipo, igual le está hablando a sus troncos. O a un bloque de piedra al que le ha cogido especial cariño.

Porque, si es alguien, ¿quién puede ser?… ¿un amigo? ¿Su madre?… No, no, por cómo le habla, ha de ser su amigo. O quizá tenga una madre muy molona a la que le flipan las bases secretas. Yo qué sé. Por ahora, lo cierto es que solo me queda seguir esperando en silencio en mi escondrijo. Y eso he hecho para SOBREVIVIR DURANTE MI SEGUNDO DÍA EN UNA BASE SECRETA.

Para poder aguantar un tercer día, al irse el loco de los troncos, me he dedicado a construir soportes de pociones. Porque la primera poción de invisibilidad que llevaba ayer encima por casualidad se acabó muy pronto. Y, por suerte y por una segunda casualidad, tenía otra. Y otra. Y otra. Unas cuantas, vaya. Pero, hoy, justo antes de que se fuera el dueño, el efecto de la última poción de invisibilidad que traía ha dejado de funcionar. ¡Y, ay, que por poco me da algo cuando el chiflado ha vuelto de pronto y se ha quedado mirando hacia la esquina del escondrijo!

Mmm… —se le oía decir, como pensativo.

¡Como si estuviera a punto de sacarme de su base secreta a espadazos y solo estuviera decidiéndose acerca de qué hacer conmigo!… ¡Y CÓMO TORTURARME!

—No, no te dejas nada. Hoy has hecho todo lo que tenías que hacer, Paquito… —se ha dicho a sí mismo. Y se ha despedido—: ¡Hasta dentro de unas horas, mi queridísima base secreta!

Y, FIUM, Paco ha echado a correr hacia dondequiera que tuviera que irse durante unas horas.

Entonces, he soltado un larguísimo «UFFF» de alivio y he salido, por fin, a por los materiales necesarios para poder fabricar más pociones de invisibilidad:

Botellas de agua.

Verrugas abisales.

Zanahorias doradas.

Ojos de araña fermentados.

Y redstones (para que la poción de invisibilidad dure lo máximo posible).

Y he de decir que, como soy un paranoico, por si no podía volver a salir, he fabricado más de la cuenta. ¡Tantas que me he quedado sin espacio en este huequito de la pared en el que me encuentro!…

¡¡¡O SEA, QUE HOY ME TOCA DORMIR DE PIE!!!

Día 9

No entiendo cómo he sobrevivido tantos días en la base secreta de Paquito. Porque una cosa es pasarse un día o dos escondido en una base ajena…

¡PERO YO YA VOY
POR EL NOVENO!

Nueve días en los que, seguramente por el apretujamiento de las pociones de invisibilidad, me he dado cuenta de que me toca hacer reformas. Así que, igual que Paco ha construido nuevas habitaciones y ha colocado librerías y sofás durante estos días, yo he de ampliar mis escondites en esta base secreta. De lo contrario, las pociones de invisibilidad acabarán por sepultarme en cuanto me despiste. Y no es algo que me apetezca por el momento…

No me queda otra:

¡HOY EMPIEZO A CONSTRUIRME UN BÚNKER DE SUPERVIVENCIA!

Y, como lo que yo quiero es un búnker espacioso para hacer lo que se me antoje sin que Paquito se entere, lo primero es hacer una buena investigación.

Para eso, he esperado a que Paco se echara la siesta. Y, cuando he supuesto que estaba durmiendo más profundamente (es decir, cuando ha roncado más fuerte), me he acercado a su oído y le he susurrado:

—Paquito, tú que sabes tanto sobre bases secretas, respóndeme a esto: ¿a cuántos bloques se propaga el sonido?

—Mmm… —se ha vuelto a poner pensativo Paco. Y, al rato, ha respondido—: Si lo que quieres es camuflar tus ruidos, aléjate, por lo menos, veinticinco bloques de distancia…

¡A veinticinco bloques estarás seguro!

—¿O sea, que podré abrir cofres y comer tranquilo?

—Sí… —me ha contestado enseguida el muy sonámbulo, tan diligente y servicial como solo puede ser Paquito.

—¿Y podré saltar y corretear e incluso echarme un bailoteo si se da el caso?

—Lo que sea, cualquier cosa… Pero ¿para qué quieres saberlo?

—Por si me da por montar una fiesta cerca de tu base secreta, Paco. Para no molestarte.

—Ah, muchas gracias por la consideración… ¡Pues, siempre que dejes veinticinco bloques de distancia, no me enteraré de nada!

—Y estás completamente seguro de ello, ¿no? —he querido confirmar.

—Por supuesto… ni aunque estuvieras DENTRO de mi base secreta me enteraría.

¡Y yo no voy a ser el que le lleve la contraria!

¡A VEINTICINCO BLOQUES SE HA DICHO! —he gritado, alejándome ya de Paquito y empezando a mirar hacia todos los lados para encontrar una buena entrada para mi futuro búnker.

Pero he sido un cutre… Al final, me he limitado a picar veinticinco bloques a partir del escondrijo que ya tenía en la entrada. «Mejor no te pongas muy creativo cuando no hace falta… ¡Que luego las ideas se te gastan, Marzy!», he intentado convencerme al estilo de Paquito, hablándome a mí mismo.

Al terminar el pasillo de veinticinco bloques, he picado a izquierda y derecha, hasta dejar un espacio rectangular. Ahí he plantado un cartel en el que he escrito: «BÚNKER MZY». Y he dejado mis cofres, las pociones de invisibilidad, he colocado unas cuantas antorchas para iluminarlo todo y he puesto una cama. «¡Porque hoy vuelves a dormir en una cama, Marzy!», me he dicho.

Y, aunque eso me tendría que haber colmado de felicidad, más bien ha ocurrido todo lo contrario. Entonces, me he acordado de que no llevo conmigo el pijama bueno, el de los bolsillos… Y si el mundo se divide entre aquellas personas que son de pijamas con bolsillos y aquellas personas que los prefieren sin agujeritos, yo soy claramente de los primeros.

Porque ¿qué es un pijama sin bolsillos, a ver? Pues poco más que una bolsa de basura con dos aberturas para meter los pies. O sea, un trozo INSERVBIBLE de tela.

Además (y esto va para los defensores de esta clase de «pijamas»): ¿qué pasa si a media noche os despertáis con un antojo terrible?, ¿si os ruge la tripita y, de pronto, os morís por hincarle el diente a algo de comida? O sea, una de esas ocasiones en las que haríais cualquier cosa por llenar el estómago. Cualquier cosa, menos levantaros, claro. Porque es media noche y cualquier esfuerzo da una pereza horrible. Así que os aguantáis. Simplemente os aguantáis y os morís del asco.

En cambio, yo, embutido en mi pijama CON BOLSILLOS, solo tengo que alargar la mano para zamparme una buena galleta o hasta una tarta de calabaza, si me pongo digno.

En fin, que por poco mando al traste el reto de los 100 días sobreviviendo en una base secreta y me voy a casa a por mi pijama bueno. Pero, cuando ya me disponía a salir por la puerta, Paquito se ha levantado.

¡Hoy toca poner los carteles! —ha dicho.

Y, acto seguido, ha escrito su nombre en un cartel sobre la entrada de una de las salas. «Habitación de Paco», la ha bautizado. Y, después, en la sala de enfrente, ha colocado un cartel en el que se leía: «Habitación de Óscar».

¡ÓSCAR!… ¡Así que, definitivamente, no puede tratarse de su madre!… Lo que me ha despertado la curiosidad necesaria para olvidarme de los bolsillos del pijama y continuar espiando a Paquito.

«Esta será a partir de ahora tu habitación, así que no vuelvas a quedarte sopa entre los cofres de la entrada», le ha advertido en otro cártel que le ha dejado dentro, junto a la cama.

«¿¡CÓÓÓÓÓMO!?… ¿¡QUE ÓSCAR HA ESTADO AQUÍ!?», me he sorprendido yo al instante. De una forma tan poco hacia mis adentros que, hasta Paco, que estaba a unos bloques de distancia, se ha enterado.

¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!?… —ha preguntado con un chillido, meneando la cabeza en todas direcciones y haciendo funcionar su cuello a una velocidad de vértigo.

Yo me he apresurado a esconder mis partículas de invisibilidad junto a los bloques de hormigón del pasillo. Y, de esta forma, me he quedado lo más quieto que he podido durante un buen rato. El tiempo que Paco se ha pasado escudriñando hasta el último hueco del pasillo. Hasta que, de repente, ha parecido encontrar algo.

¡TE HE VISTO! —ha gritado.

¡JUSTO EN MI DIRECCIÓN!

JA, JA, JA, JA… ¿Otra vez tú? —ha continuado hablándole a su mascota, es decir, a un bloque de madera tirado por el suelo—. Me pregunto cómo te llamarás. ¿Algún humano te ha puesto antes nombre?… —le ha preguntado el chalado de Paco al tronco.

Y, así, se ha tirado quince minutos.

—Te llamaré Tronqui. Eso es… Tronqui. Y no te preocupes, si no tienes a nadie más, yo te cuidaré. Y tú puedes hacer lo mismo conmigo. ¡Y, de este modo, podemos ser amigos para siempre, Tronqui!

¡Tú y yo, amigos por los siglos de los siglos, Tronqui!

¡Tronqui y Paquito, los amigos inseparables!

Día 10

A partir de hoy, pienso estar suuuuperatento a todo lo que ocurra en la base secreta de Paco. Porque no puede ser que Óscar haya estado por aquí y yo ni me haya enterado. Y no lo digo solo por cotillear también lo que hace Óscar. No, no, no.

¡Es que, además, es un peligro no saber dónde está Óscar cuando está dentro de la base!

Si quiero cumplir el reto de los 100 días, he de tomármelo mucho más en serio. Por eso, hoy se me ha ocurrido que necesito un plan de escape. Puesto que llegará un momento en el que Paco no me confunda con un tronco y se pispe de mis partículas de invisibilidad. O igual se me escapa un estornudo mientras lo sigo de cerca y le salpico la oreja de saliva y mocos.

En ese momento, lo único que me evitará un buen espadazo es una SALIDA DE EMERGENCIA. Así que la mañana de mi décimo día sobreviviendo en la base de Paco la he invertido en construir un túnel larguíííííísimo (de casi mil bloques de distancia) que conecta mi búnker con el exterior.

Cuando he terminado de excavar, he colocado raíles y también raíles propulsores, para largarme a toda velocidad si se da el caso. Al final del túnel, he picado hacia la superficie y he puesto unas escaleras. Y, por último, he dejado una vagoneta al inicio de mi salida de emergencia.

¡LISTO!

Ya me siento muchísimo más seguro.

Por la tarde, durante las horas muertas en las que Paco no hace otra cosa que roncar, me ha dado por bajar hasta el nivel once para pasar el rato buscando diamantes. Y me he entretenido tanto que, mientras picaba, me he puesto a cantar sin darme cuenta una canción de otra de mis aventuras. De cuando salvé a los siete reinos de Hydracraft. Dice así:

«CAVAR-CAVAR, CAVAR-CAVAR…

PICO-PICO, PICO-PICO…

SIIIIIN DESCANSAR».

Y VUELTA A EMPEZAR:

«CAVAR-CAVAR, CAVAR-CAVAR…

PICO-PICO, PICO-PICO…

SIIIIIN DESCANSAR».

Y el bucle continúa hasta el infinito. O hasta que te canses de buscar minas de diamante.

En fin, que la tarde ha sido de lo más productiva y me he forrado de diamantes. Como no tenía nada que hacer con ellos por el momento, se me ha ocurrido una pequeña broma… En cuanto he vuelto a la base secreta, he corrido hasta el cuarto de Paco y le he dejado unos cuantos diamantes en su cofre. Además, he dejado el siguiente mensaje: «Para que te compres algo bonito, guapetón». Y lo he firmado con el nombre de Óscar.

Aunque, para mensajes, los que se traían Paco y Óscar en los carteles que se iban dejando a cada rato.

¡Y YO AÚN SIN VER A ÓSCAR POR NINGÚN LADO!

Oye, Paco, ¿podemos cambiar el color del sofá?

A Tronqui le gusta el verde. Dice que le recuerda a cuando era un árbol.

¿Quién es Tronqui?…

Nadie.

Ah, vale… Ya pensaba que habías dejado entrar a alguien.

Claro que no.

Eso espero, porque ya sabes que hay que discutir conjuntamente si admitimos un nuevo miembro en el clan.

¿Y qué te parece si metemos a un colega?

¿A quién?

A Tronqui.

Día 21

La base de Paco ya no tiene nada que ver con esa sala cutre en la que me colé el primer día. Ahora, entre habitaciones y demás, ya cuenta con diez salas. Incluidas una sala de fiestas hasta los topes de tartas de calabaza y una zona spawner para farmear experiencia y dinero.

Pues bien, ha sido en esta última sala en la que hoy por poco no lo cuento. Y me explico: para entrar a esta habitación, Paco ha colocado una puerta muy moderna que se acciona al acercarte y se cierra sola en cuanto pasas. Y yo, que iba distraído, en vez de entrar a la zona spawner a la vez que Paco, he abierto la puerta después de que él pasara. Por lo que se ha oído: «CLAC, CLAC», al abrirse y cerrarse de nuevo.

Y no veas lo histérico que se ha puesto Paco de repente:

TRONQUI, SI HAS SIDO TÚ, PONTE A CUBIERTO, ¡PORQUE NO TE VEO Y VOY A DAR UNOS CUANTOS ESPADAZOS AL AIRE POR SI LAS MOSCAS! —ha advertido.

Y entre esos aspavientos se ha tirado unas cuantas horas dándole ZAS-ZAS-ZAS a la espada a lo largo y ancho de la sala. Yo, por supuesto, me he tenido que apartar y esconder en la esquina opuesta a la que él se acercaba a cada rato con sus espadazos.

¡ASÍ QUE HAY QUE VER EL MIEDO QUE HE PASADO!

