
La técnica a la cual va dedicado este libro corresponde a un medio pictórico con gran tradición en la historia del arte. En la Edad Media se llamaba temple, después se denominó témpera y actualmente se conoce como guache, término derivado del francés gouache. Este procedimiento es similar a la acuarela en algunos aspectos (componentes básicos y solubilidad en agua); sin embargo, a diferencia de ella, el guache se trabaja sobre todo por capas opacas y permite el uso de colores planos.

He aquí cómo funciona el guache: se pone un poco de color en la paleta y se humedece el pincel con agua para que este se impregne bien. Se coge color de la paleta y se gira el pincel sobre esta para que aquel cargue el mechón. Se mancha sobre un trozo de papel; si el color no se ha humedecido previamente, se puede dar una pincelada completamente opaca. Si se moja un poco más el pincel, se puede arrastrar el color sobre el papel restando opacidad al trazo.

Dibujar la forma de unas nubes puede ser un buen ejercicio para familiarizarse con el procedimiento de cualquier técnica pictórica. Se coge color azul claro de la paleta y se mancha todo el fondo, dejando reservadas, o sea, sin pintar, las partes destinadas a las nubes. La pintura se seca rápidamente, pero si, una vez pintada, se vuelve a humedecer, se podrá rehacer la zona manchada. A los pocos minutos la superficie del papel ya se habrá secado.
Pintar no consiste tan sólo en aplicar pintura; esta se tiene que dar con unos criterios concretos a partir de la pincelada y el trazo. Sólo de esta manera se logrará que las manchas de color adquieran forma. La pintura al guache se seca rápidamente con una cierta tendencia a crear un color uniforme; las pequeñas mezclas que se hacen sobre el papel son las que conforman la textura del objeto pintado. Estos primeros procesos merecen una atención especial. No son difíciles de realizar, pero constituyen la base para un desarrollo posterior de temas cada vez más complejos.

1. Se efectúa una variación de color con azul, verde y un poco de blanco. Con esta mezcla se obtiene una tonalidad ligeramente agrisada que servirá para manchar las zonas más oscuras. La pincelada se mancha bastante plana, dejando tras su arrastre una parte cubierta. De momento no se mancha la zona iluminada.

2. En las primeras fases del manchado no se debe pretender un aspecto terminado, tan sólo se tiene que pintar cada zona cubriendo la parte correspondiente. Se ha de crear una base o capa que sirva para una posterior elaboración. Se podría decir que parte de la paleta se traslada directamente al cuadro, para después realizar en este mezclas de tonos y colores.

3. Ahora se coge blanco y se mezcla en la paleta una pequeña cantidad de carmín y un poco de azul. Se pinta en la zona más iluminada de las nubes, pero ahora se arrastra parte de los colores que se han pintado hasta el momento. Si el color se había secado, no importa; la humedad del nuevo trazado lo reblandecerá y se podrá mezclar de nuevo directamente sobre el papel. Después de pintar la zona luminosa se pintan trazos directos de blanco.
Cuando el pincel se aplica sobre el papel se pueden apreciar diferentes efectos: la pincelada demasiado húmeda tiende a unificar los colores, y la pincelada casi seca deja una textura evidente, fruto del arrastre del mechón. La superficie del papel tampoco permanece inalterada ante los efectos del trazo; si el papel es granado o con textura, dicha característica se pondrá de manifiesto con la pincelada.

1. Si se pinta una base de tonos amarillentos, se puede crear una superficie de texturas muy variadas como este fondo. Primero se mezcla el color en la paleta, amarillo y verde brillante. Con este color algo aguado se mancha todo el fondo del papel. Con diversas pinceladas verticales se pintan nuevos colores, verde oscuro, ocre, verde medio y siena. Si se insiste en el trazado estos colores se podrán mezclar con los colores de base anteriores.

2. El arrastre casi seco de la pincelada permite efectos como este. La pincelada se superpone fácilmente y se pueden pintar colores claros sobre otros más oscuros.

