Illustration INTRODUCCIÓN Illustration

Todos nos encontramos con personas difíciles o problemáticas en nuestras vidas. Nos sacan de quicio, nos irritan e incluso nos hacen tener pensamientos terribles. Puede ser un compañero de trabajo, el vecino de abajo, tu pareja o tu madre, o cualquier otra persona con la que nos encontremos regularmente, o quizás solo una vez.

Nuestro lenguaje está lleno de coloridas metáforas que describen lo que estas personas nos hacen. Decimos cosas como «me saca de quicio», «me pone malo», «hace que me suba por las paredes», «me toca las narices», «me trae por el camino de la amargura» o «no estamos en la misma onda». ¿Qué hay en estas personas que causa tanto malestar? Y ¿cómo podemos trabajar con este malestar para que no se intensifique y cause más malestar? En este libro examinaremos una serie de situaciones vitales en las que pueden aparecer personas problemáticas y exploraremos cómo pueden ayudar las enseñanzas del zen y el mindfulness (o atención plena). En última instancia, estas enseñanzas nos mostrarán cómo las personas más problemáticas pueden convertirse en nuestros mejores maestros. Aprenderemos a ver a cada una de ellas como expresiones hermosas y únicas de este universo único al que todos pertenecemos: veremos su naturaleza de Buda.

Según mi experiencia, la gente tiene una visión del zen en la que este aparece como una tradición de profunda quietud, calma, paciencia y sencillez, y espera que sus practicantes encarnen estas características en todo momento. Incluso después de más de una década de práctica, puedo decir que no destilo una profunda quietud todo el tiempo; de hecho, ¡ni siquiera la mayor parte del tiempo! Es posible que algún día lo consiga, pero, por lo que yo sé, el zen no consiste en eso. El zen consiste en encontrar tu verdadera naturaleza y, una vez que has despertado a ella, aprender a vivir desde esa realización. Pero incluso en ese lugar de realización (que iremos explorando en detalle a medida que avancemos), siempre habrá gente que te moleste, y aun haga que te hierva la sangre y te salga humo de las orejas. El zen nos enseña a escuchar esos sentimientos y a empezar a relacionarnos con ellos de otra manera.

¿A QUIÉN VA DIRIGIDO ESTE LIBRO?

Este libro va dirigido a cualquiera que desee aprender a responder a las personas y situaciones difíciles con más claridad y sabiduría. Es posible que tengas a varias personas problemáticas en distintos ámbitos de tu vida, o que tengas a una particularmente enfurecida, o te hayas topado con una serie de ellas en distintos momentos de tu vida. Podrás ver que a menudo hay un patrón en tu comportamiento en relación con ellas y que ese patrón te suele causar dolor, quizás mucho dolor. La única forma que tenemos de crecer es enfrentándonos a este dolor, reconociendo cómo nos sentimos y cómo hemos reaccionado, y comprometiéndonos a poner fin a ese patrón repetitivo de sufrimiento. De cara a este libro, no presupongo en el lector ninguna experiencia previa con el mindfulness o el zen (de hecho, con cualquier tipo de budismo), y de ninguna manera es necesario que este se identifique como budista o se adhiera a cualquier otra creencia.

Recuerdo que cuando empecé a practicar el zen mi maestro me dijo que me lo tomara como un experimento científico. El laboratorio eran mi cuerpo y mi mente, y aunque la metodología había sido perfeccionada a lo largo de muchos siglos, el resultado y las conclusiones dependían de mí. No había una respuesta correcta: solo mi respuesta. En ese momento de mi vida andaba por los veinte años, estudiaba la carrera de Astrofísica y apreciaba mucho este enfoque pragmático. Como uno puede imaginar, tenía la cabeza metida de lleno en las ecuaciones y el aprendizaje intelectual y durante algunos años había luchado de verdad para conectar con mi lado emocional. Ahora me doy cuenta de que en parte la razón por la que elegí esa carrera —que es intelectual y se centra en cosas tan alejadas de la Tierra y de la vida real— era que intentaba escapar.