—Bueno, me lo tengo que haber imaginado… JA, JA, JA, JA. ¡Tantas horas farmeando como un niño rata han debido de afectarme! —ha bromeado.

Y, por fin, ha vuelto a enfundar su espada y se ha ido.

Como no me ha dado tiempo a salir a su lado, para que no oyera otra vez el «CLAC, CLAC», he esperado un rato. Y, sin mayor problema, he abandonado la zona spawner.

El resto del día me lo he tirado lo más lejos posible del espadachín de Paco. Principalmente, entre mi búnker de supervivencia y la zona de la entrada donde Paco y Óscar se dejan mensajes cada dos por tres.

Oye, Óscar, hace tiempo que no te veo. ¿Dónde te metes cuando vienes a la base?

Pues por aquí, no sé.

«Aquí» ¿dónde?

Ahora mismo «aquí» donde el cartel.

Pues es donde estoy ahora y no te veo.

Y yo a ti tampoco.

Qué raro.

Sí, qué raro todo.

Día 25

Hoy me he quedado pillado mirando una de las cortinas de lava que ha colocado Paco como decoración de su base secreta. Y tan pillado he llegado a estar con el fuego que, sin querer, me he acercado demasiado.

¡LO QUE HA HECHO QUE LA PUNTA DE MI NARIZ ENTRE EN CONTACTO CON LA LAVA!

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAH!!! —he chillado como un piglin al instante.

Y he salido disparado, golpeándome contra las paredes, las librerías y las antorchas. Palmeándome en todo momento la nariz con ambas manos para apagar la llamarada que se ha formado. Tropezando con el sofá verde que le gusta a Tronqui, los carteles de Paco y Óscar y con CUALQUIER COSA QUE SE ME PUSIERA POR DELANTE… Hasta que he ido a parar a la zona donde se encontraba Paco: un huertito que se estaba creando en ese momento con la azada.

Para que el tipo raro no me pillase, me he callado de golpe, me he quedado quietísimo y me he apretado la nariz con todas mis fuerzas. Puesto que, a pesar de la poción de invisibilidad, estaba tan quemada que de ella salía un humillo apestoso.

¡Será posible, Tronqui! ¡Me habías prometido que no se te volvería a escapar otro de tus nauseabundos pedos!… Aunque no te veo —ha dicho dirigiéndose hacia la peste, es decir, hacia mí.

Y el guarro ha olfateado tan de cerca que por poco se me traga por la nariz. Pero ni con esas podía moverme. De lo contrario, Paco vería las partículas de invisibilidad.

¿Es que te has escurrido por aquí? —ha preguntado a su querido Tronqui.

Y, al accionar un pistón de una de las esquinas de la sala, ha desaparecido.

Yo, por si las moscas, he preferido no seguirlo y, en vez de eso, he corrido a toda prisa hacia mi búnker de supervivencia.

Después de calmar la quemadura de la nariz con varias botellas de agua, he vuelto a salir y, como ya es costumbre, he pasado el rato en la zona de intercambio de carteles entre Paco y Óscar.

Oye, Paco, hay algo que me tiene preocupado.

¿El qué?

Pues que creo que lo nuestro se está enfriando.

¿«LO NUESTRO»? Pero ¿qué dices, Óscar?

Me refiero a nuestro plan de expandir el clan Paco.

Aaaaaah, vale, vale, que hablas del clan, ¡qué alivio!… Pues sí, se está enfriando, pero eso se arregla fácilmente. De hecho, llevo unos días dándole vueltas a un anuncio:

¿Cansado de compartir clan con niños rata? ¡Únete al clan Paco; el clan más vacío que vas a ver en tu vida!

¡Esta vez sí que te has superado!

¿A que sí?

Sí, aunque no sé si para bien…

Día 26

Hoy Paco se ha despertado más temprano de lo habitual y ha salido a hacer recados. O quizá debería limitarme a decir que «ha salido», porque yo qué sé lo que estará haciendo… Tal vez no sabe nadar y está en clases de natación. O puede que esté aprendiendo a hablar en el idioma de los piglins. O a lo mejor se ha dado cuenta de que Tronqui está muy solo y ha salido a talarle un hermano perfecto. A saber…

El caso es que, después de que hayan pasado varias horas sin que volviese, me he envalentonado a volver al huerto y he activado el pistón que Paco activó ayer.

Y, CLONC, una trampilla se ha abierto en el suelo. Y por ahí que me he tirado sin pensármelo. Algo muy poco inteligente, lo admito.

Sin embargo, por suerte, la caída ha sido leve. De unos dos o tres bloques si es que ha llegado a eso. Y, al mirar alrededor, me he encontrado en un cuartucho enanísimo, del tamaño de un armario prácticamente. ¡Una habitación de tareas pendientes!

¡SERÁ POSIBLE!… ¡Y yo que había tomado a Paquito por un cabeza loca! —se me ha escapado.

El cuartucho era tan pequeño que el eco de mi propia voz me ha pegado unas veinte collejas seguidas.

¡PIMBA, PIMBA, PIMBA…!

Al agotarse el eco, he vuelto a centrarme en los carteles, que parecían estar ordenados según importancia:

1. Convertirme en millonario.

2. Descubrir si Tronqui necesita comer.

3. Mejorar la zona de cofres.

4. Crear una canción superpegadiza para el anuncio de expansión del clan Paco.

5. Encontrarme con Óscar por la base secreta.

Y, de esta guisa, continuaba la lista de carteles. Apiñados unos al lado de los otros y dando vueltas por las cuatro paredes. Porque había tantos que hubiese necesitado otros 100 días de reto para leerlos todos.

Día 33

Aunque la idea de colarme en una base secreta y sobrevivir durante 100 días haya surgido del aburrimiento, pasar 100 días escondido no siempre es un festival de diversión, que digamos.

Por un lado, estoy harto del empacho que me causa tragar una poción de invisibilidad tras otra. Y es que llevo ya tantas entre pecho y espalda que a veces me desaparecen los eructos. Y los pensamientos se me nublan. Y, entonces, me da por pensar si no estaré desapareciendo yo mismo… Pero no, está claro que no, porque, luego, pasan los ocho minutos que dura cada poción y me acerco a toda prisa hasta el espejo más cercano ¡y ahí está!

¡MI CARETO DE NUEVO!

Así que, por otro lado, ser invisible todo el tiempo no está tan mal. Solo que, en ocasiones, me aburre estar esperando a que a Paco se le encienda la bombilla y tenga una idea superfantástica para un nuevo cuarto.

Es en esos momentos cuando el reto de los 100 días peligra, porque es justo cuando estoy más despistado y asumo mayores riesgos. Como hoy, por ejemplo, que me aburría tantísimo que me ha dado por farmear en la zona spawner de Paco. Lo que implica que mi espada ha estado volando por sí sola y que, por sus propios medios, ha atizado a los cerdos del spawn. O eso habría visto Paco de haber aparecido por la zona.

Luego, me he atrevido a corregirle las faltas de ortografía a los carteles de Paco.

Y he cambiado «Vaño» por «Baño». «Sofá berde de Tronqui» por «Sofá verde de Tronqui». Y, al cabo del rato, me he animado tanto que hasta le he tachado su nombre del cartel de su cuarto. Así que, a partir de ahora, cuando vaya a la cama irá a la «Habitación de Paquito», que no Paco.

Después de eso, he dado media vuelta y me he quedado mirando el cartel de la habitación de Óscar. No porque tuviera intención de cambiarle el nombre, sino porque, por primera vez, he caído en que NO TENGO NI LA MÁS REMOTA IDEA DE QUIÉN ES ÓSCAR. Veo los mensajes que le escribe a Paco, sí. Pero ¿cómo puede ser que no lo haya visto NUNCA si hace 33 días que vivo AQUÍ?…

¿Será nocturno y vendrá mientras duermo? ¿Será otra personalidad de Paco? ¿Será como Tronqui, un ser que, a mis ojos, no tiene nada de humano? Porque igual es eso. Igual Óscar no es humano y, por ese motivo, ni siquiera me fijo en él…

Total, que en estas andaba yo (pensando en mil explicaciones posibles de por qué no sabía nada acerca de Óscar) cuando me he puesto a trabajar en un mecanismo de pistones para entrar a mi búnker. Hasta ahora, lo he hecho como un auténtico novato: quitando y poniendo un bloque de la pared cada vez que me meto por el túnel que lleva al búnker. Pero me he cansado. ¡Ni yo soy un novato ni me merezco una entrada así de cochambrosa!

Por lo que, en un periquete, he ideado un sistema de pistones con los que activar y desactivar la apertura de la entrada. Lo único que hacía falta era pisar una placa que he escondido bajo unos hierbajos cerca de la pared. ¡Un sistema sencillo, pero elegante!

Sin embargo, en una de las pruebas de abrir y cerrar la compuerta, de pronto, ¡ME HE CRUZADO CON LA MIRADA ATÓNITA DE PAQUITO! Quien ha observado como un bloque de la pared dejaba paso a un pasillo. Para, un segundo después, volver a taparlo.

«¡¡¡NO PUEDE SER, NO PUEDE SER, NO PUEDE SER!!!», ha resonado en bucle por mi cabeza. Y, mientras retrocedía hacia el búnker, me he cargado el mecanismo de pistones y he colocado bloques a cada paso que he dado, para borrar el rastro del túnel.

Cuando he llegado al búnker, la cantinela de mi cabeza ha cambiado a: «¡CÓMO ERES TAN ESTÚPIDO PARA DEJARTE VER, MARZY! ¡¡¡CÓMO ERES TAN ESTÚPIDOOOO!!!». Y, sin pensarlo, me he tirado a la vagoneta de mi salida de emergencia. Como un tiro, he recorrido los casi mil bloques hasta las escaleras. Y, a la velocidad de la luz, he subido hasta la superficie y me he escondido tras unos matorrales.

Y así he esperado. Y he esperado. Y esperado… Renovando la poción de invisibilidad cada ocho minutos. Con la mirada clavada en la escotilla de mi salida de emergencia. A la espera de que Paquito, furioso y espada en mano, descubriera mi búnker de supervivencia, lo recorriera y acabara dando con la vagoneta que, inevitablemente, lo traería hasta aquí.

PERO ¡NADA DE ESO HA OCURRIDO!

Día 34

Antes de que saliera el sol, me he colocado frente a la entrada de la base secreta de Paco, he cruzado los dedos y me he dicho: «Que sea lo que tenga que ser… ¡Ale, mucha suerte!». Y he abierto la compuerta. Imaginándome lo peor, claro, que era encontrarme la jeta de Paco esperándome al otro lado. Y, junto a la jeta, su espada. Y, junto a la espada, un millón de razones para clavármela. Entre ellas, no haber sido capaz de perseguirme ayer porque se le rompió el pico o porque Tronqui necesitaba de sus cuidados. O yo qué sé, porque no entiendo por qué no se puso a perseguirme como un energúmeno.

Pero ¡TAMPOCO! Al abrirse la puerta, no me he encontrado con su jeta, ni con su espada ni con el millón de razones para clavármela. Es más, enseguida me he sentido a salvo por el ruido insoportable de sus ronquidos… «JJRRRRR… JJRRRRR… JJRRRRR…», resonaba por todos lados.

No obstante, tan pronto como he dado un paso, me he dado cuenta de que algo en el interior de la base secreta había cambiado. O, más que «algo», «varias cosas». ¡PORQUE LA BASE ESTÁ AHORA HASTA LOS TOPES DE DOS TIPOS DE TRAMPAS!

Para empezar, he visto que apenas se puede pisar el suelo sin llevar el pie a una de las PLACAS DE PRESIÓN que ha colocado Paco: de esas que, al accionarlas con tu peso, hacen un ruido para descubrirte como el intruso indeseable que eres.

El segundo tipo de trampas del que me he pispado consiste en un mecanismo que Paco ha añadido al cierre de los cofres. Y no me he atrevido a comprobarlo (OBVIAMENTE), pero tiene toda la pinta de que, al abrirlos, va a sonar una cancioncita de lo más insoportable.

Y estas son las trampas que he sido capaz de ver antes de activarlas. Pero ¿y si activo OTRAS sin darme cuenta? ¡¡ESE SERÍA EL FIN DE MI RETO DE LOS 100 DÍAS!! Y ya que casi he llegado a la mitad, no me gustaría echarlo todo a perder por el dichoso mecanismo de pistones que se me ocurrió montar ayer mientras me aburría.

Por eso, he tenido la brillante idea de acercarme con muchísimo cuidado hasta Paquito y esperar a su lado a que despertara. Porque, cuando se despierte y se desperece y, finalmente, le dé por mover el culo, puedo seguirlo de muy cerca. Y, de esta forma, si activo una trampa a su lado, pensará que ha sido él mismo quien la ha activado.

O sea, que he hecho exactamente eso: tragar y tragar y tragar un ronquido tras otro hasta que, a las dos horas más o menos, Paco ha abierto los ojillos.

¡Buenos días, base secreta! ¡Y Tronqui! ¡Y Óscar!… Si es que a ti algún día te veo el pelo —ha gritado muy alegre.

Y yo me he pegado a él como una sombra mientras farmeaba en su zona de spawn. Mientras revisaba sus tareas pendientes y añadía tropecientas más, como, por ejemplo: «Pensar en nuevas trampas para detectar intrusos». «Diseñar una armería para cuando el clan se expanda y haya que almacenar varias armaduras». Y: «Hacer el esfuerzo de lavarme los dientes una tercera vez a la semana».

Tampoco me he separado de la chepa de Paco cuando se ha metido en su cuarto y ha sacado un diario de un escondrijo que tenía bajo su cama. «Diario de Paco», lo había titulado. Pero, en cuanto ha dejado la habitación, he introducido la mano en el escondrijo bajo su cama y le he cambiado el «Paco» por «Paquito», que suena más cercano.

Y, entonces, por primera vez a solas desde que había vuelto a la base secreta, me he puesto a cotillear el diario.