3. Los colores del fondo son los primeros que se pintan. Las diversas tonalidades verdosas permiten insinuar toda la frondosidad más distante. Con diversos trazados verticales se mancha la hierba del primer término, sin llegar a cubrir la base amarillenta en su totalidad. Con negro y pardo se manchan los troncos de los árboles y sobre estos se pintan superpuestas las partes más luminosas. Por último, con tonos luminosos de amarillo y verde se pinta la hojarasca del primer término. Los colores se superponen con gran facilidad.
El secado, la superposición y el arrastre del pincel son algunas de las principales características técnicas de la pintura al guache. En este ejemplo se pueden apreciar algunos de los principales efectos de este procedimiento pictórico. Préstese atención a los detalles seleccionados; seguro que en lo sucesivo se podrá tomar referencia de algunos de estos ítems.

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1. Aquí se insistió en la pincelada, con lo que el color se mezcló sobre el papel. |
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2. Los trazos sueltos se superponen unos a otros; el efecto es de una gran vaporosidad. |
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3. Las pequeñas manchas no son más que pinceladas sueltas que se encargan de insinuar la textura de la corteza del árbol. |
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4. Los colores claros y luminosos se pueden superponer a los oscuros. |
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5. En esta zona, se dio una primera capa de color que sirvió de base para un trabajo de pincelada de arrastre más elaborada. |

Página del Beato de San Pedro de Cárdena (Burgos) (siglo XII),
temple sobre pergamino. Museu d’Art de Girona.
Antes de que se utilizara el papel, los artistas trabajaban sobre pergamino, retales de piel de cordero curtida y afinada hasta que adquiría un mínimo grosor. En la Edad Media la cultura quedó relegada a los conventos, y en ellos los copistas y miniaturistas elaboraban obras tan magníficas como esta página, que muestra la presentación del evangelio de San Juan por dos ángeles. En la parte superior destaca el símbolo antropomórfico del evangelista. La técnica pictórica está aquí desarrollada con un gran sentido del color y del detalle. Los colores planos, sin valoración, contrastan fuertemente entre ellos. Cabe destacar la imitación de los dorados en diversas zonas del enmarcado y en las aureolas de los personajes. En algunas zonas se dejó sin pintar el pergamino, y el color claro se integra entre los brillantes colores del temple.

Página del Beato de Girona (finales del siglo X),
temple sobre pergamino. Museu d’Art de Girona.
Esta miniatura muestra una letra capital, es decir, inicio de texto de un códice. La ilustración de esta tipografía se realizó con un gran esmero, incluyendo en su desarrollo una profusa ornamentación geométrica de inspiración vegetal. En el interior de esta letra destaca un pantocrátor de sencilla factura, aunque los colores empleados son de una gran vistosidad.

Página del Beato de la Seu d’Urgell (último cuarto del siglo X),
temple sobre pergamino. Museu Diocesà d’Urgell.
Este texto ilustrado del comentario del Apocalipsis muestra escenas de una gran sensibilidad y originalidad. En esta imagen se pueden apreciar las técnicas básicas del temple: los colores son planos y delimitan cada una de las formas acotadas por el trazo. No existe degradado ni una búsqueda del volumen. La finalidad de estas ilustraciones es totalmente didáctica.
Las flores son una fuente inagotable de inspiración para todo artista, tanto para el que se inicia en la pintura como para el experto profesional. Este bodegón es muy sencillo, sin embargo, se ha procurado componer un ramo de flores con cierto ritmo, jugando con los colores, que crean una curva entre el blanco, el amarillo y el rosa y, por último, con la posición de la pera en la base del jarrón.

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Material necesario 1. Guache 2. Lápiz 3. Papel para guache 4. Pinceles 5. Bote con agua 6. Trapo |
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Si durante el proceso de pintura el guache se seca demasiado rápido, se puede ralentizar el secado añadiendo sobre la pintura y directamente en la paleta unas gotas de glicerina. Si, por el contrario, se quiere acelerar todavía más el secado de la pintura, si esta es muy aguada, se deberá añadir en el agua una pequeña cantidad de alcohol. |

1
• Con lápiz se encajan las flores y el resto de elementos que intervienen en el cuadro; como las formas elementales son casi geométricas, ello facilitará este dibujo previo.
• A partir de este estudio casi rectilíneo con triángulos, esferas y rectángulos, se traza con mayor seguridad y las proporciones resultan más precisas.
• Se tiene que analizar el modelo por partes: el volumen de las flores por un lado y el jarrón por el otro; los diferentes tamaños entre estas partes guardan una relación.