¿QUIÉN SOY YO PARA HABLARTE DE CÓMO TRATAR A LAS PERSONAS PROBLEMÁTICAS?

Cuando tenía trece años, mi madre y mi padrastro tuvieron un accidente de coche en el que mi padrastro murió y mi madre fue trasladada al hospital con quemaduras de primer grado en casi todo el cuerpo. Quien causó el accidente fue un agente de policía fuera de servicio que iba echándole una carrera a un amigo. En un error de cálculo, el agente tocó la parte delantera del coche de mi madre, haciendo que este se pusiera a girar sin control a través de la carretera hasta chocar frontalmente contra otro coche y estallar en llamas. Para salvar la vida de mi madre, le amputaron las dos piernas y un brazo. Esto ocurrió siete años después de que mi padre biológico fuera expulsado de nuestro hogar. Cuando yo tenía seis años, mi madre descubrió que había abusado sexualmente de mí y de mi hermana.

A lo largo de mi vida he tenido que lidiar con personas especialmente desafiantes. Mi padre y el policía fuera de servicio que causó el accidente de mi madre han sido dos de las más destacadas. En su caso, me ha costado muchos años de práctica e investigación profunda llegar a un punto en el que puedo ver más allá de las cosas horribles que hicieron. Ahora puedo verlos como personas con su propio sufrimiento, y sus actos me han enseñado mucho sobre mí mismo y sobre la propia naturaleza del ser humano (tal y como explico en la cuarta parte). Pero también me he topado con muchas personas problemáticas del montón: durante muchos años trabajé en una oficina y puedo recordar a uno o dos compañeros muy difíciles; pasé años yendo al trabajo en Londres junto a varios compañeros de viaje molestos, y viví en algunos pisos compartidos con un buen número de compañeros fastidiosos. También mantengo una relación sentimental con alguien desde hace diez años (los últimos cinco casados). Y a pesar de lo maravilloso que ha sido, me ha puesto frente a algunas situaciones problemáticas a través de las cuales he aprendido y crecido mucho.

Aprender a ver en las personas problemáticas de mi vida a mis mejores maestros no ha sido en absoluto un proceso de aprendizaje rápido o fácil, ni algo que yo haya hecho solo. En la escritura de este libro me he beneficiado de la sabiduría de varias personas iluminadas. Además de practicar el zen en una comunidad con un maestro durante más de una década, y de practicar yoga durante veinte años con un puñado de fantásticos maestros, también estuve tres años y medio acudiendo a un psicoterapeuta. Un hilo conductor de estas áreas de desarrollo ha sido la práctica del mindfulness.

En su esencia, el mindfulness es una técnica que nos permite percibir las cosas con claridad, dejar que las cosas sean y dejarlas ir. La claridad que obtenemos al ver las cosas tal y como son nos da la información crítica que necesitamos para tomar decisiones sabias sobre cómo actuar a continuación. Esta es una de las habilidades clave que hay que desarrollar cuando se trabaja con personas difíciles.

No me gustaría decir que lo tengo todo resuelto. Me parece importante abordar las desafiantes cuestiones que exploraremos en este libro con una buena dosis de «no sé». Todavía me irrito y me enfado con la gente y no consigo apreciar ni su propio sufrimiento ni su interconexión con el universo. Soy un trabajo en continua elaboración, como lo seremos todos hasta el día de nuestra muerte.

HALLAR UN PROFESOR EN EL APARCAMIENTO

Entonces, ¿cómo podemos llegar a ver a una persona problemática como a nuestro mejor maestro? Parece una locura. Pongamos un ejemplo concreto. Estás en un aparcamiento maniobrando para entrar en una plaza cuando alguien se mete antes que tú y finge no haberte visto. Una reacción impulsiva normal (que se hace sin elección consciente) podría ser gritar, maldecir y luego considerar la posibilidad de rayarle el coche con una llave para castigarlo. ¿Cómo podría esta persona enseñarte algo más que a no comportarte así? ¿Y cómo podrías alcanzar un lugar desde el que percibir su buena naturaleza intrínseca y contemplar a esta persona como algo no separado de ti? Parece una tarea difícil. Y lo es, pero no es imposible. El primer paso es desarrollar una verdadera voluntad de examinar cómo te relacionas con este ladrón de plazas de aparcamiento.