Fragmento de un miércoles de no hace mucho

Hace años que no vuelvo a mi pueblo. Y si no lo hago es por algo. Mi pueblo es el lugar más detestable de este mundo. En él deben de vivir unas quince personas. Trece palurdos y mis benditos padres. Por ellos es por lo único que vuelvo. Y ni aun así me gusta. Pero, bueno, hoy tenía que devolverles sí o sí un libro que me habían prestado y que estaban empeñados en que les devolviera para equilibrar una de las patas de la mesa del comedor.

Así que he vuelto. Y, en cuanto he pisado el pueblo, ha tenido que pasar. Porque es que lo sabía. ¡TENÍA QUE PASAR! Siempre que vuelvo al pueblo me tiene que ocurrir algo lamentable. ¡Y, vaya, si lo de hoy lo ha sido! Puesto que iba yo tan tranquilo caminando por la única calle que atraviesa el pueblo cuando he visto a lo lejos a Patricia. La niña más guapa de la clase de parvulitos y ahora la bruja más fea en kilómetros a la redonda. Y, como es natural y de buena educación, yo he establecido contacto visual ya desde lejos. He imaginado que ella también, aunque no podía estar seguro con esa pedazo de verruga suya en todo el centro de la napia. En cualquier caso, he seguido con el contacto visual. Y, un segundito antes de cruzarnos, he levantado el brazo, enseñándole la mano en un claro gesto de chocarla. Y le he dicho: «¡Eyyyyy!». Un acortamiento de «Ey, ¡qué gusto verte!», claro. A lo que ella ha respondido levantando también su mano arrugada y horrenda de bruja. Y, cuando le he ido a chocar esos cinco, ha pasado de largo. Y no solo no me ha chocado la mano ni me ha saludado, sino que ni siquiera se ha dignado a dirigirme la mirada. Así que yo me he quedado en el sitio, como pulverizado por un rayo. Con esa sonrisilla estúpida que fuerzas cuando vas a saludar a alguien y el tembleque en las mejillas de cuando te mueres de la vergüenza.

¡PERO ES QUE AHÍ NO HA TERMINADO LA COSA! Porque me he girado y allí estaban Andrea y Marta. Las otras dos crías más guapas del pueblo hace unos años y ahora la segunda y la tercera bruja más fea, respectivamente en kilómetros a la redonda. Y, cómo no, resulta que el saludo que había iniciado Patricia iba para ellas. Y ellas, lejos de fijarse en el saludo de Patricia, me estaban mirando a mí mientras hacía el ridículo, aún con la mano en posición de chocar esos cinco, siendo incapaz de borrar la mueca de sonrisa forzada de mi careto de pringao.

JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA… —me he reído al segundo de acabar de leer el fragmento.

Y, como era de esperar, Paco ha respondido también al momento.

¡¡¡QUIÉN ANDA AHÍ!!! —ha dicho mientras corría de vuelta hacia su habitación.

Pero, entre la poción de invisibilidad y la penumbra de debajo de su cama, era imposible que me encontrara.

—Es indiscutible. Estoy perdiendo la cabeza… O eso o es que has aprendido a reírte, Tronqui —he oído que decía ya a lo lejos—. Tiene que ser eso. ¡Por fin has aprendido a reír, querido amigo! ¡QUÉ ILUSIÓN, TU PRIMERA CARCAJADA!

«¡UFFF! ¡Por qué poco no me pilla!», me he recordado mientras Paco continuaba alejándose. Y, al rato, cuando ha pasado un tiempo prudencial, he salido al pasillo de puntillas y he vuelto a mi búnker de supervivencia sin hacer ruido.

Cuando he acabado de reír lo que aún no había reído tras la lectura del fragmento, es decir, unas horas después, he salido de mi búnker y me he encontrado con los siguientes carteles:

Oye, Óscar, me gustaría hablar contigo sobre algo.

Dime.

Pues, mira, que he perdido el diario. MI diario. Y, como llevo un rato buscándolo y no hay forma de encontrarlo, te pongo al corriente de que lo he perdido. Si lo encuentras, no lo leas. Sobre todo, me gustaría recordarte eso. Y también que me lo devuelvas, claro… Pero, en el hipotético caso de que lo encuentres y te entren ganas de leerlo, no lo hagas, por favor. En ese caso, ni siquiera me lo devuelvas, quémalo al instante. Exacto, como lees en este cartel. Tú lo quemas y santas pascuas.

Día 39

«Óscar, definitivamente, no puede existir», eso es lo que yo estaba pensando a media tarde de este día 39 sobreviviendo en la base secreta del clan Paco. Y no lo estaba pensando al tuntún, sino apoyado en razones de peso: como que Paquito está un pelín tocado de la cabeza. O que llevo casi 40 días metido en esta cueva y me apostaría el brazo derecho a que antes existe Tronqui que Óscar.

Pues, bueno, eso es a lo que yo estaba dándole vueltas en la cabeza cuando, de repente, un tipo extraño ha aparecido en la base.

¡NO ME LO PUEDO CREER!… ¡ÓSCAR! —ha gritado Paco.

—Ey, Paquito, ¿¡qué te cuentas!? —le ha respondido el otro, o sea, Óscar, como si nada, como si lo viera todos los días, el tío.

Y, después de un par de abrazos y de ponerse al día en lo básico, Óscar ha empezado a sacar objetos supertochos y se los ha dado a Paco. Y ha sido entonces cuando he notado algo extraño en Óscar. Algo que debía haberme llamado antes la atención: ni más ni menos que el muy sinvergüenza se ha presentado levitando. ¡VOLABA CON LA AYUDA DE UNAS BOTAS ALADAS!… O SEA, QUE ÓSCAR ESTABA USANDO OBJETOS PROHIBIDOS.

Y, sin lugar a dudas, los objetos que acababa de dar a Paco eran igual de ilegales. Y eso sí que no. Después de mi aventura para liberar a los siete reinos de Hydracraft de una panda de hackers rechonchos, no pienso soportar una sola trampa más.

Así que he esperado hasta que Paquito ha sentido la llamada de la naturaleza. Y, con él en el baño, he aprovechado para acercarme a Óscar por la espalda y cogerlo del pescuezo.

Shht… ¡Ni se te ocurra decir nada! —le he dicho con el tono más amenazador que soy capaz de poner.

Y, sin soltarlo, lo he llevado a rastras hasta el exterior de la base.

¿¡QUIÉN ERES!? —se ha atrevido a gritar fuera, después de que le pegase un empujón y se librara de mi agarre.

Pero ni le he respondido ni él ha sido capaz de verme. Porque, además de la poción de invisibilidad, en todo momento me he mantenido a su espalda.

¿¡No me vas a contestar!?… ¡Genial, pues me las piro! —ha continuado diciendo el gallito.

Y, en cuanto ha empezado a correr, yo he sacado a pasear el puño y le he pegado un golpetazo que lo ha dejado medio KO.

¡PUMBA!

—A la policía que vas —he querido que supiera antes de desmayarse.

—E… e… espera… —ha comenzado a responderme él.

Y hasta ahí ha llegado su conciencia. Igual que hasta ahí han llegado sus días de tramposo, porque lo he dejado tirado en la entrada de una comisaría mientras su cuerpo inconsciente seguía levitando gracias a sus botas aladas superprohibidas.

«Por si no se os ilumina la bombilla con el hecho de que estoy volando, os lo digo claramente y con todas las letras: S-O-Y U-N H-A-C-K-E-R», he escrito en un cartel.

Y, a los minutos, un policía ha salido a hacer un descanso y meterse un buen dónut entre pecho y espalda y se lo ha encontrado, aún KO. La vista me ha alcanzado para leer su placa: «AGENTE YUNKERS», indicaba, con letras bien grandes y doradas.

«Pff, pues menudo nombrecito para un agente de la ley», he pensado. Pero tampoco le he dado muchas vueltas, porque el tal Yunkers se ha llevado a rastras a Óscar hacia el calabozo. Y yo, enseguida, aunque al trote cochinero, me he vuelto para la base secreta de Paco a leer otro fragmento de su diario. Porque, ahora que no voy a poder leer más mensajes entre Óscar y Paco, digo yo que de alguna forma he de entretenerme durante las largas noches en las que nada ocurre en la base. Nada aparte de los dichosos ronquidos de Paquito, por supuesto.

Fragmento de un lunes de hace un par de meses

Pocas cosas son más bochornosas que lo que me ha ocurrido esta tarde en el autobús de vuelta a casa. Al principio, todo iba bien. Más bien de lo normal, a decir verdad, puesto que un tal Rober, un tío con una pinta que no se la aguantaba de ser superpopular y tener una vida maravillosa, se ha sentado a mi lado. Y el tal Rober muy pronto se ha puesto a hablar conmigo como si yo también fuera de lo más guay y superpopular. Y no solo no lo soy, sino que me ha sorprendido muy favorablemente que lo pensara por mis pintas. Porque, lo último que puede pensar alguien que no me conoce es que yo soy superpopular. Pero, bueno, Rober lo ha hecho. Ha sucumbido a mis encantos, no sé muy bien cómo ni por qué. Y, al poco rato, ya hemos estado riendo como si fuéramos colegas de toda la vida. De esos que pueden pasarse horas en silencio sin que les moleste el silencio. Colegas de los de verdad.

Y, bueno, tan bien me lo estaba pasando que, cuando el bus ha llegado a mi parada, me he hecho el loco y he seguido en el bus. «Ya cogeré el de vuelta», he pensado. Porque aún era pronto y otra ocasión cerca de un tipo como Rober puede que no se volviera a repetir nunca. Así que he continuado pasando paradas y alejándome cada vez más de casa. «Yo bajo al final de la línea», me ha dicho de pasada Rober. «¿Tú también?». «Sí, sí», le he dicho muy rápido. Y hemos vuelto al palique. Y venga jajajá, venga jijijí, venga jojojó. No hemos parado de reír mientras el bus dejaba atrás una parada tras otra. Hasta que, ya cerca del final, a Rober se le ha ocurrido que podíamos contar chistes. «Venga, yo empiezo», ha dicho. Y se ha lanzado a ello: «Esto es un hombre que entra en un bar de pinchos y… ¡ay, ay, ay, ay!». (Silencio). «¿Lo pillas, Paco?». «JA, JA, JA, JA… SÍ», he tratado de disimular. «No lo pillas, no». «QUE SÍ, QUE SÍ, JA, JA, JA, JA, JA…». «Paco, no hagas el ridículo, no pasa nada, te lo cuento si hace falta». «Que lo he entendido a la perfección, chico, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA, JA…», me he partido falsamente de la risa. De un modo tan estrambótico que hasta el último pasajero del bus se nos ha quedado mirando. Incluso el conductor ha decidido detenerse unos segundos en la siguiente parada, para alargar el cuello hacia el pasillo y asegurarse de que todo estaba bien.

Y, cuando ha vuelto a arrancar, Rober le ha pegado un grito: «Espere, yo me bajo aquí», le ha dicho. «JA, JA… Rober, pero si tú te bajas en la última», le he recordado. Pero él se ha bajado igualmente. «SI QUEDA MÁS DE MEDIA HORA PARA QUE FINALICE LA LÍNEA, ROBER», le he chillado con la cabeza pegada al cristal, ya sin reírme. «VUELVE, ROBER, QUE LO ADMITO, NO LO HE PILLADO. NO HE ENTENDIDO ABSOLUTAMENTE NADA DE TU CHISTE, ROBER», pero ya era tarde. Rober había desaparecido.

Día 40

Hoy Paquito se ha puesto a ampliar una de las salas más nuevas de su base secreta. «Ha de ser una sala temática», he pensado, porque no hace más que colocar detalles y decoraciones de color rojo, y cortinillas de lava por aquí y por allá, y ladrillos abisales…

—A esta sala ya solo le falta un portal al Nether —le ha informado a su mascota inanimada.

Y yo creía que se lo decía en broma. Pero, no, no. De golpe, ha sacado catorce bloques de obsidiana y ha colocado cinco bloques por cada lado a lo largo y dos más arriba y dos más abajo para completar el rectángulo a lo ancho. Luego, ha cogido un mechero y le ha prendido fuego. «¡FUM!», ha sonado. Y, al instante, se ha activado el vórtice violeta de su interior. ¡QUIÉN IBA A DECIRME A MÍ QUE HOY PAQUITO EXPANDÍA SU CLAN HACIA EL NETHER!

Pero el día aún me guardaba dos sorpresas más. Y, en este caso, tenían nombre: Joselito y Rafa. ¡Las dos nuevas incorporaciones al clan Paco!

¡Qué alegría que hayáis llegado por fin! —los ha saludado Paquito, abriéndoles las puertas de la base y, también, las de sus respectivos cuartos.

Cuando han escogido, Paco les ha entregado un cartel con sus nombres, para que cada uno lo colocase sobre la entrada de su habitación y que estos carteles sustituyeran a los antiguos. El par de rótulos por los que yo no he sospechado nada de estas habitaciones: «Cuartucho sin importancia», había escrito Paco. ¡Y cómo iba a imaginarme yo que Paquito iba a ser así de pícaro! ¡CON LO INGENUO QUE HABÍA SIDO HASTA EL MOMENTO!…

En fin, el resto de día me lo he pasado pegadito a la novedad que representaban Joselito y Rafa. Dos chavales con muchas ganas, pero más verdes que el sofá de Tronqui. Cosa que he comprobado por sus habilidades farmeando en la zona spawner de Paco. Por su forma de talar árboles a la entrada de la base. Y, sobre todo, por cómo han actuado cuando he activado sin querer una placa de presión en la sala principal:

—Joselito, ¿has sido tú? —le ha preguntado Rafa.

—No me tomes el pelo —le ha contestado aprisa Joselito, largándole a Rafa una buena colleja por la acusación—: has tenido que ser tú. ¿Quién si no?

¿¿¿Paco…??? —se ha cuestionado Rafa.

—Paco nos ha dicho que se iba de la base hasta mañana. Que se iba a por más trampas para pillar al intruso indeseable, ¿recuerdas?

—Ah, sí, sí. Entonces, no ha sido nadie.