2
• Para que el motivo principal destaque y los blancos adquieran una importancia especial, se empieza pintando el fondo con un tono agrisado con ocre, cobalto y blanco.
• Con el mismo tono del fondo pero muy aguado se mancha en el lateral izquierdo del jarrón.
• En el otro lado se pinta con gris con una tonalidad plana.
• Se enjuaga el pincel y se repasa sobre la zona más clara, con lo que se abrirá una zona luminosa.
• Con un tono gris algo oscuro, se pinta entre las flores poniendo en realce los brillos gracias a las sombras.

3
• Con verde amarillento y verde esmeralda se pintan las hojas; los colores son planos y no existe fusión entre tonos.
• Se pinta con carmín rebajado con blanco en las flores rosas dejando en reserva las zonas de brillo.
• Con amarillo verdoso se pinta la base de las flores amarillas y con gris en las flores blancas, recortando las zonas destinadas a los pétalos más luminosos.
• Con amarillo verdoso y naranja se pinta la pera y se da forma a su volumen con un arrastre curvo del pincel.

4
• Con blanco ligeramente manchado de amarillo se inician los pétalos de las flores blancas. Estos trazos son puntuales y, por su precisión, no es necesario insistir demasiado para que la forma de la flor quede totalmente definida.
• Con un verde algo más oscuro se perfila la forma de los tallos y algunas hojas, y también se mancha ligeramente en el centro de la flor blanca de la izquierda.
• El blanco puro sólo se debe utilizar en las zonas más brillantes.

5
• Con diversas tonalidades de verde algo mezclado con gris, se pintan las zonas oscuras entre las flores.
• Sobre los oscuros se superponen pinceladas blancas en los pétalos de las más brillantes, y otros trazos algo amarillentos para las zonas algo más oscuras.
• Con trazos de color gris azulado y otras variantes se rehacen las flores en la zona de las sombras de los blancos.
• Con un rosáceo muy luminoso se completan los pétalos de las flores rosas alternando con una mancha muy plana las zonas claras con las que son algo más oscuras.
• Se inicia el acabado de las flores amarillas con algunos trazos de blanco amarillento, que, superpuestos sobre los anteriores, dan textura a la flor.
Paso final
Con amarillo verdoso se repasa sobre el naranja de la pera y se funden en parte los colores que se habían pintado antes. Los contrastes se acentúan con verde oscuro y se separan de este modo las formas. Los grises oscuros sirven para remarcar las sombras sobre la mesa y así se separa el motivo principal del fondo. Sobre las flores amarillas se pinta con un amarillo brillante, aprovechando los colores anteriores como base del trazo.

Resumen del ejercicio
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a. El fondo se pinta con un tono grisáceo que recorta la forma de las flores. b. Se mancha con gris en las flores blancas para recortar los puntos de luz más luminosos. c. Las flores amarillas se inician con un manchado amarillo verdoso. d. Los pétalos en las flores blancas se realizan con diversas tonalidades de blanco. e. Las flores de color rosa se realizan con diversas tonalidades superpuestas. f. El perfilado de las hojas se realiza en último lugar. g. Con un color como el del fondo pero más aguado se pinta en el lado izquierdo del jarrón. Después se repasa con una pincelada húmeda y limpia. h. El punto más luminoso de la pera se pinta con amarillo verdoso. i. Con un tono anaranjado se pinta en la zona oscura de la pera. |
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Recuerde... |
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1. El guache es similar a la acuarela en algunos aspectos, como sus componentes básicos y la solubilidad en agua. 2. Si se moja el pincel, se puede arrastrar el color sobre el papel restando opacidad al trazo. 3. La pintura se seca muy rápidamente aunque, si se vuelve a humedecer, se puede utilizar de nuevo. 4. Las pequeñas mezclas que se hacen sobre el papel son las que conforman la textura del cuadro. 5. La pincelada se aplica bastante plana; las primeras fases del cuadro sólo son manchas. |
6. Al principio se tiene que crear una base o capa que servirá para un posterior desarrollo. 7. La pincelada demasiado húmeda tiende a unificar los colores. 8. La pincelada casi seca deja una textura evidente por el arrastre del mechón. 9. Si se insiste en el trazado la pintura se podrá mezclar con los colores de base anteriores. 10. El proceso de pintura propiamente dicho siempre tiene que empezar pintando los colores del fondo. |