Una reacción inicial podría ser el enfado: está siendo egoísta al quitarte algo que era tuyo (la plaza de aparcamiento), y al hacer como que no te ve está dando a entender que no importas o, peor aún, que no existes. Todos estos pensamientos que configuran tu postura inicial surgen de una dura distinción entre «esa persona» y «tú». Sin embargo, si somos capaces de tomar conciencia sincera y de indagar abiertamente en lo que sentimos, esta postura inicial empezará por fuerza a cambiar hacia algo mucho más amplio e inclusivo. En primer lugar, podemos reconocer que nuestros propios hábitos, experiencias pasadas y sufrimientos contribuyen a nuestras reacciones. Tal vez ya ibas apurado, o estabas deseando llegar a tu destino. Tal vez te costaba maniobrar para entrar en el hueco y ya estabas ligeramente frustrado. Tal vez el tipo de coche que esa persona conducía añadió energía a tu reacción porque ya tenías algunos prejuicios sobre el tipo de personas que poseen ese coche. ¿Era realmente y desde el principio tu plaza de aparcamiento? Tal vez esa persona no te haya visto.

Ninguna de estas sugerencias pretende disculpar a una persona que ocupó maliciosamente tu espacio, pero solo con hacernos esas preguntas empezamos de inmediato a suavizar nuestra postura. Así, la forma en que actuamos o pensamos impulsivamente puede mostrarnos dónde estamos atascados y dónde se desarrollan nuestros viejos patrones y hábitos. Más aún: al suavizar nuestra postura, podemos empezar a ver, más allá del comportamiento irritante, a la persona que está detrás de él: una persona con sus propios hábitos, experiencias pasadas y sufrimiento personal. Es posible que tuviera mucha prisa: tal vez fuera a recoger a un familiar enfermo, o llegara tarde a una entrevista de trabajo. Tal vez haya desarrollado una forma de ser autoprotectora como respuesta a algo que haya sucedido en su vida. Tal vez haya tenido un tipo de vida que ha fomentado un comportamiento egoísta. No lo sabemos.

A medida que nuestro punto de vista se relaja y nuestra visión se amplía, nos volvemos menos reactivos a la irritación. Claro que el sentimiento sigue ahí, quizás tan intenso como siempre, pero ya no nos aferramos tanto a esas emociones ni actuamos en consecuencia. Lenta y gradualmente, podemos ir suavizándonos más. Incluso podemos empezar a sentir gratitud hacia esa otra persona por mostrarnos —enseñarnos, como lo haría un maestro— dónde instintivamente ponemos nuestras defensas y reaccionamos movidos por un sentimiento de separación, por la idea de lo que esa persona me está haciendo a , y lo que yo merezco. Este es un lugar desde el que, si somos realmente sinceros y abiertos con nosotros mismos, tenemos la oportunidad de aceptar, suavizar, crecer y sanar. Así, cada situación desafiante o cada encuentro con una persona problemática se transforma en una oportunidad para que actuemos con mayor sabiduría y compasión.

Además, las semillas de la sabiduría, la compasión y la gratitud pueden convertirse en una visión totalmente nueva de las personas que te irritan o enfadan. La concepción convencional es que tú y esa persona o personas estáis separados. Decimos: «Este soy yo y aquí está mi “límite”, y ese eres tú», o «Yo soy este tipo de persona y tú eres ese tipo de persona». Esta clase de pensamiento surge de la perspectiva de la separación y la discriminación. Sin embargo, el zen indica que estas visiones del mundo fijas y separadas representan solo una cara de la realidad de las cosas.