¡Exacto! Debemos de habérnoslo imaginado —ha creído Joselito.

¡Como en uno de esos sueños compartidos!

—Tal cual, estamos conectados, Rafa.

¡Como buenos miembros del clan Paco! —le ha contestado a Joselito, viniéndose arriba y contagiándoselo de inmediato a su compañero.

¡ES QUE FORMAMOS PARTE DEL MEJOR CLAN DEL MUNDO!

Benditos novatos… Si Paco hubiera oído lo mismo que ellos, ya estaría dando espadazos a diestro y siniestro.

¡Y yo muerto otra vez del miedo!

Pero de eso me libro hoy. «Hoy, por lo menos, estaré tranquilo», me he convencido. Y, después de espiar a los dos novatos hasta que se han quedado dormidos, he vuelto al diario de Paquito para acabar de rematar un día redondo.

Fragmento de un viernes de hace la tira de tiempo

Por fin he quedado bien en una entrevista de trabajo. O sea, que por fin me he quedado a gusto. Eso que dices: ¡qué bien la he hecho! No me he olvidado de decir nada importante… justo me han preguntado lo que mejor se me daba… ¡y hay que ver qué majo era el entrevistador!…

Tan majo que, de hecho, me ha acompañado hasta la puerta de la carnicería. Y allí, en la puerta, nos hemos dicho las últimas palabras, supercontentos los dos: él por haber encontrado trabajador y yo por haber encontrado trabajo. Entonces, como es natural, nos hemos despedido y hemos echado a andar… «¡Hasta luego!», nos hemos dicho. Y, al segundo, nos hemos dado cuenta de que caminábamos en la misma dirección. «JA, JA, JA, JA…», le he soltado con tal de aliviar un poco los nervios de la situación.

Sin embargo, cuando he corrido para dejarlo atrás, él justo ha intentado lo mismo. Y, cuando he desacelerado, él ha tratado de hacer la misma maniobra de despiste. «JA, JA, JA, JA…», he vuelto a soltar, esta vez de una forma nada natural. Así que, ya harto de tener al tiparraco pegado a los talones, me he puesto a correr. Y, como a él se le ha ocurrido también pegarse un esprint, los dos hemos acabado echando una carrera…

¡Y LA IBA A GANAR!
¡VAYA SI LA IBA A GANAR!

Pero, justo antes de llegar al cruce de la victoria, me he tropezado con lo que quedaba de un cucurucho de helado. Y, ZASCA… me he pegado un tortazo ridículo y MUY DOLOROSO por el que me han tenido que escayolar el brazo entero. Y, muy apenado, el entrevistador (que es tan majo que me ha llevado él mismo hasta el hospital), me ha dicho: «Lo siento muchísimo, pero, con el brazo como lo tienes, tendré que buscar a otro aldeano para el puesto de carnicero».

Día 41

Estos últimos días no he tenido un segundo para aburrirme en la base secreta. No porque no haya momentos muertos (QUE LOS HAY), sino, principalmente, porque no dejan de ocurrir cosas de lo más disparatadas.

Sin ir más lejos, esta tarde Óscar ha vuelto a la base.

ÓSCAR, ¿¡DÓNDE TE HABÍAS METIDO!? —le ha preguntado de repente Paco al sinvergüenza.

—Es una larga historia. Pero, resumiéndolo mucho: digamos que ahora estoy aquí y que eso es lo único que importa.

«¿Y quién soy yo para negárselo?», me he preguntado. A lo mejor, las autoridades han creído oportuno dejarlo libre. Quizá ha intercambiado información sobre otros hackers con el agente Yunkers. O puede que se haya arrepentido y haya jurado solemnemente no volver a hacer trampas en lo que le quede de vida. A saber… Así que, por el momento, voy a «creerme» que Óscar se ha reinsertado.

—Ven, quiero enseñarte algo que te va a encantar —le ha dicho Paco.

Y los dos, seguidos de cerca por los novatos de Joselito y Rafa, han corrido hasta la sala temática del Nether y se han zambullido en el portal.

Entonces, me la he jugado. «Hoy más que nunca no puedo perderme nada de lo que hagan o digan», me he repetido mentalmente un par de veces para convencerme. Y, aun a riesgo de que me pillasen, he saltado al portal tan solo unos segundos después de que ellos lo hubieran hecho.

¡ALLÁ VOOOOOOY! —he avisado al portal de obsidiana.

Y el portal de obsidiana me ha contestado escupiéndome del otro lado de su vórtice violeta: en pleno Nether, cómo no. ¡Y hay que ver si son rápidos los cuatro del clan Paco! Porque de ninguno quedaba rastro cuando he llegado. Sin embargo, no podían haber ido muy lejos. Además, de lo que sí quedaba constancia era de lo que habían estado haciendo hasta el momento con su expansión por el Nether. Ya que el portal te dejaba en mitad de un camino que debían de haber construido ellos. Y no lo digo solo por la técnica, sino porque he descubierto por las malas que está plagado de placas de presión con dispensadores antiintrusos. ¡Dispensadores con pociones de daño instantáneo! ¡OOOOUCH!.

Lo que significa que he tenido que avanzar lentamente y con mucho cuidado para no accionar más mecanismos trampa de la cuenta. El camino terminaba de golpe en un precipicio con una caída de casi cien bloques. Pero ¡parecía un salto preparado!

Al mirar abajo, he visto una especie de amortiguador de caída. Un bloque de slime, a juzgar por el color que se aprecia desde esta altura. Pero, claro, tenía que caer sobre ESE bloque. Un bloque de 1x1. Y, antes de eso, traspasar limpiamente el anillo rectangular con el agujero por el que se entra a la sala. También de 1x1. O sea, que más me valía ser preciso con el salto. O acabaría hecho papilla, aplastado contra los bloques abisales de la superficie del Nether.

¡PUES, ALLÁ VOOOOOOY! —he avisado de nuevo, en esta ocasión a los dos huecos de 1x1.

Y me he dejado caer por el espeso aire del Nether.

¡AAAAAAAAAAAAAAAAH! —he gritado durante toda la caída, mientras atravesaba el anillo rectangular y, especialmente, justo antes de rebotar en el bloque de slime…

¡BOING!

¡Shht…! Silencio, chicos —ha mandado Paco de pronto, en clara referencia a los dos novatos—. No queremos atraer a ninguna criatura peligrosa de esta parte del mundo. Así que hablad flojito.

—De acuerdo… —han respondido ellos mientras se miraban desconcertados.

¡Porque ni ellos ni el listillo de Óscar se han pispado de mi caída! ¡MENUDO MILAGRO!… Por suerte, los cuatro están tan concentrados en sus nuevas tareas del Nether que apenas prestan atención a ninguna otra cosa. Y es que la base del Nether del clan Paco es pequeña, pequeñísima, y, por eso mismo, está todo por hacer.

—Joselito, coloca las mesas de crafteo y los cofres en esa esquina. Rafa, tú te encargas de los yunques y los hornos. Y, Óscar, para ti la tarea más importante de todas: estudia en qué pared nos viene mejor colocar un soporte para las armaduras —ha ordenado el líder Paquito.

A mí eso del «soporte para las armaduras» me ha gustado. De hecho, en cuanto Óscar ha decidido dónde colocarlo, he esperado a que se despistaran y me he escondido detrás. Más tarde, cuando los cuatro han salido a explorar los alrededores, he picado un par de bloques de la pared y me he hecho un escondite a los pies de las armaduras.

Y, ya desde mi nuevo escondrijo en la base secreta del clan Paco en el Nether, los he espiado mientras continuaban mejorando las instalaciones con una zona de pociones y una biblioteca.

Al caer la noche, aunque me moría de ganas de leerlos, he creído oportuno guardarme los fragmentos del diario de Paquito para otro día: «Porque, como me dé por reír, cualquiera de los cuatro Paquitos se puede despertar y descubrirme…».

Y, por una vez y sin que esto sirva de excusa, me he apresurado a alcanzar el sueño antes que ninguno de los miembros del clan Paco.

Día 48

Llevo un tiempo vagueando por mi búnker de supervivencia: organizando fiestas de uno (o de dos cuando consiga raptar a Tronqui), poniéndome hasta las botas de tartas de calabaza y, en general, saliendo lo justo del búnker para recolectar todo aquello que necesito para sobrevivir.

«¿Y por qué?…», me pregunto yo mismo a veces. «¡Pues porque después de las horitas que pasé en la base del Nether necesitaba un descanso de tanta adrenalina!», me respondo enseguida.

Por eso, lo que hice a continuación fue regresar a este lado del portal. Y, por eso, lo que he estado haciendo esta semana es tomármelo con calma. Pero ya he tenido suficiente.

¡VUELVO A NECESITAR MARCHA!

Así que hoy he salido de puntillas del búnker de supervivencia y, al no encontrarme a nadie por la base, también de puntillas me he ido directo al portal del Nether.

Y lo curioso es que allí tampoco me he cruzado con nadie. El clan al completo debe de haberse ido de misión secreta vete a saber dónde y por qué motivos.

Inspeccionando un poco la base del Nether, me he dado cuenta de que alguien había cubierto el hueco de mi escondrijo tras el soporte para las armaduras. Y, al principio, he tenido un microsusto: «¡AY, AY, AY, AY, QUE ME HAN PILLADO!».

Sin embargo, no he tardado en comprender que solo se trataba de un pequeño escondrijo. Apenas faltaban unos bloques en la pared. Y aquello podía deberse a un despiste de cualquiera. Especialmente de parte de CUALQUIERA de los dos novatos del clan Paco.

Puedo incluso imaginarme la conversación de esos dos zoquetes cuando Paco u Óscar se han dado cuenta de la imperfección en la pared.

¿Has sido tú? —le habrá preguntado Joselito a Rafa.

—No. ¿Tú tampoco?

—Negativo.

—Entonces, no ha sido nadie —les habrán dicho a los desconfiados de sus líderes.

Y Paco y Óscar, a pesar de sus sospechas, habrán terminado por sucumbir ante las caras de bobalicón de Joselito y Rafa.

—Pues, venga, arreglad esa pared —les habrá ordenado Paco.

Y así está ahora la pared, como si nunca hubiese acogido el escondite cutre que piqué una semana atrás. Lo que, a su vez, significa que necesito un nuevo escondrijo en las profundidades del Nether…

«Pero ¿dónde?», me he preguntado mientras echaba un vistazo alrededor. «Está claro que el agujero detrás de las armaduras no lo puedo reabrir. Sería demasiado cantoso. Detrás de los cofres o los hornos es algo que ya está muy visto. ¿Dónde, entonces?», me he repetido. Y, en ese momento exacto, mi vista ha enfocado hacia la sala de la biblioteca. «¡PUES AHÍ SERÁ!».

De un brinco, me he subido a una de las estanterías. He picado un par de bloques y, ¡tatatachán!, ya tenía un nuevo escondrijo para espiarlos sin riesgo de que vieran mis partículas de invisibilidad. «Además, aquí arriba, con la de polvo que esto coge, no va a asomarse nadie», me he dicho.

Después de pasar un par de horas metido en el escondite sin que ningún miembro del clan Paco apareciese, he decidido volver a la base principal. «A ver si esta noche me entero de lo que han estado haciendo», he pensado. «Porque no es normal que se tiren tanto tiempo con la base vacía… Al menos, podrían haber dejado a Tronqui vigilando».

¡Y OJALÁ ME HUBIERAN ESCUCHADO!

Porque, al regresar a la base secreta de la superficie, me he encontrado con lo último que me esperaba. ¡De hecho, por poco me deja sin habla de la impresión! Pero, después de unos cuantos intentos, he conseguido verbalizarlo:

¡ACABAN DE RAIDEAR LA BASE SECRETA DEL CLAN PACO!

Y, como ocurre en estas situaciones, lo han dejado todo hecho unos zorros. Con los cofres abiertos de par en par y sin los objetos más valiosos dentro. Con las librerías destrozadas y las páginas de los libros arrancadas y esparcidas por el suelo. Y con humillo, fuego y agujeros por todas las habitaciones de la base, sin duda,

¡PRODUCTO DE LA EXPLOSIÓN DE VARIOS DISPOSITIVOS TNT!

Día 58

Nunca se me van a olvidar las caras de los miembros del clan Paco al regresar a la base secreta y encontrarse con el desastre que les habían dejado. Y me ha afectado tanto que me he tirado casi diez días persiguiéndolos como un fantasma. Sin voluntad ni fuerzas para escribir nada en este diario.

Pero tengo una buena noticia: el raideo a la base ha servido para que Paquito y los otros miembros de su hermandad se unan más que nunca. Y las buenas noticias no acaban aquí: porque, además, el clan de Paco no solo se ha quedado en las intenciones, sino que hasta los novatos de Joselito y Rafa se han puesto las pilas y, en estos diez días, ¡HAN REPARADO POR COMPLETO LA BASE SECRETA PRINCIPAL! ¡UN HURRA POR EL CLAN PACO! (¡HURRAAAAAAAA!…).

Y a calmarse un poco, ya que a toda buena noticia la acompaña una mala. Y, en este caso, la mala noticia me afecta directamente A MÍ: como era de esperar, después del raideo, las medidas de seguridad en el clan Paco se han incrementado. Y, AHORA, ¡LA BASE ESTÁ PLAGADA DE DISPENSADORES CON COHETES! O sea que, si piso una de esas placas de presión, un petardazo saldrá disparado y hará un ruido de locos… ¡Y bye-bye al reto de sobrevivir 100 días en una base secreta!

Por lo que, en adelante, debo llevar un cuidado extremo con los pies. Es decir, vigilar constantemente dónde voy dejando mi zapato. Lo que me recuerda a una de las anécdotas del diario de Paquito…

Fragmento de un martes del principio del diario, o sea, de vete a saber cuántos años

Espero que mi madre sea la única madre del universo que es más guay que su propio hijo. Y lo digo por el bien de esos posibles hijos con madres más guais que ellos. Como me pasa a mí, que tengo una madre que no se cansa de dejarme por los suelos. Por ejemplo, hoy me ha pegado un ZASCA épico por el que me voy a tirar limpiando la casa hasta que me saque un máster. La cosa ha empezado así: yo me disponía a salir a pescar con Roqui y quería vacilar de las zapatillas nuevas que me acababa de comprar. Pero el problema es que solo encontraba una. Yo tenía la sensación de que había visto las dos, sin embargo, al ponerme la primera, ha desaparecido la segunda. Y, claro, después de buscarla por todos lados durante unos dos minutos, he corrido a quejarme a mi madre: «Oye, ¿tú sabes dónde está mi otra zapatilla?». «Obvio», me ha dicho. «¿Dónde?», he insistido. «Aquí, je, je, je…». «¿Cómo va a estar aquí, en tu cuarto, si vengo del mío y la he visto por allí?». «Yo te digo que está aquí», me ha soltado tan pancha. «Pero ¡si yo nunca entro a este cuarto! ¡ES IMPOSIBLE!». «¿Qué te apuestas?», me ha preguntado, muy segura de sí misma.

Y yo me lo he tomado como un farol. «Lo que tú quieras, estoy segurísimo». «Si la encuentro aquí, ¿te encargas de limpiar la casa hasta que te saques una carrera?», me ha propuesto con una risilla maliciosa en la cara. «¡HASTA QUE ME SAQUE UN MÁSTER!», he subido yo la apuesta. En ese momento, mi madre se me ha acercado y me ha quitado de la mano la otra zapatilla.

¡PORQUE SÍ: TODO EL TIEMPO HABÍA TENIDO LA OTRA ZAPATILLA EN LA MANO!

Día 59

—Claaaaaro, claro. Eso es. ¿Qué haces si te entra el frío en las manos y no tienes un pijama CON BOLSILLOS? Pues te aguantas y te mueres del frío en las manos —le ha dicho Joselito a Rafa mientras los dos caminaban hacia una nueva sala de la base de la superficie.

—¿Y alguna vez has pensado en dónde meten los pañuelos sucios los iluminados que llevan pijamas sin bolsillos?

¡Ostras, no, Rafa! ¿¡DÓNDE!?

—Ah, no sé. Solo te lo preguntaba. Porque, si ya es una guarrería metértelo en los bolsillos, ¿qué haces con el papel si estás dentro de la cama con un gripazo y te suenas los mocos? Lo último que quieres es levantarte. Y la mesilla de noche siempre está llena de toda clase de cachivaches que solo sirven para ocupar la mesilla de noche y que no sirva para nada.

¡Es verdad! —le ha contestado Joselito, que se introducía ya junto a Rafa en la nueva sala subterránea—. ¿Se los colocarán de diadema? Como una corona llena de gemas verdes y mugrientas…

JA, JA, JA, JA… Puede. ¡O igual los esconden por dentro de la cama, bajo las sábanas!

¡Menudos piglins!

—Sí… ¡qué piglins los de los pijamas sin bolsillos! —ha afirmado muy rotundo Rafa.

En ese momento, Paco y Óscar se han acercado hasta ellos y han querido saber de qué ser reían tanto.

—De pijamas… ¿Vosotros de qué sois?, ¿de TENER bolsillos o de NO TENERLOS?

¡DE TENER, por supuesto! —ha gritado muy rápido Paquito.

—Ah, pues yo de NO TENERLOS… —ha tenido que decir Óscar.

¡CÓMO NO! JA, JA, JA, JA… —se me ha escapado.

Pero estaban tan entretenidos pensando en bolsillos que ni se han enterado que la respuesta procedía de un ente invisible… Además, he dicho lo que todo el mundo quería decir. Porque que prefiera NO TENER BOLSILLOS ¡explica muchísimo de su postura frente a la vida!…

¡Bueno, bueno, a trabajar! —ha puesto orden Paquito.

Y los cuatro se han puesto manos a la obra durante horas. De tal forma que un cuartucho insignificante se ha convertido rápidamente en una elaborada y cuidada SALA DE OPERACIONES. ¡Pero no de esas en las que un médico se pone a trastear por tu interior, sino de las otras! De las de urdir estrategias de emboscada y planificar raideos (especialmente, si son de venganza).

¡Y qué bien les ha quedado, oye!

Con una gran lámpara colgando del techo en el centro de la sala, para darle categoría.

Butacas de las de cine bueno para subirle aún más el caché.

Y un escenario de madera muy imponente, para hablar desde lo alto y que el mensaje cale hondo en los demás miembros del clan Paco.

—Algo está clarísimo —ha empezado a decir Óscar para estrenar el escenario—: ¡NO PODEMOS ACHANTARNOS!

Entonces, Joselito ha abandonado la butaca, se ha subido al escenario de madera y, cuando Óscar ha tomado sitio en su butaca, ha dicho:

¿Y qué hacemos para que no se crean que nos han achantado?

Y se ha sentado de nuevo en la butaca.

¡ATACARLES! —ha gritado Óscar, que volvía a subirse a toda prisa al escenario—. ¡AHORA MISMO, DE HECHO!… ¡PARA QUE NO SE CREAN NI POR UN MOMENTO QUE NOS HEMOS ACOBARDADO!

Al instante, un cuchicheo ha inundado la sala de operaciones. Yo estaba espiándolos desde lo alto de la lámpara, así que no me he enterado de lo que han dicho.

Sin embargo, al poco, Paco ha tomado la palabra:

¡ATAQUEMOS! —ha ordenado.

Y los cuatro han salido disparados hacia sus cuartos a por las armaduras de diamante y todo tipo de pociones de guerra. Y, FIUM, han abandonado la base secreta tan rápido que a mí no me ha dado tiempo de bajar de la lámpara para ver hacia dónde se dirigían. ¡OTRA VEZ LOS HE PERDIDO DE VISTA!

Aunque, si soy sincero, lejos de preocuparme, he aprovechado el momento para echarle el guante al diario de Paquito.

Fragmento de otro viernes, pero esta vez de hace relativamente poco

No me considero mala persona. Eso nunca. Sin embargo, sí es verdad que a veces soy un poco rencoroso. Un poco niño rata, vamos. Como hoy, que no se me ha ocurrido otra cosa que acercarme hasta la carnicería. Precisamente, a la que por poco me contrata. A esa. Y no he ido solo para comprar un par de cosas, que también. No, no, no. He ido, sobre todo, a vengarme. Por eso, me he presentado en la tienda con un montón de preguntas preparadas con muy mala baba. Tenía pensado hacérselas al tipo que me quitó el puesto tras el accidente. Y eso he hecho en cuanto lo he visto… «Perdone, tengo una pregunta para usted», lo he acorralado en una esquina. «Espere, espere…», ha empezado a excusarse él, señalando hacia el mostrador.

Pero no lo he dejado terminar. «Escuche, ¿por qué la carne puede ser roja o blanca? ¿De qué depende?», he preguntado.. «Pues no estoy seguro, pero mejor si…», ha comenzado a responderme el inepto, volviendo a señalar hacia el mostrador. «No, no. Si no lo sabe, no se preocupe. Tengo otra pregunta», he seguido, ya con todo el establecimiento pendiente de nosotros. «¿Con qué pega un buen filete de carne podrida?». «Ni idea. Aunque eso tendría que preguntárselo a…». «No, no, ahí va otra pregunta: venga, esta es fácil…». «¡QUE NO!, ¡QUE YO NO ESTOY AQUÍ PARA RESPONDER PREGUNTAS!», se ha alterado de pronto. «Bueno, digo yo que sí», le he llevado la contraria, echando un vistazo alrededor para ganarme el apoyo del público.

Y he continuado: «Si es capaz de quitarle el puesto de trabajo a un pobre lisiado, digo yo que también podrá responder a unas simples preguntas de carnicería». «¡QUE NO!», ha seguido erre que erre. «¿DISCULPE? ¿Qué clase de trabajador es usted entonces?», le he respondido, fingiendo toda la indignación que soy capaz de inventarme. «Pues ahí está el problema: yo he venido a comprar igual que tú, por eso te señalaba hacia el mostrador, porque ahí es donde se encuentra el VERDADERO carnicero.

Día 60

Los Paquitos han vuelto a la base secreta hechos caldo…

Ha sido a eso de la media tarde, aunque han aparecido tan polvorientos y magullados que, a juzgar por sus caretos, cualquiera diría que para ellos ya era de madrugada. Las armaduras aún tenían flechas atravesadas. Y todavía se les notaban las partículas de los efectos de las pociones de combate que el clan rival debe de haber usado.

—La flecha que has fallado cuando el grandullón me ha hecho la zancadilla… ¡Esa flecha no se falla! —le ha recriminado Joselito a Rafa.

—Y lo dice el que luego le ha devuelto la zancadilla al grandullón… ¡haciendo que el tiparraco se me cayera encima! —se ha quejado Rafa.

¡Silencioooo! —ha puesto orden Paco—. De todas las batallas se aprende. Y, aunque esta vez no hayamos arrasado precisamente, les hemos dado un buen toque de atención.

¡Eso! —ha continuado Óscar—. ¡Ahora saben que no somos un clan de cobardicas!

Y, acto seguido, los cuatro se han puesto a reparar las armaduras como locos, a crear más pociones y a afilar las espadas como si la vida les fuera en ello.

¡COMO SI UNA GUERRA ESTUVIERA A PUNTO DE ESTALLAR!

Y, para guerras, la de Paquito en sus anécdotas del diario.

Fragmento de un sábado escogido al tuntún

«¿Estás seguro de que no viene hasta después de la cena?», le he preguntado a mi padre mientras me terminaba la patata cocida que me había preparado. Justo después de que él se despachara a gusto de mi madre. Porque es una tradición de los sábados que mi padre y yo nos sentemos a criticar a la perfectita de la familia. «Sí, estoy seguro, te toca». «Vale, pues, allá voy: hoy pienso despotricar de sus aires de superioridad. Ya sabes, que se cree muy guay, mamá, pero no es ni la mitad de lista de lo que se cree».

Mi padre ha asentido. «Porque “saber siempre lo que hay que hacer” es de repelente. Y eso es lo que es ella. La reina de la repelencia». En ese momento, mi padre me ha dado un golpecito con el pie bajo la mesa, como diciendo «tal cual, hijo». «Mamá es de ese tipo de personas que, cuando las tienes lejos, suspiras de alivio», y otro golpecito me ha dado, cómo no, por estar clavándolo. «Porque tenerla cerca es sinónimo de preocupación, de que te has dejado algo sin hacer, o el grifo abierto, o a Roqui en el fondo del lago, lo que sea. Ella siempre tiene algo que recriminarte», y, PIMBA, papá me ha dado un patadón que hasta me ha dolido. «Ahora que lo pienso, mamá es una especie de repelente de mosquitos: es genial tenerla cerca si quieres estar más solo que la una, JA, JA, JA, JA…», y otros dos patadones me ha arreado papá bajo la mesa. «¡EY, NO HABLES ASÍ DE TU MADRE!», me ha dicho, de repente, el traidor. «PERO SI TÚ TAMBIÉN…», y no me ha dejado terminar.

El muy sucio me ha pegado un coscorrón. Y mi madre (que, al parecer, llevaba un buen rato a mis espaldas), se le ha sumado con una lluvia de collejas. «¡AYYYYYYYYYYYYYYY!…».

Día 65

Por un segundo, he pensado que estaba soñando. «¿ESE SOY YO?», me he dicho, toqueteándome la cara y estirándome de los mofletes mientras no le quitaba ojo a la aparición de partículas de invisibilidad.

Y, aunque yo he seguido quieto, enseguida las partículas se han movido hasta el centro de la sala principal.

¡ALLÍ ES DONDE SE LE HA ACABADO EL EFECTO DE LA POCIÓN!

PERO ¿¡TÚ QUIÉN ERES!? —se me ha escapado gritarle.

A lo que el intruso ha respondido tragándose otra poción de inmediato. Entonces, sus partículas se han movido de un lado al otro de la sala. «Este tipo me está buscando», he pensado. Pero, ¡JA! A eso sí que no me iba a ganar.

Hmmm… debo de estar volviéndome loco —se le ha oído murmurar tras echar un par de vueltas de reconocimiento y, por supuesto, no encontrarme.

A continuación, ha sacado tres carteles y los ha colocado en el centro de la sala. O sea, que yo solo he visto unos carteles volando por sí solos.

Hola, vengo de parte del clan Lions.

Ha escrito en el primero.

Sabemos lo que habéis hecho.

Y ESTO NO ACABA AQUÍ.

Y se ve que lo he leído tan alto que el intruso me ha oído y ha salido por patas. Creando un escándalo tremendo porque, primero, se ha chocado contra los cofres de la entrada, supongo que del susto. Luego, ha intentado abrir la compuerta que lleva al exterior empujando hacia afuera de la manilla. Y, como funciona al revés, se ha puesto a pegarle patadas. PIMBA, PIMBA, PIMBA. Así que, cuando ha conseguido abrir la compuerta, hasta los novatos de Joselito y Rafa se habían enterado de que había un intruso.

¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!? —han gritado dando espadazos al aire.

Y, de esta forma, han seguido meneando el viento con sus espadas durante horas. Por lo que me he tenido que quedar en ABSOLUTO SILENCIO Y BIEN QUIETO en una esquina a esperar que se cansaran.

Día 75

Este es el décimo día que sigo al clan Paco por el Nether. Y menudo garbo que me llevan los tíos últimamente, porque ninguno de los cuatro se ha tomado un solo día libre para alejarse de tanta recolección y tanta fundición de armamento. Así que… ¡OTRO HURRA POR EL CLAN PACO! (¡HURRAAAAAAAA!…).

Y vuelvo a calmarme un poco. Puesto que se estarán preparando a las mil maravillas para una guerra de clanes. Pero solo en cuanto a esfuerzo se refiere. Y me explico: Joselito y Rafa le ponen muchas ganas. Pero AÚN MENOS saber hacer…

—Menuda birria de espada te ha salido —le ha soltado Joselito a Rafa al ver la hoja curvada hacia la izquierda que acababa de crear.