La experiencia del despertar (o iluminación) es el proceso de ver y experimentar la otra perspectiva: la que nos dice que la vida es fluida y dinámica, que está en constante cambio y que todos nosotros no somos sino emanaciones transitorias del universo en este mismo momento. Como diría mi maestro zen: «En lugar de ser una cosa en un mundo de cosas, vemos que somos un proceso en un mundo de procesos». La forma en la que he llegado a entender estos dos puntos de vista es imaginando una cordillera envuelta en una nube con los rocosos picos sobresaliendo de la parte superior del velo. Vemos estos picos como algo separado, distinto y bastante permanente, como los conceptos de tú y yo, o como objetos tales como la pared o la mesa. Pero cuando las nubes se despejan, vemos cómo las cimas de las montañas están conectadas entre sí a través de los fondos de los valles. Las montañas forman parte de una sola cordillera... De forma equivalente, tú y yo, la pared y la mesa, estamos conectados y solo somos partes diferentes del todo. Y no somos realmente permanentes. Cambiamos (aunque muy despacio en el caso de las montañas).

Desde este punto de vista de la no separación, esa persona que te ha enfadado está tan separada de ti como tu mano izquierda lo está de la derecha. Tú y esa persona creáis juntos la situación. Al igual que tú, es una manifestación temporal de este único universo. En el zen, verla así es lo que se denomina ver su naturaleza de Buda. Pero no importa cómo lo denomines: su ser luminoso, su verdadera naturaleza... Significa lo mismo. Esa persona es un Buda que se manifiesta problemáticamente.

LO QUE ESTE LIBRO ABARCA Y LO QUE NO ABARCA

Este libro adopta un enfoque de atención plena a los problemas que plantea el trato con diversas personas difíciles. La práctica del mindfulness implica permitir que cualquier cosa que surja se vea y se reconozca plenamente; hacemos todo lo posible para no valorarla como buena o mala, para no pensar que es como debería o no debería ser y para no verla como algo que queremos o no queremos. En el mindfulness, nuestra mayor preocupación no es el contenido de lo que nos llama la atención: quién ha dicho qué, los porqués y los argumentos de cualquier situación individual. Lo que importa es nuestra relación con las cosas que surgen. Por lo tanto, no voy a dar consejos paso a paso sobre cómo actuar en casos y situaciones concretas, sino que te proporcionaré las herramientas necesarias para que puedas decidir por ti mismo cuál es la mejor forma de actuar. Sin embargo, si el comportamiento de una persona difícil llega a alcanzar el nivel de maltrato, te animo a que te acerques y hables con alguien (quizás un profesional) que pueda ayudarte en tu situación a corto plazo.

Este libro pretende evitar que te limites a enumerar todas tus quejas y agravios. Quejarse y lamentarse en general de nuestra vida puede resultar catártico, pero si prestamos atención a nuestras quejas (y, por tanto, a nuestra energía) sin tener en cuenta lo que podríamos hacer con ellas, solo estaremos regando las semillas de la negatividad. Si no otorgamos a toda la energía emocional de la frustración y la rabia que surge de nuestras quejas una vía positiva, constructiva y sana por la que circular, inevitablemente se manifestarán de forma imprudente o incluso destructiva.

Te mostraré formas de ampliar y suavizar tu postura, de hallar tu propia amabilidad y de estimular la aparición de percepciones sobre ti mismo y sobre tu relación con el mundo que te rodea. Como resultado, encontrarás maneras de ver la verdadera naturaleza esencial de todas las personas con las que te encuentres, ya sean problemáticas o de trato fácil.

¿HACIA DÓNDE VAMOS?

En la primera parte, exploraremos la cuestión de cómo las personas difíciles de nuestra vida pueden convertirse en nuestros maestros. Las piedras fundamentales de este proceso son el mindfulness y la sintonía: sin una conciencia aguda de cómo nos sentimos y de lo que hacemos, y de cómo se sienten los demás, no hay esperanza de cambiar la forma en la que nos relacionamos con las personas difíciles y de aprender de estos encuentros. Analizaremos por qué, frente a una persona problemática, nos resulta difícil conservar la regulación emocional, es decir, la capacidad para gestionar nuestro comportamiento, mantener nuestro temperamento bajo control y evitar decir o hacer algo de lo que nos arrepentiremos. Diré que las dos cosas principales que pueden hacernos perder esa regulación son la activación de nuestra respuesta a la amenaza (que hace que nuestras defensas suban y nuestra percepción se reduzca) y el caos de emociones que puede surgir (abrumándonos y enredándose en nosotros hasta el punto de oscurecer nuestra visión).