—Pues anda que la tuya… ¿A quién pretendes rascar la espalda con ese palo pocho? —le ha contestado Rafa a Joselito, señalando hacia su espada con la hoja curvada hacia la derecha.

El tramposo de Óscar ha vuelto a sus orígenes y ha conseguido un buen puñado de objetos ilegales para el clan. Lo que está claro que no puede acabar bien… Por eso, por si la cosa se pone realmente fea y necesito esconderme durante unos días, estoy creando un segundo búnker de supervivencia aquí, en el Nether.

La temática que he escogido, como no podía ser de otra manera, es muy del Nether: con ladrillos abisales por todos lados, ríos de lava y no demasiadas antorchas, para crear una atmósfera misteriosa con la penumbra.

Además, este búnker también cuenta con una salida de emergencia. Consiste en un pasillo muy largo colocado estratégicamente tras un cuadro y que da a parar a un precipicio hacia la lava. De esta forma, si alguien sale muy rápido persiguiéndome, se caerá a la lava. Y yo, en cambio, como sé dónde termina de repente el pasillo, pegaré un frenazo y bajaré con mucho cuidado por las escaleras que hay pegadas al borde.

Sin embargo, lo mejor de mi nuevo búnker de supervivencia en el Nether es el par de vacas que justo acabo de traer. AJÁ. VACAS. ¿A que soy un genio? A partir de ahora, podré reproducirlas y conseguir comida en un lugar tan inhóspito como es el Nether.

Aunque he de reconocer que traerlas ha sido una odisea.

O sea, que sí, por un capricho he estado a punto de fastidiar mi reto de los 100 días sobreviviendo en una base secreta… PERO ¡AHORA TENGO DOS VACAS INFILTRADAS EN UNA BASE SECRETA DEL NETHER!

Y eso no me lo quita nadie…

Día 76

Me he quedado sin vacas. Sí, me han durado UN día. Y todo por culpa del maldito Óscar, que se ha presentado en la base usando un nuevo objeto prohibido. Concretamente, unas gafas de rayos X para ver a través de las paredes.

Y, claro, así es como se ha pispado de mi búnker y ha decidido asaltarlo antes de comunicárselo a ningún otro integrante del clan Paco.

Yo lo he seguido de cerca en todo momento. Prácticamente pegado a su espalda. «¿¡QUÉ HAGO!?, ¿¡QUÉ HAGO!?…», me he puesto a preguntarme en bucle.

Porque, por un lado, si lo denunciaba a las autoridades por los objetos ilegales, mi reto de los 100 días acabaría en cuanto el agente Yunkers llegase acompañado de otros mil agentes para desmantelar esta base y la de la superficie. Pero, por otro lado, si no hacía nada, Óscar terminaría por chivarse a los demás de lo que había encontrado. E, igualmente, me quedaría sin reto de los 100 días.

Y con este dilema estaba cuando, de golpe, las dos opciones se han esfumado. Puesto que el muy patán se ha quedado mirando a mis preciadas vaquitas y… y… y, como si nada,

¡HA DECIDIDO CARGÁRSELAS!

Pero por ahí sí que no paso.

¡YA ME HAS CANSADO, OSCARITO! —le he gritado mientras acompañaba al grito de un bofetón. PUMBA.

Y, luego, de otros dos más. PUMBA. PUMBA. Y mi intención era continuar con la progresión de bofetones hasta el infinito. Pero Óscar ha visto mis partículas de invisibilidad y se me ha tirado encima como una fiera.

¡TE TENGO, JO, JO, JO, JO! —se ha venido arriba mientras nos zarandeábamos.

Y, así, a empujón limpio, hemos chocado contra todas las paredes de mi búnker de supervivencia. Hasta que hemos dado con el cuadro que escondía la salida de emergencia y hemos seguido zarandeándonos por ese larguííííísimo pasillo.

PLACA, PLACA, PLACA, PLACA, PLACA…, hemos avanzado por el pasillo mientras nos arreábamos de lo lindo el uno al otro.

Y, cuando hemos estado a un paso del precipicio, lo he soltado.

¡Espera, paremos un segundo, esto empieza a ser peligr…! —he comenzado a decirle.

Pero me ha cortado. Y, aprovechándose de que lo había soltado para explicarle que estábamos a un paso de caer a la lava, me ha querido pegar un puño para deshacerse de una vez por todas del tipo invisible que lo incordiaba.

Sin embargo, no es fácil acertarle un golpe a un tipo invisible. O sea…

¡QUE HA FALLADO!

Y, del impulso con el que iba dirigido el puñetazo, se ha quedado balanceándose con un pie en el extremo más extremo del borde del pasillo.

¡¡¡AY, QUE ME CAIGO!!! ¡¡¡AY, QUE ME…!!! —ha chillado con una voz superaguda.

Y, efectivamente, antes de terminar de repetir su queja, ha perdido el equilibrio y, FIUM, se ha caído derechito a la lava.

¡ESO VA POR MIS VACAAAAAAS! —le he gritado.

Y, aunque creía que me iba a afectar cantidad y no iba a ser capaz de hacer nada más en todo el día, enseguida he ido a por el diario de Paquito para echarme unas risas a su costa.

Fragmento de un jueves de las últimas hojas del diario

«¡Eeeeey, Paquito!», me ha saludado una bruja. «Ey…», le he devuelto yo el saludo. «Te veo bien, Paco… ¿Cómo va ese clan tuyo? He visto el anuncio, brutal, eeeh. ¿Has tenido muchas solicitudes?». «Dos. ¡Y qué alegría verte! Pero me pillas fatal de tiempo, justo he quedado con… O sea, por… ¡POR AHÍ!», le he dicho señalando hacia el bosque. «Ah, genial, pues te acompaño. Yo tengo una reunión de brujas también por allí». «Ay, perdona, quería decir POR AQUÍ», he rectificado, señalando en dirección contraria. «Ya veo… Pues nada, Paquito, nos vemos. Si necesitas algo, ya sabes dónde estoy. Porque lo sabes, ¿no?». «Sí, sí, claro que lo sé». «¿Dónde?», me ha retado la muy bruja. «Donde siempre, ¿dónde va a ser?…». «¿Y eso dónde queda, Paquito?». «Oye, ¿tú no te ibas ya?», le he recordado. «No tienes ni idea de quién soy, ¿verdad?… ¡SERÁ POSIBLE!». «Que sí, bruja, cómo no voy a saberlo. ¡Si te conozco de toda la vida!… ¿No?». «Claro…», me ha confirmado. «¿VEEEES? SÍ QUE TE CONOZCO, JA, JA, JA, JA… Y, AHORA, LO SIENTO MUCHO, PERO ME VOY A IR, QUE LLEGO TARDE». «Paquito, como no digas mi nombre, te convierto en piglin». «¿Perdona?». «Tienes cinco segundos». «JA, JA, JA, JA… ¿ESTÁS DE BROMA?». «Cuatro…». «¡LAURA!». «Tres…». «¡QUERÍA DECIR HERMINIA!». «Dos…». «¡GUSTAVA!». «Uno…». «¡¡¡¡¡PACA!!!!!». «¡Uff, Paquito!, por un segundo casi me creo que te habías olvidado… ¡Con lo que tú y yo hemos sido!». «Cómo iba a olvidarme de ti, JA, JA, JA, JA… ¿¡CÓMO!?…», le he dicho con la garganta seca.

Día 77

Para disimular que Óscar ya no volvería por el clan Paco, he dejado un cartel junto a los bloques de slime de la entrada de la base del Nether:

Hola, soy Óscar. Puede que no lo sepáis, pero soy un matavacas insensible. Sin embargo, me he dado cuenta a tiempo y, para remediarlo, voy a retirarme a una granja de vacas muy lejos de aquí, donde me dedicaré a cuidar de ellas y a arrepentirme por siempre jamás de la vida que he llevado hasta el momento. ¡Adiós, clan Paco, os guardo en mi corazón!

Y a este tocho de cartel le he sumado otro más cortito para rematar la faena:

P.S. He tirado a la lava todos los objetos ilegales. Esta guerra la ganáis sin hacer trampa. ¡Confiad en mí!

Y ha sido leerlo y los tres miembros del clan Paco han quemado al instante el cartel.

Acto seguido, se han dirigido en grupo al cuarto de Óscar en el Nether y, allí, han quemado el cartel de la entrada con su nombre y, poco después, todas sus pertenencias.

¡Y lo mismo ha sucedido a continuación en la base secreta principal!

—Y ahora que el patán de Óscar nos ha dejado sin los objetos prohibidos, ¿cómo vamos a ganar esta guerra contra el clan Lions? —ha preguntado Joselito.

—Si algo podemos aprender del traidor de Óscar es que siempre queda una salida. Él la ha encontrado en una granja de vacas. Nosotros la encontraremos conjuntamente… ¡Esforzándonos todavía más!… ¡Trabajando más duro que nunca! —ha soltado Paco en un tono muy solemne.

JA, si supiera que la salida de Óscar ha sido, en realidad, la lava…

En fin, hasta aquí el día de hoy… ¿O no? No, no, no. Aún queda tiempo para una nueva anécdota de Paquito.

Fragmento breve de un domingo de hace exactamente 222 días

«Mamá, ¿¡qué haces aquí!?…», he empezado a preguntar a mi madre ya desde lo lejos. (Silencio). «¡Ey, mamá!», he continuado chillando a grito pelao, con el brazo extendido y meneándolo con fuerza hacia un lado y el otro. Pero nada, la muy digna no me ha respondido… Iba muy tapada y no le podía ver los ojos. Así que, a lo mejor, iba mirando al suelo y no me estaba viendo. O puede que estuviera mirando hacia arriba, distraída o aburrida, igual que me ha acabado pasando a mí. Porque, para chula mi madre, chulo yo. Así que he decidido imitarla y seguir caminando hacia ella con la vista clavada en el cielo… Sin embargo, cuando nos hemos encontrado, a mí se me ha pasado la tontería y le he dado un abrazo. ¡Y NO VEAS LO QUEJICA QUE SE HA PUESTO LA SEÑORA A LA QUE HE ABRAZADO POR EQUIVOCACIÓN!… «Oiga, esto es culpa suya por ir tan tapada», le he dicho. Y, enseguida, he vuelto a la carga: «Al menos, tenga la decencia de colgarse un cartel para que la gente no se confunda. Puede escribir: “NO SOY LA MADRE DE NADIE, CUIDADO”».

Día 78

¡LA BASE SECRETA PRINCIPAL HA DEJADO DE SER OFICIALMENTE SECRETA!

Ha ocurrido esta mañana a primera hora, desde que el clan Paco al completo ha salido al exterior de la base y se ha puesto a construir torreones de obsidiana y lava, para defenderse del clan Lions lanzando flechas desde la cima.

Además, han creado dispensadores que expulsan bolas de lava y otros que disparan más flechitas aún. O sea, que no sé cómo se las apañarán para fabricar tantas flechas. ¡Pero ellos sabrán!

Por mi parte, me he dado cuenta de que, lo quiera o no, estoy en medio de esta guerra. Así que formo parte de ella, ¡aunque no sea miembro de ninguno de los dos clanes!

Por eso, cuando me he cansado de verlos construir sus defensas, me he animado a crear un par de trampas propias. Por si me pillaban en pleno conflicto, vamos.

ASÍ QUE
¡MIS TRAMPAS
YA ESTÁN LISTAS!

Y ya solo me queda una cosa antes de dar el día por finalizado…

Fragmento de un martes del año pasado

Tengo un primo de 6 años que se llama Bernardo y que solo veo una vez al año: cuando toda mi familia se reúne para celebrar la comida de Navidad.

Bernardo es un repipi de mucho cuidado. Pero esa no es la razón por la que no lo soporto. Si no lo soporto es porque, desde que cumplió 3 años, he dejado de ganarle los pulsos chinos. Y no es que yo sea un blandengue, es que lo de ese crío no es normal. Sus dedos están desproporcionados se miren por donde se miren. Ya lo estaban cuando tenía 3 años, y la cosa empeora a cada nuevo año que pasa. Sin embargo, las Navidades pasadas tuve mi tercera derrota consecutiva y me dije: «Suficiente, Paquito, hasta aquí hemos llegado». Así que, desde entonces, todas las noches me entreno para ganar al mocoso de Bernardo. Y ha llegado el día.

HOY, POR FIN, ES NAVIDAD Y YO HE LLEGADO A LA GRAN CITA CON LOS DEBERES HECHOS.

Nuestras partidas son al mejor de tres. Así que mi estrategia consiste en dejarme ganar la primera, para que se confíe. Y eso he hecho: «JI, JI, JI, JI… ¡UNO A CERO!», se ha mofado el renacuajo al destrozarme durante la primera ronda. En la segunda, como había planeado, me he empleado a fondo. Y, como el tío se lo tenía muy creído, se ha puesto a hablar con el abuelo y, en un despiste, PUMBA, le he atrapado el dedo. «¡UNO A UNO!», le he gritado. Y, antes de que entrelazásemos las manos para la tercera ronda, los dos hemos estirado los dedos. «Es la primera vez que me ganas una ronda, Paquito… ¿Cómo te sientes?», me ha preguntado el niñato. «Mejor de lo que tú te sentirás cuando te machaque. ¡VAMOS!». Y los dos nos hemos lanzado a perseguir el dedo del otro con el nuestro. ¡Dedo gordo derecho contra dedo gordo derecho! ¡Primo contra primo! ¡Y a muerte!

Eso sí, bajo la atenta mirada de los otros miembros de la familia. «¡Vamos, Bernardo!», he oído que lo animaba mi madre por lo bajini… Y no sabe lo que ha hecho. Porque la rabia me ha llenado de fuerzas. Así que he empezado a apretar. Y a apretar. Y, cuando he visto que al criajo le caía un goterón de sudor por la frente, he atacado. ¡¡¡PIMBA!!! ¡¡¡¡¡Y LE HE ATRAPADO EL DEDO PARA MARCAR EL HISTÓRICO 2-1 QUE ME HA DADO LA VICTORIA!!!!! «¿Qué tienes que decir ahora, eh, Bernardito?». (Silencio). «¿Ya no te ríes? Normal, porque menuda paliza». (Silencio). «¿¿Bernardo??», he insistido. (Pero más silencio).

Entonces, la exagerada de su madre se ha acercado hasta el niño y se ha puesto a gritar tonterías: «¡AY, PAQUITO QUE ME LO HAS MATADO!», me ha recriminado falsamente, agarrando la cabecita del recién desmayado Bernardo. «¡¡QUE ALGUIEN LLAME A UNA AMBULANCIA!!», ha seguido diciendo la dramática de su madre. «¡QUE ALGUIEN LLAME, POR FAVOR!»… Así que Bernardito ha pasado la noche de Navidad en el hospital. Con una fractura múltiple en la primera falange del dedo gordo. Y una derrota histórica que me voy a pasar toda la vida recordándole.

Día 82

Llevo unos días durmiendo fatal. Concretamente, desde que leí la historia de miedo de Paquito partiéndole el dedo gordo a un niño de 6 años.

Me gustaría decirle que debería sacarle más partido a esa historia. Porque, si hiciera correr el rumor, dudo que el clan Lions o cualquier otro clan se atreviese a plantarle cara. JAMÁS…

Aunque también intuyo que si Paquito no la ha utilizado aún es porque, de alguna forma, se arrepiente de lo que hizo. Por lo que he visto de él en 82 días, parece un tipo raro, pero noble…

En cualquier caso, la mañana ha pasado sin mayor importancia que un susto tonto de Joselito. Puesto que, mientras vigilaba que nadie del clan Lions se acercase, por poco se cae de la torre de obsidiana y lava cuando ha dado una cabezada.

¡Joselito, atento! —le ha reñido Paco.

Y las siguientes cabezadas ya se las ha dado contra la viga de la esquina, para que su líder no lo pillase.

Total, que parecía que el clan Lions se había olvidado de su amenaza. Porque ya habían pasado diecisiete días desde que dejaron aquel cartel en la base de los Paquitos que decía:

Y ESTO NO ACABA AQUÍ.

«Pero ¿y si sí?» me he puesto a pensar yo. «¿Y si el clan Paco espera y espera en el exterior de su base y el clan Lions, finalmente, no ataca nunca?».

Y, justo entonces, TANTARANTÁN-TANTÁN, una mezcla de sonidos de trompeta y tambores ha marcado el inicio de la gran batalla entre los dos clanes.

Y, de inmediato, el sonido de unos explosivos TNT colocados a traición ha parado momentáneamente la batalla, «¡BOOOOM!», se ha oído por todos lados. Y las torres de obsidiana se han derrumbado de golpe.

¡PUMBA!

Los dispensadores de bolas de lava y flechas tampoco han hecho gran cosa. Y Joselito y Rafa han estado tan pendientes de que sus propias trampas no les dieran que apenas han prestado atención a los movimientos de sus rivales.

JO, JO, JO, JO… ¡OS DIJE QUE LO PAGARÍAS Y AQUÍ ESTAMOS BELENSITA Y YO, EL PROPIO LIONs, HACIÉNDOOSLO PAGAR! JO, JO, JO, JO… —ha anunciado con un vozarrón maléfico el tal Lions.

Y, a continuación, Lions y Belensita se han liado a espadazos contra Joselito, Rafa y Paco. Y, aunque los del clan Lions parecían estar en desventaja, Joselito y Rafa han acabado rápidamente por los suelos. Así que el que ha estado en desventaja ha sido Paquito, quien, como si tuviera delante al mismísimo Bernardo, ha repartido sablazos a diestro y siniestro.

«¡ZAS, ZAS, ZAS!», se ha oído rugir la espada de Paquito mientras se defendía de los envites de los otros dos.

Y ha saltado por los aires. Ha pegado saltos mortales. Y hasta les ha cogido las espadas a los dos novatos y ha luchado a tres hojas: con una en cada mano y otra en la boca.

Pero ¡no ha habido manera! Aun así, la superioridad de la técnica y los objetos supertochos del clan Lions ha quedado clarísima. Y, aprovechando un tropiezo del líder mientras esquivaba un golpe bajo de Belensita, Lions le ha pegado una patada a Paquito y lo ha enviado derechito al suelo.

¿Unas últimas palabras? —le ha preguntado Lions al líder de los Paquitos mientras la punta de su espada le acariciaba el cuello—. ¿Cómo te sientes, Paquito? —ha seguido Lions.

Sin embargo, al oír esa pregunta, Paquito solo ha podido ver el rostro de su primo Bernardo. Y menos mal, porque entonces se ha puesto a «jugar» en serio.

Y, FUM, ha agarrado un puñado de tierra y ha cegado a Lions por un segundo. El tiempo justo para levantarse y volver a luchar a tres hojas contra Lions y Belensita. Pero sabía que no podía con los dos. Por eso, no ha luchado para ganar la guerra, sino sencillamente para que hubiera nuevas batallas en el futuro.

¡LEVANTAOS, QUE NOS VAMOS! —les ha ordenado a los novatos, retrocediendo poco a poco y esquivando por menos aun los espadazos de Lions y Belensita.

Y, así, él, Joselito y Rafa han dejado atrás la base secreta de la superficie.

HURRAAAAAAA… HURRAAAAAAA… —se han puesto a celebrar las hienas del clan Lions.

Y, victoriosos, han entrado a la base secreta, para saquearla. Pero, en este punto, es donde se la han tenido que ver conmigo… je, je, je, je.

Mi primera víctima ha sido Belensita. Quien, al empezar a bajar tan pancha por las escaleras, PIM, se las ha visto con una caída de cuatro bloques y, acto seguido, con una traca de dispensadores con pociones de daño instantáneo.

¡CHAO-CHAO, BELENSITA!…

Lions, aunque ha perdido de vista a su compañera de clan, ni siquiera se ha planteado buscarla. Pues, como buen avaricioso, solo podía pensar en robar más botín de los Paquitos. Y así ha sido como ha acabado llegando hasta la base del Nether. O hasta el salto, debería decir, je, je, je, je… Porque, en cuanto se ha dejado caer, yo he activado el mecanismo para tapar los agujeros de 1x1. Y a la gravedad no le ha quedado más remedio que hacer una sopa de huesos con el tal Lions.

¡O ESO CREÍA YO QUE PASARÍA!…

Porque, al desactivar la trampa, no he encontrado ni rastro de su cuerpo.

¿¡CÓÓÓÓÓÓÓMO!? —me he sorprendido.

Y me he asustado tanto que me he tirado lo que quedaba de día quieto y renovando las pociones de invisibilidad.

Día 85

Los siguientes días tras el combate han sido tranquilos. Pero, como seguía asustado por no haber encontrado ni rastro del líder Lions, me he dedicado a borrar todos los indicios de que he estado sobreviviendo secretamente en esta base.

Es decir, que he quemado el cartel de MZY que había colocado en mi búnker de supervivencia. Y me he deshecho de los cuadros, mis objetos personales y cualquier otra cosa que he creído que se podía relacionar conmigo. Por si, de algún modo incomprensible, Lions hubiera sobrevivido a la caída y quisiera vengarse…

¡Y MENOS MAL
QUE LO HE HECHO!…

Porque hoy he recibido la inesperada visita de más miembros del clan Lions.

—Jaime, Uriel: mirad por allí —les ha ordenado el propio… EL PROPIO LIONs.

Y ha sido verlo y, de la impresión, he tragado saliva con tanta fuerza que se me ha oído…

«GLUP», ha resonado por toda la sala.

¿Lo habéis oído? ¡ESTAMOS ACOMPAÑADOS, CHICOS! —ha gritado Lions.

Y lo siguiente que ha hecho es asegurarse de que no pudiera escapar.

—Jaime, Uriel: ¡a pegar espadazos en todas direcciones! —les ha mandado—. Yo me quedo aquí, JO, JO, JO, JO… —ha dicho desde la compuerta que permite el acceso (y la salida) de la base.

Día 86

—Uriel, Jaime: ¿habéis visto algo? —les ha preguntado, soñoliento, Lions.

Son las ocho de la mañana y estos tipos no han pegado ojo en toda la noche. Lions sin moverse de la compuerta de entrada y salida a la base. Y Uriel y Jaime pegando espadazos mientras yo me he dedicado a esquivarlos de un lado al otro de la sala, de puntillas y renovando las pociones de invisibilidad cuando les daba la espalda.

—Pues ya es hora de acabar con este asunto por las malas —ha dicho Lions.

«¿¡POR LAS MALAS!? O SEA, ¿QUE EL ASUNTO DE LOS ESPADAZOS ERA POR LAS BUENAS?…».

—Colocad los explosivos TNT por toooooda la base. Y no os dejéis ningún rincón sin cubrir. No quiero que el espía escape… ¡POR BELENSITA!

¡POR BELENSITA! —han repetido a coro los otros dos.

Y, en cuanto han tenido colocados los bloques de TNT, los tres Lions han activado la cuenta atrás y han salido por patas de la base, no sin antes atrancar la puerta.

«CINCO…».

¡AAAAAAAAAAAAAH! —me he puesto a gritar a todo lo que me ha dado la garganta.

Y he corrido hacia el búnker.

«CUATRO… TRES… DOS…»,

ha sonado mientras yo me desplazaba a toda velocidad sobre la vagoneta de mi salida de emergencia.

¡UUUUUUUNO!… —he pillado a los Lions chillando a lo lejos, desde mi salida secreta.

Y,

¡BOOOOOOOOM!

JI, JI, JI, JI, JI, JI, JI, JI, JI, JI, JI… —se han reído los tres Lions como hienas… ¡O como si fueran el repipi de Bernardo!

Día 87

¡HE CONSEGUIDO INFILTRARME EN LA BASE SECRETA DE LOS LIONS!

No ha sido fácil, pero, después de que hicieran saltar por los aires la base secreta de Paquito, los he seguido hasta su escondrijo y me he colado con ellos.

Sin embargo, un segundo después de entrar, ya me he tropezado con uno de los hilos trampa que tenían colocados en las puertas. Y lo que más ha sonado no ha sido mi quejido («¡OUCH!»), sino el batacazo que me he dado contra el suelo.

¡PLOOOOONC!

¡NOS HA SEGUIDO HASTA LA BASE! ¡NOS HA SEGUIDO!, ¡NOS HA SEGUIDO!… —se han puesto a repetir como loritos los integrantes del clan Lions.

Y, como ya los conozco, antes de que Lions bloqueara la puerta y los otros dos peinaran el aire con sus espadas, me he largado de la forma más cutre: corriendo hacia el primer baño que he encontrado y cavando un túnel con el cerrojo de la puerta como único protector.

Así que, aquí estoy de vuelta, ¡EN LAS RUINAS DE LA BASE SECRETA DE LOS PAQUITOS!

¡Y menudo destrozo habían hecho los explosivos TNT!… Tanto que se me ha caído una lagrimita y, en el acto, me he prometido lo siguiente: «CUESTE LO QUE CUESTE, ¡YO ESTA BASE LA REPARO!». Por un lado, por el cariño que le he cogido después de tanto tiempo a los Paquitos. Y, por otro, para acabar mi reto de los 100 días sobreviviendo en una base secreta en condiciones, claro…

¡VENGA, MARZY, QUE TÚ ESTAS RUINAS LAS LEVANTAS EN UN SANTIAMÉN! —me he continuado animando—. Pero ya si eso mejor empiezo mañana…

«Ahora, lo que me merezco es una buena ojeadita al diario de Paquito», he pensado.

¡Y en el diario que me he zambullido!

Fragmento de un jueves de las últimas páginas del diario

Hoy he celebrado la fiesta de inauguración de mi base secreta. He invitado a todo el mundo, incluso a mi padre y a Bernardo. Roqui también ha venido, pero nos hemos enfadado. ¿No va y dice que las rocas como él solo pueden formar parte de clanes de rocas? ¡Menudo disparate!… En fin, Patricia, Andrea, Marta y Paca han hecho el resto de bulto que necesitaba la fiesta. Y, justo cuando ha empezado a haber ambientillo, ha aparecido mi madre. Lo que significa que, como buena repelente que es, TODOS los demás se han ido al instante. «Gracias, mamá», le he dicho. «Hoy te toca limpiar la casa, he venido a por ti», me ha explicado. «¿Otra vez?». «Hasta que te saques el máster». «O sea, que ni hoy me vas a dar un respiro…», me he quejado. Y, poco a poco, un veneno me ha subido por dentro. «Pues ¿sabes qué, mamá?…», he empezado a decirle la mar de enrabietado. «¡Que fui yo quien te robó aquella foto del niño feo que guardabas en la cartera! Fueron los celos. Y hasta ahora me arrepentía de haberlo hecho. Pero, fuese quien fuese, me alegro de haberlo alejado de ti…». «No lo has hecho», se la limitado a responder. «¿Cómo dices?». «Que el niño feo de la foto eres tú». «¿¡SEGURO QUE NO ES UN PRIMO!?», le he preguntado. «Ningún primo es tan feo, Paquito, je, je, je, je…».

Día 89

Llevo dos días trabajando como un auténtico poseso. Y vale que no haya tenido que INVENTAR nada, pero ¡qué maravilla de RECONSTRUCCIÓN he hecho en tan solo dos días de la base de los Paquitos!

Ya solo me quedaba sacarle un brillo al pobre Tronqui cuando, de repente, ¡PAQUITO HA REGRESADO A LA BASE!

¿Holaaa?… —ha dicho al resbalárseme Tronqui del susto e impactar contra el suelo—. ¡Aquí estás, querido amigo! Te he estado buscando por todos lados. Creía que te habías escapado con los Paquitos durante la gran batalla… Pero no, por lo visto, te dejamos atrás… ¡PERDÓNANOS, TRONQUI! ¡MENUDO FALLO!