Aportar una conciencia genuina y amabilidad a las relaciones desafiantes resulta difícil, y requiere valor, paciencia y compasión. Hablaremos de por qué es tan importante abrirse honestamente a nuestras experiencias, por muy difíciles, dolorosas o confusas que sean. En última instancia, las emociones son importantes mensajeros, y si las reprimimos o ignoramos, o no somos capaces de reconocerlas plenamente, perderemos el contacto con lo que realmente ocurre. Más tarde hablaremos de cómo restablecer la regulación emocional, tanto cuando estamos solos como en la compañía segura de otras personas de confianza.

Al margen de perder la cabeza de vez en cuando en el calor del momento, cada uno de nosotros tiene un patrón preferido a la hora de afrontar y dar respuesta a las dificultades de las relaciones. Unos se enfadan, otros se retraen y otros intentan siempre suavizar la situación para evitar posibles conflictos. Así, nuestros encuentros problemáticos también pueden enseñarnos mucho sobre nuestras actitudes y hábitos generales. Al hablar de estos rasgos de comportamiento, presentaré una serie de ejemplos y desvelaré algunos koans zen (cuestiones o historias espirituales) que nos ayudarán a señalar algunas de las áreas en las que podemos atascarnos y cómo podemos salir de ese atasco.

Por último, exploraremos la importancia de ser compasivo. A medida que empezamos a ver y a reconocer la forma en la que nos relacionamos con las personas problemáticas, y cómo nuestras experiencias pasadas y nuestro sufrimiento contribuyen a nuestras reacciones, es fundamental que nos apliquemos esa compasión a nosotros mismos tanto como a cualquier otra persona.

La segunda parte incluye una gran variedad de historias inspiradoras sobre cómo diferentes personas se han enfrentado a relaciones desafiantes en diversos ámbitos de la vida y cómo han extraído profundas lecciones de su experiencia. Veremos ejemplos en el lugar de trabajo, en los círculos de amistad, en el hogar en forma de parejas, cónyuges u otros miembros de la familia o en forma de vecinos y compañeros de piso, y en el mundo en general en forma de compañeros de viaje. También estudiaremos cómo los modelos y maestros, en particular los maestros espirituales, pueden convertirse en Budas problemáticos, y lo que eso puede alumbrarnos acerca de nosotros mismos.

La tercera parte se centra en el extremo más alejado del espectro problemático: en aprender a tratar con aquellas personas que nos han maltratado o que de alguna manera nos han causado un profundo dolor. Te presentaré un par de figuras de ogros que han aparecido en mi propia vida y te contaré cómo he aprendido mucho sobre mí mismo al examinar mi relación con ellos. También exploraremos otra persona problemática: el yo. Aunque gran parte de este libro gira en torno a nuestro yo y a cómo nos relacionamos con lo que somos, en esta parte prolongaremos el tema en algunas áreas adicionales con las que profundizar.

Por difícil, irritante o malicioso que sea, nadie constituye una entidad distinta que exista en sí misma. Todos somos distintas facetas de este único universo, dinámico e interconectado como las olas del océano. Esta es el área que exploraremos en la cuarta parte. Percibir a otras personas como manifestaciones iguales de este universo único, cada una con el potencial de despertar a esta perspectiva, es lo que se denomina ver su verdadera naturaleza o naturaleza de Buda. Sin embargo, percibir es solo la mitad de la ecuación. El último elemento que exploraremos es cómo actuar a partir de esa comprensión: cómo responder espontáneamente a las personas difíciles desde el reconocimiento tanto de su sufrimiento como de su innata naturaleza búdica.