Entonces, mientras estaba a la espalda de Paquito contemplando la escena, me he dado cuenta de que la poción de invisibilidad se me acababa de terminar. ¡Y, PARA COLMO…! ¡PARA COLMO, NO LLEVABA NINGUNA MÁS ENCIMA!

Así que me ha tocado apretar los dientes y esforzarme como nunca antes para que no me pillasen. Y hasta que a Paco no le han entrado ganas de ir al baño dos horas después, ¡lo he seguido pegado a la espalda! (O SEA, QUE NO ME HA DESCUBIERTO, PERO ¡POR POCO ME MUERO DE LA TENSIÓN!…).

Cuando he vuelto de recoger más pociones de invisibilidad del búnker de supervivencia, Paquito seguía en el baño. Y, en los siguientes minutos sagrados hasta que ha abandonado el cuarto, he decidido que ya era hora de que Paquito y yo mantuviéramos una conversación.

«Bienvenido, Paco. Soy el fantasma de tu base. ¿Me recuerdas?», le he dejado escrito en un cartel a la salida del baño.

A lo que él me ha contestado agitadísimo en otro cartel:

¡CLARO QUE ME ACUERDO!… ¿¡QUIÉN ERES!?

Y, como después de eso, el tío se ha quedado junto al cartel esperando mi respuesta, hasta que no se ha dormido, no he podido responder.

Día 90

«Me llamo Marzy y hoy cumplo 89 días sobreviviendo en tu base secreta», le dejé ayer escrito en el cartel. «Soy el que la ha reconstruido y le ha sacado un brillo, excepto por Tronqui, que no he tenido tiempo de limpiarlo como se merece… Ah, y otra cosa, Paquito: quiero ayudarte a acabar con el clan Lions».

«¿DE VERDAD HARÍAS ESO POR MÍ?», me ha contestado, eufórico, nada más despertarse en la propia zona de los baños.

Y, como ha vuelto a quedarse pegado al cartel esperando una respuesta y yo aún no estoy preparado para presentarme físicamente, no he podido escribirle nada hasta que se ha quedado sopa.

Día 91

«Sí, por ti lo haré», le he respondido. Porque es cierto que, si estoy dispuesto a salir del anonimato y luchar contra los Lions, principalmente, es por él.

«¿De verdad de verdad que lo harías?», ha insistido en su mensaje diario.

Día 92

«Sí, sí. De verdad», le he contestado.

«Vale, ¿y cómo lo hacemos?», ha querido saber Paco.

Y, esta vez, cansado de esperar 24 horas para responderle y tener que tragarme otra noche de sus insoportables ronquidos. Lo he hecho a plena luz del día.

«Reúne a tu clan y espera mi aviso. Nos vengaremos, Paco», le he escrito mientras él veía el boli moviéndose por el aire como por arte de magia.

Acto seguido, he dejado caer el boli y he salido pitando.

¡PORQUE TENGO UN PLAN! Voy a estudiar los patrones de los miembros del clan Lions para saber cuándo y dónde puedo colocar TNT en puntos estratégicos de su base. Así, sin sus objetos supertochos, ayudaré a que esta vez el clan Paco tenga una oportunidad contra los Lions…

Sin embargo, a los quince minutos de llegar a su base y estar estudiando los movimientos del clan Lions, me he aburrido y he decidido optar por llenar toooooda la base con TNT. Porque mejor que sobre que no que falte, ¿no?… «Pero ¡OJO! Lo tendré que hacer poco a poco y con mucho cuidado, ya que voy a estar colocando TNT a solo dos o tres bloques de profundidad», me he recordado.

«O sea, que me va a llevar unos cuantos días terminar esta tarea…».

Día 98

Sé que está feo que yo lo diga, PERO ¡LAS GALERÍAS LLENAS DE TNT QUE HE CREADO BAJO LA BASE SECRETA DE LOS LIONS DEBERÍAN CONSIDERARSE LA OCTAVA MARAVILLA DEL MUNDO!

Y la guinda la he puesto señalizando la salida de las galerías con una flor amarilla. ¡Una bonita flor que indica el punto desde el que activaremos todo el circuito explosivo bajo la base de los Lions!

«¡HURRAAAAA!…», me he dicho solo de imaginármelo. (Y, «¡HURRAAAAA!…», me he contestado también yo solito).

Entonces, me he alejado rápidamente de la base de los Lions y he corrido a la de Paco.

Pero Paco ya se había dormido.

«Todo listo», le he escrito para que lo viera mañana.

Y, con los nervios de la espera, me han entrado ganas de zambullirme en su diario, para hacer tiempo.

PERO
¡CÓMO PARA LEER
ENTRE SUS RONQUIDOS!

«JJRRRR… JJRRRR… JJRRRR…», se ha tirado toda la noche, imposibilitando cualquier intento de lectura.

Día 99

«¡Perfecto, pues mañana reúno al clan!… ¡NOS VEMOS CON LOS PRIMEROS RAYOS DEL SOL!», me ha respondido muy intensito Paco.

¡Y QUÉ NERVIOS QUE TENGO POR PRESENTARME MAÑANA AL CLAN! De verdad que me siento como el tipo que entra a un bar de pinchos del chiste de Rober…

¡AY, AY, AY, AY!…

Día 100

Llevo despierto desde las cuatro de la mañana, peinándome por decimoctava vez el pelo y echándome tropecientos litros de colonia encima… ¡PORQUE SIGO MURIÉNDOME DE LOS NERVIOS POR TENER QUE PRESENTARME ANTE EL CLAN PACO!

Sin embargo, he hecho de tripas corazón y, con los primeros rayos del sol, he salido de mi búnker de supervivencia.

Entonces, espada en mano y engalanado con mi armadura de diamante, me he dispuesto a presentarme.

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAH!!! —ha gritado Paquito al verme, apuntándome con la punta de su espada—. PERO ¿¡TÚ QUIÉN ERES!? —me ha preguntado.

—Soy Marzy… El fantasma, ¿recuerdas?

—Ah, vale, vale… Es que esperábamos LITERALMENTE a un fantasma —se ha excusado. Y, acto seguido, ha hecho las presentaciones—: Este es Marzy, chicos. Marzy, los chicos…

—Sí, los conozco. Como te dije en los carteles, llevo casi 100 días sobreviviendo en esta base secreta. Así que os he estado observando para pasar el tiempo.

¡Pues qué grima!… —me ha soltado Joselito.

¡Sí, menuda cosa se te ha ocurrido! —le ha apoyado Rafa.

Y, PIMBA, PIMBA, Paquito ha repartido una colleja para cada uno.

—Un poco de respeto, que Marzy nos ha reunido aquí para acabar con el clan Lions.

¿¡QUÉÉÉÉ!? ¿¡CON ESOS BESTIAS!? NI HABLAR, YO CREÍA QUE ESTA ERA UNA REUNIÓN PARA RECORDAR VIEJOS TIEMPOS —se ha acobardado Joselito.

Y el lorito de Rafa le ha seguido el rollo…

Y YO, Y YO… —ha dicho.

¡PUES ME DA LO MISMO! —se ha puesto muy firme Paco—. ¡Vosotros habéis jurado lealtad a este clan y este clan ha decidido que se va a vengar del raideo del clan Lions y de la posterior tunda que nos llevamos el día de la gran batalla!

—Eeee… —se han quedado diciendo los dos novatos mientras se miraban—. ¿Ajá…?

REPETID ALTO Y CLARO: «YO SOY UN PAQUITO».

¡YO SOY UN PAQUITO! —se han animado de pronto.

¡Y LOS PAQUITOS NO NOS ACHANTAMOS!

ESO, ¡NO NOS ACHANTAMOS! —han repetido.

¡ASÍ QUE A LA GUERRA QUE VAMOS, PAQUITOS!

¡A LA GUERRA QUE VAMOS! —han dicho a la vez.

Y, de esta guisa, han salido los tres con la espada en alto y todas las ganas que se pueden tener de comerse el mundo.

—Oye, Marzy, ¿por dónde era?… —ha reculado Paco a los segundos—. ¿Y cuál es tu plan? Porque tendrás un plan, ¿verdad, Marzy?

—Claro que sí. ¡VAMOS! —le he dicho.

Y, de camino, he explicado a los Paquitos lo del TNT de las galerías para dejar a los Lions sin objetos supertochos y llevar a cabo un ataque sorpresa.

¡A POR ELLOS! —me han contestado los tres, sin duda conformes con el plan.

Y, al llegar a la flor amarilla, he dejado que Paquito hiciera los honores.

—A la de una… a la de dos… y a la de… ¡TRES! —ha contado.

Y,

Una absoluta gloria de explosiones enca-denadas ha convertido en escombros la base secreta de los Lions.

¿¡Q… q… quién ha sido!? —se le ha oído decir al rato a Lions mientras, a duras penas, empujaba su cuerpo magullado fuera de un montón de restos causados por la explosión.

¡NOSOTROS! —han gritado los Paquitos… (¡Y yo con ellos!).

JO, JO, JO, JO… Conque vosotros otra vez, eh… ¡Pues vais a ver! ¡PORQUE NI SIQUIERA EN ESTAS CONDICIONES SOIS RIVAL PARA EL CLAN LIONS!

¡ESO!, ¡ESO! —se le han sumado Uriel y Jaime, igual de polvorientos y demacrados que su amado líder.

Y en ese momento es donde me gustaría poder decir que ha estallado una inolvidable y epiquísima batalla… Pero lo cierto es que los Lions estaban tan tocados que el combate ha sido más bien un festival de aguantar golpes.

Toda clase de topetazos han recibido. Y tal ha sido el número que hasta los novatos se han puesto las botas.

JI, JI, JI, JI, JI… —se han reído esta vez Joselito y Rafa.

Eso sí, el golpe final lo ha dado Paquito. Y ha sido precioso… NO, NO, NO, ¡QUÉ DIGO!, EXTRAORDINARIO. Ha sido extraordinario, porque ha asestado el golpe definitivo de nuevo a tres hojas, tras brincar y adoptar la postura de la grulla, en un movimiento preciso y potente que le ha permitido impactar en los tres Lions a la vez.

¡ZAAAAAS!

¡HURRAAAAAA! ¡HURRAAAAAA!… —se han puesto a gritar Joselito y Rafa al instante.

¡HURRAAAAAA!… —me he unido yo también.

Y, a este grito y a otros muchos, hemos regresado a la base secreta. ¡MÁS CONTENTOS QUE NUNCA! ¡POR SUPUESTO!

PAQUIIIIIITOS, PAQUIIIIIIIIIIIITOS —hemos empezado a corear en la zona de operaciones, sobre el escenario.

Y así nos hemos tirado toda la noche: entre vítores, abrazos y nuevos proyectos para que el clan de Paco continuara creciendo por los siglos de los siglos.

—Oye, Paco…

—Dime.

—Que acabado de encontrar tu diario —le he dicho cuando Joselito y Rafa han caído rendidos de tanto jolgorio.

¿¡EN SERIO!?

—Sí, sí, y lo iba a quemar…

¡Eso, ese diario hoy termina entre las llamas!

—Pero, no sé, ya que estamos… ¿Y si le echamos una última ojeada? —le he propuesto.

Y, tras lanzarme una miradita, se le ha escapado la sonrisilla tonta.

A ESTAS ALTURAS, ¡QUÉ MÁS DARÁ! —ha gritado.

Y, de inmediato, los dos nos hemos entregado a la lectura, aun a riesgo de no pegar ojo en lo que quedaba de noche…

JA, JA, JA, JA,
JA, JA, JA, JA

Hemos empezado a reír nada más empezar la primera anécdota…

Día 101

Cuando Paquito no ha aguantado más y se ha puesto a roncar como un hoglin, he aprovechado para salir un rato de la base a que me diera el aire.

Y, solo entonces, en el momento en el que los rayos del sol naciente me han cegado, me he dado cuenta…

¡YA PUEDO DECIR QUE HE SOBREVIVIDO
100 DÍAS
EN UNA BASE SECRETA!

¡¡¡RETO SUPERADOOOOOOOOOO!!! —he gritado a los cuatro vientos.

Pero, enseguida, me he visto obligado a llevarme las manos a la boca y echarme al suelo a toda prisa para esconderme tras unos matorrales, ya que alguien que se aproximaba ha chillado:

¿¡QUIÉN ANDA AHÍ!?

(A lo que yo, por supuesto, no he contestado. Porque una de mis reglas de oro es desconfiar automáticamente de un desconfiado.)

—Estás paranoico, Yunkers… —le ha respondido su compañero—. A estas horas no hay nadie despierto, ya te lo he dicho.

—Eso espero, porque no nos pueden ver juntos.

¡TODAVÍA NO!

—Pero ya quedará poco, ¿verdad? Estoy empezando a hartarme de tanto secretismo.

—Tú sabes mejor que nadie que ya casi lo tenemos todo organizado. ¡Por eso, tenemos que ser más precavidos que nunca! ¡No seas impaciente, Óscar! —le ha aconsejado Yunkers mientras los dos pasaban de largo mi escondrijo.

«¿¿¿¡¡¡QUÉÉÉÉÉÉÉ!!!???», he gritado para mis adentros cuando me he recuperado de la impresión. «PERO ¿¿¿ÓSCAR NO HABÍA CAÍDO A LA LAVA???… ¿¿¿O SEA, QUE EN EL ÚLTIMO MOMENTO SE HA AGARRADO A UN BLOQUE Y SE HA SALVADO???… ¿¿¿O ES QUE LLEVABA PUESTAS LAS BOTAS VOLADORAS???…», he intentado recordar.

Y, cuando Yunkers y Óscar han desaparecido por el horizonte, me he dado cuenta de lo verdaderamente importante: «¿¿¿DÓNDE SE HA VISTO QUE UN AGENTE DE LA LEY COMO YUNKERS Y UN TRAMPOSO COMO ÓSCAR ORGANICEN ALGO JUNTOS???».

¿¿¿¡¡¡SE PUEDE SABER QUÉ TRAMAN AHORA ESTOS DOS!!!???